1. La paz y armonía interreligiosa
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La paz y armonía interreligiosa

En verdad, te hemos enviado con la verdad, como Portador de la buena nueva y como Amonestador; y no existe ningún pueblo en la tierra de cualquier edad al que no se haya enviado un Amonestador procedente de Dios (C.35: Al Fa­tir:25)

En verdad, los que han creído en Mohammad como Mensajero de Dios, y los judíos, sabeos y cristianos: todos los que creen en Al-lah y el Último Día y hacen buenas obras, no les sobrecogerá el temor ni serán afligidos  (C. 5: Al-Maida: 70)

Los valores religiosos han quedado obsoletos

Al examinar el escenario religioso global, nos damos cuenta de inmediato que en el terreno de la religión existe hoy día una situación paradójica. La religión está perdiendo su influencia a la vez que aumentando la misma en diferentes áreas. En ciertas partes de la sociedad, en casi todas las religiones, parece existir un fuerte retroceso en la dirección de los dogmas, con una rigidez medieval e intolerancia ante la oposición.

En el aspecto moral, la religión está en retirada; el delito es habitual; la verdad desaparece con rapidez; la equidad y la administración de la justicia se encuentran al borde de la desaparición; son ignoradas las responsabilidades sociales y el individualismo egoísta gana fuerza incluso en países que, por otro lado se autoproclaman religiosos. Estos y otros muchos males sociales son signos positivos de que la sociedad en decadencia moral está a la orden del día. Si los valores morales de cualquier religión son la vida y alma de la propia religión, la estrangulación progresiva de estos valores conduce a la inevitable conclusión de que, mientras el cuerpo de la religión es resucitado, el alma se esfuma rápidamente del cuerpo. Por lo tanto, lo que observamos hoy en la religión, en el denominado resurgimiento religioso, es equivalente a la resucitación de cuerpos muertos, que caminan como zombis.

En otras áreas, un largo estancamiento y la falta de un desarrollo motivador genera apatía entre la gente con inclinación religiosa. No acontecen los sucesos milagrosos que esperan. El fenómeno estrafalario de una intervención sobrenatural sobre los sucesos del mundo, que cambie al mundo según su deseo no se cumple. Desean ver el cumplimiento de extrañas profecías para dar crédito a su fe. Y sin embargo nada se materializa. Este es el tipo de personas que proporcionan pasto a nuevos cultos que crecen sobre el humo de sus frustraciones. La urgencia de escaparse del pasado origina un deseo de llenar el hueco con algo nuevo.

Además de estas tendencias destructivas, otro fenómeno extremadamente turbador, que quizá está relacionado con el resurgimiento de los dogmas religiosos, está amenazando la paz del mundo. Con el auge de tales dogmas, se origina un ambiente tóxico que ataca gravemente al sano espíritu de diálogo y libre flujo de ideas. Por si esto fuera poco, iniciativas deliberadas de políticos sin escrúpulos, siempre dispuestos a explotar situaciones límite para su propio provecho, son puestas en marcha para deslucir la imagen de la propia religión. Además, las rivalidades y enemistades históricas interreli­giosas tienen su baza en el juego. De la misma manera, los así llamados medios “libres” son controlados, en general, por manos invisibles, en lugar de jugar con libertad un papel neutral en los asuntos mundiales. Por lo tanto, cuando los “medios” de un país con mayoría perteneciente a una religión, se une a la batalla de denostar la imagen de una religión rival, el escenario se vuelve muy complejo. La primera víctima de esta melee es, sin duda, la religión “per sé”.

Me siento profundamente afectado y preocupado por lo que está ocurriendo hoy día al mundo de la religión. Existe una profunda necesidad de que las religiones hagan un esfuerzo genuino y serio para eliminar el malentendido que existe entre las mismas. Yo creo que el Islam puede aceptar este reto con distinción, de manera que satisfaga plenamente todas las demandas y exigencias.

Para facilitar un mejor entendimiento, he dividido el tema en diferentes secciones.

Por ejemplo, creo que para que una religión sea útil en el estableci­miento de la paz en el mundo, si pretende unir de forma universal a la humanidad, es esencial que ella misma acepte la universalidad de la religión en el sentido que de los seres humanos, sea cual sea su color, raza, o denominación geográfica, son todos criaturas del mismo Creador. Como tales, tienen la misma capacidad para recibir la instrucción divina -si en algún momento se concedieron instrucciones divinas a una parte de la sociedad humana-. Este punto de vista evita el concepto de monopolización de la verdad por parte de ninguna religión.

Todas las religiones, cualquiera que sea su nombre o sus doctrinas, dondequiera que se encuentren y cualquiera sea la época a la que pertenezcan, tienen el derecho de afirmar la posesión de alguna verdad divina. Además, hemos de admitir que, a pesar de las diferencias en las doctrinas y enseñanzas, las religiones, muy posiblemente, han tenido un origen común. La misma Autoridad divina que dio origen a cierta religión en un área concreta del mundo debe haber cuidado de igual forma de las necesidades religiosas y espirituales de otros seres humanos en otras partes del mundo, pertenecientes a épocas diversas. Esto es, exactamente el Mensaje del Santo Corán, la Sagrada Escritura del Islam.

La universalidad del profetazgo

El Santo Corán dice a este respecto:

Hicimos surgir en cada pueblo a un Mensajero con la enseñanza, “Adora a Al-lah y evita al malvado” (C. 16: Al-Nahl: 37)

En segundo lugar, el Santo Corán declara:

¡Oh Profeta de Dios, tú no eres el único profeta en el mundo!

En verdad hemos enviado Mensajeros antes de ti; de entre ellos hay algunos que te hemos mencionado, y entre ellos hay algunos que no te hemos mencionado (C. 40: Al-Mu’min: 79)

El Santo Corán recuerda al Santo Profeta del Islam:

No eres sino un Amonestador. En verdad te hemos enviado con la Verdad, como portador de buenas nuevas y como Advertidor; y no hay pueblo al que no haya llegado un Amonestador. (C. 35: Al-Fatir: 24-25)

A la vista de lo anterior, queda manifiestamente claro que el Islam no monopoliza la verdad, eliminando a todas las demás religiones, sino que categóricamente declara que en todas las épocas y partes del mundo Dios ha estado cuidando de las necesidades religiosas y espirituales de la humanidad, haciendo surgir Mensajeros que entregaban el mensaje divino al pueblo al que eran destinados.

Todos los profetas son iguales

Surge la pregunta de que si existen tantos profetas de Dios enviados a todos los pueblos del mundo, en diferentes partes y en distintas épocas,  ¿tienen todos acaso la misma autoridad divina? Según el Santo Corán, todos los Profetas pertenecen a Dios, y por tanto, en lo que se refiere a su autoridad divina, ejercen su autoridad con la misma fuerza y capacidad. Nadie posee el derecho a discriminar a un profeta frente a otro. En lo referente a la autenticidad de su mensaje, todos los Profetas son iguales. Esta actitud del Islam hacia otras religiones y sus Fundadores, así como a sus Profetas menores, puede funcionar como factor importante de unión y consolidación entre distintas religiones. El principio de que la autenticidad de la Revelación de cada Profeta posee el mismo estatus, puede emplearse como fuerza unificadora poderosa que acerque a religiones diversas. Esto transforma la actitud de hostilidad hacia la revelación de Profetas de otras religiones en una actitud de respeto y reverencia. Es, de nuevo, la posición clara y lógica mantenida por el Santo Corán:

Este Mensajero, el Santo Fundador del Islam, cree en lo que le fue revelado procedente de su Señor, y también los creyentes; todos ellos creen en Al-lah; y en Sus ángeles, y en Sus Libros, y en Sus Mensajeros, diciendo: “No hacemos distinción entre ninguno de Sus Mensajeros. Y dicen: “Hemos oído y somos obedien­tes….” (C.2: Al-Baqarah: 286)

Este tema se repite en otros versículos del Santo Corán. Por ejemplo:

En verdad, quienes no creen en Al-lah y en Sus Mensajeros e intentan hacer distinción entre Al-lah y Sus Mensajeros, y dicen: “Creemos en algunos de ellos y no creemos en otros” e intentan tomar un camino intermedio, éstos son en verdad los incrédulos; y hemos preparado para los incrédulos un castigo humillante. Mas quienes creen en Al-lah y en todos Sus Mensajeros y no hacen distinción alguna entre ellos, a éstos les daremos pronto sus recompensas. Pues Al-lah es el Mayor Perdonador y Misericordioso. (C. 4: Al-Nisa: 151-153)

¿Puede el rango ser diferente si la autenticidad es la misma?

