2. La paz social
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La paz social

En verdad, Al-lah ordena la justicia y hacer el bien a los demás como si fueran parientes, y prohíbe la obscenidad, la maldad manifiesta y la transgresión. El os exhorta para que caigáis en la cuenta. (C. 16: Al-Nahl: 91)

Sabed que la vida de este mundo no es más que un juego y pasa­tiempo, un ornato, una fuente de jactancia entre vosotros y de rivalidad en la multiplicación de la riqueza y los hijos. Esta vida es como la lluvia: la vegetación que produce regocija a los labradores. Pero después se seca y la ves ponerse amarilla. Entonces se convierte en trozos rotos de paja. Pero en el Más Allá hay un severo castigo y también el perdón de Al-lah y Su agrado. Pues la vida de este mundo no es más que un gozo engañoso de cosas engañosas. (C. 57: Al-Hadid: 21)

Volvamos al tema del papel del Islam en su contribución a la paz social en la sociedad contemporánea.

El orden social contemporaneo

Desgraciadamente, se está perdiendo rápidamente la influencia de la religión en el comportamiento moral de la sociedad. La situación se ve agravada por el auge que en todas partes del mundo contemporáneo tiene el deseo de liberación de toda obligación religiosa. Sin embargo, al mismo tiempo que se rechazan los códigos éticos y religiosos, de forma paralela, se incrementa el pánico nacido de la creciente falta de seguridad y desorden en el comportamiento social. La creencia en un Dios Vivo, que no sólo ha conformado el destino de los seres humanos, sino que también posee el derecho a determinar su conducta en la vida diaria, se erosiona rápidamente.

El Santo Corán resume esta condición:

El Desorden ha inundado la tierra y el mar (C. 30: Al-Rum: 42)

El cristianismo, siendo la religión predominante de occidente, mantuvo hasta comienzos del presente siglo una poderosa y efectiva influencia en el comportamiento moral de sus fieles. Es evidente que hoy ya no es así.

En su lugar ha surgido una civilización que es resultado y mezcla del socialismo científico, el rápido desarrollo tecnológico y el progreso material, que ha obligado al cristianismo a retirarse paso a paso y asumir un papel cada vez más pequeño en la modelación del comportamiento social.

La conducta moral, por tanto, en el occidente actual, tiene tanto o tan poco de cristiana en su carácter, como la conducta moral en la mayoría de los países musulmanes lo tiene de islámica. Lo mismo, por desgracia, acontece en la conducta social y moral de cualquier parte del mundo.

Hay tantos budistas, confucionistas e hindúes en el mundo actual, y, sin embargo, tan poco de budismo, confucionismo o hinduismo que pueda ser observado.

Agua, agua, en todas partes; pero ni una gota que beber.

Si en una sociedad los códigos éticos religiosos o tradicionales son deficientes, la moralidad pierde su importancia y sentido para una generación que, en absoluto, acepta a ciegas su herencia tradicional como válida y digna de confianza. Tal generación habrá de pasar necesariamente por un período crítico, de transición, de vacío total. Esto, a su vez, originará un movimiento de búsqueda imperiosa. El proceso de búsqueda podrá conducir o no al descubri­miento de un código de conducta mejor y más satisfactorio. Podría, por el contrario, acabar en un caos total o en un estado de anarquía moral. Por desgracia, tal como veo las cosas, parece que la última opción es la elección de la sociedad moderna.

Una corriente de cambio recorre las sociedades del mundo, tanto las orientales como las occidentales; las religiosas y las seculares. Se trata de un vendaval dañino que contamina la atmósfera de todo el planeta.

El mundo moderno parece estar mucho más atento y consciente del creciente nivel de polución de la atmósfera material que del progresivo nivel de polución de nuestra atmósfera social.

El Santo Corán, hablando obviamente de esta época, afirma:

Aportamos como testigo a la época en la que el hombre en conjunto se encontrará en estado de perdición, excepto aquellos pocos que crean y practiquen el bien, que exhortarán a los demás con la verdad para que acepten la verdad y les amonestarán con pacien­cia para que sean perseverantes. (C. 103: Al-Asr: 2-4)

La explotación, la duplicidad, la hipocresía, el egoísmo, la opresión, la avaricia, la búsqueda demencial del placer, la indisciplina, la corrupción, el robo, el atraco, la violación de los derechos humanos, el fraude, la traición, la falta de responsabilidad y la ausencia de respeto mutuo y confianza se han convertido en el sello de las sociedades modernas. La fina apariencia de civilización no puede ocultar ya la fealdad que se hace cada vez más aparente. Sin embargo, sería erróneo afirmar que estas amenazantes señales de fracaso humano no existieron en épocas pasadas. De hecho, muchas civilizacio­nes antiguas también sufrieron las mismas enfermedades, antes de que sus respectivos capítulos del libro de la historia del hombre se cerrara definitivamente. Sería erróneo escoger una región particular del mundo como centro de estos males morales.

Las sociedades están empezando a desmoronarse por igual en todas partes. Al contrario que en los países gobernados por filosofías totalitarias, la creciente concienciación sobre la libertad individual en el llamado mundo libre se está convirtiendo en sí misma en una tendencia desequilibrada, que es responsable en gran medida del incremento de la mala conducta social.

En los países gobernados por filosofías totalitarias, esta conciencia­ción gradual de la libertad individual se halla en el presente ocupada en una dura batalla de liberación del individuo frente al control total del totalitarismo. A menos que exista un movimiento contra-revolucionario en la extrema izquierda de las fuerzas armadas, esta tendencia hacia una mayor libertad tiene todas las posibilidades de ganar la contienda muy pronto. Lo que pueda ocurrir después no augura un buen futuro si consideramos las perspecti­vas morales de los jóvenes emancipados de los antiguos países comunistas.

Casi dos generaciones se han hecho adultas en el vacío de una sociedad atea sin nada que guiara o disciplinara su comportamiento moral. Además de la ausencia del código de valores morales implícito en todas las ideologías religiosas, el peligro de las tendencias vanas e irresponsables de búsqueda del placer fácil, provenientes de Occidente, que están influenciando a la juventud de USSR y Europa Oriental, puede producir efectos devastadores en su comportamiento moral en los años venideros.

Al mismo tiempo, no puedo dejar de señalar que la experiencia de vivir sin religión durante varias décadas, no sólo ha legado infortunio a la sociedad contemporánea sino que también ha aportado algunas claras ventajas. La revolución socialista rusa rompió los lazos del mundo socialista no sólo con la religión sino también con los dogmas y creencias religiosas que se encontraban corruptos y distorsionados. Tanto si se trataba del cristianismo como del Islam, y cualquiera que fuese la secta a la que cristianos o musulma­nes pertenecieran, existía un concepto medieval respecto a sus religiones respectivas que había creado en muchas áreas de creencia una contradicción entre las doctrinas religiosas y las realidades de la naturaleza. Ambas no podían ser ciertas a la vez. Hubo de pasar un cierto tiempo antes de que las mentes se entrenaran para ver las discrepancias entre las ideas religiosas y los hechos de la naturaleza, y no sentirse perturbadas por ello. Vivir con paradojas no es fácil salvo, quizás, cuando tales paradojas están imbuidas en la gente, generación tras generación. De forma gradual, llega un momento en el que las comunidades religiosas consiguen, hasta cierto punto, vivir con estas paradojas sin notar su presencia.

Entre otras cosas, la revolución socialista ha hecho posible que su gente quedara limpia de dogmas ideológicos y se curaran del estrabismo y la diplopía.

Ello, a su vez, les ha otorgado una especie de inocencia, que sólo es adquirible cuando existe una ausencia total de hipocresía. Es muy pronto para decir si este estado de inocencia puede ser utilizado para su provecho moral en el tiempo duro de sacrificios que tienen por delante; pero hay una cosa cierta. Son gente mucho más sensible a recibir el Mensaje de la verdad y a aceptarlo sin prejuicios, que cualquier otro pueblo del mundo actual.

En verdad que no puede decirse lo mismo sobre la creciente tendencia hacia el individualismo en la así llamada sociedad “libre” que habita en el mundo actual. A uno le está permitido hacer prácticamente cualquier cosa, justificándola mediante la libertad individual. Como líderes de esta tendencia, los americanos están influenciando no sólo a los europeos del primer mundo, sino también a las gentes del segundo y tercer mundo. El eco de este concepto distorsionado de la libertad individual, que libera a todos de la disciplina de la vida moral se escucha ya incluso lejos de las cortinas ideológicas del socialismo científico.

Los gay, lesbianas, drogadictos, skin-heads, punks y delincuentes de todo tipo, continúan creciendo en número y fuerza. Su audacia al defender su comportamiento preguntando simplemente ¿por qué no? a sus amonestadores, se ha convertido en el desafío amenazador de la sociedad contemporánea.

Dos entornos de orden social

El Santo Corán describe dos entornos de orden social:

  1. a) Uno en el que el mal tiene la libertad de florecer, y
  2. b) el otro en el que el crecimiento del mal es fuertemente inhibido.

Si se considerasen por separado las enseñanzas morales islámicas, sería muy difícil para la mentalidad occidental entender la filosofía de su Mensaje. Esto es así, porque las enseñanzas morales deben ser estudiadas como parte del entorno social. Han de ser observadas en su totalidad. No se puede entender la estación del otoño mirando únicamente a una hoja caída y seca o a parte de un árbol cambiando de color. Es preciso visualizar y sentir la atmósfera y temperamento del otoño en su totalidad para saber lo que es esta estación y cómo afecta a la vida de las plantas. De la misma forma, una golondrina no hace un verano. Mientras que el otoño desalienta la vida, la primavera la alienta. No es sólo un cambio de temperatura sino una transformación de todo el ambiente cuando el mismo viento parece insuflar vida. Los sistemas sociales son también como estaciones, con sus propias peculiaridades e influencias.

La vanidad de la sociedad materialista y su destino final

El Islam trata este tema de la misma manera. Permítanme describir, en primer lugar, una sociedad, que según el Corán no es islámica:

Sabed que la vida de este mundo no es más que juego y pasatiempo, un ornato, una fuente de jactancia entre vosotros y de rivalidad en la multiplicación de la riqueza y los hijos. Esta vida es como la lluvia: la vegetación que produce regocija a los labradores. Pero después se seca y la ves ponerse amarilla. Entonces se convierte en trozos rotos de paja. Mas en el Más Allá hay un severo castigo para el malvado, y también el perdón de Al-lah y Su agrado para el virtuoso. Pues la vida de este mundo no es más que un gozo engañoso temporal de cosas engañosas. (C. 57: Al-Hadid: 21)

De nuevo, al referirse a la vanidad de la vida material, el Santo Corán dice lo siguiente:

En cuanto a los no creyentes, sus actos son como un espejismo en el desierto. El sediento piensa que hay agua hasta que, cuando llega a ella, encuentra que no es nada. Mas encuentra a Al-lah allí, Quien le recompensa totalmente por sus acciones, pues Al-lah es rápido en la retribución. (C.24: Al-Nur: 40)

El Santo Corán lo describe como un espejismo que tienta al sediento escapándose siempre de él hasta que se vuelve tan exhausto que no lo puede perseguir ya más. En ese momento es cuando es castigado. Se le hace caer en la cuenta de que ese es el objetivo hueco y vacío que había estado siguiendo todo el tiempo. De pronto, el espejismo deja de alejarse, y le permite aferrarlo, sólo para que comprenda el amargo significado de perseguir a la nada. Este es el castigo que encuentran quienes persiguen la vanidad de la vida. Así, es como acaban todas estas sociedades, según el Santo Corán.

En contra de ello, la religión aboga por una ideología que declara que la vida en este mundo no es el destino -y el fin- de todas las cosas sino que existe una vida posterior que nos espera.

Si nuestra muerte en la tierra no es definitiva sino que continuamos viviendo de una forma u otra, tal como el Islam y otras religiones desean que creamos; si la vida en la tierra no puede ser tomada por separado de la vida en el Más Allá; y si ambas vidas deben ser entendidas como continuación una de otra, entonces sería de poca sabiduría ignorar el papel de las influencias sociales sobre una persona aquí en la tierra. El mal y las influencias inmorales e insanas han de originar un alma insana en la vida venidera.

El rechazo a la vida futura

Este no es el lugar apropiado para discutir la filosofía islámica sobre la vida después de la muerte en detalle, pero sería suficiente mencionar que, según el Islam, la forma en que conducimos nuestras vidas aquí en la tierra tiene influencia en nuestras almas de la misma manera como, en ocasiones, ciertas enfermedades de la madre embarazada influencian a su hijo en estado embriogénico. El niño puede ser tan incapacitado congénitamente que le puede suponer un auténtico infierno vivir con sus incapacidades entre los niños sanos en situación de máximo desvalimiento. El tormento puede ser aún más amargo y profundo a medida que madura su conciencia. Esto, en resumidas cuentas es como, según el Islam, damos forma a nuestro cielo o infierno.

En este contexto, debe quedar claro que cualquier tipo de orden social que promueve el comportamiento irresponsable, violento o desordenado, debe ser rechazado aun cuando pueda parecer atractivo y tentador al observador fortuito.

Es apropiado que los creyentes hagan tales afirmaciones, ya que se refieren a cuestiones del otro mundo. Después de todo, ¿quién ha regresado del así llamado otro mundo para testificar a favor o en contra de tales afirmaciones? ¿Por qué no conformarse con el pájaro en la mano en lugar de cambiarlo por cien volando? Esta es la respuesta materialista a la filosofía islámica respecto a cómo debe ser configurada la sociedad y sobre qué principios ha de basarse.

La filosofía islámica abarca la vida presente aquí en la tierra y la vida del Más Allá como un curso continuo que se rompe momentáneamente con la muerte que, de hecho, es un estado transformativo de una vida en otra. Por contra, la filosofía materialista visualiza la vida como un breve lapso accidental de conciencia que se convierte en la nada en el momento de la muerte. Por tanto, el sistema social ha de atender únicamente las necesidades relacionadas con este breve lapso de existencia. El individuo ha de responder únicamente ante la sociedad, sólo mientras viva y sólo por el aspecto de su vida que es visible y detectable; lo que queda oculto en forma de pensamien­tos, intenciones, planes, conspiraciones y crímenes sutilmente perpetrados queda sin detectar y sin cuestionar.

Asimismo, los delitos realizados contra la sociedad sólo son juzgados como tales cuando queda establecido, sin sombra de duda que dicho delito ha sido cometido. Existe la posibilidad del error judicial. En este orden social, la administración de la justicia no sólo es superficial y limitada sino que conduce a delitos contra la propia sociedad. Promueve la búsqueda de intereses creados y alienta el egoísmo extremo por parte del individuo.

Es también interesante señalar que en una sociedad atea o semi-atea, donde el concepto de responsabilidad después de la muerte es completamente rechazado o tratado tan vaga y ligeramente que pierde su sentido, es muy difícil encontrar una definición del delito que se asemeje a la que tiene en una filosofía moral sana. Es muy difícil concebir que los miembros de una sociedad atea se hallen verdaderamente convencidos del daño que causan cuando quebrantan una ley. Después de todo ¿qué es la ley? ¿Es la palabra del déspota o del dictador absoluto, la decisión de los regímenes totalitarios o el dictado de la mayoría democrática? Para el hombre común ¿cuál de los enunciados anteriores constituiría una legislación justa basada en una filosofía moral sólida? ¿Qué filosofía moral?

Si no debe su existencia a ningún Ser, o si no teme ser preguntado respecto a su conducta durante su vida terrenal en la vida venidera, puesto que, según su creencia, no existe el Más Allá, entonces, las respuestas desde su posición a las cuestiones antes formuladas, pueden ser muy distintas a los requerimientos de una sociedad responsable. El solo tiene una vida corta que vivir. Necesita a la sociedad para su sólo beneficio y se somete a la autoridad superior de la sociedad únicamente por necesidad. Si puede huir con algún beneficio en provecho propio y hurtar unos cuantos momentos de placer aquí y allá siendo suficientemente listo para no ser descubierto ¿por qué no hacerlo? ¿Qué tipo de inhibición “moral” podría detener su mano?

