Introducción; El Ahmadíat o el verdadero islam.
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Introducción; El Ahmadíat o el verdadero islam.

Nota del editor

 El nombre de Muhammad (sa), el Profeta del islam, ha sido seguido por el símbolo sa, que es una abreviatura de la salutación que la paz y las bendiciones de Al’lah sean con él’. Los nombres de los demás profetas y mensajeros son seguidos por el símbolo as, una abreviatura de que la paz sea con él’. Las salutaciones completas no se han escrito en general, pero deberían entenderse como repetidas en su totalidad en cada caso. El símbolo ra se utiliza junto al nombre de los Compañeros del Santo Profetasa y el del Mesías Prometido (as), y representa Radi Al’lāhu ‘anhu /’ anhā / ‘anhum (Que Al’lah esté complacido con él / con ella / con ellos).

No hemos transcrito las palabras árabes que se han convertido en términos conocidos en la lengua española, como, por ejemplo, islam, Mahdi, Corán, Hijra (Hégira), Ramadán, Hadiz, ulema, sunna, hindú, hinduismo, etc.

Introducción.

 En el año 1924 tuvo lugar la Conferencia De Las Religiones Vivas Dentro Del Imperio, en una sesión histórica celebrada en Londres. Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad, segundo sucesor del Mesías Prometido (as) y Jefe Supremo del Movimiento Ahmadía, fue invitado por los organizadores para representar al islam. El libro el Ahmadíat o el Verdadero islam surgió de un escrito que el Jefe del Movimiento Ahmadía había preparado para esta Conferencia.

A medida que este escrito tomaba forma, crecía en volumen, y tal como parecía el propósito de Dios, el autor permitió que cobrara su presente dimensión. Un texto más resumido fue preparado posteriormente para ser leído en la Conferencia. El presente trabajo fue publicado al mismo tiempo, de modo que los que estaban interesados en el estudio del islam dispusieran de una exposición sistemática y más detallada de la religión islámica, tal y como ha sido reinterpretada en nuestra era por Hazrat Ahmad, el Santo Fundador del Movimiento Ahmadía.

En el presente texto, el autor ha tratado de manera exhaustiva aspectos tan importantes y vitales como el concepto de Dios, su relación con el hombre y los medios de expresión, y el conocimiento y consecución de la comunión con Dios. Discute las enseñanzas del islam respecto a la moral, e ilustra los medios que el islam ofrece para adquirir buenas cualidades morales. En el aspecto social, el autor explica las enseñanzas islámicas en relación con diferentes vínculos dentro de la familia, la comunidad, entre partícipes en el comercio, el gobierno y el pueblo, entre diferentes naciones y estados, etc. Expone el punto de vista islámico respecto a la naturaleza del alma humana y el objetivo de su creación. Asimismo, el autor explica lo que dice el islam sobre la vida después de la muerte, la recompensa y castigos de la otra vida, y la naturaleza del cielo y del infierno. El hecho de que el autor haya expuesto su representación del islam a partir del texto del Sagrado Corán, el Hadiz y las afirmaciones del Santo Profetasa de forma meticulosa y extensamente documentada, sitúan a esta incomparable disertación entre los trabajos más auténticos publicados sobre el islam.

El libro fue escrito originalmente en lengua urdu y traducido al inglés por el honorable Sir Muhammad Zafrul’lah Khan, anterior ministro de Asuntos Exteriores del Pakistán, presidente de las Naciones Unidas y del Tribunal Supremo Internacional de la Haya. La presente versión española ha sido realizada a partir de la obra inglesa. Es de esperar que esta obra supla una necesidad ampliamente sentida entre los estudiosos del islam en tierras de habla hispana.

Mirza Mubarak Ahmad Director de Misiones Extranjeras Rabwah. Pakistán

Busco refugio en Al’lah de Satanás el condenado, en el nombre de Al’lah, el Clemente; el Misericordioso. Le alabamos e invocamos Sus bendiciones sobre su noble Profeta.

Con la Gracia y Misericordia de Al’lah Sólo Él es el Socorredor.

El Ahmadíat o el verdadero islam

Ofrecemos nuestra inmensa gratitud a Al’lah, el Más Elevado, que nos ha dotado de poderes y capacidades mediante los cuales podemos acceder a los más altos niveles de progreso, y que nos ha concedido medios de percepción y conocimiento con los cuales podemos alcanzar las elevadas cimas de los cielos espirituales. Quien, conociendo nuestras faltas y debilidades, nos ha revelado los secretos

de los remedios espirituales, y nos ha enviado a médicos espirituales para sanar nuestros males, que nos han curado y nos han conferido mayor fortaleza y poder. De nuevo expresamos nuestra gratitud a Al’lah, el Más Compasivo; Quien infundió Su amor en nuestros corazones, y después nos hizo felices con Su encuentro. Quien nos hizo probar la copa de Su amor, y a continuación nos hizo beber profundamente del cáliz de la Unión; Quien, en esta época de oscuridad, cuando los que buscaban la verdad vagaban a tientas en las tinieblas, hizo que apareciera el Sol de Su conocimiento e hizo surgir a Su Profeta y Mensajero Hazrat Ahmadas en el Oriente, y despejó la oscuridad de la duda y el recelo con los rayos de Su luz. Hizo, después, soplar la brisa de Su Gracia, y que las nubes de Su Misericordia desprendieran la lluvia resucitadora, a fin de que todas las tierras agostas fueran refrescadas, y el mundo se convirtiera en un jardín sonriente de pureza y virtud, tras haber sido antes un desierto estéril; y para que los hombres respiren el aliento de la vida, después de haberse muerto y corrompido.

Invocamos las bendiciones sobre su Santo Profeta Muhammad (sa), a través del cual se hizo surgir aquella fuente que nunca se agotará, y a través de la cual fueron abiertas las Puertas del Conocimiento divino, que nunca se cerrarán para quienes lo buscan.

Finalmente, pedimos a Al’lah, el Más Exaltado, que tenga la bondad, en cumplimiento de sus divinas Promesas, de guiar al mundo hacia la verdad y la virtud, y lo capacite para admitir la verdad, a fin de que la paz reine sobre la tierra, desaparezcan las disputas y las discordias, y el hombre alcance la verdadera felicidad que sólo se encuentra en la unión con Dios. Amén.

Debo expresar, a continuación, la alegría que siento, al encontrar que Dios, en cumplimiento de la Palabra que reveló en el Sagrado Corán mil trescientos años atrás, hizo posible que los representantes de la Conferencia de Religiones de Londres nos reuniéramos conjuntamente en esta Convención. Tengo presentes en mi mente los versículos siguientes del Santo Libro:

“Para que sean testigos del hechodequelaverdadprevalecerá el final, me dirijo a las reuniones en las que los hombres se sentarán en filas, y a los comités que convocarán tales reuniones, y que no permitirán que nadie infrinja los derechos de los demás; y a las personas que leerán discursos acerca de las bellezas de las diferentes religiones, cuyos esfuerzos conjuntos conducirán a una única conclusión. En verdad vuestro Dios es Único, Señor de los cielos y de la tierra y de todo lo que hay entre ellos, y Señor de los orientes del sol. Hemos adornado los cielos inferiores con un ornamento de estrellas. Y lo hemos protegido contra todos los Satanes rebeldes”.2

Vuelvo ahora al tema que se me ha pedido que les hable, es decir del Movimiento Ahmadía. Antes de que discuta sus aspectos puramente religiosos, considero aconsejable hacer una breve referencia a su historia, su extensión y fuerza actual.

