La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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La vida del Santo Profeta (sa)

Sermón del viernes 18-07-2025

 

Después de recitar Tashahud, Taawuz y la Sura Al-Fatiha Hazrat Jalifatul Masih V (aba) dijo:

Hoy también continuaré mencionando detalles relacionados con incidentes de la Conquista de La Meca. A continuación, se detalla la duración de la estancia del Santo Profeta (sa) en La Meca.

Tras su llegada a La Meca y su conquista, el Santo Profeta (sa) permaneció allí unos días; sin embargo, existen diferentes versiones sobre la duración real de su estancia.

Según Bujari, Hazrat Ibn Abbas (ra) narra que el Santo Profeta (sa) permaneció en La Meca durante 19 días. Ofrecía dos unidades de oración, lo que significa que acortaba su oración [al encontrarse de viaje]. Otras narraciones también mencionan 18, 17 y 15 días. Al’lama Ibn Hallr ha dado preferencia a la narración que menciona 19 días, ya que la mayoría de las narraciones mencionan ese número de días. Las demás narraciones pueden conciliarse, ya que la narración que menciona 19 días también incluye el día de llegada y el de salida. Quienes mencionaron 17 días no incluyeron los dos días de llegada y salida. Quienes mencionaron 18 días solo incluyeron uno de ellos, mientras que quienes mencionaron 15 días tomaron como base la narración de 17 días y luego restaron los días de llegada y salida, obteniendo así 15 días.

Ciertos orientalistas han mencionado en sus libros la Conquista de La Meca hecha por el Santo Profeta (sa). William Muir fue un renombrado orientalista escocés. Al mencionar la Conquista de La Meca en su libro “La vida de Muhammad”, escribió sobre el excelente ejemplo del Santo Profeta (sa) y dijo:

“En efecto, fue por su propio bien perdonar el pasado (es decir, perdonar todas las transgresiones cometidas por el pueblo) y olvidar sus desaires y agravios (tras decir esto, no pudo evitar decir y aceptar la siguiente realidad). Pero esto no dejaba de requerir un corazón grande y generoso. Muhammad obtuvo su recompensa, pues toda la población de su ciudad natal se adhirió de inmediato y abrazó su causa con presteza y aparente devoción… En pocas semanas encontramos a dos mil ciudadanos en pie de lucha fielmente a su lado”.

De igual manera, William Montgomery, otro orientalista escocés, también ha escrito y hablado en sus libros con mucha dureza contra el islam y el Santo Profeta (sa). Sin embargo, en uno de sus libros, “Muhammad en Medina”, escribió (leeré la traducción; también leí la traducción de la cita anterior):

“Estos líderes mequíes no fueron obligados a convertirse al islam (acepta este hecho); ellos, y sin duda muchos otros, permanecieron siendo paganos. Sin embargo, especialmente su consumada habilidad para manejar la confederación que él (refiriéndose al Santo Profeta [sa]) ahora gobernaba, y para hacer que casi todos sintieran que recibían un trato justo, acentuó el contraste entre la sensación de armonía, satisfacción y entusiasmo en la comunidad musulmana y el malestar en el resto del mundo; esto debió ser obvio para muchos y los atrajo hacia Muhammad (sa).

En todo esto, uno no puede dejar de impresionarse por la fe de Muhammad (sa) en su causa, su visión y su sabiduría previsora. Mientras su comunidad era aún pequeña y dedicaba todas sus energías a evitar ser arrollada por sus enemigos, había concebido una Arabia unida y orientada hacia el exterior, en la que los mequíes desempeñarían un nuevo papel, y no menos importante que su antiguo papel de comerciantes. Ahora prácticamente todos, incluso los más importantes, se habían sometido a él. Contra viento y marea, a menudo con márgenes estrechos, pero casi siempre con gran acierto, había avanzado hacia su objetivo. Si no estuviéramos convencidos de la historicidad de estos hechos, pocos creerían que un profeta mequí despreciado pudiera volver a entrar en su ciudad como un conquistador triunfante”.

También hay otro orientalista estadounidense llamado Arthur Gilman, muy reconocido. Al mencionar la Conquista de La Meca en su libro “Los Sarracenos”, Gilman considerando la amnistía general del Santo Profeta (sa), su excelente ejemplo y tolerancia ejemplares, escribió:

“Cuando Muhammad (sa), montado en el mismo camello que tan fielmente lo había llevado en otras ocasiones, entró en la ciudad, su corazón se llenó de gratitud al ver de nuevo las calles vacías y supo que su recibimiento sería pacífico. Es digno de elogio que en esta ocasión, cuando su resentimiento por los malos tratos del pasado podría haberlo incitado a la venganza, refrenó a su ejército del derramamiento sangre y mostró toda clase de humildad y agradecimiento a Dios por Su bondad. Es cierto que Jalid (escribe como también se mencionó previamente con respecto al incidente de Hazrat Jalid bin Walid), sí respondió a la fuerza con fuerza en un momento dado, pero Muhammad (sa) lo reprendió.