Esta actitud psicológica ante el delito se desarrolla y consolida con el paso del tiempo en las sociedades materialistas y ateas.

Esto, exactamente, ha sido mencionado en el Santo Corán como la esencia de la sociedad materialista:

Los incrédulos declaran:

“No hay otra vida fuera de la vida presente; morimos y vivimos, pero no seremos resucitados. Es decir, rechazamos el concepto de la vida después de la muerte o de la vida en cualquier otro lugar. (C. 23: Al-Muminun: 38)

De igual forma, los incrédulos se dirigen, burlándose, a los anteriores Profetas, preguntándoles:

Pues dicen: “Cuando nos convirtamos en huesos y partículas rotas ¿Seremos realmente resucitados como nueva criatura?”           (C. 17: Bani-Israil: 50)

Dicen: “¡Cómo! Cuando estemos muertos y nos hayamos convertido en polvo ¿Seremos, en verdad, resucitados de nuevo? (C. 23: Al-Mu’minun: 83)

Esto, según el Santo Corán es común a todos los males de una sociedad materialista. Por ello se insiste tanto en la vida futura y en el Día de la Retribución.

En una de las tradiciones, Ibn Masud relata que el Santo Profetasa en una ocasión dibujó un rectángulo, en cuyo centro trazó una línea larga cuya parte superior se prolongaba por encima del rectángulo. A lo largo de esta línea media dibujó una serie de líneas cortas. Indicó que la figura representaba al hombre, que el rectángulo que la rodeaba era la muerte, la línea media representaba sus deseos y las líneas cortas que la cruzaban eran las pruebas y tribulaciones de la vida. Dijo: Si una de ellas le falla, cae víctima de alguna de las otras. (Bujari). En otra tradición se describe a la muerte como la que pone fin al placer. (Tirmidhi)

Cuatro caracteristicas de la sociedad materialista

“¿Qué os ha llevado al fuego?” Ellos responderán: “No fuimos de los que ofrecían oraciones, ni alimentamos a los pobres. Nos entregamos a charlas vanas con aquellos que se dedican a ellas. Y solíamos negar el Día del Juicio”. (C. Al-Muddazzir: 43-47)

Los aspectos de una sociedad atea y materialista no podrían haber sido descritos de manera más precisa y completa. Son los siguientes:

  1. Fracaso en realizar la oración.
  2. Fracaso en alimentar al pobre.
  3. La complacencia en los propósitos banales
  4. El rechazo al Día de la Retribución o de la Responsa-bilidad.

Antes de seguir adelante, permítanme disipar una confusión que hace difícil diagnosticar verdaderamente cuál es el estado de una sociedad. Incluso en las sociedades en las que la creencia en Dios parece estar arraigada y la creencia en el Más Allá forma parte integral de su artículo de fe, se desarrollan ciertos tipos de males que no podrían ser lógicamente concebidos entre creyentes responsables ante Dios y que han de rendir cuentas en la vida venidera.

La cuestión que se plantea pues, es ¿por qué tales sociedades creen en Dios y en el Más Allá y sin embargo todas las demás características permanecen materialistas en su totalidad? La respuesta no es difícil de averiguar cuando se examina con detalle la naturaleza de sus creencias. De hecho, una remota creencia teosófica en Dios no puede influenciar el comportamiento social de tales creyentes. ¿Cómo puede coexistir la fe genuina en Dios con la mentira, la falsedad, el individualismo, la usurpación del derecho de los demás, la corrupción y la crueldad? El concepto que de Dios tienen tales sociedades es sólo cosmético, demasiado irreal y etéreo para desempeñar un papel activo en la modelación de la conducta humana. De igual manera, la creencia en la vida futura y la responsabilidad de rendir cuentas se reduce a la pálida sombra de una posibilidad remota. En cada instante de elección los intereses inmediatos prevalecen y desplazan cualquier considera­ción sobre la vida venidera.

Cuando hablamos de sociedades materialistas, no sólo queremos significar a aquellas que se han rebelado abiertamente contra la idea de Dios y de la Vida Futura. La mayoría de las sociedades “creyentes” y ateas aparentan estar en extremos diametralmente opuestos en sus ideologías, pero, en la práctica poseen similitudes muy próximas.

La responsabilidad

El Santo Corán, por el contrario, declara:

A Al-lah pertenece todo cuanto hay en los cielos y en la tierra. Él es el Dueño. Posee el derecho de conformar vuestros destinos y vuestro orden social. Tanto si reveláis lo que hay en vuestras mentes como si lo mantenéis oculto, Al-lah os pedirá cuentas por ello y os interrogará respecto de vuestros pensamientos y actos malvados; después perdonará a quien considere merecedor de ser perdonado y castigará a quien considere merecedor de ser castiga­do; y Al-lah tiene poder para hacer todo lo que desea. (Cap. 2: Al-Baqarah: 285)

El Santo Corán añade:

No sigas lo que no conoces. En verdad, el oído, el ojo y el corazón, serán todos llamados para dar cuenta. (C. 17: Bani Israil: 37).

Aquí, la palabra corazón significa en el lenguaje del Santo Corán, la fuerza última que se encuentra detrás de todo acto humano. Fu’wad, significa en el Santo Corán la voluntad decisiva y suprema que opera en el cerebro de igual manera que se hacen funcionar los ordenadores. Por lo tanto, esta voluntad decisiva es la fuente de todo bien y todo mal y es la que, en forma de una vida nueva tras la muerte, habrá de rendir cuentas junto a los ojos y el oído.

Estudiemos ahora los rasgos de las sociedades descreídas con mayor proximidad. Ocurre que el ateísmo y la no-creencia en la vida venidera permanecen de forma vaga e indetectable en un estado semi-inconsciente. En las creencias, de forma aparente, se continúa suscribiendo la existencia de Dios y la creencia en el Más Allá, pero en todos los aspectos prácticos no parece que sea cierto. En ocasiones supone una crisis el hecho de hacer conscientes estas realidades ocultas. A veces, generaciones enteras viven sin darse cuenta de la inconstancia y fragilidad de sus ideas. Cuando una era se agota dando lugar a una nueva era que emerge gradualmente, la sociedad tiende, en conjunto, a re-examinar sus creencias heredadas. Es en esos momentos, cuando el ateísmo y la no-creencia en la vida venidera, que habían permanecido sin detectar y sin ser criticados, comienzan a salir a la superficie. En una sociedad entregada a la persecución del placer desenfrenado e indiscriminado, el rechazo consciente de Dios y de la vida venidera acelera rápidamente el proceso de degradación moral y deterioro de valores fundamentales.

La dirección de la civilización, al margen de qué región del mundo o qué época de la historia humana se trate, va siempre de lo más grosero a lo más refinado. Las necesidades psicológicas humanas básicas, que actúan como fuerza motivadora subyacente en la conducta humana, permanecen inalterables. Lo que cambia es la respuesta a tales variaciones. Por ejemplo, se puede saciar el hambre comiendo carne o verduras. La calidad y la frescura de la carne y de la verdura son variables. Estas, a su vez, pueden ingerirse crudas o sazonadas y cocinadas de distinta manera según el gusto.

A medida que la sociedad se desarrolla, las respuestas a las necesidades fundamentales evolucionan y se hacen más refinadas y más sofisticadas. Tal proceso continúa permanentemente, si bien el ritmo es fijado en gran medida por los factores políticos y económicos de la gente. La vanguardia de la sociedad, no obstante, siempre avanza; a veces más deprisa y a veces más despacio.

Cuando una civilización madura, el exceso de sofisticación junto con otros fenómenos perjudiciales hace que se invierta la marcha de esta tendencia progresiva. En las sociedades decadentes la dirección se invierte, de lo refinado a lo grosero.

Se trata de un tema de aplicación extensa, que requiere un estudio detallado. Lamento que quede fuera del ámbito de la conferencia de hoy, pero quisiera comentar algunos puntos.

Cuando las sociedades degeneran y les acompaña un exceso de sofistica­ción, comienzan a retroceder y volver a la misma respuesta animal ante sus necesidades. Ello puede no ser visible en toda actividad social y cultural, pero se manifiesta casi siempre de forma destacada en las relaciones humanas y en el estilo frente a la consecución del placer. Un somero estudio del hombre en sus respuestas ante el sexo ilustra el caso en cuestión.

Alrededor del instinto básico de reproducción a través de la regenera­ción sexual, el placer se halla asociado, por naturaleza, en todo el reino animal. Lo que encontramos diferente en la sociedad humana es un apartamiento gradual de la mera satisfacción de estos deseos brutos hacia una actitud gradualmente más refinada ante la satisfacción de las necesidades animales.

La naturaleza nunca deseó que el sexo fuese el objetivo último. El último objetivo ha sido siempre la reproducción y propagación de las especies. El sexo ocupaba un lugar secundario. Cuando las sociedades se vuelven decadentes, este papel queda prácticamente invertido.

El desarrollo gradual de la institución del matrimonio, los ritos asociados con esta institución y los tabúes existentes respecto a la interrelación entre los sexos masculino y femenino, podrían ser considerados por un sociólogo como un fenómeno resultante del crecimiento natural de la sociedad, sin relación con la religión. Sin embargo, tanto si el crecimiento es dirigido desde una instancia superior o si es un fenómeno aleatorio que se dirige hacia adelante por sí mismo, no se puede negar el hecho de que, de forma gradual, las respuestas para satisfacer esta necesidad fundamental se han hecho cada vez más complejas y elaboradas.

La creciente promiscuidad en las relaciones entre hombres y mujeres es, pues, sintomática de la misma enfermedad. No se trata sólo de una actitud permisiva y liberal respecto a la relación sexual sino que, ciertamente, se trata de algo mucho más importante que acompaña a esta tendencia, que pretende cambiar el entorno de esta esfera fundamental de interés y actividad humanos. El debate sobre la legitimidad o ilicitud de tal relación se mira despectiva­mente como algo perteneciente al pasado. Desde luego que existen diversos grupos de mentalidad religiosa estrecha que no cesan de hablar del tema, pero es fácil darse cuenta de estas gentes de mentalidad desfasada y fanática son una minoría carente de significado.

Es mucho más “moderno” en occidente considerar que el sexo es una necesidad natural que debe encontrar respuesta sin ninguna inhibición. El tradicional recato asociado a la conversación entre las mujeres se está convirtiendo en algo del pasado. La desnudez, el exhibicionismo, el lucimiento, la desvergüenza en la discusión y la confesión se consideran simples expresión pública de la verdad.

Nadie se toma la molestia de hacer extensivo el mismo argumento a otros deseos humanos naturales. ¿No se trata de un deseo animal natural, común a los humanos también, el querer poseer todo lo que a uno le plazca? ¿No es acaso un deseo natural animal sentirse airado y violento y dar rienda suelta a estas emociones en términos salvajes? Un perro débil también se ve embargado por los mismos impulsos que el perro fuerte, pero mientras que el fuerte llegaría a morder, el débil al menos podría ladrar.

¿Qué son, si no, los demás tabúes sociales -los códigos de conducta civil, el concepto de decencia etc.- que interfieren continuamente con la expresión libre de los impulsos naturales? ¿Por qué ha de ser el sexo acaso la única fuerza motivadora a la que se debe otorgar licencia libre para expresarse sin considerar la tradición, las normas, la decencia, propiedad y pertenencia?

Lo que se observa hoy día es un fenómeno que ha de ser discernido y analizado con cuidado. Lo que llamamos permisividad en la relación sexual se expresa como una tendencia creciente a hurtar y a robar en otras áreas de la actividad humana, así como a lastimar y herir a los demás. La persecución desinhibida del placer, que pervierte el gusto, nace de las mismas tendencias decadentes que están acabando con los edificios más nobles de la civilización y causando el retorno a modos de vida correspondientes a tiempos anteriores.

Las sociedades no sólo imponen a los individuos un progresivo número de ritos, tabúes, imposiciones y prohibiciones, sino que también les complacen y gratifican en el romance y en el cortejo, que juegan un papel vital en esta área. La poesía, la literatura, el arte, la música, los estilos, las modas, las exposiciones, el gusto por la fragancia y el desarrollo de la conducta decente y cultivada, son resultados, en importante medida, del mismo impulso fundamental manifestado como respuesta social.

Puede llegar un tiempo en el que la generación futura se rebele y rechace los logros sociales, conseguidos a lo largo de miles de años de progreso. Esta rebelión puede no tomar la forma de un rechazo absoluto, si bien el ojo crítico no hace sino percatarse de que el movimiento va en esa dirección. El hipismo, la vida bohemia, el sadismo, la violencia creciente asociada al sexo y el retorno de la conducta sexual a su aspecto bestial y primitivo son algunos de los ejemplos del retroceso de las tendencias antes mencionado.

Sólo es preciso salir afuera para observar los distintos grupos de jóvenes rebeldes, descuidados, viviendo en comunas, para darse cuenta de lo que está ocurriendo a la generación más joven. La suciedad y el hedor parecen haber reemplazado a la limpieza y a la fragancia. La vestimenta inmaculada ha dado paso a la ropa raída y absolutamente descuidada. Se marcharon los días en los que un momento de inspección a nuestra vestimenta resultaba sumamente embarazoso. Los “jeans” que hoy se llevan, rasgados intencionadamente para exhibir el cuerpo, se están convirtiendo en algo mucho más valioso que un par nuevo de pantalones. Desde luego que no toda la sociedad manifiesta tales signos extremos de descontento con la herencia pasada o tradicional, pero, cuando una enfermedad se afianza no todo el cuerpo ha de estar ulcerado. Pueden aparecer algunas úlceras aquí y allá que revelan el estado subyacente de enfermedad. La irresponsabilidad está creciendo. La indisciplina y el desorden comienzan a estar al orden del día. Muchos otros signos de decadencia salen a la superficie en distintas áreas de interés humano.

La persecución del placer en cada esfera de la vida exige cambios y novedades que proporcionen mayor estímulo. Las cosas que satisfacían en el pasado no lo hacen ahora. El tabaco y los intoxicantes tradicionales no son capaces de ofrecer el estímulo que la sociedad, cada vez más inquieta, necesita. Comienzan a aparecer todo tipo de drogas y ninguna medida adoptada para detener la drogadicción progresiva es suficiente. Para el drogadicto llega un momento en el que necesita un estímulo aún mayor y se inventan nuevas drogas, más fuertes, adictivas y letales, como el crack.

En el área de la música, las mismas tendencias se han introducido gradualmente en las últimas décadas de este siglo. El estudio del desarrollo de la música a lo largo de los siglos más recientes, frente a los rápidos cambios de erupción de decibelios en las últimas décadas, proporciona datos interesantes e intrigantes para analizar.

No soy, personalmente, un entendido en música, y pido perdón por anticipado si alguno de mis comentarios es considerado ajeno a la realidad del mundo musical. Sin embargo, mi intuición me hace pensar que el desarrollo progresivo de la música en occidente, a lo largo de los últimos siglos, lo ha sido en la dirección de lo sublime, lo exquisito y lo noble. Esa música producía simultáneamen­te paz en la mente y en el corazón. La mejor música era la que se identificaba y se acoplaba con la música latente de la mente y espíritu humanos. La armonía y la paz eran los objetivos últimos que pretendía esta evolución musical. Desde luego, existían pasajes en las obras de los grandes compositores y artistas que creaban imágenes de erupciones volcánicas, tifones, rayos, y un sentido de conmoción que se correspondía con el fenómeno externo de la naturaleza. Sus memorias se almacenaron y se preservaron indefinidamente en el mecanismo memorizador de la vida. En ocasiones, el clímax alcanzaba tal crescendo que parecía que el universo entero iba a estallar. Sin embargo, la audiencia permanecía inmóvil, sumergida en la inundación musical, sin mover un músculo ni pestañear, hasta que, de repente, se hacía un silencio total. Sólo entonces, la sala estallaba en un tremendo aplauso. Ni siquiera la música más poderosa, cargada a tope de emoción, convertía al oyente en un ser violento, explosivo y rebelde. Todo el mensaje de la música era sublime, pacífico y armonioso. Se extraía y despertaba lo mejor del hombre; lo malo se desterraba.

