La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La vida del Santo Profeta (sa)

SERMÓN DEL VIERNES, 15 de DICIEMBRE de 2023.

Pronunciado en la MEZQUITA MUBARAK de Islamabad (Tilford, Surrey), Reino Unido.

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah Al-Fatihah,

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V (atba), dijo lo siguiente:

En relación con los relatos de la vida del Santo Profeta Muhammad (sa), se estaba mencionando la “Batalla de Uhud” y más detalles a este respecto los presento a continuación:

Cuando el Santo Profeta (sa) instaló su campamento en las llanuras de Uhud, la Montaña de Uhud quedaba detrás del ejército musulmán, que protegía al mismo desde la retaguardia. Sin embargo, había un paso de montaña en la otra dirección, lo que podría darle al enemigo la oportunidad de lanzar un ataque desde allí. En este sentido, evaluando este riesgo y peligro, el Mensajero (sa) nombró a Hazrat Abdul’lah bin Yubair (ra) comandante de una unidad de arqueros [compuesta por] 50 Compañeros (ra) y los asignó a ese paso de montaña.

Con respecto a las instrucciones que el Profeta (sa) dio a estos arqueros, las siguientes palabras se encuentran en Sahih Bujari:

“Si veis que los buitres están devorando nuestros restos, no os mováis de esa posición vuestra hasta que yo os mande llamar; y si veis que hemos derrotado al enemigo y los hemos vencido, aun así no os mováis hasta que yo os lo indique”.

Otra narración de Sahih Bujari afirma que el Santo Profeta Muhammad (sa) exclamó:

“No abandonéis ese lugar. [Incluso] si nos vierais derrotando al enemigo, no os mováis de ese sitio; y si veis que nos están venciendo, no nos ayudéis. No abandonéis ese lugar bajo ninguna circunstancia”.

[En este sentido], uno de los historiadores ha escrito que el Santo Profeta (sa) manifestó:

“Mantened alejada de nosotros la caballería del enemigo, para que no pueda atacarnos por detrás. Si salimos victoriosos, quedaros en vuestro sitio para que no nos ataquen por la retaguardia. Manteneos firmes en vuestra posición y no os vayáis de allí; y cuando veáis que los hemos derrotado y penetrado en su ejército, aun así no abandonéis vuestro lugar. Incluso si veis que nos están matando, aun así no nos ayudéis ni nos defendáis; más bien, disparad flechas porque los caballos no avanzan debido a las flechas. No hay duda de que seguiremos estando en el lado de la victoria mientras permanezcáis firmes en vuestra posición”; y después de esto, dijo: “¡Oh Al’lah, Te pongo como testigo sobre ellos!”.

Otro historiador ha recogido que, en esta ocasión, el Santo Profeta (sa) ordenó:

“Si nos veis recogiendo el botín de guerra, no os unáis a nosotros. ¡Protegednos en todas las circunstancias!”.

Al mencionar a estos 50 arqueros, un historiador describe que:

“La persona que tenga la oportunidad de ver el campo de batalla y la ubicación de ‘Yabal-e-Ruma’, que está situada al borde del Valle de Kinah, se dará cuenta de la magnífica estrategia militar del Profeta (sa), que lo hizo único en términos de su planificación de la batalla, su experiencia en la organización de las unidades del ejército y su excepcional preparación [para la lucha], que son esenciales para la victoria”.

Al analizar la experiencia estratégica del Mensajero de Dios (sa) en las guerras, otro historiador ha dicho:

“Esta estratagema respecto a la batalla fue tan excelente y profunda, que de la misma podemos captar la verdadera brillantez del liderazgo militar del Santo Profeta Muhammad (sa), (lo que significa que podemos determinar su excepcional habilidad); y queda claro que cualquier [otro] comandante, por [muy] inteligente que fuese, no habría podido idear una estrategia de batalla más sublime, refinada o sabia que él. Esto se debe a que, a pesar de enfrentarse en el campo de Uhud contra sus enemigos, desde una perspectiva militar, colocó a sus soldados en el lugar que era el más efectivo en el campo de batalla para estacionarlos. El Santo Profeta (sa) usó las altas montañas como salvaguarda para proteger su retaguardia y su flanco derecho. En el lado izquierdo, con arqueros, cerró el solitario paso de montaña –es decir, el área a través de la cual el enemigo podía pasar para llegar al flanco trasero del ejército musulmán– y acampó en el lado más alto del campo de batalla, de modo que si, Dios no lo permita, se enfrentase a la derrota, en lugar de desertar o ser capturados por sus perseguidores, el ejército musulmán podría llegar fácilmente a un lugar seguro; y si el enemigo atravesara directamente el corazón [del ejército musulmán] y avanzara para capturar el núcleo del mismo, entonces [los incrédulos] tendrían que sufrir pérdidas muy grandes.

