La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar el Tashahud, el Ta’awwuz y el Surah Al-Fatiha, Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo:

Mencionaré hoy nuevos detalles en relación con el Tratado de Hudaibiya. En Sirat Jatam-ul-Nabiyyin, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) menciona el siguiente incidente concreto:

“Es habitual que no se detecten fallos en los acuerdos, que más tarde generan importantes consecuencias”. Así, en el Tratado de Hudaibiya pasó desapercibida una falta, ya que, aunque se establecía claramente el retorno de los hombres musulmanes, no se mencionaba a las mujeres de La Meca que aceptando el islam se unieran a los musulmanes. Sin embargo, poco después empezaron a darse circunstancias que pusieron en alerta a la gente de La Meca. Transcurrido muy poco tiempo de este acuerdo, algunas mujeres musulmanas consiguieron escapar de las manos de los infieles y llegar a Medina. Entre ellas, la primera fue la hija de un idólatra fallecido, el jefe Uqbah bin Abi Mu’ait, y cuyo nombre era Umme Kulzum. Por parte de madre, también era hermana de Hazrat Uzman bin Affan (ra). Demostrando un valor admirable, Umme Kulzum llegó a Medina a pie (cubrió esta enorme distancia andando), se presentó ante el Santo Profeta (sa) y expresó su aceptación del islam. Sin embargo, dos de sus parientes cercanos la habían seguido para capturarla y exigir su regreso.

Estas personas afirmaban que, aunque en el tratado se utilizaba la palabra “hombre”, en realidad el acuerdo era general y afectaba por igual a hombres y mujeres. Sin embargo, además de las palabras del tratado, Umme Kulzum defendió una excepción en el caso de las mujeres al pertenecer al género más débil. Además, en comparación a los hombres, ocupan una posición de dependencia, por lo que devolverla equivaldría a lanzarla a la boca de la muerte espiritual y privarla así del islam. Por lo tanto, considerar a las mujeres exentas de este acuerdo establecido, no sólo era totalmente conforme a dicho acuerdo, sino que, lógicamente, era más cercano a la justicia y era necesario.

Por esta razón, natural y equitativamente, el Santo Profeta (sa) emitió un veredicto a favor de Umme Kulzum y envió de vuelta a su familia. Además, Dios Altísimo también apoyó esta decisión. Como consecuencia, se reveló entonces el versículo coránico cuyo extracto dice:

“Cuando las mujeres creyentes acudan a vosotros como refugiadas, examinadlas.” Si entonces encontráis que son verdaderas creyentes, no las restituyáis a los incrédulos. Pero devolved a sus maridos incrédulos lo que hayan gastado en ellas”.

A partir de entonces, cada vez que una mujer salía de La Meca y llegaba a Medina, se la examinaba a fondo y se evaluaba su intención y su sinceridad. En cuanto a aquellas mujeres que demostraban ser bien intencionadas y sinceras y sin algún propósito materialista o personal detrás de su migración, se les dejaba residir en Medina. En el caso de las mujeres casadas, se pagaban sus dotes a los maridos, y eran libres entonces de casarse con otros musulmanes”.

Sobre las condiciones del tratado, hay otro incidente relacionado con Hazrat Abu Basir. Los detalles en relación con este incidente son los siguientes:

“Entre las condiciones del acuerdo de Hudaibiya, una era que, si un individuo de entre los Quraish se convertía en musulmán y venía a Medina, la gente de Medina no debía otorgarle protección, sino devolverlo. Sin embargo, si un musulmán renunciaba al islam y se dirigía a La Meca, la gente de La Meca no lo devolvería”.

