La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)
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La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Sura al-Fatiha, Su Santidad el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:

Estaba relatando la batalla de Hunain. A continuación, ofreceré más detalles al respecto. En relación con la batalla de Hunain, se menciona también a ejércitos que descendieron [por parte de Dios Altísimo], y que se interpretan como el descenso de los ángeles. En relación con la batalla de Hunain, Dios Altísimo dice en el Sagrado Corán:

[Árabe]

“Entonces Al’lah hizo que la tranquilidad descendiera sobre Su Mensajero y sobre los creyentes, y envió huestes que vosotros no visteis y castigó a los incrédulos. Pues ésta es la recompensa de los incrédulos.”

Los comentaristas e historiadores han presentado diversas opiniones en relación con el descenso de los ángeles durante esta batalla. Algunos opinan que el descenso de los ángeles fue simplemente un medio de dar buenas noticias a los creyentes y como medio de tranquilidad para ellos, ya que los ángeles no participan físicamente en las batallas. Sin embargo, esta opinión contradice algunos hadices auténticos. Se ha demostrado a partir de hadices auténticos que los ángeles participaron físicamente en la guerra. Sin embargo, aquí surge una duda: si bastaba un solo ángel  para ayudarles ¿por qué descendieron miles de ángeles? En relación con los hadices mencionados en Sahih Bujari y Sahih Muslim sobre el descenso de los ángeles durante la batalla, el imán Ibn Kathir escribe que Dios Altísimo envió ángeles e informó a los musulmanes de ello como una forma de darles la buena nueva, ya que Dios Altísimo también podría haber dado Su apoyo a los musulmanes contra los enemigos sin haber recurrido a ellos. Por eso Dios dijo que el apoyo proviene solo de Él. Además, en la sura Muhammad, se dice que “si Al’lah así lo hubiera querido, Él mismo habría buscado venganza contra los incrédulos. Sin embargo, Él también pone a prueba [a los creyentes]”.

El Mesías Prometido (as) también ha escrito a este respecto. Dice:

“El incidente del apoyo de los ángeles en el Sagrado Corán sirve para tranquilizar a los creyentes y para que no teman nada durante el combate. Por lo tanto, en el Sagrado Corán, Dios Altísimo prometió a los creyentes y les dio la buena nueva de que vendría en su ayuda con cinco mil ángeles. La razón por la que mencionó un número tan elevado fue para darles la buena nueva, a pesar de que, en realidad, un solo ángel posee el poder de destruir la tierra por orden de su Señor. Por lo tanto, no eran necesarios cinco mil, ni tan siquiera cinco ángeles. Sin embargo, Dios Altísimo deseaba manifestar Su poderosa ayuda, por lo que utilizó palabras para expresar un elevado número de seres que les ayudarían, y eso es exactamente lo que se quería decir”.

Hazrat Musleh Maud (ra) también ha escrito una breve nota en su Tafsir Saghir [breve comentario del Sagrado Corán]. En la nota al pie del versículo 127 de la sura Al-e-Imran, ha escrito:

“La mención de los ángeles fue solo para que, al dar buenas noticias en un sueño o una visión, aumenta el valor de una persona. Aparte de ello, el verdadero significado era solo que el mismo Dios Altísimo les ayudaría (es decir, que esto también era una manifestación en forma de visión)”.

Luego, en un pasaje, afirma:

“Recordad bien que nadie puede matar a aquel que está dispuesto a aceptar la muerte. Solo las comunidades de profetas aceptan la muerte en su verdadero sentido. Por lo tanto, ¿hay alguien que pueda matarlos? Por supuesto que no. La verdadera forma de alcanzar la vida eterna es que el hombre acepte la muerte por amor a Dios, y cuando alguien se levanta con esta intención, entonces los ángeles de Dios Altísimo se levantan para mantenerlo con vida, como si comenzara una lucha: el ser humano se esfuerza por alcanzar la muerte por amor a Dios Altísimo, pero los ángeles se esfuerzan por mantenerlo con vida. Cuando el siervo de Dios dice: “Quiero morir por amor a Dios”, todos los ángeles de Dios dicen: “No permitiremos que mueras”, y son los ángeles los que prevalecen al final. El siervo desea morir [en el camino de Dios] y, para ello, se arroja incluso en circunstancias cuyo resultado es la muerte, pero no muere. Basta con ver el incidente de Hunain. Cuando el enemigo lanzó un ataque y avanzó, solo quedaban doce hombres con el Santo Profeta (sa); todos los demás se dispersaron por las flechas del enemigo. En ese momento, Hazrat Abbas (ra) dijo: “Oh, Profeta (sa), retrocede un poco”.

Pero el Santo Profeta (sa) espoleó su montura con el talón y avanzó diciendo:

[Árabe]

“Soy el verdadero Profeta de Al’lah, ¿cómo puedo dar la espalda?”

