La vida del Santo Profeta (sa)
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Sura al-Fatiha, Su Santidad el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
Estábamos narrando diversos relatos posteriores a la batalla de Jaibar. Uno de ellos es la reconciliación de la gente de Tayma. Tayma era una ciudad muy conocida en el camino de Medina a Siria. Estaba situada aproximadamente a 400 kilómetros de Medina. Cuando la comunidad judía de Tayma se enteró de las circunstancias de Jaibar, Fadak y el Valle de Qura, en lugar de crear cualquier tipo de oposición a los musulmanes, enviaron personalmente a sus hombres con una propuesta de paz. El Santo Profeta (sa) la aceptó y permitió a los judíos de Tayma quedarse en su zona con todas sus provisiones.
En esta ocasión también se registra un incidente según el cual se ofreció la oración del Fallr más tarde del tiempo prescrito. Hazrat Abu Huraira (ra) relata que cuando el Santo Profeta (sa) regresó de la Batalla de Jaibar, caminó toda la noche y cuando empezó a sentir sueño, instaló un campamento cerca de Medina y le dijo a Bilal: “Vigila el tiempo de oración por nosotros esta noche” (es decir, que les despertara en el momento de la oración). Hazrat Bilal (ra) ofreció tantas oraciones voluntarias como pudo durante la noche para mantenerse despierto, mientras el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros durmieron. Cuando se acercaba la hora del Fallr, Hazrat Bilal (ra) se giró hacia la dirección donde emerge la luz del sol y descansó sobre su camella. Sin embargo, él también se quedó dormido mientras esta apoyado sobre su camella. De esta forma, ni el Santo Profeta (sa) se despertó, ni tampoco Bilal (ra) ni ninguno de sus Compañeros hasta que los rayos del sol brillaron sobre ellos. El Santo Profeta (sa) fue el primero en despertarse de entre ellos. El Santo Profeta (sa) se intranquilizó y dijo: “¡Oh Bilal!”. Hazrat Bilal (ra) respondió: “¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Que mis padres sean sacrificados por su causa. Ese mismo Ser que impidió que su alma [despertara] también impidió que mi alma [despertara]”. Después de esto, el Santo Profeta (sa) ordenó partir de allí. Viajaron una pequeña distancia en sus monturas. Luego, el Santo Profeta (sa) realizó la ablución. El Santo Profeta (sa) viajó una corta distancia, estableció un campamento, realizó la ablución allí y le ordenó a Bilal (ra) que recitara el Iqamah. Tras ello, el Santo Profeta (sa) dirigió la oración de la mañana. No lo hizo en el lugar donde había acampado [anteriormente]. Más bien, viajó una corta distancia y dirigió la oración en congregación. Después de la oración, el Santo Profeta (sa) dijo: “Quien se olvida de ofrecer la oración, debe ofrecerla tan pronto como se acuerde, porque Dios Altísimo ha dicho que observemos la oración para Su recuerdo”.
Debe quedar claro aquí que el incidente de ofrecer la oración del Fallr más tarde del tiempo prescrito ha sido narrado en relación con varias expediciones. Algunos lo narran en relación con [la batalla de] Tabuk y otros en [el Tratado de] Hudaibiyah. Es posible que el narrador haya tenido un lapsus de memoria y lo haya mencionado en relación con otra batalla y es posible que este incidente ocurriera más de una vez. En cualquier caso, Al’lah sabe mejor [lo que pasó].