Al principio, esta condición parecía una deshonra para los musulmanes. Por esta razón muchos musulmanes se mostraron contrarios, hasta el punto de que incluso un Compañero sumamente comprensivo y respetado como Hazrat Umar (ra) – teniendo en cuenta la situación emocional de esa época (cuando la gente estaba muy impactada y conmocionada por tener que renunciar a sus derechos) – se sintió muy disgustado e inquieto debido a esta premisa. Sin embargo, poco después se demostró que, en realidad, esta condición era una evidencia de la debilidad de los Quraish y de fortaleza para los musulmanes. Al igual que el Santo Profeta (sa) había declarado al principio que, si un musulmán se convertía en apóstata y abandonaba Medina, se le consideraba un miembro infecto (es decir, sólo aquellos que eran hipócritas o no eran verdaderamente sinceros abandonaban el islam), si se marchaban, no se generaba daño alguno ni había razón para traerlo de vuelta a Medina. Así, el Santo Profeta (sa) dijo ya desde el principio que no suponía ningún problema con que no se le devolviera, al ser un miembro infecto, y lo mejor era su amputación. Sin embargo, en comparación, si un individuo se había musulmán de corazón y abandonaba La Meca, encontrara o no un lugar en Medina, era un medio para fortalecer el islam, independientemente de donde residiera, y en última instancia, Dios abriría algún camino para su liberación. Esta visualización de los hechos se comprobó pronto que era cierta, porque no había transcurrido mucho tiempo desde la llegada del Santo Profeta (sa) a Medina, cuando un hombre llamado Abu Basir Utbah bin Usaid Zaqfi, que residía en La Meca y era aliado de los Banu Zuhrah, se hizo musulmán, y escapando de los Quraish huyó a Medina. Los Quraish de La Meca enviaron a dos hombres en su persecución e imploraron al Santo Profeta (sa) que entregara a Abu Basir, según las condiciones del acuerdo. El Santo Profeta (sa) llamó a Abu Basir y le ordenó que regresara. Abu Basir se quejó: “Soy musulmán, esta gente me hará sufrir en La Meca y me obligará a renunciar al islam por la fuerza”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Estamos obligados por el acuerdo y no podemos retenerte aquí. Si eres paciente por amor a Dios, Él te abrirá algún camino. Pero nosotros estamos obligados por el tratado y no podemos actuar en contra del acuerdo” (este era el grado en que el Santo Profeta (sa) cumplía sus promesas).

Desesperado, Abu Basir partió para regresar con esa gente, pero le aterrorizaba en extremo que al llegar a La Meca se le impusieran crueldades y se viera obligado a ocultar una cosa tan bendita como era el islam, y más bien, debido a la opresión y a la persecución, tuviese que renunciar a todo. Cuando este grupo llegó a Dhul-Hulaifah, que se encuentra a pocas millas de Medina en el camino a La Meca, Abu Basir buscó la oportunidad adecuada y se las arregló para matar a uno de sus custodios, que también era el líder del grupo. Estaba a punto de apresar al siguiente, pero huyó temiendo por su vida de manera que llegó a Medina incluso antes que Abu Basir. Detrás de él, Abu Basir también llegó a Medina.

Cuando llegó a Medina, el Santo Profeta (sa) estaba en la Mezquita. Al ver su gesto de miedo, el Santo Profeta (sa) dijo: “Parece que algo le aterroriza”. Jadeando y tembloroso, le dijo al Santo Profeta (sa): “Han matado a mi compañero y yo también estoy a las puertas de la muerte”. Cuando el Santo Profeta (sa) se enteró del suceso, lo consoló. Mientras tanto, empuñando una espada en la mano, Abu Basir llegó y empezó a decirle al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! Me entregaste a los Quraish y tú has cumplido tu deber. Sin embargo, Dios me ha liberado de un pueblo cruel y ahora no tienes ninguna responsabilidad sobre mí”. El Santo Profeta (sa) dijo:

[Árabe]

“¡Ay de tu madre (en el lenguaje de los árabes, estas palabras se utilizan para reprochar a alguien o expresar asombro), este hombre está encendiendo el fuego de la guerra. Ojalá hubiera alguien que lo pudiera controlar!”.

Cuando Abu Basir oyó estas palabras, comprendió que, en cualquier caso, el Santo Profeta (sa) le iba a ordenar regresar debido al tratado. En relación con esto, las palabras de Bujari son las siguientes:

[Árabe]

“Cuando Abu Basir oyó estas palabras del Santo Profeta (sa), supo que sería devuelto a los mequíes”.

Tras esto, se marchó tranquilamente de allí y, en lugar de ir a La Meca, donde preveía su muerte física y espiritual, llegó a Siful-Bahr, hacia la costa del Mar Rojo. Cuando otros musulmanes más débiles y ocultos de La Meca se enteraron de que Abu Basir había establecido una morada separada, comenzaron a abandonar lentamente La Meca y llegaron a Siful-Bahr. Entre ellos también estaba Abu Yandal, que era el hijo del jefe de La Meca, Suhail bin Amr, y sobre quien ya se ha mencionado anteriormente que el Santo Profeta (sa) lo envió de vuelta de Hudaibiya. Poco a poco, estas personas llegaron a ser aproximadamente 70, o según algunas narraciones, 300.

