La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Más datos sobre la “Batalla de Uhud”

 

 

SERMÓN DEL VIERNES, 9 de FEBRERO de 2024.

Pronunciado en la MEZQUITA MUBARAK de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah Al-Fatihah,

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V (atba), habló lo siguiente:

Anteriormente se mencionaron los lemas proclamados por Abu Sufian durante la “Batalla de Uhud”.

[Pues bien, Abu Sufian] glorificó a sus ídolos, lo que avivó el honor y el celo que el Santo Profeta Muhammad (sa) tenía por Dios Altísimo y respondió [como era debido. Además], relaté cómo el Santo Profeta (sa) demostró este honor y celo y cómo, a pesar de las circunstancias precarias, instruyó [a sus Compañeros (ra)] que proclamaran consignas de la grandeza de Al’lah. [Así pues, ahora] presentaré más referencias al respecto.

Hazrat Musleh Maud, [Jalifatul Masih II] (ra), afirma:

“En los Hadices [tradiciones o dichos del Profeta (sa)] está registrado que durante la ‘Batalla de Uhud’, cuando Abu Sufian proclamó en voz alta:

 

‘¡Uzza es nuestro ayudante y vosotros no tenéis ningún ídolo que os ayude!’, en ese momento, el Mensajero de Dios (sa) dijo a los musulmanes que [contestaran]:

 

‘¡Nuestro Maestro y Ayudante es nuestro Dios, el Auto-subsistente y Autosuficiente, pero vosotros no tenéis Maestro ni Ayudante [alguno]!’.”

Hazrat Musleh Maud (ra) añade:

“¡Qué demostración verdaderamente notable de la creencia de que:

 

‘¡Oh Al’lah, Tú eres nuestro Maestro!’; pues a pesar de estar rodeados de espadas, se mantuvieron firmes en la creencia de que: ‘¡Solo Al’lah puede salvarnos!’.”

 

En otra ocasión, [Hazrat Musleh Maud (ra)] expone más detalles [al respecto]:

 

“Cuando la noticia del [posible] martirio del Santo Profeta Muhammad (sa) llegó a los musulmanes, inmediatamente se dieron la vuelta y retiraron los cadáveres que tenía encima, [por lo que] descubrieron que el Santo Profeta (sa) todavía estaba vivo y respirando. A continuación, lo primero que hicieron fue quitarle el clavo de su casco [que se había incrustado en su mejilla, pues] no se movía ni un centímetro. Finalmente, un Compañero [ra] se lo arrancó con los dientes, [razón] por la que se le rompieron dos [de sus] dientes. [Entretanto], le rociaron agua en la cara y recuperó el conocimiento. [Por entonces], la mayoría de los Compañeros [ra] se había dispersado y solo un pequeño grupo de ellos estaba a su alrededor. [Entonces], el Profeta (sa) les sugerió: ‘Deberíamos trasladarnos al pie de la montaña’. Por lo tanto, los condujo a la base de la misma y lentamente el resto del ejército comenzó a reunirse allí también.

 

Cuando el contingente de los incrédulos se estaba retirando, Abu Sufian proclamó en voz alta el nombre del Mensajero de Dios (sa) y dijo que lo habían matado. Los Compañeros [ra] quisieron responder, pero el Santo Profeta Muhammad (sa) los detuvo y les explicó: ‘Este no es el momento adecuado. Nuestros hombres se han dispersado; algunos han muerto y otros han resultado heridos. Aquí somos pocos y todos estamos agotados. El ejército de los incrédulos tiene 3.000 hombres y está intacto. En tales circunstancias, no es prudente responder. Si dicen que me han matado, que digan lo que quieran’. Por tanto, los Compañeros [ra] permanecieron en silencio debido a las instrucciones del Profeta (sa).

 

[En todo caso], cuando Abu Sufian no recibió respuesta [alguna], manifestó que también habían matado a Abu Bakr [ra]. El Santo Profeta (sa) les impidió una vez más responder y les dijo: ‘¡Permaneced en silencio! Si él dice eso, que así sea’. Así pues, los Compañeros [ra] permanecieron de nuevo en silencio al escuchar eso. [Presto], cuando Abu Sufian no volvió a recibir respuesta, manifestó que también habían matado a Umar [ra]; y este, que era un hombre de temperamento ardiente, estuvo a punto de responder, aunque el Mensajero de Al’lah (sa) le impidió hacerlo. Más tarde, Hazrat Umar (ra) aclaró que: ‘Iba a responder a tu afirmación de que habíais matado a Umar, mientras que Umar todavía está aquí y listo para romperte el cuello’. No obstante, el Santo Profeta (sa) le impidió responder. [Al final], cuando Abu Sufian no recibió ninguna respuesta, exclamó el lema:

 

 ‘¡Oh Hubal (el ídolo que Abu Sufian consideraba más elevado), exaltado sea tu nombre! ¡Que Hubal sea glorificado!’. En otras palabras: ‘¡Nuestro Hubal ha matado a Muhammad [sa] y sus Compañeros [ra]!’.

[Por consiguiente], dado que el Santo Profeta Muhammad (sa) había prohibido a los Compañeros [ra] responder, en esta ocasión también permanecieron en silencio. El Mensajero de Dios (sa) les pidió que no dijeran nada y que no respondieran al anuncio de su propia muerte; [y a la vez] les rogó que mantuvieran silencio y no contestaran a la proclama de la muerte de Hazrat Abu Bakr (ra); [asimismo] ordenó que permanecieran callados y que no replicasen al escuchar el anuncio de la muerte de Hazrat Umar (ra); y repetidamente explicó que su ejército se había dispersado y que existía el riesgo de que el enemigo atacara, por lo que debían escuchar en silencio lo que decía.

Sin embargo, cuando [Abu Sufian gritó] las palabras de:

 

‘¡Oh Hubal, exaltado sea tu nombre!’ y las mismas llegaron a los oídos de este hombre puro y santo, su pasión por la Unidad de Dios se encendió, porque ahora ya no era cuestión de Muhammad (sa), Abu Bakr (ra) o Umar (ra), sino que se trataba del honor de Al’lah. [Por eso], el Santo Profeta (sa) dijo enfáticamente: ‘¿Por qué no respondéis?’; y los Compañeros [ra] preguntaron: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! ¿Cómo respondemos?’. Y él les conminó: ‘Decid:

 

¿Qué es Hubal? ¡La Grandeza y la Majestad pertenecen únicamente a Dios Altísimo!’.

¡Qué excelente ejemplo fue este de su pasión y celo por la Unidad de Dios! Prohibió a sus Compañeros [ra] en tres ocasiones responder, lo que demuestra que era muy consciente de los riesgos y peligros asociados. Sabía que el ejército musulmán se había dispersado, que quedaban muy pocas personas cerca de él, que la mayoría de los Compañeros [ra] habían resultado heridos y que el resto estaba agotado; [por lo que] si el enemigo se hubiera enterado de que un grupo del ejército musulmán se había reagrupado, tal vez hubiese tenido el valor de atacar una vez más. Pero a pesar de todas estas circunstancias, cuando [el tema] se convirtió en cuestión del honor de Al’lah, él ya no pudo soportar permanecer en silencio, incluso si eso significaba que el enemigo descubriera su paradero, los atacara y matara; [y por ello] no pudo permanecer en silencio por más tiempo. En consecuencia, preguntó a sus Compañeros [ra]: ‘¿Por qué seguís callados? ¿Por qué no proclamáis

 

 que la Grandeza y la Majestad pertenecen únicamente a Dios Altísimo?’.”

 

Hazrat Musleh Maud (ra) mencionó todo esto en el comentario de “Surah al-Kauzar”, [108 del Sagrado Corán].

En otra ocasión declaró:

“Si deseáis leer más detalles sobre esto, consultad el ‘Tafsir-e-Kabir’ [‘Gran comentario’ del Santo Corán], pues hay muchos otros puntos y uno puede aumentar enormemente su conocimiento a partir de ahí”.

[Aparte], Hazrat Musleh Maud (ra) comenta:

“¿Existen hoy devotos de aquellos jefes de La Meca que deseaban matar al Profeta (sa)? El día de la ‘Batalla de Uhud’, Abu Sufian proclamó en voz alta: ‘¿Está Muhammad [sa] todavía vivo entre vosotros?’; y cuando no hubo respuesta exclamó: ‘¡Hemos matado a Muhammad [sa]!’. Luego preguntó: ‘¿Está vivo Abu Bakr [ra] entre vosotros?’. Como tampoco hubo respuesta, gritó: ‘¡Hemos aniquilado a Abu Bakr [ra]!’. A continuación inquirió: ‘¿Está vivo Umar [ra] entre vosotros?’; y tampoco recibió respuesta, por lo que clamó: ‘¡También hemos matado a Umar [ra]!’.