 

Por otro lado, el Profeta (sa) obligó al enemigo a posicionarse en la zona más baja del campo de batalla y, aunque, los qureish pensaron que el ejército musulmán saldría de Medina y acamparía en el terreno justo enfrente de ella, sin embargo, el Mensajero de Al’lah (sa) giró al ejército musulmán 180 grados y, dejando al enemigo al oeste, se posicionó en un lugar seguro detrás de ellos. La ubicación del ejército musulmán era ahora una posición excelente. Debido a las montañas de Uhud y Ainain, los lados trasero y derecho estaban seguros. A la izquierda, en la cima de ‘Yabal-e-Ruma’, los arqueros custodiaban el paso de montaña; y al sureste, pasando ‘Yabal-e-Ruma’, estaba la esquina principal del Valle de Kinah, desde donde era imposible que el enemigo atacara”.

Respecto a esto, en su libro “La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)”, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) explica que:

“Confiando en Dios, el Santo Profeta Muhammad (sa) avanzó y acampó en una llanura al pie del Monte Uhud, de tal manera que la cordillera quedaba detrás de los musulmanes y Medina se posicionaba frente a ellos, por así decirlo. De esta manera, el Santo Profeta (sa) logró asegurar la retaguardia del ejército. [No obstante], había un paso de montaña en el valle, en la parte trasera, desde donde se podía realizar un ataque. Por lo tanto, el plan que fue ideado por el Profeta (sa) para asegurarlo fue colocar cincuenta arqueros de entre sus Compañeros (ra) en ese lugar, bajo el mando de Hazrat Abdul’lah bin Yubair (ra),  y les ordenó enfáticamente que no se fueran de ese sitio bajo ninguna circunstancia y que deberían continuar arrojando flechas al enemigo. [Entretanto], el Mensajero de Al’lah (sa) estaba tan preocupado por la seguridad de ese paso de montaña, que repetidamente instruyó a Hazrat Abdul’lah bin Yubair (ra): ‘¡Escucha, este paso de montaña no debe quedar vacío bajo ninguna circunstancia! Aunque veáis que hemos salido victoriosos y el enemigo ha huido derrotado, no salgáis de ese lugar; y si veis que los musulmanes han sido derrotados y el enemigo nos ha superado, no os mováis de este sitio’.”

Estas instrucciones fueron tan enfáticas que en una narración se han relatado las siguientes palabras:

“Incluso si veis que los buitres están devorando nuestros restos, no os mováis de ese lugar hasta que recibáis la orden de iros”.

[Por su parte], Hazrat Musleh Maud, [Jalifatul Masih II] (ra), afirma al respecto:

“El Mensajero de Dios (sa) finalmente llegó a Uhud y allí nombró a 50 soldados para custodiar un paso de montaña, y enfáticamente instruyó al comandante de los mismos que ese paso era tan importante que, tanto si eran derrotados como si salían victoriosos, no debían moverse de ese lugar. Tras ello, marchó con los 650 soldados restantes para enfrentarse al enemigo [y los musulmanes] ahora eran una quinta parte del tamaño del [ejército] enemigo.

Después de colocar la unidad de arqueros en la cima de la montaña, el Santo Profeta Muhammad (sa) estuvo satisfecho y comenzó a organizar las filas [del ejército] y a asignar las responsabilidades de liderazgo. A primera vista, la situación de los musulmanes era muy débil en comparación con la de los incrédulos: en cuestión del número [total], eran débiles; respecto a las provisiones, asimismo eran débiles y en relación a la calidad de las armas y las armaduras, también eran débiles. Había una gran disparidad en este sentido. [Como consecuencia], en términos numéricos, un musulmán se enfrentaba al menos a cuatro idólatras. De manera similar, el ejército de los idólatras era muy superior con respecto a las armas y armaduras de la unidad de caballería. Además, la mayoría de los jóvenes del ejército musulmán no tenían armadura y entre ellos solo 100 estaban armados, mientras que el ejército de La Meca, o sea, el ejército de los incrédulos, tenía 700 soldados armados, y este número por sí solo equivalía a todo el ejército de Medina. [En consecuencia], el contingente de los idólatras se dispuso en 10 filas, mientras que el bando musulmán solo tenía 2 filas y 50 arqueros asignados al paso de montaña, aunque la parte más importante y privilegiada del campo de batalla estaba en manos de los musulmanes.

 

El Santo Profeta (sa) nombró a Hazrat Zubair bin Awwam (ra) para [comandar] el lado derecho del ejército musulmán y asignó a Hazrat Munzir bin Umar Ghanawi (ra) para el lado izquierdo, y preguntó: ‘¿Quién lleva la bandera de los idólatras?’. Alguien respondió: ‘Talha bin Abi Talha’; por lo que el Profeta (sa) dijo: ‘Nosotros tenemos más derecho que ellos a cumplir el juramento’. Así pues, tomó la bandera de Hazrat Ali (ra) y se la dio a Hazrat Musab bin Umair (ra), quien era de la misma tribu a la que pertenecía el abanderado de los qureish, es decir, la tribu Banu Abd Ad-Dar bin Qusaid”.

