Algunos detalles más de la preparación previa a la guerra de Badr
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Algunos detalles más de la preparación previa a la guerra de Badr

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

SERMÓN DEL VIERNES, 16 de JUNIO de 2023.

Pronunciado en la MEZQUITA MUBARAK de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah Al-Fatihah,

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V (atba), expresó lo siguiente:

He mencionado anteriormente algunos de los preparativos para la guerra [de Badr] por parte de los incrédulos de La Meca y más detalles en relación a esto son los siguientes:

Había un individuo con el nombre de Umayyah bin Jalaf y otro que se llamaba Abu Lahab. Cuando se estaban realizando los preparativos, ambos dudaron a la hora de partir hacia el combate [para luchar contra los musulmanes]. En relación a esto, está escrito que, para esta batalla, los jefes de los qureish exigieron a todos que participaran. Sin embargo, Umayyah bin Jalaf trató de evitar participar en ella. [Entonces], uno de los líderes de La Meca, Uqbah bin Abi Muait, se dirigió a Umayyah, colocó algunas fragancias e incienso junto a él y dijo: “Toma esta fragancia femenina, puesto que tú también eres parte de las mujeres. ¿Qué tienes que ver con la batalla?”.

Según otra narración, Abu Yahl fue a ver a Umayyah y le expuso: “Eres uno de los jefes e individuos venerados de La Meca. Si la gente se da cuenta de que estás rehuyendo de la lucha, asimismo ellos se abstendrán [de participar en la misma]. Por lo tanto, sin duda debes partir con nosotros, incluso aunque sea durante un día o dos, y luego regresas”.

En realidad, Umayyah temía participar en el combate porque el Santo Profeta Muhammad (sa) había hecho una profecía sobre que sería asesinado y él era consciente de ello.

En relación a esto, Hazrat Abdul’lah bin Masud (ra) relata en Bujari que Hazrat Sad bin Muaz (ra) partió con la intención de realizar la “Umrah” [peregrinaje islámico a La Meca que puede realizarse en cualquier época del año] y se quedó con Umayyah bin Jalaf. Él ya había conocido a Umayyah anteriormente y cada vez que Umayyah viajaba hacia Siria y pasaba por Medina, se quedaba con Hazrat Sad (ra). [En una ocasión], Umayyah le pidió a Hazrat Sad (ra), cuando fue con la intención de realizar la “Umrah”: “Espera un poco y realiza el ‘tawaf’ [dar vueltas a la ‘Kaabah’] al mediodía, cuando la gente no se dé cuenta [de que lo estás haciendo]”. Esto lo puso de manifiesto como una medida de precaución, debido a la oposición hacia los musulmanes. [Así], cuando llegó el mediodía, comenzó a realizar el “tawaf” y, mientras lo hacía, vio a Abu Yahl, que dijo: “¿Quién está dando vueltas alrededor de la ‘Kaabah’?”. Hazrat Sad (ra) respondió: “Soy yo, Sad”; y Abu Yahl replicó: “Y esperas poder andar alrededor de la ‘Kaabah’ en paz, a pesar de que le has dado protección a Muhammad (sa) y a sus seguidores?”. Hazrat Sad (ra) respondió: “Sí”. Presto, ambos comenzaron a discutir. En otras palabras, Abu Yahl le desafió diciendo: “¿Cómo puedes realizar el ‘tawaf’, si tú estás entre aquellos que han otorgado protección al Santo Profeta (sa)?”. En cualquier caso, Hazrat Sad (ra) manifestó: “Eso es correcto: le he concedido protección y también realizaré el ‘tawaf’.”

Entretanto, comenzaron a reprocharse el uno al otro y, [tras esto], Umayyah advirtió a Hazrat Sad (ra): “¡Oh Sad! No le alces tu voz a Abul Hakam (este era el apelativo de Abu Yahl), porque él es el jefe de la gente de este valle”. Hazrat Sad (ra) replicó: “¡Por Al’lah! Si no me dejas dar vueltas a la Casa de Dios, crearé para vosotros obstáculos incluso mayores; es decir, cerraré para vosotros la ruta comercial que pasa a través de Medina (o sea, hacia Siria)”.

[Es más], Hazrat Abdul’lah bin Masud (ra) relata que Umayyah continuó repitiendo a Hazrat Sad (ra) que no alzara su voz y le impidió hacerlo. [Entonces], Hazrat Sad (ra) se enfadó y espetó a Umayyah: “¡Déjame en paz y no le apoyes (es decir, a Abu Yahl)! He escuchado decir al Profeta (sa) que él te va a matar (o sea, ha profetizado tu muerte)”.

En otra narración se ha registrado [que él proclamó]:

“Estas personas (es decir, los Compañeros -ra- de Muhammad -sa-) van a matarte”. Umayyah replicó: “¿Quién, a mí?”. Hazrat Sad (ra) respondió: “Sí, a ti”. Umayyah luego inquirió: “¿En La Meca?”; a lo que Hazrat Sad (ra) contestó: “Eso no lo sé”. Al escuchar esto, Umayyah exclamó: “Por Al’lah, cuando Muhammad (sa) habla, no miente”. Más tarde, volvió a su mujer y comentó: “¿Sabes lo que mi hermano yazribi [originario de Yazrib, o sea, Medina] me ha dicho?”. Ella preguntó: “¿Qué ha dicho?”. Umayyah replicó: “Asegura que ha escuchado a Muhammad (sa) decir que va a matarme”. Su mujer le respondió: “¡Por Al’lah, Muhammad (sa) no miente!”.

[Por tanto], esta fue la profecía que temía Umayyah y la razón por la que no deseaba partir hacia la batalla contra los musulmanes.

[Luego], Hazrat Abdul’lah bin Masud (ra) relata que cuando avanzó hacia Badr y alguien vino buscando su ayuda, la mujer de Umayyah le recordó: “¿Acaso no te acuerdas lo que tu hermano yazribi te dijo?”. Así que debido a ello deseaba no tener que ir. No obstante, Abu Yahl le puso de manifiesto: “Eres uno de los líderes de este valle, así que acompáñanos durante uno o dos días”. Por eso, los acompañó durante dos días y Dios Altísimo hizo que lo mataran.

Algunos biógrafos también alegan que el Profeta (sa) declaró que le mataría, pero no fue él quien lo hizo. Otros han aclarado este asunto diciendo que lo que quería decir era que él sería la razón de su muerte, puesto que el Santo Profeta Muhammad (sa) no mató a nadie aparte del hermano de Umayyah bin Jalaf, Ubayy bin Jalaf. El Mensajero de Dios (sa) le mató durante la Batalla de Uhud. [Ahora bien], las personas que han aclarado esto afirman asimismo que es posible que Hazrat Sad (ra) hubiese dicho a Umayyah que los Compañeros (ra) de Muhammad (sa) le matarían; porque, como se ha mencionado en relatos anteriores, o bien Muhammad (sa) o bien sus Compañeros (ra) le iban a matar. En cualquier caso, murió y no es importante debatir quien fue el que [al final] lo mató, ya que la profecía se acabó cumpliendo.

Similarmente, Abu Lahab también temía ir al combate y [por eso] envió a otra persona a luchar en su lugar, y no fue él mismo. La razón de que no fuera a combatir fue el sueño de Atikah bint Abdul Muttalib, pues decía que el sueño de Atikah “era como algo que se coge de la mano de uno”, es decir, un asunto decidido.

[Por su parte], Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) ha mencionado estos detalles de la siguiente manera:

“Solo había dos individuos que dudaron en participar: Abu Lahab y Umayyah bin Jalaf. Sin embargo, la razón de esta duda no era debida a algún tipo de compasión por los musulmanes. Más bien, Abu Lahab temía el sueño de su hermana, Atikah bint Abdul Muttalib, que vio solo tres días antes de la llegada de Damdam, quien presagió la destrucción de los qureish; y Umayyah bin Jalaf temía la profecía que el Santo Profeta (sa) hizo sobre su fallecimiento y que escuchó de Sad bin Muaz (ra) en La Meca.