 

[En todo caso], la verdad es que si hoy vais a todos los rincones del mundo y llamáis a [antiguos]  representantes de los jefes de La Meca, como Abu Yahl, y preguntáis si hay alguien [de su descendencia] entre ellos, [no encontrareis a nadie]. Por el contrario, hallaréis que hay millones de personas que alzarán la voz en nombre de Santo Profeta Muhammad (sa) y el mundo entero declarará que Muhammad (sa) está presente entre ellos, pues es un honor para esas personas representarlo. En cambio, al hablar de Abu Yahl, ni siquiera oiréis una sola palabra en ninguna parte del mundo. [En otras palabras], la progenie de Abu Yahl está presente en la tierra incluso hoy [en día], aunque ninguno de ellos tendrá el coraje de afirmar que son sus descendientes. [Es más], quizá incluso la progenie de Utbah y Shaibah esté presente en nuestros días, pero ¿alguien ha dicho alguna vez que forma parte de su descendencia? Por lo tanto, es solo el nombre del Santo Profeta (sa) el que Dios ha exaltado y mantenido en alto”.

Por su parte, respecto a esto, el Mesías Prometido (as) afirma:

“Hay miles de complejidades ocultas detrás de las pruebas que les sobrevienen a los Profetas de Al’lah. Por ello, el Mensajero de Dios (sa) se enfrentó a muchas pruebas. [Por ejemplo], una narración registra que durante la ‘Batalla de Uhud’ sufrió setenta heridas y los incrédulos se regocijaron al ver la condición de los musulmanes. Así, cierto enemigo, que creyó que el Profeta Muhammad (sa) junto con sus Compañeros [ra] más eminentes, habían sido martirizados, preguntó en voz alta: ‘¿Está Muhammad [sa] todavía entre vosotros?’. El Santo Profeta (sa) instruyó a los Compañeros [ra] que  permanecieran callados y no respondieran. [Entonces], ese silencio provocó un arrebato de felicidad en el corazón del interrogador, quien lo tomó como una confirmación de que efectivamente debía haber muerto. De manera similar, luego preguntó por Abu Bakr [ra] y nuevamente se encontró con un mutismo [total]. Posteriormente inquirió acerca de Hazrat Umar [ra], ante lo cual Hazrat Umar [ra] no pudo contenerse y gritó: ‘¡Miserable individuo! ¿Qué tonterías estás diciendo? ¡Todos estamos vivos!’.

 

Soportar momentos tan dolorosos también es importante, porque después de esto el Profeta (sa) declaró: ‘¡Ahora los incrédulos no lanzarán un ataque contra nosotros!’.”

Quizá el Mesías Prometido (as) se refirió a la “Batalla de la Fosa”, ya que tuvo lugar tras de Uhud. Esta referencia es de “Malfuzat”, por lo que podría ser que quien tomó notas se olvidó de escribir este punto, [ya que] fue en la “Batalla de la Zanja” que el Santo Profeta Muhammad (sa) proclamó: “De ahora en adelante los incrédulos no nos atacarán y nosotros, en cambio, saldremos victoriosos”.

[El Mesías Prometido (as) concluye]:

“¡Qué momento tan doloroso fue para el Santo Profeta (sa) cuando dejó su ciudad natal de La Meca; aunque ahora Dios había cambiado sus circunstancias!”.

 

[“Malfuzat” 2022, Vol. 9, pp. 266-267].

 

También se ha registrado el incidente del martirio de Hazrat Hanzalah (ra).

 

Durante esta batalla, encontramos mención de la valiente lealtad y total disposición de otro Compañero [ra] a sacrificarse por amor al Mensajero de Al’lah (sa). Este es el Compañero [ra] cuya esposa cuenta que, cuando supo que el Mensajero de Dios había partido para la batalla, a pesar de que tenía que hacer la ablución debido a que había mantenido relaciones conyugales, abandonó la casa para unirse al combate con tanta prisa, que ni siquiera consideró necesaria la ablución en ese momento y se dirigió [directamente] al campo de batalla espada en mano.

[Más tarde], en un momento dado durante el enfrentamiento, se encontró cara a cara con el jefe de los incrédulos, Abu Sufian, que estaba [montado] en su caballo. Hazrat Hanzalah [ra] golpeó al equino y lo hirió. Como resultado, Abu Sufian se cayó del mismo y comenzó a gritar nada más caer al suelo; y tan pronto como Hazrat Hanzalah [ra] levantó su espada con la intención de acabar con Abu Sufian, Shaddad bin Aus (aunque según una narración su nombre era Shaddad bin Aswad) lo vio. En cualquier caso, cuando Shaddad se percató de que Hanzalah [ra] había levantado su espada para matar a Abu Sufian, blandió la suya hacia Hanzalah [ra], martirizándolo. [Luego], tras la muerte de Hanzalah [ra], el Profeta (sa) dijo:

“Los ángeles están bañando a vuestro Compañero [ra]”, es decir, a Hazrat Hanzalah [ra].

Otra versión agrega que el Mensajero de Al’lah (sa) declaró:

“Estoy observando a los ángeles lavando a Hanzalah entre los Cielos y la Tierra usando vasijas de plata llenas de agua pura y prístina”.

[Por cierto], el nombre de la esposa de Hazrat Hanzalah [ra] era Hazrat Yamilah [ra], que era hija del jefe de los hipócritas, Abdul’lah bin Ubayy bin Sulul, y hermana de Hazrat Abdul’lah bin Abdul’lah bin Ubayy bin Sulul [ra]. [Pues bien], Hazrat Yamila [ra] mencionó que Hazrat Hanzalah [ra] se había apresurado a ir al combate en un estado en el que tenía que hacer la ablución debido a las relaciones conyugales [que habían mantenido]. Cuando el Santo Profeta (sa) escuchó que decía eso, le informó que los mismos ángeles estaban organizando su ablución; [y eso ocurrió porque] era la primera noche de matrimonio de Hazrat Hanzalah [ra] con Hazrat Yamilah [ra] y la “Batalla de Uhud” empezó a tener lugar a la mañana siguiente.

Según una narración, Hazrat Yamilah [ra] relata que cuando Hanzalah [ra] se enteró del anuncio de que el ejército se embarcaría en la expedición, se fue inmediatamente sin bañarse. [Al mismo tiempo], esa misma noche, Hazrat Yamilah [ra] tuvo un sueño en el que una puerta en el Cielo se abría para permitir la entrada a su marido, tras lo cual se cerraba inmediatamente.

Otro relato añade que Hazrat Yamilah [ra] hizo que cuatro mujeres de su tribu fueran testigos del hecho de que ella efectivamente había consumado el matrimonio con Hazrat Hanzalah [ra] y esto fue para que nadie sospechara de su embarazo. La gente inventa historias y difunde rumores y sospechas. Incluso hoy en día hay personas que lanzan acusaciones falsas contra otros. Por eso, Hazrat Yamilah [ra] hizo esto, a fin de absolverse personalmente de tales acusaciones y explica que buscó testigos debido a su sueño en el que vio a Hazrat Hanzalah [ra] entrar por una puerta en el Cielo, por lo que entendió que había llegado la hora de su marido; y señala que efectivamente se quedó embarazada como resultado de [tener relaciones con su esposo] esa [misma] noche. [Al final], fruto de este embarazo, nació Abdul’lah bin Hanzalah.

[Volviendo a su martirio, en esta ocasión], tras matar a Hazrat Hanzalah [ra], los qureish no mutilaron su cuerpo, o sea, no le cortaron las orejas y la nariz ni le sacaron los ojos, porque su padre, Abu Amir Rahib, había venido con los qureish.

[Asimismo], se menciona el martirio de Hazrat Sad bin Rabi (ra).

 

Hazrat Sad bin Rabi (ra) participó en las “Batallas de Badr y Uhud” y fue martirizado [en concreto] durante la “Batalla de Uhud”. El día de Uhud, el Santo Profeta Muhammad (sa) preguntó: “¿Quién me traerá noticias de Sad bin Rabi [ra]?”; y alguien respondió: “Yo lo haré”. En consecuencia, este individuo salió y comenzó a buscarlo entre los que habían sido aniquilados.

