V. El estado del mundo y la falacia de las filosofías actuales
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

V. El estado del mundo y la falacia de las filosofías actuales

El hombre, desde siempre, ha buscado la felicidad, y ha intentado elaborar normas para el bien del individuo y de la sociedad. Sin embargo, en la época actual, estamos viendo en todos los países la diseminación de dudas, temores, conflictos, descontento y violencia. El hombre está inquieto, preocupado, ve sus deseos sin cumplir y sus ansias sin satisfacer. Las brillantes esperanzas fundadas en los progresos científicos y técnicos se hacen pedazos, y la gente ya no sabe dónde dirigirse en búsqueda de la salvación de este mundo.

Las ideologías que ahora sacuden tantas naciones tienen sus raíces en el derrocamiento de las instituciones semi-feudales de la Europa del siglo

XVIII. Durante la Revolución francesa de 1789, los hombres intentaron concentrar el poder político en manos del pueblo, en lugar de los monarcas hereditarios y las clases privilegiadas, y en el proceso atacaron el tradicional orden religioso y social de la sociedad occidental. El primer intento terminó en el caos, y fue seguido del reinado de imperialismo autoritario y agresivo de Napoleón.

El siglo XIX presenció el desarrollo del capitalismo liberal. Se imaginaba que al dar al hombre una libertad completa para buscar los frutos del pro-

greso material, se iniciaría una edad de oro para la humanidad. El resultado, empero, fue la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, el monopolio del dinero y la explotación económica de la clase trabajadora.

Como antídoto nació él movimiento del así llamado socialismo. Recibió el estímulo de Carlos Marx, que defendía que para acabar con la explotación, los trabajadores deberían hacerse con el poder, apoderarse de los medios de producción agrícola e industrial, y distribuir la riqueza “a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus capacidades”. El socialismo tiene muchos matices; algunos partidos recomiendan cierto grado de cooperación con los capitalistas, mientras: otros predican la guerra entre clases, hasta sus últimas consecuencias algunos abogan por la abolición de toda la propiedad privada, mientras otros sólo desean nacionalizar las industrias y servicios públicos esenciales. Pero todos tienen en común la transferencia del poder cierto sector de la comunidad, la expropiación parcial de la propiedad privada y el control riguroso de las actividades y empresas humanas según requieran las circunstancias. Por lo tanto, y aunque esté basado en el motivo altruista de aliviar la situación de los pobres, el socialismo nunca podrá crear la auténtica fraternidad, la unidad ni la libertad. No es verdaderamente internacional, porque sus partidarios en cada país, por mucho que hablen de extender sus beneficios a las regiones menos desarrolladas del mundo, se preocupan principalmente por sus propios intereses nacionales. Además, considera al hombre como máquina económica cuyas necesidades son puramente animales, y olvida el aspecto moral y espiritual de su naturaleza. Dondequiera que se impone, conlleva un deterioro de la conciencia, el carácter, y de la moralidad. Más que ningún otro factor, el socialismo es responsable del actual eclipse de Europa.

El marxismo en su forma más militante se conoce como bolchevismo o comunismo. Exhorta a los trabajadores a apoderarse del gobierno mediante la fuerza, y desprecia la lucha pacífica del socialismo. Tras hacerse con el poder, se instaurará una dictadura durante la cual los dirigentes del partido aniquilarán toda oposición, y llevarán a cabo sus reformas. En teoría, el período de tutela cederá paulatinamente el paso a un régimen democrático, pero el ejemplo de la Unión Soviética nos demuestra lo que puede durar la fase inicial. El Estado comunista ha de controlar todos los medios de producción, y acaparar la riqueza sobrante para su redistribución en la forma en que el Estado considere apropiada; la enseñanza, las actividades culturales y los medios de comunicación han de estar en sus manos. El Estado decidirá sobre lo que poseen los ciudadanos, sobre lo que comen, hacen, aprenden, leen y piensan. El esfuerzo individual será sustituido por el esfuerzo colectivo, y el trabajo intelectual no ha de merecer mayor consideración que el trabajo manual.