Esta fue una declaración que convocaba a la humanidad y la presentaba ante Dios Altísimo. Frente a cuatro mil arqueros, una personadice que no se moverá de su lugar. No era un humano quien hablaba, sino Dios. En ese momento, el Santo Profeta (sa) dijo: “Soy el hijo de Abdul Muttalib”, [es decir]: “No soy más que un ser humano”. Así pues, cuando el Santo Profeta (sa) declaró: “Deseo morir en el camino de Dios”, los ángeles de Dios descendieron, y la derrota de Hunain se transformó en una victoria, y él regresó del campo de batalla como vencedor”.

Ya se ha explicado con detalle la derrota del enemigo y su huida del campo de batalla: el Santo Profeta (sa) llamó a los Ansar, y estos regresaron y comenzaron a luchar con gran fervor. Al mismo tiempo, el Santo Profeta (sa) imploró a Dios y arrojó con las manos un puñado de piedras pequeñas hacia los incrédulos. El resultado fue que los Banu Hawazin, que habían afirmado que “hasta este día [de Hunain], Muhammad (sa) nunca se había enfrentado a ninguna nación guerrera y, si se enfrenta a nosotros, le mostraremos lo que es realmente la guerra”, y que de hecho eran una de las tribus más poderosas de Arabia (no se trataba solo de una mera afirmación, sino que realmente eran poderosos), fueron derrotados en poco tiempo y huyeron. Ninguno de ellos tuvo noticia de sus esposas, hijos y ganado. Muchos de ellos murieron a manos de los musulmanes, miles fueron hechos prisioneros y un gran número de los que se retiraron huyeron hacia Autas.

En esta batalla, cientos de miembros de la tribu Hawazin fueron matados. Hazrat Abu Talha (ra) mató a veinte idólatras. Del mismo modo, en la expedición de Autas, trescientos idólatras fueron muertos. Aunque los Hawazin huyeron, aquellos de la tribu de Zaqif que siguieron luchando se mantuvieron firmes y lucharon con gran valentía, hasta que murieron setenta de ellos. Su último abanderado fue Uthman bin Abdul’lah. Cuando fue asesinado, los Zaqif también huyeron. Cuando la noticia de la muerte de Uthman llegó al Santo Profeta (sa), dijo sobre este enemigo del islam: “Que Al’lah lo mantenga lejos de Su Misericordia, pues guardaba enemistad contra los Quraish”. Pero por el que lo mató, Hazrat Abdul’lah bin Abi Umayyah (ra), rezó por su misericordia, y Hazrat Abdul’lah (ra) dijo: “Tengo la esperanza de que Dios Altísimo me conceda el martirio en esta misma condición”. De hecho, alcanzó el martirio durante el asedio de Taif. Según algunas narraciones, el último abanderado, Uthman bin Abdul’lah, fue asesinado por Hazrat Ali (ra), pero el relato anterior es más auténtico.

En esta batalla, cuatro Compañeros fueron martirizados. Sus nombres son: Aiman bin Ubaid, hijo de Hazrat Umm Aiman (ra). Esta Umm Aiman es la misma mujer que cuidó al Santo Profeta (sa) y lo crio cuando era niño. Suraqa bin Harith (ra), un Compañero ansari, cuyo hijo Haritha bin Suraqa había sido martirizado en la batalla de Badr; Yazid bin Zam’a (ra) fue uno de los primeros en aceptar el islam y también ocupaba un alto rango entre los Quraish, incluso durante la era de la ignorancia. Los Quraish le consultaban en asuntos importantes. También era sobrino de la Madre de los Creyentes, Hazrat Umm Salma (ra). En el campo de batalla, murió mártir al asustarse su caballo; cayó hacia atrás y fue pisoteado. Según algunos, su martirio tuvo lugar en la batalla de Taif, que también se mencionará más adelante. El cuarto fue Hazrat Abu Amir (ra), cuya historia se contará más adelante en la expedición de Autas.

Hazrat Aiz (ra) narra: “Durante la batalla de Hunain, una flecha me alcanzó en la frente, haciendo que la sangre se derramara por mi rostro y mi pecho. El Santo Profeta (sa) pasó su mano bendita por mi rostro, pecho y abdomen, y él mismo limpió la sangre, y la sangre se detuvo inmediatamente. A continuación, el Santo Profeta (sa) rezó por mí”. Algunos narradores también dicen que las huellas de la mano bendita del Santo Profeta (sa) permanecieron impresas en su cuerpo durante mucho tiempo después.

Hazrat Jalid bin Walid (ra), que era comandante de una unidad de caballería, resultó gravemente herido en la fase inicial de la batalla. Como se ha mencionado anteriormente, había caído cuando el ejército se dispersó. Un narrador relata que, cuando los incrédulos fueron derrotados y los musulmanes se retiraron a sus respectivos campamentos, vio al Santo Profeta (sa) caminando entre la gente y preguntando: “¿Quién me llevará hasta Jalid bin Walid?”. Cuando llegó junto a él, Hazrat Jalid estaba reclinado sobre su montura. El Santo Profeta (sa) se sentó a su lado y, al ver sus heridas, le aplicó su saliva bendita, y gracias a ello, se curó milagrosamente.