En el camino de regreso a Medina, los Compañeros recitaban en voz alta el Takbir [proclamando la Grandeza de Al’lah]. Respecto a esto, Hazrat Abu Musa Ashari (ra) relató que mientras regresaban de Medina, la gente ascendió a un valle y comenzó a proclamar en voz alta la grandeza de Dios, diciendo: “¡Al’lah es el más Grande, Al’lah es el más Grande, no hay más dios que Al’lah!”. Ante esto, el Santo Profeta (sa) les dijo: “Bajen la voz. No estáis llamando a alguien sordo o ausente. Dios es Omnioyente y Omnipresente. Por eso, moderad vuestra voz. Estáis invocando a Aquel que escucha atentamente, está muy cerca y está con vosotros”. El narrador dice: “Estaba viajando detrás del Santo Profeta (sa), y él me escuchó decir:
[Árabe]
“No hay poder ni fuerza excepto en Al’lah”. Cuando dije esto, el Santo Profeta (sa) escuchó mi voz y me dijo: “¡Oh Abdul’lah bin Qais!”. Le respondí: “Estoy presente, oh mensajero (sa) de Al’lah” (el verdadero nombre de Abu Musa Ashari era Abdul’lah bin Qais). Le dije: “Estoy presente, oh Mensajero (sa) de Al’lah”. Entonces el Santo Profeta (sa) dijo: “¿Quieres que te señale una declaración que se encuentra entre los tesoros del Paraíso?”. Le respondí: “Por supuesto, oh Mensajero (sa) de Al’lah. Que mis padres se sacrifiquen por ti, ciértamente dígamela”. El Santo Profeta (sa) dijo:
[Árabe]
“El hombre no tiene poder para evitar el mal, ni fuerza para hacer el bien, excepto con la ayuda de Al’lah”. De esta manera me llamó la atención y dijo: “Estabas recitando esta declaración, y es una declaración muy elevada. Acercan a la persona a Dios Altísimo”. En cualquier caso, el viaje hacia Medina continuó. El ejército musulmán que había partido de Medina en Muharram 7 d.H., ahora regresó durante los últimos días del mes de Safar, o al comienzo de Rabi al-Awwal, cosechando grandemente las bendiciones y victorias para Al’lah. Hay algunas diferencias de opinión sobre cuánto tiempo permaneció el Santo Profeta (sa) en Jaibar. Hazrat Ibn Abbas (ra) relata que el Santo Profeta (sa) permaneció en Jaibar durante seis meses. Durante ese tiempo, combinaba dos oraciones. En otras narraciones, se dice que el Santo Profeta (sa) permaneció allí durante cuarenta días. La mayoría de las narraciones indican una estancia corta.
La victoria en Jaibar tuvo muchos resultados positivos a favor de los musulmanes. Uno de ellos de importancia fue que muchas de las tribus árabes que los rodeaban, que habían estado conspirando secretamente contra el islam y los musulmanes, comenzaron a atemorizarse. Algunas de ellas ofrecieron la paz y otras vieron apropiado prometer obediencia, y de esta manera, el estatus político de los musulmanes aumentó. Otro resultado de la victoria en Jaibar fue que el poder de los judíos en la Península Arábiga quedó prácticamente acabado. Los judíos de Medina y de Jaibar habían sido considerados durante mucho tiempo un símbolo de fuerza económica y militar en la región, y estaban tan decididos en su odio y hostilidad hacia el islam que apoyaron casi todos los ataques importantes realizados contra los musulmanes. El tercer impacto importante se produjo en la situación económica de los musulmanes de Medina. Hazrat Aisha (ra), Hazrat Abdul’lah bin Umar (ra) y otros Compañeros han relatado que sólo después de la victoria en Jaibar pudieron finalmente comer hasta saciarse. Antes de esto, ni siquiera eran capaces de llenar el estómago. Después de Jaibar, los musulmanes tuvieron suficiente comida y provisiones para devolver a sus hermanos Ansar todas las tierras y partes que anteriormente habían sido regaladas a sus hermanos Muhayir cuando emigraron de La Meca en pobreza y bajo penurias.
Existe una narración interesante relacionada con este tema de Hazrat Anas (as) que contiene detalles pormenorizados. Narra que cuando los Muhayirin llegaron a Medina desde La Meca, no poseían nada. Los Ansar de Medina eran personas que trabajaban en la agricultura y la ganadería, por lo que decidieron distribuir la mitad de su producción agrícola anualmente entre los Muhayirin. La madre de Hazrat Anas (ra) ofreció su frondoso árbol de dátiles al Santo Profeta (sa), quien luego se lo regaló a Hazrat Umm-e-Aiman (ra) (no lo guardó para sí, sino que se lo dio a ella). Al regresar de Jaibar, como los Muhayirin habían devuelto todo a sus hermanos Ansar, también el Santo Profeta (sa) devolvió el árbol de dátiles a la madre de Hazrat Anas (ra). Hazrat Anas (ra) explica que cuando informé a Hazrat Umm-e-Aiman (ra) que nos había devuelto este árbol, ella dijo: “no es posible que lo devuelva, porque el Mensajero (sa) de Al’lah me lo dio”. Tal vez debido a su extremo amor por él, o a lo mucho que apreciaba un regalo que le había sido dado –cualquiera que fuera la razón– ella se negó a devolverlo. Cuando Hazrat Anas (ra) le informó al Santo Profeta (sa) sobre ello, el Santo Profeta (sa) le dijo a Hazrat Umm-e-Aiman (ra) que devolviera el árbol y que le daría otros árboles a cambio, pero ella continuó negándose, diciendo: “me lo diste en los primeros días y es verdaderamente bendito”. Sólo cuando el Santo Profeta (sa) le ofreció a cambio diez veces la cantidad de árboles frutales, ella aceptó.