En otras palabras, [debido a] la persona de la tribu de entre los qureish que sostenía la bandera, el Mensajero (sa) le dio su propia bandera a un musulmán de la misma tribu.

Hazrat Musleh Maud (ra) continúa:

“También ha sido escrito por alguien que, antes del Islam, la responsabilidad de portar la bandera estaba en manos de esta tribu, o sea, los Banu Abd Ad-Dar; y ‘cumplir el juramento’ significaba honrar una promesa nacional; y [es] con respecto a esto que el Mensajero de Al’lah (sa) puso de manifiesto: ‘Nosotros somos los que cumplimos el juramento’. En ese día, el lema o el eslogan del ejército musulmán fue ‘¡Amit! ¡Amit!’, [¡Darles muerte, darles muerte!].

 

[Al mismo tiempo y] con intensa sumisión, en la corte del Señor del Honor, el Santo Profeta Muhammad (sa) oraba por la victoria con gran humildad. En el ejército musulmán, los ‘Ansar’ estaban a derecha e izquierda, es decir, a derecha e izquierda estaban los ‘Ansar’ de Medina; y en el corazón del ejército, donde se ejerce toda la presión contra el enemigo durante la batalla, allí [también] estaban los ‘Ansar’; y en [ese mismo] lugar, el Santo Profeta (sa) se hallaba junto con los ‘Muhayirin’, (el Santo Profeta -sa- se encontraba en el medio con los ‘Muhayirin’) y parado en ahí, detrás de la segunda fila, [o sea], (estaba detrás de la primera fila y en medio de la segunda). [A continuación], el Profeta (sa) ordenó a sus Compañeros (ra) que sin recibir sus órdenes no se realizara ningún avance”. 

 

Hay una narración en Sahih Muslim de Hazrat Anas (ra) en la que narra que, en el día de Uhud, el Mensajero (sa) estaba recitando la siguiente oración:

“¡Oh Al’lah, si así lo deseas, nadie en la Tierra Te adorará!”.

En otras palabras, si la ayuda de Dios no llegaba, este sería el resultado. [Sin embargo], según algunas narraciones, el Santo Profeta Muhammad (sa) hizo esta oración en la “Batalla de Badr” y se menciona asimismo en ese contexto. [De todas formas], en el comentario de Sahih Muslim está escrito que es posible que el Mensajero de Al’lah (sa) hubiera hecho esta misma oración en ambas ocasiones.

[De todas formas]: ¡Al’lah sabe mejor!

[Por otro lado], Hazrat Sad bin Abi Waqas (ra) narra que Hazrat Abdul’lah bin Yahsh (ra) le comentó:

“¡Ven conmigo y oremos juntos a Dios!”. Tras esto, los dos se apartaron y fue cuando Hazrat Sad (ra) suplicó diciendo: “¡Oh mi Señor! Cuando mañana nos enfrentemos a nuestro enemigo, concédeme la oportunidad de desafiar a un guerrero fuerte y agresivo. Deseo luchar contra él para [alcanzar] Tu placer. Él se defenderá y te pido que me concedas la victoria sobre él para poder vencerlo y apoderarme de sus pertenencias”.

Entonces, [por su parte], Hazrat Abdul’lah bin Yahsh (ra) se puso de pie y suplicó diciendo: “¡Oh Dios mío, mañana deseo enfrentarme a un guerrero excepcionalmente fuerte! Deseo luchar contra él para [ganarme] Tu complacencia. Él se defenderá, me agarrará y me cortará las orejas y la nariz. Así, cuando me encuentre contigo mañana, me preguntarás: ‘¡Oh siervo Mío, ¿por qué te han cortado las orejas y la nariz?’; y yo responderé y diré: ‘¡Oh Al’lah, ha sido para lograr Tu complacencia y la de Tu Mensajero (sa) que he soportado esto!’. Luego, Dios contestará y manifestará que he dicho la verdad’.”

 

Hazrat Sad bin Abi Waqas (ra) añadió:

“¡Oh hijo mío! La oración de Abdul’lah bin Yahsh fue superior a la mía, pues al atardecer de ese mismo día vi que a Abdul’lah bin Yahsh le colgaban las orejas y la nariz”.

En otras palabras, el enemigo había mutilado su cuerpo.

[Entretanto], Abdul’lah bin Amr bin Haram (ra) ha relatado que:

Un día antes de la ‘Batalla de Uhud’, vi a Mubashir bin Abdul Munzir en mi sueño”.