Aparte de él, también resultaron heridos durante la batalla Hazrat Abdul’lah bin Abi Awfa (ra), Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra), Hazrat Umar, Hazrat Uzman (ra) y Hazrat Ali (ra).

A los habitantes de La Meca y Medina se les dio la buena nueva de la victoria de Hunain. Al principio, cuando algunos musulmanes huyeron del campo de batalla de Hunain, algunos de ellos regresaron a La Meca y difundieron la noticia de que los musulmanes habían sido derrotados y que Muhammad (sa) (Dios no lo quiera) había sido asesinado. Al oír esto, los hipócritas que residían en La Meca y aquellos que albergaban malicia en sus corazones se llenaron de alegría y comenzaron a decir que los árabes volverían a la religión de sus antepasados. En ese momento, el Amir de La Meca, Attaab bin Aseeb, demostró un valor y una valentía extraordinarios. Dirigiéndose a la gente de La Meca, dijo:

[Árabe]

“Aunque Muhammad (sa) hubiera sido asesinado, la religión de Dios permanecerá establecida para siempre. Aquel a quien Muhammad (sa) adoraba, Dios Altísimo, es eterno, está vivo, y nunca morirá.

Poco después, llegaron a La Meca las buenas noticias de Hunain: los musulmanes habían obtenido la victoria, y la tribu de Hawazin había sufrido una derrota aplastante y huido del campo de batalla. Del mismo modo, la noticia de la derrota había llegado primero a Medina, ya que alguien la había llevado allí. El Santo Profeta (sa) envió a Hazrat Nahiq bin Aws (ra) para transmitir la buena nueva de la victoria. Él narra:

“Partí a primera hora de la tarde y, por el camino, al oir a la gente comentar que el ejército del Santo Profeta (sa) había sufrido una derrota sin precedentes y que las fuerzas de Malik bin Awf habían vencido al ejército del Santo Profeta (sa), dije: “Todo esto es falso. Al contrario, Dios ha concedido la victoria a Su Profeta (sa). Y las mujeres y los niños del enemigo han sido tomados como cautivos”.

Continúa diciendo: “Seguí transmitiendo esta noticia y llegué a Medina en tres días. Nunca antes había cabalgado tan rápido, viajando continuamente a gran velocidad. Al llegar a Medina, anuncié que el Santo Profeta (sa), por la gracia de Dios, estaba a salvo y que los musulmanes habían obtenido una gran victoria. Cuando me retiré del campo de batalla, los musulmanes ya habían recogido parte del botín de guerra, y algunos aún lo estaban recogiendo”.

Después fue a los aposentos de las benditas esposas del Santo Profeta (sa) y les transmitió la buena noticia de que el Santo Profeta (sa) estaba a salvo. Todos dieron gracias a Dios y se regocijaron.

El comandante de los Hawazin, Malik bin Awf, que apenas escapó con vida del campo de batalla, se reunió con sus compañeros en un valle. Les dijo: “Quedaos aquí hasta que los más débiles y vuestros hermanos os encuentren”. Pero al verlos, Hazrat Zubair bin al-Awwam (ra) los atacó. Malik, sin embargo, huyó de allí y se refugió en la fortaleza de Zaqeef.

A continuación, se describen los detalles del incidente en el que Muhallim ibn Yazamah mató a un hombre y sobre el asunto de su precio de sangre. Poco antes del relato de la conquista de La Meca, en el sermón inmediatamente anterior, en el detalle de la expedición a Izm, se mencionó que un compañero, Muhallim ibn Yazamah, había matado a un hombre que, al pasar junto a él, le había dicho “Assalamu alaikum”, y, a pesar de ello, fue asesinado.

Los detalles adicionales sobre este incidente se relatan de la siguiente manera: Después de la batalla de Hunain, cuando el Santo Profeta (sa) se preparaba para partir hacia la expedición a Ta’if, un día,s después de la oración del Zuhr, se sentó bajo un árbol. Uyainah ibn Hisn se levantó y exigió la indemnización por la muerte del asesinado, Amir ibn Azbat Ashjai. Al mismo tiempo, Aqra’ ibn Habis se levantó, porque deseaba defender a Muhallam ibn Yazamah. Los dos comenzaron a discutir ante el Santo Profeta (sa). Uyainah dijo: “Oh, Mensajero (sa) de Dios, por Dios, no lo perdonaré (es decir, al asesino): haré sufrir a sus mujeres el mismo dolor que él infligió a nuestras mujeres”. El Santo Profeta (sa) le dijo: “Acepta el precio de la sangre”. Toma cincuenta camellos ahora y otros cincuenta cuando llegues a Medina. Pero Uyainah se negó a aceptar el precio de la sangre. En cualquier caso, tras cierta discusión, esas personas finalmente aceptaron el precio de la sangre.

