Introducción
El concepto de moralidad es quizás uno de los temas más conflictivos. Las enormes dicotomías de las teorías, filosofías e interpretaciones a menudo confunden a quien intenta entender la realidad de este concepto. Durante siglos, teólogos, filósofos y eruditos de todas las esferas han tratado de proporcionar una estructura integral para comprender la moral, pero a menudo se limitan a añadirla al conglomerado de subteorías dentro de la moral.
Aunque se acepta casi universalmente que se debe ser una persona moral, la pregunta sigue siendo: ¿cómo ser moral? En los tiempos modernos, la respuesta se ha dejado al individuo. Es por eso que las personas establecen su moralidad basándose en enseñanzas religiosas o cualquier filosofía que les llame la atención, normas sociales o lo que consideren correcto.
Al referirse a la moralidad, muchos la definen como simplemente hacer el bien. Pero, ¿qué es el bien? Muchos acontecimientos de nuestra historia, como las guerras, los genocidios e incluso el Holocausto, tuvieron lugar porque ciertos individuos pensaron que lo que hacían eran acciones correctas, creyendo que estaban bien para ellos mismos o para la sociedad en general. Si la moralidad es simplemente hacer lo “correcto”, entonces, ¿el discernimiento sobre eso se basa en la acción en sí misma o en el resultado que conlleva? Cuando se deja a la comprensión individual, una sola explicación puede llevar a mil preguntas más.
Es extraño que a pesar de ser considerado un concepto tan universalmente necesario, uno tenga dificultades para encontrar una comprensión sustancial y completa de lo que es la moralidad. Cuando el discernimiento de un concepto como la moralidad se deja a la comprensión individual, entonces ¿quién puede decir qué es lo verdaderamente moral y qué no lo es?
Así pues, con el objetivo de comprender la moralidad deberían existir parámetros que permitan establecer un nivel estándar de moralidad.
El islam presenta la comprensión más completa de la moral, desde sus orígenes hasta su aplicación práctica. La comprensión islámica no sólo se ajusta a la consecución de un estándar espiritual más elevado, sino que también se ajusta a la razón y la lógica.
La comprensión islámica de la moralidad puede ser comparada con la construcción de una casa. Primero hay que poner los cimientos, sin los cuales no se puede edificar la estructura. Luego, se deben reunir las herramientas y los materiales apropiados, y finalmente, tanto las herramientas como los materiales se deben usar en el momento y de la forma apropiada. También debe haber alguien que construya y facilite todo esto. Sólo entonces se puede edificar la casa.
De la misma manera, Dios estableció una estructura de moralidad.
La base
Antes de que se pueda construir cualquier estructura, se debe establecer una base sólida. Además, la calidad de cualquier estructura se deduce de la calidad de sus cimientos.
De manera similar, Dios estableció una base para que el concepto mismo de moralidad pudiera existir. Lo hizo creando a cada ser humano con un sentido intrínseco del bien y del mal. Dios Altísimo declara en el Sagrado Corán:
“Y por el alma y su perfección. Él le reveló lo que es malo y lo que es bueno para él.” [1]
Según el islam, la comprensión del bien y el mal, sin importar el grado, se puede encontrar en cada persona.
Hazrat Hakim Maulvi Nooruddin (ra), el primer Jalifa y jefe mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía solía narrar una conversación que una vez tuvo con un ladrón. Le preguntó al ladrón si alguna vez había sentido malestar por gastar la riqueza que había robado. El ladrón respondió que si la riqueza se había obtenido después de un gran esfuerzo, no tenía que sentirse incómodo en gastarla. El Primer Jalifa (ra) llevó entonces la conversación en otra dirección y le preguntó cómo llevaba a cabo sus atracos, cuánta gente solía estar involucrada y qué hacía con la riqueza robada. Explicó que normalmente había cuatro o cinco personas, y que la riqueza que robaban se la daban a un orfebre para fundirla y hacerla irreconocible. En ese momento, el Primer Jalifa (ra) preguntó si era posible que el orfebre reservara en secreto parte de la riqueza para sí mismo. El ladrón respondió: “Si el orfebre nos roba , entonces le golpeamos por deshonesto.”[2]
El Primer Jalifa (ra) citó este incidente para mostrar que incluso aquellos en la sociedad – como los ladrones – cuyas acciones contradicen una comprensión general de la moralidad, mantienen un sentido de lo que está bien y lo que está mal. Esto existe porque es algo que Dios estableció en los humanos desde el principio.