En verdad que durante las últimas escasas décadas asistimos a un fenómeno diferente. Los oídos de la generación contemporánea están ensordeci­dos por cierto tipo de música capaz de excitar pasiones vitales primitivas. Una generación inquieta y perturbada, se encuentra sólo en sintonía con una música que les enloquece. Cuanto más violenta, más popular. De nuevo pido disculpas por mis observaciones sobre el mundo de la música clásica o popular, pues me considero un ignorante en estos temas, pero estoy seguro de que la violencia, la rebelión, la locura y el vandalismo etc. están corrompiendo rápidamente las facultades humanas nobles.

El Profesor Bloom, a quien debe reconocerse cierto conocimiento de la música occidental, parece estar de acuerdo conmigo en su libro The Closing of the American Minds, cuando lamenta la erosión de las sensibilidades de los adolescentes en la era contemporánea, los cuales, según sus palabras, se hallan embrutecidos por la exposición constante a la música rock a la que considera comida-basura para el espíritu.

Existen numerosos signos visibles y palpables de esta situación enfermiza de la sociedad que está haciendo cada vez más desordenada la vida del hombre y carente de felicidad, satisfacción, paz y seguridad. El hombre puede negar la existencia de Dios cuanto le plazca, pero no puede negar la existencia de una naturaleza todopoderosa que conoce bien como castigar los crímenes contra ella cometidos.

En todas las sociedades materialistas, los factores más importantes que son responsables de la proliferación y crecimiento del mal, son más o menos los mismos. Ya los hemos comentado parcialmente con anterioridad, por lo tanto enumeraré brevemente a modo de resumen tales factores:

  1. El ateísmo progresivo;
  2. Debilitamiento de la creencia en un Dios real, poderoso, que tiene un interés verdadero en los asuntos humanos y en la forma en que los seres humanos modelan su conducta;
  3. Progresivo debilitamiento en las creencias en los valores éticos y tradicionales; y,
  4. Tendencia creciente a olvidar el fin y a considerar a los medios como fines en sí mismos

Esta es la situación que prevalece en las así llamadas sociedades “avanzadas” o “civilizadas” del mundo. Lentamente, a medida que los valores morales y éticos continúan marchitándose, comienzan a influenciar el proceso legislativo y ejecutivo de los gobiernos. Cuando no se acepta ninguna ley emanada de Dios y los valores éticos absolutos y las tradiciones nobles son desafiadas y contravenidas diariamente, cualquier legislación que pretenda disciplinar la conducta moral se vuelve también laxa y complaciente. La plataforma donde se asientan las leyes relativas al comportamiento moral comienza a tambalearse.

Un estudio comparativo de la legislación en éste área en los últimos siglos ilustra el caso que comentamos. Desaparecieron los días de Oscar Wilde en los que la homosexualidad era considerada un crimen por una sociedad que lo castigaba sin misericordia. Han desaparecido los días en los que la castidad no sólo era una virtud sino también un bien social que, de ser violado, encontraba una respuesta. El debilitamiento del delito ya no se considera motivo de alarma. Este es el problema.

La misma definición del delito está atravesando un cambio fundamental. Lo que ayer se consideraba un crimen hoy ya no lo es. Lo que se ocultaba por miedo o vergüenza, o por reprensión, se exhibe y se muestra con gran orgullo. Si esta filosofía fuera sana y merecedora de supervivencia, entonces, todas las filosofías religiosas éticas y morales deberían considerarse obsoletas e indeseadas. No servirían para ningún propósito en la era contemporánea.

La fuerza motriz de la naturaleza, que es común al mundo animado y al inanimado, radica en el principio todopoderoso del crimen y castigo y la bondad y su recompensa. En el mundo inanimado, puede adivinarse como actúa este principio en la operación inconsciente de las leyes de la naturaleza. En el mundo animado, la evolución que precedió al hombre, fue dirigida por el mismo principio que adoptó un estado semi-consciente o semi-latente. A medida que se asciende desde los peldaños más bajos de las etapas de la evolución del hombre, el viaje tiene lugar desde lo más inconsciente a lo más consciente. En términos de evolución el principio del crimen y castigo, y bondad y recompensa se describe como el de supervivencia del más adecuado. A lo largo del proceso evolutivo, éste permanece como la fuerza conductora y motivadora que hace avanzar constantemente la evolución hacia adelante y hacia arriba.

Es inconcebible que cuando este proceso llegó a su consumación en el hombre, lo mejor de la creación; y la conciencia hubo adquirido horizontes mucho más lejanos que los logrados por todo lo sub-humano; de pronto, se tenga que abandonar este principio del crimen y castigo y considerarlo obsoleto. Si existe alguna meta más elevada para la creación, ha de existir alguna responsabilidad, sin la cual todo el esfuerzo carecería de significado.

Es sorprendente en extremo cómo en ocasiones los más grandes de entre los intelectuales y visionarios no consiguen ver algo tan obvio y evidente como la verdad que estamos comentando. Es el caso de Albert Einstein, el arquitecto de la teoría de la Relatividad, que afirma:

No puedo imaginar a un Dios que premia y castiga al objeto de su propia creación, cuyos propósitos se modelan por nuestro ser; un Dios, en resumen, que no es sino un reflejo de la fragilidad humana. (Albert Einstein)

Si existe un Dios, El Señor Creador cuya existencia Albert Einstein no puede negar, y si todas las leyes científicas que operan en Su creación son creadas, diseñadas y gobernadas por el mismo Ser Supremo creativo, es inconcebible que Él abandone el objeto último de Su creación suprimiendo el principio del crimen y castigo y dejando que el hombre se extravíe en el caos de un comportamiento indisciplinado e irresponsable.

En lo que respecta a la segunda parte de su observación, es obvio que no ha conseguido entender tanto el papel del crimen y castigo en el desarrollo progresivo de la creación, como tampoco el significado de que el hombre haya sido creado a imagen de Dios.

El hombre es creado a imagen de Dios no como modelo perfecto de Dios en la tierra. De haber ocurrido así, el mundo sería más que un paraíso en la tierra y todos los seres humanos serían exactamente iguales. Habría que debatir, además, si a este lugar hubiese que denominarle cielo o aburrimiento, puesto que en él no habría variedad, cambio o diferencia entre olores, colores y matices; al contrario: un mar calmado, multitudinario, incoloro y de gotas idénticas. Este no es el significado y propósito del hombre creado a imagen de Dios.

La frase posee una gran sabiduría y habla del potencial que se ha concedido al hombre. Habla del noble objetivo último que el hombre debe empeñarse constantemente en conseguir. El objetivo consiste en intentar ser perfecto como hombre adquiriendo atributos divinos y resurgiendo cada vez más parecido a Dios. No se trata de un objetivo fijo que uno pueda alcanzar de forma que, invistiéndose con la gloria de haberse convertido en la imagen de Dios, se quede allí instalado. Puesto que Dios no tiene límites en Sus atributos, cada viaje hacia Él sigue siendo ilimitado. La perfección en este contexto sólo significa el movimiento hacia la perfección desde un estado inferior hacia un estado superior de las cosas.

Dios es el Más Perfecto, el Más Justo, el Más Clemente, Siempre Misericordioso, Omnividente, Omnisapiente, el Señor Creador y Maestro del Día del Juicio. Todas las alabanzas pertenecen a Dios. El Santo Corán declara:

El es Al-lah, y no hay más Dios que El, el Conocedor de lo invisible y lo visible. El es el Clemente, el Misericordioso. El es Al-lah, y no hay Dios fuera de Él, el Soberano, el Santo, la Fuente de la Paz, el Dador de Seguridad, el Protector, el Poderoso, el Sometedor, el Altísimo. Santo es Al-lah, mucho más allá de lo que Le asocian. El es Al-lah, el Creador, el Hacedor, el Modelador. Suyos son los nombres más bellos. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra Le glorifica, pues El es el Podero­so, el Sabio. (C. 59: Al-Hashr: 23-25)

Es este Dios el que ha creado el Universo. El no sufre de las flaquezas humanas. El Santo Corán pide constantemente a los creyentes que reflexionen sobre Sus Signos. Por ejemplo:

Bendito sea Aquel en Cuyas manos está el reino, y que tiene poder sobre todas las cosas. Quien ha creado la muerte y la vida para que pueda probar cuál de vosotros es mejor en sus acciones; pues El es el Poderoso, el Sumo Indulgente. Quien ha creado siete cielos en armonía. No puedes ver imperfección alguna en la creación del Dios Clemente. Mira de nuevo ¿Ves alguna fisura? Sí mira de nuevo, y una vez más, tu vista sólo volverá a ti frustra­da y fatigada (C. 67: Al-Mulk: 2-5)

Habiendo entendido el significado de las palabras la imagen de Dios, cuando miramos atrás a todas las fuerzas de la creación del universo -desde el momento del Big Bang al día de hoy-, todo el trayecto de la creación de lo inconsciente a lo consciente, es, de hecho, un trayecto para convertirse en la imagen de Dios y para desarrollar en el hombre los atributos divinos.

El entorno social islámico

El Islam, por otra parte, pretende crear un ambiente que es tan diferente del mencionado anteriormente, como la primavera lo es del verano.

Dentro del concepto islámico de sociedad, el Islam modera, disciplina y adorna los deseos naturales que, de dejarse sin control, causarían estragos en el conjunto de las emociones humanas. Desalienta o prohíbe la satisfacción de aquellos deseos que pueden, en su análisis final, causar mayor miseria que placer a la sociedad.

Al mismo tiempo, el Islam cultiva nuevos gustos e ideas y desarrolla la capacidad de obtener placeres y satisfacciones de actos que pudieran parecer incoloros, insípidos y desprovistos de gusto a los ojos del inculto y del inexperto. Los gustos son modificados y los anhelos sensuales groseros son educados y refinados, y convertidos en aspiraciones por lo sublime.

La cuestión, sin embargo, es ¿cómo determinar si las tendencias sociales actuales predominantes son sanas para la propia sociedad? Desde mi punto de vista la respuesta es muy sencilla. La salud de la sociedad ha de ser juzgada por los mismos síntomas que la salud de un individuo. Cuando alguien tiene dolor, inquietud, sus reacciones son anormales o sub-normales, o cuando la ansiedad aleja la tranquilidad y la paz de la mente y del corazón de dicho sujeto, no se requiere ser excepcionalmente sabio o experto en medicina para diagnosticar que tal individuo insano se encuentra seriamente enfermo. Todos estos síntomas están presentes en la sociedad contemporánea.

Cuán ciertas eran las palabras de Jesúsas cuando decía:

Por sus frutas los reconoceréis ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos”. (Mateo 7: 16-18)

La gente enronquece a fuerza de gritar contra la amargura de los frutos de hoy, pero, de una u otra manera, no quieren cambiar el árbol por otro mejor. Son incapaces de ver que no es el árbol el que tiene la culpa, ni tampoco la fruta que porta.

El orden social islámico pretende extirpar en su raíz el árbol del mal y plantar en su lugar otro árbol sano.

Según el Santo Corán, cuando a Adánas se le prohibió que comiera de la fruta del árbol, esto era precisamente lo que se quería significar:

¿No ves con qué compara Al-lah una buena palabra? Es como un buen árbol, cuya raíz es firme y cuyas ramas llegan al cielo. Produce sus frutos en todas las estaciones por mandato de su Señor. Pues Al-lah presenta parábolas a los hombres para que reflexionen. (C. 14: Ibrahim: 25-26)

Aquí el árbol es sólo un símbolo. El Corán habla claramente de una filosofía insana en contraposición a una filosofía sana en el mismo lenguaje simbólico. El árbol malo y la condición del incrédulo se describen en los siguientes dos versículos:

Mas una palabra mala se asemeja a un árbol malo, cuyas raíces se han salido de la tierra y no tiene estabilidad. Al-lah fortalece a los creyentes con la palabra firmemente establecida, tanto en la vida presente como en el Más Allá; y Al-lah permite que los injustos se extravíen. Al-lah hace lo que quiere. (C. 14: Ibrahim: 27-29)

La “palabra” se emplea en este contexto con la connotación de filosofía, sistema, orden etc. de la misma forma en que se emplea el término “palabra” con una connotación mucho más amplia en el versículo inicial de Juan:

En el principio estaba la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios (Juan 1:1)

Las malas filosofías y sistemas están destinadas a sufrir la suerte de un árbol malo que fracasa en aprobar el test de la supervivencia del más adecuado y que finalmente es arrancado y arrojado de sitio en sitio por una furiosa tormenta.

Por otro lado, el ejemplo de un sistema sano de orden de cosas se asemeja a un árbol saludable que está firmemente arraigado en su terreno y cuyos tallos altos y ramas alcanzan la atmósfera pura del cielo. Se alimenta de la luz celestial y produce fruta buena y provechosa en cada estación. El Corán describe a los creyentes como poseedores de una fe firme en Dios; toda su estructura ética y moral se funda con firmeza y seguridad en esta creencia. Ello otorga la calidad de lo absoluto al concepto islámico de la moral y la ética, que no permite discriminación en ningún plano conocido de las divisiones sociales, religiosas o raciales.

El principio rector aplicable a toda actividad humana se expresa en el siguiente versículo del Santo Corán:

Mas a Al-lah pertenecen las cosas ocultas de los cielos y la tierra, y a Él se someterá todo el asunto. Adórale pues, y pon tu confianza en El sólo pues tu Señor no está desatento a lo que hacéis. (C. 11: Hud: 124).

De forma similar:

…En verdad, Suya es la creación y el mandato. Bendito sea Al-lah, el Señor de los mundos (C. 7: Al-Araf: 55).

Todas las filosofías islámicas comienzan y terminan con la absoluta autoridad de Dios, el Creador del Universo.

Fundamentos de la sociedad islámica

El versículo coránico que se refiere a este tema de manera central es el siguiente:

En verdad, Dios ordena la justicia – y más que la justicia, dar a la gente más que lo que les corresponde- y servir a la humani­dad con trato benefactor, como si os pertenecieran (como a vuestros familiares, parientes y amigos) y Dios prohíbe la obscenidad -como se observa hoy tan frecuentemente en la televi­sión, la radio y en las calles de tantas sociedades del mundo- y prohíbe todo lo que es malo a los ojos de las religiones y de la conciencia humana, y todo lo que conduce a la rebelión y el caos. El os exhorta para que caigáis en la cuenta. (C. 16: Al-Nahl: 91)

La primera parte de este versículo se refiere más la esfera económica que al orden social. Dibuja una imagen clara del concepto islámico de la justicia, la limpieza y la benevolencia en el trato hacia la parte menos afortunada de la sociedad. La segunda parte se refiere a la imagen de la sociedad que el Islam se compromete a instaurar.

En este apartado, Dios prohíbe todo lo que se considera malo según estándares universales, como es la conducta indecente, la ofensa, el insulto y, desde luego, todos los males sociales que, sin referencia a cualquier enseñanza religiosa, son condenados por el consenso general de la sociedad humana en su mayoría.

De manera similar, el Islam rehaza de forma estricta y condena toda tendencia, conducta y actitud que pueda conducir al desorden, rebelión y violencia. La palabra “rebelión” debe entenderse con el significado de cualquier intento injustificado para destruir un orden establecido. Pero, además, siempre que la palabra árabe BAGHIYI es empleada en el Santo Corán, no sólo se aplica a las sublevaciones políticas o militares sino también a la rebelión social contra las tradiciones nobles, estándares éticos, enseñanzas religiosas y valores morales.