Si todos los Profetas tienen la misma autenticidad, ¿deben acaso ser iguales en rango? La respuesta a esta pregunta es que, en diferentes aspectos, los Profetas pueden variar en sus cualidades personales y en la manera de desempeñar sus responsabilidades. En lo que respecta a su proximidad a Dios y al status relativo que mantienen a la vista de Dios, los Mensajeros y Profetas pueden diferir de uno a otro. El estudio de la historia de los Profetas de la Santa Biblia, el Sagrado Corán y otras Escrituras confirma esta conclusión.

El Santo Corán admite que existen diferencias de status, pero de manera que no alteran la paz del hombre. El propio Sagrado Corán declara que no existe diferencia en lo que se refiere a la autenticidad de los Mensajes procedentes de Dios entre uno y otro Profeta. Declara:

A estos Mensajeros hemos exaltado, algunos de ellos por encima de otros; entre ellos hay a quienes Al-lah habló frecuentemente; y a algunos de ellos Él los exaltó en distintas categorías (C. 2: Al-Baqarah: 254).   

Aceptando esta proposición, uno se pregunta quién debe ser considerado como el más elevado en rango entre los Profetas. Se trata de un aspecto delicado, pero no se pueden cerrar los ojos ante la importancia de esta cuestión.

Los fieles de casi todas las religiones afirman que el Fundador de su religión posee la supremacía y que nadie puede rivalizar con él en excelencia, dignidad, piedad, honor, y, en general, en todas las cualidades que conforman a un Profeta. Así pues, ¿Declara también el Islam que Mohammad, el Santo profeta del Islam, la paz y bendiciones de Dios sean con él, es el más elevado de todos los Profetas? Efectivamente, el Islam hace una afirmación inequívoca sobre la excelencia y supremacía de las cualidades del Santo Profeta sobre el resto de los Profetas del mundo. Sin embargo, existe una diferencia muy clara entre el Islam y las demás religiones en cuanto a la actitud ante esta afirmación.

En primer lugar, debe ser tenido en cuenta que ninguna otra religión aparte del Islam reconoce la universalidad del Oficio Profético. Cuando los judíos declaran – si así lo afirman- que Moisés fue el Profeta más grande, no están comparando a Moisés con Buda, Krishna, Jesús o Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sea con todos ellos, porque niegan que las declaraciones de todos los grandes Fundadores de las religiones mencionadas sean genuinas y dignas de ser aceptadas. Por lo tanto, en la lista judía de Profetas, no están incluidos otros Profetas más que los que se mencionan específicamente en el Antiguo Testamento, desechándose la mera posibilidad de que pudieran existir Profetas en otros lugares. A la luz de esta actitud, su afirmación respecto a la supremacía de cierto Profeta judaico no pertenece a la misma categoría que la del Islam respecto al judaísmo. Los Profetas de fuera de la Santa Biblia simplemente no existen. Ocurre exactamente lo mismo con las declaraciones similares del budismo, zoroatrianismo, hinduismo etc.

Hay además otra diferencia que ha de ser tenida en cuenta. Cuando hablamos de sus Profetas, somos conscientes de que no siempre consideran a sus personajes santos y religiosos como Profetas. El concepto de Profetas y Mensajeros tal como es entendido en el Judaísmo, Cristianismo e Islam no es entendido exactamente igual por la mayoría de las demás religiones. Al contrario, tratan a los Fundadores y santos de su religión como personajes sagrados, reencarnaciones de Dios, Dios en persona, o algo que Se le asemeja. Quizá en este respecto, Jesucristo ha de ser entendido como una excepción -desde el punto de vista del Cristianismo-.

Sin embargo, de acuerdo con el Islam, todos los que se denominan dioses o reencarnación de Dios, o los así llamados hijos de Dios, son únicamente Profetas y Mensajeros que han sido deificados por sus seguidores en un período tardío. De hecho, para ser más concretos, según el Islam, la deificación de personajes santos en distintas religiones es un proceso gradual y no de “generación espontánea” contemporáneo al Profeta. Pero de ello hablaremos más adelante.

Cuando el Islam, no obstante, declara que su Santo fundador tiene la supremacía entre los Profetas, tiene en cuenta todos los personajes santos de todas las religiones del mundo en el sentido que le da el concepto judeo-islá­mico de los Profetas. Merece la pena reiterar que el Islam considera a los Fundadores de todas las religiones reveladas como meros seres humanos que fueron elevados por Dios al rango de Oficio Profético.

No existe excepción en este fenómeno universal. Por ejemplo, el Santo Corán declara:

¿Qué ocurrirá cuando aportemos un testigo de cada pueblo, y te llevemos a ti como testigo contra éstos? (C.4 Al.Nisa:42)

Habiendo realizado esta clarificación esencial, vamos a estudiar el status del Santo Profeta del Islam, la paz y bendiciones de Al-lah sean con él, según el Sagrado Corán. La declaración más incontrovertible y clara respecto al Santo Profeta del Islam se encuentra en el conocido y ampliamente comentado versículo del Santo Corán:

Mohammad no es el padre de ninguno de vosotros, sino que es el Mensajero de Al-lah y (Jataman Nabiyyin) el Sello de los Profe­tas, y Al-lah tiene pleno conocimiento de todas las cosas. (C.33: Al-Ahzab: 41)

La palabra árabe Jatam de este versículo tiene varias connotaciones, pero la esencia del título Jataman Nabiyyin, no tiene sombra de duda: ser el mejor, el supremo, la última palabra, la autoridad definitiva, quién abarca todo y testifica la verdad de los demás. (Lexicón de la lengua árabe F.W. Lane, Aqrab al-Muwarid, el Mufradat del Imam Raghib, Fath y Zurqani).

Otro versículo que habla de la excelencia del Santo Fundador del Islam declara que las enseñanzas de Santo Profeta son perfectas y definitivas. El versículo dice lo siguiente:

…Este día he perfeccionado vuestra religión para vosotros y completado Mi Gracia sobre vosotros y os he escogido al Islam como vuestra religión… (C.5: Al-Maidah: 4)

La deducción obvia de esta afirmación sería que de entre todos los Profetas Portadores de Ley en el mundo, y por entregar al mundo la enseñanza más perfecta, ocuparía el lugar más elevado.

Al desarrollar el tema, se asegura al Santo Fundador en términos claros que el Libro que se le revela será guardado y protegido de las interpolacio­nes. Como tal, no sólo es una enseñanza declarada perfecta sino también permanente: sería guardada en su pureza y sin adulteración con las mismas palabras con las que fue revelada al Santo Fundador del Islam. La historia de los últimos catorce siglos ha aportado un amplio testimonio a la verdad de esta afirmación.

Los que siguen son algunos de los versículos más relevantes:

En verdad, Nosotros mismos hemos revelado esta Exhortación, y ciertamente que seremos su custodio (C.15: Al Hillr: 10)

En verdad, este es un Corán glorioso conservado en una tabla bien guardada (C.85: Al-Burull: 22-23)

A la vista de lo anterior, al Santo Fundador del Islam no sólo se le declara claramente que tiene la supremacía sino que además es el último y definitivo Profeta Portador de Ley, cuya autoridad continuará vigente hasta el final de los tiempos.

Al declarar lo anterior, surge la cuestión de sí, para algunos, esta declaración de la supremacía del Santo Fundador del Islam pudiese crear malentendidos o enemistad entre los seguidores de otras religiones. ¿Cómo se puede reconciliar esta afirmación con el tema de la conferencia, en el sentido de que el Islam garantiza la paz en todas las esferas de interés humano, siendo la religión una de las no menos importantes?

Ha sido por esta cuestión en la mente por lo que me he extendido en el comentario de esta afirmación. Esta pregunta puede ser respondida con plena satisfacción de más de una manera para quienes se la hayan planteado con la mente libre de prejuicios.