La primera labor del Profeta (sa) fue la destrucción de las imágenes de ídolos en la Kaaba, y después de que eso se hubo hecho, ordenó a su muecín que hiciera la llamada a la oración desde lo alto de la Kaaba. Luego, envió un pregonero por las calles para ordenar a todas las personas que rompieran en pedazos cualquier imagen que pudieran poseer”.

Escribe:

“Diez o doce hombres que en una ocasión anterior habían mostrado un espíritu bárbaro fueron proscritos, y cuatro de ellos fueron ejecutados, pero esto debe considerarse sumamente humano en comparación con los actos de otros conquistadores; en comparación por ejemplo, con la crueldad de Las Cruzadas, quienes en 1099 ejecutaron a setenta mil musulmanes, hombres, mujeres y niños indefensos, cuando Jerusalén cayó en sus manos; o con la del ejército inglés, también luchando bajo la cruz, que, en el año de gracia de 1874, quemó una capital africana en su guerra en la Costa de Oro (el antiguo nombre de Ghana). En realidad, la victoria de Muhammad (sa) fue una victoria religiosa y no política; rechazó toda muestra de homenaje personal y renunció a toda autoridad real; y cuando los altivos jefes de los qureishitas se presentaron ante él, preguntó:

‘¿Qué podéis esperar de mis manos?’. Dijeron: ‘Misericordia, ¡oh hermano generoso!’.

El Santo Profeta Muhammad (sa) contestó: “¡Que así sea! ¡Sois libres!” exclamó.

Otra orientalista es Ruth Cranston, también estadounidense. Al mencionar la Conquista de La Meca en su libro “Fe Mundial” (es una escritora), escribe:

“Un día a principios del año 630, un hombre que había sido apedreado y abucheado en la ciudad diez años antes, condujo a sus diez mil soldados veteranos a la ciudad de La Meca. Muhammad (sa) había dado órdenes de no matar a nadie; los habitantes debían ser tratados con bondad. Pero sus hombres fueron atacados, a pesar de todas las promesas y compromisos mequíes; y el Profeta (sa) tuvo dificultades para contener a Jalid (ahora comandante de sus fuerzas) de severas represalias” ( exageró al decir esto; no habían garantías y los mequíes fueron los primeros en atacar. En cualquier caso, este prejuicio suele manifestarse de una forma u otra). Escribe además:

“Dos musulmanes y veintiocho mequíes fueron asesinados. ¡Imaginen la carnicería en semejante momento y ocasión si otro líder hubiera estado al mando! (aquí se ve obligada a aceptar la realidad).

Tan pronto como las tropas musulmanas tomaron el control de la ciudad, Muhammad (sa) cambió su uniforme por la túnica blanca de peregrino. Realizó los ritos reglamentarios de la peregrinación: siete vueltas a la Kaaba. Luego llamó a los Compañeros supervivientes -aquellos que lo habían arriesgado todo, una y otra vez, por su causa- para que lo acompañaran durante el gran acontecimiento del día y de su vida. Una a una, las 360 imágenes de piedra -incluyendo a Hubal- fueron sacadas del santuario y destrozadas. Con cada destrucción, Muhammad (sa) exclamaba en voz alta:

¡La verdad ha llegado y la falsedad se ha desvanecido!”.

Karen Armstrong es otra excelente orientalista, generalmente muy imparcial en sus escritos. Nació en 1940 y es una reconocida académica y autora inglesa, conocida por sus obras sobre religiones comparadas. Con referencia a la Conquista de La Meca, escribe en su libro “Muhammad: Una biografía del profeta”:

“Él (sa) no tenía ningún deseo de iniciar represalias sangrientas. Nadie fue obligado a aceptar el islam ni parece que nadie fuera presionado para hacerlo. Muhammad (sa) no quería forzar a la gente, sino lograr un acuerdo y una reconciliación.

