3. La paz socio-económica
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La paz socio-económica

Y los que emplean sus riquezas para buscar el placer de Al-lah y fortalecer sus almas son semejantes a un jardín sobre un terreno elevado. Basta que la lluvia abundante caiga sobre él para que se dupliquen sus frutos. Y si no cae sobre él un fuerte aguacero, le basta con una lluvia ligera. Y Al-lah ve lo que hacéis. (C. 2: Al-Baqarah: 266)

Se ha hecho hermoso para los hombres el amor por las cosas deseadas: mujeres e hijos, montones atesorados de oro y plata, caballos que pastan, rebaños y culti­vos. Esas son las provisiones para esta vida; pero es junto a Al-lah donde se encuentra una morada excelen­te. (C. 3: Al-Imrán: 15)

Introducción 

El Islam también ofrece consejos en las áreas donde se unen las esferas sociales y económicas. De llevarse a cabo en la práctica estas enseñanzas, se transformarían nuestros anocheceres y albas en crepúsculos de excepcional belleza.

La justicia económica según el capitalismo, el socialismo y el islam.

La justicia económica es un hermoso slogan. Aunque se ha intentado monopoli­zar por parte de algunos, excluyendo a otros, el slogan es común tanto a la sociedad capitalista de economía de mercado libre, como a la doctrina social científica del materialismo dialéctico: ambos hablan de justicia. Pero, con las debidas disculpas, lamento afirmar que ambas han fracasado en hacer plena justicia al principio de oro de la justicia económi­ca; pero hablaremos de ello más adelante.

El concepto islámico de justicia absoluta es totalmente predominante y extenso. Abarca todos los aspectos de la enseñanza islámica. Pero no es eso todo, sino que el Islam da un paso más.

En el socialismo científico, se intenta nivelar el suelo económico de forma tan perfecta que no quede ningún altibajo. Si se riega, este suelo recibirá su parte por igual. No se plantea demanda alguna por parte de los que no tienen, ni amenaza a los poseedores por parte de los menos afortunados de la sociedad, de que les “roben” a la fuerza su “riqueza exceden­te”.

En la sociedad capitalista, se habla más de la igualdad de oportunida­des, de terrenos igualitarios y de economías libres que de una distribución equitativa de la riqueza. De esta forma, se crea siempre un espacio para la demanda de derechos y la creación de grupos de presión como los sindicatos, etc. que buscan conseguir lo máximo del gobierno u otros capitalistas a favor del empleado y el obrero, que viven siempre con un sentimiento de privación.

Si se llevase a cabo de una manera ideal el socialismo científico, ningún sector de la sociedad sentiría en lo sucesivo la necesidad de plantear exigencias, pues tal sociedad sería, o bien lo suficientemente rica para distribuir equitativa­mente la riqueza nacional de acuerdo con sus necesidades, o bien tan pobre, al fracasar en satisfacer sus necesidades, que haría que cada miembro de la sociedad compartiera su miseria por igual. En ambos casos, se convertiría en una sociedad en la que las demandas ya no tendrían ningún papel significati­vo que jugar.

El sistema capitalista, por otra parte, está orientado hacia la demanda. Debe otorgarse a los sectores menos afortunados de la sociedad el derecho a expresar su insatisfacción y una oportunidad libre para ser escuchados: de ahí se deriva la necesidad de formación de grupos de presión, huelgas, lucha industrial, cierres o paros patronales etc.

El Islam trata de crear una actitud por la que a los gobiernos y a los ricos se les recuerde constantemente que deben establecer un sistema económico justo en pro de su propio interés definitivo. También se les exhorta constantemen­te a que miren por los derechos ajenos. No deben negarse al débil o al pobre sus derechos económicos fundamentales, tales como la libertad de escoger una profesión, la igualdad de acceso a las oportunidades y a los requerimien­tos básicos de la existencia. La falta de esta actitud especial ya ha causado mucha miseria, dolor y desorden en la historia de la lucha humana por la superviven­cia. Por eso el Islam da mayor énfasis en “dar” que en “tomar” o “mantener”. Los gobiernos y los ricos deben velar continua­mente para que un sector de la sociedad no quede privado de su derecho humano fundamental a vivir decentemente. Un Estado islámico auténtico hubiera sentido esta necesidad y adoptado las medidas adecuadas para su realización. Antes de que el dolor se convierta en gritos y protestas y antes de que la necesidad amenace la paz y el orden, debe ser retirada la causa del agravio y satisfecha la necesidad.

Aparentemente, en este aspecto, el Islam comparte su carácter con la sociedad socialista, pero, de hecho, la similitud es solamente superficial. El Islam alcanza dicha meta pero no a través de los métodos de coacción prescritos por el socialismo científico.

