Califas guiados – Hazrat Umar (ra)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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Califas guiados – Hazrat Umar (ra)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Sermón del viernes, 17 de Septiembre de 2021.

Pronunciado en la Mezquita Mubarak de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Sura Al-Fatiha, Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo lo siguiente:

Estos días sigo relatando narraciones de la vida de Hazrat Umar (ra) y hoy hablaré sobre la Batalla de Yarmuk. Para empezar, hay una diferencia de opinión en relación a la fecha en la que dicha batalla tuvo lugar. Una narración afirma que la misma aconteció en el año 15 dH., mientras que según otras, tuvo lugar en el año 13 dH., antes de la conquista de Damasco. Según otra narración, la primera noticia que Hazrat Umar (ra) recibió en relación a la victoria en un combate fue sobre la Batalla de Yarmuk; y en ese momento solo habían pasado 20 días desde el fallecimiento de Hazrat Abu Bakar (ra). Sin embargo, otra gente dice que Hazrat Umar (ra) primero recibió las noticias de la conquista de Damasco. En cualquier caso, la narración de que la conquista de Damasco tuvo lugar primero parece ser más fiable. De todas formas, hay pruebas que indican que la Batalla de Yarmuk tuvo lugar durante la época de Hazrat Umar (ra).

Tras ser derrotados varias veces, los bizantinos abandonaron Damasco y Homs, etc. y se fueron a Antioquía, un pueblo cerca de la frontera con Siria. Allí pidieron ayuda de Heraclio, alegando que los árabes habían conquistado toda Siria. Heraclio llamó a algunos de sus individuos más sabios y respetables a su corte y dijo: “Los árabes son más débiles que vosotros y menos numerosos, y tienen menos provisiones, ¿cómo entonces es que sois incapaces de ganarles en una batalla?”. Todos bajaron sus cabezas avergonzados y nadie dijo una palabra en respuesta. No obstante, había un hombre anciano con mucha experiencia que afirmó: “La moralidad de los árabes es superior a la nuestra, pues adoran por la noche, ayunan por el día, no perjudican a nadie y se acogen y tratan mutuamente con igualdad. Por el contrario, nosotros bebemos alcohol, actuamos inmoralmente, no honramos nuestros pactos y somos injustos con los demás. Como resultado de esto, sus campañas están llenas de pasión y resolución, mientras que las nuestras están vacías de estas características”.

El emperador bizantino ya había decidido abandonar Siria, aunque algunas delegaciones cristianas procedentes de cada pueblo y provincia venían buscando su ayuda, por lo que se sintió muy apasionado por esto y aceptó utilizar todo el poder de su reino para oponerse a los árabes. Así pues, envió emisarios a todos los lugares: a Roma, Constantinopla, Antalya y Armenia, para que todos los ejércitos llegaran a Antioquía en una determinada fecha. Además, escribió a los líderes de cada provincia para que reunieran a tantas personas como pudieran de cualquier lugar posible y los enviaran. Tan pronto como estas órdenes fueron recibidas, se formó un magnífico ejército. Entonces, ejércitos de tropas se extendieron desde Antioquía en todas las direcciones, tan lejos como alcanzaba la vista. Entretanto, los líderes y los jefes de los lugares conquistados por Hazrat Abu Ubaidah (ra) quedaron enormemente impresionados por su justicia y equidad, tanto que, a pesar de pertenecer a la religión opuesta, personalmente colocaron espías para reunir información acerca del enemigo.

A través de ellos, Hazrat Abu Ubaidah (ra) fue informado de todos estos eventos. Así que reunió a todos los líderes y jefes, y poniéndose de pie pronunció un emotivo discurso. El resumen del mismo es este: “¡Oh musulmanes! Dios os ha puesto a prueba una y otra vez, y siempre habéis tenido éxito. A cambio, Al’lah siempre os ha concedido la victoria y el éxito. Ahora, el enemigo avanza para combatir con vosotros con tantas provisiones que la tierra tiembla. Por tanto, ¿cómo responderéis ahora?”.

Yazid bin Abi Sufian, que era el hermano de Hazrat Amir Muawiah (ra), se levantó y dijo que opinaba que las mujeres y los niños deberían quedarse en la ciudad, y que ellos deberían reunir sus fuerzas en las afueras. Además, debería enviarse una carta a Hazrat Jalid bin Walid (ra) y Hazrat Amar bin Al-Aas (ra) para que vinieran de Damasco y Palestina como refuerzos. Este incidente demuestra también que la conquista de Damasco tuvo lugar antes que la Batalla de Yarmuk. Por su parte, Sharahabil bin Hasanah dijo: “Ahora todos deberíamos tener la oportunidad de dar nuestra opinión. La intención tras la sugerencia de Yazid es buena, pero me opongo a ella, porque los habitantes de la ciudad son todos cristianos. Es posible que, debido a su malicia, capturen a nuestras familias y las entreguen al emperador bizantino, o las maten ellos mismos; o incluso que se rebelen contra ellas”.

Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo que la solución a esto era exiliar a los cristianos para que sus familias estuvieran a salvo. Sharahabil se levantó y añadió: “¡Oh comandante en jefe, ciertamente no tienes el derecho para hacer eso. Hemos concedido una tregua a los cristianos con la condición de que vivan en paz, entonces ¿cómo vamos a romper este acuerdo? Hemos realizado un pacto, ¿cómo vamos, pues, a romperlo y exiliarlos?”. Hazrat Abu Ubaidah (ra) admitió su error, pero aún no se había llegado a un acuerdo sobre la manera de actuar. El público en general sugirió quedarse en Homs (Emessa) y esperar a los refuerzos armados. Ante esto, Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo que no había suficiente tiempo para ello. Finalmente, decidieron salir de Homs para irse a Damasco, donde Hazrat Jalid bin Walid (ra) estaba ubicado y la frontera con Arabia estaba cerca. Cuando tomaron esta decisión, Hazrat Abu Ubaidah (ra) llamó a Habib bin Masalmah, el oficial del tesoro, y le dijo que debido a las circunstancias críticas no serían capaces de cumplir con su responsabilidad de proteger a los cristianos. Por lo tanto, cualquier impuesto o “yizia” que se había recaudado para su protección y manutención debería devolverse a ellos por completo.  También debía informarles que la relación que se había formado entre ellos permanecía igual, pero como no eran capaces de protegerles en ese momento, el “yizia” que se había recaudado a cambio de protegerles se les debía devolver. Por consiguiente, les devolvieron una cantidad de cientos de miles. Este incidente tuvo un efecto tan profundo sobre los cristianos que lágrimas brotaron de sus ojos y oraron a Dios apasionadamente por su retorno. Los judíos se sintieron incluso más afectados por esto y juraron por la Tora que, mientras siguieran vivos, no permitirían al emperador bizantino gobernar sobre Homs.  Tras decir esto, incluso cerraron las puertas defensivas de la ciudad y colocaron a hombres en todas partes para vigilar.