No obstante, ya que había una preocupación de que si estos dos jefes de renombre se quedaban atrás ello tendría un efecto negativo en las masas de incrédulos, los otros jefes de los qureish despertaron su pasión y sentido del honor, y finalmente les obligaron a aceptar [a partir]. En consecuencia, Umayyah se preparó él mismo y Abu Lahab pagó una gran suma de dinero a otro para que fuera en su lugar. De esta manera, tras una preparación de tres días, se consiguió un ejército de más de 1.000 valientes guerreros para partir desde La Meca.

Este contingente aún estaba en La Meca cuando algunos jefes de entre los qureish pensaron que, como las relaciones entre los habitantes de La Meca y los Banu Bakr, una rama de los Banu Kinanah, no eran favorables, había un riesgo de que, en su ausencia, aprovecharan la ocasión para atacar La Meca. Debido a este pensamiento, algunos de los qureish comenzaron a vacilar. A pesar de todo, un jefe de los Banu Kinanah llamado Suraqah bin Malik bin Yasham, que estaba en La Meca en ese momento, les tranquilizó diciendo: “Os garantizo que ningún ataque tendrá lugar sobre La Meca”. De hecho, Suraqah era tan vehemente en su enemistad hacia el Islam que, como muestra de apoyo a los qureish, él mismo les acompañó hasta Badr. Sin embargo, cuando vio a los musulmanes allí, se sintió tan apabullado que antes de que comenzara la guerra abandonó a sus compañeros y huyó.

Antes de partir hacia La Meca, los qureish fueron a la ‘Kaabah’ y rezaron: ‘¡Oh Al’lah! Concede Tu apoyo a aquel grupo de entre los dos que sea más noble y superior según Tu opinión; y desgracia y humilla al otro’. Después de esto, el ejército de los incrédulos partió de La Meca con gran pompa y orgullo”.

[En este sentido], habían orado por su propia derrota desde el mismo comienzo.

[Más tarde], encontramos una referencia que alude a que, inicialmente, el ejército de La Meca contaba con 1.300 personas. No obstante, la gente de las tribus de Banu Zuhrah y Banu Adiyy se separaron del mismo durante el camino. Por ello, el número de qureish se redujo a 950, o 1.000 según otra narración. Además, tenían 100 caballos, o 200 según otros [relatos]; 700 camellos, 600 cotas de malla y una gran cantidad de armas como lanzas, espadas, arcos, flechas, etc.

Se menciona también que Yuhaim bin Salat tuvo un sueño sobre la destrucción de los líderes de los qureish. [En fin], los qureish partieron de La Meca y llegaron a Yuhfah, que está ubicada a aproximadamente 82 millas de La Meca, en dirección a Medina. [Entonces], Yuhaim bin Salat le dijo a la gente: “He visto en un sueño que un hombre montado a caballo venía con un camello junto a él. Esa persona decía: ‘Utbah bin Rabiah ha muerto, Shaibah bin Rabiah ha muerto, Abul Hakam bin Hisham (o sea, Abu Yahl) ha muerto, Umayyah bin Jalaf ha muerto’.”

Así, enumeró todos los nombres de los otros líderes de los qureish que más tarde murieron durante la “Batalla de Badr”.

Y continúa diciendo:

“Luego esa persona clavó una lanza en el cuello de su camello y lo abandonó con nuestro ejército, es decir, no quedó ninguna tienda de campaña de nuestro contingente sobre la cual no se había derramado la sangre del camello que pertenecía a esa persona”.

[Más tarde], cuando Abu Yahl escuchó este sueño, dijo de manera burlona y furiosa: “¡Otro profeta ha aparecido entre los Banu Muttalib! Si mañana combatimos sabremos con seguridad quien morirá”.

De todos modos, como se ha dicho antes, Abu Sufian cambió su ruta y huyó; y envió un mensaje a Abu Yahl manifestando que no era necesario combatir y que debería regresar. [Así que], como narré la semana pasada, por precaución, Abu Sufian se había adelantado al grupo y se había detenido cerca de un pozo. Allí le preguntó a un hombre si había visto pasar a alguien por ahí y este respondió: “No he visto nada fuera de lo normal, aunque vi a dos personas montando [a camello] que descansaron sobre ese montículo; y cuando llenaron sus cantimploras, partieron”. Abu Sufian fue al lugar donde los camellos habían descansado, recogió un excremento, lo rompió y encontró huesos de dátiles en su interior. Al verlos dijo: “¡Por Al’lah! Este es el alimento [para animales] de la gente de Yazrib!”. Inmediatamente corrió hacia sus compañeros y, azotando a sus camellos, desvió a la caravana hacia la costa; y pasó por Badr, que quedaba a su lado derecho, avanzando a toda prisa, (ya hice alusión a este incidente en el sermón de la semana pasada).

Sin embargo, cuando Abu Sufian estuvo convencido de que su caravana estaba a salvo, envió un mensaje a los qureish diciendo: “Solo partisteis para proteger a vuestros hombres y vuestra riqueza, y Dios los ha protegido. Por consiguiente, regresad ahora”. Pero al escuchar este mensaje, Abu Yahl declaró: “¡Por Dios! No regresaremos hasta que lleguemos a Badr”; que era [además] una zona donde se celebraba una feria [comercial] para los árabes y cada año se instalaba un bazar. Abu Yahl añadió: “Acamparemos allí tres días, sacrificaremos nuestros camellos, celebraremos un banquete, beberemos alcohol y nuestros sirvientes cantarán canciones para nosotros. Toda Arabia oirá hablar de nosotros, de nuestro viaje y de nuestro poderoso ejército. A partir de entonces vivirán siempre temiéndonos. Así pues, marchad hacia adelante”. Intentó intimidarles, por eso se mantuvo firme en que su ejército marcharía hacia delante y llegaría a Badr. [No obstante], entre su contingente se encontraban los Banu Zuhra, sobre los cuales está escrito que decidieron regresar.

Cuando Abu Sufian recibió este mensaje, Ajnas bin Shuraik, que estaba aliado con los Banu Zuhra, manifestó:

“¡Oh Banu Zuhra! Al’lah ha salvado vuestras provisiones así como a vuestro camarada, Majzamah bin Naufal (quien estaba presente en la caravana de Abu Sufian). Dejasteis vuestras casas para salvar a Majzamah y vuestras provisiones. Poned cualquier culpa de cobardía sobre mí…”. La gente decía que eran cobardes cuando abandonaban el campo de batalla, por ello él proclamó: “Echadme toda la culpa a mí y regresad, porque en caso de que no se haya hecho ningún daño, no tenéis nada que hacer aquí. No caigáis presa de las palabras de Abu Yahl”. En consecuencia, todos se marcharon y ni una sola persona de la tribu Banu Zuhra participó en la batalla. Del mismo modo, nadie de los Banu Kab bin Adi fue al combate sino que todos regresaron.

[Por su parte], el ejército de los qureish marchó hacia adelante y el hijo de Hazrat Abu Talib (ra), Talib, también estaba presente en el mismo y habló con algunas personas de entre los qureish y varios de ellos le dijeron burlonamente: “¡Oh Banu Hashim! Aunque hayas venido con nosotros, sabemos que en el fondo tus sentimientos están con Muhammad [sa]”. Al oír esto, Talib se marchó con algunos de sus amigos y regresó a La Meca.

En un relato se menciona que Talib bin Abu Talib fue obligado a unirse al ejército de los idólatras, aunque no se le encontró entre los prisioneros ni entre los que fueron asesinados, y tampoco regresó a casa. Esta referencia se encuentra en Tabari. Al final, el ejército restante se redujo de 1.300 a aproximadamente 1.000 y continuó el viaje. [A continuación], acamparon detrás de un montículo cerca de Badr.

En cuanto a la partida del Profeta (sa) de Medina y el número del contingente musulmán, está escrito que el Mensajero de Dios (sa) salió de Medina un sábado, el doceavo día de Ramadán del segundo año después de la Hégira. Había poco más de 300 Compañeros (ra) con él, entre los cuales 74 eran de los “Muhayirin” [los musulmanes que emigraron de La Meca a Medina] y el resto eran de los “Ansar” [musulmanes varones residentes de Medina y mayores de 40 años]. Esta fue la primera expedición en la que también estuvieron presentes los “Ansar”.