Él (sa) había venido a La Meca no para perseguir a los Quraish, sino para abolir la religión que había demostrado ser un fracaso. Al conquistar La Meca, Muhammad (sa) había reivindicado su reclamo profético. Pero esta conquista se había logrado sin derramamiento de sangre y la política pacífica de Muhammad (sa) dio sus frutos. En pocos años, el paganismo había desaparecido por completo en La Meca y algunos de los enemigos más acérrimos de Muhammad (sa), como Ikrimah y Suhail, se convirtieron en musulmanes devotos y fervientes”.

En cualquiera de los casos, a pesar de su feroz oposición, algunos orientalistas se han visto obligados a reconocer la verdad sobre ciertos asuntos, sin tener más remedio que hacerlo.

También hay otros acontecimientos relacionados con la Conquista de La Meca.

Un incidente está relacionado con el arrepentimiento de Abdul’lah bin Sa’d bin Abi Sarh. Consta que al principio aceptó el islam y sirvió como escriba para las revelaciones. Sin embargo, más tarde apostató y regresó a La Meca. Se dice que fue condenado a muerte.

Tras la Conquista de La Meca, buscó refugio con Hazrat Uzman bin Affan (ra), que era su hermano adoptivo. Hazrat Uzman (ra) lo llevó ante el Santo Profeta (sa) y le pidió que aceptara el juramento de lealtad de Abdul’lah. El Santo Profeta (sa) permaneció en silencio durante algún tiempo y luego aceptó su Baiat (pacto de iniciación). Cuando Abdul’lah bin Abi Sarh se marchó, el narrador menciona que el Santo Profeta (sa) comentó a sus Compañeros: “Permanecí en silencio, esperando que alguno de vosotros se levantara y lo ejecutara rápidamente”. Los Compañeros preguntaron: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! ¿Por qué no nos dio una señal?”. A esto, el Santo Profeta (sa) respondió: “No es propio de un profeta hacer señales para matar a alguien”. Según algunas narraciones, el Santo Profeta (sa) declaró: “No está permitido que un profeta cometa traición con los ojos”.

Tales narraciones, junto con otras similares, se encuentran en ciertos libros históricos; de ahí que se mencionen aquí. Sin embargo, estos relatos son dudosos, y la paciencia y el carácter ejemplares del Santo Profeta (sa) demuestran que tales narraciones son probablemente inventadas.

Una narración similar aparece el libro de Hadices en Sunan Al-Nasa’i, donde se afirma:

Durante la Conquista de La Meca, Abdul’lah bin Sa’d se escondió en la casa de Hazrat Uzman (ra). Cuando se anunció el juramento de lealtad para el público en general, Hazrat Uzman (ra) trajo a Abdul’lah y pidió al Santo Profeta (sa) que aceptara su juramento. El Santo Profeta (sa) levantó su bendita cabeza, lo miró y se negó tres veces. Después de realizar la misma acción tres veces, finalmente aceptó su promesa. Entonces, se dirigió a los Compañeros: “¿No había entre vosotros ningún hombre inteligente que, al percatarse de mi negativa a aceptar su promesa, se hubiera puesto en pie y lo hubiera ejecutado?”. Los Compañeros respondieron: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! ¿Cómo podríamos saber lo que había en su corazón? ¿Por qué no hizo una señal con los ojos?”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Es impropio de un profeta traicionar con los ojos”. Sin embargo, incluso esta narración de Sunan Al-Nasa’i no es necesariamente auténtica.

Esta tradición también se encuentra en Sunan Abu Dawud, pero otra narración de Abu Dawud omite toda mención a la ejecución. Esta narración es la siguiente:

Hazrat Ibn Abbas narra que Abdul’lah bin Sa’d bin Abi Sarh era un escriba del Santo Profeta (sa), pero Satanás lo engañó, haciendo que se pusiera del lado de los incrédulos. El día de la Conquista de La Meca, el Santo Profeta (sa) ordenó su ejecución. Hazrat Uzman bin Affan (ra) intercedió por su protección, ante lo cual el Santo Profeta (sa) se la concedió.

En cuanto a Abdul’lah bin Sa’d, es esencial aclarar -como ya se ha dicho- que las narraciones de ciertas colecciones de Hadices sobre él han sido evaluadas críticamente, y sus cadenas de narración se consideran débiles. Sugerir que el Santo Profeta (sa) permaneció en silencio, esperando que los Compañeros actuaran, es improbable; era un rey, y por lo tanto podría haber declarado explícitamente sus intenciones.