De este modo, fue como si, además de Medina, también surgiera una segunda soberanía islámica, que en términos de la religión estaba bajo el Santo Profeta (sa), pero era separada e independiente en cuanto a la gobernanza. Por un lado, la existencia de un sistema político independiente en la región de Hiyaz era peligrosa para los Quraish y, por otro, los muhayirines (emigrantes) de Siful-Bahr habían sido profundamente maltratados por los Quraish de La Meca. Por esta razón, tras un corto período de tiempo, las relaciones entre estos muhayirines de Siful-Bahr y los Quraish de La Meca, se asemejaron a las que existieron inicialmente con los muhayirines de Medina. Además, como Siful-Bahr estaba situado muy cerca de la ruta que iba de Medina a Siria, se produjeron enfrentamientos entre las caravanas de los Quraish y estos muhayirines. Esta nueva guerra adquirió un cariz muy peligroso para los Quraish. En primer lugar, porque los Quraish se habían debilitado mucho tras la última guerra y, en segundo lugar, porque su número había disminuido drásticamente. Además, en comparación con ellos, el estado islámico de Siful-Bahr, que estaba dirigido por compañeros celosos como Abu Basir y Abu Yandal, estaba lleno del fresco fervor de la fe y de la fuerza que brotaba de los amargos recuerdos de las crueldades cometidas contra ellos, que no conocían oposición”.

El resultado fue que después de un corto período de tiempo, los Quraish arrojaron sus armas y, angustiados por los ataques del grupo de Abu Basir, por medio de una delegación, fueron a ver al Santo Profeta (sa) y le suplicaron por la relación familiar que mantenían con él, que llamara a los muhayirines de Siful-Bahr a Medina y los integrara en su sistema político. Además, renunciaron alegremente a la condición del Tratado de Hudaibiya que estipulaba que: ‘A los nuevos musulmanes de La Meca no se les concederá protección en Medina,’ por su propia voluntad (ellos mismos eliminaron la condición de que cualquiera que se hiciera musulmán y fuera a Medina sería devuelto). El Santo Profeta (sa) aceptó esta petición, y envió correspondencia a Abu Basir y Abu Yandal, diciendo que como los Quraish habían enmendado el tratado por su propia voluntad, ahora podían venir a Medina. Cuando el emisario del Santo Profeta (sa) llegó a Siful-Bahr, Abu Basir estaba enfermo y postrado en cama y muy debilitado. Abu Basir aferró con mucho afecto la bendita carta del Santo Profeta (sa), y poco después falleció así. Abu Yandal y sus compañeros enterraron a su valiente y gallardo líder en Siful-Bahr y acudieron al Santo Profeta (sa) con sentimientos agridulces de alegría y pena. Pena porque su valiente líder, Abu Basir, que fue el héroe de este relato, se quedó sin poder presentar sus respetos al Santo Profeta (sa), y alegría por el hecho de que ellos mismos llegaron junto con la compañía del Santo Profeta (sa) y fueron así, liberados de los sanguinarios ataques de los Quraish.

Los historiadores no musulmanes, como es su costumbre, distorsionan los relatos históricos y tratan de lanzar acusaciones contra el islam. En cuanto al Tratado de Hudaibiya, existen ciertas alegaciones de historiadores cristianos. En relación con esto, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha escrito:

“Quizás no haya un solo relato notable en la vida del Santo Profeta (sa) que los historiadores cristianos hayan dejado sin objeción y el Tratado de Hudaibiya también entra dentro de este grupo. Dejando a un lado diversas alegaciones secundarias e insignificantes, los escritores cristianos han planteado dos objeciones en relación con el Tratado de Hudaibiya:

1 – Que el Santo Profeta (sa) excluyó a las mujeres de las condiciones del Tratado de Hudaibiya cuando no era permisible hacerlo, a la luz de las condiciones del acuerdo ya que sus palabras eran generales, en las que tanto hombres como mujeres estaban incluidos.

2 – En relación al relato de Abu Basir, es que el Santo Profeta (sa) rompió el espíritu del acuerdo, al indicar a Abu Basir que en lugar de regresar a La Meca podía establecer un grupo separado y llevar sus asuntos de forma independiente. Así pues, el Santo Profeta (sa) actuó en contra de este acuerdo.