El Santo Profeta Muhammad (sa) ordenó a Hazrat Uzman bin Affan (ra) que se quedara en Medina porque su esposa, Hazrat Ruqayyah (ra), hija del [propio] Santo Profeta (sa), se encontraba enferma. En una de las narraciones, se dice que Hazrat Uzman (ra) se encontraba él mismo enfermo, aunque los relatos más auténticos confirman que era su esposa. [De todas formas], la mayoría de los registros cifran en 313 el número de musulmanes.

[Por su parte], Hazrat Bará bin Azib (ra) narra en un hadiz [registrado] en Sahih Bujari que:

“Los Compañeros (ra) del Profeta (sa) que participaron en la ‘Batalla de Badr’ me dijeron que eran el mismo número que los compañeros de Talut que cruzaron el río con él, o sea, poco más de 310”.

[Luego], Hazrat Bará (ra) vino a decir:

“¡Por Al’lah! Solo los creyentes cruzaron el río con Talut”.

En otro relato se menciona que el Mensajero de Dios (sa) ordenó a los Compañeros (ra) que contaran cuántos eran. Tras contarlos, informaron al Santo Profeta Muhammad (sa) de que eran 313; y al oír esto, el Santo Profeta (sa) se puso muy contento y proclamó: “Este es el mismo número que los compañeros de Talut”.

En relación al número de musulmanes en la “Batalla de Badr”, Hazrat Musleh Maud, Jalifatul Masih II (ra), afirma:

“Encontramos que con ocasión de la ‘Batalla de Badr’, 313 Compañeros (ra) partieron para la lucha. [Pero] si en lugar de 313 se hubieran marchado 600 o 700 Compañeros (ra) y se hubieran unido a ellos los que se habían quedado en Medina, la batalla habría sido aún más fácil. Sin embargo, Dios Altísimo había informado al Santo Profeta Muhammad (sa) sobre el combate, aunque no le permitió informar a los demás al respecto y esto se debe a que Al’lah quería cumplir algunas profecías anteriores.

Por ejemplo, había 313 Compañeros (ra) y hay una profecía registrada en la Biblia en la que se expone que el mismo incidente que tuvo lugar con Gedeón también tendría lugar con Muhammad (sa) y sus Compañeros (ra); [porque] cuando el profeta Gedeón (as) luchó contra sus adversarios, su ejército estaba formado por 313 personas. [Por eso], si los Compañeros (ra) hubieran sabido que salían de Medina para la batalla, todos ellos habrían partido y su número habría superado los 313. Esta fue la sabiduría del Creador al no revelar esto, a fin de que los Compañeros (ra) no superaran los 313, ya que la profecía solo se habría cumplido si [únicamente] 313 Compañeros (ra) hubieran partido para la batalla. Por lo tanto, era importante no revelar las noticias sobre el enfrentamiento y los Compañeros (ra) solo fueron informados del combate contra el ejército de los qureish al llegar al campo de batalla”.

[Por otra parte], había una mujer, Hazrat Umm-e-Waraqah bint Naufal (ra):

En cuanto a su inmensa pasión por participar en la “yihad” [que en este caso significa “lucha en defensa propia”], se menciona que cuando el Santo Profeta (sa) estaba a punto de partir hacia Badr, Hazrat Umm-e-Waraqah (ra) pidió: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Permíteme participar en la ‘yihad’ y atenderé a los heridos, y es posible que Dios Altísimo me conceda la condición de mártir”. El Profeta (sa) respondió: “Debes quedarte en casa y Al’lah te concederá el [grado de] martirio”.

Esta mujer había leído el Sagrado Corán, el Santo Profeta Muhammad (sa) la solía visitar a menudo y le había dado el nombre de “Shahidah” y, por tanto, todos los demás musulmanes también se referían a ella como “Shahidah”. Más tarde, durante la época de Hazrat Umar (ra), un criado y una criada de Hazrat Umm-e-Wariqah (ra) la envolvieron con un trozo de tela, lo que provocó que perdiera el conocimiento y acabara muriendo. En relación a estos dos sirvientes, había escrito en su testamento que, a su muerte, ambos serían liberados. Los autores de este asesinato fueron ahorcados por orden de Hazrat Umar (ra), quien declaró: “Las palabras del Mensajero de Dios (sa) fueron ciertamente verdaderas”. El Santo Profeta (sa) decía a menudo: “Ven conmigo y visitemos a Shahidah”. [En definitiva], cada vez que el Profeta (sa) la visitaba, llevaba consigo a Hazrat Umar (ra) y a otros.

[Ahora bien], en cuanto a los efectivos del ejército musulmán, está escrito que los musulmanes tenían cinco caballos. Según otra opinión, solo había dos caballos: uno que pertenecía a Hazrat Miqdad (ra) y el otro a Hazrat Zubair (ra). [Aunque] hay una narración de Hazrat Ali (ra) que dice que el día de Badr, aparte de Hazrat Miqdad (ra), no había nadie más montado a caballo. En cualquier caso, en las distintas narraciones, el número máximo de caballos mencionado es de cinco. [Aparte], los musulmanes tenían siete corazas y setenta u ochenta camellos, y todos se turnaban para montar en ellos. El Profeta (sa), Hazrat Ali (ra) y Hazrat Marzad bin Abi Marzad (ra) tenían un camello entre ellos y se turnaban para montarlo. Cuando le llegó el turno de caminar al Santo Profeta Muhammad (sa), ambos Compañeros (ra) le pidieron: “¡Oh Mensajero de Al’lah” (sa)! Seguiremos caminando y tú puedes seguir montado en el camello”. Ante esto, el Santo Profeta (sa) expuso: “Vosotros no sois más fuerte que yo y tampoco estoy impedido para buscar las recompensas y bendiciones de esta batalla. Yo también deseo conseguir las recompensas y bendiciones de este combate”.

[Por otra parte], hay una oración del Santo Profeta (sa) por los Nobles Compañeros (ra):

[Es decir], está escrito que en el camino, al salir de un lugar en específico donde se habían detenido, el Profeta (sa) ofreció la siguiente oración para sus Compañeros (ra):

“¡Oh Al’lah! Están descalzos, así que concédeles monturas; no tienen ropa para cubrir sus cuerpos, así que concédeles ropa para vestir; tienen hambre, así que sacia su hambre; son pobres, así que elimina su estado de dependencia por Tu gracia”.

Esta plegaria fue escuchada y a su regreso de Badr no había un solo Compañero (ra) que se hubiera quedado sin montar y no tuviera uno o dos camellos a su disposición para utilizarlos. Del mismo modo, a los que no tenían ropa se les concedió ropa y adquirieron tantas provisiones, que nadie quedó necesitado de alimentos. Además, recibieron tanto a cambio de liberar a los que habían capturado durante la batalla, que todas las familias se enriquecieron.

[En todo caso], algunos se quedaron en Medina y asimismo había quienes deseaban luchar pero eran demasiado jóvenes, y el Mensajero de Dios (sa) les ordenó que regresaran. En relación con esto, se menciona que aunque se había dado una instrucción general para partir hacia Badr, a pesar de todo no tuvieron mucho tiempo para prepararse y se menciona en uno de los relatos que algunas de las personas pidieron que se les permitiera coger sus animales que estaban guardados a cierta distancia fuera de Medina, pero se les ordenó que no lo hicieran. Así pues, o bien estas personas se quedaron en Medina o vinieron a pie y a pesar de que se dice que había una instrucción general para todos, aún había algunas restricciones y también el Santo Profeta Muhammad (sa) no les dio mucho tiempo para prepararse, no fuera que mucha gente se dispusiera para el combate. Aparte, se ha registrado que había algunos Compañeros (ra) que, a pesar de que eran sinceros en sus intenciones, debido a algunas razones, se les concedió permiso para quedarse atrás, al igual que se mencionó anteriormente con respecto a Hazrat Uzman (ra).

De la misma manera, Hazrat Abu Umamah bin Zalabah (ra), cuya madre estaba enferma, aunque tenía la intención de ir a la batalla, el Santo Profeta (sa) le ordenó que se quedara con su madre convaleciente y cuando el Profeta (sa) regresó de Badr, la madre de Hazrat Abu Umamah bin Zalabah (ra) había fallecido y el Mensajero (sa) fue a rezar a su tumba.

[Luego está el caso de] Hazrat Sad bin Ubadah (ra), que animaba apasionadamente a los demás a ir adelante y fue mordido por una serpiente, por lo que permaneció en Medina.