Las oraciones de estos dos individuos fueron aceptadas, [porque] uno salió victorioso sobre su enemigo y el otro luchó valientemente y al final fue martirizado.

Este ha sido el relato de las oraciones realizadas por estas dos personas.

Además, Abdul’lah bin Amr bin Haram (ra) sigue narrando:

“Un día antes de la ‘Batalla de Uhud’, vi a Mubashir bin Abdul Munzir en mi sueño, (quien fue martirizado en la ‘Batalla de Badr’) y me dijo: ‘Dentro de pocos días tú también te reunirás conmigo’; y yo le pregunté: ‘¿Dónde estás?’. Me respondió: ‘En el Paraíso y puedo ir a donde me plazca en el Paraíso!’; y [le volví a] preguntar: ‘¿No fuiste martirizado el día de Badr?’; y me contestó: ‘Sí, pero fui devuelto a la vida una vez más’.”

[El propio] Hazrat Abdul’lah bin Amr bin Haram (ra) contó este sueño al Santo Profeta (sa), quien dijo:

“¡Oh Abu Yabir, esta es la buena nueva de tu martirio!”.

Así, según la narración, Hazrat Yabir (ra) informa que su padre fue martirizado en la “Batalla de Uhud”.

 

Más detalles al respecto mencionan que los politeístas formaron sus filas en un lugar llamado Sabakah e hicieron amplios preparativos para la guerra. Eran 3.000, teniendo como avanzadilla al frente 200 caballos. Jalid bin Walid fue designado en el ala derecha de la caballería e Ikrimah bin Abu Yahl lo fue para el ala izquierda. La infantería estaba bajo el mando de Safwan bin Umayyah; o según otros, de Amr bin Aas. Los arqueros estaban bajo el mando de Abdul’lah bin Abi Rabiah. [Al final], todos ellos aceptaron posteriormente el Islam.

Su bandera fue confiada a Talhah bin Abi Talhah, que era de la gente de los Abd Al-Dar y esta es la misma bandera sobre la que el Mensajero de Al’lah (sa) proclamó:

“Tenemos más derecho [que ellos a cumplir nuestro juramento]”.

[De todos modos], ya se han citado algunos detalles al respecto.

En cualquier caso, Talhah bin Abi Talhah era el abanderado y procedía de los Banu Abd Al-Dar. [Por su parte], mientras incitaba a los abanderados de Banu Abd Al-Dar, Abu Sufian gritó: “¡Oh gente de Banu Abd Al-Dar! Llevasteis nuestra bandera incluso el día de Badr y fuisteis testigos de la derrota que sufrimos. El resultado de una guerra lo deciden los abanderados de un ejército. Si los que empuñan la bandera son fuertes, el resto del pueblo se mantiene firme. Cuando los abanderados se retiran, el resto de la gente también huye, (si los abanderados abandonan el campo de batalla, los demás huyen por miedo). Así pues, o llevas nuestra bandera y la salvaguardas, o te apartas de nuestro camino. Nosotros somos suficiente para hacer tu trabajo”.

Esto se dijo para despertar su indignación; [aunque] respondieron diciendo: “¿Quieres que os entregamos nuestra bandera? Pronto descubrirás -cuando se desate la batalla- de lo que somos capaces”. [Al mismo tiempo], en la retaguardia del ejército, se encontraban las tiendas de las mujeres de los qureish, que tocaban continuamente los tambores y mencionaban los nombres de los caídos en “Badr” para incitar y apasionar a sus guerreros, y a fin de que buscaran redención por su humillación pasada.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) explica esto en “La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)”:

“Tras fortificar completamente su retaguardia, el Profeta (sa) comenzó a organizar el ejército musulmán para la batalla y nombró comandantes diferentes para las distintas secciones del mismo. En esta ocasión, el Mensajero (sa) recibió noticias de que la bandera del ejército de los qureish estaba en manos de Talhah, quien pertenecía a esa dinastía, que bajo la administración de Qusay bin Kilab, el antepasado supremo de los qureish, ostentaba el derecho de abanderamiento en representación de los qureish durante las guerras. [Pues bien], al darse cuenta de esto, el Santo Profeta Muhammad (sa) dejó claro que: ‘Nosotros somos más dignos de demostrar lealtad nacional’; y entonces el Santo Profeta (sa) le quitó la bandera de los ‘Muhayirin’ a Hazrat Ali (ra) y se la confió a Hazrat Musab bin Umair (ra), que también era miembro de la misma dinastía a la que pertenecía Talhah.

 

En el lado opuesto, el ejército de los qureish también se había alineado en formación de combate y Abu Sufian era el comandante en jefe del mismo. Jalid bin Walid comandaba el ala derecha e Ikrimah bin Abu Yahl el flanco izquierdo. Los arqueros estaban dirigidos por Abdul’lah bin Rabiah; y [por último], las mujeres estaban colocadas detrás del ejército y, mientras tocaban sus tambores, cantaban coplas para despertar el espíritu beligerante de sus hombres.