El tiempo no me permite describir con detalle la forma en que el Islam intenta alcanzar esta meta elevada, pero podemos mencionar brevemente que el modo como el Islam enfoca esta cuestión no es un modo exánime ni mecánico, como la filosofía del materialismo dialéctico. El sistema socialista islámico permanece profundamente arraigado a las leyes innatas de la psique humana.

Entre otras cosas, el Islam crea un entorno en el que la demanda de derechos para uno mismo da paso al respeto de los derechos de los demás. El nivel de conciencia y sensibili­dad ante el sufrimiento de los otros seres humanos se eleva a tal grado, que los miembros de la sociedad en su conjunto se sienten más preocupados de lo que deben a la sociedad, que de lo que la sociedad les debe a ellos.

“Dad al obrero más de lo adeudado “es una continua exhortación del Santo Profeta a sus seguidores.”Pagadle su salario antes de que el sudor se le haya seca­do”. “No impongáis tareas a vuestros empleados, tareas que no podáis realizar vosotros mismos”. “En la medida de lo posible, alimentad a vues­tros criados con lo mismo que alimentáis a vuestra familia. Proporcionadles ropas simila­res”. “No transgredáis contra el débil de forma alguna, o seréis responsables ante Dios”. “Para que no sucumbáis al falso orgullo, ofreced asiento a vuestros sirvientes, de vez en cuanto, en la misma mesa que ocupáis vosotros y servidles.” (Varios Hadices)

 

Gastar por una buena causa incluso en la adversidad

Se hace hincapié en el respeto a la dignidad humana, en los términos más rotundos, en cada esfera de la vida. Los siguientes versículos del Santo Corán presentan el código de ética respecto a las necesidades del pobre y el necesitado y a la manera en que deben cumplirse.

La recompensa de Dios por el perdón es para:

Los que gastan en la prosperidad y en la adversidad y los que reprimen su cólera y perdonan a los hombres; Pues Al-lah ama a los que hacen el bien.”(C.3: Al-Imran 125)

El gasto por la causa del pobre

El concepto de limosna tal como se concibe en el mundo en general tiene una doble cara. Por un lado ensalza las cualidades del que entrega la limosna. Por otro lado crea una imagen embarazosa, si no desgraciada, del que la recibe. El acto por sí de recibir limosna degrada su condición. El Islam revolu­ciona este concepto.

El siguiente versículo del Santo Corán hace un análisis fascinante del por qué algunas personas son muy pobres y otras son ricas.

“Una parte de su riqueza comprende lo que debería pertenecer por derecho al que pide ayuda, el mendigo, y al que no puede, el pobre” (C. 51: Al-Dhariyat: 20)

El punto que generalmente se olvida es el uso de la palabra HAQ (derecho) que habla profundamente de la actitud quien ofrece limosnas así como de la actitud de quien las recibe. Al que ofrece se le recuerda que lo que otorga al pobre, en realidad no le pertenece. Ha de existir un serio fallo en la economía, para que una parte de la gente se vea obligada a mendigar para su subsistencia. En un sistema económico sano, no ha de haber lugar para los indigentes, pues no hay razón genuina para tener que mendigar para sobrevivir. El mensaje que se transmite a quienes reciben limosnas les recuerda que no han de sentirse avergonzados ni sufrir complejo alguno, pues, de hecho, Dios les ha concedido el derecho fundamental de vivir decente y honradamente. Así pues, todo lo que su aparente benefactor les ofrece, es su propio derecho, que, por una u otra razón, se había transferido al donador.

Como ya se ha mencionado anteriormente, las enseñanzas divinas están conectadas directamente con la naturaleza humana. Cualquier mandamiento que pudiera alterar el equilibrio, es contrarrestado con medidas correctivas.

La gratitud

En el caso tratado anteriormente, existe, por supuesto, el riesgo inhe­rente de que algunas personas se muestren ingratas hacia sus benefactores, y, en lugar de expresar gratitud ante cualquier favor recibido, puedan acabar diciendo que lo recibido por ellos lo era por derecho propio, y que no había necesidad alguna de mostrar agradecimiento a dicha persona. Si se alentara esta tendencia, sería a costa de una conducta cortés y decente.