En respuesta a estas acusaciones, en primer lugar, hay que recordar que este acuerdo fue con los Quraish de La Meca y los Quraish de La Meca era un pueblo que estaba en guerra con el Santo Profeta (sa) desde el principio (incluso cuando se estaba redactando el acuerdo, vemos cómo sus representantes ponían objeciones en las cosas más insignificantes). Aun así, no se trataba de un pueblo extraño y lejano, sino de la gente del Santo Profeta (sa), que estaba bien informada de todas las circunstancias (los Quraish, con quienes tenían este acuerdo pertenecían a la tribu del Santo Profeta (sa) y estaban al tanto de todo). También eran conscientes de si tanto hombres como mujeres estaban incluidos en este acuerdo. Además, los detalles completos de las condiciones del acuerdo y sus premisas también estaban ante sus ojos. Por lo tanto, si los Quraish de La Meca, que era la parte implicada en este acuerdo, no se opusieron a esta acción del Santo Profeta (sa), y no la consideraron contraria al acuerdo, entonces ¿cómo pueden tener derecho a presentar una acusación aquellas personas que llegaron 1300 años más tarde, que no conocen muchos de los detalles más sutiles, y que no están plenamente informadas de las premisas de este acuerdo? (los idólatras de la época no plantearon esta acusación, y sin embargo los orientalistas de hoy plantean acusaciones contra el islam). Es totalmente ilógico que aquellos a los que vivieron este relato, lo consideraran correcto en su momento y guardaran silencio, mientras que los que llegaron 1300 años después, armaran este gran alboroto. Después de todo, ¿cuál es la razón por la que el Corán, los Hadices y la historia de Arabia estén repletos de acusaciones por parte de los infieles de La Meca y por parte de otros infieles de Arabia que lanzaron contra el Santo Profeta (sa) y el islam, pero no hay ni el más mínimo indicio que se plantee una acusación de que los musulmanes actuaron en contra del Tratado de Hudaibiya? (durante un largo período de  tiempo no ha habido ninguna alegación en contra, y sin embargo ahora se considera censurable).

Además, está probado por el testimonio más auténtico que después del Tratado de Hudaibiya, cuando el Santo Profeta (sa) envió una carta al César de Roma invitándolo al islam, sucedió que Abu Sufyan bin Harb, el jefe de La Meca, también estaba en Siria. Heraclio, el rey de Roma, lo convocó a su Corte Real y le hizo ciertas preguntas sobre el Santo Profeta (sa). Entre ellas estaba: “¿Ha roto alguna vez un acuerdo este pretendiente a profetazgo de tu pueblo?” En respuesta a esta pregunta, las palabras pronunciadas por Abu Sufyan que, en ese momento, era el jefe de los incrédulos y era el más vehemente de los enemigos del islam fueron:

“No, Muhammad (sa) nunca ha demostrado ser traicionero en el asunto de sus pactos. Sin embargo, en estos días, estamos en tregua con él, y no sé cómo actuará hasta la conclusión de este acuerdo”. Abu Sufyan durante todo el transcurso de este diálogo, excepto por esta frase, no pudo decir nada más para producir una posible duda en el corazón de Heraclio contra el Santo Profeta (sa).

Este diálogo de Abu Sufyan y Heraclio no se produjo inmediatamente después del Tratado de Hudaibiya. Más bien, debió llevarle algún tiempo al Santo Profeta (sa) preparar, luego enviar una carta a Heraclio invitándolo al islam, luego que esa carta llegara a Heraclio, y luego que la corte real de Heraclio pudiera mantener la reunión, y contactar con Abu Sufyan para convocarlo a esa corte, etc. (viajar no era fácil en esos días). Es concebible que para entonces ya se hubiera producido la huida de Abu Basir a Medina y los incidentes de Umme Kulzum y otras mujeres musulmanas que abandonaron La Meca y llegaron a Medina. Por este motivo, todos los historiadores mencionan primero el relato de Abu Basir y Umme Kulzum y después el de la carta al César de Roma. Sin embargo, Abu Sufyan no pudo plantear la acusación de incumplimiento del pacto en contra el Santo Profeta (sa), a pesar de que sus palabras indicaban que era su deseo plantear alguna objeción si fuera posible. A pesar de ello, los críticos nacidos 1300 años más tarde no temen a Dios mientras levantan la acusación de incumplimiento del pacto contra el Santo Profeta (sa). ¡Ay, qué lamentable es todo ésto!