Al final, se dice claramente a la sociedad que esta advertencia es para beneficio del propio hombre. Así se completa el cuadro de los aspectos esenciales del orden social islámico. Debe añadirse que la primera parte del versículo esta interrelacionada de manera fundamental con las enseñanzas sociales islámicas. Una sociedad que no es sensible a los sufrimientos de otros seres humanos y no siempre está dispuesta a servir a la causa de la humanidad, no puede describirse como sociedad islámica por mucho que se adhiera a otros aspectos de las enseñanzas sociales islámicas.

Volvamos a otros aspectos de la sociedad islámica contemplados en el Santo Corán.

El Islam hace énfasis en la integridad, la lealtad, la fidelidad y promueve todo tipo de medidas para crear la paz de la mente y el corazón. Toma medidas preventivas para que la sociedad no se desequilibre en su persecución del placer. Por tanto, se desalienta cualquier tipo de comporta­miento, por inocente que pueda parecer inicialmente, que pudiera conducir hacia una permisividad sin límite, pues el daño que ello causa a la sociedad es inmenso y múltiple. Tales sociedades están condenadas a acabar en el estado de promiscuidad que encontramos en el mundo de hoy.

En tales sociedades, la tendencia irrefrenable a conseguir el placer conduce entre otras cosas a la erosión y destrucción final de los lazos familiares. Contrariamente a esto, el Islam protege y guarda celosamente todo tipo de relación paternal, maternal, fraternal y filial. El Islam desea promover amistades que sean más platónicas que sensuales.

 

La castidad

Comenzando con un plan para la mujer en la sociedad, es esencial, según el Islam, tomar todo tipo de medidas que promuevan la castidad, la fidelidad, la moderación y el modo de vida limpio.

El énfasis en la vida casta, bien aislada frente a los peligros de corto-circuitos en la satisfacción de los deseos sexuales es una faceta importante de la sociedad islámica. Este aspecto de las enseñanzas sociales islámicas es extremadamente importante para la protección y supervivencia del sistema familiar, que es la necesidad más acuciante del momento.

El Islam busca ampliar la unidad familiar en lugar de estrujarla al mínimo: una familia en la que la capacidad humana de amar y el deseo de ser amado no se sacia sólo con la mera satisfacción de los deseos sexuales sino por una relación y amistad más completa y refinada, como la que naturalmente impera entre los parientes de sangre próximos y lejanos.

Es sorprendente cómo los hombres sabios de la sociedad moderna no se dan cuenta de la debilidad humana una vez que se permite que los placeres asociados al sexo jueguen un papel primordial y sin restricciones en la sociedad. Ciertamente, florecen a expensas de otros valores refinados y extraen su sangre como parásitos.

Sigmund Freud, sin duda, fue el producto de tal sociedad. Comenzó a analizar todas las motivaciones humanas a través del cristal coloreado del sexo. Para él, la relación más piadosa entre madre e hijo, tenía relación con el sexo. Incluso la relación padre-hija no poseía santidad alguna sino que su orientación o su origen era sexual. Casi todo lo que hacía el hombre, aunque no se diera cuenta de ello, tenía su fundamento en los impulsos sexuales profundamente arraigados en el subconsciente. Me pregunto si en los tiempos de Freud, la sociedad había alcanzado el grado de promiscuidad que hoy posee, pero, sin duda era suficiente para dar origen a un entendimiento totalmente dominado por el sexo de la psique humana. Pero si Freud tuviera razón, haría aún más esencial que no se permitiera a la sociedad que jugara incautamente con unas fuerzas poderosas que pueden producir tales cortocircuitos.

El ambiente actual de las sociedades modernas hace que no presten atención ni intenten comprender la naturaleza y facetas del entorno social islámico, pero, tanto si el hombre está de acuerdo como si no lo está con el concepto de que Dios juega un papel en los asuntos humanos y en la conforma­ción del destino del hombre, y tanto si el hombre está dispuesto a modular su conducta social de acuerdo con la palabra de Dios revelada como si no lo está, hay una cosa cierta, y es que el hombre no puede frustrar la Obra de Dios (la naturaleza) ni la Palabra de Dios (la Verdad revelada). Ambos, la Palabra y la Obra deben hallarse en armonía entre sí para que se consideren válidas. Cualquier conducta social que el hombre adopta en contradicción directa con la Palabra de Dios está destinada a acabar en el fracaso.

El hombre no puede tener un placer sin límites ni restricciones por mucho que lo desee. Todo lo más que puede hacer es canjear ciertas opciones y valores. Una sociedad que busca eludir la responsabilidad o las realidades de la vida con la ayuda de drogas u opiáceos; una sociedad que está obsesionada con el sexo, las emociones y estímulos vanos, una sociedad donde los gustos son deliberadamente pervertidos para adecuarlos a un mercado artificialmente creado de instrumentos y juguetes nuevos de placer, que sólo sirven para producir excitación y una mayor ansiedad; un mercado dirigido por poderosos medios cuya único propósito es amasar riqueza; tal sociedad elige todo eso a costa de valores humanos más nobles, la paz de la mente y la seguridad de la sociedad en su conjunto. No se pueden poseer ambas cosas simultáneamente. No se puede tener la tarta y degustarla al mismo tiempo

El Islam insiste justamente en lo opuesto. Ciertamente que aboga por el placer pero no a costa de la paz mental y la seguridad de toda la sociedad. Todas estas tendencias, que si no se detectasen conducirían a una desintegra­ción gradual de la vida familiar y promoverían el egoísmo, la irresponsabili­dad, la vulgaridad, el crimen y la violencia, son desalentadas enérgicamente.

Los entornos creados por estas dos filosofías son polos opuestos.

Me asombra cómo alguna gente olvida que, suscitando ambiciones, o dando dominio libre a los deseos en la sociedad, puedan prometer con optimismo la paz de la mente. Ninguna sociedad del mundo, por muy sólida que tenga su economía, puede soportar una generación de deseos lascivos ilimitada e desenfrenada.

Incluso en las sociedades más ricas del mundo, existen siempre ricos y pobres. Quienes se hallan privados de los conforts más básicos de la vida suman la parte más numerosa de la sociedad frente al comparativamente menor número de aquellos que pueden pagar lo que desean. Incluso esto es cuestiona­ble, porque parece que, con el aumento de la riqueza, también aumentan los deseos y probablemente ni siquiera el más rico puede hacer realidad plenamente todos sus sueños. El caso, no obstante, de la mayoría relativamente más pobre, es peor. No pueden tener acceso a las comodidades básicas de la vida, por no mencionar los lujos que sociedad opulenta puede permitirse. Es con las emociones y deseos del pobre con quien los medios modernos hacen estragos. Día tras día, lleva a su morada miserable imágenes prometedoras de un estilo de vida glorioso, con hogares suntuosos, jardines fabulosos, flotas de coches de lujo, aviones y helicópteros privados y un ejército de sirvientes. El estilo de vida de Hollywood y Beverly Hills con sus jaranas, bailes, fiestas de gala, o la vida en los casinos, salas de juego o toda la pompa y opereta que se evocan, son tentaciones a las que el más pobre tiene acceso. No obstante, muy pocos de entre los más ricos pueden siquiera soñar conseguir este cielo en la tierra. Tales gentes pierden, ciertamente, el interés en su entorno pobre y ordinario. La casa y el hogar dejan de ser atractivos para ellos. La falta de cultura y civilización permanecen contrarios a esta visión prometedora y, en este contexto, las realidades de su propia vida comienzan a perder todo significado. Si este es el último logro de una sociedad alimentada de placeres banales y visiones irreales, el calor y la paz del hogar se vuelven progresivamente ilusorios. Entonces no les queda nada por lo que vivir en el futuro.

Sería necesaria más de una medida para restaurar la unidad familiar tradicional, tan esencial para unir a sus miembros con confianza mutua, amistad y paz que genere el calor interno. Pero, quizá sea ya demasiado tarde para hablar de ello.

El Islam tiene un mensaje muy claro. Ofrece un plan bien definido para proteger, guardar y preservar un sistema de familia universal, o para reconstruirlo cuando se halle totalmente demolido.

Según el Islam, la disciplina debe ser inculcada mediante la convicción y el entendimiento en cada esfera de la actividad social, y los balances perdidos han de ser restablecidos.

La separación de sexos

Existe un enorme malentendido entre la gente de occidente respecto al sistema social islámico del PARDAH (lit. velo), que se contempla como una segregación entre los dos sexos. El malentendido surge, en parte, de la incorrecta aplicación de las verdaderas enseñanzas del Islam en distintas partes del mundo islámico y en el papel negativo que desempeñan los medios occidentales. Estos han convertido en norma asociar la fealdad en la conducta, dondequiera que este ocurra, al Islam, a la vez que se abstienen de asociar la conducta judía, cristiana, budista o hindú a sus respectivas religiones.

La norma islámica de la separación no nace, ciertamente, de una actitud de mente estrecha, propia de las épocas oscuras de la historia. De hecho, la cuestión de la promiscuidad, no tiene relación con el retraso o desarrollo en el tiempo. Las sociedades a lo largo de la historia, han ascendido tanto a la cresta de la ola social y religiosa, como también han descendido a su hondura.

El concepto de libertad de la mujer no ha sido, en absoluto, una tendencia progresiva de la sociedad humana. Existe una fuerte evidencia de que, tanto en el período remoto del pasado como en el período más cercano de la historia humana, las mujeres, como colectivo, han mantenido una posición dominante y poderosa en la sociedad humana en distintas partes del mundo.

La relación libre y desinhibida entre la sección masculina y femenina de la sociedad no es algo nuevo. Las civilizaciones surgieron y desaparecie­ron. Los patrones de conducta oscilaron entre uno y otro estilo. Las miríadas de tendencias sociales han ido desapareciendo y estableciéndose con diferentes patrones para sólo para conformar nuevas experiencias y formaciones a cada vuelta del calidoscopio. Sin embargo, ninguna tendencia ha permanecido fija de forma que nos permitiera asegurar con certeza que, a lo largo de la historia, la sociedad haya evolucionado de la separación a la promiscuidad o del confinamiento a la relativa emancipación y liberación de la mujer.

El comienzo de una nueva era en los derechos de la mujer

Merece la pena centrar nuestra atención aquí al período oscuro de la historia de Arabia cuando surgió el Islam, por medio de la instrucción divina -según nosotros, los musulmanes, creemos-, o como resultado de las enseñanzas personales de Mohammad sa -como creerían los no-musulmanes-. Cualquiera que sea el punto de vista de los teólogos, las enseñanzas islámicas respecto a la separación de sexos no representaron en absoluto al comportamiento árabe.

La sociedad de Arabia en aquel tiempo era paradójica en extremo en su actitud respecto a las mujeres. Por un lado, la permisividad sexual, la libre unión de hombres y mujeres y las locas orgías de vino, mujeres y cánticos constituían uno de los puntos destacados de la sociedad árabe. Por otro lado, el nacimiento de una niña se consideraba un acontecimiento desgraciado y de enorme vergüenza. Algunos árabes “orgullosos” enterraban a sus recién-nacidas con sus propias manos para escapar a esta ignominia.

A las mujeres se les trataba como posesiones y carecían del derecho a oponerse a sus maridos, padres u otros miembros varones de la familia. A veces, sin embargo, existían excepciones a la regla. En ocasiones, mujeres de destacada personalidad jugaban un papel importante en los asuntos de la tribu.

El Islam lo cambió todo, no como resultado natural y progresivo de las tensiones sociales sino como un árbitro de valores. Un sistema social fue dictado desde lo alto, el cual no tenía relación con las fuerzas normales que conforman una sociedad.

Mediante las enseñanzas de la separación, la anarquía sexual se acabó de forma súbita. Se estableció un orden en la relación de hombres y mujeres basada en principios morales profundos. El estatus de la mujer fue simultánea­mente elevado a tal nivel que nunca más fueron tratadas como mercancías desvalidas. Se les otorgó una participación igualitaria en los asuntos de la vida comunitaria. Mientras que antes eran distribuidas como bienes de herencia, ahora podían heredar la propiedad de sus padres, y también la de sus maridos, hijos y familiares próximos. Podían colocarse a la altura de sus maridos y responderles. Podían razonar con ellos y, por supuesto, tenían el pleno derecho a discrepar. No sólo podían ser divorciadas sino que poseían derechos iguales a divorciar a sus maridos si así lo deseaban.

Como madres, fueron tratadas por el Islam con tal profundo respeto que es difícil encontrar un ejemplo similar en otras sociedades del mundo. Fue el Santo Profeta del Islamsa quien más apoyó los derechos de las mujeres al declarar, bajo mandato divino que:

El Paraíso se encuentra bajo los pies de vuestras madres.

No se refería sólo a una promesa que habría de cumplirse en la vida después de la muerte, sino al paraíso social que se prometía a quienes mostraban un profundo respeto y reverencia por sus madres, y se consagraban a agradarles y a procurarles todo tipo de confort posible.

La enseñanza de la separación ha de ser entendida en este contexto. No era el resultado de ninguna superioridad masculina sino que fue diseñada para establecer la santidad del hogar; para crear mayor confianza entre el marido y la mujer; para aportar sobriedad a los impulsos humanos básicos y para encauzarlos y disciplinarlos de manera que, en lugar de ser liberados en la sociedad como demonios poderosos, jueguen un papel constructivo de la misma manera como otras fuerzas disciplinadas desempeñan su papel en la naturaleza.

La separación es totalmente malentendida cuando se interpreta como una imposición o restricción sobre el colectivo femenino de la sociedad musulmana, que restringe su participación en todas las esferas de la actividad humana. Esto no es cierto.

El concepto islámico de la separación ha de ser entendido únicamente en un contexto de medidas encaminadas a proteger la santidad de la castidad femenina y el honor de la mujer en una sociedad, de forma que el peligro de que se violen estos objetivos se minimice.

La mezcla libre de ambos sexos y las aventuras o relaciones ocultas entre hombres y mujeres son firmemente desalentadas. Se aconseja tanto a los hombres como a las mujeres que se abstengan no sólo de lanzarse miradas codiciosas entre sí, sino que se abstengan de todo contacto visual o físico que pueda conducirlos a tentaciones incontroladas. Se espera de las mujeres que se vistan decentemente y no se les aconseja que no se comporten de manera que llamen desfavorablemente la atención de los hombres predispuestos. No se les prohíbe el empleo de cosméticos y adornos, pero no deben ser usados en público, para no llamar la atención.

Entendemos que con el modo actual de pensamiento de las sociedades de todo el mundo, esta enseñanza pueda parecer severa, restrictiva y descolorida. Sin embargo, un estudio profundo del sistema social islámico lleva a la conclusión de que dicho juicio es apresurado y superficial. Esta enseñanza debe, por tanto, ser entendida como parte integral de todo el entorno social del Islam.

El papel que las mujeres juegan en el sistema social islámico no es ciertamente el de concubinas en los harenes ni el de una sociedad prisionera de las cuatro paredes de sus casas, excluidas del progreso y privadas de la luz del conocimiento. Este feo cuadro del sistema social islámico sólo lo pintan los enemigos internos o externos del Islam, o los supuestos eruditos que malentienden totalmente el modo de vida islámico.

Lo único que no acepta el Islam es convertir a las mujeres en objeto de juego, o explotación, o su abandono a la misericordia de la vulgaridad masculina. El Islam no fomenta tales actitudes respecto a la mujer.

Sólo porque la sociedad en su conjunto se ha vuelto cada día más exigente, constituye una auténtica crueldad para las mujeres la necesidad de estar constantemente conscientes de sus apariencias, aspecto y la forma en que van vestidas o arregladas. Los encantos femeninos siempre se hallan en exhibición. La venta de cualquier artículo alimenticio o de necesidad diaria como el detergente para la colada, requiere anuncios con modelos femeninos. Formas de vida artificiales, modas y formas lujosas son presentadas a la mujer como esenciales para que ésta realice sus sueños. Tal sociedad no puede permanecer equilibrada, sobria y sana por mucho tiempo.