Es más, en el camino, el Santo Profeta Muhammad (sa) se detuvo en un lugar y devolvió a todos los que eran demasiado jóvenes y entre ellos se encontraba Hazrat Umair bin Abi Waqqas (ra), que cuando escuchó la instrucción de que los niños debían regresar, comenzó a llorar y entonces el Santo Profeta (sa) le permitió ir con ellos a la batalla, por lo que participó en el enfrentamiento y [finalmente] alcanzó el martirio. [Incluso] entre los niños que tuvieron que regresar se encontraban Usamah bin Zaid, Rafi bin Khadij, Bara bin Azib, Husaid bin Zuhair, Zaid bin Arqam y Zaid bin Zabit.

[Por su parte], Hazrat Musleh Maud, Jalifatul Masih II (ra), escribe:

“En esta época ha llegado un momento en el que la gente busca excusas para no ofrecer sacrificios por el Islam y su fe. Siempre que se les llama alegan que tienen tal o cual motivo o excusa que se lo impide. No obstante, debido a la gran influencia espiritual del Profeta (sa), los musulmanes tenían tal espíritu de sacrificio inculcado en ellos, que no solo hombres y mujeres, sino incluso los niños estaban repletos de esta pasión. Con ocasión de la ‘Batalla de Badr’, el Mensajero de Dios (sa) llamó a sus Compañeros (ra) para seleccionar a aquellos que eran capaces de participar en la misma. 

En cuanto al caso de un muchacho -narrado por él mismo y por otros Compañeros (ra)-, se relata que cuando la gente se levantó con pasión de sacrificar sus vidas por el Islam, el muchacho también se levantó. Sin embargo, por su baja estatura, parecía más pequeño que los demás y existía el riesgo de que no fuera elegido para la misión. Por ello, se puso de puntillas y levantó más los talones para parecer más alto. Asimismo, ensanchó su pecho para no parecer débil. [Entretanto], el Santo Profeta Muhammad (sa) ordenó que no se eligiera a ningún varón menor de quince años. [Entonces], mientras caminaba y elegía a la gente, el Santo Profeta (sa) se acercó al niño y dijo: ‘Es un niño. ¿Quién lo ha traído aquí?’.

Si este incidente hubiera ocurrido hoy en día, ese niño se alegraría por el hecho de haberse ‘salvado’. Por el contrario, cuando este niño fue separado de la multitud, lloró tan profusamente que el Profeta (sa) sintió compasión por él y accedió a llevárselo”. 

Durante ese viaje, el Mensajero de Al’lah (sa) nombró a alguien en su lugar para supervisar Medina y, en este sentido, consta que al abandonar Medina, el Santo Profeta Muhammad (sa) nombró a Abdul’lah bin Umm Maktum (ra) como su representante en Medina; aunque cuando el Santo Profeta (sa) estaba cerca de Ruha -aproximadamente a 36 millas de Medina- nombró a Abu Lababah bin Munzar (ra) en su lugar como su representante y lo envió a fortificar Medina, porque Abdul’lah (ra) era ciego y existía la posibilidad real de que el ejército de los qureish atacara. El Profeta (sa) ordenó que Abdul’lah bin Umm Maktum (ra) siguiera siendo el imam para las oraciones, mientras que Abu Lababah (ra) supervisaría el trabajo administrativo; y para los residentes de la parte alta de Medina, o en otras palabras, para Quba, el Mensajero (sa) nombró a Asim bin Adi (ra) como representante independiente.

En cuanto a la bandera del ejército musulmán, consta que el Santo Profeta Muhammad (sa) nombró abanderado a Hazrat Musab bin Umair (ra). Esta bandera era de color blanco y había otras dos banderas negras además de esta, una de las cuales se llamaba “Aqab” y estaba en posesión de Hazrat Ali (ra). Esta bandera se confeccionó con el velo de Hazrat Aisha (ra) y la otra se entregó a un Compañero (ra) de entre los “Ansar” [musulmanes varones residentes en Medina y mayores de 40 años].

Según un relato, el ejército musulmán tenía tres banderas. [Pues bien], la bandera de los “Muhayirin” [musulmanes que emigraron de La Meca a Medina] era sostenida por Hazrat Musab bin Umair (ra), la de la tribu Jazray era llevada por Hazrat Habbab bin Munzar (ra) y la bandera de la tribu Aus era sostenida por Hazrat Sad bin Muaz (ra).

Hazrat Juwat bin Yubair (ra) también se encontraba entre el contingente para la guerra, aunque por el camino se golpeó con una piedra, haciéndole sangrar, lo que le incapacitó para caminar. Como resultado, se vio obligado a regresar a Medina. [De todas formas], el Santo Profeta (sa) le reservó una parte del botín de guerra; [aunque], según algunos eruditos, sí participó en la “Batalla de Badr”. [En conclusión], la narración antes mencionada, que afirma que regresó a Medina, es la correcta.

[Entretanto], había un idólatra cuya oferta de ayuda fue denegada:

A este respecto, consta que en Medina había un hombre muy fuerte y valiente llamado Habib bin Yasaf. Pertenecía a la tribu Jazray y no había aceptado aún el Islam cuando tuvo lugar la “Batalla de Badr”. No obstante, partió con la gente de Jazray para el combate y también esperaba participar en el botín de guerra en caso de que salieran victoriosos. [Por su parte], los musulmanes estaban encantados de que les acompañara a la lucha, aunque el Profeta (sa) puso de manifiesto: “Solo irán a luchar aquellos que practiquen nuestra fe”.

En otra narración [se dice que] el Mensajero de Dios (sa) declaró: “Deberías darte la vuelta. No queremos pedir ayuda a un idólatra”. Habib bin Yasaf lo intentó una vez más con el Santo Profeta Muhammad (sa), pero fue rechazado por segunda vez. [Luego], cuando vino por tercera vez, el Santo Profeta (sa) le preguntó: “¿Crees en Al’lah y en Su Mensajero?”. Respondió afirmativamente, tras lo cual se hizo musulmán y luchó valientemente en la batalla.

En el transcurso de este viaje, también consta que Hazrat Sad (ra) cazó un ciervo:

Al llegar a cierto lugar durante el viaje, el Profeta (sa) se dirigió a Hazrat Sad bin Abi Waqas (ra) y le dijo: “¡Oh Sad, mira hacia ese ciervo y dispárale una flecha!”. [En otras palabras], en el camino vieron un ciervo y al hacerlo el Santo Profeta Muhammad (sa) se detuvo. El Mensajero (sa) colocó su bendita barbilla entre el hombro y la oreja de Hazrat Sad (ra) y exclamó: “Dispara la flecha… ¡Oh Al’lah, haz que apunte bien!”. [Pues bien], disparó la flecha y su puntería no se desvió del ciervo. Ante esto, el Santo Profeta (sa) sonrió y Hazrat Sad (ra) corrió hacia el ciervo, lo cogió y se dio cuenta de que aún estaba vivo. Así pues, lo sacrificó y se lo llevó consigo; y, de acuerdo con las instrucciones del Profeta (sa), [la carne] se distribuyó entre los Compañeros (ra).

El Mensajero de Dios (sa) reanudó el viaje hasta que llegaron a Safra, un exuberante valle verde cargado de dátiles y que estaba a solo un día de camino de Badr. El Santo Profeta Muhammad (sa) envió a dos hombres de reconocimiento hacia Badr para obtener información sobre Abu Sufian. El Santo Profeta (sa) también continuó avanzando junto al ejército hasta que llegaron al Valle de Zafran -situado cerca del Valle de Safra-, en cuyo lugar establecieron su campamento. [Al final], los dos hombres que el Profeta (sa) había enviado en reconocimiento hacia Abu Sufian caminaron hasta llegar a Badr, sentaron a sus camellos junto a una colina adyacente a la reserva de agua [que había allí] y llenaron sus odres. [Entonces], oyeron las voces de dos chicas que se agarraban mientras se acercaban al agua; y una chica le dijo a la otra: “La caravana llegará mañana o pasado mañana. Ganaré dinero trabajando para ellos y pagaré tu deuda”.