El asesino, Muhallim, estaba de pie a un lado. Había venido preparado para la retribución, pensando que su muerte era inminente. Una vez resuelta la cuestión del precio de la sangre, Muhallim se levantó y se sentó al lado del Santo Profeta (sa). Con los ojos llenos de lágrimas, dijo: “Me arrepiento ante Dios por aquello que ha llegado hasta ti”. Por favor, reza también por mi perdón”.

El Santo Profeta (sa) preguntó: “¿Cómo te llamas?” Respondió: “Muhallim bin Yazamah”. El Santo Profeta (sa) dijo: “¿Lo mataste justo cuando empezaba a saludarte con la paz?” (Es decir, ¿lo mataste a pesar de que él ya te había saludado con “Assalamu alaikum”?) Entonces, el Santo Profeta (sa) exclamó en voz alta: “¡Oh, Dios! ¡No perdones a Muhallim!”. Todo el mundo escuchó esta frase.

Muhallim volvió a decir: “Oh, Mensajero (sa) de Dios, pido perdón. Por favor, pide perdón también por mí”. Pero, una vez más, el Santo Profeta (sa) alzó la voz para que la gente pudiera oírlo y dijo: “¡Oh, Dios! ¡No perdones a Muhallim bin Yazamah!”. Volvió a suplicarle por tercera vez, pero el Santo Profeta (sa) volvió a decir lo mismo por tercera vez. Entonces el Santo Profeta (sa) le dijo: “Levántate y aléjate de mi presencia”. Entonces, se levantó y se marchó, secándose las lágrimas con su manto.

También hay una narración de Ibn Ishaq, que afirma que la gente de la tribu de Muhallim relató que más tarde el Santo Profeta (sa) suplicó por su perdón.

Los detalles de la Expedición de Autas son los siguientes: Tras sufrir una aplastante derrota en el campo de Hunain, el ejército de Banu Hawazin huyó en la dirección en la que se encontraban. Una parte de ellos, entre los que se encontraba su comandante Malik bin Auf, huyó hacia Ta’if y se refugió en la fortaleza de Ta’if. Otra parte del ejército se reunió en el valle de Autas, y otra huyó hacia Najlah, es decir, Nujaila.

Autas es el nombre de un valle cercano a Hunain. Dado que los Banu Hawazin habían emprendido el ataque llevando consigo a sus mujeres, hijos y todo su ganado, y ellos mismos huyeron, todo eso cayó en manos de los musulmanes como botín de guerra. En la historia del islam hasta ese momento, este fue el mayor botín de guerra que los musulmanes habían recibido jamás.

El Santo Profeta (sa) envió a todos los prisioneros y el botín de guerra bajo la supervisión de Hazrat Masud bin Amr Ghifari a Yi’ranah, mientras que él mismo se dirigió con todo el ejército hacia Ta’if. Al mismo tiempo, bajo el mando de Hazrat Abu Amir Ashari, cuyo nombre era Ubaid bin Sulaim, se envió otro contingente hacia Autas. En este ejército se encontraban también Abu Musa Ashari y Salamah bin Akwa’. Hazrat Abu Amir retó al enemigo a un duelo. Entre los enemigos había diez hermanos célebres por sus incomparables habilidades para la lucha. Estos diez hermanos fueron los primeros en presentarse para un duelo. Primero se presentó un hermano. Abu Amir primero lo invitó a convertirse al islam, pero él prefirió luchar. Abu Amir dijo:

[Árabe]

“¡Oh, Dios!  ¡Sé testigo contra él!” Diciendo esto, le asestó tal golpe con su espada que cayó al suelo partido en dos pedazos.

Entonces llegó el segundo hermano. Abu Amir también lo invitó al islam y, ante su rechazo, combatió con él y también fue matado. Así, uno tras otro, nueve hermanos fueron muertos. Cuando llegó el décimo hermano, y Abu Amir, como de costumbre, estaba a punto de golpearlo después de decir:

[Árabe]

“¡Oh, Dios! ¡Sé testigo contra él!”

Pero el hombre exclamó:

[Árabe]

“¡Oh, Dios! ¡No testifiques contra mí!”. Daba la impresión de que aceptaba el islam. Al oír esto, Abu Amir bajó la espada y lo dejó marchar. Pero el hombre se dio la vuelta y atacó a Abu Amir, es decir, lo traicionó.

Según algunas narraciones, él martirizó a Abu Amir. Sin embargo, según otras narraciones, esto no es correcto, porque quien martirizó a Abu Amir fue asesinado inmediatamente por Hazrat Abu Musa Ashari. La narración más fiable es que este décimo hermano aceptó después el islam y demostró ser muy buen musulmán. Cada vez que el Santo Profeta (sa) lo veía, solía decir:

[Árabe]

“Este es el que ha escapado de la espada de Abu Amir”.