Dirigiéndose al receptor de los favores, el Santo Corán le recuerda continua­men­te su deber de ser agradecido y expresar su gratitud por pequeño que sea el favor que se le muestre. Al creyente se le dice continuamente que Dios no ama al ingrato:

Si sois desagradecidos, Al-lah en verdad es Autosufi­ciente, al ser indepen­dien­te de vosotros. Más El no aprueba la ingratitud en Sus siervos; pero si mostráis gratitud, le agrada verla en voso­tros. Ninguno llevará la carga de otro. Después volveréis a vuestro Señor. El os informará de los que habéis estado haciendo. En verdad, El conoce muy bien lo que pasa por vuestros pensamien­tos. (Ch 39 Al- Zumar: 8)

Más adelante, haciendo hincapié en la importancia de la disposición para el agradeci­miento, el Santo Fundador de Islam nos recuerda:

“El que no es agradecido con los seres humanos tampoco es agradecido con Dios”

De aquí se deduce que si alguien es ingrato hacia los seres humanos, aunque se mostrara agradecido a Dios, su gratitud no sería aceptada por El. Así pues, el mensaje del Santo Corán, tal como se contempla en el versículo anterior (Al-Zumar: 8) no desalienta la decencia, la cortesía y la gratitud. Se trata de un mensaje discreto, dirigido a quien recibe los favores, para que no sufra ningún tipo de complejos ni se dañe su dignidad. De ello se deduce que expresar gratitud no atenta contra la dignidad del hombre, sino que, al contrario, la eleva aún más.

Volviendo al donante, el Islam inculca una actitud totalmen­te diferente. Se considera contrario a la dignidad y la modestia aceptar la gratitud como si uno se la mereciera. Esta tendencia forma parte de la conducta civilizada de cualquier parte del mundo, pero existe una diferencia fundamental entre este hábito universal y la enseñanza islámica de conducta honrosa. El Islam instruye al donante a servir a la humanidad por una causa más elevada y noble que la mera satisfacción de una necesidad natural o la adquisición de una buena reputación por actos benevolentes. El Islam recuerda al hombre repetidamente que haga el bien por Dios y sólo para conseguir Su agrado y Sus favores.

De esto se hace evidente que cuando un verdadero musulmán hace cualquier ofrecimiento a alguien que lo necesita, no lo hace, en realidad, para sí mismo ni para nadie, sino sólo para agradar a Su Creador Quien al principio le otorgó todo lo que poseía.

A la luz de este principio, todo lo que gasta en los demás es su forma de expresar gratitud a Su Señor y no para favorecer a alguien. Esta sublime actitud tiene sus raíces en uno de los primeros versículos de Santo Corán que recuerda a los creyentes:

…..”De lo que le hemos provisto, gastan una parte en Nuestra causa”. (C. 2: Al-Baqarah: 4)

Por lo tanto, el verdadero creyente no rechaza la gratitud por mera cortesía, sino porque cree sinceramente que si el destinatario de los favores debe gratitud a alguien, es sólo a Dios y no a él. Los verdaderos creyentes que comprenden de verdad el significado de la fe, se sienten muy azorados cuando se les agradecen sus favores. El Santo Corán declara:

Alimentan, por amor a Él, al pobre, al huérfano y al prisionero, incluso estando ellos mismo necesitados, diciendo. “Os damos de comer solo por agradar a Al-lah. No deseamos recompensa ni vuestro agradecimiento” (C. 76: Al-Dahr: 9-10)

No es suficiente alimentar a la gente, sino también alimentarles cuando uno conoce por sí mismo el significado del hambre y del sufrimiento, y se comparte el dolor sin esperar recompensa ni agradecimiento a cambio.

La belleza de este versículo es deslumbrante. Si se enseñara a los creyentes a mostrar una actitud superficial y condescen­diente, simplemente rechazando aceptar la gratitud y con una pose de humildad, existiría un gran riesgo de alentar la hipocresía. Cuando decimos “no gracias”, somos conscientes del hecho de que actuando así se ensalza nuestra imagen a los ojos de la persona favorecida.

La enseñanza islámica es mucho más sublime. Se recuerda al bienhechor que no puede vender sus mercancías dos veces a grupos distintos. Un acto de bondad puede ser realizado, o bien para obtener el agrado de Dios, o bien para ganar el favor público. Según este versículo no se pueden sustentar simultánea­mente ambas intenciones.

Cuando el siervo de Dios sensible y fiel, le dice al necesitado que sus intenciones son ciertamente agradar a Dios, también le recuerda al mismo tiempo, que Dios es el verdadero bienhechor, eliminando así cualquier tipo de complejo de inferioridad que pudiera surgir.

No hay recompensa humana por los favores

En el Islam, mostrar cortesía a los demás no ha de consti­tuir un hábito superficial aprendido de los valores de la civilización, sino que debe estar profundamen­te arraigado en la fe en Dios. Todas las limosnas ofrecidas al necesitado deben darse sin ningún motivo oculto de recibir algo a cambio del destinatario.