Hay una expedición registrada en la historia conocida como la expedición de Zat al-Riqa. También se conoce como la expedición de Mahaarib, la expedición Banu Zalibah y la expedición Banu Nimaar porque estos eran los nombres de las tribus que la instigaron. La expedición también se llama Zat al-Ayib, ya que durante ella se presenciaron muchos milagros extraños y maravillosos. Otra razón que se le da para su nombre Zat al-Riqa es que en esa región había un árbol o una montaña llamado Zat al-Riqa. Otra razón de este nombre, la relata Hazrat Abu Musa Al-Ashari (ra), quien explica que los Compañeros estaban muy limitados en sus medios de transporte. Eran seis personas que disponían de un solo animal para montar que cabalgaban por turnos. Al caminar por un terreno accidentado, los pies de los Compañeros se lastimaban, y avanzaban envolviendo los pies con viejas prendas desgarradas. Incluso los pies de Abu Musa Al-Ashari (ra) resultaron heridos en esta expedición. De hecho, no sólo los pies, sino que las heridas se extendieron hasta las uñas, hasta el punto que se desprendieron. Como las vendas se llaman “Riqa”, esta expedición pasó a conocerse como Zat al-Riqa, la expedición de las vendas. En cualquier caso, estos son los distintos nombres con los que se la conoce.
En otro lugar consta que el terreno de la región donde tuvo lugar esta expedición poseía diferentes tonalidades. Algunos han descrito que los caballos eran de varios colores, mientras que otros han mencionado que o bien se hacían tiras en las banderas o bien se juntaban las tiras para hacer banderas, de ahí su nombre. Otros han mencionado que obtuvo su nombre debido a todos estos hechos en conjunto.
Uno de los nombres de esta expedición es también la expedición de Salat-ul-Jauf porque durante ella se ofreció la oración en estado de temor. Hay discrepancias sobre cuándo tuvo lugar exactamente esta expedición. Según los libros de historia y la Sirah, esta expedición tuvo lugar en el cuarto o quinto año después de la Hégira. Ibn Hisham, narrando de Ibn Ishaq, la sitúa en el cuarto año de la Hégira, afirmando que ocurrió tres meses después de la expedición contra Banu Nadir. Sin embargo, Ibn Saʿd opina que ocurrió en el quinto año, mientras que el Imam Bujari, citando un fuerte testimonio, asigna esta expedición al séptimo año después de la Hégira, tras la conquista de Jaibar. La base de esta fecha posterior reside en la presencia de Hazrat Abu Musa al-Ashʿari (ra) en esta expedición. Dado que Hazrat Abu Musa (ra) no aceptó el islam hasta después de la victoria de Jaibar, es más plausible datar la expedición de Zat al-Riqa en el séptimo año de la Hégira. Hazrat Sahibzada Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra), en la sección final de Sirat Jatam-un-Nabiyyin, en la que ha enumerado una serie de temas para los futuros volúmenes, había categorizado la expedición de Zat al-Riqa como un acontecimiento que ocurrió después de Jaibar, en el séptimo año después de la Hégira.
Una de las razones de esta expedición fue que ciertas gentes de la región de Nalld, se dedicaban esporádicamente al hurto y al robo, causando de esta forma angustia a los viajeros. Estas personas no permanecían estacionadas en un mismo lugar, por lo que era muy difícil hacerse con su control. Y así, el Santo Profeta (sa) resolvió actuar contra ellos.
Otra razón que se cita para esta expedición es que se cuenta que un hombre llegó a Medina con mercancías para comerciar. Después de vender sus mercancías a la gente de Medina, advirtió a los musulmanes de que las tribus de Banu Anmar y Banu Zalabah habían reunido un ejército contra ellos, mientras que éstos desconocían este peligro. Al recibir esta noticia, el Santo Profeta (sa) nombró a un lugarteniente para supervisar los asuntos de Medina y comenzó los preparativos para el viaje. Ibn Ishaq relata que Hazrat Abu Zarr al-Ghifari (ra) fue nombrado su lugarteniente, mientras que Ibn Saʿd e Ibn Hisham afirman que se le asignó esta responsabilidad a Hazrat Uzman bin Affan (ra). El Santo Profeta (sa) emprendió entonces este viaje.
Se menciona además en los detalles de esta expedición que el Santo Profeta (sa) iba acompañado por aproximadamente cuatrocientos Compañeros cuando partió de Medina, aunque otras narraciones mencionan que el número era de setecientos u ochocientos. Llegaron al valle de Shukra, que está a dos días de camino de Medina. Tras acampar allí durante un día, se enviaron varias unidades en distintas direcciones. Al anochecer, todas las unidades regresaron, informando de que no habían encontrado presencia enemiga y que habían borrado sus huellas.