Hazrat Abu Ubaidah (ra) no solo trató de esta manera a los habitantes de Homs, sino que informó a todas las regiones conquistadas que devolvieran el “yizia” que se había recaudado. Entonces, Hazrat Abu Ubaidah (ra)  partió hacia Damasco e informó a Hazrat Umar (ra) de la situación y cuando este se enteró que los musulmanes habían abandonado Homs por temor a los bizantinos, se sintió muy entristecido. Sin embargo, cuando supo que todo el ejército y sus comandantes habían tomado esta decisión por unanimidad, se sintió aliviado y dijo que Dios había creado ese acuerdo entre ellos debido a cierta sabiduría. Además se menciona en algunas narraciones que consultaron a Hazrat Umar (ra) primero y él dio instrucciones de que devolvieran todo aquello que habían recolectado como “yizia” si no eran capaces de protegerles. Hazrat Umar (ra) entonces escribió a Hazrat Abu Ubaidah (ra) diciendo que enviaría más tropas con Said bin Aamar como refuerzos, aunque dijo que la victoria y la derrota no estaban determinadas por el tamaño de un ejército. Tras llegar a Damasco, Hazrat Abu Ubaidah (ra) se reunió con todos los comandantes. Por su parte, Yazid bin Abi Sufian, Sharahabil bin Hasanah y Muaz bin Yabal hicieron diferentes propuestas. En el transcurso de todo esto, un emisario de Amar bin Al-Aas llegó con una carta que decía que las regiones de Jordania habían comenzado a rebelarse y que la llegada de los bizantinos había provocado una revuelta, por lo que la decisión de abandonar Homs les haría parecer que eran débiles.

Ante esto, Hazrat Abu Ubaidah (ra) envió una carta como respuesta diciendo que la retirada de Homs no era por miedo, sino con la finalidad de sacar al enemigo de sus refugios y para que todos los ejércitos musulmanes, que estaban dispersos en todas direcciones, se unieran. Además, la carta mencionaba que él [Hazrat Amr bin Al-Aas (ra)] no debía moverse de su emplazamiento y que se reuniría con él allí. Al día siguiente, Hazrat Abu Ubaidah (ra) abandonó Damasco y acampó en las afueras de Jordania, en Yarmuk, que era un valle escarpado en la periferia de Siria, donde desemboca el río Jordán. Amar bin Al-Aas también llegó allí para la reunión, pues ese lugar era muy adecuado para las necesidades de la batalla, porque la frontera de Arabia era la posición más cercana a este lugar en comparación con otros lugares. Por otra parte, la zona detrás de ellos, que se extendía hasta las fronteras de Arabia, era toda una clara extensión que les permitiría, en caso de necesidad, retroceder todo lo que quisieran.

Los refuerzos que Hazrat Umar (ra) había enviado bajo el mando de Said bin Aamar aún no habían llegado y los musulmanes comenzaron a preocuparse tras conocer la noticia de la llegada de los bizantinos y su cuantioso equipamiento. Hazrat Abu Ubaidah (ra) envió un mensajero a Hazrat Umar (ra) para informarle de que los bizantinos estaban llegando desde todas las direcciones y, tal era su ambición, que por donde pasaban sus ejércitos, incluso los sacerdotes y moradores de los santuarios, que nunca han salido de su aislamiento, se unían a sus tropas con vehemencia. Al recibir esta carta, Hazrat Umar (ra) reunió a todos los “Muhayirin” (combatientes) y “Ansar” (mayores de 40 años) y la leyó ante ellos. Los Compañeros (ra) empezaron a llorar de forma inmediata y exclamaron apasionadamente: “¡Oh Líder de los Fieles! ¡Por Al’lah! Permite que vayamos a entregar nuestras vidas para ayudar a nuestros hermanos. Dios no lo quiera, pero si les pasara algo malo, por poco que fuera, haría nuestra vida inútil”. La pasión de los “Muhayirin” y los “Ansar” siguió aumentando, hasta el punto de que Hazrat Abdur Rahman bin Auf (ra) pidió a Hazrat Umar (ra) que se hiciera cargo del ejército y los llevara a todos con él.

Otros Compañeros (ra) no estuvieron de acuerdo y, en su lugar, se decidió enviar más refuerzos. Hazrat Umar (ra) preguntó al emisario a qué distancia estaba el enemigo y contestó que estaban a tres o cuatro días de viaje de Yarmuk. Hazrat Umar (ra) se preocupó mucho acerca de lo que debía hacerse y de que no había tiempo suficiente para que la ayuda llegara allí. Por eso escribió una carta muy conmovedora a Hazrat Abu Ubaidah (ra) y ordenó al emisario que la leyera en voz alta a todas y cada una de las filas del ejército musulmán, y les dijera lo siguiente:

“Umar os transmite sus saludos de ‘salam’ (paz). ¡Oh musulmanes! Luchad con valor, abalanzaos sobre vuestros enemigos como leones y atacad sus cráneos con vuestras espadas. Deben ser incluso menos que hormigas a vuestro lado. Su gran número no debe asustaros;  y en cuanto a los que aún no se han unido a vosotros, no os preocupéis por ellos”.