Y no concedas favores intentando conseguir más a cambio” (C. 74: Al Muddazir: 7)

El Islam exige que cuando se ofrezca un favor a alguien, este se olvide como si nada hubiera ocurrido. Vanagloriarse por una obra buena y sacar a relucir los propios favores es declarado como suicida y auto-destructor del propio acto de bondad. Por el contrario, el auténtico creyente se comporta tal y como se describe en los siguientes versículos que comparan la conducta correcta con la incorrecta de forma más extensa:

Los que emplean sus bienes en la causa de Al-lah son semejantes a un grano de maíz que da siete espigas, y en cada espiga hay cien granos. Y Al-lah lo multiplica aún más para quien Le place; y Al-lah es Magnánimo, Omnisciente. Quienes emplean sus bienes en la causa de Al-lah, y a continuación no hacen que lo empleado vaya seguido de burlas o agravios, son los que tendrán la recompensa con su Señor, y no tendrán temor ni se afligirán. Una palabra amable y el perdón son mejores que una limosna seguida de agravios; y Al-lah es Autosuficiente, Indulgen­te.  ¡Oh creyentes!, No hagáis vanas vuestras limosnas recordando al destinatario vuestros favores o causándole molestias a cambio de lo que le habéis dado. Ese caso sería similar al de quien gasta su fortuna para ser visto por los hombres, y no cree en Al-lah ni en el Ultimo Día. Su caso es similar a una roca lisa, cubierta con tierra, sobre la que cae el aguacero, dejándola desnuda, lisa y dura. Estos no conseguirán mantener nada de lo que han ganado. Y Al-lah no guía a la gente incrédula (C. 2: Al Baqarah: 262-265)

También:

“No rechaces a quien busca tu ayuda” (Ch: 93: Al-Duha: 11)

Pedir limosnas

Incluso los mendigos han de ser tratados con respeto. No ha de tratarse con rudeza al mendigo. Aunque, la mendicidad no es alentada se garantiza el derecho a pedir limosnas cuando uno se encuentra en situación de necesidad imperiosa. Es más, no se permite que nadie hiera la autoestima de los que se ven obligados a pedir.

En la primera época islámica, aun cuando quedaba salvaguar­dada incluso la dignidad de los mendigos, la sociedad en su conjunto logró comprender que no mendigar era ciertamente mejor que hacerlo. En una ocasión, el Santo Fundador del Islamsa mencionó esta comparación, declarando:

“La mano del que ofrece es mejor que la del que recibe.”

Debido a ello un considerable número de musulmanes prefirió morir en la pobreza a tener que pedir para sobrevivir. Para atender sus necesida­des, el Santo Corán recuerda a la sociedad en general, que entre vosotros hay gente que se esfuerza en el camino de Al-lah, que no encuentra medios para salir de su pobreza.

“Estas limosnas son para los pobres que se encuentran detenidos en el camino de Al-lah y que no pueden moverse por la tierra. El hombre ignorante piensa que carecen de necesidades porque se abstienen de pedir. Tú los conocerás por su aspecto, no piden a los hombres de modo inoportuno. Y cualquier riqueza que empleéis para estas personas sabed que Al-lah la conoce perfectamente. (C.2: Al-Baqarah: 274)

Este principio queda aclarado en el siguiente versículo:

“Cuanto Al-lah ha entregado a Su Mensajero como botín del pueblo de las ciudades es para Al-lah, y para el Mensajero, y para los parientes cercanos, y para los huérfanos, los necesitados y los viajeros; para que no circule únicamente entre aquellos de vosotros que sois ricos. Y cuanto os da el Mensajero, tomadlo; y cuanto os prohíba, absteneos de ello. Temed a Al-lah, pues en verdad, Al-lah es severo en la retribución (59: Al-Hashr: 8)

El Santo Profeta del Islam, la paz y bendiciones de Al-lah sean con él, menciona también este principio en una tradición traducida parcialmente así:

Hakim bin Hizam narra: “El Santo Profeta sa dijo, “La mano que está arriba es mejor que la mano que está debajo” (es decir, quien da en caridad es mejor que quien la recibe). Se ha de comenzar dando, en primer lugar, a los subordinados. El mejor objeto de caridad es el que otorga una persona adinerada (del dinero que le queda tras los correspondientes gastos). El que se abstiene de pedir a otra ayuda económica, Al-lah se la propor­cionará, y le evitará tener que pedirla a los demás. Al-lah le hará autosuficiente.

Poseéis, pues, un mano superior al servicio de los demás: ofreciendo limosnas y sirviendo a los demás y no siendo los receptores de limosnas ni favores.

¿Que puede ofrecerse en caridad?

Aparte de la manera con la que se ofrece, también es importante lo que se ofrece. Si se ofrece algo que a uno mismo le produciría vergüenza recibir de otro, eso no se puede definir como limosna, según el Santo Corán. Sería como arrojar algo a la papelera.