[Entonces ocurrió que] al ver a este individuo, [el propio] Hazrat Sad bin Rabi (ra) le preguntó cómo estaba y él contestó:

“He sido enviado por el Mensajero de Dios (sa) para que pueda informarle sobre tu condición”; y Hazrat Sad (ra) le pidió: “Transmite mi ‘salam’ [saludo de paz] al Profeta (sa) e infórmale que he recibido doce heridas de lanza y he condenado a todos aquellos que lucharon conmigo al fuego del infierno”, (en otras palabras, quien se enfrentó a él fue matado); “y dile a mi pueblo que si el Santo Profeta (sa) es martirizado mientras uno de ellos todavía sigue vivo, entonces deben recordar que no tendrán excusa [alguna] que ofrecer ante Dios Altísimo”.

Se dice que fue Hazrat Ubayy bin Kab (ra) quien salió para investigar sobre la condición de Hazrat Sad bin Rabi (ra) [y que] este [último] le comunicó a Hazrat Ubayy bin Kab (ra) [lo siguiente]:

¡Que mi pueblo sepa que Sad bin Rabi [les] aconseja que deben temer a Dios Altísimo!”.

En otra narración se ha registrado que expresó lo siguiente:

“Y recordad la promesa que hicisteis ante el Mensajero de Al’lah [sa] en la noche de ‘Aqabah’. ¡Por Dios, no tendrán excusa ante Dios Altísimo si [tan siquiera] los ojos de uno de ellos todavía parpadean, (es decir, si alguno todavía estuviera vivo) y el enemigo quisiera alcanzar al Santo Profeta Muhammad (sa)”; o sea, que debían sacrificar sus vidas por la causa del Mensajero de Al’lah [sa] y su religión.

Estos eran los sentimientos innatos de los Compañeros [ra], de que incluso cuando estaban dando su último suspiro, solo estaban preocupados por la seguridad del Santo Profeta (sa).

[El propio] Hazrat Ubayy bin Kab (ra) relata que todavía estaba al lado de Hazrat Sad bin Rabi (ra) cuando falleció, que su cuerpo estaba cubierto de heridas. Al regresar y presentarse ante el Santo Profeta (sa), le informó de la conversación que tuvo y de la condición en la que se encontraba cuando fue martirizado. Ante esto, el Profeta (sa) declaró: ¡Que Dios Altísimo tenga misericordia de él! Durante su vida, e incluso después de su muerte, ha continuado sirviendo a Al’lah y a Su Mensajero (sa)”.

[Al final], Hazrat Sad bin Rabi (ra) y Hazrat Jarjah bin Zaid (ra) fueron enterrados en una misma tumba.

Con respecto al martirio de Hazrat Sad bin Rabi (ra), Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha recogido dicho incidente de la siguiente manera:

“Ahora, el Santo Profeta Muhammad (sa) también había descendido al campo de batalla y el trabajo de atender a los cuerpos de los mártires estaba en marcha. En ese momento, (es decir, cuando terminó la batalla), lo que vieron ante los musulmanes fue algo que hizo brotar lágrimas de sangre,  (y aunque el Santo Profeta -sa- había resultado herido, aun así fue al campo de batalla y comenzó el trabajo de ocuparse de los cuerpos de los mártires)”.

Dice además:

“Setenta musulmanes yacían en la zona del enfrentamiento cubiertos de polvo y sangre, y mostraban la escena horrible de la bárbara tradición árabe conocida como ‘muzlah’ [mutilación de cadáveres]. Les cortaron las extremidades y les deformaron los rostros. Entre las bajas, solo hubo seis ‘Muhayirin’ y el resto eran todos ‘Ansar’. El número de hombres aniquilados entre los qureish fue veintitrés. [Entretanto], cuando el Profeta (sa) llegó al cuerpo de su tío paterno y ‘hermano adoptivo’, Hazrat Hamzah bin Abdul Muttalib (ra), quedó atónito, porque Hind, la bárbara esposa de Abu Sufian, había mutilado severamente su cadáver. Durante algún tiempo, el Mensajero de Dios (sa) permaneció allí en silencio y los signos de dolor e ira eran evidentes en su semblante. Por un momento breve, el Santo Profeta Muhammad (sa) incluso pensó para sí mismo que hasta que a esas bestias sedientas de sangre de La Meca no se les diera a probar de su propia medicina, quizá nunca entrarían en razón. De todas formas, el Santo Profeta (sa) se abstuvo de esta idea y dio muestras de paciencia. De hecho, después de esto, el Mensajero (sa) prohibió para siempre la costumbre de ‘muzlah’ en el Islam, (o sea, desfigurar un cadáver y cortarle los miembros) y comentó que el enemigo podía hacer lo que le quisiera, pero los musulmanes debían en cualquier caso abstenerse de esa práctica tan bárbara y seguir una conducta de virtud y benevolencia”.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib escribe además:

“Los qureish también habían llevado a cabo el mismo tratamiento bárbaro con los cuerpos de otros Compañeros [ra], de ahí que el de Hazrat Abdul’lah bin Jajash (ra), el primo paterno del Profeta (sa), quedó asimismo bastante desfigurado. [Entretanto], a medida que el Santo Profeta Muhammad (sa) pasaba de un cuerpo a otro, los signos de dolor y angustia se hacían cada vez más evidentes en su semblante”.

Hazrat Musleh Maud (ra) se ha referido a estos mártires y a sus sacrificios, y al hablar del amor y la devoción que Hazrat Sad bin Rabi [ra] -líder de los ‘Ansar’– sentía por el Santo Profeta (sa) explica:

“Hay un incidente que tuvo lugar en la ‘Batalla de Uhud’. [Transcurrido el combate], el Santo Profeta (sa) envió a Hazrat Ubayy bin Kab (ra) para que fuera a preguntar por el estado de los que habían sido heridos. Mientras los buscaba, Hazrat Ubayy bin Kab (ra) llegó hasta Hazrat Sad bin Rabi (ra), que había caído gravemente herido y estaba agonizando. [Entonces], Hazrat Ubayy bin Kab (ra) le preguntó si tenía algún mensaje que quisiera transmitir a sus parientes y seres queridos. Hazrat Sad bin Rabi (ra) sonrió y dijo: ‘Estaba esperando que viniera un musulmán al que pudiera entregar mi mensaje. Pon tu mano en la mía y prométeme que transmitirás mis palabras’.”

 

(Incluso en tal estado, fue lo bastante consciente como para decirle que pusiera su mano en la suya, lo cual era un signo para promesa solemne).

 

[“Y añadió]:

 

‘Prométeme que transmitirás mi mensaje’ y lo que habló fue lo siguiente: ‘Conlleva mis saludos de paz a mis hermanos musulmanes y di a mi gente y a mis parientes que el Mensajero de Al’lah (sa) es la mayor responsabilidad que nos ha otorgado Dios Todopoderoso y que debemos protegerla con nuestras propias vidas. Ahora he de partir de este mundo y entregarte este encargo, no vaya a ser que mostréis debilidad en este sentido’.”

 

Hazrat Musleh Maud (ra) aclara [al respecto]:

“¡Reflexionad! En ese momento en el que uno siente como si está a punto de morir, cualquier individuo albergaría todo tipo de pensamientos en su corazón, como las circunstancias que tendría que afrontar su mujer o quién atendería las necesidades de sus hijos, etc. No obstante, este Compañero [ra] no transmitió ningún mensaje de ese tipo y se limitó a decir que se marchaba de este mundo mientras se esforzaba por proteger al Profeta (sa); y que ellos debían hacer lo mismo y seguirle. Fue esta misma fuerza en su fe la que les permitió [es decir, a los musulmanes] provocar una revolución en el mundo y derrocar el dominio de romanos y persas.

 

[Por cierto], el emperador romano se asombró de quiénes eran estas personas y, del mismo modo, Cosroes [el emperador persa] escribió a uno de sus generales y le dijo que si ni siquiera podía derrotar a los árabes, entonces debería regresar y en su lugar sentarse en casa llevando  brazaletes [de mujeres]; (o sea, que se quedaran en casa con las mujeres y que no había necesidad de que ellos fueran a luchar). Además, el rey le comunicó a su general que los árabes eran personas que comían excrementos y él ni siquiera podía detenerlos, (es decir, que comían inmundicia y alimentos insalubres). En respuesta, el general afirmó que no se presentaban como simples mortales, sino que eran como bestias que venían al galope sobre las espadas y las lanzas”.

