Tercera consideración
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Tercera consideración

El objetivo de la Vida Humana, y los medios para su consecución

Hay personas cuya visión limitada y falta de resolución les conduce a prefijar objetivos para su vida que se limitan a metas y ambiciones mundana­les. Pero el objetivo que Dios Exaltado señala para el hombre, en Su Santa Palabra, es el siguiente:

“He creado al hombre y al Yinn sólo, para que Me reconozcan y Me ado­ren” (51:57).

De ahí que el verdadero fin de la vida del hombre sea adorar a Dios, conocerle y mostrar una devoción completa hacia Él. Es evidente que el hombre no puede elegir el objetivo de su propia vida, ya que no viene a este mundo ni lo deja por propia voluntad. Es una criatura, y Aquél que lo creó y otorgó facultades mejores y más elevadas que las de otros animales, también le señaló el objeto de su vida. Compréndalo o no el hombre, el objeto de la creación del hombre es, sin duda, adorar a Dios, conocerle y entregarse a Él. En otra parte del Santo Corán, Dios Exaltado dice:

“El Islam es la religión que proporciona el verdadero conocimiento de Dios, y enseña el mejor modo de adorarle”. (3:20).

El Islam es inherente a la naturaleza humana, y el hombre ha sido creado para el Islam. Esta es la fe eterna” (30:30-31).

Esto significa que Dios ha deseado que el hombre se dedique con todas sus facultades al amor, la obediencia y la adoración de Dios. Por eso Él ha otorgado al hombre todas las facultades apropiadas para el Islam.

Estos versículos tienen un sentido muy amplio, una parte del cual hemos expuesto en la tercera parte de la respuesta a la primera consideración. Aquí deseamos afirmar brevemente que el verdadero objetivo de las facultades externas e internas que han sido concedidas al hombre es el amor, el conocimiento y el culto a Dios. Por ello, a pesar de dedicarse a diversos proyectos de esta vida, el hombre no encuentra su verdadero bienestar excepto en Dios. Tras haber sido muy rico, haber ocupado un alto cargo, haber sido un gran comerciante, gobernado un reino importante, o haber sido conocido como un gran filósofo, al final el hombre ha de abandonarlo todo con gran pesar. Su corazón siempre le reprende su preocupación total acerca de los temas de este mundo, y su conciencia jamás acepta la malicia, la falsedad y las actividades ilícitas. Una persona inteligente puede apreciar el problema también desde este enfoque: el objetivo de todas las cosas ha de ser la máxima expresión, la más elevada actuación que permiten sus facultades, más allá de la cual las facultades no pueden llegar. Por ejemplo, un buey tiene como función principal arar la tierra, sacar agua o acarrear. Sus facul­tades no se adaptan a ninguna otra cosa. Por lo tanto, las funciones de un buey se limitan a estas tres cosas. No tiene poder para hacer nada más. Pero cuando estudiamos las facultades del hombre, e intentamos descubrir su alcance más elevado vemos que busca a Dios el Exaltado. El hombre desea con tanta fuerza dedicarse a Dios que no guarda nada para sí, sino que todo es para Dios. Comparte con los animales las necesidades naturales de dor­mir, alimentarse, etc. En el campo de la industria algunos animales están más avanzados que él. Las abejas, por ejemplo, extraen la esencia de distintos tipos de flores, y producen una miel de tan alta calidad que el hombre aún no ha podido igualarla. Es evidente, por lo tanto, que el alcance más elevado de las facultades humanas sea conocer a Dios el Exaltado. De ahí que el verda­dero objeto de su vida sea abrir la ventana de su corazón hacia Dios.

Medios para la consecución del objetivo del hombre

Cabe preguntarse, ¿cómo es posible conseguir este fin y a través de qué medios puede una persona encontrar a Dios? El primer modo de conseguir este objetivo consiste en reconocer correctamente a Dios Exaltado, y creer en el Verdadero Dios. Porque si el primer paso resulta erróneo, es decir, si una persona tiene como dios a un pájaro, a un animal, a los elementos, o a la descendencia de un ser humano, no puede existir esperanza de que camine por el buen sendero hacia Dios. El verdadero Dios ayuda a aquellos que Le buscan, pero ¿cómo puede un dios muerto ayudar a los muertos? En este contexto Dios el Glorioso nos expone una excelente ilustración:

“Sólo a El va encaminada la verdadera oración, porque Él tiene poder para todo. Pero las deidades a las que la gente adora en lugar de Él no les respon­den en modo alguno. Su caso es semejante al de quien extiende las manos hacia el agua, esperando que ésta llegue a su boca -pero el agua no llega nunca-. Las oraciones de aquellos que desconocen al Verdadero Dios no son nada más que una ilusión” (13:15).