Luego, si profundizamos en los detalles de estas acusaciones, la falta de pruebas se hace aún más evidente. Por ejemplo, la primera alegación es que en este acuerdo estaban incluidos tanto hombres como mujeres. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) actuó unilateralmente y declaró que las mujeres estaban exentas. Como ya hemos mencionado (esto fue discutido anteriormente), esta afirmación es falsa y sin fundamento porque las palabras del acuerdo, tal como constan en la narración más auténtica, mencionan claramente que sólo los hombres eran objeto de este acuerdo y no ambos (hombres y mujeres). Como ya hemos visto, las palabras del acuerdo, tal como están registradas en Sahih Bujari son las siguientes:

[Árabe]

“Todo hombre de entre nosotros que venga a vosotros será devuelto a nosotros, incluso si es musulmán”.

Ante estas palabras claras e indiscutibles, objetar que en realidad en este acuerdo abarcaba tanto a hombres como a mujeres, no sólo es injusto, sino que es una absoluta deshonestidad. Si se afirma que en varias narraciones históricas, la palabra “Rayul” u ‘hombre’ no se utiliza en las palabras del acuerdo, sino que se utilizan palabras generales que se refieren tanto a hombres como a mujeres, entonces la respuesta a esto es que, en primer lugar, se debe preferir la narración más auténtica y cuando la palabra “Rayul” u ‘hombre’ se ha utilizado en la narración más auténtica. Entonces de forma contundente, debe considerarse la palabra correcta. Además, si se estudian las palabras mencionadas en las narraciones históricas, también apoyan la explicación que hemos proporcionado. Por ejemplo, en el libro de historia más conocido y renombrado, Sirat Ibni Hisham, se mencionan las siguientes palabras:

[Árabe]

“Cualquier individuo de los Quraish que venga a Muhammad (sa) sin el permiso de su tutor, será devuelto a los Quraish”.

Sin duda, en estas palabras árabes no se menciona claramente la palabra «hombre», pero un individuo que posea incluso el conocimiento más elemental de la lengua árabe es consciente de que en árabe, a diferencia de varios otros idiomas, se utilizan tiempos y pronombres separados para hombres y mujeres. En el pasaje antes mencionado se han utilizado los tiempos verbales y los pronombres masculinos, desde el principio hasta el final. Por lo tanto, según el principio de la elaboración del lenguaje de los tratados, en esta frase sólo deben considerarse a los hombres y no a hombres y mujeres colectivamente. Sin duda, en el lenguaje común, el género masculino se usa a veces para referirse tanto a hombres como a mujeres, pero es obvio que la frase en cuestión no configura ese tipo de frase. Todo lo contrario, es la frase de un pacto, que posee rango de ley, o, mejor dicho, aún un rango superior. Porque cada palabra se escribe después de una estricta contemplación y la elección de las palabras se hace después del interrogatorio y la aprobación de ambas partes. Por lo tanto, en el caso de una frase de este tipo, se debe aceptar el significado más limitado y específico (ya expliqué el relato y sus detalles en el sermón anterior que hasta qué punto el representante de los incrédulos se mostró detallista en este tratado). Por lo tanto, la conclusión derivada sería que en este acuerdo sólo estaban implicados los hombres y no hombres y mujeres de manera inclusiva.

Además, como se mencionó, devolver a una mujer que pertenece al género débil, y que generalmente está a merced de su esposo o parientes masculinos, significaría arrojarla de nuevo a la incredulidad y al politeísmo con las propias manos, lo que no solo está lejos de las emociones de misericordia y compasión, sino también de la igualdad y la justicia. No hay duda de que al devolver a un hombre existía el riesgo de que los infieles de La Meca lo sometieran a diferentes tipos de torturas y dolor, pero aun así, un hombre es un hombre. No sólo puede soportar más sufrimiento sino que, si fuera necesario esconderse o huir, o crear una asociación, etc., puede abrir distintos caminos para su propia liberación (tal como lo hizo Abu Basir). Pero, ¿qué puede hacer una mujer indefensa? En tales circunstancias, su elección era quedar privada del islam por la fuerza o la muerte. En estas circunstancias, era imposible para una persona misericordiosa y noble como el Santo Profeta (sa) devolver a las mujeres musulmanas indefensas y vulnerables a las crueldades de los infieles tiranos. Así, todo lo que se hizo no sólo fue correcto y en total conformidad con el acuerdo, sino que también fue completamente apropiado según el sólido principio de igualdad y justicia, misericordia y compasión. Los objetores no muestran más que una sinvergonzonería deplorable, pues no se cerraron sus bocas al criticar un acuerdo que protegía a las mujeres oprimidas e indefensas.