Historia del Movimiento

 El Movimiento Ahmadía fue fundado por Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas (1835-1908) en marzo de 1889, cuando tenía unos 54 años de edad. Ahmadas pertenecía a una noble y tradicional familia mongola del Punjab que emigró a la India desde Samarkanda durante el reinado del emperador Babar. El primer antecesor de Ahmadas que llegó a la India fue Mirza Hadi Beg, quien, según dice Sir Lepel Griffin en su libro “Jefes del Punjab”,

“fue designado Qazi o Magistrado de setenta poblaciones de la vecindad de Qadián, ciudad que se dice fue fundada por él, con el nombre de Islampur Qazi, y del cual surgió Qadián a través de un cambio natural. Durante varias generaciones, la familia ostentó cargos de responsabilidad en el periodo del Gobierno Imperial, y sólo cuando los sijs se hicieron poderosos, cayó en la pobreza”.

La sede central del Movimiento fue establecida por Ahmadas en Qadián, una pequeña población de la India en el Punjab, a la cual pertenecía, situada a una distancia de 11 millas al noreste de Batala, estación N.W.R. del ferrocarril. A pesar de la oposición violenta que le mostraron los seguidores de todas las religiones de la India, y la actitud hostil de los oficiales del Gobierno en sus inicios, el Movimiento fundado por él continuó realizando un rápido progreso en todas las partes de la India, de forma que en el momento de su muerte, acontecida en mayo de 1908, sus seguidores podían contarse por centenares de miles, y el Movimiento se había extendido a las naciones vecinas de Arabia, Afganistán, etc.

Tras la muerte de Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas, mi venerado maestro Hazrat Maulawi Nur-ud-Dinra fue elegido como Jefe Supremo del Movimiento, y a su muerte en marzo de 1914, fui yo elegido para sucederle.

No quedaría fuera de lugar mencionar aquí, que al igual que ocurrió en la época temprana del islam, la Comunidad Ahmadía es guiada y gobernada por un Jefe espiritual, que es elegido por la Comunidad. No es necesario, de ningún modo, que el Jefe de la Comunidad sea familiar del Santo Fundador del Movimiento, como, por ejemplo, no lo fue su primer sucesor, al que no le unían vínculos de sangre o matrimonio; ni tampoco es preciso, por otra parte, que el líder de la Comunidad no haya de estar relacionado con el Santo Fundador del Movimiento, como, por ejemplo, en mi caso, en que tengo el honor de ser su hijo.

En este momento, el Movimiento se ha extendido a casi todas las partes del mundo, y sus miembros contabilizan cerca de medio millón3, cuya mayoría reside en la India, el Pakistán y las naciones circunvecinas. Debido, sin embargo, a la violenta oposición a la que están sometidos los miembros del Movimiento, mucha gente que lo ha aceptado sinceramente, se encuentra incapacitada para unirse abiertamente al mismo, y tales personas se encuentran en gran número entre los sijs, hindúes y en las distintas sectas del islam.

Personas de todas las categoría y rango; es decir, pertenecientes tanto a las clases y castas más elevadas, como a las denominadas “bajas”, se han unido al Movimiento. Por ejemplo, a lo largo de los dos últimos años, cerca de tres mil personas, miembros originarios de ciertas clases bajas del Punjab y de las Provincias Unidas, se han unido al Movimiento, y su número se incrementa cada mes. De forma similar, varios miembros de la clase pobre del Estado de Hyderabad aceptaron la instrucción del Movimiento durante el último año.

Seguidores del Movimiento se hallan en cada provincia del Pakistán, así como en los lugares de habla “pashto” y persa del Afghanistán.

Entre los países del sur y este de la India, se encuentran miembros del Movimiento en Ceilán, Birmania, Malasia, etc. Los miembros de la Comunidad Ahmadía de Ceilán editan dos periódicos en lengua inglesa y malaya.

No existe una misión regular en China; sin embargo, en el libro “El mundo musulmán”, editado en Estambul (Turquía), en turco, y escrito por el famoso viajero Sheij Abdul Rashid Ibrahim, erudito de Qazán y miembro del Parlamento ruso, se menciona que se encuentran miembros del Movimiento también en aquella nación, si bien los que viven en el interior no han podido aún establecer contacto con la sede central del Movimiento en Qadián.

Numerosos habitantes de Filipinas y Sumatra también se han afiliado al Movimiento.

De las naciones situadas al norte y oeste del Pakistán, se encuentran miembros del Movimiento en Bojara, Irán, Irak, Arabia Saudita y Siria.

En África, se han formado comunidades regulares en Egipto, Rodesia, Sierra Leona, Costa de Marfil, Nigeria y Marruecos, así como en la isla de Mauricio. Se edita un periódico en lengua francesa por parte del Movimiento en Mauricio.

En Europa, el Movimiento ha establecido misiones y conseguido fieles en Inglaterra, Francia, Italia, España, Holanda, Alemania, Noruega, Suiza, Suecia, Dinamarca, Polonia, Bélgica, etc., siendo la misión inglesa la más antigua.

En América, se han establecido -en EE.UU.- más de veinte centros, y centenares de americanos han aceptado y continúan aceptando el Ahmadíat. El Movimiento edita un periódico desde la American Fazal Mosque en Washington

  1. C. El Movimiento se ha extendido hacia Trinidad, Brasil y Costa Rica en Sudamérica.

Australia también comparte esta gran bendición; y confiando en la Palabra de Dios, creemos firmemente que el resto del mundo, a no mucho tardar, participará de ella4.

Aspectos distintivos de la Comunidad

Una cuestión que surge por sí sola al comienzo de este tema, es la de cuál es el motivo de la existencia del Movimiento Ahmadía cuando ya existe tanta diversidad de religiones y movimientos en la actualidad. Trataré, en primer lugar, por tanto, de esta cuestión. Cualquier persona que crea en alguna de las religiones reveladas, deberá asimismo creer que Dios, en épocas diferentes, ha enviado distintos Profetas al mundo, y que ninguna nación se ha visto privada de un Mensajero de Dios. La evolución espiritual de la humanidad se debe enteramente a esta clase de personas, y de no ser por ellos, no existiría más que oscuridad en el mundo. Dios dice en el Sagrado Corán:5

“No existe ningún pueblo al que no se haya enviado un Amonestador”.

La investigación histórica y los descubrimientos arqueológicos confirman esta creencia, que a su vez se está convirtiendo en un factor de promoción de la unidad entre las naciones, y cuyo mérito se debe al Sagrado Corán; pues esta verdad fue proclamada, por primera vez, por este Libro. Si tratamos de averiguar el motivo por el que fueron enviados estos Profetas, hallaremos que la causa de su advenimiento ha sido siempre la corrupción espiritual de la humanidad, y el cese de toda relación directa con Dios.

Tales Profetas aparecen siempre como nubes portadoras de lluvia, que refrescan y resucitan la tierra tras un prolongado período de sequía. Son, de alguna manera, como la respuesta divina desde el cielo a las plegarias de quienes Le buscan. Se asemejan al cuerno avisador del cazador, que, al encontrar la pieza, llama para reunir a sus dispersos compañeros. Gracias a ellos, el mundo es convocado de nuevo hacia la verdad, y comienza su marcha, bajo su guía, hacia su verdadero objetivo.