Otra consideración crítica es que el islam no prescribe una pena por apostasía; por tanto, sugerir que Abdul’lah bin Sa’d fue condenado a muerte simplemente por apostasía es incorrecto. Además, también cabe señalar que los detalles descritos contradicen el noble carácter del Santo Profeta (sa), como ya he mencionado. Aquel día [de la Conquista de La Meca] el Santo Profeta (sa) personificó los atributos de Dios de perdón, ocultación de faltas, misericordia y compasión. No hubo nadie que buscara el perdón y le fuera denegado, aunque previamente se hubiera pronunciado una sentencia de muerte.

Esta narración no se encuentra ni en Bujari ni en Muslim. Además, contradice el análisis racional. Como líder victorioso, si la ejecución fuera necesaria, ¿por qué dudaría el Santo Profeta (sa) o recurriría a señales sutiles? Cuando Hazrat Uzman (ra) presentó a Abdul’lah, el Santo Profeta (sa) podría haber declarado abiertamente que sus crímenes eran imperdonables.

Por la misma época, se presentó ante el Santo Profeta (sa) el caso de una mujer de Banu Majzum acusada de robo, acompañada de importantes intercesiones, entre ellas las de Hazrat Umm Salama (ra) y Hazrat Usama bin Zaid (ra). Sin embargo, el Santo Profeta (sa) rechazó todas las súplicas y mantuvo el castigo de cortarle la mano. Por lo tanto, si el crimen de Abdul’lah bin Sa’d hubiera sido tan grave, el Santo Profeta (sa) habría declarado abiertamente que el perdón no era posible.

Atribuir al Santo Profeta (sa) acciones que contradicen los principios éticos básicos y las tradiciones es inaceptable. Es falso afirmar que cuando fue a jurar lealtad, el Santo Profeta (sa) permaneciera en silencio, esperando que alguien lo matara. Además, cuando esto no sucedió, el Santo Profeta (sa) interrogó a los Compañeros, quienes le respondieron que sólo tenía que hacerles una señal con el ojo, sin embargo, se abstuvo de hacerlo porque un profeta no traiciona con los ojos. A través de esta narración, la gente quiere afirmar, Dios no lo quiera, que el verdadero deseo del Santo Profeta (sa) era que alguien lo matara, sin embargo, no lo expresó abiertamente. Esta narrativa socava intrínsecamente su autenticidad.

El exaltado carácter del Santo Profeta (sa) está muy por encima de tales atribuciones. Era firme y resuelto en la aplicación de las leyes de Dios y no le importaban las opiniones o reacciones de los demás cuando se trataba de justicia. Sin embargo, era más suave que la seda cuando se trataba de perdón y misericordia, sin albergar resentimiento ni amargura.

Por lo tanto, los relatos sobre el pacto de lealtad de Abdul’lah ibn Sa’d son cuestionables y algunos historiadores y biógrafos los han rechazado con razón.

En su comentario del versículo 15 de la Surah Al-Mu’minun, Hazrat Musleh Maud (ra) menciona el siguiente incidente de la siguiente manera:

“A este versículo se asocia un acontecimiento histórico que parece necesario mencionar aquí. El Santo Profeta (sa) tenía un escriba de la revelación cuyo nombre era Abdul’lah bin Abi Sarh. Cuando el Santo Profeta (sa) recibía una revelación, le llamaba para que la escribiera. Un día, el Santo Profeta (sa) estaba haciendo escribir estos mismos versículos. Cuando llegó al versículo:

[Árabe]

“Lo desarrollamos en otra creación”

Las palabras:

[Árabe]

“Bendito sea Dios, el mejor de los creadores”, salió espontáneamente de la boca del escriba. El Santo Profeta (sa) dijo: “Esta es, en verdad, la revelación; escríbela”.

Pero ese desafortunado no se dio cuenta de que, como conclusión natural de los versos anteriores, estas palabras fluían de manera apropiada. En cambio, pensó que, al igual que estas palabras salieron de su boca y el Santo Profeta (sa) las declaró como revelación, del mismo modo -Dios nos perdone- el Santo Profeta (sa) debía estar componiendo el Corán él mismo. Como resultado, se convirtió en apóstata y se fue a La Meca.

Con motivo de la Conquista de La Meca, entre aquellos a quienes el Santo Profeta (sa) ordenó matar se encontraba Abdul’lah bin Abi Sarh. Sin embargo, Hazrat Uzman (ra) le dio protección y permaneció escondido en su casa durante tres días. Un día, mientras el Santo Profeta (sa) estaba recibiendo el juramento de lealtad del pueblo de La Meca, Hazrat Uzman (ra) llevó ante él a Abdul’lah bin Abi Sarh y solicitó que se aceptara su juramento de lealtad. El Santo Profeta (sa) dudó por un momento, pero luego aceptó su juramento de lealtad, y de esta manera, volvió a entrar en el islam.