Después, el Santo Profeta (sa) prosiguió con sus Compañeros hasta que llegaron a Najal, situado aproximadamente a sesenta y dos millas de Medina. Al llegar a las viviendas de las tribus hostiles, no encontraron hombres, sino mujeres. Estas mujeres fueron detenidas, aunque algunos historiadores han omitido toda mención a las detenciones, y los beduinos huyeron a las cumbres de las montañas observando desde la distancia. Los hombres huyeron y las mujeres se quedaron atrás. Según algunos, fueron llevadas cautivas, mientras que otros opinan que no; sin embargo, la mayoría opina que no fueron llevadas cautivas.
Hazrat Yabir (ra) narra que el Santo Profeta (sa) viajó desde un lugar llamado Najal a Zat al-Riqa, donde se encontró con el ejército de la tribu de Ghatafan. Aunque no se produjo ningún combate directo, ambos bandos permanecieron próximos y preveían un ataque inminente del enemigo. En aquel momento, al existir la amenaza de que el enemigo pudiera lanzar un ataque, y coincidiendo con el tiempo de oración, el Santo Profeta (sa) dirigió la Salat al-Jauf – la oración se ofrece de una manera en la que la mitad de la gente reza la primera mitad de la oración, luego retroceden y la otra mitad se une a la oración para ofrecer la segunda mitad de la oración junto a él (sa) -. Esta oración también se menciona en el Sagrado Corán, en la sura An-Nisa, donde se explica cómo se debe ofrecer la oración en un estado de temor, asegurándose de que el enemigo no sea capaz de lanzar un ataque.
El Imam Bayhaqi, narrando de Hazrat Jabir (ra), afirma que el Santo Profeta (sa) dirigía la oración del Zuhr. Los incrédulos, habiendo ideado un plan para atacar a los musulmanes (durante la oración), decidieron esperar hasta la siguiente oración y afirmaron que los musulmanes consideraban esa oración más querida para ellos incluso que sus propios hijos. Después de esto, Hazrat Gabriel (as) vino a informar al Santo Profeta (sa) del plan del enemigo en el sentido de que el enemigo había aplazado su ataque hasta la siguiente oración. Esta narración se recoge en Subul al-Huda, donde se afirma que Hazrat Gabriel (as) informó al Santo Profeta (sa) sobre el plan del enemigo. Y así, el Santo Profeta (sa) realizó la Salat al-Jauf durante la oración del Asr. Ibn Saʿd menciona que ésta fue la primera ocasión en la que se observó la Salat al-Jauf.
El comentarista de Sahih al-Bujari, Al’lamah Badr al-Din al-Ayni, señala que hay diferencias de opinión en cuanto al año en que se reveló la orden con respecto a la Salat al-Jauf. La mayoría de los eruditos coinciden en que la oración se realizó por primera vez durante la expedición de Zat al-Riqa, aunque difieren en el año exacto: algunos sugieren el cuarto, otros el quinto, el sexto o el séptimo año después de la Hégira. Según una opinión, se practicaba incluso antes de la batalla de Badr al-Mawʿud, que tuvo lugar en el mes de Shawwal del año 4 después de la Hégira.
En esta ocasión, se menciona el incidente de un individuo que intentó agredir a los Compañeros. Se menciona que el Santo Profeta (sa) acampó en un lugar una noche y corrían vientos extremadamente fuertes. El Santo Profeta (sa) preguntó a sus Compañeros quién haría guardia durante la noche. Hazrat Abbad bin Bishr (ra) y Hazrat Ammar bin Yasir (ra) dieron un paso al frente, ofreciéndose voluntarios para hacer guardia durante la noche.
Ambos se sentaron en lo alto del valle. Hazrat Abbad bin Bishr (ra) dijo a Hazrat Ammar bin Yasir (ra): “Yo haré guardia la primera parte de la noche, tú puedes dormir. Puedes hacer guardia en la última parte de la noche, y yo dormiré”. Por lo tanto, Hazrat Ammar bin Yasir (ra) se quedó dormido y Hazrat Abbad bin Bishr (ra) se puso en pie para ofrecer oraciones. Se menciona que comenzó sus oraciones. Un hombre de entre los enemigos los vio. Vio la sombra de Hazrat Abbad bin Bishr (ra) en el paso de la montaña y percibió sus movimientos. Pensó que alguien de entre los musulmanes estaba haciendo guardia. Dado que era el enemigo, disparó una flecha que alcanzó a Hazrat Abbad bin Bishr (ra) en el cuerpo. Estaba concentrado en su oración. Sacó la flecha y la tiró. No interrumpió su oración, sino que continuó rezando. Simplemente sacó la flecha y la tiró. La persona disparó otra flecha y ésta también alcanzó a Hazrat Abbad bin Bishr (ra). También sacó esta. Entonces disparó una tercera flecha y Hazrat Abbad bin Bishr (ra) empezó a sangrar profusamente. Terminó su oración y despertó a Hazrat Ammar bin Yasir (ra). Cuando esta persona (la que había disparado las flechas) vio que había otra persona allí, huyó. Al ver a Hazrat Abbad bin Bishr (ra) herido, Hazrat Ammar bin Yasir (ra) dijo: “¿Por qué no me despertaste antes?”. Respondió: “Empecé a recitar la Surah al-Kahf en mis oraciones y no quise interrumpir la recitación”. Tenían un vínculo extraordinario con Dios Altísimo, con su lealtad y sinceridad, así como su celo por sus oraciones. No le preocupaba estar herido. En algunas narraciones se afirma que la flecha alcanzó a Hazrat Ammar bin Yasir (ra).