Mantenemos la creencia de que esta sucesión de Profetas continuará en el futuro, como ocurrió en el pasado, ya que la razón repudia su cese total. Si la humanidad ha de continuar atravesando períodos de oscuridad espiritual, períodos en los que el hombre se aleja de su Hacedor; si, de cuando en cuando, los hombres son susceptibles de alejarse del camino recto y de andar a tientas en la grave oscuridad de la duda, desesperándose en sus esfuerzos por reencontrarlo; si han de continuar su búsqueda en pos de la luz de todas estas épocas y períodos, es imposible creer que los Guías y Portadores de Luz divina cesen de aparecer; ya que es inconsistente con la idea del Rahmaniyyat, (la Misericordia de Dios) que pueda consentir la enfermedad y no proveer el remedio; que haya creado la necesidad, y haya alejado los medios de satisfacerla. Creer así equivale a insultar a la Fuente de la Compasión y Misericordia, y engañar a la propia ceguera espiritual.

Creemos que el mundo se encontraba en estos días en extremada necesidad de un Guía y Preceptor que nos señalara el camino a Dios, y nos condujera, sin duda ni recelo, a la fe y la certeza. Si la humanidad se ha encontrado alguna vez ante la necesidad de un Profeta, ahora lo necesita más que nunca, cuando la religión se ha convertido en una palabra vacía, y la verdad se halla, como si dijéramos, muerta.

En nuestra era, y con respecto a su actitud hacia la religión, los hombres podrían dividirse en tres clases. En primer lugar, aquellos que niegan la necesidad de la religión, y, o bien repudian a Dios por completo, o bien creen en Él de la misma manera en que creen en los ríos o en las montañas, sin que su fe afecte en manera alguna a sus vidas diarias. Si decidieran que Dios no existe, su modo de vida no cambiaría en modo alguno, ya que su creencia en Dios no condiciona sus actos o conducta. Este grupo de gente llega a veces a declarar que no pueden someter su propia independencia ni siquiera a Dios, y que no dañarían su amor propio adorándole o humillándose ante Él.

La segunda clase de personas son aquellas que creen en Dios y en Sus atributos, pero se encuentran en la misma situación que un hombre sediento que ha perdido su camino en medio de las dunas del desierto, y que a lo largo de millas y millas no encuentra una sola gota de agua. Cuanto más se esfuerza en buscarla más se agudiza su sed y más grande es su agonía. Sin embargo, su búsqueda no le beneficia: corre de un espejismo a otro, y en cada momento su frustración incrementa su dolor. Buscando el agua, cada vez se aleja más de ella, hasta que llega a las proximidades de la muerte.

La tercera clase de personas se hallan contentas con su suerte y satisfechas de su condición. No porque crean que han satisfecho sus anhelos naturales, sino porque han perdido el ánimo y desesperan de la Gracia de Dios. Imaginan que las bondades de Dios se limitaron a sus predecesores, y que son unos hijos desheredados que no aspiran a poseer la propiedad de sus padres. Se encuentran, por tanto, contentos de alimentarse con los restos que les dejaron por caridad quienes les precedieron.

Sin embargo, ninguna de estas condiciones es natural. La indiferencia del primer grupo, los esfuerzos sin fruto del segundo, y la conformidad nacida de la desesperanza del tercero, son al mismo tiempo vanas y sin beneficio. Lo único que puede beneficiar a los que buscan a Dios es el verdadero conocimiento y conciencia de Él, que disperse toda duda y haga desaparecer todo lo que separa al hombre de Dios, llevándole finalmente a Su presencia. Tal conocimiento sólo puede serle presentado al hombre por parte de la religión de una forma que sea aceptable, y pueda ser aprobada por el juicio humano. Esto ha sido realizado siempre y sólo puede serlo, por un Profeta de Dios.

Hemos de considerar, pues, si existe alguna religión hoy día cuyos seguidores proclamen aún poseer lo que fue concedido al mundo a través de los profetas. No es cierto que el hombre haya de conformarse con la idea de que las bendiciones de Dios se agotaron en nuestros antecesores, y que haya de renunciar totalmente a la religión, o que haya de engañarse con la idea de que ya ha alcanzado su objetivo, de la misma manera que quien se encuentra en trance hipnótico acepta todos los absurdos como realidades que no concuerdan con las de los espectadores. Si esto es así, el mundo se encuentra hoy día en mayor necesidad que en épocas pasadas de la presencia de un Profeta. Es por esto por lo que el Santo Fundador del Movimiento Ahmadía ha manifestado que la puerta de la revelación siempre ha permanecido abierta, y siempre continuará abierta; y que la época presente muestra un testimonio enfático de la necesidad de un Profeta. Sin embargo, no basamos nuestra creencia en el solo testimonio de la época. Nos apoyamos también en el testimonio de los profetas anteriores.

Encontramos que todas las religiones contienen profecías respecto al advenimiento de un Profeta en la era presente. Los hindúes aguardan la llegada del Neha Kalank Avater profetizado en sus propias escrituras. Los cristianos esperan la segunda venida del Mesías. Los musulmanes se hallan esperando ilusionados la aparición del Mahdi y Mesías Prometido (as). Los seguidores de Zoroastro creen en el advenimiento de Mesio Darbahmi, etc. Si el advenimiento de profetas hubiera cesado para el futuro, ¿cómo pudieron coincidir todos estos pueblos en el hecho de que surgiría un Profeta cuya llegada había sido predicha? Un aspecto peculiar de estas profecías es que existe una gran similitud en los diferentes signos detallados por las distintas creencias, indicando la aparición del Profeta Prometido (as). Todas estas profecías señalan el momento de la venida de dicho Profeta, prediciendo la extensión de varios males, el incremento de enfermedades, la caída de estrellas, eclipses de sol y luna, recurrencia de las guerras, etc. Asimismo se predice que estos profetas Prometidos propagarán la verdad a lo largo del mundo, y que la verdadera religión se manifestará triunfante sobre todas las demás de una manera indiscutible. Nos encontramos pues, por un lado, con que el cumplimiento real de dichas profecías muestra que no pueden ser falsas, y por otro, que la tarea asignada a todos los profetas Prometidos hace imposible que, a un mismo tiempo, puedan conseguir tales profetas que sus religiones respectivas triunfen sobre las demás.

La inevitable conclusión, por tanto, es que todas estas profecías se refieren a una misma persona, que a través de sus poderes espirituales reunirá a todos los hombres de todas las creencias, y guiará a las naciones del mundo por el camino recto. Estas profecías muestran también que, aunque el Mesías Prometido (as) será el mismo para todas las religiones, poseerá a su vez tales distinciones peculiares, que cada nación le aceptará como suyo propio. Se encontrará tan ligado a la India, que los hindúes le aceptarán como su Neha Kalank Avatar; se encontrará tan unido a los seguidores de Zoroastro que éstos le aceptarán como su Mesio Darbahmi; se hallará tan ligado a los musulmanes que en él reconocerán a su Mahdi; y se hallará asimismo tan relacionado con los cristianos que encontrarán en él a su Mesías Prometido (as). Esto sólo podría acontecer si se encontrara relacionado con distintos pueblos en circunstancias diversas. Por ejemplo, puede estar unido a unos por religión, a otros por raza, y a otros por relaciones de tipo político o social, de forma que cada nación estaría dispuesta a reconocerle como suyo.