Pero en un extraño giro de los acontecimientos, el mismo día que el emisario llegó hasta Hazrat Abu Ubaidah (ra), Said bin Amar llegó con un ejército de mil hombres. Los musulmanes recibieron gran fuerza y comenzaron a prepararse para la batalla con gran resolución y firmeza. Muaz bin Yabal (ra), un Compañero de alto rango, fue nombrado para dirigir el flanco derecho del ejército; por su parte, Qubas bin Asham dirigía el flanco izquierdo y Hashim bin Utbah comandaba los soldados de a pie. Los jinetes se dividieron en cuatro grupos y mientras uno estaba reservado para el ejército bajo su mando, los otros tres estaban dirigidos por Qais bin Huwairah, Maisarah bin Masruq y Amar bin Tufail. Estos tres valientes se encontraban entre los hombres más intrépidos de los árabes y por ello se les llamó “Faaris al-Arab”. Los bizantinos también estaban bien equipados y seguían avanzando, y su número superaba los 200.000. Estaban de pie en 24 filas encabezadas por sus líderes religiosos que sostenían cruces en sus manos mientras incitaban a su pueblo. Cuando los ejércitos se encontraron cara a cara, un “Batreeq” -palabra que se refiere a un líder religioso de los cristianos- atravesó las filas y retó a un duelo.  Maisarah bin Masruq avanzó con su caballo, pero Jalid bin Walid (ra) lo detuvo, porque el oponente parecía ser joven y fuerte; en ese momento miró hacia Qais bin Huwairah, quien avanzó mientras recitaba un poema. Qais atacó con tanta rapidez que el adversario apenas pudo agarrar su arma. La espada le golpeó en la cabeza, atravesando el casco hasta el cuello, y cayó del caballo.

Ante esto, los musulmanes lanzaron consignas glorificando a Dios. Jalid bin Walid (ra) dijo que era una buena señal y que si Dios quería, la victoria sería suya. Los cristianos habían designado batallones separados para atacar a Jalid bin Walid (ra) y a los demás comandantes del ejército musulmán, no obstante todos fueron derrotados, aunque al final del día la batalla aún seguía librándose. Por la noche, cuando los bizantinos se dieron cuenta de que estaban perdiendo, su comandante, llamado Bahan, reunió a los jefes y les dijo que los árabes se habían acostumbrado a las riquezas de Siria, por lo que, en vez de seguir luchando, sería mejor atraerlos con dinero a cambio de que se fueran. Todos estuvieron de acuerdo con esta sugerencia y al día siguiente enviaron un mensajero a Hazrat Abu Ubaidah (ra), solicitando que se les enviara un líder de alto rango para negociar los términos de un alto el fuego. Hazrat Abu Ubaidah (ra) designó a Hazrat Jalid bin Walid (ra) para ello. El mensajero que transmitió este mensaje se llamaba Jorge, según recogen los historiadores que han escrito en lengua urdu, pero en los libros árabes su nombre aparece como “Yaryah” (lo he mencionado para los hablantes de árabe). Cuando el mensajero llegó, ya era de noche y la oración de maghrib fue ofrecida poco después. El celo con el que los musulmanes glorificaban a Dios y se ponían en pie para la oración y el nivel de devoción, tranquilidad, dignidad, honor y fervor con el que los musulmanes ofrecían la oración impresionó mucho al mensajero y los contempló con asombro. Cuando la oración llegó a su fin, le hizo a Abu Ubaidah (ra) algunas preguntas, una de las cuales era sobre su creencia respecto a Jesús (as).

Abu Ubaidah (ra) recitó entonces los siguientes versículos del Sagrado Corán:

“En verdad, lo que ocurrió con Jesús ante Al´lah es como el caso de Adán. Él lo creó del polvo y le dijo entonces: ‘¡Sé!’ y fue”, (3:60).

“¡Oh Pueblo del Libro! No rebaséis los límites de vuestra religión y no digáis de Al´lah más que la verdad. En verdad, el Mesías, Jesús, Hijo de María, fue sólo un Mensajero de Al´lah y el cumplimiento de Su palabra que reveló a María, y una gracia procedente de Él. Creed pues en Al´lah y en Sus Mensajeros y no digáis: ‘Son tres’. Desistid; será mejor para vosotros. En verdad, Al´lah es el solo Dios Único. Lejos está de su Santidad que haya de tener un hijo. A Él pertenece cuanto hay en los cielos y en la tierra, y Al´lah es suficiente como Protector”, (4:172).

“En verdad, el Mesías no desdeñará nunca ser siervo de Al´lah como tampoco los ángeles que están cerca de Dios”, (4:173).

El intérprete tradujo estos versículos y el mensajero, Jorge, proclamó inmediatamente: “Atestiguo que estas eran las mismas cualidades de Jesús (as) y doy testimonio de que vuestro Profeta (sa) es veraz”. Después de esto, recitó el “Kalimah” (credo islámico que declara la Unidad de Dios) y se hizo musulmán. A continuación no quiso regresar con su gente, pero Hazrat Abu Ubaidah (ra) pensó que los bizantinos podrían ver esto como un abuso de confianza y por eso le dijo que volviera con su mediador al día siguiente, día en el que también Hazrat Jalid (ra) fue al campamento del ejército bizantino. Como muestra de su poderío, hicieron que los jinetes se enfilaran a ambos lados del camino desde una gran distancia, todos con su armadura desde la cabeza hasta los tobillos. Sin embargo, Hazrat Jalid bin Walid (ra) no prestó atención a esto y los miró con despreció al pasar, como un león que pasa por un rebaño de ovejas. Al llegar a la tienda de Bahan, este le recibió con gran honor y le dio un lugar para sentarse a su lado. La conversación comenzó con ayuda de un traductor y tras un breve intercambio de palabras, Bahan comenzó a hablar como si estuviera dando un discurso. Tras alabar a Jesús (as), invocó el nombre de su emperador y dijo con gran orgullo: “Nuestro rey es el líder de todos los reyes”. El traductor no había acabado de traducir esta oración cuando Jalid detuvo a Bahan y dijo: “Quizás su rey lo sea, pero si la persona que ha sido elegida como nuestro líder se considerara a sí mismo como rey por un momento, le quitaríamos de inmediato de su puesto”.

Bahan comenzó su discurso y, mientras presumía de su rango y riqueza dijo:

“Los árabes (es decir, tu gente) han venido y se ha asentado en nuestras tierras, y siempre les hemos tratado amigablemente. Pensábamos que el mundo árabe estaría agradecido por nuestros favores, pero en contra de lo que esperábamos han atacado nuestro país y desean expulsarnos de él. ¿No eres consciente de que muchas naciones han planeado hacer lo mismo y nunca han tenido éxito? En cuanto a vosotros, no hay nación más ignorante que la vuestra y ninguna es más baja y desfavorecida; y aun así tenéis la audacia de atacarnos. No obstante, vamos a ignorar este hecho. Además, si os vais, recompensaremos a vuestros comandantes con 10.000 dinares, a los oficiales con 1.000 dinares y a los soldados con 100 dinares cada uno”. A pesar de que eran ellos los que habían reunido un ejército tan grande para combatir y vencer a los musulmanes, los bizantinos se habían dado cuenta de que no sería tan fácil vencer esta guerra, y por ello estipularon estas condiciones. Cuando Bahan terminó su discurso, Hazrat Jalid bin Walid (ra) se levantó y, tras alabar a Dios y a Su Mensajero (sa), respondió: “No hay duda de que sois ricos y poderosos. También conocemos vuestro trato a los vecinos árabes, aunque esto no fue un favor de vuestra parte, si no un plan para difundir vuestra fe. Deseabais propagar vuestra religión y como resultado de ello muchos árabes se convirtieron al cristianismo, y ahora se os han unido  y luchan contra nosotros. Es cierto que tenemos recursos limitados y que somos nómadas. Debido a nuestra crueldad e ignorancia, los poderosos destruían a los débiles, y las tribus combatían y se destruían mutuamente. Al final, Dios concedió Su misericordia sobre nosotros y nos envió a un Mensajero de entre nosotros que era el más noble, el más benevolente y el más piadoso de entre todos nosotros. Nos enseñó acerca de la unidad de Dios y que Al’lah no tiene copartícipe, no tiene mujer ni hijos, y es completamente Independiente y Auto-subsistente. Además nos ordenó promover estas enseñanzas por el mundo y quienquiera que lo acepte es un musulmán y nuestro hermano; y respecto a quien no quiera aceptarlo pero acceda a pagar el ‘yizia’, seremos sus ayudantes y protectores. Quienquiera que rechace estas cosas se encontrará con la espada (si no lo aceptan y continúan combatiendo, entonces también nosotros estaremos preparados)”. Tan pronto como Bahan escuchó la palabra ”yizia” suspiró y señaló a su ejército diciendo: “Morirán antes que pagar el ‘yizia’. Nosotros cobramos el ‘yizia’, no lo pagamos”.

Así que no se alcanzó un acuerdo y Hazrat Jalid bin Walid (ra) se levantó y se fue. Se prepararon para un ataque final y los bizantinos no pudieron recuperarse tras ese ataque. Cuando Hazrat Jalid (ra) se marchó, Bahan se reunió con los generales bizantinos y dijo: “Acabáis de escuchar a los árabes decir que, a menos que os convirtáis en sus súbditos, no estaréis a salvo de sus ataques. ¿Aceptáis someteros a ellos y a su gobierno?”. Todos los generales bizantinos rechazaron apasionadamente esta propuesta diciendo: “Moriremos antes de aceptar esta humillación”.

Por la mañana, completamente equipadas, las fuerzas bizantinas marcharon con tanto vigor que sorprendieron a los musulmanes. Viendo esto, Hazrat Jalid (ra) decidió reorganizar el ejército de una manera distinta a la que habitualmente se organizaba el ejército árabe. Cuando Hazrat Jalid (ra) vio que los bizantinos venían a su encuentro con toda su fuerza, decidió utilizar un nuevo método para organizar el ejército y que los árabes no habían empleado antes. Su ejército, compuesto de 30.000 a 35.000 soldados, se dividió en 36 unidades y meticulosamente organizó las secciones de su ejército: el centro del mismo fue asignado a Abu Ubaidah (ra), el flanco derecho a Amar bin Al-Aas y Sharahabil, y el flanco izquierdo fue asignado a Yazid bin Abi Sufian. Aparte de esto, los comandantes elegidos para supervisar cada una de estas unidades eran personas renombradas por su valentía y habilidad en la guerra, oradores elocuentes, que eran capaces de estimular el entusiasmo de la gente y fueron elegidos para inspirar al ejército.

Entre estos oradores se encontraba Abu Sufian, que recorría por delante del ejército exclamando:

“Por Al’lah, sois los guardianes de todos los árabes y los ayudantes del Islam; y ellos son los guardianes bizantinos y ayudantes de la idolatría. ¡Oh Al’lah, este es uno de los días que habías prometido! ¡Oh Al’lah, envía Tu Socorro sobre Tu gente!”. Por su parte, Amar bin Al-Aas recorría el ejército diciendo: “¡Oh gente! Bajad vuestra mirada y sentaros sobre vuestras rodillas, preparad vuestras lanzas y permaneced firmes en vuestras posiciones y rangos. Cuando el enemigo os ataque, mantened vuestras posiciones hasta que estén al alcance de vuestras lanzas, y luego saltad sobre ellos como leones. Juro por Dios, a Quien le agrada la verdad y concede recompensas por ello, y a Quien le desagrada la falsedad y castiga a los falsos, y Aquel que recompensa la bondad, que he recibido noticias de que los musulmanes conquistarán un asentamiento tras otro, y que conquistarán un palacio tras otro, y que finalmente conquistaran todo el territorio. No permitáis que sus números y su tamaño os intimiden. Si permanecéis firmes en la batalla, entonces tendrán temor de vosotros y se dispersarán como los polluelos de una perdiz”.

A pesar de que el ejército musulmán constaba de 30.000 a 35.000 personas, habían sido elegidos de toda Arabia. Entre ellos habían 1.000 individuos que habían visto el bendito rostro del Santo Profeta (sa); 100 que habían combatido junto con el Santo Profeta (sa) en la Batalla de Badar; y más de 10.000 que pertenecían a la famosa tribu árabe de Azad.  Un gran número de la Himyar estaban presentes y también muchos valientes guerreros de Hamadan, Jawlan, Lahm y Yuzam. Una característica notable de esta batalla es que las mujeres también participaron en ella y combatieron con gran valor. Por ejemplo, Hazrat Hind (ra), la madre de Amir Muawiah y la hija de Abu Sufian (ra), quien más tarde aceptó el Islam, lanzó un ataque proclamando: “Cortad las cabezas de los incrédulos”. Similarmente, Yuwayriya, la hija de Abu Sufian y la hermana de Amir Muawiah, salió con un contingente y combatió con el ejército bizantino junto con su marido y fue martirizada en un enfrentamiento feroz. Miqdad, que tenía una voz melodiosa se adelantaba al ejército y recitaba el Surah Al-Anfal, que contiene versículos relacionados con la “yihad”. En el lado opuesto, la pasión de los bizantinos era tal que 30.000 de sus soldados se habían esposado juntos, para que no pensaran en la retirada; o sea, incluso se esposaron los pies unos con otros.