En cualquier caso, Hazrat Abu Amir (ra) siguió luchando con gran valor, y todo aquel que se enfrentaba a su espada, era abatido. Finalmente, los dos hijos de Hariz Yushami, Ala y Aufa, le lanzaron una lluvia de flechas; una flecha le alcanzó en el pecho y otra le atravesó la rodilla. Según algunas narraciones, quien disparó la flecha fue Salma, hijo de Duraid bin Simmah. Hazrat Abu Musa al-Ash‘ari (ra) relata: “Le pregunté a Abu Amir: “¿Quién te ha herido con una flecha?”. Él señaló a un hombre y lo perseguí. El hombre huyó, pero cuando lo desafié, se detuvo y nos retamos en un duelo de espadas hasta que lo maté. Cuando regresé a Abu Amir, le dije: “Dios ha condenado a tu asesino al infierno”.

“Entonces Abu Amir me dijo: “Sácame la flecha”. La flecha seguía clavada en su cuerpo. Dice: “Cuando saqué la flecha, brotó agua de la herida, lo que indicaba que era profunda y que no había esperanza de que sobreviviera”. Hazrat Abu Musa al-Ash‘ari (ra) dice: “Abu Amir me dijo: “Transmite mis saludos de paz al Santo Profeta (sa) y pídele que rece por mi perdón. Entrégale también mi caballo y mis armas”. Al mismo tiempo, me nombró su sucesor y me entregó la bandera. Poco después, falleció.”

Abu Musa al-Ash‘ari (ra) luchó entonces contra esas personas, hasta que el enemigo fue derrotado y huyó de allí, dejando a algunos de sus hombres muertos. Abu Musa (ra) llevó de allí botín de guerra y prisioneros al Santo Profeta (sa).

Hazrat Abu Musa al-Ash‘ari narra: “Cuando llegué ante el Mensajero (sa) de Dios, él estaba recostado sobre camilla hecha de cuerdas, sobre la que no había nada sobre ella”. (Según Bujari y otras narraciones, estaba cubierto por una sábana fina, pero las marcas de la cuerda seguían siendo visibles). “Se podían ver las marcas de las cuerdas sobre el bendito cuerpo del Santo Profeta (sa). Entonces le expuse los detalles de la batalla de Autas y le informé del martirio de Abu Amir (ra). También le transmití su petición de oraciones. Entonces, el Santo Profeta (sa) pidió agua, realizó la ablución y levantando las manos en súplica, dijo:

[Árabe]

“Oh, Dios, perdona a Ubaid Abu Amir. Oh, Dios, concédele un lugar elevado entre tus criaturas en el Día del Juicio Final.”

Abu Musa al-Ash‘ari (ra) continúa diciendo: “Después le dije: ‘Oh, Mensajero (sa) de Dios (sa), reza también por mi perdón.’ El Santo Profeta (sa) rezó: 

[Árabe]

‘Oh, Dios, perdona los pecados de Abdul’lah bin Qais (este era el nombre de Abu Musa al-Ash’ari) y concédele un rango honorable en el Día del Juicio.’”

Después de esto, tuvo lugar la expedición de Tufail bin Amr al-Dausi, que fue enviada hacia Dhul-Kuffain. Esto ocurrió en el mes de Shawwal del año 8 d.H. Cuando el Santo Profeta (sa) se dirigió desde Hunain hacia Taif, envió a Tufail al-Dausi a demoler el ídolo Dhul-Kuffain. Hazrat Tufail (ra) pertenecía a la tribu Daus y era conocido entre su pueblo como un poeta eminente, así como por su sabiduría y sensatez. Había conocido al Santo Profeta (sa) durante el periodo de La Meca y había aceptado el islam en ese momento.

Se dice que después de la batalla de Hunain, él mismo pidió al Santo Profeta (sa) que le permitiera derribar el ídolo Dhul-Kuffain. El Santo Profeta (sa) lo nombró comandante de esta expedición y le dio las siguientes instrucciones: “Difunde ampliamente el saludo de paz”. Alimenta a la gente (no dejes que pasen hambre). Muestra modestia ante Dios Altísimo, tal como un hombre digno es modesto ante su familia. Siempre que cometas un error o un pecado, compénsalo inmediatamente con una buena acción, pues las buenas acciones borran los pecados”. Estos son los consejos que le dio el Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) le dijo, además: “Lleva contigo a la gente de tu tribu y, cuando hayas completado esta tarea, regresa a Taif”

Hazrat Tufail, pues, llevó consigo a cuatrocientos hombres de su tribu. Prendieron fuego al ídolo de madera reduciéndolo a cenizas, y recitó los siguientes versos:

“¡Oh, Dhul-Kaffain, escucha!No estoy entre tus adoradores.Tú solo fuiste creado,mientras que nuestro nacimiento precedió al tuyo.Mira, he llenado todo tu ser, por dentro y por fuera,con las llamas del fuego.”