Aparte de las chicas, también había un hombre presente que proclamó: “Estás diciendo la verdad”. [Entretanto], los hombres enviados por el Mensajero de Al’lah (sa) escucharon esta conversación y [a continuación] montaron en sus camellos, regresaron junto al Santo Profeta Muhammad (sa) y le informaron de lo que habían oído e indicaron que el ejército se acercaba. Al enterarse de esto, el Santo Profeta (sa) también se volvió más cauteloso.

Hablaré de los detalles restantes más adelante.

En este momento, deseo mencionar a algunos miembros fallecidos [de la Yamat]:

La primera oración fúnebre es la del respetado Sheikh Ghulam Rahmani Sahib del Reino Unido. Falleció hace unos días a la edad de 92 años:

[¡Ciertamente procedemos de Al’lah y hacia Él será el retorno!]

Era hijo de Hazrat Sheikh Ghulam Jilani de Amritsar (ra), Compañero del Mesías Prometido (as). Asimismo, era yerno del respetado Sheikh Rahmatul’lah, que ocupó el cargo de Amir de la Comunidad en Karachi durante mucho tiempo. [Por su parte], el padre del respetado Sheikh Ghulam Rahmani viajó a Qadián en 1902 y tuvo el privilegio de conocer al Mesías Prometido (as) y lo aceptó inmediatamente, diciendo que un semblante como el del Mesías Prometido (as) no podía pertenecer a un mentiroso.

Ghulam Rahmani emigró a Inglaterra en 1958, donde se licenció en ingeniería eléctrica. Posteriormente, trabajó durante un largo periodo de tiempo en un consejo de investigación médica en un hospital de aquí. Durante muchos años ocupó el cargo de Secretario General Nacional y por diez años tuvo la oportunidad de ser presidente local de la yamat de Southall [oeste de Londres]. Para la misión de Southall, se esforzó mucho por obtener la aprobación del ayuntamiento local y Dios hizo que sus esfuerzos fructificaran. Sin embargo, cuando la casa-misión se estableció en una vivienda, un vecino presentó una queja al ayuntamiento local, que evaluó la situación, y decidió cerrar la casa-misión. De todas maneras, con gran esfuerzo y empeño, Rahmani Sahib presentó su postura ante el ayuntamiento y, por la gracia de Al’lah, tuvo éxito y se tomó una decisión a favor de la Comunidad.

Año tras año, Rahmani daba clases los domingos en la casa-misión de Southall, a través de las cuales impartía las enseñanzas del Islam- Ahmadíat a las nuevas generaciones. En 1996, fue nombrado Secretario Nacional Wasiyat y en 2005, cuando hice hincapié en el esquema del “Wasiyat” y dije que el 50% de los que pagan el chanda [donativos] debían ser “musis” [participantes del esquema del “Al-Wasiyat”, por el que se paga un 10% mensual de nuestros ingresos], hizo inmensos esfuerzos para cumplirlo y siguió animando a los miembros. Al mismo tiempo, informatizó y organizó el departamento de “Wasiyat”.

Rezaba con regularidad, ayunaba y recitaba el Sagrado Corán. Hablaba con amabilidad, tenía una conducta apacible, era un hombre de pocas palabras y saludaba a los demás con cariño. Era una persona piadosa, compasiva y sincera, apasionadamente entregada al Jalifato. También tuvo la oportunidad de realizar la peregrinación del “Hall”.

[Por supuesto] era “musi” y le sobreviven su esposa Yamilah Rahmani, su hijo Jalid Rahmani y su hija Aisha. Es cuñado del Dr. Nasim Rahmatul’lah, presidente de la página web [oficial de la Yamat]: “Alislam.org”.

Laiq Tahir Sahib, un misionero de la Comunidad, escribe:

“Venía todos los meses a ‘Fazl Mosque’ [la Mezquita de Londres], ofrecía una gran suma como limosna y le daban su recibo. Durante ese tiempo, solo pude saber esto de él; no obstante, sus virtudes tuvieron un impacto en su naturaleza. Le conocí mejor cuando me destinaron a Southall en 1990 como misionero”.

Y añade:

“En aquella época, era el presidente local del área de Southall. Cuidaba la casa de la misión como si fuera su propia casa. Pasaba la mayor parte del tiempo en la misión y se encargaba de limpiarla y mantenerla organizada. La casa-misión también se amplió durante su época. Era un hombre de [buenos] modales, trataba con cariño tanto a los jóvenes como a los mayores y tenía un comportamiento de anciano. Salvaguardaba los fondos de la Yamat y era sumamente abnegado”.

Yo también [-Hazur dice-] he sido testigo de estas cualidades suyas que se han enumerado. Era excepcionalmente humilde y estaba sinceramente entregado al Jalifato; en este sentido, era verdaderamente excepcional, pues hay muy poca gente así.

¡Que Dios Altísimo lo trate con perdón y misericordia, eleve su rango [espiritual] y permita a sus hijos adoptar sus virtudes y llevarlas adelante!

El segundo funeral es “in absentia”. El de Rahmani Sahib se ofrecerá aquí en persona después de la oración del viernes, si Dios quiere, y junto con ese hay algunas oraciones fúnebres de cuerpo no-presente.

[Pues bien], la primera de las oraciones fúnebres “in absentia” es la de Tahir Aag Muhammad de Mahdi Abad, Dori (Burkina Faso), quien ha fallecido recientemente a la edad de 44 años:

[¡Verdaderamente a Dios pertenecemos y a Él volveremos!]

El misionero jefe [de ese país] escribe que su padre juró lealtad en 1999, pero que él no lo hizo. Luego, a los 19 años, sufrió una dolencia en un pie, por lo que se trasladó a Uagadugu para recibir tratamiento. Durante su enfermedad, rezó mucho para que Dios le guiara por el camino recto y le orientara sobre si el Ahmadíat era verdadero. Esta era su pasión durante su juventud, [o sea], aprender sobre la fe, por lo que rezó a Al’lah por ello.

Durante su tratamiento vio varios sueños que le llenaron de satisfacción y al regresar juró lealtad [hizo el “Baiat”]. Más tarde aprendió a coser en el centro de costura de la Comunidad e hizo de ello su profesión. [En este sentido], el pasado “Eid-ul-Fitr” había que coser ropa para las familias de los mártires de Burkina Faso, pero no había ninguna costurera dispuesta a aceptar el trabajo. Cuando el misionero de allí, Rana Farooq, se lo pidió, aceptó y junto a su esposa trabajaron día y noche cosiendo, y [finalmente] enviaron las prendas para setenta personas antes del “Eid”.

Muhammad Sahib sentía pasión por el “tabligh” [la predicación del Islam] y era muy elocuente al hablar. A pesar de su escasa o nula educación formal, hablaba francés con gran fluidez. [Por desgracia], debido al cáncer, le amputaron la pierna por encima de la rodilla y hace unos días, de repente, volvió a sentir dolor en la zona donde le habían amputado la pierna y se le hinchó. Como las condiciones del país no son muy buenas y todas las carreteras están bloqueadas, no pudo llegar al gran hospital de Uagadugu, por lo que permaneció en el hospital local. Se quedó allí unos días, tras lo cual falleció.

Desde que se convirtió en áhmadi, sentía pasión por el “tabligh” y siempre encontraba la manera de hacerlo. Compró un teléfono móvil moderno y le dijo al Imam Al Haj Ibrahim Bardaga que grabara en él mensajes del “tabligh” y los enviara a la gente. Por consiguiente, hizo “tabligh” de esta manera y asumió el coste de ello él mismo.

Le sobreviven dos esposas y cinco hijos.

¡Que Dios Altísimo les conceda paciencia y tolerancia, y les permita continuar el legado de sus virtudes!

¡Que Él eleve el rango [espiritual] del difunto!

La siguiente mención es para Khwaja Daud Ahmad, quien fallecido el 25 de mayo a los 80 años:

[¡En verdad, a Dios pertenecemos y a Él regresaremos!].

Uno de sus hijos, Khwaja Fahad Ahmad, es misionero en Kiribati y narra:

“El Ahmadíat se estableció en nuestra familia a través de mi abuelo paterno, Khwaja Abdul Latif, hijo de Khwaja Ahmad Sin. Mi abuelo se crio en casa de su abuelo materno, Khwaja Ghulam Muhammad, que era áhmadi por la gracia de Al’lah, y allí se crio”.