“Oh creyentes gastad de las cosas buenas que habéis ganado, y de lo que hacemos brotar de la tierra para vosotros; y no seleccio­néis para caridad lo que carece de valor, aquello que no acepta­ríais vosotros mismos sin que os sintáis azora­dos y avergonzados en extremo. Y sabed que Al-lah es sufi­ciente por Sí mismo, Merecedor de Toda Alabanza. (C.2: Al-Baqa­rah: 268)

No es la carne de los animales sacrificados la que llega a A-lah, como tampoco su sangre, sino que es vuestra piedad la que llega a El… (C. 22: Al-Hall: 38)

Dar con discreción y públicamente 

El Islam deja abiertas ambas opciones: gastar públicamente o en privado. El Santo Corán enseña:

“Sea cual fuere lo que gastéis y el voto que formu­léis, Al-lah ciertamente lo conoce bien, y para los malva­dos no habrá defenso­res. Si dais limosnas en público, está bien y es bueno, pero si las dais secretamente al pobre, es incluso mejor para vosotros: El os eliminará muchos de vuestros pecados. Y Al-lah sabe lo que hacéis. (C: 2 Al-Baqarah: 271-272).

Responsabilidades sociales

En el Islam se considera sumamente esencial que quienes tengan la autoridad se sensibilicen hasta tal punto con la causa de su pueblo que no haya necesidad de crear grupos de presión.

De acuerdo con el Santo Corán, el gobernante es responsable, y ha de responder ante Dios, de los asuntos de sus subordina­dos, que están bajo su custodia. En una de las tradiciones del Santo Fundador del Islam (la paz de Dios sea con él) leemos:

“Cada uno de vosotros es como un pastor a quien no le pertenecen las ovejas. Se le confía la responsabilidad de cuidar a las ovejas y deberéis responder por ello.”

La tradición menciona las diversas relaciones en las que uno puede estar al cargo de otras personas como por ejemplo: el amo respecto al criado, la esposa como dama del hogar y el padre como cabeza de familia, ambos responsables de toda la familia; el patrono como responsable de los empleados a su servicio etc. y en cada ocasión el Santo Profeta sa repetía: Recordad que se os pedirán responsabilidades.

Un ejemplo de la primera época del islam

En cierta ocasión, Omar, el Segundo Califa del Islam atravesaba una calle, en un suburbio de Medina, por la noche. Tenía la costumbre de pasear por las calles de incógnito para comprobar personalmen­te como vivía la gente bajo su autori­dad. Desde una casa pudo oír llantos de niños que parecían estar sufriendo. Al indagar comprobó que había tres niños sentados alrededor de la lumbre sobre la cual había una olla hirviendo, estando su madre junto a ellos. Preguntó que les ocurría. Ella contestó: mis hijos tenían hambre, y como no tenía nada para alimentarles, he querido engañarles y he puesto agua y piedras en la olla, para que crean que se está cocinando la comida. Esto es lo que ves.

Con profunda pena y angustia, Omar volvió inmediatamente a su sede de gobierno y se proveyó de harina, mantequilla, carne y dátiles, y los metió en una bolsa. Le pidió a un esclavo que se encontraba cerca, que le ayudara a cargar la bolsa sobre su propia espalda. El esclavo, sorprendido, le preguntó a Omar que por qué quería llevarlo por sí mismo y le pidió que le permitiera llevarlo él en su lugar. Omar contestó: No dudo que puedas llevarme este peso hoy, pero ¿quién llevará mi carga en el Día del Juicio? Quería significar que en el Día del juicio, el esclavo no estaría en posición de responder por Omar sobre cómo cumplió éste sus responsabi­lidades. Tenía que hacerlo él mismo. Era también una especie de auto-castigo, pues Omar se sentía responsable de la miseria de la mujer pobre e indefensa, y de los niños que había contempla­do. Sentía, en realidad, que la responsabilidad última de la ciudad y sus asuntos eran suyos: una custodia que tenía que atender.

Es imposible que cada jefe de Gobierno imite físicamente el ejemplo de Omar, pero tanto el espíritu como la actitud de Omar permanecen como modelo excelente. Este es el espíritu que deben seguir las sociedades modernas de cualquier parte. Si los gobiernos se mostraran sensibles con la causa y los sufrimien­tos del pueblo, entonces, incluso antes de que la gente alzara la voz expresando su dolor y privaciones, las autoridades se sentirían obligadas a adoptar medidas reparadoras, no por miedo a las exigencias sino por la voz imperiosa de su propia conciencia.