La segunda acusación se refiere al relato de Abu Basir. Sin embargo, tras una reflexión minuciosa, esta afirmación también resulta ser completamente débil y endeble. Sin duda, el Santo Profeta (sa) concluyó un acuerdo que establecía que cualquier individuo, es decir, cualquier hombre que huyera a Medina de los infieles de La Meca, sería devuelto incluso si es musulmán. Sin embargo, la pregunta es, ¿actuó el Santo Profeta (sa) en oposición a este acuerdo? ¡De ninguna manera! ¡De ninguna manera! En cambio, el Santo Profeta (sa) demostró un cumplimiento tan completo y magnífico de este acuerdo que el mundo es incapaz de presentar algo semejante. ¡Miren! Abu Basir convencido de la verdad del islam, huye de La Meca y, para salvarse de la persecución de los Quraish y salvar su fe, llega secretamente a Medina. Sin embargo, sus crueles parientes lo persiguen y, con el poder de la espada, desean apartarlo por la fuerza de la verdad del islam. Tras esto, ambas partes se presentan ante el Santo Profeta (sa). En un tono emotivo y de manera aterrorizada, Abu Basir le dice al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero de Al’lah! Dios me ha concedido la bendición del islam. Ya conoce la vida de dolor y de peligro que me espera si regreso a La Meca. ¡Por el amor de Dios, no me envíe de regreso! Sin embargo, en contraposición, los familiares de Abu Basir exigen al Santo Profeta (sa) que su acuerdo con ellos era que cualquier hombre que llegue a Medina fuera devuelto. El dolor de Abu Basir y la indignación de sus Compañeros están ante los ojos del Santo Profeta (sa), y la propia emoción contenida del Santo Profeta (sa) genera un dolor extremo en su corazón; pero esta encarnación de la honestidad y la veracidad, permaneciendo firme en su pacto a semejanza de una roca, se dirige con estas hermosas palabras:

‘¡Oh Abu Basir! En verdad sabes que hemos firmado un tratado con esta gente y que ser deshonesto con el pacto no está permitido en nuestra religión (observen cómo incluso cuando la vida de una persona estaba en juego, afirmó que romper un juramento no estaba permitido en nuestra religión. Aquellos de nosotros, por el contrario, que rompemos nuestras promesas más pequeñas deberíamos evaluar el estado de nuestra fe). Luego dijo: “Debes ir con esta gente y si permaneces firme en el islam con paciencia y constancia, entonces Dios mismo abrirá un camino de liberación para ti y otros musulmanes indefensos como tú (somos testigos de que, efectivamente, se abrió un camino para su liberación).

A luz de esta instrucción del Santo Profeta (sa), Abu Basir partió con los mequíes. En su camino de regreso, cuando venció en la lucha a quienes lo llevaban con grilletes y regresó a Medina nuevamente, al verlo, el Santo Profeta (sa) dijo enojado:

[Árabe]

“¡Ay de tu madre! Este hombre está encendiendo el fuego de la guerra. ¡Ay! ¡Si hubiera alguien que lo controlara!”

Al oír estas palabras, Abu Basir se convenció de que el Santo Profeta (sa) lo enviaría de regreso de cualquier manera. Abandonó secretamente Medina y estableció una morada para sí mismo en un lugar lejano. Ahora bien, si se analiza con justicia este relato, ¿Cuál es la responsabilidad del Santo Profeta (sa) de ello y qué acusación podría levantarse contra él? La verdad es que el Santo Profeta (sa) reprimió sus emociones y cumplió el pacto y no solo una vez, sino que envió a Abu Basir de regreso dos veces. Además, el Santo Profeta (sa) lo envió de regreso con palabras tan magníficas que la historia del mundo no puede presentar un ejemplo parecido. El Santo Profeta (sa) reprimió sus propias emociones, contuvo las emociones de sus Compañeros, inhibió las emociones de Abu Basir y cumplió el pacto a cualquier precio. Si entonces, Abu Basir se liberó de la gente de La Meca y se fue a otro lugar, ¿qué acusación se puede hacer contra el Santo Profeta (sa) y qué condición del tratado estipula la obligación del Santo Profeta (sa) de devolver a alguien que había huido de La Meca, independientemente de dónde pudiera estar? ¡Ay, qué lamentable es todo esto! Los enemigos del islam no tratan con justicia al islam en ningún asunto.