Tras una expedición de quince días, el Santo Profeta (sa) regresó a Medina. Envió a Yu’aal bin Suraqah a Medina para darles la buena noticia de que el ejército musulmán estaba regresando sano y salvo. Hazrat Yabir (ra) narra: “Cuando el Santo Profeta (sa) llegó a Sarar, que se encuentra a 3 millas de Medina, ordenó que sacrificaran algunos camellos, y permaneció allí todo el día junto con los musulmanes. Cuando cayó la tarde, el Santo Profeta (sa) entró en Medina, y nosotros estábamos con él”.
También se mencionan ciertos milagros que tuvieron lugar y, como ya se ha dicho, esta expedición también se conoce como la Expedición de los Milagros.
Hay un incidente famoso en el que un oponente desenvainó su espada contra el Santo Profeta (sa). Hazrat Yabir bin Abdul’lah (ra) cuenta que una vez acompañó al Santo Profeta (sa) en una expedición hacia Nalld. Durante el viaje, se detuvieron por la tarde en un valle densamente cubierto de arbustos espinosos. Cuando el Santo Profeta (sa) acampó bajo una acacia para refugiarse, ya era por la tarde, y los Compañeros se dispersaron en busca de sombra bajo los árboles. El Santo Profeta (sa) colgó su espada.
Hazrat Yabir (ra) narra que pronto se quedaron dormidos, pero al poco rato, se despertaron al oír la voz del Santo Profeta (sa) llamándoles. Cuando fueron hacia él, encontraron a un beduino sentado a su lado. El Santo Profeta (sa) dijo: “Este hombre se apoderó de mi espada mientras dormía. Cuando desperté, estaba desenvainada en su mano y me dijo: “¿Quién te protegerá ahora de mí?”. Le respondí: “Al’lah”. Al oír esto, el hombre volvió a enfundar la espada. Y éste es el mismo hombre que está sentado ante vosotros”. El Santo Profeta (sa) no le impuso ningún castigo. El nombre de este hombre se menciona como Ghawraz bin Hariz. Algunos se refieren a él como Ghawraq, mientras que otros mencionan su nombre como Ghuwairiz. También se dice que más tarde podría haber aceptado el islam, aunque algunos informes sugieren que no entró formalmente en el redil islámico. Sin embargo, prometió que nunca volvería a oponerse al Santo Profeta (sa).
Hay otro incidente registrado en los libros de historia según el cual se alzó una espada contra el Santo Profeta (sa). Esto ocurrió a manos de un hombre llamado Dusur. Algunos estudiosos opinan que ambos incidentes se refieren al mismo acontecimiento, mientras que otros sostienen que fueron sucesos separados.
Se dice que el incidente de Dusur tuvo lugar el tercer año después de la Hégira, al regreso de la expedición de Zi Amr o la campaña contra Banu Ghatafan. Se narra que cuando los incrédulos observaron al Santo Profeta (sa) descansando solo, se acercaron a su líder, Dusur, que era famoso por su valentía, y le dijeron: “Ahora es tu oportunidad; Muhammad (sa) está tumbado solo. Ahora es tu trabajo ocuparte de esta tarea”.
En una narración, se menciona que al ver al Santo Profeta (sa) solo, Dusur se dijo a sí mismo: “Si no mato a Muhammad [sa] en este momento, que Dios me destruya”. Con esta intención, desenvainó su espada y avanzó hasta situarse junto al Santo Profeta (sa). Entonces, de repente, gritó: “Dime ahora, ¿quién te salvará hoy de mi mano?”. Con perfecta compostura y tranquilidad, el Santo Profeta (sa) respondió: “Al’lah me protegerá contra ti”. Al oír esto, Dusur cayó al suelo y la espada resbaló de su mano. El Santo Profeta (sa) agarró inmediatamente el arma y dijo: “Ahora dime: ¿quién te protegerá de mí?”.