Cuando ambos ejércitos estaban formando filas, Abu Sufian, dirigiéndose a los musulmanes ‘Ansari’, clamó en voz alta: ‘¡Oh gente de Aus y Jazraj! No os interpongáis entre nuestros parientes y nosotros, [aunque] no nos preocupáis en absoluto’. En respuesta, los ‘Ansar’ injuriaron a Abu Sufian y lo maldijeron. Entonces, fue en este punto cuando empezó la batalla y quien inició el combate fue Abu Amir Fasiq, que se llamaba Rahib durante el periodo de ‘yahiliyah’ [‘de la ignorancia’, anterior a la llegada del Islam]. El Profeta (sa) le dio el nombre de Fasiq. Previamente había huido de Medina a La Meca y dijo a los qureish que cuando se reuniera con su gente, estos le seguirían. Tenía la impresión de que cuando regresara y se diera a conocer, los ‘Ansar’ abandonarían a los musulmanes y se unirían a él. No obstante, llegó con 50 hombres de su pueblo y se dice que 15 individuos le acompañaron desde La Meca y el resto fueron reunidos de diferentes tribus, o de los esclavos de La Meca. [Presto], él [Abu Amir Fasiq] gritó y dijo: ‘¡Oh gente de Aus! Soy yo, Abu Amir’. Los ‘Ansar’ respondieron: ‘¡Oh Fasiq, que Dios prive a tus ojos de todo deleite!’; y cuando escuchó esta respuesta de los ‘Ansar’, respondió: ‘Mi pueblo ha sufrido después de mi partida’; y a partir de ese momento empezó a luchar furiosamente y a lanzar piedras.

El [propio] hijo de Abu Amir, Hazrat Hanzalah (ra), participó en esta batalla del lado de los musulmanes. Había aceptado el Islam y pidió permiso al Mensajero de Al’lah (sa) para matar él mismo a su padre. Sin embargo, el Santo Profeta Muhammad (sa) se lo impidió. Eran tiempos apremiantes de guerra y, a pesar de ello, el Profeta (sa) se aseguró de que hubiera calma y compostura, e instruyó: “No, no hagas eso; alguna otra persona lo matará”. [Luego], tras Abu Amir, otro hombre de los qureish, montado en un camello, entró en el campo de batalla y exigió un duelo. Nadie le prestó atención, pero tras llamar [a los musulmanes] tres veces, Hazrat Zubair (ra) avanzó hacia él, rápidamente saltó, se agarró a su cuello y los dos empezaron a luchar encima del camello; y el Santo Profeta (sa) puso de manifiesto: “Quien de los dos toque el suelo primero, morirá”. En ese mismo momento, el idólatra cayó de su camello y Hazrat Zubair (ra) lo atacó y lo mató inmediatamente. El Mensajero (sa) elogió a Hazrat Zubair (ra) y afirmó: “Todo profeta tiene un discípulo y mi discípulo es Zubair”; y el Santo Profeta Muhammad (sa) continuó diciendo: “Si Zubair no se hubiera adelantado para combatir a este incrédulo, yo mismo habría salido [para hacerlo]“.

Cuando comenzó la batalla entre los dos bandos y se acercaron unos a otros, Hind bint Utbah se situó junto a las mujeres y estas empezaron a tocar los tambores mientras ella misma recitaba las siguientes coplas: “¡Mirad, Banu Abd Al-Dar, mirad! ¡Oh vosotros que os cuidáis las espaldas, salid y mostrad vuestra excelente destreza con la espada, somos hijas de gente honorable!”. (Estas son las coplas que cantaba). “Caminamos sobre mullidas alfombras, llevamos perlas al cuello y nuestros cabellos están llenos de almizcle. Si avanzáis os abrazaremos; pero si os alejáis, nos enfadaremos con vosotras y no sentiremos remordimiento alguno por haberos dado la espalda”.

 

[De este modo] intentaba incitar sus emociones.

[Al mismo tiempo], cuando el Santo Profeta (sa) oyó estas coplas pidió:

“¡Oh Allah, hago rondas contigo, ataco contigo, y es por Ti que lucho!

¡Al’lah me basta y es el Mejor de los Protectores!”.

Ellos [es decir, los incrédulos], estaban usando medios materiales, mientras que el Profeta (sa) expresó que sus medios venían puramente a través de Dios Altísimo.