Y continúa:

“Fue bajo su cuidado que en 1917, a la edad aproximada de 11 años, que mi abuelo paterno aceptó la Ahmadíat y se convirtió así en el único áhmadi entre sus hermanos”.

Tuvo la oportunidad de servir a la Yamat durante mucho tiempo en Canadá y, anteriormente, en Islamabad (Pakistán). En 1974, cuando ejercía como “Qaid Mayilis Juddamul Ahmadía” [presidente local de los varones jóvenes áhmadis de 15 a 40 años] de Islamabad, tuvo el honor de servir al Tercer Califa (rh) cuando llegó para asistir a la Asamblea Nacional de Pakistán. En este sentido, el Tercer Jalifa (rh) llegó a expresar su agrado con él.

Era ingeniero de profesión. Sentía un profundo amor y conexión con el Jalifato, y siempre se esforzó por servir a la Comunidad de la mejor manera posible.

En el momento de su fallecimiento, se encontraba en el centro local asistiendo a una reunión del comité ejecutivo local y poco antes de partir hacia su casa empezó a sentir un dolor en el pecho, y en cuestión de minutos volvió con su Señor.

[¡En verdad, pertenecemos a Al’lah y a Él regresaremos!].

El fallecido era “musi”, [integrante del sistema de “Al-Wasiyat”] y le sobreviven su esposa, cuatro hijos y una hija.

Como ya he mencionado, uno de sus hijos es alguien que ha consagrado su vida y es un misionero que sirve en Kiribati. Debido a los preparativos del Yalsa [o Convención Anual] de allí y a otras obligaciones de servicio a la Yamat, no pudo viajar a Canadá y asistir al funeral de su padre.

¡Que Dios Altísimo le conceda paciencia y resignación!

¡Que Él eleve el rango [espiritual] del difunto!

La siguiente mención es la del respetado Syed Tanvir Shah, natural de Saskatoon (Canadá), quien falleció recientemente mientras se encontraba en Paraguay, donde había ido para un periodo temporal de dedicación:

[¡Ciertamente a Dios pertenecemos y a Él regresaremos!].

Solo tiene un hijo, Syed Raza Shah, que es misionero y escribe:

“Mi abuelo paterno, Bashir Shah, era nieto materno de Hazrat Syed Abdul Sattar Shah (ra), Compañero del Mesías Prometido (as). Farrukh Khanum, la otra hija de Tanvir Shah, viajó de Turquía a Qadián junto con su hermano Haji Junoodullah y su madre para jurar lealtad”.

Su hijo añade:

“Mi abuelo paterno, Bashir Shah, era nieto materno de Syed Abdul Sattar Shah (ra). De este modo, también estaba emparentado con Hazrat Umm Tahir (ra)”.

El fallecido era un miembro leal de la Comunidad. [Aparte], Tanvir Shah siempre estaba dispuesto a servir a la Yamat.

[Aparte], su hijo relata que:

“Siempre nos llevaba a los programas de la Comunidad y todos los viernes nos hacía salir de la escuela y nos llevaba a la oración de yuma. Concedía gran importancia al sacrificio económico y siempre reservaba una parte de sus ingresos para este fin, y también instaba a los de su casa y a otra gente de la Yamat a hacer lo mismo. Sentía pasión por el ‘tabligh’ (la predicación) y a menudo analizaba cómo podíamos propagar el mensaje de la Comunidad de la mejor manera. Además, comunicó con alegría que dos personas aceptaron el Ahmadíat durante su estancia en Paraguay. Estaba muy contento.

Nunca buscó la riqueza ni tuvo codicia por ella. De hecho, siempre estaba agradecido por lo que Dios le diera. En otras palabras, tenía plena fe y confianza en Dios Altísimo y en que le proporcionaría todo lo que necesitara. Cuando se enfrentaba a alguna dificultad, decía: ‘Hay que rezar, Al’lah se ocupará de ello. En efecto, Al’lah se ocupará del asunto’.”

Su hijo continúa diciendo:

“Me decía constantemente que, como misionero, debía comprender mis responsabilidades y trabajar con sinceridad”.

Su mujer relata:

“Estuvimos juntos treinta y nueve años y nunca vi ningún defecto en él. Sentía un gran amor y lealtad por el Jalifa de la época, y así se lo transmitió a sus hijos. No solo se dirigía a través del camino recto él mismo, sino que también llevó a sus hijos por dicho camino”.

Y añade:

“En toda nuestra vida, nunca habló mal de los demás y también cuidó de su familia política. [Así que], cuando mi madre me necesitaba, él me enviaba encantado para ayudarla”.

El misionero de Paraguay, Abdul Nur Baten, dice:

“En Canadá tuvo la oportunidad de servir en varias capacidades y, a pesar de ello,  no había en él ningún aspecto de orgullo o de expresión de superioridad de su parte. Le apasionaba servir a la Yamat y  dondequiera que iba realizaba su trabajo considerándolo un deber y lo hacía con gran amor. Su personalidad ha dejado una profunda huella en los jóvenes [áhmadis] de Paraguay. Les enseñó paciencia, amabilidad y hospitalidad”.

El Presidente Local de la Comunidad en Regina [Canadá], Habibur Rahman, afirma:

“Era un sincero servidor de la Yamat. Siempre estaba sonriendo y nunca le vi enfadarse. Tenía un corazón muy tierno y delegaba el trabajo en los voluntarios con mucho cariño. Nunca manifestó cansancio debido al servicio [que prestaba]. Parecía como si constantemente estuviera ocupado en encontrar formas de complacer a su Señor y tenía un alto grado de amor por el Jalifato”.

Un nuevo converso de Paraguay, Elías Oliver, ha manifestado:

“Lo conocí por poco tiempo, pero en este corto lapso de tiempo ha dejado un gran legado [espiritual] para mis amigos y para mí; [es decir], aquellos que son nuevos en el camino del Islam. De él aprendimos la paciencia y a ser siempre serviciales, amables y buenos”.

Y concluye:

“Nos mostró que para enseñar algo a alguien no es necesario hablar, sino que la gente aprende de los actos prácticos de servicio y esto también sirve como medio para el ‘tabligh’.”

¡Que Dios Altísimo conceda el perdón y la misericordia al difunto, otorgue paciencia y resignación a sus hijos, y les permita continuar el legado de sus virtudes!

Luego está Rana Muhammad Zafarullah Khan Sahib, que era misionero. Ha fallecido recientemente. Era hijo de Rana Ataullah y falleció a finales de abril:

[¡Ciertamente pertenecemos a Al’lah y a Él volveremos!].

El Ahmadíat se estableció en su familia a través de su abuelo paterno, Rana Ilahuddin, quien lo aceptó en 1931 de la mano de Hazrat Musleh Maud (ra), [Jalifatul Masih II]. Tras jurar lealtad, se enfrentó a una dura oposición, a consecuencia de la cual otros miembros de su familia se convirtieron en apóstatas, aunque él se mantuvo firme en el Ahmadíat y continuó propagando su fe. [Luego], Rana Zafarullah se licenció en Yamia en 1987, tras lo cual pudo prestar servicio durante treinta y seis años consecutivos. La mayor parte de su periodo de servicio lo pasó sobre el terreno en diversas zonas como misionero.

Syed Naimatullah, misionero afgano que actualmente trabaja en Ghana, declara:

“Vivía en Achini Payan, Peshawar, donde emigramos desde Afganistán en 1999 o 2000. Era de naturaleza muy sencilla, humilde y poseía las cualidades de un derviche. Trabajaba mucho, era muy cariñoso y sincero. Ha hecho muchos favores a la comunidad en Afganistán”.

Y dice: “Al’lah permitió que nosotros, tres afganos, nos convirtiéramos en misioneros gracias a él. Era muy amable con los pobres y los ayudaba en secreto”.

Su esposa informa de que:

“Al conocer la noticia de su fallecimiento, vinieron a casa a darnos el pésame muchos hombres y mujeres a los que ninguno de nosotros reconocíamos. Asimismo, estaban preocupados porque decían que el misionero había establecido una paga para ellos y que tomaba donativos de sus parientes y otras personas caritativas y los utilizaba para ayudar a los pobres. Además, les preocupaba qué sería de ellos tras la muerte del misionero”.