[Por otra parte, el propio] Hazrat Musleh Maud (ra) ha arrojado luz sobre este incidente desde otro punto de vista:

“Cuando la ‘Batalla de Uhud’ llegó a su fin, el Mensajero de Dios (sa) envió a un Compañero [ra] para que atendiera a los heridos. [Pues bien], este Compañero [ra] vio a un hombre de los ‘Ansar’ que se encontraba en estado crítico. Se acercó a él y le dijo: ‘Mi querido hermano, si tienes un mensaje, dímelo y lo transmitiré a tus amigos y familiares’. Él respondió: ‘Estaba esperando este preciso momento, preguntándome si me encontraría con una persona de Medina para poder transmitir un mensaje a mis amigos y familiares [antes de morir]’. Me alegra que hayas venido hasta mí. Dame la mano y prométeme que transmitirás este mensaje a los miembros de mi familia’. [Presto], le tendió la mano y juró que comunicaría su mensaje. [Así pues], el Compañero [ra] herido le pidió: ‘Ve y di a mis amigos, parientes y a todos los miembros de mi  tribu que el Santo Profeta Muhammad (sa) es nuestro tesoro más preciado que se nos ha confiado como nación. Estoy plenamente convencido de que, en el fondo, tú también conoces el valor de esta riqueza. Por tanto, considero mi deber transmitiros este mensaje; [o sea, de que] hasta el momento en que exhalemos nuestro último suspiro no debemos quebrantar esta confianza que se nos ha otorgado. Gastad toda vuestra energía en protegerlo. Ahora me iré, pero te confío esto [para que lo comuniques]. Espero que todos mis hijos, hermanos y su progenie protejan esta sagrada responsabilidad más que a sus propias vidas, y no permitan ninguna forma de negligencia en el cumplimiento de este deber”.

En otro lugar, Hazrat Musleh Maud (ra) se ha referido esto de la siguiente forma:

“Un jefe Ansari yacía herido y su estado era tal que iba a fallecer en cuestión de minutos. Otro Compañero [ra] lo vio y fue a sentarse a su lado. Se interesó por su estado y le preguntó si quería transmitir algún mensaje a su mujer, sus hijos o alguno de sus seres queridos; a lo que él respondió: ‘Sí, de hecho estaba esperando a que un musulmán viniera a verme para transmitirle un mensaje’.”

Hazrat Musleh Maud (ra) prosigue:

“Todo el mundo sabe que la llegada de la muerte, aunque uno esté en su propia casa, es un momento extremadamente difícil. El último deseo de alguien que está a punto de morir es que se le concedan solo unos minutos más para poder hablar con su mujer, sus hijos y sus hermanos; o para impartir algún consejo final. Sin embargo, este Compañero [ra] no estaba con su mujer ni con sus hijos, ni se hallaba en casa ni en un hospital en una cómoda cama. De hecho, estaba tumbado en un pedregal y, a pesar de ello, no le pidió que transmitiera su ‘salaam’ [mensaje de paz] a su esposa ni que le aconsejara que educara bien a sus hijos, ni le dijo que repartiera sus bienes de tal o cual manera; o que tenía alguna riqueza guardada en tal o cual lugar y que la recuperara de allí (puesto que era un jefe). De hecho, le pidió esto: ‘Transmite este mensaje a mis hijos y hermanos: que Muhammad (sa), el Mensajero de Dios, es una confianza incalculable que Al’lah nos ha otorgado. Hasta mi último aliento, sacrifiqué mi vida para proteger esta responsabilidad y ahora, en mi último consejo a mis queridos hermanos e hijos, les digo que ellos también deben proteger esta confianza con su propia vida’; y a continuación exhaló su último suspiro”.

 

Estos son ejemplos de las expresiones de amor hacia el Santo Profeta (sa) que nos dejan verdaderamente asombrados.

¡Que Dios Altísimo tambien desarrolle este espíritu de amor por el Santo Profeta Muhammad (sa) dentro de nosotros, [pues] una vez que avancemos en este espíritu, fortaleceremos nuestro vínculo con Al’lah!

¡Además, [que permita que] nos esforcemos verdaderamente por eliminar nuestras debilidades a fin de poder demostrar las verdaderas enseñanzas islámicas en nuestra adoración, moral y hábitos!

¡Que Dios nos permita hacerlo!

[Ahora] dirigiré algunas oraciones fúnebres y mencionaré algunos detalles al respecto.

La primera mención es la del respetado Dr. Mansur Shabuti Sahib de Yemen, quien fue encarcelado en ese país por ser áhmadi. Falleció en prisión el 26 de enero [de 2024] a la edad de 63 años:

[¡Ciertamente, a Dios pertenecemos y a Él regresaremos!]

Puesto que falleció mientras estaba en prisión y su encarcelamiento se debió a que era áhmadi -además, tampoco dispuso de un tratamiento médico adecuado y tal vez fue maltratado-, en cualquier caso, independientemente del alcance exacto de los detalles recibidos, murió mientras estaba en cautiverio y, por consiguiente, es un mártir y, como tal, el primer mártir áhmadi de Yemen.

Al fallecido le sobreviven su anciana madre, su esposa y dos hijos: Aiman y Bilal. El hermano del difunto, Nasir Shabuti, reside aquí en Londres y dice que su cuerpo fue entregado a su hijo el 1 de febrero. No obstante, como casi todos los hombres áhmadis han sido encarcelados, los no-áhmadis ofrecieron su oración fúnebre y lo enterraron.

[Su hermano] Nasir Shabuti Sahib cuenta que su abuelo, Abdul’lah Muhammad Uzman Shabuti, fue el primer áhmadi de Yemen y que el padre del Dr. Mansur Shabuti, Mahmud Abdul’lah Shabuti, fue el primer misionero de Yemen que obtuvo un título de “shahid”. La madre del fallecido es Shahrukh Nasrin Sahiba, hija de Syed Bashir Ahmad Shah Sahib de Rabwah y de Farruj Janum Sahiba, que es de la familia Yunud y ella, junto con su madre, Halima Banu Sahiba, y su hermano, Syed Halli Yunudul’lah Sahib, tuvieron la oportunidad de cumplir la instrucción del Mensajero de Al’lah (sa) de que cuando apareciera el Imam Mahdi, incluso si había que arrastrarse por montañas cubiertas de hielo debían hacerlo para jurarle lealtad, [hacer el “Bai’at” o pacto de Iniciación]. En este sentido, viajaron a pie desde Kashgar por montañas cubiertas de hielo, llegaron a Qadián e hicieron el “Bai’at”. La madre de Mansur Shabuti Sahib pertenecía a esta familia y su abuela materna estaba con ellos cuando caminaron sobre la nieve.

Su [joven] hijo, Bilal Shabuti Sahib, ha escrito en relación con el incidente de su martirio:

“Las fuerzas de seguridad irrumpieron en nuestra casa, empujaron a nuestro padre y le apuntaron al pecho con una pistola, y luego estuvieron a punto de llevarnos a mi padre y a mí. [Sin embargo], mi padre les dijo que podían matarlo si querían, pero que dejaran ir a su hijo”.

Cuando los no-áhmadis ofrecieron su oración fúnebre, su hijo, de 16 años, estaba presente y participó [en el funeral] y no había ningún otro varón áhmadi allí.

En cualquier caso, afirma también:

“Robaron dinero a mi padre y le acusaron de haber recibido cantidades de fuera del país. No obstante, mi padre negó haber recibido dinero de fuera y les aseguró que era suyo y que él se lo había ganado”.

Se trata de una desinformación que los llamados eruditos han difundido contra los áhmadis, en el sentido de que -Dios nos libre- reciben dinero de las potencias occidentales y de que tenemos una agenda contra el Islam. De hecho, [la verdad es que] cada áhmadi difunde el mensaje del Islam por todo el mundo ofreciendo personalmente sacrificios económicos y sirviendo a la humanidad. En cualquier caso, es un relato bastante detallado el que ha mencionado.

Ahora leeré lo que su esposa me ha mandado:

“Los que lo encarcelaron me mostraron el lugar donde habían retenido a mi marido y me informaron de que mi esposo lloraba a menudo en sus oraciones obligatorias y voluntarias [‘nawafil’]”.

 

Asimismo, le confirmaron que había sido encarcelado por [tener] información de que la Comunidad [Musulmana] Ahmadía le había enviado dinero desde el Reino Unido y que lo estaba utilizando para preparar una milicia en Yemen, [lo cual] es una acusación totalmente infundada. De todos modos, al indagar descubrieron que eso era falso, [por lo que] iban a liberarlo; aunque su salud se deterioró debido al estrés de la situación en la que se encontraba. [Así pues], esta fue la declaración de los que habían hablado con su esposa. Es posible que el oficial del alto mando tuviera una actitud diferente a la de los oficiales subordinados, que tienden a tomar sus propias decisiones, y por eso, debido a la dureza de su trato, ello repercutió [negativamente] en su salud.