Además, si se alega que el Santo Profeta (sa) pudo haber despachado una orden a Abu Basir en el campamento que él había establecido para que regresara a Medina, rompiendo así el espíritu del tratado -aunque no regresara a Medina- (esta es otra frágil alegación planteada). Esta alegación está basada en la pura ignorancia, ya que las palabras del acuerdo y el espíritu de esas palabras la rechazan. La condición del acuerdo de que si un residente musulmán de La Meca huía a Medina, el Santo Profeta (sa) lo devolvería, demuestra claramente que el propósito de esta condición era garantizar que dicha persona, a pesar de ser musulmana, no fuera aceptado bajo la influencia del gobierno islámico de Medina. En otras palabras, aunque fuera musulmán en términos de creencia, el Santo Profeta (sa) no lo incluiría bajo el gobierno de Medina. Si tal individuo había sido expulsado del gobierno islámico de Medina según las condiciones del acuerdo, ¿cómo puede exigirse que el Santo Profeta (sa) ordene regresar a esa persona esté donde esté? Por lo tanto, qué injusticia tan grande es que si el Santo Profeta (sa) hubiera mantenido a ese individuo en Medina, se alega que el Santo Profeta (sa) tenía un acuerdo de no inclusión bajo su gobierno, aunque fuera musulmán. Por otro lado, si el Santo Profeta (sa) lo entrega a los habitantes de La Meca, expulsándolo del gobierno de Medina y enviándolo fuera de Medina, ¿por qué objetan que el Santo Profeta (sa) no lo subordinó bajo su gobierno y le envió una orden? Por lo tanto, políticamente hablando, esta acusación es tan débil, tan endeble y tan carente de sentido que ninguna persona sensata puede prestarle atención.

Además, la verdad es que esta condición irracional que fue incluida en este acuerdo por los infieles, de que a ningún “muhayir” (emigrante) musulmán se le concedería protección en Medina, se transformó en un castigo por Dios para ellos. Se les avisó que su Mensajero era fiel a su pacto de cualquier manera, pero ellos mismos plantaron espinas en su camino y se cortaron las manos con armas fabricadas por ellos mismos. Además, cuando ellos mismos dijeron que cualquier joven musulmán de La Meca que viniera a Medina no sería retenido en Medina y que se le consideraría expulsado del gobierno de Medina, ¿cómo pueden entonces exigir de sus mismas bocas que el Santo Profeta (sa) imponga su gobierno a esas personas y les ordene volver a La Meca, dondequiera que estén residiendo? (esto es completamente ilógico). Ellos mismos aceptaron la condición de que el Santo Profeta (sa) pudiera gobernar las almas de estas personas y sus asuntos del Más Allá, pero no debía convertirse en el legislador de su gobierno y asuntos mundanos (políticamente, administrativamente y legalmente no tendría ningún derecho sobre ellos, aunque fueran musulmanes; pero espiritualmente estaban comprometidos con el Santo Profeta (sa) y se consideraban musulmanes. Impusieron la condición de que no le pertenecerían políticamente y el Santo Profeta aceptó que estarían bajo su jurisdicción política). Entonces, cuando ellos mismos los excluyeron del gobierno del Santo Profeta (sa), ¿qué objeción puede vertirse sobre el Santo Profeta (sa)?

En cualquier caso, este fue un complot de los Quraish de La Meca el cual cayó sobre ellos mismos, y de cualquier manera, la persona del Santo Profeta (sa) era pura y permaneció pura. El Santo Profeta (sa) cumplió las palabras del pacto y despidió a Abu Basir de Medina, entregándolo al pueblo de La Meca. Además, el Santo Profeta (sa) también cumplió con el espíritu de este acuerdo y con el objetivo real de esta condición. El Santo Profeta (sa) excluyó a Abu Basir y sus compañeros de su propio gobierno. Por lo tanto, el Santo Profeta (sa) permaneció veraz en todos los aspectos y los infieles se convirtieron en víctimas de su propia trampa. Al final, acudieron al Santo Profeta (sa) humillados porque ellos mismos deseaban eliminar esta cláusula del acuerdo.