Nuestra creencia afirma que tales circunstancias se hallan cumplidas en el Santo Fundador del Movimiento Ahmadía, Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas a quien Dios hizo surgir para la reforma de la época actual. Él proclamó ser el Mesías para los cristianos, el Mahdi para los musulmanes, Krishna o Neha Kalank Avatar para los hindúes y Mesio Darbahmi para los seguidores de Zoroastro. En resumen, fue el Mesías Prometido (as) de cada nación, y fue designado para reunir a toda la humanidad bajo la bandera de una fe. En él se centran las esperanzas e ilusiones de todas las naciones. Él es el pináculo de la paz, bajo el cual cada pueblo adorará a su Hacedor. Él es la puerta a través de la cual todas las naciones podrán ver a su Señor; y él es el centro en el que confluyen todos los radios de la circunferencia. Se ordena, por tanto, que el mundo encuentre la paz y el descanso sólo a través suyo. Siendo de raza persa, era el Prometido (as) para los seguidores de Zoroastro; habiendo nacido en la India, era el Prometido (as) de los hindúes; al ser de religión musulmana, era el Prometido (as) de los musulmanes; y habiendo llegado con el espíritu y poder de Jesús (as), ofreciendo soluciones para la reforma de los males sociales existentes en las naciones cristianas, -males que han supuesto una carga insoportable para las mismas naciones cristianas-; habiendo nacido bajo un gobierno cristiano, y habiendo defendido el honor de Jesucristoas frente los ataques lanzados contra él durante siglos, fue merecedor de ser reconocido como el Mesías Prometido (as) de los cristianos.

Todas las profecías de los profetas anteriores se cumplieron en su persona y en sus propias manos. Cuando se acercaba el tiempo del cumplimiento de dichas profecías, Dios le informaba a su respecto, y de esta forma mostraba que sólo habrían de cumplirse en su persona. Se había anunciado que el Mesías Prometido (as) aparecería en Oriente, y así aconteció6. Igualmente se dijo que antes de la venida del Mesías aparecerían falsos profetas, tal como sucedió, pues antes de que Ahmadas se anunciara, diversas personas proclamaron ser el Mesías, y las declaraciones de algunos estuvieron a punto de engañar a la razón. A continuación ocurrieron, como habían sido predichas, guerras, epidemias y hambre; y finalmente se cumplió el signo poderoso descrito en líneas generales en la Biblia y en el Jamaspi, el libro de los seguidores de Zoroastro, del oscurecimiento del sol y la luna, que está reflejado con mayor detalle en los libros islámicos. Estaba especificado en tales libros que, en el tiempo del advenimiento del Mahdi, el sol se eclipsaría en el segundo de los días de tal eclipse, y la luna se eclipsaría en la primera noche de las noches del eclipse durante el mes del Ramadán. Se había declarado de manera particular que esta señal no se produciría para ningún otro demandante. Esta profecía se ha cumplido igualmente, y su cumplimiento ha supuesto el sello de la verdad en la demanda de Ahmad de ser el Mahdi y Mesías Prometido (as). Tales eclipses ocurrieron en 1894 en el mes del Ramadán, en las fechas previstas, y aunque muchas personas habían declarado antes que él ser el Mahdi o el Mesías, tal conjunción no tuvo lugar durante la vida de ninguno de ellos.

Asimismo, en su tiempo se presenció un fenómeno extraordinario que había sido profetizado en las escrituras previas y que no había sido experimentado con anterioridad. Se había anunciado que en el tiempo del Prometido (as) reinaría la paz, que los niños jugarían con las serpientes y los corderos con los lobos; pero que también existirían las guerras. En otras palabras, que la paz y la guerra coexistirían una al lado de la otra. Observamos que este sorprendente espectáculo se presenta en cada zona del mundo de hoy. El nacionalismo, por un lado, ha puesto fin en muchas naciones a la lucha y la opresión que eran tan frecuentes en épocas anteriores, permitiendo a los estados instaurar el orden en sus respectivos territorios; pero, por otro lado, las relaciones internacionales se hallan en un estado de confusión, haciendo que las naciones vivan en constante amenaza y sospecha mutua, encontrándose las rivalidades internacionales en su punto máximo.

Aparte de estas detalladas profecías sobre el advenimiento del Prometido (as), existen también profecías precisas en los libros islámicos, todas las cuales se han cumplido. Mencionaré aquí algunas de ellas. Fue predicho, por ejemplo, que durante la vida del Prometido (as) un nuevo medio de transporte haría que los camellos dejasen de ser útiles para este fin. Esto se ha visto cumplido mediante la llegada del ferrocarril. Estaba escrito que las noticias serían llevadas de manera instantánea de una parte del mundo a otra, lo cual se cumplió con la invención del telégrafo y la telefonía sin hilos. Se había escrito que las mujeres crecerían en número y trabajarían en gran escala en la producción; que la vestimenta femenina dejaría expuestas partes de su cuerpo, que anteriormente se consideraba necesario dejar cubiertas. Fue escrito que tres grandes poderes entrarían en guerra con otras tres fuerzas, y que estas tres fuerzas victoriosas ocuparían Constantinopla; pero que un hombre huiría de Constantinopla a Asia Menor y reiniciaría una nueva guerra recuperando su territorio. Fue escrito que las naciones cristianas alcanzarían la supremacía en todas partes, que Arabia se separaría del Imperio turco y que se establecerían gobiernos independientes en Irak, Siria y Egipto. Fue anunciado que un grupo de gente acortaría los meses; que la ley islámica dejaría de ser respetada; que el juego se acrecentaría; que serían precisas grandes fuerzas de policía; que las mujeres vestirían como los hombres; que las clases trabajadoras accederían al poder; que los ricos negarían la caridad a los pobres; que los gobiernos islámicos serían destruidos; que la condición religiosa de Arabia sería deplorable; que objetos inanimados comenzarían a hablar (se refiere a la invención del gramófono, la radio, televisión, etc.); que serían inventados nuevos modos de transporte (aeroplanos, etc.). Fue escrito y anunciado que sería seccionada la tierra que separa dos mares, a cuyos lados respectivos existen perlas y coral, y así, los mares se unirían, y un gran número de buques los atravesarían a través de la apertura. Se refiere claramente a los canales de Suez y Panamá. También se escribió que los libros y los periódicos se publicarían en gran cantidad; que se realizarían grandes descubrimientos en el campo de la astronomía; se crearían muchos canales de irrigación desde los ríos de forma que éstos discurrirían secos; que las montañas serían voladas, que los viajes se incrementarían; que en determinadas naciones los aborígenes se extinguirían; que la inmolación de las viudas y otras costumbres ancestrales serían abolidas por el Estado. Fue profetizado que el Prometido (as) sufriría de dos enfermedades, una de ellas en la parte alta de su organismo, y la otra en la parte baja; que su cabello sería liso, que tendría un color de tez trigueño, que tartamudearía ligeramente al hablar, y que pertenecería a una familia de terratenientes. Que mientras hablara, golpearía ocasionalmente su mano contra su muslo, que aparecería en una región llamada Kada, y que combinaría en su persona el oficio del Mesías y del Mahdi. Y así aconteció: Ahmad, el Mesías Prometido (as), padeció de vértigo y diabetes, tenía el pelo liso, su color era trigueño y ocasionalmente tartamudeaba al hablar. Tenía el hábito de golpear su muslo con la mano mientras pronunciaba sus alocuciones, y pertenecía a una familia de hacendados. Residía en Kadián o Kade, como se denomina popularmente a Qadián. En resumen, cuando consideramos colectivamente todas estas profecías, hallamos que se refieren a la era presente, y a ninguna otra persona excepto a Ahmadas. Aparece claramente que la época actual es la época del advenimiento del Prometido (as) cuya aparición fue profetizada por los profetas anteriores; y que Ahmad es el Prometido (as) cuya llegada había sido esperada ansiosamente durante siglos. Cuando observamos como antes de que la mayoría de tales signos se presenciaran, el Santo Fundador del Movimiento Ahmadía, mediante revelación celestial, profetizó la aparición de los mismos, como, por ejemplo, la llegada de la peste, la Guerra Mundial, terremotos a escala universal, la epidemia de gripe, etc., nuestra fe y convicción se ven fortalecidas, y nos vemos impulsados a creer, al igual que cualquier persona que no actúe irreflexivamente, sino que considere, medite y actúe con justicia, que Dios ha cumplido las esperanzas e ilusiones de todas las naciones en la persona del Santo Fundador del Movimiento Ahmadía. Las nubes de Su Misericordia han enviado torrentes de lluvia, y las tierras que estaban secas han sido regadas.