Cuando se ponen los cimientos de cualquier estructura, es evidente que hay un constructor detrás, responsable de completar la estructura restante. Tal es el caso de estas cualidades intrínsecas, o fundamentos de la moralidad, que Dios Altísimo ha imbuido en los humanos. El segundo Jalifa y cabeza visible de la Comunidad Musulmana Ahmadía, Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) explica, en referencia al filósofo A.J. Balfour:
“A.J. Balfour era un renombrado filósofo – su postura era que hay ciertas cosas que consideramos bellas y deseamos obtenerlas. Sin embargo, no se sabe por qué este deseo se encuentra en los humanos. Esto demuestra que hay un Ser que ha absorbido este deseo en los humanos.” [3]
Según A.J. Balfour:
“Ahora sostendré que los valores emocionales asociados y requeridos por nuestras creencias sobre la belleza y la virtud deben tener alguna fuente más congruente que la ciega transformación de la energía física… el ‘diseño’ es exigido por todo lo que consideramos más valioso en la vida, por la belleza, por la moral, por la verdad científica: es el diseño mucho más profundo en propósito y más rico en significado que cualquier otro que pueda ser inferido de los más ingeniosos y elaborados ajustes desplegados por la vida orgánica.”[4]
Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) continúa:
“[Balfour] es de la opinión de que esto en sí mismo es una gran prueba de la existencia de Dios Altísimo… Esto mismo fue argumentado por un musulmán, cuyo Libro Revelado fue presentado hace 1300 años, y que declaraba que los humanos son innatamente puros y capaces de un progreso sin fin.” [5]
Así, el Sagrado Corán presenta el concepto de bien innato y el potencial para desarrollar este bien intrínseco que se encuentra dentro de los humanos como prueba de la existencia de Dios:
“Y pongo también por testigo a la conciencia frecuentemente acusadora.” [6]
¿Qué es el alma acusadora? El Mesías Prometido y fundador de la Comunidad Musulmana Ahmadiyya, Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, (as) explica:
“La época de la verdadera moral, ya sea buena o mala, comienza cuando la razón de una persona madura es capaz de distinguir entre el bien y el mal y el grado de maldad y bondad; cuando siente pena al perder una oportunidad de hacer el bien, y se arrepiente cuando ha hecho algún mal. Esta es la segunda etapa de su vida, designada por el Sagrado Corán como el “yo que reprende”. [7]
El Sagrado Corán presenta el hecho de que los humanos están naturalmente imbuidos de un sentimiento de remordimiento o arrepentimiento cuando se ha hecho algo malo o se ha perdido una oportunidad de hacer el bien, como prueba de la existencia de Aquel que tiene en cuenta las acciones de una persona en el más allá – o en otras palabras, la existencia de una conciencia prueba la existencia de Dios.
De esta manera se han establecido los orígenes y el origen del concepto mismo de la moralidad. Sin embargo, se debe recordar que esto es sólo el fundamento y la estructura aún está por armar.
Herramientas y materiales
El siguiente paso de cualquier construcción es reunir todas las herramientas y materiales necesarios para construir la casa.
De manera similar, Dios ha dotado a todos y cada uno de los seres humanos con facultades y potencial para convertirse en una persona moral. Dios Altísimo declara en el Sagrado Corán:
“Y sigue la naturaleza de Al-lah, según la cual ha modelado la humanidad.” [8]
Así, no sólo los humanos han sido creados por Dios con una conciencia innata y un sentimiento de lo correcto e incorrecto, sino que Dios Altísimo también ha dotado a los humanos de buenas cualidades naturales al crearlos como un reflejo de sus propios atributos.