En cualquier caso, la batalla entre los dos ejércitos comenzó oficialmente y ese día la gente luchó ferozmente, y hubo un intenso combate. Personajes como Abu Duyanah Ansari (ra), Talhah bin Ubaidul’lah (ra), Hamzah bin Abdul Muttalib (ra), Ali bin Abu Talib (ra), Anas bin Nazar (ra) y Sad bin Rabi (ra) demostraron gran valentía en la lucha. Al’lah concedió Su ayuda a los musulmanes, cumpliendo Su promesa, y estos aniquilaron a muchos incrédulos con sus espadas, hasta el punto de hacer que su ejército se dispersara. [En definitiva], los jinetes del contingente incrédulo lanzaron tres ataques contra los musulmanes, aunque cada vez fueron rechazados por las flechas de los mismos. [Incluso] ese día Hazrat Umar (ra) le dijo a su hermano Zaid: “¡Oh hermano mío, ponte mi armadura!”; y Zaid respondió: “Deseo el martirio tanto como tú”. De ahí que ambos hermanos fueron a la batalla sin armadura alguna y con la pasión de ser martirizados.

En ese momento, cuando los combates alcanzaron su punto máximo de severidad, el Mensajero de Dios (sa) se sentó bajo la bandera de los “Ansar” y envió un mensaje a Hazrat Ali (ra) pidiéndole que tomara el estandarte y siguiera adelante. Ante esto, Hazrat Ali (ra) avanzó y exclamó: “Soy Abu Al-Qasam”. Ante lo cual, Talha bin Abu Talha salió de las filas de los incrédulos, sosteniendo la bandera de los incrédulos. Esto se debía a que, en las batallas, el deber de llevar la bandera era un honor reservado a la familia de Banu Abd Al-Dar, ya que el estandarte había sido hecho por los Banu Abd Al-Dar. [Por su parte], Talha bin Abu Talha iba en busca de un combate [cara a cara y decía]: “¿Quién se enfrentará a mí?”. Llamó a los musulmanes varias veces, pero nadie avanzó hacia él. Finalmente, Talha gritó y dijo: “¡Oh Compañeros [ra] de Muhammad [sa]! [¿Acaso] pensáis que vuestros muertos (o sea, los mártires) van al Cielo mientras que nuestros fallecidos van al infierno?”.

Otra narración recoge que expresó:

 

“¡Oh Compañeros de Muhammad [sa]! ¿Pensáis que Dios nos sucumbe rápidamente a las hojas de vuestras espadas y luego nos lleva al infierno; o que después de mataros con nuestras espadas os hace entrar rápidamente en el Cielo? Por tanto, ¿quién de vosotros usará su espada para enviarme rápidamente al infierno o entrará rápidamente al Cielo con mi espada?”. Estaba tratando de incitarlos y [a continuación] comenzó a decir: “Por Lat y Uzza, sois unos mentirosos. Si realmente os aferrarais a esa creencia vuestra, entonces seguramente habría alguien entre vosotros que se enfrente a mí en este momento”. Al oír esto, Hazrat Ali (ra) se echó al frente para luchar contra él. Ambos comenzaron a pelear con sus espadas y Hazrat Ali (ra) lo mató. Según una narración, ambos lucharon entre sí mientras se encontraban en medio de ambos ejércitos. Hazrat Ali (ra) inmediatamente se abalanzó sobre él, lo venció, le cortó la pierna y lo tiró al suelo. Las áreas privadas de su cuerpo también quedaron expuestas, y Talha dijo: “¡Oh hermano mío, invoco a Dios, te suplico que tengas misericordia!”. Al escuchar esto, Hazrat Ali (ra) regresó y no lo atacó más. Ante esto, algunos Compañeros (ra) le preguntaron a Hazrat Ali (ra) por qué no lo mató y Hazrat Ali (ra) replicó: “Su prenda inferior se abrió y estaba frente a mí, así que tuve misericordia de él y supe que Al’lah lo había arruinado”.

Según otra narración, el Profeta (sa) le preguntó a Hazrat Ali (ra): “¿Por qué lo perdonaste?”. Hazrat Ali (ra) contestó: “Él invocó a Dios y me suplicó misericordia”. [De todos modos], el Santo Profeta Muhammad (sa) proclamó que debía acabar con él y por eso Hazrat Ali (ra) lo mató. La muerte del abanderado de los incrédulos fue el cumplimiento del sueño del Santo Profeta (sa) en el que vio que cabalgaba sobre un carnero. El Mensajero (sa) estaba muy feliz y glorificó la Grandeza de Al’lah en voz alta, ante lo cual los musulmanes hicieron lo mismo, y luego lanzaron un ataque tan feroz contra los incrédulos que sus filas quedaron completamente dispersas. Los Compañeros (ra) del Profeta (sa) se dividieron en grupos y comenzaron a matar al enemigo con sus espadas hasta que los ahuyentaron.