Su yerno, que es [también] misionero, declara:

“He conocido a muy pocas personas tan abnegadas como Rana Muhammad Zafarullah Khan, pues nunca vi en él ningún tipo de altivez o arrogancia. Era rápido a la hora de perdonar, e incluso si la otra persona estaba equivocada, él era el primero en buscar el perdón. Era muy cariñoso y siempre ayudaba a los demás”.

Le sobreviven su madre, su esposa y sus tres hijas.

¡Que Dios Altísimo eleve el rango [espiritual] del difunto y le conceda el perdón y la misericordia!

¡Que permita a sus hijos continuar el legado de sus virtudes!

Resumen

Después de recitar Tashahhud, Ta’awwuz y Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba) dijo que en el Sermón del viernes anterior, había estado mencionando la gran expresión de amor por el Santo Profeta (sa) mostrada por Sawad bin Ghaziyyah (ra).

Expresión de Amor de los Compañeros por el Santo Profeta (sa)

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe con respecto a este incidente:

Era el viernes 17 de Ramadán del año 2 D.H. o el 14 de marzo del año 623 A.D., según el sistema del calendario cristiano. Por la mañana, primero se ofreció el Salat y luego estos adoradores de la unidad divina se postraron ante el Dios Único, en un campo abierto. A continuación, el Santo Profeta (sa) pronunció un discurso sobre la Yihad. Cuando la luz comenzó a aparecer, el Santo Profeta (sa) comenzó a ordenar las filas musulmanas con la indicación de una flecha. Un compañero llamado Sawad (ra) estaba de pie un poco por delante de su fila. El Santo Profeta (sa) utilizó su flecha para indicarle que retrocediera en la fila. Sucedió, sin embargo, que la parte de madera de la flecha perteneciente al Santo Profeta (sa) le tocó el pecho, ante lo cual protestó audazmente: “¡Oh Mensajero de Al’lah! Dios te ha enviado con la verdad y la justicia, pero me has pinchado injustamente con tu flecha. Por Dios, insisto en la retribución”. Los compañeros se quedaron asombrados, por lo que se le había metido a Sawad (ra). Sin embargo, el Santo Profeta (sa) dijo con extremo afecto: “Muy bien Sawad, puedes clavar una flecha a mi también”, y el Santo Profeta (sa) levantó la tela sobre su pecho. En su inmenso amor, Sawad (ra) se adelantó y besó el pecho del Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) sonrió y preguntó: “¿Por qué has ideado este plan?”. Respondió con voz temblorosa: “¡Oh Mensajero de Al’lah! El enemigo está ante nosotros. No se sabe si viviré para volver o no. Era mi deseo, por tanto, tocar tu bendito cuerpo antes de mi martirio”‘. (La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, pp. 143-144)

Su Santidad (aba) dijo que el Segundo Califa (ra) narró un incidente similar pero no de la época de la Batalla de Badr sino más cercano al momento de su fallecimiento. Afirma que el Santo Profeta (sa) pidió a sus compañeros que si alguna vez les había causado algún tipo de dolor, lo expresaran y buscaran su recompensa en este mismo mundo. Uno sólo puede imaginar, debido a la cantidad de amor que los compañeros tenían por el Santo Profeta (sa), lo difícil que debió ser para ellos escuchar esto. Y ciertamente lo fue, ya que al oír esto, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de los Compañeros. Sin embargo, un compañero se levantó y dijo que durante una batalla, mientras el Santo Profeta (sa) estaba ordenando las filas del ejército, el codo del Santo Profeta (sa) le golpeó la espalda cuando pasaba por allí. Los compañeros se enfurecieron por el hecho de que esta persona hubiera expresado esto. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) se dio la vuelta y dijo que podía resarcirse y golpearle con el codo. El hombre dijo que cuando el codo del Santo Profeta (sa) le había golpeado, su espalda estaba desnuda. Por lo tanto, el Santo Profeta (sa) pidió a sus compañeros que le levantaran la camisa de la espalda. Al hacerlo, el hombre besó la espalda del Santo Profeta (sa). Dijo que ¿cómo podía un sirviente tan insignificante vengarse del estimado personaje del Santo Profeta (sa)? Dijo que al enterarse de que el Santo Profeta (sa) dijo que su hora de partir de este mundo estaba cerca, deseó besar al Santo Profeta (sa) y utilizó esto simplemente como excusa. De lo contrario, qué daño podría causar un codo cuando había sacrificado todo su ser por el Santo Profeta (sa). Los compañeros, que al principio se habían enfurecido con este hombre, se enfurecieron consigo mismos por no haber pensado en semejante idea.

Instrucciones del Santo Profeta (sa) en la Batalla

Su Santidad (aba) dijo que durante la Batalla de Badr, los compañeros tenían varios títulos. Los Muhayirin serían llamados ‘Oh Banu Abd al-Rahman’, la tribu Khazraj sería llamada ‘Oh Banu Abdul’lah’, mientras que la tribu Aus sería llamada ‘Oh Banu Ubaidil’lah’. Además, el Santo Profeta (sa) dio a sus jinetes el título de Khailul’lah [jinetes de Al’lah]. Según otra narración, los Ansar se reconocían unos a otros diciendo Ahad, especialmente por la noche o durante el transcurso de una feroz batalla.

Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) dio varias instrucciones para la batalla. Después de organizar las filas, el Santo Profeta (sa) ordenó que los musulmanes no atacaran hasta que él lo ordenara y que si el enemigo avanzaba, debían hacerle retroceder disparándole flechas. También dijo que no debían blandir sus espadas hasta que el enemigo estuviera muy cerca. El Santo Profeta (sa) dijo que la paciencia durante las dificultades hace que Al’lah elimine las preocupaciones de uno y lo salve de la tristeza.

Su Santidad (aba) dijo que durante la batalla, el Santo Profeta (sa) prohibió a los musulmanes matar a ciertas personas. Instruyó a los compañeros que los Banu Hashim y algunos otros habían sido forzados a venir a la batalla contra su voluntad, y por lo tanto, si los musulmanes se encontraban con ellos, no debían matarlos. Entre estas personas estaba Abbas bin Abi Muttalib. Ante esto, un compañero expresó que si iban a matar a los miembros de su propia familia en la batalla, entonces él no podía dejar a Abbas. Dijo que si se cruzaba con ellos, seguramente lo golpearía con su espada. Al enterarse de esta declaración, el Santo Profeta (sa) preguntó a Hazrat Umar (ra) si matarían a su tío. Hazrat Umar (ra) pidió permiso para golpear a ese compañero con su espada por tal hipocresía. Hazrat Hudhaifah (ra), el compañero que dijo esto, expresó más tarde su arrepentimiento por haberlo dicho.

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

‘El Santo Profeta (sa) se dirigió a los compañeros y dijo:

“Hay algunas personas entre el ejército de Quraish que no han venido a participar en esta campaña con placer; más bien, sólo han venido bajo la presión de los jefes de Quraish. Del mismo modo, también hay personas en este ejército, que en nuestros tiempos de penuria, nos trataron generosamente cuando estábamos en La Meca. Es nuestra obligación corresponder a su benevolencia. Por eso, si un musulmán somete a uno de estos individuos, no debe causarle ningún daño”.

Entre la primera categoría de personas, el Santo Profeta (sa) mencionó específicamente el nombre de ‘Abbas bin ‘Abdil-Muttalib y en la segunda categoría de personas, mencionó el nombre de Abul-Bakhtari, y prohibió su asesinato. Sin embargo, el curso de los eventos tomó un giro tan inevitable que Abul-Bakhtari no pudo librarse de la muerte. No obstante, antes de su muerte, se enteró de que el Santo Profeta (sa) había prohibido su asesinato”. (The Life & Character of the Seal of Prophets (sa), Vol. 2, pp. 149-150)

Las oraciones del Santo Profeta (sa) en la batalla

Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) rezó: ‘¡Oh Dios mío! Cumple Tus promesas. ¡Oh mi Señor! Si hoy este grupo de musulmanes es destruido, después de hoy no quedará nadie que Te adore’.