Así pues, las fuerzas bizantinas lanzaron el primer ataque. Un ejército formidable de 200.000 soldados avanzó. Miles de sacerdotes y obispos con cruces en la mano se adelantaron y recitaban el nombre de Jesús. Tras ver su armamento, alguien dijo espontáneamente: “¡Al’lah es el Más Grande! ¡Qué ejército más sorprendente!”. Hazrat Jalid bin Walid (ra) respondió apasionadamente: “¡Silencio! ¡Por Dios, si las pezuñas de mi caballo estuvieran sanas, hubiese dicho a los cristianos que trajeran el doble de su ejército!”. En cualquier caso, los cristianos lanzaron un feroz ataque y tras una lluvia de flechas avanzaron. Los musulmanes se mantuvieron firmes en su posición durante mucho tiempo, pero el ataque bizantino fue tan feroz que el flanco derecho de los musulmanes se separó del resto del ejército y se retiraron completamente desordenados. Tras este contratiempo, se retiraron al campamento de las mujeres. Al ver el estado de los musulmanes, las mujeres se enfurecieron y arrancaron los palos de las tiendas de campaña del campamento y dijeron: “¡Oh desgraciados! ¡Si venís por aquí, os golpearemos la cabeza con estos palos!”. Hind, la esposa de Abu Sufian, tomó un palo y se adelantó con las demás mujeres que iban detrás de ella. Al ver que Abu Sufian se alejaba, Hind golpeó con su palo puntiagudo en la parte delantera de su caballo y dijo: “¿A dónde vas? ¡Vuelve al campo de batalla!”.

 Según una narración, Hind cogió un palo y corrió hacia Abu Sufian diciendo: “Por Dios, fuiste despiadado al oponerte a la verdadera religión del Islam y rechazar al verdadero Mensajero de Dios (sa). Hoy existe la posibilidad de elevar la verdadera religión y alcanzar la complacencia de Dios y de Su Mensajero (sa), sacrificando vuestra vida y alcanzando el honor ante Dios”. Con su honor en juego, Abu Sufian se emocionó y con su espada desenvainada se adentró en el enorme ejército.

Otra valiente mujer musulmana llamada Jawlah inspiraba a la gente recitando las siguientes poemas:

“¡Oh vosotros que huis dejando atrás las mujeres piadosas, pronto las encontraréis a las mujeres encarceladas, y no alcanzarán los rangos elevados ni estarán entre los elegidos”. Ante esta situación, Muaz bin Yabal, que era el comandante del flanco derecho, saltó de su caballo y dijo: “Lucharé a pie. Si hay un guerrero valiente que pueda hacer justicia a este caballo, para él es”. Su hijo exclamó: “Yo haré justicia a este caballo, ya que puedo luchar mejor sobre él”. A continuación, tanto el padre como el hijo se adentraron en las filas enemigas y lucharon con tal valor que los musulmanes recuperaron su posición. Además, Hayyay, que era el líder de la tribu de Zubaidah, llevó consigo a 500 soldados y detuvo a los bizantinos que perseguían a los musulmanes. La tribu Azad se mantuvo firme en el flanco derecho del ejército. A pesar de atacarlos con todo su poder militar y sus armas, los musulmanes se mantuvieron firmes como una montaña. La intensidad de la batalla era tal que se cortaban cabezas, manos y piernas, pero eso no les afectaba. Amar bin Tufail, el líder de esta tribu, luchaba con su espada y proclamaba: “¡Oh Azad! Aseguraos de que los musulmanes no pierdan por vuestra culpa”. Mató a nueve valientes guerreros del enemigo y finalmente fue martirizado.

Por su parte, Hazrat Jalid bin Walid (ra) que había retenido a su contingente, atacó de repente, adentrándose en las filas enemigas con tal fuerza que las los efectivos bizantinos se dispersaron. Luego, Ikrimah (ra), hijo de Abu Yahal, se adelantó con su caballo y dijo: “¡Oh cristianos! Cuando era un incrédulo, luché contra el Santo Profeta (sa). ¿Cómo podría entonces retirarme hoy contra vosotros?”. Al decir esto, se dirigió al ejército y dijo: “¿Quién promete lealtad para sacrificar su vida?”. Entonces, 400 soldados, entre los que se encontraba Zarar bin Azad, juraron lealtad para sacrificar sus vidas y lucharon con tal determinación que casi todos murieron. El cuerpo de Ikrimah (ra) fue encontrado entre un montón de muertos. Estaba viviendo sus últimos momentos y Hazrat Jalid bin Walid (ra) colocó su cabeza sobre sus piernas, vertió un poco de agua en su garganta y dijo: “¡Por Dios! El punto de vista de Umar (ra) ha resultado ser incorrecto al decir que no seríamos martirizados”. Aunque Ikrimah y sus hombres se adentraron ellos mismos en las fauces de la muerte, mataron a miles de soldados bizantinos en el proceso.

El ataque lanzado por Jalid quebró aún más las fuerzas bizantinas, hasta el punto que tuvieron que retirarse. Hazrat Jalid (ra) los hizo retroceder hasta llegar al comandante bizantino Duranyar, quien junto a los demás oficiales bizantinos se habían puesto vendas sobre los ojos para – ya que no iban a ver la victoria- evitar ver la derrota. Entonces, justo cuando la batalla se intensificaba, Ibn Qanatir, el comandante bizantino del flanco derecho, lanzó un ataque contra el flanco izquierdo del ejército musulmán. Desgraciadamente, se trataba de una gran parte de los Lahm Mughsan, que vivían en el Levant y que durante mucho tiempo habían tributado a los bizantinos. Debido a la imposición de impuestos durante tanto tiempo, estaban abrumados, lo que les hizo perder el equilibrio en el primer ataque. A pesar de ser musulmanes, la enorme influencia de los bizantinos prevalecía y, debido al miedo que les producía, perdieron su posición. No obstante, los comandantes musulmanes mostraron una gran determinación. De hecho, si hubieran mostrado debilidad, la batalla habría terminado.