Ante esto, Dusur dijo:
[árabe]
“Nadie. Nadie puede salvarme ahora. Atestiguo que no hay nadie digno de ser adorado excepto Al’lah y que Muhammad (sa) es el Mensajero de Dios”. Dijo: “Por Dios, nunca más reuniré gente contra ti”. Esta fue la promesa que hizo. Posteriormente, el Santo Profeta (sa) le cedió su espada. Según una narración, Dusur se dirigió al Santo Profeta (sa) y le dijo: “Por Dios, tú eres mejor que yo en mostrar bondad”. El Santo Profeta (sa) respondió:
[Árabe]
“Tengo más derecho que tú a mostrar amabilidad”.
Dusur regresó a su pueblo completamente cambiado. Predicaba a su pueblo. Dusur relató el incidente de lo que le ocurrió y cómo cayó al suelo. Narró el incidente de su caída como sigue: “Vi allí a un hombre alto. Cuando estaba allí blandiendo la espada, vi que había llegado un hombre muy alto y me empujó, lo que me hizo caer de espaldas. En ese momento supe que no se trataba de un hombre, sino de un ángel. En ese mismo momento, profesé que no había nadie digno de adoración excepto Al’lah y Muhammad, la paz y las bendiciones de Al’lah sean con él, es el Mensajero de Dios”. Dice: “Por Dios, nunca emprenderé ninguna acción contra él”. A partir de entonces, comenzó a invitar a su pueblo al islam. Esta es otra de las formas en que se ha registrado este incidente.
En la misma instancia se produjo también un incidente relacionado con un pájaro. Hazrat Yabir (ra) relata: “Estábamos con el Santo Profeta (sa). Uno de los Compañeros llegó con una cría de pájaro y el Santo Profeta (sa) la miraba. La madre o el padre de la cría; uno de ellos o ambos, la madre y el padre (o sólo uno de ellos) se dejó caer delante de aquel Compañero que se había llevado a su cría”. El pájaro más grande, que era la madre o el padre, se acercó y se dejó caer delante del Compañero que sostenía a su cría. Dice: “Vi que la gente estaba sorprendida y desconcertada que esta ave viniera y se posara. El Santo Profeta (sa) dijo: “¿Os sorprende que este pájaro haya venido y ofrecido su vida por el bien de su cría?. Te has llevado a su cría, y se ha presentado para salvarla”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Por Dios, tu Señor tiene aún más misericordia contigo que este pájaro” (Dios Altísimo muestra aún más misericordia que la que esta ave tiene por su cría).
Entre estos milagros se menciona la curación de un niño enfermo de locura. Hazrat Yabir (ra) relata: “Partimos junto al Santo Profeta (sa) para la Expedición de Zat al-Riqa. En el camino, una mujer beduina trajo a su hijo y le dijo: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! Este es mi hijo, y Satanás lo ha poseído”(quería decir que le daban ataques de locura). El Santo Profeta (sa) abrió la boca y depositó en ella su saliva, diciendo: “¡Oh enemigo de Dios, vete! (esta fue la oración que hizo). Soy el Mensajero de Dios”. Repitió estas palabras tres veces y luego dijo: “Toma a este niño; nunca volverá a sufrir la misma desgracia”.
Hay un incidente en el que se bendijeron tres huevos de avestruz. Hazrat Yabir (ra) narra: “Durante la expedición de Zat al-Riqa, Urwah bin Zaid Harizi trajo tres huevos que estaban en el lugar donde las avestruces ponen huevos. El Santo Profeta (sa) dijo: “¡Oh Yabir, trae los huevos y cocínalos!”. Los cociné y los puse en un bol. Luego busqué pan, pero no lo encontré. El Santo Profeta (sa) y los Compañeros empezaron a comer los huevos sin pan hasta que se saciaron (es decir, comieron hasta saciarse) y los huevos permanecieron en el cuenco igual que al principio. Entonces, muchos Compañeros comieron de él y seguimos hacia adelante”.
En esta ocasión también se menciona un incidente con un camello que se quejaba contra su dueño. Hazrat Yabir (ra) relata: “Volvíamos de la Expedición de Zat al-Riqa y llegamos a Harrah cuando un camello vino corriendo y empezó a balbucear”. El Santo Profeta (sa) dijo: “¿Sabéis lo que ha dicho este camello? Este camello se me quejaba de su dueño. Durante años, su propietario lo ha puesto a trabajar y ahora pretende sacrificarlo. ¡Yabir, ve a ver a su dueño y tráemelo!”. Hazrat Yabir (ra) dice: “Dije que no sabía quién era su dueño”. El Santo Profeta (sa) dijo: “El camello os guiará hasta su dueño. Dejad que el camello vaya, irá hasta su dueño”. De esa manera, el camello fue hasta su dueño. Hazrat Yabir (ra) dice: “Llevé al dueño ante el Santo Profeta (sa) y el Santo Profeta (sa) le habló del camello”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Véndeme este camello”. El dueño vendió el camello al Santo Profeta (sa), quien lo dejó pastar en la jungla.