Limites amplios para el gasto

El Santo Corán extiende los límites de lo que debe gastarse en la causa de Al-lah a dimensiones muy amplias. Una frase que se repite con frecuencia en el Sagrado Corán, difícil de encontrar en ningún otro sitio es:

Y los verdaderos creyentes gastan en Nuestra Causa de todo lo que Nosotros Mismos les hemos provisto. (C.2: Al-Baqarah: 4)

Esto abarca todas las facultades, cualidades así como, indudablemente, cualquier tipo de posesión material, relaciones y lazos humanos. La frase también incluye valores como el honor, la paz, el confort etc.

En resumen nada que pueda concebirse está fuera del campo de la expresión árabe WA MIMMA RAZAQNAAHUM

De nuevo resulta llamativo cómo el empleo de la palabra MIN (algo de, de ello) hace que el consejo sea accesible a todo el mundo. No quiere decir que debéis de gastar todo o una parte fija de lo que os hemos dado por Nuestra causa. Todo lo que se pide es que debéis gastar algo de lo que Dios os ha concedido. El ámbito de algo es tan variable que incluso la gente corriente y débil, que carece de valor para realizar sacrificios importantes, pueden, al menos, participar en la medida que les sea permisible. Este es el entorno de servicios sociales que el Islam intenta promover. Pertenece, en parte, a la conducta social del hombre, y en parte, a sus activida­des económi­cas.

En una economía en la que toda la sociedad está orientada hacia la posesión y preocupada sólo por lo que se puede adquirir, es muy difícil e impractica­ble trazar una línea entre lo que es justo e injusto. Es más probable es que tal sociedad traspase el dominio de los derechos de los demás, en lugar de permanecer en el entorno de sus propios límites.

Por el contrario, una sociedad a la que se recuerda y educa constante­mente a ofrecer a los demás más de lo que les pertenece, está lejos de usurpar los derechos de los demás. Es difícil imaginar cómo puede florecer la explotación en tal ambiente.

 

El servicio a los demás

El principio del concepto islámico del servicio, se describe en un solo versículo de una manera muy bella y clara. Dice:

Oh pueblo del Islam: Sois el mejor pueblo que ha sido exaltado para el bien de la humanidad porque habéis sido exaltados para servir a los demás; ordenáis lo bueno, prohibís lo malo y creéis en Al-lah.”…­ (C.3: Al-Imran: 111)

Continuaréis siendo los mejores siempre que estéis dispues­tos al servicio del prójimo. Si dejáis de servir a los demás no tendréis en adelante derecho a jactaros de la superioridad del Islam ni de la Umma (Comunidad) musulmana.

Prohibición de la bebida y el juego

Cuando se habla de adicción se piensa generalmente en las drogas. Existe otra connotación de la adicción en un sentido más amplio, que raras veces se asocia con la palabra adicción. Me refiero a la consideración social ante ciertas formas de placer, como son la bebida y el juego, ninguno de los cuales promete nada bueno para la paz y el bienestar de la sociedad.

El juego está reglamentado en casi todos los países desarrollados del mundo. Pero incluso en algunos países del Tercer Mundo, donde no está reglamentado a escala tan amplia, se puede encontrar el juego a todos los niveles como una ocupación individual de ratos libres. La bebida es la segunda adicción en  la que las sociedades del mundo han caído presas.

El Santo Corán prohíbe tanto el juego como la bebida:

¡Oh vosotros, los que creéis! Las bebidas embriaga­do­ras, el juego de azar, los ídolos y las flechas de la suerte, no son más que una abominación de las obras de Satanás. Absteneos, pues, de cada una de ellas, para que prosperéis. Satanás solo busca crear enemistad y odio entre vosotros mediante las bebidas embriagado­ras y los juegos de azar, y apartaros del recuerdo de Al-lah y de la Oración. ¿No os vais, pues, a abstener? (C.5: Al-Maida: 91,92)

El Santo Profeta, (la paz y bendiciones de Dios sean con él), declaró que la bebida era:

“La Madre de Todos los Males”

Los dos vicios están tan extendidos y son tan universales en su naturaleza que es difícil trazar una línea divisoria. Desde el punto de vista político, Oriente y Occidente posiblemente no se fusionen nunca, pero en su gran inclinación hacia el juego y la bebida, el Este y el Oeste, el Norte y el Sur ya se han unido.

Tanto la bebida como el juego son males socioeconómicos. La suma que se invierte en la bebida en un solo día en Gran Bretaña, es suficiente para alimentar a las multitudes acosadas por el hambre en África durante muchas semanas. A pesar de todo, en los países más empobrecidos de África y de otros continentes la bebida no se considera un lujo que la gente no pueda adquirir. Habiendo fracasado en proveer las necesidades básicas de la existencia y la educación a los niños, hay millones de africanos que aun tienen acceso al consumo del alcohol. En la indigente parte sur de la India, donde es imposible crear una planta de producción de vino, sirve como substituto un ponche hecho en casa. Sin embargo, es cierto que la pobreza frena, hasta cierto punto, la propagación de “la madre de todos los males”.