Como ya se ha dicho, afirmaciones similares se hacen por parte de seguidores de otras muchas religiones. Lo prudente es investigar los méritos relativos de la afirmación sin caer en el apasionamiento. La afirmación, por sí misma, no debe ofender la sensibilidad de los fieles de otras religiones que hacen similares afirmaciones desde su lado.

Pero el Islam da un paso más al enseñar la humildad y la decencia a sus seguidores de forma que su creencia en la supremacía del Santo Fundador del Islam no se exprese de manera tal que pueda ofender a los otros.

Las siguientes dos Tradiciones del Santo Fundador del Islam son claramente ilustrativas para elucidar el tema que comentamos:

(i) Uno de los compañeros del Santo Profeta del Islam se enzarzó en una discusión bastante apasionada con un fanático seguidor del Profeta Jonás de la ballena. Ambas partes afirmaban en el debate que su profeta sobrepasaba completamente al otro en excelencia. Parece ser que el contendiente musulmán hirió con sus argumentos la sensibilidad del seguidor de Jonás, el cual se dirigió al Profeta Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él, y expuso su queja contra el musulmán con el que debatía. Dirigiéndose a la comunidad en general, el Profeta expresó las siguientes palabras, con ánimo instructivo:

No me declaréis superior a Jonás, el hijo de Mattah. (Bujari: Libro de los Profetas)

Algunos comentaristas musulmanes de las Tradiciones se sienten perplejos ante esta Tradición dado que aparenta estar en contra de la afirmación coránica de que Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él, no sólo es superior a Jonás, sino a todos los Profetas. Sin embargo, parecen olvidar el hecho de que lo que él declaró no era que fuese inferior (o superior) a Jonás, sino simplemente, que sus seguidores no debían declarar que era superior de forma que pudieran ofender los sentimientos de los otros. En el contexto de lo que ocurrió, la única conclusión que podemos derivar es que el Profeta estaba enseñando a los musulmanes una lección de decencia. Les enseñaba a no incurrir en la jactancia. Debían evitar discutir su estatus de forma que pudieran causar ofensa a los demás. Tal actitud sin duda que había de perjudicar la causa del Islam, pues en lugar de ganar corazones y mentes para el mensaje del Islam, se conseguiría justamente lo contrario.

(ii) Esta actitud del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, se ve corroborada también por otra Tradición en la que un musulmán se vio envuelto en un debate similar con un judío. Ambos afirmaban y contradecían respectivamente la superioridad relativa de sus líderes espirituales. De la misma manera, fue el contendiente no-musulmán quién consideró justo expresar su queja por el comportamiento del adversario musulmán. El Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, respondió con su prudencia y humildad habitual, enseñando al musulmán la misma lección de cortesía y decencia, amonestando:

No declaréis que soy superior a Moisés (Bujari: ibíd.)

El resumen de lo que antecede es que sólo compete a Dios decidir y declarar el rango comparativo de cercanía a El de los distintos profetas. Es probable que en una época particular y en el contexto de una religión determinada, Dios haya expresado Su agrado con el Profeta de ese tiempo en términos tan intensos como para declararle el mejor. Los superlativos, después de todo, pueden usarse también en términos relativos en el contexto de una aplicación limitada en el tiempo y el espacio.

Ello pudo conducir fácilmente a los seguidores de un personaje santo a creer que él era el mejor y el más sagrado de todas las épocas y de todos los tiempos venideros. Creer genuinamente en ello no tiene por qué ser considerado como una ofensa a los demás. Una actitud civilizada requeriría que tales aspectos no fueran mal expresados de forma que degenerasen en una contienda entre religiones. Este es exactamente el verdadero sentido de la amonestación del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, referida anteriormente. De adoptarse este principio de humildad y decencia por parte de todas las demás religiones, el mundo de la controversia religiosa, sería el mejor posible.

La salvación no puede ser monopolizada por ninguna religión  

La cuestión de la Salvación, por inocente que pueda parecer en el conjunto, es importante en cuanto a su potencial contra la paz en el mundo interreligioso.

Es bien distinto que una religión declare que los que buscan ser redimidos de Satanás y conseguir la Salvación han de apresurarse por llegar al paraíso seguro de dicha religión, donde encontrarán la Salvación y la liberación eterna del pecado; a que la misma religión declare a continuación, que quienes no hayan buscado refugio en su doctrina serán condenados eternamente sin remisión: por mucho que hagan por agradar a Dios, por mucho que amen a su Creador y a Su creación, por más que intenten llevar una vida de pureza y piedad, serán condenados con absoluta certeza al Fuego eterno.

Siempre que tal punto de vista rígido, intolerante y estricto se expresa con lenguaje provocativo, como suelen proferir los fanáticos religiosos, se producen revueltas violentas.

Las gentes tienen distintas naturalezas. Algunos son cultos, educados y refinados y así es su reacción a las ofensas que se cometen en su contra. Sin embargo, un gran número de gente con inclinación religiosa, tanto cultos como analfabetos, tienden a reaccionar violentamente cuando sienten que su sensibilidad religiosa es ofendida.

Desdichadamente esta última parece ser la actitud de los clérigos de casi todas las religiones frente a quienes no comulgan con su fe. Incluso el Islam es presentado por la mayor parte de sus eruditos medievales como la única puerta de la Salvación en el sentido de que todos los descendientes de Adán que han vivido fuera del ámbito del Islam tienen negada la Salvación. El Cristianismo no ofrece un punto de vista diferente, como tampoco lo ofrece ninguna otra religión a mi entender.

Pero permítanme asegurar a mi audiencia que la atribución de este punto de vista intolerante y estricto al Islam no tiene justificación. El Santo Corán tiene un relato completamente diferente que ofrecer a este respecto.

Según el Santo Corán, la Salvación no puede ser monopolizada por ninguna religión del mundo. Incluso si se revelan nuevas verdades y nacen nuevas eras de luz, quienes viven una vida de ignorancia sin ser culpables de ello, y quienes tratan de llevar una vida de sinceridad aunque hayan heredado falsas ideologías, a éstos Dios no les negará la Salvación.

Los siguientes versículos del Santo Corán comentan esta creencia:

Para cada pueblo Hemos señalado modos de adoración que observan; que no diputen, pues, contigo respecto del modo islámico de adoración; y llama a tu pueblo a tu Señor, pues, en verdad, tú estás en el camino recto      (C. 22: Al Hall: 68)

En otro versículo, declara el Santo Corán en el mismo contexto:

En verdad, quienes han creído en Mohammad, y los judíos, y los sabeos, y los cristianos: quienes creen en Al-lah y en el Ultimo Día y hacen buenas obras, sobre ellos no recaerá el temor ni serán afligidos (C.5: Al-Maidah: 70)

Déjenme recordarles que, aunque, el Pueblo del Libro, es un término que se aplica a judíos y cristianos, tiene en potencia, un ámbito de aplicación más amplio. En el contexto de la afirmación coránica de que “no hay pueblo en el mundo al que no Hayamos enviado un Mensajero” y versículos similares mencionados anteriormente, no queda duda de que no se trata únicamente de los pueblos del Antiguo Testamento y del Evangelio (o de la Tora y el Inyil) a quienes fue concedido el Libro, sino que ciertamente, otros Libros fueron revelados para el beneficio de la humanidad. Por lo tanto, todas las religiones que han declarado estar basadas en la revelación Divina han de ser incluidas entre el Pueblo del Libro.

Asimismo, el Santo Corán emplea el término Sabi que arroja luz adicional sobre el tema y despeja la duda. Sabi es un término empleado por los árabes que se aplica a los seguidores de todas las religiones no-árabes y no-semíticas que poseen sus propios Libros revelados. Así pues, todos los seguidores de las religiones basadas en revelación Divina, siempre que no hayan rechazado de manera genuina el reconocimiento de la luz de una nueva religión y se han adherido con sinceridad y honestidad a los valores de su religión ancestral, nada habrán de temer de Dios y no les será negada la Salvación.