En cuanto a Abdul’lah bin Abi Sarh, se dice que más tarde pasó a formar parte de los Compañeros que prestaron servicios distinguidos al islam. También ocupó el cargo de gobernador de Egipto y fue quien lideró la conquista de una región de África. Después del martirio de Hazrat Uzman (ra), se distanció de la lucha civil, a pesar de ser hermano adoptivo de Hazrat Uzman (ra). Se dice que había orado para que su última acción fuera la oración, y así sucedió que un día se puso de pie para la oración de la mañana, y al concluir la oración, después de decir “salam” a la derecha, estando a punto de decir “salam” a la izquierda cuando falleció. Murió en el año 36 o 37 después de la Hégira.

Luego está el relato de Ikrimah bin Abi Yahl aceptando el islam. Ikrimah bin Abi Yahl estaba entre aquellos cuyo asesinato ordenó el Santo Profeta (sa) con motivo de la Conquista de La Meca. Ikrimah y su padre solían torturar al Santo Profeta (sa) y eran extremadamente duros con los musulmanes. Cuando se enteró de que el Santo Profeta (sa) había ordenado su ejecución, huyó hacia Yemen. A pesar del hecho de que en su enemistad hacia el islam había incluso superado a su padre Abu Yahl  -es posible que esto sea lo que llevó a la orden de matarlo-, también es bastante probable que aquellos jefes y líderes de La Meca que siempre habían estado a la vanguardia de la oposición al islam –y que constantemente conspiraron contra el islam y el Santo Profeta (sa)– después de la Conquista de La Meca, asumieron que sus actos eran tales que no había forma de que pudieran ser perdonados, y seguramente serían asesinados. Asumiendo esto, huyeron por su cuenta.

En realidad, no tenían ninguna expectativa de la extraordinaria misericordia, perdón y reconciliación del Santo Profeta (sa), ni ninguna comprensión real de ello. Por eso pensaron que lo mejor sería salvar sus vidas y escapar. Pero a medida que conocieron más acerca del perdón y la gracia incomparables del Santo Profeta (sa), comenzaron a sentirse atraídos nuevamente hacia La Meca y regresaron al Santo Profeta (sa) y se presentaron ante él.

En cualquier caso, Ikrimah estaba entre aquellos oponentes prominentes que resistieron ferozmente al ejército musulmán incluso en el momento de la Conquista de La Meca. Reunió consigo a un grupo que incluía a los valientes jóvenes de La Meca, entre los que estaban Suhail bin Amr y Safwan bin Umayyah, y desenvainaron sus espadas, declarando que no permitirían que los musulmanes entraran en La Meca. Se enfrentaron firmemente al batallón de Hazrat Jalid bin Walid (ra), pero después de que más de veinte de sus jóvenes fueron asesinados, todos ellos huyeron de allí, y Suhail, Safwan e Ikrimah, los tres, huyeron de La Meca.

En los relatos históricos, se menciona que Ikrimah había decidido viajar a Yemen por mar. Su esposa, Umm Hakim bint Hariz bin Hisham, hija de un jefe de los Quraish, juró lealtad con motivo de la Conquista de La Meca junto con Hind bint Utbah y otras mujeres influyentes. Cuando se enteró de que su marido, Ikrimah, había huido a Yemen por temor por su vida, fue ante el Santo Profeta (sa) y le dijo: “Ikrimah teme que lo va a  matar. Le imploro que le conceda protección”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Está bajo mi protección”.

Luego partió con su sirviente y se dirigió hacia Yeddah, donde encontró a Ikrimah en la orilla del mar, justo cuando se preparaba para abordar un barco. Según una narración, ella lo alcanzó después de que él ya había abordado el barco. Le llamó y le dijo: “¡Oh hijo de mi tío! He venido a vosotros de parte de un hombre que es el más devoto en la defensa de los lazos, el más justo entre todos los pueblos y el más sincero bienqueriente de todos los pueblos. No te arrojes a la ruina, porque ya he asegurado protección para ti”.

Conmovido por sus palabras, Ikrimah regresó con su esposa y aceptó el islam, y su aceptación de la fe resultó ser muy bendita y hermosa.

Se narra que cuando Ikrimah se presentó ante el Santo Profeta (sa), dijo: “¡Oh Muhammad (sa)! Mi esposa me ha informado que me ha concedido protección, es decir, me ha permitido permanecer en La Meca siendo incrédulo, y no con la condición de que acepte el islam”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Has dicho la verdad. De hecho, estás bajo protección”.