Su Santidad (aba) dijo que el Santo Profeta (sa) salió de su carpa mientras recitaba: ‘Los ejércitos serán pronto puestos en fuga y volverán sus espaldas en la huida. ¡Ay!, la hora es su tiempo prefijado; y la Hora será sumamente penosa y amarga. (El Sagrado Corán 54:46-47). El Santo Profeta (sa) vio que los de La Meca eran 1,000 mientras que los musulmanes eran 313. El Profeta (sa) miró en dirección a la Ka’bah y rezó a Al’lah: “Oh Al’lah, cumple Tu promesa. Oh Al’lah, concédeme lo que me has prometido. Oh Al’lah, si destruyes a este grupo de musulmanes, entonces no serás adorado en esta tierra’. El Santo Profeta (sa) rezaba con tal fervor con las manos levantadas que su manto cayó de sus hombros. Hazrat Abu Bakr (ra) lo recogió, abrazó al Santo Profeta (sa) y le dijo que Al’lah ciertamente habría escuchado sus súplicas. Tras esto, se reveló el siguiente versículo del Corán:

Cuando implorasteis la ayuda de vuestro Señor, y Él os respondió, diciendo: “Os ayudaré con mil ángeles, uno tras otro”. (Sagrado Corán 8:10)

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

‘Después de esto, el Santo Profeta (sa) se retiró a su carpa, y se dedicó a las súplicas una vez más. Ḥaḍrat Abū Bakr (ra) también le acompañó, y un grupo de los Ansar bajo el mando de Sa’d bin Mu’adh (ra) se situó alrededor de la carpa para montar guardia. Al poco tiempo, hubo un alboroto en el campo de batalla, lo que indicaba que los Quraish habían lanzado un ataque total. En ese momento, el Santo Profeta (sa) lloraba profusamente y suplicaba ante Dios con las manos extendidas. Decía con extrema angustia “¡Oh Dios mío! Cumple Tus promesas. ¡Oh mi Señor! Si hoy, este partido de musulmanes es destruido en el campo de batalla, no quedará nadie que Te adore sobre la faz de esta tierra”.

En ese momento, el Santo Profeta (sa) se encontraba en un estado de tal agonía, que a veces caía en postración, y a veces se levantaba para invocar a Dios. El manto del Santo Profeta (sa) caía repetidamente de su espalda, y Hadrat Abu Bakr (ra) lo recogía y lo colocaba sobre el Santo Profeta (sa) una y otra vez. Hadrat ‘Ali (ra) relata que durante el transcurso de la batalla, cada vez que el Santo Profeta (sa) le venía a la mente, corría hacia su carpa, pero cada vez que iba allí, encontraba al Santo Profeta (sa) llorando en postración. También oyó que el Santo Profeta (sa) repetía constantemente “¡Oh mi Dios Siempre Vivo! Oh mi Señor que da la Vida!”.

Hadrat Abu Bakr (ra) estaba muy perturbado por este estado del Santo Profeta (sa), y a veces decía espontáneamente: “¡Oh Mensajero de Al’lah! Que mi madre y mi padre sean una ofrenda. No te preocupes, Al’lah definitivamente cumplirá Sus promesas”. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) permanecía constantemente ocupado en sus súplicas, llorando y lamentándose, según el siguiente proverbio:

‘Cuanto más sabio es un santo, mayor es su temor”. (The Life & Character of the Seal of Prophet (sa), Vol. 2, pp. 150-151)

La valerosa demostración de los musulmanes infunde temor en el corazón de los Quraish

Su Santidad (aba) dijo que los incidentes anteriores se produjeron antes de la batalla; por lo tanto, no es que el Profeta (sa) no participara en la batalla. De hecho, el Santo Profeta (sa) lideraba el ejército e incluso ordenó que nadie avanzara a menos que estuviera delante de ellos. Hazrat Ali (ra) afirma que el Santo Profeta (sa) luchó más valientemente ese día que todos los demás.

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) que dijo:

‘Ahora los ejércitos se habían alineado unos ante otros. Sin embargo, en ese momento se manifestó un extraño espectáculo del poder Divino. La disposición de ambos ejércitos era tal que el ejército musulmán parecía ser más que, más bien, el doble de su número real a los ojos de los Quraish. Debido a esto, los incrédulos quedaron sobrecogidos de temor. Por otro lado, el ejército de Quraish parecía menor que su número real a los ojos de los musulmanes. Por ello, los musulmanes se fortalecieron con gran confianza. Los Quraish intentaron discernir la cifra correcta del ejército musulmán, para poder consolar sus corazones que habían empezado a hundirse. Con este fin, los jefes de Quraish enviaron a ‘Umair bin Wahb para que montara a caballo alrededor del ejército musulmán, a fin de averiguar su número real y si contaba con refuerzos ocultos. Umair montó en su caballo y rodeó a los musulmanes, pero vio tal asombro, determinación e intrepidez ante la muerte en los rostros de estos musulmanes, que regresó inmensamente impresionado y se dirigió a los Quraish diciendo:

“No he podido ver ningún refuerzo oculto, pero ¡oh compañía de los Quraish! He visto que en el ejército musulmán no son hombres los que cabalgan sobre las monturas de estas camellas, sino que la muerte está sentada sobre ellas. La destrucción está montada sobre las espaldas de las camellas de Yathrib”.

Cuando los Quraish se enteraron de esta noticia, una oleada de ansiedad recorrió sus filas. Suraqah, que había venido como su garante, estaba tan sobrecogido que huyó sobre sus talones. Cuando intentaron detenerle, dijo: “Veo lo que ustedes no ven”.

Cuando Hakim bin Hizam oyó la opinión de ‘Umair, se acercó frenéticamente a ‘Utbah bin Rabi’ah y le dijo:

“Oh ‘Utbah, después de todo, es la retribución de ‘Amr Ḥaḍramī lo que buscas de Muhammad (sa), porque fue tu confederado. ¿No bastaría con que pagarais el dinero de la sangre a sus herederos, y se volvieran atrás junto con los Quraish? Serás conocido para siempre por un buen nombre”. ‘Utbah, que estaba asustado, no podía pedir nada mejor, y dijo inmediatamente:

“¡Por supuesto! Estoy de acuerdo; ¡Y después de todo Hakim! Estos musulmanes y nosotros somos parientes. ¿Te parece bien que un hermano levante la espada contra su hermano, y un padre contra su hijo? Vete a ver a Abul-Hakam (es decir, Abu Yahl) y preséntale esta idea”. Entonces, ‘Utbah montó en su camello y empezó a convencer a la gente por su propia cuenta de que:

“No es correcto luchar contra parientes. Deberíamos dar media vuelta y dejar a Muhammad (sa) a sus anchas y que él mismo resuelva su asunto con las tribus de Arabia. Veremos qué pasa, y después de todo no es una tarea tan fácil luchar contra estos musulmanes, porque aunque me llamen cobarde, aunque no lo soy, veo a un pueblo que está deseoso de comprar la muerte.”

Cuando el Santo Profeta (sa) observó a ‘Utbah desde lejos, dijo: “Si hay alguien entre el ejército de los Quraish que posea algo de nobleza, sin duda está en el jinete de ese camello rojo. Si esta gente escuchara su consejo, les haría bien”. Sin embargo, cuando Hakim bin Hizam se acercó a Abu Yahl, y le presentó esta propuesta, ¿podía esperarse que este Faraón del pueblo se dejara convencer de tal cosa? Al instante replicó: “¡Vaya, vaya, ahora ‘Utbah ha empezado a ver a sus parientes antes que a él!”. Entonces llamó a ‘Amir Hadrami, el hermano de ‘Amr Hadrami, y le dijo: “¿Has oído lo que dice tu aliado, ‘Utbah? Especialmente, ¡cuando la retribución de tu hermano está en nuestras garras!”. Los ojos de ‘Amir comenzaron a llenarse de sangre por la rabia y según la costumbre árabe, se arrancó la ropa quedando desnudo y comenzó a gritar:

“¡Ay de ‘Amr! ¡Mi hermano no ha sido vengado! ¡Ay de ‘Amr! Mi hermano no es vengado”.

Este grito del desierto, encendió un fuego de enemistad en los corazones de los Quraish y el horno de la guerra comenzó a arder con toda su fuerza’. (La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, pp. 146-148)

Su Santidad (aba) dijo que continuaría narrando estos incidentes en futuros sermones.

Resumen preparado por The Review of Religions

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