Tras completar con éxito esta misión, regresó a Taif. En ese momento, el Santo Profeta (sa) llevaba cuatro días acampado en Taif. Hazrat Tufail no solo regresó con sus cuatrocientos valientes soldados, sino que también trajo consigo lo que entonces se consideraba armamento militar avanzado, concretamente el minjaniq y el dabbabah“. El manjaniq era un dispositivo que lanzaba grandes piedras, muy similar a una catapulta, y el dabbabah era una estructura robusta de madera cubierta, similar en concepto a los vehículos blindados modernos, dentro de la cual los hombres avanzaban protegidos, llegaban a las murallas de una fortaleza y creaban brechas permaneciendo a salvo del enemigo. Estas armas se emplearon por primera vez en la batalla de Taif.

La batalla de Taif tuvo lugar en el mes de Shawwal en el año 8 d.H. Taif está situada al este de La Meca. Los detalles históricos indican que Taif es una famosa ciudad situada aproximadamente a 90 km al este de La Meca. Taif estaba situada en un lugar muy seguro y se la conocía como Taif porque tenía un muro en los cuatro lados para su protección. La tribu de Zaqif residía aquí y era muy valiente. Se distinguían en toda Arabia y, de este modo, se les consideraba iguales a los Quraish. Urwah bin Masud era el jefe tribal [de Taif] y estaba casado con la hija de Abu Sufyan. Los incrédulos de La Meca solían decir que, si el Corán iba a ser revelado, ¿por qué no se reveló a uno de los jefes de La Meca o Taif? El pueblo de Taif era experto en el arte de la guerra. Solían decir que el Corán debería haber sido revelado a uno de los jefes tribales que vivían en uno de estos dos lugares, en lugar de ser revelado al Santo Profeta (sa).

En cualquier caso, allí había una fortaleza segura y la gente había organizado patrullas durante todo el año. Los habitantes de la ciudad habían acumulado provisiones para todo un año, colocaron catapultas alrededor de la fortaleza y desplegaron arqueros expertos en diversos lugares. En realidad, esta batalla fue la continuación de la batalla de Hunain, ya que la mayoría de las tribus derrotadas de Hawazin y Zaqif, junto con su líder Malik bin Auf Nasri, habían huido a Taif y se habían refugiado en su fortaleza.

Así pues, el Santo Profeta (sa), tras concluir el asunto de Hunain, envió todo el botín de guerra, junto con más de 6.000 prisioneros, hombres y mujeres, a un valle cercano a La Meca llamado Jiranah, y él mismo se dirigió hacia Taif. Jiranah está situada en la ruta entre La Meca y Taif y es el nombre de un pozo situado a unos 27 kilómetros de La Meca. El Santo Profeta (sa) nombró a Budayl bin Waraqah o, según otra narración, a Hazrat Masud bin Amr Ghifari para supervisar estos botines.

A continuación, envió un destacamento de mil hombres bajo el mando de Hazrat Jalid bin Walid (ra). Al llegar allí, intentaron negociar con la gente de la fortaleza, es decir, con los residentes de Taif, pero estos no aceptaron. Tras enviar a Hazrat Jalid bin Walid, el Santo Profeta (sa) se dirigió hacia Taif. El ejercito estaba dirigido por guías que conocían bien las rutas. En el camino, pasaron por la fortaleza de Malik bin Auf, el comandante del enemigo en Hunain. El Santo Profeta (sa) preguntó: “¿Hay alguien viviendo aquí?” Le informaron de que estaba abandonada, así que la mandó demoler.

Continuaron avanzando hasta llegar a Taif, donde el ejército acampó cerca de la fortaleza y la asedió. El pueblo de Taif llevaba mucho tiempo preparándose para este encuentro. Habían reparado y fortificado su fortaleza, y reunido provisiones y grano suficientes para un año. Tras sufrir una derrota inesperada en Hunain, todos los que pudieron huir se refugiaron en esta fortaleza, cerrando las puertas.

Inicialmente, el Santo Profeta (sa) acampó en una zona abierta muy cerca de la fortaleza. Sin embargo, el ejército musulmán aún no se había asentado completamente en el campamento cuando los arqueros desde el interior de la fortaleza lanzaron una intensa ráfaga de flechas, que dejó a muchos musulmanes heridos. Ante esto, Hazrat Hubab bin Mundhir (ra) se dirigió al Santo Profeta (sa) y dijjo: “Oh, Mensajero (sa) de Dios, este lugar no es adecuado para nuestro campamento”. Los habitantes de Taif son hábiles arqueros y sus flechas pueden llegar muy lejos. El Santo Profeta (sa) le indicó que seleccionara un lugar más adecuado. Posteriormente, todo el ejército se trasladó a otro lugar.

Durante el asedio, ambos bandos continuaron intercambiando descargas de flechas y piedras. Para contrarrestar esta situación, el Santo Profeta (sa) ordenó que se trajera la catapulta y se lanzaron grandes piedras contra el pueblo de Taif. En cuanto a la catapulta, ya se ha mencionado que Hazrat Tufail Dausi (ra) la trajo consigo a su regreso de la expedición de Dhu al-Kuffain.