Tras la muerte de Talha, su hermano Abu Shaibah Uzman bin Abu Talha izó la bandera de los incrédulos. A continuación, Hazrat Hamza (ra) lo atacó y le cortó el brazo por el hombro y su espada le alcanzó hasta la clavícula; y después de acabar con él, Hazrat Hamza (ra) regresó diciendo: “Soy el hijo del aguador de los peregrinos (es decir, Abdul Muttalib)”. Posteriormente, la bandera de los incrédulos fue levantada por Uzman y el hermano de Talha, cuyo nombre era Abu Said bin Abu Talha. Ante esto, Hazrat Sad bin Abi Waqas (ra) lanzó una flecha que golpeó su pecho y, como consecuencia, él murió también. Luego, el estandarte fue levantado por Musafih, hijo de Talha bin Abu Talha, quien había sido matado por Hazrat Ali (ra). Ante esto, Hazrat Asim bin Zabit (ra) lanzó una flecha y él también murió. Más tarde, el hermano de Musafih, Hariz bin Talha, tomó la bandera y Hazrat Asim (ra) lanzó otra flecha, acabando también con él. [Es más], la madre de Musafih y Hariz, ambos hijos de Talha, estaba con el ejército incrédulo. Su nombre era Salafah. [Pues bien], cuando la flecha de Hazrat Asim (ra) le alcanzó, el hijo herido regresó hacia su madre y apoyó su cabeza en su regazo, y Salafah inquirió: “¿Quién te ha herido?”. El hijo respondió: “Escuché la voz de la persona y después de golpearme con una flecha me dijo: ‘Cuida de él. Soy el hijo de Abu Afla’.” Por consiguiente, su madre juró que: “Si agarro la cabeza de Asim bin Zabit, la llenaré de vino y la beberé”. [Por eso], ella anunció: “A quien corte la cabeza de Asim bin Zabit y me la traiga, le daré cien camellos como recompensa”. No obstante, Hazrat Asim (ra) no fue martirizado en la “Batalla de Uhud”. De hecho, fue martirizado durante la “Expedición de Rayi”. Por lo tanto, una vez que ambos hermanos fueron asesinados, el tercer hermano, Kilab bin Talha, tomó la bandera y fue matado por Hazrat Zubair (ra). Según una narración, fue Quzman quien lo mató. Luego, su hermano Yulas bin Talha cogió el estandarte y fue aniquilado por Hazrat Talha bin Ubaidul’lah (ra).

De esta manera, los cuatro hermanos, Musafih, Harz, Kilab y Yulas, fueron matados junto con su padre Talha. Además, dos de sus tíos, Uzman y Abu Said, también murieron durante la “Batalla de Uhud”. Tras esto, Utar bin Shurahbil recogió la bandera de los qureish, aunque fue asesinado por Hazrat Ali (ra); mientras que según una narración fue matado por Hazrat Hamza (ra). Posteriormente, Shuraih bin Qariz tomó la bandera y asimismo fue asesinado, aunque se desconoce quién lo mató. Tras esto, Abu Zaid bin Amr levantó el estandarte, pero Quzman lo mató. Más tarde, el hijo de Shurahbil bin Hashim recogió la bandera pero fue asesinado por Quzman; y tras él, el esclavo Suwab volvió a tomarla. Él era de origen africano y luchó hasta que le cortaron la mano, pero rápidamente se sentó y sostuvo la bandera usando su pecho y su cuello hasta que Quzman también lo mató.

En una narración se dice que fue aniquilado por Hazrat Saad bin Abi Waqas (ra), mientras que otros relatos afirman que fue asesinado por Hazrat Ali (ra). [Entonces], cuando todos los abanderados fueron matados, los idólatras dieron media vuelta y comenzaron a huir, mientras sus mujeres comenzaron a maldecirlos. Todos los abanderados fueron asesinados según el sueño del Mensajero de Dios (sa) en el que vio que el abanderado sería aniquilado. Así, todos fueron asesinados. El ejército musulmán los persiguió para matarlos y finalmente los alejaron del otro ejército. Las mujeres que venían con el ejército de los qureish también huyeron y tras ello no quedaron dudas sobre la derrota de los qureish y los musulmanes entraron en el corazón del ejército idólatra y comenzaron a recoger el botín de guerra.