Ante esto, Ikrimah dijo: “Doy testimonio de que no hay nadie digno de adoración excepto Al’lah. Él es Uno y no tiene asociados, y Usted es Su siervo y Su Mensajero”. Luego bajó la cabeza avergonzado.

Entonces el Santo Profeta (sa) dijo: “¡Oh Ikrimah! Hoy cualquier cosa que me pidas, si está dentro de mi poder, seguramente te la concederé”. Ikrimah le dijo: “Entonces ore por el perdón de toda la enemistad que albergé contra Usted”.

Ante esto, el Santo Profeta (sa) ofreció la siguiente oración: “¡Oh Al’lah! Perdona cada muestra de hostilidad que Ikrimah mostró hacia mí, y cada mala palabra o acción que cometió”. El Santo Profeta (sa) estaba tan complacido que colocó su propia capa sobre Ikrimah y declaró con afecto y honor: “¡Bienvenido a aquel aquel que ha venido a nosotros como creyente y emigrando en la causa de Dios!”.

También se menciona el cumplimiento de una profecía ligada a la aceptación del islam por parte de Ikrimah, que fue mencionada por Hazrat Musleh Maud (ra). Escribe:

“Con la aceptación del islam por parte de Ikrimah, se cumplió una profecía que el Santo Profeta Muhammad (sa) había transmitido a sus Compañeros muchos años antes. El Santo Profeta (sa) dijo:

“Vi en un sueño que estaba en el Paraíso. Allí vi un racimo de uvas y pregunté a la gente que me rodeaba: “¿Para quién es este racimo?”. Alguien respondió: “Es para Abu Yahl”. Esto me pareció extraño y pensé: “¿Cómo puede ser esto?”. Nadie entra en el Paraíso excepto los creyentes. ¿Cómo entonces recibirá Abu Yahl uvas en el Paraíso?”.

Cuando Ikrimah aceptó el islam, el Santo Profeta (sa) explicó: “Ese racimo estaba destinado a Ikrimah”. En el sueño, Dios mencionó el nombre del padre en lugar del hijo, algo que es común encontrar en los sueños”.

En relación a la huida de Habbar bin Aswad y su posterior aceptación del islam, está escrito que Habbar bin Aswad era conocido en los días de la ignorancia por su elocuencia, y que a menudo incitaba a la gente contra el Santo Profeta (sa). Además, era una persona de moral extremadamente pésima.

Cuando la hija del Santo Profeta (sa), Hazrat Zainab (ra), emprendió su migración a Medina, en ese momento estaba embarazada. Habbar bin Aswad asustó a su camello, lo que provocó que cayera del camello y provocara el aborto de su hijo nonato. Debido a esta lesión, permaneció enferma hasta el final de su vida.

Debido a esto, el Santo Profeta (sa) había dado una orden para que fuera asesinado dondequiera que se lo encontrara. En el momento de la Conquista de La Meca, por temor a represalias, Habbar huyó de La Meca y se ocultó entre el desierto y las zonas salvajes.

Después de la Conquista de La Meca y el posterior regreso del Santo Profeta (sa) a Medina, Habbar se aventuró a presentarse ante el Santo Profeta (sa). Cuando se acercó, los Compañeros (ra) lo reconocieron e inmediatamente informaron al Santo Profeta (sa) que Habbar venía.

El Santo Profeta (sa) respondió: “Sí, lo he visto. No toméis ninguna medida contra él”.

Entonces Habbar se acercó y dijo:

“¡Oh Mensajero de Al’lah, la paz sea contigo! Doy testimonio de que no hay nadie digno de adoración excepto Al’lah, y doy testimonio de que Usted es Su Mensajero. He huido de Usted, he vagado por diversos lugares e incluso he buscado refugio entre los no árabes. Pero entonces recordé su gracia, su paciencia y la bondad que extiende incluso a aquellos que transgreden contra Usted. ¡Oh Mensajero (sa) de Al’lah! Una vez fuimos idólatras, y es a través de Usted que Al’lah nos ha guiado y nos ha librado de la ruina. Le imploro que perdone mis transgresiones y el dolor que le he causado. Confieso mis malas acciones y pecados”.

El narrador relata que en ese momento, observó el rostro del Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa), abrumado por la modestia y la compasión, bajó la mirada en silencio. Después de una pausa, dijo:

“Te he perdonado. En verdad, el islam borra todos los pecados anteriores”.