El segundo medio para lograr el fin real de la vida consiste en conocer la belleza perfecta de Dios Exaltado; el corazón se siente naturalmente atraído por la belleza, y al observarla, el amor se genera en el corazón. La belleza de Dios consiste en Su Unicidad, Su Grandeza, Su Majestad y Sus demás atribu­tos, como lo establece el Santo Corán:

“Dios es Único en Su ser, en Sus atributos y en Su gloria. No tiene compa­ñero. Todos dependemos de Él. El otorga la vida a cada partícula. Él es la fuente de gracia para todas las cosas, y no depende de los favores de nadie. No es hijo ni padre, porque no tiene igual, ni tiene semejante”, (112:2-6).

El Corán con frecuencia llama nuestra atención sobre la grandeza y majestuo­sidad de Dios, inculcando así en la mente humana que solamente este Dios puede ser el objetivo deseado por nuestro corazón, y no un ser muerto, ni débil, despiadado o impotente.

El tercer medio para el acercamiento a Dios consiste en conocer su bon­dad; puesto que la belleza y la bondad son los dos incentivos del amor. Los atributos de bondad de Dios quedan resumidos en la Sura Fatiha con las palabras:

“Es decir que Dios crea a Sus siervos de la nada por Su Bondad, y pone Su Providencia siempre a la disposición de todos. Él es el apoyo de todas las cosas, y todas las formas de Su bondad han sido manifestadas hacia Sus criaturas” (1:2-4).

Su bondad no tiene límite, como Él dice: “Si intentarais enumerar las bondades de Al-lah, no seríais capaces de terminar la enumeración” (14:35).

La oración constituye el cuarto medio de conseguir el verdadero objetivo de la vida establecido por Dios Exaltado, como Él dice: “Invocadme, y responderé a vuestra llamada” (40:61). Se nos pide con insistencia que oremos para que así encontremos a Dios, no a través de nuestro poder, sino a través del poder de Dios.

El quinto medio para conseguir el objetivo de la vida dispuesto por Dios Exaltado consiste en el sacrificio por Su causa; es decir, deberíamos buscar a Dios gastando nuestra riqueza en Su causa, utilizando nuestras facultades en fomentar Su causa, sacrificando nuestras vidas por Él y empleando nues­tra razón en Su nombre; como Él dice:

“Haced cuanto podáis por Dios, con vuestros bienes, vuestras vidas y vuestras facultades” (9:41); y:

“Todo lo que os hayamos concedido en inteli­gencia y conocimiento, en comprensión y arte, empleadlo en Nuestra causa” (2:4).

“Ciertamente guiamos por Nuestros caminos a los que se esfuerzan por Nosotros” (29:70).

La perseverancia constituye el sexto medio para alcanzar este objetivo, dándonos a entender que el que busca a Dios no debería cansarse ni deses­perarse, ni sentir miedo de ser probado, como Dios dice: Para aquellos que afirman “Dios es nuestro Señor”, y se alejan de los falsos dioses y son constantes, es decir, permanecen firmes bajo las pruebas y las desgracias, descenderán los ángeles para tranquilizarles, diciendo:

“No temáis, ni os aflijáis, sino sed felices; alegraos de haber heredado la alegría que se os prometió. Somos vuestros amigos en esta vida y en la otra” (41:31­32).