En cualquier caso, su hermano, Nasir Shabuti Sahib, relata sobre el fallecido:

“Nuestro hermano, el Dr. Mansur Shabuti, era extremadamente amable y cariñoso, muy inteligente en sus estudios y estaba entre los diez mejores estudiantes del país, por lo que recibió un premio del gobierno. Era muy regular en sus oraciones y en el ‘tahayud’ (oración voluntaria de la madrugada). Recitaba regularmente el Sagrado Corán tras la oración de ‘fayr’ (oración de antes del alba) y también era regular en sus aportaciones financieras. Antes que a sus propios familiares, siempre ayudaba y trataba primero al prójimo. Constantemente hablaba a los pacientes con alegría y nunca cobraba nada a los que no tenían recursos; a la vez, les suministraba medicamentos y, si necesitaban ingresar en el hospital,  les ayudaba a hacerlo. [Incluso] cuando operaba a alguien pobre, descontaba los gastos de la operación de sus propios ingresos; y si alguien de nuestro vecindario caía enfermo, acudía a nuestro hermano para que lo tratara. Cuando se trasladó a otra zona, a Sana, los vecinos se entristecieron mucho. [Por último], siempre trataba a sus padres con gran amabilidad y les ayudaba a realizar el ‘Hall’ (Peregrinación)”.

 

La madre del Doctor Sahib, Shahruj Nasrin Sahiba, dice:

“Cuando estaba embarazada, vi en un sueño que una piadosa mujer de Rabwah llamada Zainab sostenía a mi madre en su regazo y decía que el Mesías Prometido (as) estaba por llegar. Miré a mi alrededor buscando al Mesías Prometido (as) pero no lo vi y después de esto me desperté.

 

El Doctor Sahib sentía pasión por el ‘tabligh’ (predicación) desde su infancia. En la escuela, predicaba el mensaje de Ahmadíat a sus profesores de estudios religiosos y estos escuchaban lo que decía sin oponerse”.

Otro de sus hijos, Aiman Shabuti, vive en Alemania y narra:

“Mi difunto padre nunca me regañó ni me pegó, [aunque] recuerdo que solo lo hizo una vez, cuando yo tenía trece años y me había negado a ofrecer oraciones en congregación, tras lo cual me golpeó levemente. Aparte de esa vez nunca lo hizo”.

Y continúa diciendo:

“En tiempos difíciles, mi padre siempre me instaba a rezar y él mismo también lo hacía. Le he visto llorar en la oración. Cuando estaba en la escuela y éramos solo niños, nos despertaba para la oración de ‘fayr’ (oración antes del amanecer), la ofrecíamos en congregación y luego recitábamos el Santo Corán.

 

Se doctoró en cirugía, para lo que se fue a Jordania, donde vivió cinco años. Fui a visitarle allí y la mezquita o centro donde se ofrecía la oración del viernes estaba a una hora de distancia, y él conducía hasta allí todos los viernes. [Asimismo], le apasionaba estudiar y leía muchos de los libros de la Yamat.

Cuando volvió de Jordania, su maleta pesaba bastante y pensé que había traído muchos regalos (igual que los niños esperan que sus padres traigan algo para ellos). Sin embargo, en su equipaje no había regalos, sino la traducción al árabe de ‘Tafsir-e-Kabir’ junto con otros libros de la Comunidad.

Iba a ver a sus parientes, aunque no fueran áhmadis y nos llevaba a mí y a mi madre con él; y cuando le preguntaba por qué era necesario reunirse con parientes no-áhmadis, me respondía: ‘El Santo Profeta Muhammad (sa) ha ordenado mantener buenas relaciones con la familia y, si no tenemos una conexión con los parientes cercanos, entonces eso desagradará a Dios Altísimo’.”

[Por su parte], Marwah Shabuti Sahiba nos cuenta que:

“Era muy respetado, de moral sólida, piadoso, siempre sonriente, cariñoso, cooperativo, amable, generoso, misericordioso, noble y muy inteligente. Regularmente destacó en los estudios y fue un médico de renombre en todo Yemen. Estuvo a la vanguardia del servicio a la humanidad y el Ahmadíat. Era muy querido entre los áhmadis y no-áhmadis por igual, y todo el mundo se ha visto muy afectado por su pérdida, incluidos los no-áhmadis”.

Los no-árabes también han expresado sus [buenos] sentimientos.

El Sindicato de Médicos de Yemen hizo la siguiente declaración:

“Informamos con dolor y pesar del fallecimiento del doctor Mansur Shabuti, especialista de cirugía general. Falleció el día…

 

[¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él regresaremos!]

La declaración del Consejo Médico recoge además que:

“Su misterioso fallecimiento ha provocado una gran preocupación e inquietud en los círculos médicos. Según los detalles obtenidos hasta el momento, el doctor Mansur gozaba de muy buena salud antes de su arresto. Se desconoce el motivo de su detención y durante dos semanas no hubo información sobre dónde lo habían llevado. Solo uno o dos días antes de su fallecimiento apareció en muy mala condición”.

Algunos de sus amigos noáhmadis han escrito sobre él en las redes sociales. [Por ejemplo], el doctor Jalid Adib, que no es áhmadi, declara:

“La primera vez que fui a trabajar a la sala de urgencias del hospital de Sana, vi a muchos médicos de pie alrededor de un médico joven. Cuando pregunté [quién era], alguien me informó que se trataba del doctor Mansur Shabuti, especialista en cirugía general, y que era el médico que más trabajaba, y con el que era más fácil colaborar. Todos los doctores y estudiantes preferían estar de guardia con él porque siempre trataba de impartir el mayor conocimiento posible a todo el mundo. No tenía codicia de dinero, de rango o de fama. El difunto tenía un carácter muy tranquilo, era muy sereno y cuidaba bien su salud. Constantemente estaba sonriendo y era muy amable; y [alguien] muy alejado de cualquier tipo de arrogancia o amor por el mundo”.

Otra persona escribe:

“Su fallecimiento es una gran pérdida para Yemen, [porque] ha visto irse a una persona justa que tenía un corazón puro y que pasó su vida sirviendo a los enfermos”.

Otro individuo ha manifestado que:

“El doctor Mansur tenía una mano sanadora y poseía una moral elevada”.

Todos los periódicos del sur de Yemen han publicado la noticia de su fallecimiento con diversos títulos, como por ejemplo:

“El asesinato de un médico de renombre”, “El fallecimiento del médico más renombrado”, “Captura del médico más conocido”.

Alguien también me ha escrito que gracias a él, el nombre de Ahmadíat se ha extendido bastante en Yemen y, si Dios quiere, esto podría convertirse en una fuente de “tabligh”.

¡Que Dios Altísimo trate al difunto con perdón y misericordia, eleve su posición y conceda paciencia y fortaleza a su familia!

¡Que [Al’lah permita que] las condiciones mejoren y [sobre] aquellos que actualmente están encarcelados allí, en la pequeña yamat que existe, que Dios proporcione rápidamente los medios para su liberación!

La segunda mención es del respetado Salahuddin Muhammad Saleh Abdul Qadir Odeh Sahib, quien era el padre de Muhammad Sharif Odeh Sahib, presidente nacional [Amir] de la comunidad de Kababir [Haifa y Palestina]. Tuvo una complicación cardíaca el 31 de enero y falleció durante la operación en el hospital, a la edad de 85 años:

[¡En verdad, a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!]

El fallecido era “musi”. Le sobreviven su esposa, tres hijos -Muhammad Sharif Odeh Sahib, Munir Odeh Sahib y Amir Odeh Sahib-, así como una hija, Manal Odeh. Tiene nietos y nietas; y dos de ellos -Masrur Munir Odeh y Bashiruddin Mahmud Odeh-, están estudiando en la “Yamia” [universidad de teología de la Yamat] de UK y Canada [respectivamente].

Muhammad Sharif Odeh Sahib explica [de su padre]:

“El abuelo paterno del fallecido, Al-Haj Abdul Qadir Odeh, estuvo entre los áhmadis pioneros en Palestina que aceptaron el Ahmadíat en 1928 y, tras él, el bisabuelo paterno del difunto, Abdul Qadir Odeh, también juró lealtad [hizo el Bai’at] y, algún tiempo después, el padre del fallecido, Muhammad Odeh, hizo lo propio. Así, por la gracia de Dios Altísimo, el padre, el abuelo paterno y el bisabuelo paterno del difunto eran todos áhmadis. [Por eso, mi padre, que] nació en 1938, lo hizo como áhmadi.