Por su parte, los bizantinos persiguieron a los que huyeron hasta el campamento de las mujeres y al presenciar estas escenas, las mujeres salieron de inmediato y su valentía impidió que los cristianos siguieran avanzando. Aunque el ejército se había dispersado, los comandantes Qabas bin Ashyam, Said bin Zaid, Yazid bin Abi Sufian, Amar bin Aas, Sharahabil bin Hasana continuaron animándolos. Las espadas y las lanzas seguían cayendo de la mano de Qabas, pero este no mostraba ni la más mínima expresión de desesperación. En cuanto su lanza se rompía y caía al suelo, decía: “¿Hay alguien que pueda darme un arma? He jurado a Dios que si tengo que abandonar el campo de batalla será solo una vez que haya muerto”. Posteriormente, se le entregaba una espada o una lanza e inmediatamente se abalanzaba sobre el enemigo como un león. Abul Awar saltó de su caballo y dirigiéndose a su batallón exclamó: “La paciencia y la constancia son signos de respeto en este mundo y un medio de misericordia en el Más Allá. No dejéis que esta riqueza se os escape de las manos”. En ese momento, Said bin Zaid estaba con las rodillas en el suelo, enfadado y los bizantinos se precipitaron hacia él, pero saltó hacia ellos como un león, atacó al comandante de la avanzadilla y lo tiró al suelo. Yazid bin Abi Sufian, el hermano de Muawiah luchaba con gran valor. Por casualidad, su padre, Abu Sufian, que estaba animando al ejército, se acercó a él y al ver a su hijo dijo: “¡Oh hijo mío! En este momento, todos y cada uno de los soldados están demostrando su valor. Eres un comandante, por lo tanto tienes más derecho que ellos para demostrar tu valentía. Si incluso uno de ellos te supera en esto, sería una vergüenza para ti”.

Por otro lado, el estado de Sharahabil era tal que estaba rodeado por todas las direcciones de bizantinos, permaneciendo como una montaña en el centro, y recitaba el siguiente versículo del Sagrado Corán:

“En verdad, Al’lah ha adquirido de los creyentes sus personas y sus bienes a cambio del Jardín Celestial que tendrán; combaten por la causa de Al’lah, matan y son matados”, (9:111).

También gritaba la consigna: “¿Dónde están los que desean entrar en un trato con Dios y buscan la cercanía de Al’lah?”.

Quien oía esto regresaba espontáneamente y el ejército que se había dispersado, volvía a reunirse. Sharahabil volvió a conducirlos a la batalla con tal valentía que los bizantinos, que no dejaban de luchar, no pudieron ganar más terreno. Por su parte, las mujeres salían de sus campamentos, se colocaban detrás de su ejército y gritaban: “Si os alejáis del campo de batalla, no volváis a mirarnos nunca jamás”. Hasta entonces, ambos ejércitos tenían una parte igual de la batalla y de hecho, los bizantinos estaban ganando ligeramente más terreno. Sin embargo, cuando Qais bin Huwairah, a quien Jalid bin Walid (ra) había asignado una parte del ejército y los había enviado al flanco derecho del mismo, salió por la retaguardia y atacó con tal intensidad que, a pesar de los esfuerzos de los comandantes bizantinos, no pudieron mantener su ejército intacto. Todas las filas enemigas se dispersaron, se vieron abrumadas y comenzaron a retirarse. Al mismo tiempo, Said bin Zaid salió del centro y se lanzó al ataque. Los bizantinos siguieron retrocediendo hasta llegar al pozo situado en el extremo del campo de batalla. En poco tiempo, el pozo se llenó de cadáveres y el campo de batalla quedó vacío, por lo que Dios Altísimo concedió a los musulmanes una extraordinaria victoria en esta importantísima batalla. Un incidente digno de mención que tuvo lugar durante la misma es que, cuando la confrontación estaba en su punto álgido, Habas bin Qais, que era un valiente soldado, estaba luchando valientemente y alguien le golpeó con su espada en el pie, seccionándole completamente el mismo, aunque Habas no se dio cuenta en absoluto de esto. Al poco tiempo, cuando miró hacia abajo y se dio cuenta, y finalmente vio que le faltaba el pie. Más tarde, la gente de su tribu siempre recordaba este incidente con gran orgullo.

El número de soldados bizantinos que se dice que murieron en la batalla difiere. Por su parte, Azdi ha escrito que había más de 100.000, aunque  según Balazuri fueron 70.000, mientras que 3.000 musulmanes fueron matados, entre ellos Ikrimah, Zarar bin Azwar, Hisham bin Aasi, Aban bin Said, etc. En ese momento, el emperador bizantino estaba en Antioquía y en cuanto se enteró de su derrota, hizo inmediatamente los preparativos para dirigirse a Constantinopla. Al partir, miró en dirección a Siria y dijo: “¡Oh tierra de Siria! Me despido de ti”.

Hazrat Abu Ubaidah (ra) escribió una carta a Hazrat Umar (ra) transmitiendo la noticia de la victoria y envió una pequeña delegación que incluía a Huzaifah bin Yaman. Hazrat Umar (ra) no había dormido durante muchas noches mientras esperaba las noticias de Yarmuk. Pero en cuanto escuchó la noticia de la victoria, cayó inmediatamente en postración y expresó su gratitud a Dios. El ejército de Homs tuvo que viajar a Yarmuk y permanecer en él temporalmente, y se devolvió el impuesto del “yizia” que se había tomado a sus habitantes.

Al mencionar esto, Hazrat Musleh Maud (ra) afirma:

“Los Compañeros (ra) lucharon contra los bizantinos y acabaron conquistando Jerusalén, que era tierra santa para los cristianos, y luego comenzaron a avanzar también desde allí. Al ver que su centro religioso había caído en manos de los musulmanes, los cristianos planearon hacer un último intento para expulsarlos de allí. Emitieron anuncios en todas las direcciones para una cruzada religiosa que apasionó mucho a los cristianos, por lo que reunieron un gran ejército y se prepararon para atacar a los musulmanes. Al ver esto, los musulmanes, que comparativamente eran muy pocos, decidieron retirarse temporalmente de allí. Entonces, el comandante del ejército musulmán escribió a Hazrat Umar (ra) diciendo: ‘El enemigo es muy numeroso mientras que nosotros somos pocos, por lo que luchar contra ellos es como destruir nuestro propio ejército. Por lo tanto, si usted lo permite, el ejército musulmán se retirará para reorganizar nuestro ejército y reducir el alcance de la batalla. De esta manera, podremos reagrupar a todos y luego desafiarlos’. Además, escribió: ‘Si nos concede permiso para abandonar las tierras que hemos ocupado y de las que también hemos cobrado impuestos, ¿podría entonces aconsejarnos también sobre el dinero de los impuestos?’. Ante esto, Hazrat Umar (ra) respondió: ‘No va en contra de las enseñanzas del Islam retirarse para reorganizar el ejército y reducir el alcance de la batalla, pero que se sepa que el impuesto fue tomado de los habitantes de esas tierras con la condición de que el ejército musulmán les concedería protección’. Si el ejército musulmán se va de allí, significa que ya no podrá proteger esas tierras. Por consiguiente, es imperativo que se devuelva lo que se tomó de ellos en su día.