El Santo Corán, al hablar de cualquier grupo de entre los creyentes: judíos, cristianos y sabeos, promete:

Tendrán su recompensa de su Señor, ningún temor les sobrecogerá, ni se afligirán (C.2: Al-Baqarah: 63)

Y si hubiesen cumplido la Tora y el Evangelio y lo que ahora les ha sido revelado por su Señor, en verdad habrían comido de las cosas buenas que existen sobre sus cabezas o bajo sus pies. Hay entre ellos hombres moderados; pero un gran número de ellos  ¡malo es en verdad lo que hacen! (C.5: Al Ma’idah: 67)

Para prevenir a los musulmanes censurar indiscriminadamente a los que no pertenecen al Islam, el Santo Corán declara enfáticamente:

No todos ellos son iguales. Entre las gentes del Libro hay un grupo que cumple su alianza; recitan la palabra de Al-lah durante las horas de la noche y se postran ante El. Creen en Al-lah y en el Ultimo Día, ordenan lo que es bueno y prohíben lo malo y rivalizan entre ellos en las buenas obras. Y estos están entre los justos. Y de sus buenas acciones no se les negará la debida recompensa; y Al-lah conoce bien a los que se protegen contra el mal (C.3: Al-Imran: 114-116)

Existe hoy día un gran malentendido originado en las recientes disputas políticas entre los judíos y los musulmanes, que afirma que según el Islam, todos los judíos serán condenados al infierno. Es algo completamente falso a la luz de lo que les he recitado anteriormente del Santo Corán y a la luz del versículo siguiente:

Del pueblo de Moisés hay un grupo que exhorta a las gentes con la verdad y establece la justicia (C.7: Al-A’raf: 160)

La promoción de la armonía y el mutuo respeto entre religiones

El Santo Corán declara en términos nada ambiguos que no son sólo los musulmanes quienes permanecen firmemente sobre la verdad y quienes encomiendan y dispensan justicia y virtud entre los seguidores de otros cultos. Existen también otras gentes que están en la misma situación.

Esta es la actitud que el mundo de la religión en conjunto debería adoptar hoy día para mejorar la calidad de la relación con los demás credos. La paz religiosa no se puede conseguir sin cultivar tales actitudes de tolerancia, magnanimidad y entendimiento humano hacia las gentes de otros cultos.

Refiriéndose a las religiones del mundo en general, el Santo Corán declara:

Entre los que hemos creado hay gentes que guían a los hombres con la verdad y hacen justicia con ella (C.7: Al-A’raf: 182)

El concepto de universalidad

Desde tiempos inmemoriales, diversos filósofos han soñado con el momento en el que la humanidad pudiera unirse como una gran familia bajo una única bandera. Este concepto de unificación de la humanidad no sólo ha sido mantenido por pensadores políticos sino también por economistas y sociólogos. Pero en ningún campo se ha perseguido esta idea con más ahínco que en el terreno de la religión.

Aunque el Islam también comparte este punto de vista con otras religiones (algunas de ellas poseyendo programas ambiciosos de dominio del mundo), sin embargo, en esta aparente comunalidad, el Islam mantiene una actitud claramente diferente ante afirmaciones ambiciosas como la antes mencionada. No es éste el lugar adecuado para desarrollar a fondo este tema controver­tido y debatir cuál es la religión que Dios ha nombrado para unificar a toda la humanidad bajo una única bandera divina. Pero es muy importante entender las implicaciones de tales afirmaciones por más de una religión en el mundo. Si dos, tres o cuatro religiones poderosas, de tradición histórica largamente establecida, declaran simultáneamente ser religiones universales ¿no han de crear una confusión enorme y la incertidumbre en gran escala en la mente de los seres humanos? ¿Acaso no supone su rivalidad mutua y el afán de dominación una amenaza real e importante para la paz mundial?

Tales movimientos de dimensión global por parte de las religiones son por sí mismos un asunto de grave preocupación. Pero si le añadimos el peligro de que tales movimientos estén en manos de líderes fanáticos, irresponsables e intolerantes se deduce que tales riesgos son múltiples y más reales que académicos.

En el caso del Islam, por desgracia, existe una propaganda ampliamente extendida en el sentido de que el Islam promueve el uso de la fuerza, dondequiera que sea precisa, para la difusión de su ideología. Tales ideas no sólo emanan de los oponentes del Islam sino también del “clero” musulmán de mentalidad medieval.

Obviamente, si una religión apuesta por la ofensiva, las demás tendrán el derecho de defenderse con las mismas armas.

Obviamente, no estoy de acuerdo y rechazo tajantemente la noción de que el Islam abogue por el uso de la fuerza para la difusión ideológica, pero volveremos mas tarde a este aspecto.

Examinemos en primer lugar la racionalidad de tal declaración por cualquier fe del mundo. ¿Puede cualquier religión -El Islam, el Cristianismo, o cualquiera otra- hacerse universal en su Mensaje en el sentido que el Mensaje sea aplicable a todos los seres humanos del mundo, sea cual sea su color, raza o nacionalidad? ¿Qué ocurriría con la multitud de modelos raciales, tribales, tradiciones nacionales, hábitos sociales y culturales?

El concepto de universalidad tal como es propuesto por las religiones, no debe sólo trascender las barreras geográficas y nacionales sino que además ha de trascender el tiempo. Por lo tanto, la pregunta sería: ¿Puede una religión ser eterna, es decir, pueden las enseñanzas de una religión ser aplicables con igual conveniencia a las gentes de esta era, de igual manera que a las de mil años atrás, y a las de aquí a mil años? Incluso si una religión fuera aceptada globalmente por la humanidad entera ¿Cómo podría ser competente tal religión para satisfacer las necesidades de la generación futura?

Corresponde a los seguidores de cada religión sugerir la forma en que las enseñanzas de su respectiva religión proponen resolver los problemas planteados. En nombre del Islam, sin embargo, intentaré resumir brevemente la respuesta islámica a estas cuestiones.

El islam es una religión universal

El Santo Corán aclara repetidamente que el Islam es una religión cuyas enseñanzas están relacionadas con la psique humana. El Islam enfatiza que cualquier religión que se halle enraizada en la psique humana transciende el tiempo y el espacio. La psique humana permanece inalterable. Por lo tanto, la religión que esté verdaderamente enraizada en la psique humana se hace del mismo modo inalterable, siempre y cuando no se comprometa excesivamen­te con las situaciones transitorias por las que pasa el hombre en cualquier época a medida que progresa hacia adelante. Si la religión se adhiere a estos principios que emanan de la psique humana, tal religión posee la potencialidad lógica de convertirse en una religión universal.

El Islam da un paso adelante. En su actitud comprensiva única, describe a todas las religiones del mundo como poseedoras en cierta medida de este carácter de universalidad. Como tal, en cada religión revelada por la Divinidad, siempre existe un núcleo central de enseñanza que está ligada a la psique humana y a la verdad eterna. Este núcleo de las religiones permanece inalterado hasta que los seguidores de tal religión corrompen la enseñanza en un período de tiempo posterior.

Los siguientes versículos explican el tema en cuestión:

Y no se les ordenó (al Pueblo del Libro) más que servir a Al-lah, ser sincero con El en obediencia, ser rectos, cumplir la Oración y pagar el Zakat. Esa es la religión del pueblo del camino recto. (C. 98: Al-Bayyinah: 6)

Dirige pues tu rostro al servicio de la religión como alguien dedicado a Dios. Esta es la naturaleza diseñada por Al-lah: la naturaleza según la cual ha modelado la humanidad. No hay alteración en la creación de Al-lah. Esta es la fe auténtica y duradera. Pero la mayoría de los hombres no lo saben. (C.30: Al-Rum: 31)

Teniendo en cuenta lo anterior, puede cuestionarse cuál es la sabiduría de enviar una religión tras otra con la misma enseñanza. Es más, puede sorprender por qué el Islam declara, en términos relativos, ser más perfecto y universal que las religiones anteriores si todas ellas tenían la misma enseñanza universal inalterable, aplicable a los seres humanos de todos los tiempos.

1) Como respuesta a la primera cuestión, el Santo Corán llama la atención de la humanidad al hecho histórico incuestionable de que los Libros y Escrituras revelados con anterioridad al Corán han sido interpolados. Sus enseñanzas se han corrompido por un proceso gradual de enmiendas o porque han sido introducidos nuevos elementos por interpolación hasta el punto que la validez y autenticidad de tales Libros y Escrituras se ha hecho dudoso y cuestionable.