El Mesías Prometido (as) afirma:
“La verdad es que cualquier buena cualidad, ya sea intelectual o relacionada con la conducta o la moral, que se manifieste en el hombre, no puede ser solamente teniendo en cuenta las capacidades humanas; más bien, la verdadera causa de su manifestación es la gracia de Dios. Como estas personas reciben la gracia de Dios más que nadie, el Dios benevolente les otorga todas las buenas cualidades a través de Su beneficencia ilimitada. [9]
Por lo tanto, una persona puede ser modesta, cortés, firme, casta, simpática, valiente, generosa, indulgente, paciente, sincera, leal, etc., pero hay que recordar que estas buenas cualidades son simplemente estados naturales. Estas cualidades, o el potencial para desarrollar y establecer tales buenas cualidades, han sido otorgadas a cada ser humano. Sin embargo, no se puede decir que la mera manifestación de buenas cualidades deba ser considerada como moralidad. Las buenas cualidades también pueden ser exhibidas por los animales, o incluso por los niños, pero nadie consideraría nunca que un animal o un niño sea moral.
El Mesías Prometido (as) explica:
“Las condiciones naturales no son algo distinto de las condiciones morales. Cuando se regulan y se utilizan en la ocasiones correctas, bajo la dirección de la razón, adquieren un carácter moral. Antes de ser controladas por la razón y la comprensión no tienen el carácter de cualidades morales, sino que son impulsos naturales, por mucho que se parezcan cualidades morales. Por ejemplo, si un perro o un cordero muestra afecto o docilidad hacia su amo, no se le calificaría de moral o de buenos modales. De la misma manera, un lobo o un tigre no sería calificado de maleducado por su salvajismo… Un niño o un loco se comporta a veces de una manera que parecería una acción moral, pero ninguna persona sensata llama moral a tal conducta, ya que ésta no procede del buen sentido y de la conveniencia, sino que es una reacción natural a las circunstancias”. [10]
Por lo tanto, estas cualidades naturales no pueden ser consideradas cualidades morales hasta que son utilizadas de manera apropiada.
El momento y el lugar adecuados
Si se reunieran todas las herramientas y materiales necesarias para construir una casa, pero simplemente esparciéndolas por el suelo, nadie que las viera diría: “esto es una casa”. Una persona puede ser capaz de reconocer ciertos aspectos de la casa, por ejemplo, ver el techo en un lugar, las puertas y ventanas en otro, pero nadie diría que se trata de una casa. Sólo se convertiría en una casa una vez que todas las herramientas se han usado apropiadamente y todos los materiales se han colocado donde corresponde. Solo entonces, con el uso apropiado de las herramientas y materiales, la casa estaría completa.
Del mismo modo, la mera posesión de buenas cualidades no es suficiente, aunque pueden parecerse a las cualidades morales en algunos aspectos. La verdadera moralidad no puede surgir hasta que estas buenas cualidades se utilicen en el momento y lugar adecuados.
El Mesías prometido (as) afirma:
“Todas las cualidades naturales del hombre como la cortesía, la modestia, la integridad, la benevolencia, el honor, la firmeza, la castidad, la piedad, la equidad, la simpatía, la valentía, la generosidad, la paciencia, la resistencia, la generosidad, la sinceridad, la lealtad, etc., cuando se manifiestan en sus propias ocasiones bajo la guía de la razón y la reflexión, son cualidades morales. En realidad son estados e impulsos naturales del hombre que se manifiestan como cualidades morales cuando se ejercen deliberadamente en sus propias ocasiones”[11].
Además, afirma:
“Hemos señalado repetidamente la distinción entre una verdadera cualidad moral y una condición natural, es decir, una cualidad moral está condicionada por la conformidad con el lugar y la ocasión, y un impulso natural a menudo entra en juego fuera de lugar.”[12]
Las cualidades naturales que posee una persona, aunque a veces se parezcan a la moral, no pueden considerarse morales hasta que se utilice la razón y la comprensión, basándose en la conciencia intrínseca divinamente otorgada, para aplicar las cualidades naturales en el momento y lugar adecuados para convertirlas en cualidades morales.