Hazrat Musleḥ Maud (ra) también registró este incidente, declarando:

“Entre aquellos individuos para quienes el Santo Profeta (sa) había emitido órdenes de pena de muerte, estaba un hombre que se había convertido en la causa de la muerte de la noble hija del Santo Profeta (sa), Hazrat Zainab (ra).

El nombre de este hombre era Habbar. Durante la migración de Hazrat Zainab (ra), había cortado la correa de la silla de montar de su camello, una correa que asegura la silla firmemente. Como resultado, Hazrat Zainab (ra) cayó del camello, lo que provocó el aborto de su hijo que aún no había nacido. No mucho tiempo después, ella falleció. Este grave acto, además de otros crímenes que había cometido, lo hizo merecedor de pena de muerte.

Sin embargo, este mismo individuo llegó más tarde a la bendita presencia del Santo Profeta (sa) y le dijo:

“¡Oh, Profeta de Dios, huí de Usted y viajé hacia Persia! Pero entonces reflexioné y pensé: “Es a través de este Profeta que Dios Altísimo nos ha quitado la oscuridad del “shirk” (idolatría) y nos ha salvado de la destrucción espiritual. ¿Por qué debería buscar refugio entre extraños, cuando en cambio podría acudir a él, confesar mis transgresiones e implorar su perdón?”.

El Santo Profeta (sa) declaró:

¡Oh Habbar! Si Dios ha infundido amor por el islam en tu corazón, ¿por qué no he de perdonar tus pecados? Vete, pues te he perdonado. De hecho, el islam borra todas tus culpas anteriores”.

Habiéndole perdonado el Santo Profeta (sa), se afirma que a Abdul’lah se podría haber hecho una señal o un gesto, y ante esto, el Santo Profeta (sa) respondió que no era necesario.

Otro individuo era Kaab bin Zuhair bin Abi Aslami. En el séptimo año de la Hégira, Kaab y su hermano Buyair llegaron a un lugar llamado Abrak, un pozo perteneciente a los Banu Asad, ubicado en la ruta de Basora a Medina. Desde allí, Buyair viajó a Medina y aceptó el islam. Esta noticia enfureció mucho a Kaab, quien entonces compuso versos satíricos [contra el Santo Profeta (sa)].

Aunque muchas narraciones sugieren que fue debido a estos poemas satíricos que el Santo Profeta (sa) ordenó la ejecución de Kaab, ciertos detalles circunstanciales indican un asunto más profundo; que Kaab y Buyair pudieron haber conspirado para dañar o asesinar al Santo Profeta (sa). Se supone que Kaab se mantuvo deliberadamente alejado de Medina, mientras enviaba a su hermano por delante [con malas intenciones]. Sin embargo, Buyair abrazó el islam.

Al enterarse de la conversión de su hermano, Kaab se enfureció muchísimo. Sin embargo, más tarde, cuando el Santo Profeta (sa) regresó de la expedición a Taif, Buyair le escribió a su hermano, exhortándolo a arrepentirse y someterse al Santo Profeta (sa), pues era conocido que perdonaba a todo aquel que acudía a él arrepentido.

Sin otra alternativa que presentarse ante el Santo Profeta (sa), Kaab compuso un Qasidah [poema en alabanza del Santo Profeta (sa)]. El verso inicial era:

[Árabe]

“Suad ha partido, y hoy mi corazón está destrozado por el dolor”.

Kaab luego viajó a Medina y se alojó con un conocido. A la mañana siguiente, ese conocido lo llevó ante el Santo Profeta (sa). Después de que el Santo Profeta (sa) terminara la oración matutina, el Compañero le señaló a Kaab el Santo Profeta (sa) y dijo: “Este es el Mensajero (sa) de Dios. Ponte de pie y busca su protección”.

Kaab se levantó, se sentó ante el Santo Profeta (sa) y puso su mano en la mano bendita del Santo Profeta (sa). Ninguno de los Compañeros presentes le reconoció.

Luego se dirigió al Santo Profeta (sa), diciendo:

“¡Oh, Mensajero (sa) de Dios! Kaab bin Zuhair busca protección y perdón, se ha arrepentido y desea venir a Usted. Si le traigo ante Usted, ¿aceptaría su arrepentimiento?”.

El Santo Profeta (sa) dijo: “Sí”.

Ante esto, Kaab declaró: “Soy Kaab bin Zuhair”. Al oír esto, un Compañero Ansari se levantó y dijo:

“¡Oh, Mensajero (sa) de Dios! Entrégueme a este enemigo de Dios para que pueda cortarle la cabeza”.