Obviamente, la responsabilidad de probar que no ha acontecido ningún cambio en la Escritura, recae sobre las gentes que pertenecen a tales religiones. En lo que respecta al Corán, éste ocupa una posición única y distinta entre todos los Libros y Escrituras religiosas. Incluso algunos de los adversarios más firmes del Islam que no creyeron que el Corán fuera la Palabra de Dios han tenido que confesar que el Santo Corán, sin sombra de duda, permanece como el mismo Libro inalterado y sin cambios que Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él declaró que era la Palabra de Dios.

Por ejemplo:

Existe por otra parte todo tipo de seguridad, externa e interna, de que poseemos el mismo texto que el mismo Mohamed aportó y empleó (p. xxvii)

Podemos afirmar, con la máxima asunción, que cada versículo del Corán es la composición genuina e inalterada del mismo Mohamed. (p.xxviii) [Life of Mohamed por Sir William Muir. Londres 1878]

Podrían existir mínimos errores de copia, pero el Corán de Osman no contiene sino elementos genuinos, aunque en ocasiones en un orden muy extraño. Los esfuerzos de los eruditos europeos para probar la existencia de interpolaciones posteriores en el Corán han fracasado  (Prof. Noldeke. Enciclopedia Británica; 9 edición, en “Quran”)

Es un tema de controversia totalmente distinto quién fue el autor del Libro. No obstante, el mismo Libro cuya autoría divina es afrontada por otros Pueblos de Libros, permanece como testimonio del hecho de que no sólo la Torá y el Inyil (el Antiguo Testamento y los Evangelios) fueron revelados en parte por el mismo Dios, sino que también otros Libros pertenecientes a diferentes religiones de otras partes del mundo tuvieron su origen, sin duda, en el mismo Dios: las contradicciones que hoy se encuentran en los mismos son de origen humano. Sin duda que la actitud del Corán es con diferencia la más realista y conducente a la paz entre las religiones.

2) En cuanto a la segunda cuestión, el Santo Corán llama nuestra atención al proceso de evolución en cada esfera de la sociedad humana. Se necesitaron nuevas religiones no sólo para restaurar las enseñanzas fundamentales de las religiones antiguas que habían sido mutiladas por las manos del hombre, sino que también, a medida que la sociedad se desarrollaba, eran precisas más enseñanzas que habían de añadirse a las previas para mantener el ritmo del progreso.

3) Esto no es todo. Otro factor a tener en cuenta en este proceso de cambio era el relativo a enseñanzas secundarias relacionadas con la época, que fueron reveladas a fin de satisfacer las exigencias de un determinado pueblo o tiempo. Esto significa que las religiones no sólo estaban constituidas de núcleos de principios inalterables sino que también poseían enseñanzas periféricas, secundarias e incluso transitorias.

4) Finalmente, aunque no menos importante: el hombre no fue educado y entrenado en las instrucciones divinas en un único tramo, sino que fue formado gradualmente, paso a paso, hasta llegar a una etapa de madurez mental en la que fue considerado preparado apto para recibir todos los principios fundamentales que eran necesarios para su guía. Según la declaración coránica, fue también revelada una enseñanza secundaria inseparable, basada en principios permanentes, como parte de una religión final, perfecta y completa, que fue el Islam. Todo lo que era de carácter puramente local o temporal fue abrogado u omitido; todo lo que era necesario en adelante fue provisto y mantenido (ver Santo Corán C. 5:14-16)

Esto es, en esencia, el concepto islámico de la universalidad religiosa, que el Islam afirma poseer. Corresponde al hombre investigar y juzgar el mérito comparativo de los diferentes demandantes.

Volvemos de nuevo a la cuestión de las religiones que se han propuesto el objetivo de una influencia global. Claramente el Islam posee tal ambición. Por medio de una profecía, el Santo Corán declara que el Islam está destinado a emerger un día como la única religión de la humanidad.

Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y la Religión de la verdad, para hacer que prevaleciera sobre todas las religiones, aunque lo odien quienes asocian dioses a Dios. (C. 61: Al-Saff: 10)

A pesar de su compromiso con la promoción de la paz y la armonía entre las distintas religiones, el Islam no desalienta la difusión competitiva de mensajes e ideologías con el afán de ganar influencia sobre los demás. De hecho, propone como una meta noble la búsqueda del predominio del Islam sobre todos los demás credos, meta que ha de ser perseguida por los fieles del Islam.

Hablando del Santo Fundador del Islamsa, el Santo Corán declara:

Diles: “¡Oh humanidad!, En verdad soy un Mensajero enviado a todos vosotros por Al-lah, a Quien pertenece el reino de los cielos y la tierra. No existe otro dios sino Él. Él da la vida y causa la muerte. Creed pues en Al-lah y en Su Mensajero, el Profeta Iletrado, que cree en Al-lah y en Sus Palabras; y seguidlo para que seáis bien guiados”. (C.7: Al-Araf: 159)

Sin embargo, para prevenir y evitar fricciones y malentendi­dos, el Islam prescribe un conjunto de reglas claras de conducta que garantizan el trato equitativo, la justicia absoluta, la libertad de expresión y el derecho a disentir, igual para todos.

Instrumentos de competición: no coerción

¿Cómo puede una religión declararse universal, internacional o global, y, no obstante, no originar conflictos?

Ninguna religión con un mensaje universal y ambiciones globales de unir a la humanidad bajo una sola bandera puede siquiera plantearse momentáneamente la idea de emplear la fuerza para difundir su mensaje.

La espada puede conquistar territorios pero no corazo­nes.

La fuerza puede doblegar las cabezas pero no las mentes.

El Islam no permite el uso de la fuerza como instrumento para la propagación de su Mensaje. Declara:

No ha de existir coerción en la religión. En verdad, lo recto ha quedado diferenciado de lo erróneo… (C. 2: Al- Baqarah: 257)

Por lo tanto no hay necesidad de coacción. Que el hombre determine dónde está la verdad. Dirigiéndose al Santo Fundador del Islamsa, Dios le advierte claramente en contra de mantener cualquier idea de empleo de la fuerza para intentar reformar la sociedad. Su estatus de reformador queda muy claro en el versículo siguiente:

Adviérteles, por tanto, pues tú no eres más que un Amonestador; mas no tienes autoridad para obligarlos. (C. 88: Al-Ghassiyyah: 22-23)

Desarrollando aún más el mismo tema, se recuerda al Profeta Mohammad, la paz y bendiciones de Dios sean con él:

Pero si se alejan, sabe que no te hemos enviado como protector de ellos. Tu deber sólo consiste en transmi­tir el Mensaje. Deja que Dios lo haga efectivo (C. 42: Al-Shoora: 49)

Incluso si surge una contienda en el proceso de propagación de la nueva ideología y se genera una reacción violenta, el Islam exhorta enérgicamente a sus fieles a que muestren paciencia y perseverancia y eviten el conflicto en la máxima medida de lo posible. Es por esto por lo que, dondequiera que se encomienda a un musulmán que entregue el Mensaje del Islam al mundo a su alcance, se establece un código de conducta preciso. De los varios versículos relativos a este punto, hemos seleccio­nado unos pocos para ilustrar este punto:

Convoca al camino de tu Señor, con sabiduría y la mejor exhorta­ción, y dialoga con ellos de la mejor manera. En verdad, tu Señor conoce perfectamente a quien se ha desviado de Su camino; y también conoce a quienes están rectamente guiados (C. 16: Al-Nahl: 126)

Rechaza lo malo con lo que es bueno. Conocemos perfec­tamente todo lo que alegan (C. 23: Al- Mu’minun: 97)

Aquí “Ahsan” significa lo mejor, lo más atractivo y  bello.