Cuando les llegó la instrucción de Hazrat Umar (ra), el comandante del ejército musulmán llamó a los terratenientes locales, a los comerciantes y a otros, les devolvió lo que habían tomado de ellos con anterioridad y les dijo: ‘Este dinero se os ha cobrado con la condición de que el ejército musulmán os proteja a cambio. Sin embargo, ahora, dado que nos consideramos más débiles en comparación con el enemigo y nos retiramos temporalmente de aquí y no podemos protegeros, no nos está permitido quedarnos con este dinero’. El ejemplo demostrado aquí es tal que ningún otro rey en la historia ha actuado así. Por lo general, cuando cualquier rey se retira de una zona, en lugar de devolver el dinero de los impuestos, sigue saqueando la tierra. Consideran que, puesto que la tierra va a ser ocupada por otros, deben obtener el máximo beneficio posible. Además, como ya no van a vivir allí por más tiempo, no tienen miedo de manchar su reputación; e incluso si hay un gobierno muy organizado, lo máximo que harán es retirar discretamente sus tropas y no permitir ningún saqueo y violencia a gran escala.

No obstante, el ejército musulmán demostró tal ejemplo que, desde la creación del mundo, nunca nadie ha sido testigo de un ejemplo como el demostrado en la época de Hazrat Umar (ra). De hecho, es una pena que, incluso si incluyéramos la historia posterior a este acontecimiento, no encontramos un ejemplo en el que un gobernante se haya retirado de una zona y haya devuelto los impuestos y las riquezas tomadas a su pueblo. Esto tuvo un impacto tan profundo en los cristianos que, a pesar de que el ejército estaba formado por gente de su propia fe y a pesar de que los generales, coroneles y comandantes que avanzaban eran de su propio pueblo, incluidos sus soldados, y a pesar de que esta batalla se había convertido en una guerra religiosa para los cristianos, y a pesar de que su centro religioso había caído en manos de los musulmanes y recuperarlo era ahora un sueño lejano, los hombres y mujeres cristianos salieron de sus casas y comenzaron a llorar y a rezar para que los musulmanes volvieran algún día”.

Hazrat Musleh Maud (ra) tenía un conocimiento muy firme de la historia y según él pidieron permiso a Hazrat Umar (ra) para retirarse de allí y también para devolver el dinero de los impuestos fue su directiva. Con respecto a Hazrat Ikrimah (ra), Hazrat Musleh Maud (ra) afirma:

“Durante la era del Jalifato de Hazrat Umar (ra) y en la Batalla de Yarmuk, cuando las vidas de los Compañeros del Santo Profeta (sa) estaban en gran peligro y los musulmanes estaban siendo asesinados en gran número, el comandante y jefe del ejército islámico, Hazrat Abu Ubaidah bin Al-Yarrah (ra) declaró: ‘Deseo que salgan algunos hombres valientes, que aunque sean pocos en número, vayan a la batalla y ganen a las fuerzas bizantinas’. Hazrat Ikrimah (ra) salió y pidió a Hazrat Ubaidah (ra) lo siguiente: ‘Déjame seleccionar algunos hombres según mi parecer y los llevaré a atacar el centro de las fuerzas enemigas, y trataré de matar a su general’. En ese momento, el general del ejército bizantino estaba luchando con gran intensidad y el rey le había prometido que si obtenía la victoria sobre los musulmanes, le daría la mano de su hija en matrimonio, y le entregaría la mitad de su reino. Con el deseo de hacerlo, se llenó de pasión y llevó su ejército personal y el oficial al campo de batalla. También había prometido grandes sumas de dinero a sus soldados, de ahí que los combatientes bizantinos lucharan con gran intensidad. Cuando el ejército bizantino atacó a los musulmanes, este general se situó justo en el centro. Hazrat Ikrimah (ra) se llevó 400 soldados y atacó justo en el centro de las fuerzas enemigas y uno de sus hombres se enfrentó al general y lo tiró al suelo. Eran solo 400 soldados musulmanes y se enfrentaban a un ejército de cientos de miles, por lo que no era un reto fácil. Aunque mataron a este general y como resultado de su muerte, el ejército se dispersó, sin embargo las fuerzas enemigas se defendieron y salvo unos pocos, todos fueron martirizados; y entre estos hombres, doce resultaron gravemente heridos.

Cuando el ejército musulmán obtuvo la victoria, fue en busca de estos hombres que lanzaron el ataque y entre ellos estaba también Hazrat Ikrimah (ra). Uno de los soldados musulmanes se acercó a él y al ver el grave estado de Ikrimah le dijo: “¡Oh Ikrimah! Tengo una bolsa de agua conmigo, bebe un poco de agua de ella’. Ikrimah giró la cabeza y vio que Fazal, el hijo de Hazrat Abbas (ra), estaba tendido cerca de él y gravemente herido. Ikrimah dijo al soldado musulmán: ‘Mi honor no me permitiría saciar mi sed y vivir, mientras esas personas y su progenie mueren de sed, que ayudaron al Santo Profeta (sa) en un momento en que yo era su enemigo acérrimo, por lo tanto dale agua primero. Si queda algo, tráemela’. El soldado musulmán se dirigió entonces a Fazal, pero este le indicó que primero había que dar agua a otro musulmán herido, ya que estaba más necesitado que él. Después, el soldado musulmán se acercó a él, pero también dijo que otro musulmán herido necesitaba más agua, por lo que debía acudir a él primero. El soldado musulmán se dirigió entonces a él, pero del mismo modo dijo que otro musulmán herido estaba más necesitado de agua, por lo que debía ir a él primero. Cuando el soldado musulmán acudió al último de los soldados heridos, este ya había fallecido. Luego regresó a Ikrimah, pero había fallecido y cuando fue a ver a los otros soldados heridos también habían fallecido”.

Este fue el resultado de esta batalla y Dios Altísimo les concedió la victoria.

En cualquier caso, estos relatos seguirán siendo relatadas en el futuro, Insha Al’lah (si Dios quiere).

Resumen

Después de recitar el Tashahhud, el Ta’awwuz y el Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba) dijo que continuaría relatando incidentes de la vida de Hazrat Umar (ra).