¡Bendito sea aquél que recolecta este agua en sus tierras, y renunciando a toda forma de orgullo e hipocresía, mantiene su fe por encima de las riquezas y glorias de este mundo!

La Comunidad Ahmadía, por tanto, se distingue de las demás comunidades y sectas religiosas por el hecho de que sus miembros, tras haber considerado los signos anunciados para el advenimiento del Profeta y Reformador de los Últimos días, han aceptado la demanda de Hazrat Mirza Ghulam Ahmadas, y al contrario que otros grupos, no esperan en lo sucesivo la venida del Mensajero de los Últimos Días. Procederé a continuación a exponer el objetivo de la venida del Santo Fundador del Movimiento Ahmadía en sus propias palabras. Dice:

“La tarea que Dios me ha asignado consiste en alejar los obstáculos que han sido dispuestos entre el hombre y su Creador; restablecer en los corazones de los hombres el amor y la devoción por Dios, y, haciendo manifiesta la verdad, poner fin a todas las luchas y contiendas religiosas, estableciendo así las bases de una paz duradera, y familiarizando a la humanidad con las verdades espirituales que ha olvidado. Demostrar al mundo la verdadera vida espiritual que ha sido desplazada por los deseos materiales, y manifestar en mi propia vida los poderes divinos que al hombre le han sido otorgados, pero que sólo pueden hacerse evidentes a través de la oración y la devoción. Y sobre todo, he de restablecer de forma permanente la Unidad de Dios, pura y luminosa, purificada de toda idea politeísta, que ha desaparecido totalmente de los corazones de los hombres”.

“Dios me ha colmado con el conocimiento, para que advierta a los que se han extraviado y guíe hacia la luz a los que moran en la oscuridad”. “Dios me ha enviado para reformar esta triste situación y reconducir a la humanidad hacia Su Pura Unicidad. Con este fin os he explicado todas estas cosas. También he sido enviado para otorgar al mundo una fe más firme y demostrarle la existencia de Dios, pues la fe se ha marchitado y la creencia en la vida ultraterrena se ha convertido en una fábula, mostrando la conducta del hombre que toda su confianza está depositada en el mundo y en las cosas materiales, y que no posee fe en Dios ni en la vida venidera. Los hombres hablan de Dios y de la espiritualidad, pero sus corazones rebosan de amor a este mundo. Jesús (as) encontró a los judíos en la misma situación en que yo encuentro al mundo de hoy. Igual que la falta de fe había alejado el amor de Dios de los corazones de los judíos y había destruido su moral, el mundo de hoy ha cesado de amar a Dios, y yo he sido enviado para restaurar la verdad y la Fe y para revivir el amor y el temor de Dios en los corazones de los hombres. Éste sólo es el objetivo de mi existencia. Dios me ha informado que el cielo se acercará de nuevo a la tierra después de que ésta se alejara de aquél. Por lo tanto, he venido para renovar todo esto. He sido enviado para este propósito”.8

Asimismo declara que ha sido enviado para atraer al hombre “hacia la verdad en todos los asuntos relacionados con la creencia, el conocimiento y la conducta, de forma que consiga una fortaleza especial en estos aspectos”9 También dijo que uno de sus hijos sería “liberador de cautivos”, es decir, que las naciones, las clases y los países oprimidos por otros países, clases y estados, quedarían gracias a él liberados de los lazos de la tiranía, obteniendo su libertad. Dios alejaría sus dificultades y les conferiría una vida de paz y confort. También dijo que su labor era, en primer lugar, “demostrar la verdad del islam a todas las naciones”; en segundo lugar, “presentar al mundo la enseñanza del islam verdadera e inalterable, que está llena de verdad y espiritualidad, y libre de todas las interpretaciones falsas e interpolaciones irrelevantes”, y en tercer lugar, “otorgar la luz de la fe a todas las personas de las naciones de la tierra que se encuentren ávidas de conseguirla”.

De todo esto se deduce que su misión consistió en predicar la Unidad perfecta de Dios; establecer la virtud y la rectitud; restaurar en los corazones de la humanidad el temor a Dios; fortalecer la relación entre el hombre y su Hacedor; conducir a los hombres de la oscuridad y la duda a la certeza en la fe, y devolver la paz y la calma a los corazones atribulados; abrir las puertas del conocimiento espiritual; encontrar una solución para las dificultades morales, espirituales y cotidianas, y socorrer al oprimido a través de medios espirituales; recuperar los derechos de los desposeídos; abolir la guerra y el desorden, y conseguir la paz universal; reunir a la humanidad bajo la bandera de una fe y un credo; propagar la verdad a todas las naciones; purificar al islam de todos los errores ajenos al mismo; y presentar la verdadera doctrina del islam al mundo; mostrando a los seres humanos, finalmente, mediante signos manifiestos, la Gloria de Dios.

¡Una visión verdaderamente espléndida y un proyecto glorioso! Sin embargo, ¿no es cierto que cualquier pretendiente hubiera dicho las mismas palabras? Cada uno de ellos se ve obligado a presentar al mundo proyectos igualmente gloriosos, pues nadie prestaría atención a meras afirmaciones tópicas. Este tipo de declaraciones sutiles se consideran de la máxima importancia en la época presente, en la que todo depende de la propaganda y la publicidad. Por lo tanto, si las demandas del Santo Fundador del Movimiento Ahmadía se hubieran apoyado simplemente en tales declaraciones, no hubieran merecido una atención particular, ni se les hubiera preferido respecto a las de cualquier otro individuo. Sin embargo, como mostraré a continuación, nos ha dejado un código tan completo de instrucciones y reglas de conducta, que toda persona sensata estará de acuerdo en que, de actuar en conformidad, se puede conseguir plenamente el objetivo de su advenimiento, tal como hemos expuesto con anterioridad.