Tal sistema no sólo hace que retroceda el progreso humano unos dos mil años, sino que está destinado a decaer. Elimina el incentivo del esfuerzo, y todos tenderán a hundirse hasta el nivel del más bajo denominador común. Propone una dictadura a tal escala que necesita una burocracia inmensa e inflexible para servir al poder ejecutivo, lo que conlleva la ineficacia y la pérdida. No puede conciliarse con sus oponentes, y se verá, forzosamente, enfrentado con una oposición y un odio cada vez mayores. El desarrollo intelectual ligado a teorías políticas demasiado rígidas se atrofiará, y la erudición se verá empobrecida. Se propone destruir la religión y promover el ateísmo y la amoralidad, por lo que engendrará la degradación del hombre. Su propaganda intenta engañar a los incrédulos al defender la libertad, la igualdad y el bienestar de las masas. Pero detrás de las apariencias, el comunismo no es más que una siniestra tiranía que fracasará en su intento de conquistar el mundo.

Se concede mucha importancia hoy a lo que se conoce como “democracia occidental”. El problema, sin embargo, es que se trata de un término susceptible de distintas interpretaciones, y comunica poco que sea tangible. Es cierto que implica un gobierno por mayoría de los representantes elegidos por el pueblo, y el respeto de ciertas libertades humanas fundamentales. Pero no va más allá de todo esto. La democracia puede significar el parlamentarismo “burgués”, el capitalismo del Estado o el socialismo liberal, y en el campo demócrata se encuentran opiniones muy distintas, como son las de conservadores, socialistas, nacionalistas, imperialistas e internacionalistas. ¡Por un lado están los que apoyan sistemas jurídicos y administrativos anticuados, y por otro los protagonistas de la revolución! Fue en parte como reacción a esta fluidez por lo que surgieron el fascismo, que abogaba por un Estado Corporativo, y el nacional-socialismo alemán, centrado en el concepto de la dictadura del partido, la “raza superior” nórdica y la expansión dinámica. En resumen, es la moda del momento la que dicta la interpretación del término “democracia”.

Hace trece siglos, el Santo Profeta Muhammad(sa) advirtió a los musulmanes que el mayor peligro con el que habrían de enfrentarse serían las fuerzas del “Dayyal” o Anticristo, que llegaría a predominar en los últimos tiempos. Sus diversas profecías demuestran que el “Dayyal” atacaría a la humanidad mediante la corrupción de la religión, y que tras seducir a los hombres con la promesa de recompensas materiales, destruiría la paz y la prosperidad del mundo. Sus partidarios se dividirían en dos campos opuestos, y se exterminarían uno al otro, y el Islam establecería a continuación el Reino de Dios.

Ya ha pasado la primera fase, porque en el siglo pasado la Religión de la Cruz intentó alcanzar un predominio mundial, engañando a cientos de miles de creyentes; su esfuerzo misionero sigue siendo formidable pero sin duda alguna está en declive. La segunda es una fase principalmente política, y van ganando terreno por doquier las falsas filosofías. Ya han provocado dos guerras mundiales que han costado treinta millones de vidas humanas, y han empobrecido al mundo en unos ochenta billones de pesetas -y su primacía está lejos de haber acabado-. Estas filosofías tienen como objetivo destruir las instituciones tradicionales y difundir la impiedad, el derramamiento de sangre y el mal. Actúan en todos los terrenos de la vida. Por dar nada más que un ejemplo, la mitad de las películas de cine que se estrenan hoy día glorifican la violencia, el alcohol, el libertinaje, la promiscuidad sexual y el adulterio, y están propagando estos vicios en las nuevas generaciones

Se trata de un peligro real y acuciante, y es hora de que la gente culta se dé cuenta del hecho de que toda empresa de éxito ha de ser fundada en principios sanos, y éstos no se encuentran más que en la religión revelada. El hombre no puede alcanzar una concepción perfecta de Dios a través de las ciencias experimentales y la especulación intelectual; del mismo modo, no puede, por sí solo, desarrollar leyes perfectas para la conducta del individuo ni de la comunidad. La revelación Divina es la única guía segura en cuestiones que trascienden el alcance de las cosas para las que el cerebro humano fue creado. Al rechazarla, incluso la persona más inteligente y dotada sucumbirá ante el error y la falacia, porque los poderes del razonamiento independiente están delimitados con precisión.

Los estadistas y los políticos deben comprender que al no hacer caso de las leyes Divinas, están construyendo sobre arenas movedizas. Su torrente de legislación, sus mociones y planes, sus debates interminables, sus conferencias y reuniones, no les llevarán a ningún sitio; lejos de resolver nuestros problemas, abrirán la puerta a la confusión y la turbulencia.

La paz, el progreso, la prosperidad y la justicia sólo se encuentran en las enseñanzas del Islam.

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