Estos versículos indican que con la constancia se consigue complacer a Dios. Es cierto, como ya se ha dicho, que la constancia es más que un milagro. La perfección de la constancia se comprueba cuando uno está rodeado de desgracias, y la vida, el honor y el buen nombre están en peligro por la causa de Al-lah, y no existen a nuestro alcance medios para reconfor­tarnos, de tal manera que incluso las visiones, los sueños y las revelaciones están suspendidas por Dios para probarnos, dejándonos abandonados entre peligros terribles. Es en este momento cuando no deberíamos descorazo­narnos, ni echarnos atrás como cobardes, ni dejar que nuestra fe se ponga en la más mínima duda. No deberíamos permitir que nuestra sinceridad y perseverancia se debiliten, sino, que deberíamos estar contentos con nues­tras desgracias. Deberíamos reconciliarnos con la muerte y no esperar que un amigo nos preste su apoyo para mantenernos firmes, ni buscar la buena nueva de Dios a causa de la severidad de la prueba. Deberíamos mantener­nos rectos y firmes, a pesar de nuestra incapacidad o nuestra debilidad, o de la falta de sosiego. En todo momento deberíamos presentarnos para el sacri­ficio, estando totalmente reconciliados con los decretos divinos, y no que­jarnos ni lamentarnos hasta el final de la prueba que se nos impone. Esta es la constancia que nos conduce hacia Dios. Esta es la cualidad cuyo perfume todavía llega hasta nosotros desde las cenizas de los Mensajeros, los Profe­tas, los mártires y los fieles.

A esto también alude la oración:

“Guíanos por el camino de la constancia, el camino que conlleva Tus bondades y favores, siguiendo el cual, mereceremos Tu agrado” (1:6-7).

Otro versículo indica la misma idea:

“Señor, danos constancia en la hora de nuestra aflicción, y ordena que muramos en un estado de sumisión a Tu voluntad” (7:127).

Ha de tenerse en cuenta que en tiempos de adversidad y desgracia, Dios Exaltado hace que una luz descienda sobre los corazones de los que ama, quienes fortalecidos por esta luz, contemplan la desgracia con serenidad, y merced a la dulzura de la fe, besan las cadenas que los sujetan. Cuando una persona divina se halla ante el sufrimiento, y cuando la muerte se acerca, esta persona no lucha con el Señor Benevolente para librarse de tal condición, puesto que el seguir pidiendo seguridad en tal condición supone luchar contra la voluntad de Dios, y no es compatible con la sumisión completa. Un verdadero amante avanza paso a paso ante la adversidad, y considerando insignificante su propia vida en tal momento, se despide de ella, sometiéndose totalmente a la voluntad de Dios y buscando solamente Su agrado. Con respecto a tales personas, Dios Exaltado dice:

“Quien es amado por Dios, sacrifica la vida en Su causa y recibe Su agrado en recompensa. Para tales personas es la clemencia de Dios” (2:208).

Este es el espíritu de constancia a través del cual el hombre encuentra a Dios. El que quiera entender, que entienda.

El séptimo medio para conseguir el objetivo de la vida consiste en buscar siempre la compañía de los justos, y en observar su ejemplo perfecto. Una de las razones por las que es preciso el advenimiento de un Profeta es que el hombre naturalmente desea un ejemplo perfecto, y tal ejemplo estimula el celo y la resolución. El que no imita un modelo se vuelve perezoso y se aparta del buen camino. Al-lah el Glorioso nos indica esto en el versículo:

“Buscad la compañía de los justos” (9:119);

y en el versículo:

“Guíanos por el camino de los que han recibido Tus favores” (1:7)

es decir, se debe buscar la compañía de los justos, y aprender de los que han recibido antes de nosotros la gracia divina.

El octavo medio de conseguir el objetivo de la vida consiste en las visiones, los sueños verdaderos y las revelaciones. Puesto que el camino que conduce a Dios Exaltado es un camino difícil, lleno de adversidades y de dificultades, es posible que al seguir este camino poco familiar una persona se desvíe, co­mience a desesperarse, y deje de avanzar por el camino. Por esta razón, la gracia de Dios continúa estimulándole, reconfortándole e intensificando su celo y su anhelo. Dios reconforta de vez en cuando a los hombres mediante Su Palabra y Su revelación, y les asegura que Él está con ellos y fortalecidos por Dios, los hombres prosiguen su viaje por el buen camino. Él dice:

“Para ellos son las buenas nuevas en esta vida y en la otra” (10:56).

El Santo Corán ha expuesto otros medios diversos de conseguir el objetivo de la vida, pero por falta de tiempo no podemos tratar todos aquí.

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