En esa ocasión, también se registra el incidente de la pérdida del camello de Hazrat Yabir (ra). Hazrat Yabir (ra) relata: “Mi camello se perdió en la oscuridad de la noche. Pasé junto al Santo Profeta (sa) y me preguntó qué había sucedido. Le dije: ‘¡Oh, Mensajero (sa) de Al’lah, mi camello se ha perdido!’. El Santo Profeta (sa) dijo: ‘Tu camello está en tal lugar, ve a buscarlo’. Fui en esa dirección; sin embargo, no encontré el camello. Regresé y le volví a decir lo mismo, a lo cual el Santo Profeta (sa) me dio la misma respuesta”. Dice: “Volví allí; sin embargo, no encontré el camello, así que regresé de nuevo. Ante esto, el Santo Profeta (sa) me dijo bondadosamente: “Ven conmigo”. El Santo Profeta (sa) me acompañó hasta que llegamos al camello y me lo entregó.
También hay un incidente relacionado con su camello fatigado. Respecto a esta misma batalla, Hazrat Yabir bin Abdul’lah (ra) relata: “Yo estaba acompañando al Santo Profeta (sa). Mi camello caminaba lento y estaba exhausto. El Santo Profeta (sa) se me acercó y me preguntó: “¿Yabir?”. Respondí: “Sí, ¡oh Profeta (sa) de Al’lah!”. Me preguntó: “¿Qué ocurre?”. Respondí: “Mi camello camina lento y está exhausto, y me he quedado atrás”. El Santo Profeta (sa) se apeó de su montura y preguntó: “¿Tienes agua?”. Le dije: ‘Sí’. Le traje un cuenco de agua. Sopló en el agua y la roció sobre la cabeza, el lomo y la joroba del camello. Luego pidió un palo o cayado. Le di mi cayado o quizás corté un palo de un árbol y se lo dí. Empujó al camello, tiró suavemente de él con su cayado y luego me ordenó: “Móntalo”. Monté el camello y tenía tanta energía que tuve que sujetarlo para que no alcanzara al Santo Profeta (sa)”.
Continúa narrando: “Mientras viajaba con él, el Santo Profeta (sa) comenzó a conversar conmigo y me preguntó: ‘¿Estás casado?’. Le dije: ‘Sí’. Me preguntó: ‘¿con una virgen o una viuda?’. Respondí: ‘Con una viuda’. Me dijo: ‘¿Por qué no te casaste con una joven virgen para que pudiérais disfrutar alegremente de una mutua compañía?’. Respondí: ‘Tengo hermanas’. El padre de Yabir había sido martirizado en la batalla de Uhud, dejando siete hijas. Yabir dijo: ‘Tengo hermanas y pensé en casarme con una mujer que las consolara, las peinara, es decir, las cuidara’. El Santo Profeta (sa) me aconsejó: ‘Estás a punto de llegar a casa. Cuando lo hagas, actúa con prudencia y cautela’. Luego preguntó: ‘¿Me venderías tu camello?’. Respondí afirmativamente. Me lo compró por una “uqiyyah” de plata. El Santo Profeta (sa) llegó a Medina antes que yo, y yo llegué a la mañana siguiente. Cuando entré en la mezquita, lo encontré en la entrada de la mezquita. Me preguntó: ‘¿Acabas de llegar?’. Le dije: ‘Sí’. Me dijo: ‘Deja tu camello y entra a ofrecer dos rakats de oración’. Así que entré y recé. Luego le dijo a Hazrat Bilal (ra): ‘Pésale una uqiyyah de plata’, que era el precio acordado por el camello durante el viaje. Hazrat Bilal (ra) pesó la plata y me dio un poco más. Cuando me iba, el Santo Profeta (sa) dijo: ‘Llamad a Yabir’. Pensé: “El Santo Profeta (sa) me devolverá mi camello, y nada me disgustaría más que cogerlo de vuelta”. Me dijo: “Toma tu camello de regreso y quédate con el pago”. Contrariamente a las expectativas de Hazrat Yabir (ra) de que devolvería el camello sin el pago, el Santo Profeta (sa) le ordenó que se quedara con el camello y el pago. No aceptó el pago.