Según el Islam, las mujeres deben emanciparse de la explotación y de jugar el papel de meros instrumentos de placer. Deben disponer de más tiempo libre para sí mismas, para desempeñar sus responsabilidades hacia sus hogares y hacia la futura generación de la humanidad.

Derechos igualitarios para la mujer

Se oye continuamente hablar la Libertad de la mujer y de los derechos de la mujer etc. El Islam expone un principio fundamental extenso que abarca todas las situaciones:

…Y ellas (las mujeres) tienen derechos similares e iguales a aquellos (los hombres) en justicia; es decir, las mujeres tienen exactamente los mismos derechos sobre los hombres, como los hombres los tienen sobre las mujeres. Existe, pues, una total igualdad y ninguna diferencia en lo que se refiere a los derechos humanos fundamentales de las mujeres y los hombres. Pero los hombres poseen un grado de ventaja sobre ellas. Y Al-lah es Poderoso y Sabio (C. 2: Al-Baqarah: 229)

En otra parte de un versículo del Santo Corán, se declara:

A los hombres se les ha designado protectores de las mujeres a causa de aquello por lo que Al-lah ha hecho que algunos de ellos sobresalgan sobre otros y pese a que ellos gastan de sus bie­nes…(C. 4: Al-Nisa:35)

De la palabra árabe QAWWAMUN (protectores, responsables de mantener a quienes tutelan en el camino recto), algunos Ulemas (doctores en religión) de mentalidad medieval deducen y afirman la superioridad de los hombres sobre las mujeres, cuando el versículo sólo se refiere a la ventaja que el mantenedor de la familia tiene sobre sus dependientes. Como tal, el protector se haya más cualificado para ejercer la presión moral sobre sus tutelados a fin de que permanezcan en el camino recto. En cuanto a los derechos humanos fundamentales se refiere, no hay mención alguna a que las mujeres sean distintas a los hombres o a que los hombres tengan superioridad sobre las mujeres. La última parte del versículo se refiere a la ventaja mencionada anteriormente y deja manifiestamente claro que, pese a esta ventaja, los derechos fundamentales de la mujer son exactamente iguales a los del hombre. Las letras árabes WA han de ser traducidas como “a pesar del hecho de” o “mientras que” y, en este contexto parece ser la única traducción correcta.

La poligamia

Es común en occidente afrontar al orador que habla sobre el Islam, con la siguiente pregunta: ¿Permite el Islam casarse cuatro veces y mantener cuatro mujeres simultáneamente? Poseo una larga experiencia como orador y me he dirigido tanto al público en general, como en encuentros selectos con intelectuales en el mundo occidental, y apenas recuerdo una ocasión en que no me fuera formulada esta pregunta.

A menudo es una dama la que se levanta y, tras las debidas disculpas, pregunta inocentemente si es cierto que el Islam permite tener cuatro mujeres, o no. Obviamente, todos conocen la respuesta. Sin embargo, quizá este es el único aspecto del Islam que es tan ampliamente conocido en occidente. El otro aspecto de sobra conocido es el del terrorismo, cuando el terrorismo nada tiene que ver con el Islam (ver “Asesinato en el nombre de Al-lah” del mismo autor).

¿Qué tipo de igualdad entre el hombre y la mujer propone el Islam, cuando al hombre se le permite tener cuatro mujeres y la mujer sólo puede tener un único marido? Es la misma cuestión formulada de otra manera con el propósito, a mi entender, de borrar cualquier buena impresión sobre el Islam que el orador hubiera podido crear. En reuniones menos formales, donde no se respetan la educación y modos corteses, la misma pregunta adquiere tono de burla en vez de una simple cuestión.

Hace varias décadas, cuando estudiaba en el SOAS (School of Oriental and African Studies) de la Universidad de Londres, un alumno pakistaní era acosado en público por un compañero inglés con la misma cuestión, de forma repetida, con el ánimo de provocar la risa. En un momento dado, el pakistaní se volvió e inquirió al joven inglés: ¿Por qué os oponéis que tengamos cuatro madres y no ponéis objeción en tener vosotros cuatro padres? (Utilizando el juego de palabras inglesas “forefathers” -antepasados- por “four fathers” -cuatro padres- que se pronuncian de manera similar), tomándole el pelo al bromista.

Aparentemente, era una broma, pero si lo examináis de cerca, veréis que se trata de algo más que una broma, porque se refiere a una situación trágica que impera en las sociedades y que ofrece un caso adecuado para comparar la actitud del Islam con la de la sociedad moderna. No se trata sólo de un asunto de asambleas de alumnos despreocupados sino que incluso los miembros respetables de la sociedad de mente seria no consideran poco amable y descortés expresar su desaprobación respecto a esta prescripción con un chiste.

Hace no mucho tiempo, recibí una carta de un alto magistrado de Frankfurt a quien conozco personalmente y sé que se trata de una persona sabia, de mentalidad abierta, cortés y bien educado. El también objetó la disposición islámica sobre la poligamia limitada y no pudo resistirse a la tentación de rematar su idea con un chiste ordinario, o al menos así lo pensé. Durante un momento fugaz consideré devolverle el cumplido del chiste con el que referí antes sobre los “forefathers”, pero decidí mantener la discreción.

Le respondí brevemente que, en primer lugar, esta disposición islámica de casarse en más de una vez no es un precepto general, sino que existen situaciones concretas en las que se hace necesario preservar, por una parte, la salud de la sociedad y, por otra, los derechos de la mujer, en las que esta disposición se hace aplicable.

El Santo Corán es un libro lógico. Como tal, no puede haber instruido a los musulmanes a conseguir lo imposible. Dios ha creado a los hombres y a las mujeres en número prácticamente igual, con pequeñas diferencias aquí y allá. ¿Cómo podría una religión racional como el Islam, que repite insistente­mente que no hay inconsistencia entre la Palabra y la Obra de Dios, predicar algo tan evidentemente antinatural e irreal, que, de ponerse en práctica, crearía graves situaciones de desequilibrio y dificultades y frustraciones insuperables? Imagínense un pequeño país que tuviera un millón de hombres en edad de casarse y prácticamente el mismo número de mujeres. Si se llevara a cabo esta disposición al pie de la letra por parte de todos, entonces, en el mejor de los casos 250.000 hombres se casarían con el millón de mujeres quedando 750.000 hombres sin esposa.

Sin embargo, de entre todas las religiones del mundo, el Islam destaca en su insistencia en el matrimonio de todo hombre y mujer. El Santo Corán describe que la relación entre marido y esposa se basa por naturaleza en el amor y les proporciona una fuente de paz a los dos.

Y os están permitidas las mujeres creyentes castas y las mujeres castas de los que recibieron el Libro antes que vosotros, si les entregáis sus dotes, contrayendo matrimonio válido, no cometiendo fornicación ni teniendo amantes secretos…(C. 5: Al-Maida: 6)

Al mismo tiempo, el Santo Corán rechaza el celibato declarando que se trata de una institución creada por el hombre (C. 57:28). No hay nada que ganar por vivir apartado del resto del mundo o por castigarse privándose de los deseos naturales. La institución del matrimonio se haya bien definida en el Islam, si bien el tiempo que dispongo no me permite apartarme y discutir los diversos requerimientos de elección de cónyuges, los remedios disponibles y la regulación del divorcio etc.

Volviendo a la poligamia, es evidente, del estudio del Santo Corán que discute el tema de la poligamia, que lo aborda en el contexto de una situación especial: en el período pos-bélico. Se trata de un período en el que la sociedad queda con un gran número de huérfanos y viudas jóvenes y el balance entre la población masculina y femenina se ve gravemente alterado. Una situación de este tipo tuvo lugar en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Al no ser el Islam la religión mayoritaria de Alemania, hizo que este país se quedara sin soluciones para resolver el problema. La enseñanzas estrictamente monógamas de la cristiandad no pudieron ofrecer ningún alivio. Por consiguiente, la gente de Alemania hubo de sufrir la consecuencia de estos desequilibrios. Quedaron un gran número de mujeres vírgenes, solteras desanimadas y jóvenes viudas para quienes fue imposible contraer matrimonio.

Alemania no ha sido el único país en el vasto continente europeo que ha experimentado tales problemas sociales de proporciones gigantescas y extremadamente peligrosas. Se trataba de un desafío demasiado importante para la sociedad occidental de después de la guerra, detener la marea y controlar la degradación moral creciente y la promiscuidad que de forma tan natural y exuberante creció sobre estos desequilibrios imperantes.

Como puede verse claramente por toda persona sin prejuicios, la única respuesta a tales problemáticas alteraciones, es permitir que los hombres se casen más de una vez. Esto no se propone como solución para saciar sus deseos sensuales sino como respuesta a exigencias genuinas de un gran número de mujeres. Si esta solución lógica y realista es rechazada, la única alternativa que le queda a la sociedad es degenerar rápidamente hacia una posición crecientemente corrupta y permisiva.

Por cierto que esta es la opción que parece haber elegido occidente.

Si reexamináis con mayor realismo y sin emociones las dos actitudes, no podréis dejar de daros cuenta de que no es una cuestión de igualdad entre el hombre y la mujer sino simplemente una elección entre la responsabilidad y la irresponsabilidad.

El Islam sólo permite casarse más de una vez con la condición de que el hombre acepte el reto de tal dificultad y de todas las situaciones específicas con total responsabilidad y compartiéndola con plena justicia e igualdad con la segunda, tercera o cuarta esposa.

Si teméis no poder mantener la equidad con los huérfanos, entonces casaros con otras mujeres que estén de acuerdo, dos, tres o cuatro; pero si teméis no poder mantener la equidad y la igualdad entre ellas, entonces casaros sólo con una, o con aquellas sobre las que poseéis autoridad. Este es el camino más seguro para que evitéis la injusticia. (C.4: Al-Nisa: 4)

La alternativa es más peligrosa. Un número excesivo de mujeres dejadas sin marido no pueden ser culpabilizadas por intentar seducir y atraer a hombres casados en sociedades que no son profundamente religiosas. Las mujeres, obviamente, son seres humanos y poseen emociones y deseos insatisfe­chos. Mientras que los traumas psicológicos de la guerra aumentan la necesidad de encontrar a alguien a quien dirigirse, una vida sin la seguridad del matrimonio y del hogar, sin pareja en la vida, ni esperanza de hijos, es una vida vacía. El futuro es tan negro y poco prometedor como el presente.

Si a tales mujeres no se les complace de forma lícita y se les asimila bajo el principio de hacer concesiones mutuas, se pueden producir estragos en la paz de la sociedad. De cualquier manera, compartirían ilícitamente los maridos de las mujeres casadas. El resultado sería absurdo. Las lealtades se escindirían. Las mujeres comenzarían a perder confianza en sus maridos. Las sospechas aumentarían. La creciente falta de confianza mutua entre marido y mujer destruiría los cimientos de muchos hogares. A los hombres infieles, convivir con el sentimiento del delito y culpa les originaría complejos psicológicos y la propensión a nuevos delitos. El noble concepto del amor y la lealtad serían las primeras víctimas. Lo romántico perdería sublimidad y descendería a lo común, el enamoramiento transitorio.

Quienes hablan de la igualdad en todas las esferas, olvidan que el asunto de la igualdad se vuelve irrelevante en aquellos terrenos donde el hombre y la mujer están constituidos de manera diferente.

Sólo las mujeres pueden dar a luz a los hijos. Sólo ellas pueden pasar nueve meses nutriendo la semilla de la generación humana futura. También son sólo las mujeres las que pueden cuidar de sus pequeños, al menos durante el primer período de la infancia y la niñez, como ningún hombre sería capaz. Debido a la larga relación íntima, de sangre, con su descendencia, es la mujer la que tiene un vínculo psicológico más estrecho con sus hijos en comparación con el hombre.

Si los sistemas sociales y económicos ignoran esta diferencia constitucional entre hombre y mujer y su diferencia correspondiente en el papel de los dos sexos en la sociedad, entonces, dicho sistema está destinado al fracaso en su intento de crear un estado de sano equilibrio. Es principal­mente por estas diferencias constitucionales entre el varón y la mujer por lo que el Islam propone, en correspondencia, roles diferentes para ambos.

La mujer debe permanecer libre, en la medida de lo posible, de la responsabilidad de ganar el pan para la familia. Esta responsabilidad, en principio, ha de recaer sobre los hombros del varón. No obstante, no hay razón por la que a las mujeres se les excluya de poner su parte en los asuntos económicos, siempre que tengan libertad para hacerlo sin descuidar su responsabilidad primaria en la reproducción humana, el cuidado familiar y otros compromisos concomitantes. Esto es exactamente lo que el Islam propone.

Asimismo, la mujer en general, tiene una constitución más frágil y débil. Sorprendentemente, por contra, ha sido dotada por Dios de mayor capacidad de resistencia psíquica. Estos atributos se deben, sobre todo, a la presencia de medio cromosoma extra en sus células, responsable de la diferencia existente entre hombre y mujer. Obviamente, esto les ha sido proporcionado para afrontar el reto extraordinario del embarazo, el parto y la lactancia. Así y todo, esta capacidad no hace que externamente las mujeres sean más fuertes o más resistentes. No deben ser relegadas a duras tareas domésticas o de otro tipo en el nombre de la igualdad o de cualquier otro lema. Es preciso, también que sean tratadas con mayor delicadeza y amabilidad. Las mujeres han de soportar una carga cotidiana menor y no deben ser forzadas a cargar con el mismo peso que los hombres en las actividades públicas.

Se deduce de lo anteriormente expuesto, que si la tarea de dirigir un hogar constituye un área de responsabilidad especial que ha de ser asignado o bien al hombre o bien a la mujer, es obvio que la mujer tiene mucha más valía que el hombre para desempeñar tal responsabilidad. Además, la mujer, por naturaleza, tiene asignado el deber de cuidar de los hijos. Este deber, sólo parcialmente puede ser compartido por los hombres.

Las mujeres deben poseer el derecho a permanecer en casa mucho más tiempo que los hombres; y si, al mismo tiempo, se les absuelve de la responsabi­lidad de ganar su sustento, el tiempo libre que disponen lo pueden utilizar en provecho propio o en el de la sociedad en su conjunto. Así es como surge el concepto de “El lugar de la mujer es la casa”. No se trata de que estén atadas a sus delantales, ni encarceladas en las cuatro paredes de su hogar. De ninguna manera el Islam infringe los derechos de las mujeres impidiéndolas que salgan en su tiempo libre para realizar cualquier tarea, o para participar en cualquier propósito sano que deseen, siempre que, de nuevo, no perjudiquen los intereses y derechos de la futura generación de la humanidad que se les ha confiado. Esto, entre otras razones, es por lo que el Islam desalienta la libre mezcla de sexos o el exceso de vida social. Para el Islam, proponer que el hogar sea el centro de las actividades de la mujer es una solución sabia y práctica aplicable a la mayor parte de los males de los tiempos modernos. Cuando las mujeres trasladan sus intereses fuera del hogar ello es a costa de la vida familiar y la desatención de los hijos.