Al describir el código de conducta con el que los creyentes deben de entregar el Mensaje, el Santo Corán hace el siguiente comentario:

Llamamos como testigo a la edad en la que el hombre en conjunto se encontrará en estado de pérdida, excepto los que creen y hacen buenas obras y entregan la Verdad de manera honesta. Exhortan a la paciencia a la vez que ellos mismos ejercitan la paciencia. (C. 103: Al-Asr: 2-4)

También:

Debería actuar como los que creen y se exhortan mutuamente para ejercer la paciencia a la vez que así lo hacen ellos mismos y se exhortan mutuamente a ser considerados y misericordiosos con los demás a la vez que ellos mismos son considerados y misericordio­sos. (C. 90: Al-Balad: 18)

Supervivencia del más adecuado

Según el Santo Corán, la supervivencia y victoria final de un Mensaje depende totalmente de la potencia de sus argumentos y no de la fuerza material que pueda emplear. El Santo Corán es muy claro y específico en este tema. Declara que aunque se utilicen las fuerzas más poderosas para aniquilar la Verdad y apoyar a la falsedad, tales esfuerzos habrán de quedar indefectible­mente frustrados y derrotados. La razón siempre prevalecerá sobre la fuerza bruta de las armas materiales. Por ejemplo, el Santo Corán afirma:

…Pero los que saben con certeza que un día se reunirán con Al-lah dirán: ¡Cuántos pequeños grupos triunfaron sobre grandes masas por la orden de Al-lah!, y Al-lah está con los perseveran­tes (C. 2: Al-Baqarah: 250)

El concepto de la supremacía del Islam ha de ser entendido en el contexto de la orden divina mencionada anteriormente.

En otra parte de un versículo del Sagrado Corán se declara:

…Al-lah esté plenamente contento con ellos y ellos están plenamente contentos con Él. Son del partido de Al-lah. Tened en cuenta que es el partido de Al-lah el que prosperará. (C. 58: Al-Muyadila: 23)

Durante la Batalla de Badr (la primera batalla de la historia del Islam), el poder de los idólatras de la Meca fue confrontado con un pequeño número de musulmanes, sobrepasados ampliamente en número, con un equipo y armamento ínfimo y forzados a luchar una batalla en defensa propia por la preservación de su ideología y no por su propia subsistencia. Comentando esto, el Santo Corán declara:

…Que perezca, pues, el condenado a perecer por veredicto de la lógica manifiesta, y que sobreviva el que merezca sobrevivir por virtud de su lógica manifiesta. (C. 8: Al-Anfal: 43)

Este es el principio universal que ha desempeñado el papel más importante en la evolución de la humanidad. La supervivencia del más adecuado es la esencia de este Mensaje. De hecho, es la metodología de la evolución de la vida.

Libertad de expresión                                      

La libertad de expresión y palabra es vital para la difusión del Mensaje, al igual que lo es para restaurar la dignidad del hombre. Ninguna religión es digna de ser considerada a menos que tienda a restaurar y proteger la dignidad del hombre.

Por lo tanto, a la luz de lo que hemos comentado, debe quedar evidente que es imposible que una religión como el Islam niegue la libertad de palabra y expresión. Al contrario, el Islam defiende este principio de tal manera y con tal valor que es raro encontrar algo similar en otra religión o ideología en el mundo. Por ejemplo, el Santo Corán declara:

Dicen: “Nadie entrara en el Cielo a menos que sea judío o cristiano”. Estos son sus vanos deseos. Diles: “Aportad vuestra prueba, si sois veraces” (C. 2: Al-Baqarah: 112)

También:

¡Han adoptado a otros dioses aparte de El! diles: “Traed vuestra prueba. ¡Aquí está el Libro de los que están conmigo y de los que me precedieron!”. No, la mayoría no conocen la verdad y por eso se apartan de ella. (C. 21: Al-Anbiya: 25)

De cada pueblo mostraremos un testigo y les diremos: “Traed vuestra prueba”. Entonces sabrán que la verdad pertenece a Al-lah y que lo que solían tramar se les esfumará. (C. 28: Al-Qasas: 76)

Y:

¿O poseéis una clara autoridad? Mostrad, pues, vuestro Libro si sois veraces. (C. 37: Al-Saffat: 157-158)

La libertad y la emancipación en el contexto del mundo contemporáneo

La libertad y la emancipación son dos eslóganes importantes que están influenciando al mundo entero con intensidad variable y connotaciones diferentes en distintas partes del globo. No hay duda alguna de que el hombre está adquiriendo una conciencia progresiva de la importancia y valor de la libertad. Existe una necesidad acuciante, sentida en todas partes, de mayor emancipación. ¿De qué? Del yugo del gobierno extranjero, de las dictaduras, del fascismo, de las filosofías totalitarias o teocráticas, de las democracias despóticas, de las burocracias corruptas, de la estrangulación económica de los países pobres por los países ricos, de la ignorancia, la superstición y el fetichismo.

El Islam abandera la causa de la libertad frente a todos estos males, pero no lo hace de manera que se genere desorden, caos y venganza indiscrimi­na­da, que a su vez origine sufrimiento al inocente.

Es el mensaje del Islam: Y a Dios no le agrada el desorden. (C.2: Al-Baqarah: 206)

El Islam, como cualquiera otra religión, insiste en el papel de una libertad equilibrada, con un espíritu de dar y recibir. El concepto de libertad absoluta es un concepto irreal, vacío y extraño en el contexto de la sociedad.

A veces, la idea de la libertad es tan mal entendida y se aplica tan negativamente que la belleza del apreciado principio de libertad de expresión se transforma en la fealdad de la libertad de la injuria, de los insultos y la blasfemia.

La blasfemia

El Islam da un paso más que otras religiones al garantizar al hombre la libertad de palabra y expresión. Se condena, sin duda, la blasfemia, basándose en aspectos éticos y morales, pero no se ordena en el Islam ningún castigo físico, en contra de lo que habitualmente se piensa en el mundo actual.

Si se estudia repetida y profundamente el Santo Corán, es imposible encontrar un simple versículo que declare que la blasfemia es un crimen que el hombre pueda castigar.

Si bien el Santo Corán se opone rotundamente a la conducta y expresión indecentes y a la ofensa contra la sensibilidad de los demás, con o sin razón o fundamento, el Islam no aboga por el castigo de la blasfemia en este mundo ni ampara tal autoridad en nadie.

La blasfemia ha sido mencionada en cinco ocasiones en el Santo Corán.

1) Por ejemplo, el tema es mencionado en términos generales:

El ya os ha revelado en el Libro que, cuando oigáis que son negados y escarnecidos los Signos de Al-lah, no os sentéis con ellos mientras no inicien otra conversación; ya que de no hacerlo seríais como ellos. En verdad, Al-lah reunirá juntos en el Infierno a hipócritas e incrédulos. (C. 4: Al- Nisa: 141)  

Cuando veas a quienes se burlan de Nuestros Signos, apártate de ellos hasta que no empiecen a tratar otro tema. Y si Satanás te hace olvidar, no te sientes, después de caer en la cuenta, con los hombres impíos (C.6: Al-An’am: 69)

¡Qué respuesta más bella frente a la completa fealdad de la blasfemia! El Islam no sólo no permite a ningún ser humano que asuma en sus propias manos el castigo del blasfemo, sino que declara que la gente debe manifestar su protesta contra la blasfemia alejándose de la reunión de personas en la que los valores religiosos son burlados y ridiculizados. Aparte de sugerir medidas positivas, el Santo Corán no prescribe siquiera un boicot permanente contra el blasfemo; al contrario, el Santo Corán deja claro que el boicot sólo debe durar mientras se comete el acto de blasfemia.

2) De nuevo, la blasfemia se menciona en el Sura (capítulo) Al- An’am, donde, hipotéticamente, se discute el tema de la blasfemia no sólo en relación con Dios, sino también respecto a los ídolos y otros objetos imaginarios de adoración aparte de Dios. Las enseñanzas del Corán son sorprendentemente bellas:

No insultéis a quienes ellos invocan en lugar de Al-lah, no sea que ellos, por despecho, insulten a Al-lah en su ignorancia. Así hicimos que cada pueblo considerara justas sus acciones. Pero después volverán a su Señor y El les informará de cuanto hayan hecho. (C. 6: Al An’am: 109)

Este versículo se dirige a los musulmanes. Se les prohíbe terminantemen­te blasfemar contra los ídolos y otros dioses imaginarios de los idólatras. Se señala que de actuar así, los otros, por venganza, pudieran dar rienda suelta a la blasfemia contra Dios. En esta discusión hipotética de blasfemia contra Dios y los ídolos, en términos iguales, no se prescribe en ningún caso castigo físico.