Hay una cuestión, no obstante, que surge en este punto, que no es fácil de comprender, y que sin embargo, de no entenderla, es imposible llegar a un completo entendimiento del verdadero significado del Movimiento Ahmadía. La cuestión es la siguiente: Considerando que el Santo Fundador del Movimiento Ahmadía se denomina asimismo musulmán, y que es uno de los seguidores de Muhammad (sa), y que afirma que su misión es propagar las verdaderas enseñanzas del Sagrado Corán ¿qué significado especial hay que dar al Movimiento Ahmadía? ¿no sería en tal caso el Santo Fundador del Movimiento un mero doctor o Sufi, y el Movimiento una simple agrupación espiritual sin una relevancia especial? Eso, sin embargo, está lejos de la realidad, y pensar de esta manera equivale a tener un concepto erróneo de la profundidad y significado del Movimiento Ahmadía.

Creemos que existen dos clases de profetas: aquellos que son portadores de una ley, y aquellos que vienen a interpretarla, establecerla, y a alejar y delimitar las corrupciones que se insertan en el sistema religioso con el paso del tiempo. Todos los sistemas religiosos aceptan esta distinción, y queda bien ilustrada mediante la sucesión de profetas que siguieron a Moisés (as). Este último era un portador de Ley, y su contemporáneo Aarón (as) y sus seguidores como Josué (as) etc., incluyendo a Jesús (as), fueron enviados únicamente para establecer la Ley revelada a Moisés (as). Jesús (as) mismo dijo: “No penséis que he venido a destruir la Ley o los Profetas: No he venido a destruir sino a cumplir10”. La realidad de que la ley de Moisés (as) era imperante en la época de Jesús (as) y vinculaba a Jesús (as) y a sus discípulos se deduce claramente del consejo que dio a sus discípulos y demás personas: “Los escribas y los fariseos” dijo, “se sientan en la silla de Moisés (as), por lo tanto, todo lo que os ordenen observar, hacedlo; pero no os fijéis en sus obras, porque no hacen lo que dicen”11.

Sin duda que algunas de las enseñanzas y declaraciones de Jesús (as) fueron expresadas de manera diferente a las enseñanzas del Antiguo Testamento, pero si estudiamos cuidadosamente el Antiguo Testamento encontraremos en el mismo las bases de todo lo que Jesús (as) enseñó. El propio Jesús (as) dice, respecto a sus enseñanzas, que no son nuevas y que están contenidas en la Torá. Por ejemplo, hacia el final del Sermón de la Montaña, que se considera que enseña reglas no contenidas en el Antiguo Testamento, Jesús (as) afirmó: “Pues ésta es la Ley y los Profetas”.12

En resumen, los Profetas son de dos categorías: aquellos que son portadores de Ley, como Moisés (as), y aquellos que únicamente la restauran y la restablecen, después de que la humanidad la haya olvidado, como por ejemplo, Elías, Isaías, Ezequiel, Daniel y Jesús (as).

El Mesías Prometido (as) también proclamó ser un Profeta como estos últimos, y declaró que, al igual que Jesús (as) fue el último Jalifa (sucesor) de la línea mosaica, él era el último Jalifa de la línea islámica. El Movimiento Ahmadía, por tanto, ocupa respecto a otras sectas del islam, la misma posición que el cristianismo ocupaba respecto a las otras sectas del judaísmo. Creemos que en el Santo Profeta Muhammadas se cumplió la profecía de Moisés (as) contenida en el Deuteronomio (18: 18), que profetiza el advenimiento de un profeta de entre los hermanos de los israelitas, que sería portador de Ley, como lo fue Moisés (as). Muhammad (sa), siendo descendiente de Ismael, uno de los hermanos de los israelitas, fue portador de una Ley nueva. El Sagrado Corán se refiere al cumplimiento de la profecía de Moisés (as) en su persona en el versículo siguiente:

“En verdad, os hemos enviado a un Mensajero que es testigo sobre vosotros, al igual que enviamos un Mensajero al Faraón”.

Siendo, pues, Muhammad (sa)similar a Moisés (as), era preciso que el Mesías de la línea islámica no sólo fuera uno de sus seguidores, sino que tenía que restablecer y propagar la ley coránica, de la misma manera que Jesús (as) no vino con una Ley nueva, sino únicamente a confirmar la Biblia.

He intentado hasta este punto exponer la relación entre el Movimiento Ahmadía y el islam. A continuación explicaré el sentido del Movimiento.

Ya he indicado que una de las funciones de un profeta que no es portador de una Ley nueva, consiste en aclarar y eliminar todos los errores e interpretaciones equivocadas que pueden haberse introducido en el sistema religioso existente con el paso del tiempo, y eso implica una gran labor. Descubrir y restaurar lo que se ha perdido supone casi tanto trabajo como aportar lo que es nuevo. Sin embargo, creemos que el Mesías Prometido (as) tenía una misión mucho más elevada que cumplir. Para entender cuál era esta misión es necesario, ante todo, comprender nuestra posición respecto al Sagrado Corán. Al contrario que otros musulmanes, creemos que la fuente del Conocimiento divino contenida en el Sagrado Corán no se ha agotado, y que el Sagrado Corán es un código perfecto. Al igual que la obra de Dios es un tesoro ilimitado de maravillas que se manifiestan de acuerdo con las necesidades de la humanidad, de igual manera, la Palabra de Dios debe ser un tesoro inextinguible de verdad y sabiduría que provee la curación de los males morales y espirituales de todos los tiempos. Dios no crea diariamente cosas nuevas en este mundo, pero cada objeto creado contiene tantas virtudes y misterios, que no existe cosa alguna en la creación de la que pueda decirse que sus secretos hayan sido completamente revelados, o que resulta imposible descubrir una virtud o propiedad nueva en ella. El hombre no ha sido capaz de aclarar todos los misterios del cuerpo humano, y menos aún de poseer el conocimiento de las cualidades y propiedades del resto de las cosas. Si esto ocurre así en el caso de cosas materiales, que se supone que sirven a propósitos materiales, ¡Cuánto más necesario debe ser en el caso de la Palabra perfecta de Dios, que afecta al mundo espiritual! ¿No deberíamos, en este último caso, estar siempre dispuestos a descubrir en ella nuevos tesoros ilimitados de poderes ocultos y verdades eternas? Nosotros, por tanto, creemos -y toda persona razonable estará de acuerdo- que un libro que declara ser la Palabra de Dios debe poseer esta cualidad indispensable; ya que si carece de ella, no puede aceptarse su afirmación de ser la Palabra perfecta de Dios.

El Mesías Prometido (as), dirigiéndose a los que creían que los tesoros del Conocimiento divino contenidos en el Sagrado Corán habían sido desvelados completamente, y dados a conocer por sus predecesores, les dijo:

“Sabed, por tanto, que el milagro abierto del Sagrado Corán, que puede ser mostrado a la gente de todas las naciones, de todas las lenguas, y con el que podemos convencer y refutar a cualquier ser humano, tanto indio como persa, europeo, americano, etc., consiste en que es un auténtico tesoro sin límites de verdades y realidades divinas, ciencias celestiales y filosofía espiritual, que se descubren en cada época de acuerdo con las necesidades de la gente y que, como un ejército, siempre están dispuestas a combatir cualquier nueva falsedad. Si el Sagrado Corán hubiera estado limitado en su significado e interpretación, no podría ser considerado como un milagro perfecto. La belleza en la dicción y la pureza en el lenguaje, aun siendo milagrosos, no son aspectos que puedan ser apreciados por igual por el culto y el analfabeto. El mayor milagro del Sagrado Corán es que sus tesoros son inagotables, y la persona que no percibe este milagro, carece completamente del conocimiento real del Sagrado Corán. Recordad que este milagro del Sagrado Corán es tan perfecto, que en cada época se ha manifestado más potente que una espada. El Sagrado Corán contiene la respuesta total y completa a cada duda que surge en cada etapa consecutiva, ante las siempre cambiantes condiciones del mundo, y la réplica a toda crítica que tenga su origen en los nuevos conocimientos y descubrimientos.