Construir una vida familiar alrededor de la figura central de la madre, exige el fortalecimiento de otros vínculos de sangre y el restablecimiento de una afinidad auténtica entre parientes y amigos. Aunque cada unidad viva separadamente, este concepto amplio de familia es apoyado y promovido por el Islam por varias razones, algunas de las cuales son las siguientes:

  1. Previene los desequilibrios sociales.
  2. Si se promoviera un cariño y afecto familiar intenso entre hermanos y hermanas, padres e hijas, madres e hijos etc., ello redundaría, naturalmen­te, en la consolidación y protección de una unidad familiar sana. Este vínculo natural se vería fortalecido por un sistema de relaciones circundantes, mediante la afinidad y cercanía genuina entre tías, tíos, sobrinas, sobrinos, primos, nietos y abuelos. Nuevos caminos de búsqueda de bienestar sano, derivado de la conciencia de pertenecer a este grupo, se abrirían para este sistema familiar más amplio.
  3. La institución familiar en tales casos es más difícil que se fragmente. Compartir el mismo techo en el nombre de la familia, dejaría de tener sentido como ocurre, en general, hoy día. Los miembros de la familia continuarían gravitando alrededor de la guía central de los mayores del grupo; la mayor parte de las actividades familiares girarían en torno a este eje. No existirían individuos solitarios, olvidados, abatidos y relegados al ático o a los sótanos del orden social, o arrojados de las familias como artículos inútiles.

Este es exactamente el concepto islámico del hogar y la familia que es considerada como la unidad central más importante de la sociedad. Es, sobre todo, a causa de esta diferencia en las actitudes por lo que hoy encontramos en las sociedades modernas del mundo, una incidencia muy elevada de padres abandonados, viejos o minusválidos, a los que se considera una carga familiar.

El cuidado de los ancianos

La responsabilidad del cuidado de los ancianos se está desplazando, gradualmente, hacia el Estado. El cuidado del anciano representa una pesada carga para la economía nacional de cada país. Por mucho que el Estado esté dispuesto a gastar, nunca podrá proporcionarles paz y contento. El sentimiento terrible de haber sido rechazado, marginado y abandonado, y la conciencia dolorosa de un vacío interior de soledad creciente, son problemas cuya resolución está fuera del alcance de la mayoría. La idea de que un familiar relativamente lejano pudiera ser cuidado por el resto de la familia se ha convertido en algo casi imposible de imaginar.

En estas sociedades, la necesidad de hogares para los ancianos crece con el paso del tiempo. A veces, no es posible que los Gobiernos aporten suficiente dinero para procurarles siquiera las exigencias mínimas de una vida decente. Los achaques físicos son más fáciles de aliviar o curar, pero los traumas psicológicos profundos que padecen un gran número de los miembros ancianos de las sociedades modernas, son mucho más difíciles de tratar.

En los países de mayoría musulmana, aunque se han deteriorado muchos valores, es impensable una situación similar a la que prevalece en el resto de las sociedades contemporáneas. Allí se consideraría una desgracia y un deshonor tratar a un anciano con similar falta de respeto y sensibilidad. Constituiría un asunto de gran vergüenza para la mayoría de los musulmanes ceder las responsabilidades del cuidado de los familiares ancianos al Estado, por mucho que el Estado estuviera dispuesto a asumirlas.

Así pues, el papel de una mujer musulmana entre su hogar y su familia está lejos de acabarse con el crecimiento de los hijos; permanece profundamen­te vinculada, tanto al pasado como al futuro. Su preocupación humana y bondadosa, y su habilidad innata para cuidar a quienes se hallan necesitados de ayuda, acude al rescate de los miembros ancianos de la sociedad. Estos permanecen tan valiosos y respetados como antes y continúan siendo miembros integrales de la familia. La madre juega un papel principal en su cuidado, ofreciéndoles su compañía, no como trabajo monótono y tedioso, sino como expresión natural viva de familiaridad humana. Así, cuando ella envejece, tiene la seguridad que su sociedad no la desahuciará ni la abandonará como una reliquia del pasado.

Por supuesto que existen excepciones en toda sociedad, y existen antiguas reliquias del pasado que son consideradas aburridas cargas por algunas familias musulmanas que viven bajo la influencia de “tendencias modernas”. Pero, en conjunto, las sociedades musulmanas se hallan prácticamente libres de hogares para padres abandonados, al contrario de lo que ocurre en otras sociedades.

Esto me recuerda un chiste que puede hacer que algunos se rían mientras que a otros les haga llorar. En una ocasión un niño observaba con dolor e inquietud el mal trato que sufría su abuelo a manos de su padre. El abuelo fue trasladado, gradualmente, de un dormitorio bien acondicionado y confortable a otro más pequeño e incómodo, hasta que finalmente, se decidió alojar al abuelo en el cuarto de los criados. Durante un invierno excepcionalmente duro, el abuelo se quejó de que su habitación estaba helada y que su manta era tan fina que no le conseguía abrigar. El padre comenzó a buscar otra manta en medio de un armario lleno de harapos viejos e inservibles. Mientras le observaba, el niño se volvió al padre y le dijo: “Por favor, no le des todos los harapos al abuelo. Guarda algunos para mí y así te los podré dar más adelante, cuando te hagas viejo”.

En esta expresión inocente del disgusto del niño se concentra toda la agonía de la generación anciana en los tiempos modernos.

En las sociedades musulmanas, es tan raro encontrar tales excepciones, como es extraordinario y se está haciendo cada vez más raro, encontrar excepciones en las sociedades modernas, en el trato que los familiares dan a sus ancianos. Se enseña a los musulmanes:

Tu Señor ha ordenado: “No adoréis a nadie sino a Él, y mostrad bondad a vuestros padres. Si uno o los dos alcanzan la ancianidad contigo, no les digas nunca ninguna palabra que exprese disgusto ni les reproches, más bien dirígete a ellos respetuosamente. Y haz descender sobre ellos el ala de la humildad y de la ternura. Di: “Señor mío, ten misericordia de ellos al igual que ellos me criaron en mi niñez”. (C. 17: Bani-Israel: 24-25)

Estos versículos son los más significativos en este tema. Tras la Unidad de Dios, los seres humanos deberían, a través de su actitud de amor, afecto y bondad, dar prioridad a sus padres, que han llegado a una edad avanzada y difícil, sobre todas las cosas.

Además, el versículo habla de las situaciones en las que el comporta­miento de uno o de ambos padres es penoso, o en ocasiones incluso ofensivo. Como respuesta, no se permite siquiera que una leve expresión de disgusto o desaprobación sobrepase los propios labios. Por el contrario, deben seguir siendo tratados con respeto profundo.

La insistencia en conseguir la mejor relación entre una generación y otra que desaparece lentamente, garantiza que no existan vacíos generaciona­les. Tales vacíos interrumpen siempre la transmisión de los valores morales tradicionales.

La filosofía social islámica, por lo tanto, enseña que ninguna generación debe permitir que surja un bache entre ella y la generación saliente, ni entre ella y la generación futura. Los baches generacionales son totalmente ajenos al Islam.

Como hemos comentado antes, el concepto de familia islámico no se limita a los miembros de una sola casa. El versículo siguiente instruye a los musulmanes a gastar no sólo en sus padres, sino también entre sus parientes y amigos, a quienes se menciona a continuación de los padres en orden de preferencia, de forma que no se lesione su sentido de la dignidad y se promueva el amor mutuo.

Y adorad a Al-lah y no asociéis nada a Él, y mostrad bondad a los padres, a los parientes, a los huérfanos y necesitados, al vecino afín a vosotros y al extraño, al compañero que está a vuestro lado, al viajero y a aquellos que se encuentran bajos vuestra autoridad. En verdad, Al-lah no ama al orgulloso ni al jactancio­so. (C. 4: Al-Nisa: 37)

El Santo Corán declara que debéis ser cuidadosos en mostrar la bondad a vuestros padres.

Si la sociedad contemporánea aprendiera la lección de estos mandamien­tos, muchos de los problemas a los que hoy se enfrenta y que representan una mancha en una sociedad avanzada, dejarían de existir. No serían necesarios asilos ni hogares de ancianos, salvo para aquellos ancianos que, desgraciada­mente, no tuvieran un pariente próximo que cuidara de ellos. En una sociedad islámica, se insiste de forma tan repetitiva en el amor entre padres e hijos, que es imposible que un hijo abandone a sus padres cuando lleguen a la vejez, por motivo de su propio placer.

La generacion futura

En cuanto a la generación futura, el Santo Corán educa a la sociedad de una manera única. Enseña que para conseguir la mejor relación entre vosotros y vuestros hijos, es sumamente esencial que la relación entre vosotros y vuestras esposas sea también excelente.

En ese sentido, el versículo citado anteriormente (C. 4: Al Nisa: 35), que se refiere a los protectores (QAWWAMUN), hace recaer una gran responsabi­lidad sobre los hombros del marido. Si su comportamiento no es conducente a la creación de un ambiente ideal para una vida familiar sana, habrá fallado en su responsabilidad de actuar como protector (QAWWAM). Debe recordarse que el mejor ejemplo de QAWWAM fue el mismo Santo Profeta del Islamsa. Nunca fue severo ni dictatorial ni, de ningún modo, ofensivo ni enérgico en exceso en la relación con su familia. Mantenerles en el camino recto constituía una gran responsabilidad, pero la forma en que cumplió esta responsabilidad sirve de excelente ejemplo vivo, en todos los tiempos venideros, para todos los que desean investigar y entender el significado real del epíteto QAWWAM.

En una tradición famosa, Abu Hurairah relata que el Santo Profeta sa dijo:

El más perfecto de los creyentes en materia de fe, es aquel cuyo comportamiento es el mejor posible; y los mejores de entre vosotros son aquellos que se comportan de la mejor forma con sus esposas (Tirmidhi).

Si los padres desean realmente que sus hijos crezcan como miembros de una sociedad honrada, deben recordar que las relaciones mutuas entre maridos y esposas juegan un papel fundamental en la formación o en la ruptura del carácter de sus hijos.

El Santo Corán declara:

Quienes no dan falsos testimonio, y cuando pasan junto a algo vano, pasan con dignidad. Aquellos quienes, cuando se les recuerda los Signos de su Señor, no se muestran sordos ni ciegos ante ellos. Y quienes dicen: “Señor nuestro, concédenos de nuestras esposas e hijos el consuelo de nuestros ojos, y haz que seamos un modelo para los virtuosos”. (C. 25: Al Furqan: 73-75)

Esta plegaria posee un encanto único y está llena de sabiduría profunda. Se enseña a ambos cónyuges en el matrimonio que oren por su pareja y por sus hijos, para que Dios les conceda siempre la felicidad y la satisfacción verdadera a su pareja y también a sus hijos, y convierta a su descendencia en precursores y líderes de una generación justa y temerosa de Dios.

Basta con aplicar esta enseñanza a nosotros mismos para percatarnos plenamente del significado del versículo. Cuando deseamos algo vagamente, ello no tiene por qué influenciar nuestra conducta de forma significativa, pero cuando oramos por ello en serio, nuestra conducta queda, necesariamente, influenciada por esta oración. Como ejemplo adicional, consideremos que hay muchos entre nosotros que desean ser veraces, y, sin embargo, rara vez este deseo se ve traducido a la práctica. Quienes rezan sinceramente a Dios para que el haga que sean veraces, se encuentran mucho más influenciados en su conducta por su oración, que quienes lo desean por algo más impreciso. Se realiza un esfuerzo auténtico para modelar la conducta propia con el fin de mejorarla. Una persona actuaría de forma muy extraña, si después de ofrecer esta oración tratase a su esposa y a sus hijos de manera inconsistente con dicha oración.

Dirigiéndose exclusivamente a la generación más joven, respecto a sus derechos y obligaciones, el Santo Corán advierte:

¡Oh vosotros, los creyentes! Temed a Al-lah; y que cada alma considere lo que prepara para el mañana. Temed a Al-lah; pues en verdad Al-lah conoce muy bien lo que hacéis. (C. 59: Al-Hashr: 19)

El Corán advierte a los padres que si fracasan en el ejercicio de su responsabilidad hacia su descendencia, y dejan tras de sí una generación que sea censurable por su conducta, entonces serán los padres quienes habrán de responder ante Dios.

De igual manera se advierte a los padres que “no maten a sus propios hijos” en el sentido que se contribuyan o sean responsables, en alguna medida, de la destrucción de su carácter. (p.e. C. 6: Al-An’am: 152)

No sólo los hijos propios sino toda la generación joven en su conjunto, han ser tratados con amor, bondad y respeto, según el consejo firme ofrecido por el Santo Profeta del Islam, la paz y bendiciones de Dios sean con él:

Mostraos siempre bondadosos con vuestros niños (Ibn Mayah: Libro del Adab C. Birul Walad)

No puedo dejar de señalar que esto es exactamente lo que el mundo actual necesita hoy día. Se está produciendo un debate serio en estas fechas en el Reino Unido, respecto a la introducción de una legislación nueva que haría a los padres responsables subsidiarios ante la ley, de crímenes cometidos por sus hijos, y, en consecuencia, serían tratados como delincuentes en los juzgados de menores. Existe el sentimiento de que, de haber cumplido los padres su responsabilidad en disciplinar más seriamente a sus hijos, se vería muy disminuido el delito en las calles de Gran Bretaña. Sin embargo, la cuestión que se plantea es ¿hasta qué punto las medidas punitivas y restrictivas pueden mejorar la calidad de vida en una sociedad cuando no existe un fondo de ética religiosa que funcione en cada esfera de la vida?

Desaliento de propósitos inútiles

El Santo Corán continúa desarrollando este tema sobre la sociedad, declarando:

Y quienes rehúyen todo lo que es vano. (C. 23: Al-Muminun: 4)

Todos los que poseen sabiduría, evitan desperdiciar energías en propósitos inútiles y carentes de sentido.

Dedicar tiempo para divertirse con moderación no es malo ni lo prohíbe el Islam. Sin embargo, si la diversión ejerce una influencia negativa en la sociedad en su conjunto, ciertamente no es recomendada. Por otra parte, si en lugar de proporcionar un desahogo genuino al estrés de la vida, la diversión se convierte en un objetivo en sí misma, es condenada como LAGHW (vana e inútil) en la terminología coránica. Cuando la diversión comienza a interferir en los asuntos cotidianos o hipoteca el tiempo disponible que hubiera podido emplearse mejor de otra manera, también se considera como vana según la palabra árabe LAGHW.

La televisión ha aportado un inmenso bien a la sociedad, pero los niños permanecen todo el día con los ojos pegados a la pantalla. Cuando los hombres vuelven del trabajo, continúan sentados ante el aparato sea cual sea el programa que la TV ofrece. Al actuar así desatienden sus responsabilidades hacia sus hijos, mujeres, amigos y hacia la sociedad en general. La TV ciertamente se ha convertido en una plaga moderna. Se gasta tanto tiempo en esta época viendo la televisión, que constituye un reto difícil para cada uno sopesar correctamente los pros y contras de esta actitud. Pero esto no es todo.

Al mostrar filmes violentos, la TV presenta a menudo una imagen del crimen, que, en lugar de originar un sentimiento de repulsión en el corazón de los niños, consigue justo lo contrario. Incluso en programas exclusivos para los niños es común encontrar figuras populares que, maliciosamente, inventan travesuras que hacen estragos en la paz del hogar. Por muy entretenidos y divertidos que sean tales programas, no son, ciertamente educativos. No hay duda que muchos niños difíciles deben el origen de su conducta al visionado de tales programas y crecen con la posibilidad de convertirse en delincuentes en potencia.

En los programas para adultos, se enseñan de forma sutil métodos innovadores de trasgresión. Una vida ociosa de juego y diversión que representa lo que debería ser la existencia, se dibuja de forma tan prometedora que acaba dejando una falsa impresión en la mente. ¡Qué poca  consciencia de la distancia entre la fantasía y la realidad, y lo que debería ser y lo que es!

El afán por los placeres vanos que el Santo Corán prohíbe no es un asunto menor o sin consecuencias, como muchos podrían considerar. Este y otros modos similares de diversión juegan un papel importante en la creación de un ambiente donde el nivel de frustración no hace sino aumentar. Uno se pregunta cuándo se alcanzará el punto de saturación.

Contención de los deseos

El Santo Corán exige la contención de los deseos: no debe permitirse que la envidia de origen a deseos insaciables y desmesurados.