Mientras aumenta la renta per cápita, lo mismo ocurre con los gastos en la bebida. Hasta que uno no se vuelve alcohólico a nadie parece preocuparle excesivamente.

Podría argumentarse por qué razón deben la bebida y el juego considerase problemas del mundo contemporáneo cuando, en realidad, son tan antiguos como la propia historia de la humanidad. Sin duda, el alcohol y el juego han existido en todas las épocas y lugares del mundo; no obstante, por su naturaleza intemporal, pueden ser considerados como problemas de todas las épocas.

Desde el punto de vista de la economía, el juego es más perjudicial que la bebida. En el juego, el dinero cambia de manos sin impulsar la rueda de la economía, pues el dinero se intercam­bia por dinero sin el esencial intercambio de mercancías en los mercados monetarios. En el juego, el dinero cambia de manos sin participar en el proceso de desarrollo económico y producción de riqueza. Mientras que en los mercados monetarios existe algún fin económico, el juego no sirve prácticamente a ningún fin. Bajo el libre comercio y en un entorno industrial, el dinero no cambia de manos sin servir a la economía de una forma material. En la industria y el comercio, el intercambio de valores es beneficio­so, en la mayoría de los casos, para todos los que participan. Es inconce­bible que la mayoría de los comerciantes sufran pérdidas como norma, mientras que en el juego, por regla general, la gran mayoría de participantes sufren pérdidas, la mayor parte de las veces. Por ejemplo, pocos casinos van a la quiebra. La ganancia de unos pocos implica que cientos de miles de personas tengan que padecer. La única compensación que reciben a cambio del dinero que pierden es la emoción y la sensación de suspense, hasta que empiezan a comprender que han perdido su apuesta; a continuación, empiezan a hacer nuevas apuestas para recuperar sus pérdidas, hasta que la tensión y el estrés superan al placer de la emoción que reciben a cambio. La angustia y la amargura dejan de ser un asunto personal del individuo, puesto que empiezan a repercutir en sus relaciones familiares. En los sectores más empobrecidos de la sociedad las necesidades cotidianas de los miembros de la familia han de ser sacrificados ante el altar del juego. El Santo Corán, a la vez que prohíbe la bebida y el juego, reconoce que existen ciertamente algunos beneficios parciales derivados de ambos, pero que, sin duda alguna, el perjuicio supera siempre a la ventaja.

Te preguntan sobre el vino y los juegos de azar. Diles: “En ambas cosas hay un gran perjuicio y también algunas ventajas para los hombres, pero su perjuicio es mayor que sus ventajas”. Y te preguntan también sobre lo que deben gastar. Diles: “Lo que podáis ahorrar”. Así hace Al-lah sus mandamientos claros para vosotros a fin de que podáis reflexionar” (C.2: Al-Baqarah: 220)

Se podría argumentar que la obtención de placer a través del dinero que uno gana no incumbe a los demás: que cada uno disfrute como le plazca. La sociedad no tiene derecho a interferir en la libertad del individuo hasta el punto de indicarle donde ha de gastar sus ganancias.

Pero se ha de tener presente que la mayor parte de las enseñanzas religiosas consisten en amonesta­ciones y advertencias. Las medidas de coacción aquí en la tierra no tienen cabida en las enseñanzas de religión alguna, a menos que se cometan crímenes específicos contra los demás, crímenes reconocidos incluso desde un punto de vista no religioso. El asesinato, robo, fraude, corrupción y usurpación de derechos entran en esta categoría. Sin embargo, existen otros crímenes sociales que, según las religio­nes, son venenosos para la sociedad en su conjunto. Sin embargo, la pena para tales crímenes no se impone a nivel individual: lo padece la sociedad en su conjunto. Son las leyes sociales, más liberales, las que aprueban la sentencia.

El consentimiento a la bebida y el alcohol no tarda en convertirse en un desenfreno para toda la sociedad, pero ello no constituye una sorpresa.

Además, estas sociedades se hacen cada vez más costosas de mantener. Se despilfarra una parte considerable de la riqueza nacional. En este clima aumenta la frustra­ción. Los delitos van de la mano con el alcohol y el juego. Las miserias y tragedias de muchos hogares donde se destruye la paz familiar, son la consecuencia directa y creciente de la bebida y el juego. Muchos hogares destrozados y matrimonios deshechos son su resultado directo.

El alcoholismo conlleva graves consecuencias negativas económicas y sociales, estudiadas y publicadas recientemente por la revista Scientific American. Aparte de la violencia doméstica, se producen abusos de niños, incestos y violaciones debidas a la supresión de las inhibi­cio­nes bajo la influen­cia del alcohol.