 

Un día, cuando tenía catorce años, hacía mucho frío y el fallecido salió a realizar unas tareas, y debido al clima extremo y no llevar la vestimenta adecuada, su cuerpo se congeló y cayó inconsciente. Tras una larga búsqueda lo encontraron y lo llevaron al hospital. Su condición era muy grave y los médicos dijeron que, en primer lugar, sería un milagro si sobrevivía, y aunque sobreviviera nunca podría tener hijos. Chaudhary Muhammad Sharif Sahib, quien era el misionero de allí en ese momento, escribió una carta a Hazrat Musleh Maud (ra). Posteriormente, por la gracia de Dios, no solo se curó sino que más tarde se casó y Al’lah le concedió descendencia: tres hijos y una hija. Al igual que su padre, el difunto pasó toda su vida en primera fila al servicio de los misioneros. De la misma manera, servía de todo corazón a los invitados del Mesías Prometido (as), lo cual fue atestiguado por cada persona que vino a expresar sus condolencias”.

Mohammad Sharif Odeh Sahib dice además:

“Los invitados se habían acostumbrado a su hospitalidad, [por lo que] los huéspedes deseaban quedarse con él y experimentar su buen trato. Una vez tenía que venir un sacerdote para una reunión [con el presidente nacional de Kababir o Amir] y preguntó si su padre estaba allí. [Entonces], le comunicó que  había salido, a lo que el sacerdote respondió: ‘Volveré cuando él regrese para poder disfrutar de su hospitalidad’.

El fallecido también se ocupaba de los pobres y necesitados y gastaba en ellos. [Aparte], los nuevos conversos cuyas familias habían cortado los lazos con ellos [por entrar en el Ahmadíat] se establecieron en Kababir y él los trató a todos como un padre amable. [Por ejemplo], tras su fallecimiento, una mujer dijo: ‘Mi marido pasaba la mayor parte de su tiempo con él y ahora afirma que no sabe a quién acudir’.”.

Muhammad Sharif Sahib continúa:

“Mi padre nos crio mostrando su propio ejemplo práctico, [pues] en lugar de explicarnos las cosas, nos enseñaba cómo hacerlas a través de sus acciones. [Por otro lado], a mi padre le encantaba estudiar y siempre estaba leyendo alguna literatura de la Comunidad, por lo que su conocimiento era muy amplio”.

Y añade:

“Realmente no necesitó nuestra ayuda en su vejez; [es decir], no tuvo necesidad alguna de ayuda de nuestra parte. De hecho, él [mismo] nos ayudaba y el hecho de que sus hijos estuvieran sirviendo a la Yamat lo hacía feliz”.

Su nieta, la Dra. Yasmin, expone que:

“Viví durante algunos años con mis abuelos en su casa y observé que mi difunto abuelo ofrecía regularmente las oraciones y el ‘tahayud’. Pasaba la mayor parte de su tiempo en la mezquita y en la sede [local] de la Comunidad. Cocinaba y atendía regularmente a los huéspedes, y se ocupaba de renovar la sede [local] de la Yamat, entre otras tareas. Le encantaba leer libros de la Comunidad, hasta el punto de que el día de su fallecimiento encontramos un libro abierto sobre su cama”.

Y prosigue:

“Había algunas reparaciones necesarias en su casa y mi abuelo le dijo a mi abuela que esos arreglos no eran necesarios porque pronto fallecerían y que era mejor donar los fondos de las reparaciones a los necesitados. [Finalmente], durante su cirugía cardíaca, los médicos no solo observaron que su corazón estaba muy débil, sino que incluso sus arterias estaban casi completamente obstruidas y se asombraron de cómo había podido andar hasta ese momento. No obstante, su plegaria fue estar sano hasta su muerte y, en ese sentido, hasta su último momento, nunca dependió de nadie”.

Muhammad Sharif Odeh Sahib aclara además:

“Mi padre gastaba su dinero en otros con el corazón abierto. [Por ejemplo], un día, un familiar anciano pidió ayuda y él le entregó todo lo que tenía en el bolsillo en ese mismo momento. [En otra ocasión], cuando el difunto Maulana Fazl Ilahi Bashir Sahib era misionero en Kababir, le pidió a mi padre que contribuyera con fondos para la mezquita de dicha localidad. [Pues bien], en aquella época él [el difunto] adquirió de alguna parte una gran suma de dinero y dio la cantidad total para la mezquita”.

Un joven también ha dicho:

“Cuando lo operaron de su hernia, le pregunté sobre su bienestar y respondió que sentía mucho dolor. Luego le dije que por qué estaba trabajando mientras se encontraba en esas condiciones y contestó que había algunas tareas menores como mover cosas y reparar una puerta rota [que le gustaba hacer. Entonces], le expliqué que debido a que había sido sometido a una cirugía no debería realizar ningún trabajo pesado y respondió que no podría vivir sin hacerlo porque consideraba que servir a la Yamat era su responsabilidad”.

Saifuddin Abu Asad de Palestina escribe:

“Solo observé bondad y virtud en el respetado Salahuddin Odeh Sahib. Durante mi estancia en Kababir, encontré en él un miembro verdaderamente sincero de la Comunidad. Era muy cariñoso y venía en ayuda de todos. A pesar de ser el padre del presidente nacional de la Yamat, se dedicaba a atender y recibir invitados. Lo supe mucho después, [aunque] debido a la forma en que servía nunca me di cuenta que era el padre del presidente nacional [Amir]. Era sumamente humilde. [Al final], alguien me informó luego que era su padre”.

El Dr. Aiman Al-Maliki relata:

“Inmediatamente después de dirigir las oraciones de ‘fayr’, iba directamente al ‘Langar Khana’ [cocina comunitaria] y trabajaba incansablemente hasta la noche, cuando ya regresaba a casa. Esta era su rutina durante los siete días de la semana. Amaba mucho al Jalifato y respetaba bastante a la Comunidad, hasta el punto de que, a pesar de que su propio hijo era el presidente nacional, lo respetaba. Se dedicó apasionadamente al servicio de la Yamat, a la predicación y al cumplimiento de sus responsabilidades hasta el final de su vida. Los ejemplos de tal pasión son poco comunes. Fue testigo de la época de cuatro Jalifas [II, III, IV y V] y tenía discusiones muy interesantes sobre el tema del Jalifato”.

[Otra persona], Muhammad Alaona Sahib, menciona:

“Juré lealtad hace 20 años, después de lo cual fui a Kababir. Me saludó con mucho amor y sinceridad. Siempre lo observé estando al servicio de la Comunidad. A pesar de su vejez, ejemplificó una sinceridad en su trabajo que no se puede ver ni siquiera en los jóvenes. Fue muy benévolo y amable”.

[Por su parte], Namal Ajwah Sahiba escribe:

“Pertenezco a la ciudad de Al-Jalil. Cuando llegué aquí [Kababir] con mis dos hijos, no tenía una casa donde vivir. El fallecido me dijo que dejara a mis hijos a su cuidado mientras yo podía quedarme en ‘Dar Al-Ziyafat’ [casa de los huéspedes]. Durante un mes y medio cuidaron a mis hijos, les dieron de comer y cubrieron sus otras necesidades. Fue como un padre amable para mí. Con su fallecimiento, siento que mi alma ha abandonado mi cuerpo”.

[También], Shamsuddin Sahib, el misionero de Kababir, nos cuenta que:

“No le gustaba tirar nada viejo de la mezquita o de la casa de la misión. En cambio, reparaba esas cosas dejándolas como si fueran nuevas y las convertía en útiles una vez más. (Este es un método de ahorro de dinero que debería adoptarse en otros lugares –[comenta Hazur]-). A veces observé que cuando la gente venía a la mezquita en busca de ayuda, él los honraba como invitados, hacía que se sentaran y les daba de comer”.

Su nieta Rana Odeh Jahangeer Sahiba relata que:

“Siempre observé que mi abuelo se levantaba temprano en la madrugada para el ‘tahayud’ y ofrecía sus oraciones con regularidad. Mi abuelo se preocupaba profundamente por los pobres. La gente le decía que también gastara dinero para sí mismo, aunque él siempre respondía diciendo: ‘Prefiero dar este dinero a quienes lo necesitan’. Tenía una firme convicción en Dios Altísimo y un amor ilimitado por el Jalifato”.