Ninguna verdad divina ha sido presentada, ni podrá serlo nunca, por un seguidor de cualquier otra religión, sea brahman, budista, aria, o seguidor de cualquier escuela de pensamiento, que no haya encontrado ya su sitio en el Sagrado Corán. Los tesoros del Sagrado Corán son inextinguibles, y las maravillas del Libro de la Naturaleza ilimitadas;, y al igual que cada época nueva descubre propiedades vivas y virtudes nuevas en la naturaleza, igual acontece con la Palabra de Dios, a fin de que no exista disparidad entre Su Palabra y Su Obra”.14

Al reseñar este milagro del Sagrado Corán, el Mesías Prometido (as) ha originado una revolución en el mundo espiritual. Los musulmanes creían con certeza que el Sagrado Corán era perfecto; sin embargo, a lo largo de los últimos mil trescientos años nadie imaginó que no sólo era perfecto, sino que poseía un contenido inextinguible en el que estaban cubiertas las necesidades de las épocas futuras; y que, tras su estudio e investigación ofrecería mayores riquezas de conocimiento espiritual que las riquezas materiales que la naturaleza es capaz de dar. El Santo Fundador del Movimiento Ahmadía, al presentar al mundo este aspecto maravilloso del Sagrado Corán, ha dejado abierta la puerta a un campo más amplio de descubrimientos e investigación en aspectos espirituales, que cualquier descubrimiento científico haya propiciado jamás en el terreno de la ciencia física. No sólo purificó al islam de todos los errores extrínsecos, y lo presentó al mundo en su prístina pureza y simplicidad, sino que también presentó el Sagrado Corán al mundo con una nueva luz que sirvió de inmediato para satisfacer las necesidades intelectuales de la humanidad surgidas de los rápidos cambios experimentados en el mundo, ofreciendo la clave para la solución de todas las dificultades futuras.

La humanidad está siendo arrastrada, sin duda alguna, por una multitud de complicados problemas sociales y políticos, y se encuentra sedienta de conocimiento espiritual. Al no encontrar la solución de sus dificultades en la literatura religiosa actual, algunas personas se han vuelto en contra de la propia religión, mientras que otros se sumergen en nuevas dificultades al intentar crear nuevos códigos de ley. Sin embargo, como podréis descubrir a continuación, la solución de estas dificultades ha sido expuesta en las enseñanzas del Mesías Prometido (as). Sin duda que ya se hallaban en el Sagrado Corán, pero una parte de las mismas era como un agua que se había vuelto impura por la introducción de elementos nocivos (es decir, interpretaciones falsas y blasfemas); y otra parte de ellas era como un manantial de agua subterránea que fluía profundamente bajo la tierra, oculta a los ojos de los hombres. Él destiló el agua impura y descubrió el canal subterráneo, eliminó el velo de nuestros ojos, y abrió ampliamente la puerta de un vasto campo de conocimiento e investigación, teniendo en consideración las necesidades siempre crecientes de la humanidad, sin alejarse en lo más mínimo de la visión de las enseñanzas del Corán ni interfiriendo con la forma islámica establecida por el Santo Profetasa que la voluntad de Dios ha deseado mantener hasta el fin de los días.

Una vez entendido esto, es fácil comprender que, aunque el Movimiento Ahmadía cree firmemente en el Sagrado Corán, y es un movimiento de musulmanes, no puede ser clasificado simplemente como una de las sectas del islam. Al contrario, declara que sólo él presenta al mundo el islam real y actual que fue revelado mil trescientos años atrás, y que su misión especial consiste en enriquecer a la humanidad con los tesoros espirituales ilimitados contenidos en el Sagrado Corán. La existencia de este Movimiento no es el resultado de la culminación de una idea particular, ni tampoco es la última ola de una corriente puesta en marcha por una secta o escuela de pensamiento.

Se trata de una corriente completamente nueva, que, por un lado, ha retrocedido mil trescientos años, y por el otro, presiona hacia adelante desde el presente hacia el futuro, nutriéndose de los inagotables tesoros del Sagrado Corán, para satisfacer las nuevas y variadas necesidades de la humanidad. Es una corriente que ha unido no sólo a Oriente y a Occidente, sino que también ha aunado el pasado y el futuro. Podemos asegurar con confianza, que el Santo Profeta Muhammad (sa), a quien fue revelado el Código de Ley final más perfecto, fue un Adán para la perfección de la Ley, y que el Mesías Prometido (as), que fue enviado por Dios para demostrar al mundo la vasta extensión de las ciencias espirituales y la filosofía del Sagrado Corán que satisface las necesidades de cada época, fue un Adán para la perfección de la interpretación y propagación de la Ley, del mismo modo que el Adán original fue el Adán de la perfección física del hombre.

Me era imprescindible extenderme en este aspecto del Movimiento Ahmadía, pues, como he indicado, el Movimiento Ahmadía no es el nombre de una nueva religión. Si hubiera procedido a discutir las enseñanzas y principios del Movimiento, basados enteramente en el Sagrado Corán sin esta explicación preliminar, hubiera surgido un cierto grado de confusión que hubiera dificultado entender si me encontraba hablando del islam o del Movimiento Ahmadía. Queda ahora totalmente claro que el Ahmadíat y el islam son una y la misma cosa, y que por Ahmadíat se entiende al islam real que Dios ha manifestado al mundo a través del Prometido (as) de la época presente. Está basado completamente en el Sagrado Corán y en la Ley del islam, y aún así, es completamente diferente a las demás sectas existentes en el islam en cuanto a su doctrina y enseñanzas. En primer lugar ha redescubierto numerosas verdades que se habían perdido de vista, y en segundo lugar y por primera vez, ha revelado al mundo muchas verdades que se refieren a las condiciones especiales y necesidades de la era presente. Estas verdades fueron presentadas por el Mesías Prometido (as), quien enriqueció al mundo intelectual y espiritual descubriendo numerosas ciencias espirituales que se ocultaban entre las palabras del Sagrado Corán. Por lo tanto, cuando, a lo largo de este escrito me refiera a las enseñanzas del islam, me estaré refiriendo a las enseñanzas que se hayan en consonancia con el punto de vista del Movimiento Ahmadía, sin tener en cuenta el hecho de si son o no son aceptadas por los demás musulmanes. Asimismo, cuando me refiera a las enseñanzas del Movimiento Ahmadía, me estaré refiriendo a las enseñanzas del islam y no a una nueva doctrina o enseñanza.