Estadísticas de Mortalidad:

  • Disminución de 10 años en la expectativa de vida de los alcohólicos.
  • Doble promedio de mortalidad en hombres y tres veces el promedio en las mujeres.
  • Seis veces más suicidios entre alcohólicos
  • El alcohol es la factor principal de las cuatro primeras causas de mortalidad en el hombre entre los 25 y 44 años: acciden­tes (50%) homicidios (60%), suicidios y cirrosis alcohóli­ca.

Pérdidas económicas por año:

  • Pérdidas materiales: 14.9 billones de dólares
  • Costes Sanitarios: 8.3 billones de dólares
  • Perdidas por accidente: 4.7 billones de dólares
  • Perdidas por incendio: 0.3 billones de dólares
  • Coste de crímenes violentos: 1.5 billones de dólares
  • Coste de la respuesta social a lo anteriormente expuesto: 1.9 billones de dólares
  • Coste total por el abuso del alcohol: 31.6 billones de dólares.

La bebida, el juego, la música, la danza y otras formas de placer se consideran normalmente como actividades de entreteni­miento inocente por la mayoría de las sociedades del mundo. Se presentan como partes esenciales de las diferentes culturas. Aunque varía la forma de expresión de una sociedad a otra, los rasgos básicos permanecen iguales. Salvo la escultura, la pintura, etc. la mayoría de las actividades antes mencionadas no siguen perdurando como inocentes rasgos de la cultura, sino que se convierten en tiranos que en ocasiones sobrecar­gan y rompen la columna vertebral de la sociedad. La sociedad deja de ser dueña de su destino y no controla su curso. La bebida, el juego, la música, el baile etc. comienzan a atraer la atención creciente de la gente. La velocidad a la que capturan a los jóvenes no tarda en convertir­se en una estampida.

Observando tales sociedades, uno llega a creer que la búsqueda de placeres vanos y la sumisión total a los deseos sensuales, es, en realidad, el objeto último de la creación del hombre.

Según el Islam esto no es así:

En la creación de los cielos y de la tierra y en la sucesión de la noche y el día hay, sin duda, signos para los hombres sensa­tos. Que se acuerdan de Al-lah cuando están de pie, sentados y tumbados sobre su cos­tado, y meditan en la crea­ción de la cielos y la tierra. Dicen: Señor vuestro, tú no has creado esto en vano, no, Santo eres Tú; sálvanos, pues, del castigo del fuego (C.3: Al-Imran: 191-192)

Esta es la declaración que el Santo Corán atribuye a los sabios siervos de Al-lah que, tras meditar sobre el misterio de la creación y de la vida, exclaman espontáneamente que sea cual sea el propósito de la creación, no es ciertamente la vanidad.

Estos versículos del Santo Corán nos recuerdan la inmensa expresión de júbilo de Arquímedes cuando exclamó: ¡Eureka!

Así pues, existen dos entornos totalmente diferentes. Según el Santo Corán, el ser humano ha sido creado para alcanzar la noble finalidad de seguir el camino que conduce a su Creador. En este amplio significado de la adoración, el Santo Corán afirma:

No he creado al hombre y al yinn sino para que me adoren (C.51: Al Dhariyat: 57)

Si examinamos cada forma de obtener placer, es posible que no se encuentren excesivos males en cada uno de ellos para justificar su total prohibición. Particularmente, en las sociedades libres del mundo, es difícil que la gente comprenda por qué el Islam es tan puritano hasta el punto de parecer árido. El Islam no es en absoluto árido ni aburrido aunque pueda parecerlo a distancia. Ante todo, los que adquieren el gusto por el bien, también aprenden a sacar un placer sublime de actos que pueden parecer de color gris al extraño. En segundo lugar, los más afortunados de entre quienes experimentan el verdadero amor de Dios, trans­cien­den a un estado de sublimidad en el que los placeres mundanos les parecen demasiado bajos, miserables, insigni­fi­cantes y transitorios. En tercer lugar, en su sentido más amplio, una sociedad que no se entrega a la persecución de los placeres no se queda con las manos vacías al final del día. En su análisis final, se trata sólo de un intercambio de valores: la excitación, los estimulantes, las experiencias sensuales intensas y los éxtasis explosivos se truecan por la paz, la tranquilidad, el equili­brio, el sentido creciente de seguridad, la nobleza y la alegría, que como recompensa per sé es la más noble de todas las recompensas.

Cuando ambos entornos y ambientes sociales se comparan en conjunto, no es en absoluto difícil de comprender que el árbol del amor y la devoción a Dios, raras veces puede echar raíces en el entorno materialista de una sociedad amante de la diver­sión. Hay excepciones sin duda, pero la excepción no hace la regla. Los dos ambientes son muy diferentes.

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