¡Que Al’lah tenga misericordia del difunto, le conceda el perdón y eleve su posición!

¡Que asimismo conceda a sus hijos y a su progenie paciencia y fortaleza, y les permita llevar a cabo sus obras virtuosas!

A continuación hablaré de Rehana Farhat Sahiba, esposa de Karamatul’lah Khadim Sahib, un misionero que sirve en Rabwah. Falleció el 29 de enero:

[¡En verdad, a Dios pertenecemos y a Él volveremos!]

Su familia ingresó en el redil de Ahmadíat a través de su bisabuelo, Hazrat Munshi Yalaluddin (ra) de Bulani, [localidad] ubicada en el distrito de Gujurat [Pakistán]. Su nombre es el primero en la lista de 313 Compañeros [ra] incluidos por el Mesías Prometido (as) en el apéndice de “Anjam-e-Atham”. Le sobreviven su esposo, un hijo y tres hijas. Su hijo, Ihsanul’lah Sahib, actualmente sirve como misionero en España y no pudo asistir a las oraciones funerarias ni al entierro de su madre debido a sus obligaciones de trabajo misional, entre otras razones. [Al mismo tiempo], su marido, Karamatul’lah Khadim Sahib, es una persona consagrada de por vida y misionero; y su yerno, Asif Mahmud Butt Sahib, también es misionero en Tanzania.

Su hijo, Ihsanul’lah Sahib, que es misionero [como he dicho], narra:

“Ella era una constante fuente de plegarias para nosotros y ofrecía oraciones de ‘tahayud’ sumamente emotivas. Mientras trabajaba y caminaba, tarareaba pareados de oración del Mesías Prometido (as) y de los Jalifas. De esta forma, los niños que la rodeaban aprendían esos poemas. Era regular en dar limosnas y ofrecer servicios a la Yamat; y hasta que su salud se lo permitió, asistió y participó regularmente en eventos de la Comunidad. Era una persona muy agradecida, contenta y paciente; y estaba orgullosa de ser una mujer áhmadi”.

 

Su hija, Numanah Nusrat Sahiba, afirma que:

“Tenía la cualidad distintiva de estar muy agradecida. Si alguna vez alguien la elogiaba diciendo que había dedicado el único hijo que tenía, ella respondía con humildad y agradecimiento diciendo: ‘¿Cómo puedo agradecer a Dios Altísimo quien después de darme un hijo me dio muchos a cambio?’, refiriéndose a sus nietos. Ella decía que todos los áhmadis son personas consagradas”.

Nació en Rabwah y le alegraba mucho ver el desarrollo [de la ciudad]. Era conocida como una mujer fuerte y de buenos modales. Además de ser alegre y sencilla, vivió una vida con [buena] educación. Expresaba su agradecimiento diciendo que había recibido todas las comodidades de la vida y nunca se quejó de que el salario de un misionero fuera insuficiente; [y una vez] dijo: “No podría recibir las bendiciones que tengo ahora en ningún otro lugar”.

Debido a demandas interpuestas contra la Yamat, su hijo tuvo que emigrar en 2017, [aunque] como mencioné hubo otras razones por las que no pudo asistir [al funeral; o sea], no le fue posible ir a Pakistán y, debido a la debilidad causada por su enfermedad, ella tampoco pudo ir a visitarlo. Sin embargo, constantemente le aconsejaba que cumpliera con sus deberes como persona consagrada [y lo hiciera] con paciencia y dedicación.

[Finalmente], su nuera dice:

“Ofrecía la oración ‘tahayud’ con gran dolor y fervor. Asimismo, veía sueños verdaderos y claros que se hacían realidad y todos quedábamos asombrados al ser testigos de ello”.

Se sabe además que su hijo tuvo que emigrar debido a unas demandas judiciales y que ella, por su enfermedad, no pudo visitarlo. A pesar de esto, nunca expresó ninguna tristeza y siempre aconsejó a su hijo que cumpliera con firmeza el voto que había hecho de consagrar su vida. [Aparte], comentaba que en estos días era muy fácil mantenerse en contacto y nunca permitió que su amor e instintos maternos se convirtieran en un obstáculo en el trabajo de una persona consagrada. [En este sentido], alguien le sugirió que como había pasado mucho tiempo, si escribía al Jalifa de la época para que le permitiera visitar a su hijo se harían algunos arreglos para ella. No obstante, respondió que había dedicado a su hijo y que no haría tales peticiones.

¡Que Al’lah muestre Su misericordia, le conceda el perdón y eleve su posición, y que además conceda a su familia paciencia y fortaleza!

Resumen

Después de recitar Tashahhud, Ta’awwuz y Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba) dijo que había estado mencionando las consignas de ídolos levantadas por Abu Sufyan con ocasión de la Batalla de Uhud, y la respuesta e instrucción del Santo Profeta (sa) de levantar consignas de la gloria de Dios.

Respuesta a las consignas de Abu Sufyan durante la Batalla de Uhud

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) quien detalló cómo Abu Sufyan glorificó a sus ídolos cuando pensó que el Santo Profeta (sa) había sido asesinado. En respuesta, el Santo Profeta (sa) instruyó a sus compañeros a declarar la grandeza de Dios, y decir que Al’lah era su Protector mientras que los incrédulos no tenían protector.

Su Santidad (aba) además citó a Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) quien escribe que cuando Abu Sufyan estaba declarando las falsas noticias de que el Santo Profeta (sa) había sido asesinado, el Santo Profeta (sa) instruyó a sus compañeros a permanecer en silencio. Lo mismo ordenó cuando se anunciaron las falsas noticias de los martirios de Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Umar (ra). Pero cuando Abu Sufyan comenzó a glorificar a sus ídolos, el Santo Profeta (sa) no pudo permanecer en silencio ya que la gloria de Dios estaba siendo cuestionada. Y así, a pesar de haber permanecido en silencio antes, ahora el Santo Profeta (sa) instruyó a los compañeros para que proclamaran que la verdadera gloria sólo pertenece a Dios.

Martirios de Hazrat Hanzalah (ra) y Hazrat Sa’d bin Rabi’ (ra).

Su Santidad (aba) dio detalles sobre los martirios de Hazrat Hanzalah (ra) y Hazrat Sa’d bin Rabi’ (ra). Hazrat Hanzalah (ra) fue martirizado en la Batalla de Uhud después de haberse casado justo el día antes de que comenzara la batalla. El Santo Profeta (sa) había visto ángeles lavando su cuerpo en el campo de batalla. Hazrat Sa’d bin Rabi’ (ra) también fue martirizado en la batalla de Uhud. El Santo Profeta (sa) pidió que alguien fuera a buscar a Sa’d (ra) al campo de batalla. Un compañero fue a buscarlo y al encontrar a Sa’d (ra), el compañero le dijo que el Santo Profeta (sa) estaba preguntando por él. Hazrat Sa’d (ra) pidió que su saludo de ‘Salam’ fuera transmitido al Santo Profeta (sa). Pidió que se informara al Santo Profeta (sa) de que había soportado 12 heridas de lanza, pero que cualquiera que se hubiera enfrentado a él en batalla había muerto. Dijo que había que decir a su gente que si el Santo Profeta (sa) era martirizado mientras ellos seguían vivos, entonces no tendrían excusa. En otras palabras, debían entregar sus vidas para proteger al Santo Profeta (sa) y al Islam. Esta era la pasión de los Compañeros incluso en sus últimos alientos. Después de esto, Hazrat Sa’d (ra) falleció y se convirtió en mártir. Cuando el Santo Profeta (sa) escuchó esta noticia, rezó por la misericordia de Hazrat Sa’d (ra) y dijo que era un bienqueriente de Al’lah y Su Mensajero (sa) tanto en su vida como en su muerte.