La enseñanza moral de este precepto posee una profunda sabiduría. Si uno comete un crimen contra la sensibilidad espiritual de otro, la parte agraviada tiene el derecho a pagarle con la misma moneda, al margen de la naturaleza de sus creencias y del hecho de que tenga o no razón. No se permiten represalias en términos distintos. Se puede concluir de ello que la ofensa espiritual ha de ser vengada por medios espirituales, de igual manera que la ofensa física es vengada mediante medidas físicas, aunque sin transgresión.

3) La blasfemia se menciona en el Santo Corán en relación con María y Jesús, la paz sea con ellos.

Por su incredulidad y por lanzar contra María una grave calum­nia. (C.4: Al-Nisa: 157)

Este versículo se refiere a la postura histórica de los judíos contemporáneos de Jesucristo(as). De acuerdo con el versículo, los judíos cometieron una grave blasfemia al declarar que María -la paz sea con ella- no era casta y al alegar que Jesús – la paz sea con él- era un niño de nacimiento dudosamente legítimo.

La palabra árabe Buhtanan ‘Azima (traducida arriba como “una grave calumnia” expresa la condena de esta locura de los judíos en los términos más enérgicos. Sin embargo, sorprendentemente, no es prescrito ningún castigo físico.

4) Es interesante señalar que, mientras que el Corán condena a los judíos por cometer un acto de blasfemia contra María y Jesús (la paz sea con ellos), al mismo tiempo los cristianos son censurados por cometer blasfemia contra Dios al declarar que a Dios le nació un hijo mediante una esposa humana. En el versículo siguiente, el Santo Corán lo declara una enormidad. Sin embargo, no se invoca castigo físico de ninguna clase ni se delega a la autoridad humana el derecho a castigar la blasfemia contra Dios.

No tienen el menor conocimiento de ello, ni lo tuvieron sus padres. Es una maldad la palabra que sale de sus bocas. No dicen más que mentiras (C. 18: Al-Kahf: 6)

5) Finalmente quisiera comentar el tema más sensible -más sensible en el sentido que los musulmanes de hoy se muestran más susceptibles a la blasfemia contra el Santo Fundador del Islamsa que a la blasfemia contra cualquier otra cosa ¡incluyendo a Dios!-.

Y sin embargo, existe un ejemplo de este tipo tan serio de blasfemia recogido en el mismo Santo Corán, que habla de Abdul-lah bin Ubayy bin Salul, conocido en la historia del Islam como el Jefe de los Hipócritas.

Al volver en cierta ocasión de una expedición. Abdul-lah bin Ubayy declaró, en compañía de otros, que en el momento en que volvieran a Medina, el más Noble expulsaría al más Insignificante de entre los medinitas.

Dicen: “Si volvemos a Medina, el más honorable ciertamente expulsará de ella al más insignificante”; mientras que el auténtico honor corresponde a Al-lah y a Su Mensajero y a los creyentes; pero los hipócritas lo desconocen. (C.63: Al-Munafi­qun: 9)

Todos entendieron el insulto implícito al Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él. Se sentían tan llenos de indignación y furor que si se les hubiera permitido, habrían pasado por la espada a Abdul-lah bin Ubayy.

Se conoce la historia auténtica que relata que los ánimos estaban tan encrespados ante este incidente que nadie menos que el propio hijo de Abdul-lah bin Ubayy se aproximó al Santo Profeta del Islamsa y le solicitó permiso para matar a su padre con sus propias manos. El hijo argumentó que si algún otro lo hiciera, él podría, más adelante y por ignorancia, abrigar el pensamiento de vengarse del que matara a su padre. Durante siglos, los árabes se habían acostumbrado a vengarse incluso del más pequeño insulto cometido contra ellos o sus familiares cercanos. Posiblemente la idea de esta costumbre era la que tenía en mente su hijo. Pero el Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, rechazó su requerimiento y no permitió que nadie de entre sus Compañeros castigara al hipócrita Abdul-lah bin Ubayy de ninguna forma. (Narrado por Ibn Ishaq: Al-Sira tun Nabawiyya por Ibn Hashim, pt. III; p.155)

Al retornar a Medina tras la expedición, Abdul-lah bin Ubayy continuó viviendo en paz. Cuando finalmente murió de muerte natural, el Santo Profeta sa otorgó al hijo de Abdul-lah, para sorpresa de todos, su propia camisa para que fuera utilizada como sudario del difunto: un acto singular de bendición -que debió haber dejado al resto de Compañeros deseosos de cambiarla al hijo por la totalidad de sus posesiones-. No sólo eso, sino que, además, el Santo Profeta sa decidió dirigir la oración del funeral. Tal decisión debió de molestar profundamente a muchos de los Compañeros que nunca perdonaron a Abdul-lah la grave ofensa mencionada anteriormente. Fue Umar, que más tarde sucedió al Profeta sa como segundo Jalifa, quien hizo de portavoz de la desazón contenida.

Se relata que, cuando el Santo Profeta sa se dirigía al funeral, Umar se adelantó repentinamente y se colocó en el medio del camino, rogando al Profeta sa que cambiara su decisión. Al actuar así, Umar recordó al Profeta sa el versículo del Santo Corán en el que se hace referencia a cierto hipócrita conocido para el que no sería aceptada la intercesión aun cuando el Profeta sa rezara setenta veces por él. Digamos de paso, que el número setenta no ha de ser tomado literalmente, puesto que en el uso árabe, se emplea para indicar un número alto.

Sin embargo, el Santo Profeta sa sonrió y respondió: Hazte a un lado, Umar. Yo lo conozco mejor. Si supiera que Dios no lo habría de perdonar aunque pidiera perdón setenta veces, pediría perdón por él más de setenta. A continuación el Profeta dirigió la oración funeraria. (Bujari II, Kitab Al-Yanaiz p. 121 e ibíd. Bab-al-Kafn pp. 96-97).

Se trata una réplica adecuada a aquellos que enronquecen a fuerza de gritar al pedir la muerte y nada más que la muerte para el blasfemo que se atreve a insultar al Santo Fundadorsa del Islam.

Una religión así ha de tener derecho a reivindicar establecer la paz inter-religiosa en el mundo.

La cooperación inter-religiosa

En las relaciones internacionales, el Islam da un paso más al declarar:

…Y no dejes que la enemistad de un pueblo que os ha impedido acceder a la Mezquita Sagrada, os incite a tratarlos con injusti­cia. Al contrario, ayudaos mutuamente en las cosas buenas de la vida y en todas las cosas que se basen en el temor de Al-lah. Sin embargo, no os ayudéis mutuamente en el pecado y la transgre­sión… (C.5: Al-Maidah: 3)

El Corán no permite a los musulmanes que traten con injusticia ni siquiera a los enemigos que cometen agresiones contra ellos, a causa de la enemistad religiosa.

Volviendo al grupo de los no creyentes, de los que no se conocía que hubieran tomado parte activa en las hostilidades contra los musulmanes, el Santo Corán dice a los creyentes respecto a ellos:

Es posible que Al-lah haga surgir el amor entre vosotros y aquellos con los que ahora estáis enemistados; pues Al-lah es Todopoderoso: y Al-lah es el Sumo Indulgente, Misericordioso. Respecto a quienes no han luchado contra vosotros en razón de vuestra religión y no os han expulsado de vuestras casas, Al-lah no os prohíbe que seáis amables con ellos y que actuéis justamen­te frente a ellos; en verdad, Al-lah ama a los que hacen justi­cia. (C. 60: Al-Mumtahanah: 8,9).

Se enseña también a los musulmanes a que inviten al Pueblo del Libro y a que cooperen con ellos en la difusión del Mensaje de la unidad de Dios -creencia compartida con ellos-. La importancia del versículo que sigue estriba en que hace énfasis en el tema de la comunalidad y en que traza un programa mutuo para el beneficio de la humanidad en vez de recalcar los aspectos de las diferencias que producen discordia.