El proyecto
Para saber qué herramienta debe usarse y cuándo, y a dónde debe usarse cada material, el constructor crea un plano a seguir.
Del mismo modo, para poner en práctica las cualidades intrínsecas de uno en el momento y lugar adecuados con el objeto de que se conviertan en cualidades morales, el Creador de la moral también ha establecido un plano. Es al seguir este proyecto que la verdadera moralidad puede finalmente tomar forma.
Este plano es el atributo de Dios.
Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) explica:
“[…] como el hombre no vino por sí mismo, no necesita elaborar su propio estándar moral y tratar de determinar lo que es bueno para él. Habiendo sido creado por un Ser Superior, es lógico que no tenga ningún modelo que valga la pena seguir, aparte de ese Ser Superior, y ningún objetivo moral que no sea el de reflejar los atributos de su Creador y Maestro”.
El propio Santo Profeta (sa), afirma:
“¡Oh gente! Modelad vuestra moral en los atributos de Dios.”
El islam enseña que Dios, el Sublime, creó al hombre a imagen y semejanza de Sus propios atributos, y las semillas de todos Sus atributos (excepto los específicos de Dios) han sido sembradas en la naturaleza humana, aunque de forma más pequeña y limitada. Para nutrir estas semillas naturales, Él revela un código de conducta – la Sharia – a Su pueblo piadoso de vez en cuando. La Sharia es el código moral que crea la reforma real y el progreso en el mundo. La búsqueda de una alternativa es un esfuerzo desperdiciado”. [13]
Así, la verdadera moralidad se puede establecer siguiendo el patrón que conforma los atributos de Dios, como se explica a través del Sagrado Corán – la propia Palabra revelada de Dios. Al hacerlo, las posibilidades de progreso moral son infinitas; simplemente miren al mayor ser moral que ha vivido, el Santo Profeta Muhammad (sa), del que Dios da testimonio en el Sagrado Corán:
“Pues posees ciertamente excelentes atributos morales.” [14]
Su conducta moral era una imagen práctica del código moral proporcionado por el Sagrado Corán, como testificó su esposa Hazrat A’isha (ra):
“Su moral se basaba en el Corán.” [15]
Por lo tanto, no sólo tenemos un plano de cómo lograr la verdadera moralidad, sino que también tenemos el ejemplo perfecto de cómo seguir ese plano.
¿Moralidad sin creer en Dios?
Según una encuesta realizada por el Centro de Investigación Pew, denominada The Global God Divide, 38,426 personas de 34 países de 6 continentes creyeron que no es necesario creer en Dios para ser una persona moral. Se les preguntó:
¿Cuál de las dos siguientes afirmaciones se acerca más a su opinión? “No es necesario creer en Dios para ser moral y tener buenos valores”, o “Es necesario creer en Dios para ser moral y tener buenos valores?” [16]
En respuesta a esta pregunta, una media del 45% de las naciones encuestadas dijo que es necesario creer en Dios para ser moral y tener buenos valores.
Cuando The Review of Religions preguntó qué definía la investigación como “moralidad”, Jacob Poushter, el Director Asociado de Investigación de Actitudes Globales del Centro de Investigación Pew, dijo:
“Nuestra opinión es que estos conceptos para determinar lo que significa la moralidad dependen del encuestado.”
Así, decir que la mayoría de la gente no cree que sea necesario creer en Dios para ser una persona moral no es exactamente acertado, ya que se ha dado un término definitivo a un número infinito de posibilidades. Si el discernimiento de la moralidad se dejó a los individuos, es posible que entre los 38,426 encuestados, hubiera 38,426 perspectivas diferentes sobre lo que es la moralidad.
Sin embargo, esto plantea la pregunta de si es posible ser moral sin creer en Dios.