Actos de Barbaridad en la Batalla de los Incrédulos

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

El Santo Profeta (sa) también había descendido al campo de batalla y se estaba ocupando de los cuerpos de los mártires. En aquel momento, el panorama que se ofrecía a los musulmanes era para derramar lágrimas de sangre. Setenta musulmanes yacían en el campo de batalla asfixiados por el polvo y la sangre, y mostraban una horrible escena de la bárbara tradición árabe conocida como Muthlah. Entre las bajas, sólo había seis Muhayirin y el resto eran todos de los Ansar. El número de hombres muertos de entre los Quraish fue de veintitrés. Cuando el Santo Profeta (sa) se acercó al cuerpo de su tío paterno y hermano adoptivo, Hamzah bin ‘Abdil-Muttalib (ra), se quedó pasmado porque Hind, la bárbara esposa de Abu Sufyan había estropeado gravemente su cadáver. Durante algún tiempo, el Santo Profeta (sa) permaneció allí en silencio, y los signos de dolor e ira eran evidentes en su semblante. Por un momento, el Santo Profeta (sa) incluso pensó para sí mismo que hasta que a estas bestias sedientas de sangre de La Meca no se les diera a probar su propia medicina, tal vez nunca entrarían en razón, pero entonces el Santo Profeta (sa) se abstuvo de esta idea y mostró paciencia. De hecho, después de esto, el Santo Profeta (sa) prohibió la costumbre de Muthlah en el Islam para siempre, y dijo que el enemigo puede hacer lo que le plazca, pero los musulmanes deben, en cualquier caso, abstenerse de tal práctica bárbara, y seguir un curso de virtud y benevolencia “.

(La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa), vol. 2, pp. 344-345)

Su Santidad (aba) citó además a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra), quien escribe:

Los Quraish habían dado más o menos el mismo tratamiento bárbaro a los cuerpos de otros Compañeros también. Por lo tanto, el cuerpo de ‘Abdul’lah bin Yahash (ra), el primo paterno del Santo Profeta (sa) también había sido severamente desfigurado. Cuando el Santo Profeta (sa) pasaba de un cuerpo a otro, los signos de dolor y angustia se hacían cada vez más evidentes en su semblante”.

(La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, p. 345)

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra), quien destaca que en sus últimas palabras, Hazrat Sa’d (ra) no expresó ni se preguntó quién cuidaría de su familia cuando él ya no estuviera. En su lugar, su única preocupación y sus últimas palabras fueron sobre la protección del Santo Profeta (sa) y asegurarse de que los musulmanes entregarían sus vidas en ello.

Su Santidad (aba) dijo que uno se maravilla ante este tipo de expresiones de amor por el Santo Profeta (sa). Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah el Todopoderoso establezca este espíritu de amor por el Santo Profeta (sa) dentro de nosotros también. Cuando establezcamos tales formas de pensar, entonces también aumentará nuestra conexión con Dios y nos esforzaremos verdaderamente por eliminar nuestras debilidades para que el verdadero espíritu islámico se establezca en nuestra adoración, nuestra conducta moral y nuestros hábitos.

Oraciones fúnebres

Su Santidad (aba) dijo que dirigiría las oraciones fúnebres de los siguientes miembros fallecidos:

Dr. Mansoor Shabouti

Dr. Mansoor Shabbouti, de Yemen. Era un prisionero en el camino de Al’lah en Yemen, y había sido encarcelado debido a sus creencias ahmadíes. Falleció durante su estancia en prisión. Por ello, al haber sido encarcelado por su fe, se le considera un mártir. Como tal, es el primer mártir ahmadí de Yemen. Le sobreviven su anciana madre, su esposa y dos hijos. Dado que la mayoría de los hombres ahmadíes en Yemen han sido encarcelados, las oraciones fúnebres fueron ofrecidas en Yemen por no ahmadíes. Su padre fue el primer ahmadí de Yemen. Su hijo relata cómo las autoridades entraron en su casa, le pusieron una pistola en la cabeza y le dijeron que recibía dinero del extranjero. Mansoor Shabbouti lo refutó, diciendo que todo lo que tenía era el resultado de su propio trabajo duro, nada del extranjero. Su Santidad (aba) comentó que ésta es una acusación común que los llamados clérigos intentan lanzar contra los ahmadíes, diciendo que recibimos dinero de las potencias occidentales y que tenemos algún tipo de agenda contra el Islam. Mientras que la realidad es que todo ahmadí hace sacrificios económicos por difundir el mensaje del islam al mundo y servir a la humanidad. La esposa de Mansoor Shabbouti declaró que más tarde le mostraron la habitación donde había estado encarcelado y los guardias le dijeron que a menudo se le oía llorar mientras rezaba. También le confirmaron que había sido encarcelado por la información de que la Comunidad Ahmadía le enviaba dinero desde el extranjero que luego entregaba a las fuerzas malasias. Este es el tipo de acusaciones falsas que inventan. Dijeron que, tras investigar, se enteraron de que esas acusaciones no eran ciertas y estaban a punto de ponerlo en libertad.

Su hermano escribe que era muy amable. Estaba muy bien educado, rezaba regularmente, recitaba el Corán y daba limosna. Atendía gratuitamente a los pobres y necesitados y renunciaba a sus propios honorarios. Le apasionaba propagar el mensaje del Islam e incluso predicaba a sus profesores universitarios, que escuchaban lo que decía.

Terminó su doctorado en Jordania, donde viajaba una hora todos los viernes para asistir a la oración del viernes. Mantenía buenas relaciones con todos sus familiares, incluidos los que no eran ahmadíes. Era querido tanto por los ahmadíes como por los no ahmadíes. El sindicato de médicos de Yemen también hizo una declaración de condolencias y expresó el gran dolor de su pérdida. Pasó su vida sirviendo a la humanidad, y Dios había puesto la curación en su mano. Ahmadíat se ha extendido mucho en Yemen gracias a él. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah trate al difunto con perdón y misericordia, eleve su posición, y conceda paciencia y fortaleza a su familia. Su Santidad (aba) también rezó por la pronta liberación de los ahmadíes que siguen encarcelados en Yemen.

Salahuddin Muhammad Saleh Abdul Qadir Odeh

Salahuddin Muhammad Saleh Abdul Qadir Odeh, padre de Sharif Odeh, Presidente Nacional de la Comunidad de Kababir. Le sobreviven su esposa y tres hijos, Muhammad Sharif Odeh, Munir Odeh y Amir Odeh, así como una hija, Manal Odeh. Dos de sus nietos estudian en Yamia Ahmadía. Nació como ahmadí, ya que su padre, su abuelo y su bisabuelo eran ahmadíes.

Cuando era joven, cayó inconsciente debido al frío extremo. Cuando lo llevaron al hospital, los médicos le dijeron que tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir y que, aunque sobreviviera, no podría tener hijos. Se envió una carta al Segundo Califa (ra) para que rezara, y sobrevivió, se casó y tuvo hijos. Estaba a la vanguardia del servicio a la Comunidad y sentía una gran pasión por atender a los invitados del Mesías Prometido (as). Su hospitalidad era tan renombrada que la gente quería quedarse con él sólo para experimentar su hospitalidad. También se ocupaba de los pobres y necesitados. Trataba a los nuevos conversos cuyas familias los abandonaban como a un padre bondadoso. Le apasionaba estudiar la literatura de la Comunidad. También se mantuvo independiente en su vejez, de hecho ayudaba a sus hijos en su servicio a la Comunidad. Había rezado para seguir caminando hasta su muerte, y Al’lah cumplió su deseo. Era extremadamente humilde, y no se podría decir que era el padre del Presidente Nacional por la forma en que servía humildemente. De hecho, por respeto, incluso se ponía en pie cuando su hijo entraba en la sala porque era el Presidente Nacional. Trabajaba con tanta pasión incluso a su avanzada edad, que rara vez se ve incluso entre la generación más joven. Nunca permitía que se tiraran las cosas viejas de la mezquita o de la misión, sino que las reparaba y las volvía a utilizar. Su Santidad (aba) dijo que ésta es una práctica que debería adoptarse también en otros lugares. Era habitual que ofreciera el Tahayud [oraciones voluntarias antes del amanecer]. La gente le decía que gastara algo de dinero en sí mismo, pero él siempre respondía que prefería gastarlo en los necesitados. Tenía plena certeza en Dios y un profundo amor por el Califato. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le conceda el perdón y la misericordia, eleve su posición, conceda a sus hijos y progenie paciencia y fortaleza y les permita continuar el legado de sus virtudes.

Rehana Farhat

Rehana Farhat, esposa de Karamatul’lah Khadim, misionero de Rabwah. Le sobreviven su marido, un hijo y tres hijas. Su hijo, misionero en España, no pudo asistir al funeral. Su yerno también es misionero en Tanzania. Era habitual en dar limosna. Estaba muy agradecida y contenta. Tenía fama de ser muy trabajadora. Nunca se quejaba de las circunstancias de vivir con un consagrado. Ofrecía oraciones voluntarias con gran fervor. Vio muchos sueños que se cumplirían con gran veracidad. Siempre animó a su hijo a cumplir su promesa de devoción a la vida con total sinceridad. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le conceda el perdón y la misericordia, eleve su posición y conceda paciencia y fortaleza a su familia.

Resumen preparado por The Review of Religions

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