Esta enseñanza encierra un mensaje muy importante respecto a la disciplina y el recorte de las ambiciones. Desde luego que el Islam no es una religión de escapismo o de negación mediante el monasticismo o el ascetismo, en el que se pide al hombre que suprima todos sus deseos naturales para lograr el Nirvana o la liberación de los vínculos materiales. Según la filosofía del Nirvana, son los deseos los que nos atan a la materia y nos hacen esclavos del materialismo. Su respuesta simple es rechazar y negarse a sí mismo todos los deseos.

El Islam rechaza esta filosofía por estar fabricada por el hombre, ser antinatural e inadecuada para resolver los problemas. El concepto de Nirvana está más cerca de la muerte que de la paz. El Islam tiene una solución totalmente diferente que ofrecer. Destruir los deseos, según el Islam, no es la respuesta para resolver el enigma de la vida.

Entre varias medidas sugeridas para crear la paz social está la amonestación de que el hombre debe disciplinar y restringir sus deseos y mantenerlos bajo control. De otra manera, sería imposible para ningún hombre conseguir la paz a través de la satisfacción del deseo. Como indicamos anteriormente, los deseos siempre van más rápidos de lo que se pueden perseguir. Por pequeñas que parezcan estas medidas, son potencialmente muy efectivas e importantes. Por ejemplo el Santo Corán afirma:

Y no fuerces tus ojos tras lo que hemos concedido a algunas clases de ellos para que disfruten durante breve plazo -el esplendor del mundo presente- para que les probemos con ello. Pues la merced de tu Señor es mejor y más duradera. (C. 20: Ta-Ha: 132)

El Santo Corán prohíbe pensar mal de los demás, comportarse ruidosamen­te, fisgonear o difamar:

¡Oh vosotros, los creyentes! Evitad al máximo las sospechas; y preveníos, pues algunas sospechas están al borde del pecado. No espiéis ni murmuréis de los demás ¿Le gustaría a alguno de vosotros comer la carne de su hermano difunto? Cierto que os repugnaría. Más temed a Al-lah, pues en verdad Al-lah es el Remisorio con compasión, y es Misericordioso. (C. 49: Al-Huyurat: 13)

Promoción de alianzas e inviolabilidad de pactos y tratados

En la sociedad islámica, la promoción de alianzas juega un papel muy importante. La inviolabilidad de pactos y tratados internacionales se considera fundamental para el concepto de unidad de la sociedad islámica. Los creyentes son descritos en el Santo Corán como:

Quienes están atentos a sus acuerdos y pactos (C.23: Al-Muminun: 9)

 

La erradicación del mal: una responsabilidad colectiva

La responsabilidad de educar a la gente no se confía a los gobiernos sino a la gente misma, de forma colectiva, para que hagan el bien y se abstengan del mal.

En las sociedades más desarrolladas, los basureros tienen la obligación de recoger los desperdicios no deseados de los hogares y las calles para deshacerse de ellos. En países más pobres, las amas de casa tiran sencillamen­te la basura y desperdicios a las calles hasta que estas se llenan de porquería y dejan de ser útiles como lugares de tránsito. Desde luego que los moradores tienen derecho a limpiar sus casas pero ha de existir algún sistema que también mantenga limpias las calles y caminos.

Resulta trágico señalar que aunque occidente ha entendido la importancia de la responsabilidad social de limpiar los lugares frecuentados por el público, aún haya de reconocer la necesitad acuciante de responsabilizarse de purgar a la sociedad del desperdicio criminal humano que diariamente se vierte de los hogares a las calles y lugares públicos.

El Islam trata esta cuestión de manera extensa. Responsabiliza en primer lugar a los mayores de la familia para que minimicen el desperdicio social y que contribuyan con mayor bien que mal a la sociedad.

En segundo lugar, el Islam hace responsable a la sociedad a fin de que declare, en el ámbito individual y colectivo, una guerra santa contra el mal, no con la ayuda de la espada ni con una legislación restrictiva, sino mediante la amonestación constante, el consejo y la sabia sugerencia. La amonestación y la persuasión con paciencia es el mejor instrumento, según el

Corán para limpiar a la sociedad de los males sociales:

Y que surja de entre vosotros un grupo de hombres consagrados a persuadir a la gente a hacer el bien y que invite a la bondad, imponga la justicia y disuada a la gente de caer en la maldad. Ellos serán los bienaventurados. (Es decir, tales sociedades sobrevivirán. La palabra “Muflihun” puede traducirse aquí como aquellos que son adecuados para la supervivencia) (C. 3: Al-Imran: 105)

No debe inferirse del versículo antes mencionado que la aproximación islámica al tema del mantenimiento de la salud pública y bienestar es totalmente no-gubernamental y que el Estado no tiene nada que ver en ello. Desde luego que los aspectos legislativos y su aplicación son prerrogativas del Estado. Lo que he intentado enfatizar es, simplemente, el hecho que, según el Islam, la maquinaria del Estado por sí misma es insuficiente para suprimir, desalentar o minimizar el crimen. Una vez que se permite que las tendencias criminales se desarrollen y florezcan en los hogares y la sociedad en general, lo más que puede hacer un gobierno es liquidar los síntomas de vez en cuando. La raíz causante del mal está demasiado honda para que el brazo de la ley pueda alcanzarla. Es tarea primaria de las familias, de los líderes religiosos y de los líderes de opinión pública de todas las sociedades, erradicar el mal.

Teniendo en cuenta este y otros versículos similares, el Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, declaró, en cierta ocasión, que el  pueblo que les precedió acabaron trágicamente a causa de su desobediencia a la autoridad y porque dieron rienda suelta a la transgresión, no disuadiendo uno a otro de cometer la iniquidad que perpetraban. Continuó:

“En verdad, por Al-lah, debéis encomendar el bien y prohibir el mal; asid la mano del malvado y persuadirle para que actúe con razón; establecedle firmemente en la justicia; si no actuáis así, Al-lah comprometerá los corazones de algunos de vosotros con los corazones de aquellos y os maldecirá como a ellos les maldijo. (Abu Daud y Tirmidhi: Riadhus Salehin 198 p.50)

De acuerdo con el Profeta sa, uno de los signos más serios de decadencia de un pueblo se manifiesta cuando pierden la valentía de mostrar su disgusto ante la exhibición pública de indecencia y mala conducta. El Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, compara a este tipo de sociedad con los pasajeros de un barco en la siguiente tradición:

Nu’man relata que el Santo Profeta sa dijo: El caso de quienes respetan los límites fijados por Al-lah y el de quienes les tienen sin cuidado es similar al de los pasajeros de un barco que echan suertes para determinar quién ha de ocupar la cubierta y quién la parte inferior y se sitúan según el resultado. Los que ocupan la cubierta no poseen acceso directo al agua y, para conseguirla, han de descender repetidamente, molestando a los ocupantes del piso inferior. En un momento dado, sugieren a los del piso inferior, que si no tienen inconveniente, podrían hacer un agujero en el fondo del barco para obtener acceso directo al agua. Si los ocupantes del piso inferior dejaran llevar a cabo su propósito a los otros, perecerían todos juntos, mas si lo evitasen, todos permanecerían a salvo. (Bujari: Riadhus Salehin 189 p. 48)

Me temo que esta parábola sería aplicable a una gran parte de las sociedades contemporáneas del mundo.

Deberes y prohibiciones

Algunos versículos del Santo Corán sobre otras responsabilidades sociales que promueven la paz son:

Los siervos de Dios Clemente son quienes andan en la tierra con humildad y cuando se dirigen a ellos los ignorantes, responden: “¡Paz!” (C. 25: Al-Furqan: 64)

Si recibís una expresión de amistad, devolvedla en la misma medida, o incluso mayor. Ciertamente Al-lah tiene en cuenta todas las cosas. (C. 4: Al-Nisa: 87)

No hinches tus mejillas con orgullo, ni andes por la tierra con insolencia; en verdad Al-lah no ama a quien se comporta con arrogancia y jactancia. Y anda con paso moderado y baja la voz; en verdad, la voz más desagradable de todas es el rebuzno del asno. (C. 31: Luqman: 19-20)

El carácter que el Islam desea inculcar entre los musulmanes, impide, en sí mismo, el desarrollo del delito y la conducta irresponsable. El Islam crea un terreno sano que desalienta el crecimiento de parásitos y malas hierbas.

Este objetivo se consigue a través de enseñanzas extensas y minuciosas sobre deberes y prohibiciones que suman varios centenares. El núcleo central de esta enseñanza es común a casi todas las religiones. En lugar de señalar las diferencias doctrinales entre una y otra religión, expondré algunas de ellas junto con la referencia coránica (Capítulo: Versículo).

Deberes

Castidad: 17:33, 23:6-8; 24:31; 34:61; 25:69; 33:36; 70:30-32.

Limpieza: 2:223; 4:44; 5:7; 22:30; 74:5-6.

Control de la ira: 3:135.

Cooperación: 5:3.

Valor: 2:178; 3:173-175; 9:40; 20:73-74; 33:40; 46:14.

Hacer el bien: 2:196; 3:135; 5:94; 7:57.

Encomendar el bien y prohibir el mal: 3:111.

Sobresalir en hacer el bien: 2:149.

Cumplimiento fiel de los pactos: 2:284; 4:59; 23:9; 70:33.

Alimentar al que tiene hambre: 76:9; 90:15-17.

Perdón: 2:110; 3:135,160; 4:150; 5:7,90; 14:8; 39:8,67; 6:16.

Dar evidencia veraz: 4:136; 5:9; 25:73.

Buen  trato a los empleados: 4:37.

Buen trato a los vecinos: 4:37.

Buen trato a los parientes: 2:178; 16:91; 30:39.

Agradecimiento: 2:153, 173, 186,244; 3:145; 5:7,90; 14:8; 39:8,67; 46:16.

Humildad: 6:64; 7:14, 56,147; 16:24,30; 17:38; 28:84; 31:19-20; 40:36.

Justicia: 5:9; 6:153; 16:91; 49:10.

Promover la paz entre la gente: 4:115; 49:10.

Paciencia: 2:46, 154, 156,178; 11:12; 13:23; 16:127-128; 28:81; 29:61; 39:11; 42:44; 103:4.

Perseverancia: 13:23; 41:31-33.

Pureza: 2:223; 5:7; 9:103,108; 24:22; 33:34; 74:5; 87:15; 91:10-11.

Autocontrol: 4:136; 7:202; 18:29; 30:30; 38:27; 79:41-42.

Sinceridad: 39:3-4; 98:6; 107:5-7.

Veracidad: 4:136; 5:120; 9:119; 17:82; 22:31; 25:73; 33:25, 36,71; 39:33.

Entrega a los demás: 2:208,263; 11:52; 59:10; 64:17; 76:9-10; 92:20-21.

Prohibiciones

Adulterio: 17:33.

Arrogancia: 2:35,88; 4:174; 7:37&c.

Murmuración: 49:13.

Jactancia: 57:24.

Difamación: 49:12.

Burlas: 49:12.

Desesperación: 39:54.

Envidia: 113:6.

Extravagancia: 7:32; 17:27-28.

Seguir lo que se desconoce: 17:37

Arrogancia: 17:38; 23:47; 31:19.

Dar la medida inadecuada: 83:2-4.

Apodar: 49:12

Avaricia: 4:38; 47:39; 57:2-5; 59:10; 64:17.

Perfidia: 4:106,108; 8:28,59.

Recelo: 49:13.

Mentira: 22:31; 25:73.

Hurto: 5:39.

El Islam invita a los dirigentes de todas las religiones a unir sus manos en el esfuerzo de promover e inculcar el bien y a amonestar en contra de la comisión de hechos malvados.

De hacerse así, el mundo sería mucho mejor en este aspecto.

Rechazo del racismo

De entre todas las pestes que infectan la era actual, el racismo es la que supone un mayor peligro para la paz mundial.

El Santo Corán recuerda no sólo a los musulmanes sino a toda la humanidad:

¡Oh hombres!, Temed a vuestro Señor quien os creó de un sólo ser del cual creó a su pareja y de los dos hizo descender a muchos hombres y mujeres; y temed a Al-lah, en cuyo nombre recurrís unos a otros, y temedle particularmente respetando los lazos del parentesco. En verdad, Al-lah os observa. (C. 4: Al-Nisa: 2)

Nadie es superior a los demás. De manera similar, el Santo Corán afirma:

¡Oh humanos! Os hemos creado a partir de un varón y una hembra; y os hemos constituido en clanes y tribus para que os reconozcáis mutuamente. En verdad, el más honrado de entre vosotros, a la vista de Al-lah es el más justo de entre vosotros. Ciertamente Al-lah es Omnisciente, Conocedor de todo. (C. 49: Al-Huyurat: 14)

Y:

¡Oh vosotros, los creyentes! No permitáis que un pueblo se burle  de otro que puede ser mejor que ellos, ni que las mujeres se burlen de otras que pueden ser mejores que ellas. No calumniéis a vuestra propia gente, ni os llaméis mutuamente por nombres deformados. Malo es, en verdad, volver a caer en la mala práctica de los días de la ignorancia después de haber creído; mas quienes no se arrepienten son perversos.  (C. 49: Al-Huyurat: 12)

Aparentemente, la sociedad actual parece estar alejándose del racismo y del apartheid, y que está concienciándose de los horrores relacionados con ambos. Pero si se examina la cuestión con cuidado y con profundidad, es posible darse cuenta de que el racismo sigue presente en todas partes.

Una dificultad importante es la propia definición del “racismo”, pues puede parecer diferente desde perspectivas distintas. Es difícil trazar límites precisos entre el racismo, la conciencia de superioridad religiosa o de clase, el tribalismo, el fascismo, el imperialismo y el nacionalismo. El trato trágico e inhumano que los judíos recibieron a manos de los cristianos en Europa occidental durante más de mil años, podría considerarse que está enterrado en el pasado, pero el brutal tratamiento reciente sufrido por los judíos en los años 30 y 40 a manos de los nazis, está demasiado fresco en nuestras memorias para ser olvidado. Por lo tanto, en el momento que oímos la palabra “racismo” nuestra mente torna inadvertidamente a la idea del antisemitismo y a la larga historia de malos tratos sufrida por la raza semítica a manos de los gentiles.

Es este, desde luego un entendimiento muy limitado del racismo. Es tan limitado que las demás connotaciones del mismo escenario quedan completamente fuera de nuestra atención. Apenas nos detenemos a pensar en los extremistas de entre los judíos que miran a los gentiles con los mismos horribles prejuicios por los que ellos mismos fueron víctimas.

Pero esto no es todo. Hay mucho más racismo de lo que la vista pueda captar. El racismo, aunque no claramente identificado como tal, está oculto bajo diversas máscaras, siendo el nacionalismo una de ellas. De nuevo, los prejuicios religiosos, tribales, y regionales no son sino algunos de los ejemplos en los que el racismo funciona con nombres diferentes. Los prejuicios de los blancos contra los no-blancos suponen también formas de racismo, si bien no es justo culpar sólo a los blancos por abrigar prejuicios contra quienes no comparten su color y complexión. También existe el racismo negro, el racismo amarillo, y el racismo de quienes no pueden ser claramente definidos como blancos, negros o amarillos, pero que ocupan algún lugar intermedio.

La esencia del racismo es el prejuicio de clase. Quizá sea esta la mejor definición del racismo. Cuando la gente comienza a actuar con prejuicios contra otra clase, con el pretexto de su propio interés de clase, el racismo comienza a descubrirse y a erigir su cabeza peligrosa y letal. No se ejerce ninguna discreción en la expresión de su odio; no se toma en cuenta ningún mérito individual, y la generalización se convierte en ley.

Hace no muchos años, el hemisferio occidental se hallaba dividido principalmente entre la cristiandad y el Islam. El papel que jugaron los judíos en aquella época de fuertes prejuicios religiosos, frente a los musulmanes orientales, es bastante oscuro. Se conoce, sin embargo, el hecho de que los judíos formaban parte de la Europa cristiana, que odiaba y desconfiaba de las naciones musulmanas del mediterráneo y recelaba de la expansión musulmana hacia occidente.