Hay otro incidente milagroso relacionado con una abundancia de agua a partir de una pequeña cantidad. Hazrat Yabir (ra) narra: “Durante esta misma batalla, el Santo Profeta (sa) me instruyó una vez: ‘¡Oh Yabir! Anuncia a la gente que realice la ablución’. Proclamé en voz alta: ‘¡Escuchadme! ¡Realizad la ablución! ¡Ablución! ¡Ablución!’. Sin embargo, tras anunciar esto, le informé al Santo Profeta (sa): ‘No hay ni una gota de agua en la caravana’. Me ordenó: ‘Ve a ver a algún Ansari y comprueba si hay agua en sus odres’. Fui y encontré una simple gota en la boca del odre, tan escasa que se absorbería si se vertiera en tierra seca (era tan poca que era prácticamente nada). Así pues, fui ante el Santo Profeta (sa) y le dije: ‘¡Oh, Profeta (sa) de Al’lah! Apenas hay una gota de agua en el odre; si la vierto, la sequedad del odre la absorberá’. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Tráeme el odre’. Se lo traje, y él lo tomó en su mano, comenzó a recitar algo (una oración) —no sé qué recitó— y luego apretó suavemente el odre. Luego me indicó: ‘¡Yabir! Trae una tina grande’. Coloqué la tina delante de él. El Santo Profeta (sa) elevó las manos en la tina, extendió los dedos ampliamente y luego extendió las manos hacia el fondo (primero las extendió transversalmente y luego las tocó al fondo). Entonces, dijo: ‘¡Yabir! Vierte agua sobre mi mano y recita Bismil’lah [en el nombre de Al’lah] (instruyéndole a que vertiera el agua que tuviera sobre sus manos)’. Así lo hice, y al recitar Bismil’lah, observé que el agua empezó a brotar entre sus dedos como una fuente, llenándola por completo. El Santo Profeta (sa) entonces instruyó: ‘¡Oh, Yabir, llama a todos los que necesitan agua!’. La gente vino, bebió hasta saciarse y quedó completamente satisfecha. Pregunté: ‘¿Alguien más necesita agua?’. Cuando todos estuvieron satisfechos, el Santo Profeta (sa) sacó su mano de la tina, que aún estaba llena de agua”.
Respecto a tales milagros del Santo Profeta (sa), el Mesías Prometido (as) afirma:
“Al alcanzar cierto nivel de comunión divina, un ser humano a veces puede exhibir un poder que supera su capacidad, un poder que se tiñe de color divino. Durante la Batalla de Badr, nuestro Líder y Maestro, el Santo Profeta (sa) arrojó un puñado de piedras hacia los incrédulos, sin acompañarlo de una oración, sino con su propio poder espiritual. Ese puñado de piedras adquirió un Poder Divino y causó un impacto tan extraordinario que no hubo un solo soldado del ejército enemigo cuyos ojos no quedaran ciegos. Una sensación de impotencia y desesperación los invadió, por lo que comenzaron a huir sin sentido. Es a este milagro al que Dios Altísimo, alude en este versículo:
[Árabe]
“Ccuando lanzaste ese puñado, no fuiste tú, sino Dios Altísimo”. En otras palabras, el Poder oculto de Dios actuó. Ningún poder humano podría causar esto.
De la misma manera, otro milagro del Santo Profeta (sa), que fue la división de la Luna, fue mostrado por ese mismo Poder Divino. No estuvo acompañado de ninguna oración, ya que sucedió simplemente señalando la Luna con su dedo, que estaba lleno de Poder Divino. Hay muchos otros milagros que el Santo Profeta (sa) realizó únicamente con su poder, sin necesidad de oración. En muchas ocasiones, multiplicó el agua de tal manera con solo sumergir los dedos en una copa, todo el ejército, sus camellos y caballos, bebieron de ella sin que la cantidad original disminuyera. En muchas ocasiones, al poner la mano sobre tres o cuatro hogazas de pan, sació el hambre de miles. En otras ocasiones, bendijo una pequeña cantidad de leche con sus labios y un grupo de personas bebió de ella y se sació. En otras ocasiones, al añadir su saliva a un pozo de agua salada, la endulzó. En ocasiones, sanó a personas gravemente heridas poniendo sus manos sobre las heridas. En otras ocasiones, reemplazó los globos oculares (de personas) que se habían salido a consecuencia de alguna herida recibida en la batalla y los sanó con las bendiciones de su mano. De esta manera, hizo muchas otras cosas mediante su poder personal, tras el cual obraba un Poder Divino oculto. “¡Oh, Al’lah, envía Tu misericordia a Muhammad (sa) y a la familia de Muhammad (sa), bendícelo y concédele paz, pues Tú eres el Más Loable, el Más Glorioso!”.