Diles: “¡Oh gente del Libro! venid a una palabra que es igual entre nosotros y vosotros: que no adoremos a nadie que no sea Al-lah, y no asociemos a nadie con Él, y que ninguno de nosotros tomemos a nadie por Señor aparte de Al-lah”. Pero si vuelven la espalda, diles: “Sed testigos de que nos hemos sometido a Dios” (C. 3: Al-Imran: 65)

 

 

Conclusión

Antes de examinar el papel provechoso que las religiones de buena fe del mundo pueden desempeñar para proporcionar al hombre la paz en todas sus áreas de actividad humana, es esencial examinar críticamente el papel de las religiones a la hora de establecer la paz dentro de los distintos grupos de sus propios fieles, y también juzgar si las religiones -mientras existan como tales- pueden aprender alguna vez a vivir en paz entre sí. A juzgar por la creciente influencia del materialismo y el énfasis de la sociedad en conjunto en permutar los valores espirituales por los sensuales y carnales, pudiera pensarse que la religión debe quedar descartada e ignorada como factor no importante en este contexto.

Siento disentir de tal conclusión, porque, a menos que reformemos las actitudes religiosas internas y externas, la religión continuará desempeñando un papel negativo muy importante, en lugar de beneficioso, en los esfuerzos encaminados a conseguir la paz global. La religión, que debiera haber jugado un papel destacado en el establecimiento de la paz y en la eliminación de los malentendidos entre fieles de distintas creencias y religiones, fomentando la decencia y promoviendo el principio del “vive y deja vivir”; lamentablemente, en la actualidad, ha jugado un rol muy pequeño e insignificante, si es que ha tenido alguno, en la promoción de la paz en el mundo. Al contrario, en la difusión de la violencia y el derramamiento de sangre, la miseria y el sufrimiento, se ha manifestado como una fuerza potente y dinámica, que no debe ser subestimada en absoluto. No puede imaginarse ningún tipo de paz global sin abordar este problema vital y subsanar sus defectos.

En el ámbito interno de la religión, los sentimientos religiosos pueden ser excitados y activados enérgicamente para difundir la desdicha y el sufrimiento entre una sección de los fieles, los cuales, por desgracia, pertenecen normalmente a una secta minoritaria de la propia religión.

Toda la historia musulmana está llena de similares episodios desprecia­bles, en los que el Islam, la religión de la paz, ha sido utilizado para acabar con la paz de creyentes inocentes, los cuales, desde luego, creían en el Islam pero no en la forma y estilo que los demás deseaban. De hecho, el estudio de la historia islámica muestra sin duda alguna cómo el Islam ha sido utilizado para la persecución de los propios musulmanes. Las “guerras santas” que los musulmanes lucharon contra los cruzados se ven ampliamente sobrepasa­das en número y magnitud por las “guerras santas” que los musulmanes pelearon contra musulmanes a lo largo de los últimos catorce siglos.

El capítulo no se ha cerrado. Lo que está aconteciendo en el Pakistán respecto a los musulmanes áhmadis y ocasionalmente contra la minoría chiita, es suficiente para elucidar este atroz problema que debió desaparecer hace tiempo pero que continúa vivo en la actualidad.

En el cristianismo, la persecución de cristianos a manos de cristianos puede parecer algo ya enterrado bajo los escombros de la historia europea y americana; sin embargo, el estudio de contienda religioso-política en la Irlanda actual parece probar lo contrario. De igual manera existen peligros potenciales de lucha sectaria dentro del cristianismo en otras partes del mundo, que en el momento actual se hayan ocupadas en otras disensiones y disputas.

En las relaciones inter-religiosas, los disturbios hindú-musulmanes de la India, la contienda cristiano-musulmán de Nigeria o las hostilidades judío-musulmanas en Oriente Medio y otros lugares, así como también la tendencia a la fragilidad en la relación política y económica judeo-cristiana, son algunos de los signos de los peligros latentes que permanecen como volcanes ocultos en el subterráneo del mundo religioso.

No se puede dejar de insistir en la importancia de reformar las actitudes ante tales problemas.

Para resumir el punto de vista islámico sobre cómo deben ser resueltos los problemas antes mencionados, concluiremos señalando que:

1) Todas las religiones del mundo, tanto si creen en el Islam como si no lo hacen, deben aceptar el principio islámico de no permitir el uso de la fuerza y la coacción en manera alguna, como instrumento para resolver las contiendas inter-sectarias e inter-religiosas. Debe protegerse, de manera absoluta, la libertad de religión y la libertad de profesarla, propagarla, practicarla y ejercerla, o el de abandonarla, dejar de creer o cambiar la propia creencia.

2) Incluso si otras religiones no pueden estar de acuerdo con el concepto islámico de la universalidad de la verdad y piensan como el judaísmo, cristianismo, budismo, confucionismo o zoroastrianismo etc., que las demás religiones son falsas y no tienen nada que ver con Dios; sin embargo, a pesar de esta negación de la verdad universal, todas las religiones deben aceptar el principio islámico de respeto y reverencia hacia los Fundadores y personajes religiosos de otras fes. En esta aplicación no comprometerían sus principios. Se trata de un asunto de derechos humanos fundamentales: el derecho de cada ser humano a que no se violen u ofendan sus sensibilidades religiosas y sentimientos ha de ser reconocido.

3) Debe recordarse que el principio anterior no puede ser ejecutado por ninguna ley nacional o internacional. Debe ser entendido junto con el principio de que la blasfemia no conlleva un castigo humano sino que debe ser desalentada y reprobada, favoreciendo que la opinión pública condene estos actos como indecentes, imprudentes y aborrecibles.

4) Deben promoverse Conferencias Interreligiosas frecuentes según el patrón introducido por la Comunidad Musulmana Ahmadía en la primera parte de este siglo. El espíritu de tales conferencias puede sintetizarse en las siguientes características:

  1. a) Todos los conferenciantes deben destacar los puntos positivos y atractivos de los distintos aspectos de sus fes, sin atacar a las demás creencias.
  2. b) Los oradores pertenecientes a una fe deben tratar genuinamente de descubrir los aspectos positivos de las otras creencias, hablando sobre ellas y explicando por qué les resultan atractivas.
  3. c) Los oradores que pertenezcan a otras fes deberían rendir homenaje a la nobleza y carácter de los líderes de las demás religiones. Por ejemplo, el orador judío podría hablar de los aspectos destacados del Santo Profeta Mohammadsa, que pueden ser apreciados por todos los seres humanos, sin comprometer sus dogmas religiosos. De forma similar, un orador musulmán podría hablar de Krishna(as), un orador hindú sobre Jesucristo, un budista sobre Moisés (la paz y bendiciones de Dios sea con todos ellos) etc. Durante la tercera década de este siglo, este tipo de Conferencias, promovidas por la Comunidad Ahmadía, tuvieron lugar en la India con el fin de mejorar las relaciones hindú-musulmanas, con gran éxito y creciente popularidad.
  4. d) Sin perjuicio de lo expuesto en (c), debe ser preservada la santidad del diálogo religioso entre sectas y fes. El intercambio de puntos de vista inter-religiosos no debe ser condenado como intento de sabotear la paz religiosa. Es la forma de dialogar la que, si no es adecuada, debe ser condenada, y no el diálogo en sí mismo. El libre flujo de ideas es el más importante de los derechos humanos fundamentales, y es esencial para la supervivencia del más apto. No debe ser comprometido a ningún costo.
  5. e) Para aminorar las áreas de divergencia e incrementar la posibilidad de acuerdos, es esencial que todas las religiones acepten el principio de limitar los debates con los seguidores de otras fes a las fuentes de sus religiones respectivas. La declaración coránica de que todas las religiones fueron iguales en su origen no debe tomarse a la ligera. Encierra una gran sabiduría que debe ser estudiada y examinada por todas las religiones para su propio provecho y para el de la humanidad en conjunto.

5) Debe promoverse la cooperación en todos los planes y programas para beneficio mutuo de la humanidad. Por ejemplo, podrían emprenderse proyectos filantrópicos de forma conjunta entre cristianos y musulmanes, hindúes y judíos etc.

Sólo entonces podríamos albergar la esperanza de hacer realidad el sueño utópico de todas las épocas, de unir al hombre bajo una bandera en todos los ámbitos de la actividad humana, tanto en el campo religioso como en el social, económico, político, y en todo lo que es importante.

Share via