El Mesías Prometido (as) explica:
“Una persona que niega la existencia de Dios puede todavía exhibir buenas cualidades morales, como ser humilde de corazón, buscar la paz, descartar el mal y no resistir al malvado. Todas estas son condiciones naturales que puede poseer incluso un indigno que en absoluto conoce la fuente de la salvación y no disfruta de ninguna parte de ella”. [17]
Cuando se ha establecido que la razón misma por la que podemos tener una discusión sobre la moralidad es porque Dios creó el concepto y colocó sus fundamentos y su potencial dentro de cada persona, entonces no hay ningún mérito en preguntar si la moralidad puede ser separada de la creencia en Dios. Además, como ya se ha establecido, sin la creencia en Dios no habría parámetros para el establecimiento de la moral, lo que nos llevaría a tener millones de teorías sobre lo que es la moral y ninguna respuesta concluyente.
Por supuesto, aquellos que no creen en Dios pueden mostrar distintos puntos de vista sobre las cualidades morales, únicamente por las buenas cualidades innatas e inherentes; sin embargo la verdadera moralidad en el sentido completo sólo se puede lograr con la realización de su Creador. Así, mientras explica la necesidad de creer en Dios para ser moral, el Mesías Prometido (como) explica:
“Es necesario que sea consciente de la existencia de Dios hasta un grado en el que no considere su creación como algo sin un propósito, para que la comprensión de lo divino estimule sus verdaderas cualidades morales. [18]
Sólo creyendo en Dios y emulando sus atributos, se puede poner fin al viejo debate sobre la moralidad; y esto es lo que tiene más sentido, como escribe Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra):
“Una vez que creemos en Dios, se hace evidente que como el hombre no surgió por sí mismo, no necesita elaborar su propia norma moral y tratar de determinar lo que es bueno para él. Habiendo sido creado por un Ser Superior, es lógico que no tenga ningún modelo que valga la pena seguir, aparte de ese Ser Superior, y ningún objetivo moral que no sea el de reflejar los atributos de su Creador y Maestro”. [19]
Conclusión
El modelo islámico de moralidad es el más sólido y completo. La estructura de la moral establecida por Dios se ajusta a la disposición natural del hombre; de hecho, es dentro de la disposición natural del hombre donde Dios Altísimo ha puesto las herramientas con las que se puede establecer la verdadera moral. Es en el reconocimiento de Dios entonces, que estas cualidades naturales pueden convertirse en cualidades morales. El hecho es que la conciencia, el bien intrínseco, el alma que reprende, y el concepto mismo de la moralidad indican por sí mismos la existencia de un Creador y Originador. Así, la existencia misma de la moralidad prueba la existencia de Dios; y la verdadera moralidad no puede existir sin la creencia en la existencia de Dios.
Sobre el autor: Sarmad Naveed es un Misionero de la Comunidad Musulmana Ahmadía que se graduó en el Instituto Ahmadiyya de Lenguas y Teología en Canadá. Es miembro del Consejo Editorial de la Revista The Review of Religions y coordina la recién lanzada sección De la Realidad a la Ficción. También ha aparecido como panelista y conductor de programas en la Televisión Musulmana Ahmadía (MTA) como ‘Ahmadíat: de las raíces a las ramas”.
Referencias
- The Holy Qur’an, 91:8-9.
- Hasti Bari Ta`ala by Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra), p. 57.
- Ibid
- Theism and Humanity by A.J. Balfourd, https://www.giffordlectures.org/books/theism-and-humanism/lecture-2.
- Hasti Bari Ta`ala, by Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra), p. 57
- The Holy Qur’an, 75:3.
- The Philosophy of the Teachings of Islam, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng. Translation) p. 27.
- The Holy Qur’an, 30:31.
- Barahin-e-Ahmadiyya, Part IV (Eng. Translation) p. 343.
- The Philosophy of the Teachings of Islam, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng. Translation) pp. 24-25.
- Ibidp. 30.
- Ibid pp. 61-62.
- Our God by Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) pp. 172-173
- The Holy Qur’an, 68:5.
- Musnad Ahmad bin Hanbal, Vol. 8 p. 144.
- https://www.pewresearch.org/global/wp-content/uploads/sites/2/2020/07/PG_2020.07.20_Global-Religion_TOPLINE.pdf
- Ibid p. 18
- The Philosophy of the Teachings of Islam, by Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (as), (Eng. Translation) p. 27.
- Our God, by Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra), p. 172.