Durante aquel período de intensas hostilidades entre cristianos y musulmanes, existía un elemento añadido de racismo, basado en la diferencia de color. En aquel momento, los musulmanes de Indonesia, Malasia, China y la India permanecieron totalmente al margen e indiferentes. El conflicto se asemejaba más a una coalición árabe-turca contra la Europa cristiana en conjunto.

Aunque esta historia parecía enterrada y olvidada, se puede apreciar que está levantando la cabeza de nuevo. Los problemas humanos nunca parecen morir definitivamente por muy enterrados que aparenten estar. Volviendo a la época presente, mientras el mundo estaba polarizado por las dos superpotencias y sus aliados, era vital para los intereses de occidente no remover estas cuestiones ni permitir que fueran removidas. Sin embargo, desde que amaneció una nueva era con la relación este-oeste, el caballero oscuro de la época medieval, se apresta a soltar su sombra siniestra.

Existe un peligro real de resurgimiento de las rivalidades históricas cristiano-musulmanas en el nuevo clima creado por los importantes cambios de la Unión Soviética y Europa oriental. Esto puede verse agravado si tomamos en consideración los intereses creados por ambas partes. Me temo, que a este respecto, el clero de ambos lados, del cristianismo y del Islam, jueguen, muy probablemente, un papel siniestro en el empeoramiento de la situación y en la destrucción de las perspectivas de paz y armonía entre musulmanes y cristianos. Si esto ocurre, sucedería en favor de la causa de Israel e Israel no puede concebirse que sea un observador desinteresado y no comprometido.

Existen, de nuevo, líneas divisorias político-económicas que están dando origen a un nuevo tipo de racismo, es decir, el racismo del Norte rico y el del Sur pobre. Oriente y el Occidente quedan reflejados en la siguiente frase:

“East is east and west is West and never the twain shall meet”

(El Oriente es el Oriente y Occidente es Occidente, y nunca se encontrarán los dos)

La reciente detente y reaproximación entre las grandes potencias puede revivir las controversias y rivalidades históricas político-religiosas entre el occidente cristiano y el oriente musulmán. No sería sorprendente que el Este y el Oeste comenzaran a distanciarse progresivamente como resultado de un nuevo imperialismo y racismo basado en múltiples causas que habrá de surgir de esta reciente detente entre las superpotencias.

De acuerdo con la terminología universalmente aceptada, la definición del racismo parece estar desfasada y habría de extenderse a otras áreas que, aparentemente, no tienen implicaciones raciales. Mi observación particular se basa en el estudio detallado y profundo de la motivación humana que da origen al racismo. Mientras que las fuerzas motivadoras subyacentes sigan siendo las mismas, tanto si se denomina racismo cierta expresión de conducta humana distorsionada, como si le denomina con otro nombre más decente o civilizado, el mal es esencialmente el mismo.

El racismo, en su sentido más amplio ha de entenderse como un conjunto de prejuicios que son opuestos a las consideraciones de justicia absoluta e imparcialidad.

La rápida desaparición de la polarización entre el bloque americano y soviético, ha marcado el comienzo de una era completamente nueva en la que nos estamos moviendo más bien hacia reajustes globales que hacia la desaparición de las divisiones. A medida que se apagan las divisiones ideológicas, otras divisiones ya marcadas en distintos planos de las relaciones internacionales habrán de crecer y definirse con detalle. La vieja división tradicional entre Oriente y Occidente quedó reducida a un segundo lugar insignificante durante la era álgida de las rivalidades capitalistas-socialistas. No existiendo esta situación, volverá a emerger una vez más la división Oriente-Occidente como la línea divisoria más pronunciada entre las naciones desarrolladas del Occidente frente a las naciones subdesarrolladas de Oriente.

Los países europeos del Este junto con Rusia se desplazarán gradualmente hacia los países capitalistas, fusionándose finalmente con ellos y adoptando la misma actitud frente al Tercer Mundo. Aunque surgirán nuevas rivalidades fruto de la competencia para conseguir y monopolizar mercados extranjeros, el Occidente, en su conjunto, emergerá como unidad político-económica mucho más grande que nunca, con la asimilación final del bloque europeo Oriental. Ello supondrá un mayor relieve y énfasis en la división tradicional entre oriente y occidente.

Añádanse a esto el nacimiento del neo-socialismo, en el que las naciones sustituirán a los individuos y clases de individuos. La polarización entre ricos y pobres no seguirá teniendo lugar entre los ricos de una nación y su interacción con los pobres de otra nación. Durante algunos años esta polarización catastrófica podría mantenerse bajo control pero, al final, sería inevitable una confronta­ción a gran escala.

Personalmente, abrigo temores fundados, de que estamos entrando en una nueva era de racismo mundial, cuya expresión más atroz estaría apoyada y alentada por una sección de los dirigentes políticos Sionistas. Si hemos de tomar en serio a Benjamín Beit-Hallahmi, de la Universidad de Haifa y autor de La Conexión Israelita: A Quien Arma Israel y Por Qué (publicado en 1988 por I.B. Tauris & Co. Ltd. Londres), y si la evidencia que presenta de la bien definida y bien delimitada filosofía política de los Sionistas, es considerada auténtica, se auguran malos presagios para las perspectivas de paz mundial.

El siguiente cuadro del papel jugado -y aún por jugar- por Israel en los asuntos mundiales, emerge:

David Ben Gurión, padre fundador de Israel, afirmaba en enero de 1957, que “Desde el punto de vista de nuestra seguridad y existencia, la amistad de un país europeo es más valiosa que la de toda la gente de Asia (Medzini, 1976; p.75) p.5

…..El interés propio de Israel para recobrar su superioridad frente a los árabes ha llegado a ser coincidente con el objetivo americano de detener la decadencia imperial. (p. 205)

Lo que la extrema derecha moderna ama es al israelí: alto, duro, armado con una Uzi y matando nativos de piel oscura, triunfando sobre las fuerzas del radicalismo del Tercer Mundo. Así es como los generales argentinos, coroneles paraguayos y brigadas afrikaner han llegado a amar a los israelitas (p. 218)

La nueva retórica Abajo con el Tercer Mundo desarrollada en los Estados Unidos a partir de 1970 fue vinculada a Israel, y sus defensores como Daniel Patrick Moynihan y Jean Kirkpatrick han considerado a Israel como un aliado e inspirador. (p. 222)

Vladimir Jabotinsky, el líder del ala derecha del Sionismo antes de la Segunda Guerra Mundial, fue bastante franco respecto a la alianza entre el Sionismo y el Imperialismo…El Sionismo ha tomado la resolución inquebrantable de mantener todo el Mediterráneo en manos europeas…en cada conflicto Oriente-Occidente estaremos siempre al lado del Occidente ya que el Occidente ha encarnado una cultura superior al Oriente a lo largo de los últimos mil años, tras la destrucción del califato de Bagdad por los Mongoles … y hoy somos nosotros los más fieles y destacados portadores de cultura. … Nunca podríamos apoyar al movimiento árabe que en este momento se nos opone, y estamos profunda­mente contentos ante cada contratiempo que le sucede a este movimien­to… (Bren­ner, 1984 pp. 75-77) p.227

La idea de la liberación del Tercer Mundo amenaza a la misma esencia del Sionismo. Conceptos de derechos humanos son demasiado peligrosos para el sistema político israelí…La injusticia cometida con los palestinos es tan clara y llamativa que no puede ser discutida abiertamente, y cualquier discusión respecto a lo que Israel ha estado haciendo al Tercer Mundo habrá de conducir ciertamente a un examen de los derechos de los palestinos…(Los israelitas) están prestos a denunciar al resto del mundo como hipócritas cuando se discuten cuestiones de derechos humanos y justicia universal. En ello son bastante similares a los sudafricanos blancos. (p. 236-237)

Desde Manila en las Filipinas a Tegucigalpa en Honduras a Windhoek en Namibia, los emisarios israelíes se han implicado en una guerra continuada, que es, en verdad, una guerra mundial. ¿A qué enemigo está combatiendo Israel? Es la población del Tercer Mundo, a la que no se permite que gane su revolución (p. 243)

El pronóstico de Israel parece bueno sólo mientras el mundo árabe y el resto del Tercer Mundo permanezcan débiles y divididos. Cualquier cambio en este cuadro sería una mala señal (p.247)

Lo que Israel ha estado exportando es la lógica del opresor, la forma de mirar al un mundo atado a una dominación que ha tenido éxito. Lo que se exporta no es sólo tecnología, armamento y experiencia, no sólo pericia sino también un modo de pensar. (p. 248)

Sería altamente deseable que, frente a este grito de combate del Sionismo, prevaleciera la voz de la sección más sensata de la dirección israelita. De los pensadores israelitas que quizá podrían describirse como lógicos y moderados, Harkabi representa un ejemplo típico. No sólo desaprueba la actitud de los sionistas extremistas sino que considera sinceramente que suponen una actitud suicida para los intereses finales de los propios sionistas. Los puntos de vista de Harkabi no son compartidos por igual entre otros intelectuales y autores judíos. Harkabi, por ejemplo, adopta un punto de vista más pragmático y realista ante los mismos problemas. De forma particular, su propuesta de “paz por territorios” abre un camino de esperanza para los árabes.

Creo firmemente que la discriminación y cualquier otro esfuerzo por dividir a la humanidad en cualquier plano, puede reportar a algunos ciertos dividendos a corto plazo; sin embargo, a la larga, las consecuencias son funestas para todos los implicados. En este escenario contemporáneo, el Islam tiene un mensaje muy positivo y un papel efectivo que jugar.

El racismo y el odio entre clases son denunciados por el Islam en los términos más enérgicos, así como la generación de cualquier tipo de desorden. Los versículos del Santo Corán referidos antes son algunos de los muchos que tratan de este tema.

El carácter del Santo Profeta sa del Islam se describe como:

La luz de Dios, que no pertenece ni al Este ni al Oeste, es decir, que es participada por ambos por igual.

Al-lah es la Luz de los cielos y la tierra. Su luz es semejante a una hornacina brillante, en la que hay una lámpara. La lámpara está en un vaso. El vaso es como una estrella brillante. Se enciende con un árbol bendito -el olivo- que no está a Oriente ni a Occidente, cuyo aceite podría alumbrar aun cuando no lo tocara el fuego. ¡Luz sobre luz! Al-lah guía a Su Luz a quien desea. Pues Al-lah presenta parábolas a los hombres y Al-lah sabe perfectamente todas las cosas. (C. 24: Al-Nur: 36)

Además es introducido como:

Una misericordia (y fuente de bendiciones) para todo el mundo (y toda la humanidad). (C. 21: Al-Anbiya: 108)

Estoy asombrado al ver como varios pensadores musulmanes de mente medieval, a quienes erróneamente se define como fundamentalistas, suscriben la opinión de que los musulmanes deben enfrentarse con los no musulmanes en una contienda armada, continuando la lucha hasta que, o bien sean exterminados o bien acepten el Islam. El Islam, tal como se encuentra en el Santo Corán, no tiene nada que ver con esta noción distorsionada y corrupta de “la guerra santa”. No hay necesidad de repetir los muchos versículos que tratan de la paz religiosa pues ya han sido mencionados.

Permítanme acabar reafirmando que el Islam es sincero partidario y sugiere diversas medidas para unir a la humanidad a través de un proceso pacífico cuyo objeto sea establecer la paz en el mundo y unificar a los seres humanos.

En lo que respecta a la actitud del Santo Fundador del Islamsa, los siguientes extractos del Ultimo Sermón (conocido como el Sermón del Adiós) que ofreció antes de su fallecimiento ante la reunión humana más numerosa a la que hasta entonces nunca se había dirigido, son suficientemente significativos:

¡Oh hombres! prestadme atención pues no sé si podré reunirme de nuevo con vosotros en este valle y dirigirme a vosotros como lo hago ahora. Vuestras vidas y posesiones han sido declaradas inviolables por Dios frente a los ataques de uno y otro, hasta el Día del Juicio. Dios ha designado a cada uno su parte en la herencia. No será admitido ningún testamento que perjudique a los derechos de un heredero legal. Todo niño nacido en cualquier casa será considerado hijo del padre de esa casa. Quienquiera que impugne el parentesco de tal niño será reo de castigo según la ley del Islam. Quienquiera que atribuya su nacimiento al padre de otro, o declare falsamente que determinada persona es su tutor, a ese, Dios, Sus ángeles y toda la humanidad le maldecirá.

¡Oh hombres! Tenéis algunos derechos ante vuestras mujeres, pero vuestras mujeres tienen también algunos derechos sobre vosotros. Su obligación es que vivan una vida casta y no adopten modos que atraigan la desgracia del marido a los ojos de la gente…Mas si el comporta­miento de vuestras mujeres no conduce a la desgracia de sus maridos, vuestro deber es proporcionarles la comida, el vestido y el refugio de acuerdo con vuestro estándar de vida. Recordad que debéis tratar siempre bien a vuestras mujeres. Dios os ha hecho responsables de cuidar de ellas. La mujer es débil y no puede proteger sus propios derechos. Cuando contraéis matrimonio, Dios os nombra depositarios de tales derechos. Traéis a vuestras mujeres a vuestros hogares bajo la ley de Dios. No debéis, por tanto, abusar de la responsabilidad que Dios ha puesto en vuestras manos.

¡Oh hombres!, Aún mantenéis bajo vuestra posesión a algunos prisioneros de guerra. Os advierto, pues, que les alimentéis y les vistáis de la misma manera y estilo con que os alimentáis y vestís vosotros. Si cometen algo erróneo que sois incapaces de perdonar, cededlos entonces a alguien otro. Son parte de la creación de Dios. No puede ser justo de ninguna manera que les causéis dolor o sufrimiento.

¡Oh hombres!, Escuchad y recordad lo que os digo: Todos los musulmanes son como hermanos entre sí. Todos vosotros sois iguales. Todo hombre, cualquiera sea la nación o tribu a la que pertenezca, y cualquiera que sea la posición que mantenga en su vida, es igual a los demás. (Elevando sus manos, y uniendo los dedos de una mano con los de la otra, añadió): De igual manera que los dedos de las dos manos son iguales, así son iguales los seres humanos. Nadie posee ningún derecho ni superioridad que reclamar ante otro. Sois como hermanos. Oh seres humanos, vuestro Dios es Único y vuestro origen es único. Un árabe no es superior a un no-árabe, ni tiene superioridad un no-árabe sobre un árabe. El hombre blanco no es superior de ninguna forma al hombre negro, ni el hombre negro es mejor que el blanco, salvo en la medida en que ambos cumplan su responsabilidad ante Dios y el hombre. El más honorable entre vosotros a los ojos de Dios es el más piadoso…

De la misma forma que este mes es sagrado, esta tierra inviolable y este día son sagrados, así Dios ha hecho sagrados la vida, propiedad y honor de todo hombre. Despojar a un hombre de su vida, su propiedad o atacar su honor es tan malvado e injusto como violar la santidad de este día, este mes y este territorio. Lo que os ordeno hoy no es sólo para hoy. Tiene valor para todos los tiempos. Se espera de vosotros que lo recordéis y que actuéis en consecuencia hasta que abandonéis este mundo y acudáis al próximo a encontraros con vuestro Hacedor.

Lo que os he dicho, debéis comunicarlo a los confines de la tierra. Tal vez aquellos que no me han escuchado se beneficien más que los que me escucharon. (Sihah Sita, Tabari, Hisham, Jamis y Baihaqi).

Este pasaje es muy intenso y patente. Merece la pena destacar el recordatorio del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, en el sentido de que todos somos hijos del mismo padre. Tiene la connotación evidente de que no debe permitirse que las religiones dividan la hermandad universal de la humanidad, que se originó en un parentesco único.

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