Un día, como resultado del lanzamiento de estas piedras, se abrió un orificio en una de las murallas de la fortaleza. Entonces, un grupo de musulmanes avanzó hacia la muralla por medio de la Dababah (una estructura blindada como una [gran] caja que protegía a los que estaban dentro) para penetrar por allí. Sin embargo, a medida que avanzaban, la gente de la fortaleza comenzó a lanzarles trozos de metal ardiendo. Como en la Dababah [estructura blindada] se usaba abundante cuero, esta se incendió, obligando a salir a los soldados musulmanes que se refugiaban debajo de ella. Tan pronto como salieron, la gente de Taif comenzó a dispararles flechas, y fueron martirizados en su mayoría.

En un momento durante el asedio, el Santo Profeta (sa) ordenó cortar los viñedos de la gente de Taif. Parece que esta fue la última medida adoptada, probablemente como advertencia o para infundirles miedo, ya que la instrucción fue posteriormente revocada. Al principio, los habitantes de la fortaleza reaccionaron con arrogancia, diciendo: “Si queréis quemar nuestros huertos, adelante. Pero no podéis llevaros nuestra tierra ni nuestra agua”. Estaban muy orgullosos de la fertilidad de sus tierras y tenían la intención de volver a cultivar los huertos, sin mostrar signos de miedo o sumisión. Sin embargo, cuando el Santo Profeta (sa) comenzó el proceso de destruir algunos de los huertos, en respuesta a su actitud arrogante, un jefe de Taif, Sufyan bin Abdul’lah, se dirigió al Santo se presentó al Profeta (sa), diciendo: ¿Por qué estáis destruyendo nuestros huertos? Si se os concede la victoria sobre nosotros, entonces todo esto os pertenecerá. Si no, entonces por amor a Dios y por parentesco, no hagáis esto”.

Hizo esta petición invocando a Dios y en consideración a sus vínculos familiares. De hecho, los Quraish de La Meca compartían muchos lazos de parentesco con la gente de Taif. Y aun si este no hubiera sido el caso, el carácter noble y el ejemplo del Santo Profeta (sa) era no actuar con severidad. Por lo tanto, en respuesta a la petición de Sufyan, el Santo Profeta (sa) ordenó que se dejaran los huertos y no se cortaron.

El Santo Profeta (sa) y sus Compañeros permanecieron ocupados en el asedio de Taif durante más de medio mes, o incluso más. Sin embargo, los habitantes de Taif estaban tan abrumados por el miedo y sobrecogidos por su derrota anterior en Hunain que permanecieron confinados dentro de la fortaleza y se negaron a salir.

Durante ese tiempo, no salió ni un solo soldado a luchar en combate abierto. En una ocasión, Hazrat Jalid bin Walid salió al campo de batalla y desafió a los soldados de la tribu de Thaqif a un combate singular. A pesar de llamarlos repetidamente, no salió nadie. Finalmente, el jefe de Thaqif, Abd Yalil, esclamó en voz alta desde el interior de la fortaleza: “Ninguno de nosotros saldrá a tu encuentro. Estamos seguros dentro de nuestra fortaleza y tenemos comida y provisiones suficientes para un año entero. No tenemos nada de qué preocuparnos”.

En otra ocasión, Hazrat Yazid bin Zamaah (ra) quiso hablar con la gente de la fortaleza. Dijo: “Si me concedéis seguridad, deseo transmitiros algo. (Dadme vuestra palabra de que no me haréis daño), pues vengo solo como emisario”. Ellos aceptaron y le concedieron protección. Sin embargo, cuando se acercó a la fortaleza, violaron su promesa y comenzaron a lanzarle flechas, siendo martirizado. Se convirtió en el primer mártir de esta campaña. Era el sobrino de Hazrat Umm Salamah (ra), la noble esposa del Santo Profeta (sa).

El que lo martirizó fue Huzayl bin Abi Salt. Después de cometer este acto, salió con arrogancia de la fortaleza, pensando que los musulmanes ahora estarían atemorizados y no podrían hacer nada más. Sin embargo, en cuanto salió por la puerta, Yaqub bin Zamaah, el hermano del mártir Hazrat Yazid, que estaba escondido cerca de la puerta de la fortaleza, lo capturó. Lo llevó ante el Santo Profeta (sa) y le dijo:

“¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Este es el asesino de mi hermano”. En consecuencia, Huzayl fue ejecutado.

Hay más detalles respecto a esto y se mencionarán más adelante, inshalah.

Después de la oración del viernes, dirigiré dos oraciones fúnebres en absentia. La primera es la del Dr. Syed Shahab Ahmad Sahib, que vivía en Canadá, pero era originario de la India. Falleció recientemente a la edad de 96 años:

[Árabe]

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y hacia Él volveremos!