Cuál debe ser el objetivo principal de las conferencias religiosas

Antes de proceder a describir las doctrinas y enseñanzas que distinguen al Movimiento Ahmadía de las demás religiones, quisiera reseñar que, sea cual fuere el objetivo de los patrocinadores de esta Conferencia, el objetivo principal de este tipo de reuniones debería consistir, en mi opinión, en ofrecer a la gente la oportunidad de contrastar los méritos de las diferentes religiones, para poder decidir cuál de ellas puede serles útil para conseguir lo que las personas consideran una meta necesaria a la hora de seguir y adoptar una religión concreta. Por lo tanto, aunque no es necesario exponer y constatar en cada uno de los escritos que se van a leer aquí, cada norma y cada principio inculcado por la religión en cuestión, sí es absolutamente necesario, en mi opinión, que se presente a la audiencia una exposición breve pero completa de los principios básicos de cada religión, a fin de permitirle juzgar si una religión en particular trata de todos los aspectos de la vida humana, o si se encuentra confinada únicamente a unos cuantos aspectos de mayor o menor importancia.

Otro principio en el que quiero insistir, es que los representantes de cada religión deben exponer las enseñanzas de sus respectivas religiones, y no proceder a exponer sus puntos de vista personales. De no observarse este principio, sería extremadamente difícil para la gente discernir lo verdadero de lo falso. Las ideas y los pensamientos no son cosas materiales que los seguidores de distintas religiones pueden guardar bajo llave, pues tan pronto como se descubre una idea o se expresa un pensamiento, se convierte en una propiedad común, abierta a la posibilidad de que cada cual la adopte como suya. Por lo tanto, si no se determinan los medios para comprobar si una idea particular pertenece a la religión concreta a la que se atribuye, o si ha sido tomada de otros, resultará imposible contrastar las enseñanzas de las diferentes religiones a fin de llegar a una conclusión definitiva respecto a la verdad de una religión. Al contrario, el resultado sería completamente indeseable, pues la gente se quedaría con la idea de que todas las religiones son iguales, cuando, de hecho, una verdad particular puede ser propiedad de una religión concreta, siendo las demás simplemente prestatarias de ella. El Santo Fundador del Movimiento Ahmadía ideó un plan que siempre llevó a la práctica en estas circunstancias, y cuya implementación evita la dificultad antes mencionada. El plan consiste en que los defensores de cada religión deben fundamentar todo lo que atribuyen a su religión en base a las Escrituras de dicha religión, es decir, el libro revelado sobre el que está basada tal religión, o bien, referenciando a las explicaciones ofrecidas por el propio receptor de la revelación.

Ello haría desaparecer todo riesgo de confusión y malentendidos, y mostraría claramente qué religión es perfecta, y qué religión ha tomado prestadas sus enseñanzas de las demás. Como ésta no es una condición que haya sido establecida por los convocantes de esta Conferencia (aunque espero que en el futuro, en ocasiones similares, se tome en consideración, a fin de permitir a la gente que juzgue los méritos de las distintas religiones), los representantes de las demás religiones probablemente no lo tendrán en cuenta; sin embargo, de forma voluntaria, yo me voy a someter a ella. Por lo tanto, todo lo que les presente en adelante en el nombre del islam o del Movimiento Ahmadía, será extraído directamente de las enseñanzas del islam, y no será tomado de ninguna otra fuente. Trataré de apoyar cada afirmación que realice refiriéndome a las escrituras del islam. Si, por consideraciones de tiempo o espacio me viera obligado a omitir estas referencias en algún caso, estaría dispuesto a ofrecer la referencia de los libros o pasajes a cualquier persona que con todo derecho me lo demande, para asegurar que tales referencias pertenecen a la doctrina del islam.

Los objetivos principales de la religión

Después de estas notas preliminares, me dispongo a iniciar el tema de mi escrito.

Existen cuatro objetivos principales en la religión:

  • El primer objetivo de la religión consiste en instruir al hombre respecto de su origen, es decir, proporcionarle un correcto conocimiento de su Hacedor, a fin de que no se vea privado del beneficio del Poder y Fortaleza divinas, e ignore el motivo de su existencia, que sólo puede ser explicado por el mismo Creador. Para este propósito es preciso explicar cuatro puntos:
    1. La persona y atributos de Dios
    2. La naturaleza de la relación del hombre con Dios
    3. La forma en que tal relación puede expresarse, y las responsabilidades que Dios hace recaer sobre el hombre
    4. Los medios por los que el hombre puede alcanzar a Dios y satisfacer su anhelo de unión con Él; y la consecución práctica de este objetivo en la vida presente, con el fin de que el hombre pueda ir más allá de la conjetura y alcanzar la certeza absoluta respecto a
  • El segundo objetivo de la religión es ofrecer un código completo de normas de conducta De nuevo, para este propósito, es necesario explicar los siete puntos siguientes:
  1. ¿Qué son las buenas cualidades morales?
  2. ¿Qué son las malas cualidades morales?
  3. ¿Cuáles son los diferentes estados de las buenas cualidades morales?
  4. ¿Cuáles son los diferentes estados de las malas cualidades morales?
  5. ¿Por qué ciertas cualidades morales son denominadas buenas o malas?
  6. ¿Cuáles son los medios por los que el hombre puede adquirir buenas cualidades morales?
  7. ¿Cuáles son los medios por los que el hombre puede evitar las malas cualidades morales?
  • El tercer objetivo de la religión es ofrecer al hombre la solución de los problemas sociales que confrontan a la Al ser el hombre de naturaleza social, es preciso que la religión establezca principios básicos que puedan gobernar su conducta social, mediante los cuales se pueda establecer el orden y la paz, y para que todo tipo de personas queden contentas con sus respectivos derechos y privilegios, sin que nadie, de manera consciente o inconsciente, los transgreda. Una breve consideración nos muestra que solo Dios puede diseñar normas de gobierno equitativas para cualquier sociedad, pues ningún ser humano o clase social, puede poseer la imparcialidad de visión que es precisa como cualidad necesaria para este propósito, debido al conflicto con los intereses personales. Por lo tanto, la afirmación de tales principios, sobre los que se han de basar las sociedades humanas, es una de las principales funciones de la religión.

Una religión que fracase en este sentido no puede merecer tal nombre. En este aspecto, es preciso que la religión arroje luz sobre los puntos siguientes:

  1. Las relaciones domésticas: es decir, los derechos de las relaciones inter sé, tratándose ésta de la primera etapa de la sociedad humana;
  2. Los derechos y deberes de los ciudadanos, y cómo pueden cumplirse de la mejor forma;
  3. La relación entre patrón y siervo; gobernantes y gobernados; el rico y el pobre;
  4. Las relaciones entre los seguidores de una religión respecto a los de otra; y la relación entre los ciudadanos de un gobierno con los de
  • El cuarto objetivo de la religión consiste en exponer el fin del hombre; es decir, qué le ocurre al hombre después de su En este sentido es necesario explicar:
    1. ¿Existe vida después de la muerte? Si es así ¿cuál es su naturaleza?
    2. Si existe una vida después de la muerte, ¿está sujeta al placer y al dolor?
    3. Si está sujeta a ambos, ¿cuál es la naturaleza de tal placer y dolor?
    4. ¿Le está abierta al hombre la posibilidad de pasar del mal al bien después de su muerte? ¿De qué forma?

La consideración de las enseñanzas de una religión respecto a estos cuatro temas, nos permite apreciar el verdadero valor de tal religión. Por lo tanto, procederé, a continuación, a exponer las enseñanzas del Movimiento Ahmadía respecto a estas cuatro finalidades. Espero que todo aquel que considere desapasionadamente estos aspectos admitirá que sólo el islam cumple de manera absoluta estos cuatro objetivos.

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