Luego, deducir que la declaración:

[árabe]

‘¡Ay, por su madre, este hombre está encendiendo el fuego de la guerra! Si tan solo hubiera alguien que lo controlara’ implica que el Santo Profeta (sa) le indicó a Abu Basir que hiciera su propio grupo y emprendiera la guerra contra los Quraish, ¡es sumamente injusto, de una mentalidad sumamente corrupta, y a la luz de la situación, es de suma ignorancia! Estas palabras son una prueba clara de la veracidad del Santo Profeta (sa) y de su aversión a la guerra innecesaria. Además, estas palabras demostraron que el Santo Profeta (sa) estaba expresando su inmunidad y disgusto hacia esta acción de Abu Basir, y no que quisiera incitarle a la guerra mediante algún mensaje oculto.

Entonces, uno puede pensar, como ha concluido Sir William Muir, que las últimas palabras del Santo Profeta (sa)

[árabe] también podrían significar:

‘¡Si sólo tuviera con él un cuerpo de adherentes!’ Algunos podrían pensar que esto demuestra que el deseo del Santo Profeta (sa) era que, si Abu Basir encontraba un compañero, él pudiera ser capaz de encender el fuego de la guerra, y en esta frase parece haber una indicación de instigar a la guerra. La respuesta a esto es que, en primer lugar, la traducción que hemos hecho es totalmente acorde con la lengua árabe, cuyos ejemplos se encuentran copiosamente en los hadices del Santo Profeta (as).

Además de esto, si hipotéticamente se aceptara el segundo significado (como lo toma Sir William Muir), incluso entonces, en el contexto de la expresión, el significado de esta frase no sería más que: “Si Abu Basir encontrara un compañero de ideas afines, encendería el fuego de la guerra”. Afortunadamente, no tiene tales compañeros en Medina’ (se puede concluir que si encuentra a alguien, está muy bien, pero aquí no hay nadie que pueda ayudarle).

Por lo tanto, sea cual sea el significado que se tome, el contexto de esta expresión y sus partes iniciales son prueba suficiente de que la intención del Santo Profeta (sa) era reprender a Abu Basir, no incitarle a la guerra. ¿Puede un individuo que comienza su frase con palabras de desagrado y reproche tales como: “¡Ay de su madre, está a punto de encender el fuego de la guerra!”, emitir inmediatamente después de su boca tales palabras: “¡Sí! Enciende el fuego de la guerra.” Al fin y al cabo, en el afán de plantear una alegación, ¡no hay que renunciar al sentido común! (evidentemente, era un orientalista que se consideraba culto. Pero cuando se trataba del Santo Profeta (sa) y la historia del islam, comenzó a hacer afirmaciones completamente desinformadas). Además, lo más importante es ver qué efecto tuvieron estas palabras del Santo Profeta (sa) sobre Abu Basir y qué entendió él del Santo Profeta (sa). En relación con esto, en esta misma narración, se mencionan las siguientes palabras:

[árabe]

“Cuando Abu Basir oyó estas palabras del Santo Profeta (sa), comprendió que el Santo Profeta (sa) le devolvería a la gente de La Meca en cualquier caso”, tras lo cual huyó en secreto y se marchó a otro lugar.

¡Ay! ¡Qué desafortunado es que el individuo al que se dirigieron directamente estas palabras entendió que el Santo Profeta (sa) estaba disgustado por esta acción suya y que el Santo Profeta (sa), de cualquier manera, lo devolvería a La Meca! Sin embargo, los agraciados que vinieron 1300 años después, han afirmado que, en realidad, el Santo Profeta (sa) incitó a Abu Basir a formar su propio grupo y hacer la guerra. ¡Que se destruyan los prejuicios! La injusticia debe tener un límite.

Éstos han sido siempre los dobles raseros de quienes se proclaman defensores de la justicia, lo que ha dado lugar al desorden en el mundo, y éste es el mismo desorden al que asistimos hoy. ¡Que Dios Altísimo de sentido al mundo, en especial a los musulmanes y les proteja contra las estrategias del anticristo!

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