El fallecido era “musi” [integrante del sistema de Al-Wasiyat]. Tiene un hijo y tres hijas, todos ellos con hijos. Era nieto de Hazrat Maulvi Muhammad Ali Sahib (ra), un Compañero del Mesías Prometido (as). Obtuvo su maestría en psicología en la Universidad Musulmana de Aligarh. Después obtuvo su maestría en la Universidad Bihar Muzaffarpur. Posteriormente obtuvo el doctorado en psicología en la Universidad de Escocia en Glasgow. En 1968 se trasladó a Canadá a instancias de Hazrat Khalifatul Masih III (rh), donde trabajó como profesor de psicología clínica en una universidad. Ejerció como psicólogo durante nueve años. En diversas ocasiones, el fallecido tuvo la oportunidad de servir a la Comunidad, tanto en la India como en Canadá.

Trabajó como presidente local de la Comunidad Ahmadía de Saskatoon durante mucho tiempo. Antes de eso, también trabajó activamente como Secretario de Predicación. En Edmonton sirvió en el departamento de Ishaat, Tarbiyyat y Talim. Era un predicador exitoso y tuvo la oportunidad de ayudar a varias personas a realizar el baiat. La historia de la Comunidad Ahmadía en Canadá se está escribiendo en inglés, y él también tuvo la oportunidad de participar en su revisión. Tuvo la oportunidad de organizar varias conferencias interreligiosas en Saskatoon, Canadá, a través de las cuales se transmitió el mensaje de la Comunidad a los intelectuales de allí. También tuvo la oportunidad de realizar presentaciones sobre el islam y ahmadíat en varias instituciones. También hizo lo posible para que los libros de la Comunidad estuvieran disponibles en varias bibliotecas. Era una persona erudita; había publicado varios de sus artículos en inglés y urdu en apoyo del islam ahmadía en diferentes periódicos y revistas de la Comunidad, así como en otros periódicos. Un logro destacado suyo fue compilar la historia de Ahmadíat en Bihar. Se han publicado dos de sus libros: “Compañeros del Mesías Prometido (as) de Bihar” y “Mártires de Ahmadíat y algunos primeros devotos de Bihar”. Son libros muy buenos. Se mantuvo en contacto constante con los áhmadis de la provincia de Bihar y recopiló su historia. También se ha completado su tercer libro, “Ahmadíat en la provincia de Bihar”, que está en inglés.

Era un hombre piadoso y justo y un áhmadi ejemplar. Consideraba que su principal responsabilidad era cumplir siempre a los mandamientos islámicos. Mantenía una relación de profundo amor y devoción hacia el Santo Profeta (sa),  el Mesías Prometido (as) y el Jalifato. Su hijo, Syed Mubarak, dice que el propósito de toda su vida fue alcanzar la complacencia de Dios Altísimo, por lo que era muy regular al ofrecer las cinco oraciones diarias y tenía un vínculo especial por la adoración. También le apasionaba la lectura, la escritura y el aprendizaje. Incluso en los últimos días de su vida compraba libros nuevos y, a pesar de su avanzada edad, asistía regularmente a la oración del viernes. Apenas una semana antes de su fallecimiento asistió al Yalsa del Oeste de Canadá. Sentía un gran entusiamo por el Tabligh y solía ir a distintos lugares para predicar. Solía bucar la guía del Jalifa en todos los asuntos; Yo recibía muchas cartas suyas. También me enviaba los libros que había escrito. Siempre estuvo a la vanguardia en cuanto a contribuciones financieras. Durante los últimos cuatro años de su vida, donó una quinta parte de sus ingresos para el sistema de Al-Wasiyat. ¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y Su misericordia!

La segunda mención es de Mubarak Khokhar Sahib de Lahore, hijo de Inshallah Khokhar Sahib. También falleció recientemente, a los 81 años.

[Árabe]

¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y hacia Él volveremos!

El fallecido era “musi” [integrante del sistema de Al-Wasiyat]. Era el hermano menor del mártir Afzal Khokhar Sahib de Gujranwala y tío del mártir Ashraf Khokhar Sahib. Hay dos mártires en su familia. Tenía una conexión especial con Hazrat Khalifatul Masih IV (rh). Fue el propio Hazrat Khalifatul Masih IV (rh) quien concertó su matrimonio; mantuvo una relación muy estrecha con él, incluso antes de convertirse en Jalifa.

A instancias de Hazrat Jalifatul Masih IV (rh) inició su negocio en Karachi, que resultó ser muy exitoso. Aunque no se le asignó ningún cargo específico en la Comunidad, siempre estaba dispuesto a servir a la Comunidad cuando se le llamaba y se ofrecía de inmediato. Sentía un profundo vínculo con la Comunidad y el Jalifato. Era muy sociable, amable y comprensivo con las dificultades de los demás, y se esforzaba por resolverlas. Participaba activamente y con entusiasmo en las obras de bienestar público. También estableció una beca académica que lleva el nombre de su difunta madre. Le sobreviven su esposa, hija y dos hijos. ¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia!

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