Pero el Santo Profeta (sa) respondió con compasión:

“¡Déjalo! Ha venido arrepentido y con remordimiento”.

Kaab recitó entonces su poema, y al llegar al verso:

Árabe

“En verdad, el Mensajero (sa) de Dios es una luz radiante por la que se busca guía, una espada india afilada y desenvainada de entre las espadas de Al’lah”.

El Santo Profeta (sa) se quitó el manto bendito que lo cubría y lo colocó sobre Hazrat Kaab. Gracias a este gesto, el poema llegó a ser conocido como Qasidah al-Burdah, es decir, “El Poema del Manto” (“Burdah” significa manto). También se le conoce como Qasidah Banat Suad.

Más tarde, Hazrat Amir Muawiyah expresó su deseo de comprar este manto bendito por una gran suma a Hazrat Kaab, pero este se negó, diciendo:

“Nunca me separaré de esta prenda bendita que me otorgó el Mensajero (sa) de Dios”.

Tras el fallecimiento de Hazrat Kaab, Hazrat Amir Muawiyah adquirió el manto de sus herederos, y posteriormente pasó de generación en generación a través de los gobernantes de los Banu Umayyah, hasta que se perdió tras la caída de su dinastía.

Cabe destacar que entre la gente común, existe otro poema con el mismo nombre es más conocido: Qaṣdah al-Burdah, compuesto por el imam Sharaf-ud-Din al-Buṣiri. Se dice que cuando escribió este poema en alabanza del Santo Profeta (sa), este se le apareció en un sueño y lo envolvió en su manto bendito. Cuando despertó, se dice que el manto aún estaba sobre sus hombros, y que, tras estar paralizado, sanó milagrosamente. Sin embargo, esta es una historia que se narra y se transmite de generación en generación; este tipo de relatos aparecen de vez en cuando.

En cualquier caso, existen numerosos ejemplos de opositores acérrimos que finalmente aceptaron el islam y fueron perdonados. Si Dios quiere, estos relatos se mencionarán en el futuro.

A partir del próximo viernes, si Dios quiere, también comenzará la Reunión Anual de la Comunidad Musulmana Ahmadía del Reino Unido. Oremos por ello también. ¡Que Dios Altísimo bendiga la Reunión con Su gracia y continúe otorgando Sus bendiciones a todos y cada uno de los programas! ¡Que Dios proteja de todo malhechor, de toda persona dañina y de cualquiera que intente causar daño!

¡Que Dios Altísimo proteja a todos los huéspedes que vienen del país o del extranjero, y que los proteja en todo momento mientras estén aquí! ¡Que Dios Altísimo conceda a todos los anfitriones la capacidad de cumplir con el deber de la hospitalidad, ya sea que los huéspedes vengan personalmente para alojarse con personas o que sean alojados bajo los arreglos formales de hospitalidad de la Comunidad!

¡Que Dios Altísimo permita a todos los responsables que se ofrecen con entusiasmo y pasión a las tareas de la Reunión servir desinteresadamente en sus respectivos departamentos y que sirvan a los huéspedes con el mayor respeto, amabilidad y alegría!

A veces, debido a la carga de trabajo y la falta de sueño, el ánimo de algunos responsables puede flaquear. Sin embargo, todo responsable, independientemente de su puesto o departamento, debe pasar estos días con la convicción de que Dios Altísimo nos ha concedido la oportunidad de servir a los invitados del Mesías Prometido (as) y, por lo tanto, debemos mantener nuestra pasión por ofrecer todo tipo de sacrificios, sin mostrar ninguna mala actitud y siempre con una sonrisa en el rostro.

Ya sean chicas o mujeres, chicos o ancianos, jefes o asistentes, quienes preparan la comida y gestionan los servicios de cocina, quienes sirven la comida, quienes trabajan en la seguridad, quienes trabajan en el estacionamiento, quienes se encargan de la higiene y la limpieza, quienes mantienen la disciplina dentro y fuera del Yalsa Gah [recinto de la Convención], los responsables asignados a las puertas de entrada, las chicas que sirven en la carpa infantil, o las jóvenes, jóvenes, hombres y mujeres que sirven en el Yalsa Gah principal, todos deben cumplir sus deberes con una sonrisa en el rostro en todo momento. ¡Que Dios Altísimo les conceda esta capacidad!

Al mismo tiempo, se debe mantener una vigilancia constante sobre todos para que nadie tenga el coraje de propagar cualquier maldad o daño. ¡Que Dios Altísimo permita a todos los responsables servir de la mejor manera posible y recibir Sus bendiciones!

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