La batalla de Yarmuk

Su Santidad (aba) dijo que detallaría los incidentes relacionados con la batalla de Yarmuk. Su Santidad (aba) dijo que hay diferencia de opinión sobre cuándo tuvo lugar exactamente esta batalla, pero según los relatos históricos, está claro que tuvo lugar durante el Califato de Hazrat Umar (ra). Los romanos habían estado sufriendo derrota tras derrota a manos de los musulmanes, debido a lo cual llamaron a sus aliados y quienes estaban bajo su dominio para establecer un gran ejército. Hazrat Abu Ubaidah (ra) se enteró de estos planes y estratagemas y animó a los musulmanes. Se sugirió que los musulmanes formaran sus filas fuera de la ciudad y que se llamara a los enviados que ya se habían embarcado para que ayudaran al ejército musulmán. Hasta ese momento, los musulmanes habían pactado con las tribus cristianas y les habían permitido mantener sus tierras y propiedades. Hazrat Abu Ubaidah (ra) decidió que todo el impuesto que se les solía cobrar fuera devuelto a cada individuo. Al oír esto, el pueblo cristiano se alegró. De hecho, Hazrat Abu Ubaidah (ra) no sólo hizo esto con los residentes de Homs, sino que dijo que debía hacerse lo mismo con todos aquellos lugares que habían sido conquistados. Después de esto, Hazrat Ubaidah (ra) viajó de Homs a Damasco donde informó a Hazrat Umar (ra) sobre lo que había sucedido y buscó el consejo de otros líderes del ejército.

Su Santidad (aba) dijo que Hazrat Abu Ubaidah (ra) fue a Yarmuk, situado cerca del río de Jordania. Los romanos tenían un gran ejército, que causaba temor en los corazones de algunos musulmanes. Cuando Hazrat Umar (ra) fue informado de esto, habló con los Muhajireen y Ansar, quienes expresaron su deseo de ayudar. Al final, se decidió que se enviarían más tropas para ayudar a reemplazar a las que ya estaban allí. Al mismo tiempo, se enviaron más ejércitos y enviados para unirse a los musulmanes. El ejército romano sumaba unos 200,000 soldados y contaba con sus líderes religiosos al frente de sus filas. Cuando los dos ejércitos se encontraron cara a cara, los líderes religiosos avanzaron y los musulmanes también lo hicieron, derrotándolos y dando así comienzo a la batalla. Más tarde, durante la batalla, los musulmanes se mostraron victoriosos. Cuando el día llegó a su fin, la batalla se detuvo hasta el día siguiente. Durante la noche, los romanos conspiraron para ofrecer a los musulmanes riquezas con el fin de evitar más combates. Un romano llamado Jorge se acercó a los musulmanes al día siguiente y les pidió que nombraran un representante para negociar los términos de un tratado de paz. Hazrat Abu Ubaidah (ra) asignó a Hazrat Khalid (ra) para esta tarea.

Su Santidad (aba) dijo que mientras tanto, uno de los cristianos vio a Hazrat Abu Ubaidah (ra) rezando en la mezquita. Después, le preguntó qué dice el Islam sobre Jesús (as). Hazrat Abu Ubaidah (ra) respondió recitando versículos del Sagrado Corán sobre Jesús (as), lo que impresionó mucho al cristiano. Como resultado, estuvo de acuerdo en que el Santo Profeta (sa) era veraz y aceptó el Islam. No deseaba regresar a su pueblo, sin embargo, Hazrat Abu Ubaidah (ra) dijo que si no regresaba, los romanos podrían pensar que era un gesto de incumplimiento. Por lo tanto, le dijo que debía volver al día siguiente con el representante asignado para los musulmanes.

Su Santidad (aba) dijo que al día siguiente, los romanos intentaron tentar al representante musulmán con riquezas y beneficios y citaron su buen trato a los árabes en el pasado. Luego ofrecieron una compensación monetaria para que los musulmanes abandonaran la batalla. El representante musulmán se dio cuenta de que estas condiciones se presentaban sólo porque los romanos se estaban dando cuenta de su inminente derrota. Respondió diciendo que los romanos sólo habían tratado bien a los árabes para difundirles su religión, y que esos mismos árabes estaban luchando contra ellos junto a los musulmanes. Además, dijo que aunque los romanos fueran ricos, los musulmanes habían recibido la mayor riqueza del Santo Profeta (sa). Por lo tanto, estipuló la condición de que si los romanos accedían a pagar la jizya [impuesto] entonces la batalla podría cesar y los romanos se salvarían. Sin embargo, éstos rechazaron enérgicamente la idea de pagar cualquier tipo de impuesto, por lo que se preparó otra batalla. Los musulmanes lucharon con valentía y se animaron unos a otros durante la batalla. A pesar de que el ejército musulmán no superaba los 30,000-35,000 soldados, incluidas las mujeres que lucharon valientemente, los romanos fueron derrotados. Su Santidad (aba) detalló además algunos incidentes de valentía y coraje mostrados por los musulmanes durante la batalla.

Valor de los musulmanes durante la batalla

Su Santidad (aba) dijo que hay diferentes relatos sobre el número de romanos muertos, que van de 70,000 a 100,000, mientras que 3,000 musulmanes fueron martirizados durante la batalla. Hazrat Umar (ra) había estado esperando ansiosamente el resultado de esta batalla y no había dormido. Al oír que los musulmanes habían salido victoriosos, se postró inmediatamente, dando gracias a Dios. Hazrat Umar (ra) también instruyó que el impuesto había sido instituido en las áreas que habían sido conquistadas por los musulmanes con la condición de que los musulmanes las protegieran. Sin embargo, como el ejército musulmán había estado luchando en otra batalla y no pudo estar presente en esas zonas, la cantidad recibida en concepto de impuesto de ellos debía ser devuelta. Tal ejemplo no ha sido establecido por ningún otro gobernante en la historia.

Su Santidad (aba) relató un incidente de esta batalla relacionado con Ikrimah. Después de la batalla, él y otros que habían estado luchando fueron encontrados gravemente heridos. A Ikrimah le ofrecieron agua, pero él indicó que se le diera primero a la persona que estaba a su lado. Cuando se le presentó el agua a esa persona, indicó que se le diera primero a la persona que estaba a su lado. Esto continuó hasta que se le dio agua a la última persona, pero ésta falleció, y durante este tiempo, todos los demás también habían fallecido.

Su Santidad (aba) dijo que seguiría relatando incidentes de la vida de Hazrat Umar (ra) en futuros sermones.

Resumen preparado por The Review of Religions

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