En relación a esto, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe:

“El primero en avanzar del ejército de los qureish fue Abu Amir y [luego] sus seguidores. Él era de la tribu Aus, solía residir en Medina y era conocido con el nombre de Rahib. Poco después de la llegada del Santo Profeta Muhammad (sa) a Medina, este individuo se llenó de malicia y celos, y marchó a La Meca con algunos partidarios e incitó continuamente a los qureish de La Meca contra el Santo Profeta (sa) y los musulmanes. Ahora, en la ‘Batalla de Uhud’, entró en guerra contra los musulmanes como partidario de los qureish. [En este sentido], es sorprendente notar que Hanzala (ra), el hijo de Abu Amir, era un musulmán muy fiel, que formó parte del ejército musulmán en ocasión de esta guerra y fue martirizado luchando valientemente. Dado que Abu Amir pertenecía a la gente influyente de la tribu Aus, confiaba en que después de presentarse ante el pueblo de Medina tras un periodo tan largo de separación, ellos inmediatamente abandonarían a Muhammad [sa] y se unirían a él. Con esta esperanza, Abu Amir avanzó antes que nadie junto con sus seguidores y exclamó en voz alta: ‘¡Oh gente de la tribu Aus, soy yo, Abu Amir!’. [De todas formas], los ‘Ansar’ gritaron con una sola voz: ‘¡Vete [de aquí], hombre malvado y que nunca recibas el deleite de tus ojos!’. Presto le arrojaron piedras y Abu Amir, junto con sus seguidores, sintiéndose extremadamente abrumados, huyeron de regreso al lugar de donde habían venido.

 

[Entonces], al presenciar esta escena, Talha, el abanderado de los qureish, avanzó con mucha vehemencia y pidió un duelo en un tono muy arrogante. Hazrat Ali (ra) avanzó para enfrentarse a él y lo hirió de muerte con dos o cuatro golpes. Luego se adelantó Uzman, el hermano de Talha, y desde el frente contrario, Hamza (ra) dio un paso adelante para desafiarlo y abatirlo. Al presenciar este espectáculo, los incrédulos se enfurecieron y lanzaron un ataque total. [Por su parte], gritando consignas de la grandeza de Al’lah, los musulmanes también avanzaron y ambos ejércitos combatieron ferozmente entre sí. Por tanto, una vez que el abanderado de los qureish fue asesinado, ambos ejércitos lucharon entre sí y se produjo una masacre brutal; y esta matanza y derramamiento de sangre continuaron durante un tiempo. Al final, de forma lenta pero segura, el ejército de los qureish comenzó a perder terreno frente al ejército musulmán”.

El renombrado historiador británico Sir William Muir ha escrito:

“Presionado por el feroz ardor de los musulmanes, el ejército de La Meca comenzó a flaquear. Sus caballos intentaron repetidamente subyugar el flanco izquierdo de Muhammad [sa], pero cada vez se vieron obligados a retroceder por el mordaz tiro con arco del pequeño grupo de 50 hombres que Muhammad [sa] había apostado allí y se mostró el mismo atrevido desprecio por el peligro que en ‘Badr’. (Esto lo escribe un historiador británico); y las filas de La Meca se estremecieron cuando Abu Duyana [ra], que llevaba un pañuelo rojo alrededor del casco, recorrió las filas enemigas y, con una espada que le había dado Muhammad [sa], sembró la muerte por doquier. Hamza [ra], llamativo por su ondeante pluma de avestruz; Ali [ra], conocido por su largo penacho blanco, y Al-Zubeir [ra], por su brillante turbante amarillo, como héroes de la Ilíada, llevaban la confusión allá donde aparecían’.”

“La Ilíada” [de Platón] a la que se refiere Sir William Muir son relatos heroicos de guerreros griegos.

Con todo, Sir William Muir añade:

“Tales fueron las escenas en las que se forjaron los grandes líderes de las conquistas musulmanas. En todo caso, se produjo una intensa batalla y durante mucho tiempo no se supo quién llevaba ventaja. Al final, por la Gracia de Dios, el ejército de los qureish fue repelido porque sus filas se rompieron. [Entretanto], los abanderados de los qureish fueron asesinados uno tras otro, [pues] nueve de ellos recogieron su estandarte de guerra pero cada uno de ellos fue aniquilado por el ejército musulmán (cuyos detalles ya se han mencionado). Finalmente, el esclavo etíope de Talha se adelantó y recogió la bandera con valentía, aunque un musulmán se adelantó y de un solo golpe le cortó las dos manos, con lo que el estandarte de los qureish cayó al suelo. Sin embargo, la valentía y la pasión de Suwab eran tales que cayó al suelo junto con la bandera e intentó izarla de nuevo apretándola contra su pecho. De todas maneras, el musulmán [que le atacó] sabía muy bien el significado de vencer a una bandera, se le abalanzó desde arriba y mató a Suwab; y tras esto, nadie de entre los qureish tuvo el valor o la determinación de volver a tomar dicho estandarte.

 

Al mismo tiempo, por orden del Santo Profeta (sa), los musulmanes elevaron las consignas de “Al’lah es el Más Grande” y lanzaron un poderoso ataque que dispersó las filas restantes del ejército enemigo; y  atravesando las mismas llegaron a la parte del ejército donde estaban las mujeres. [A continuación], se produjo una estampida entre el ejército de La Meca y pronto el campo de batalla quedó vacío. Los musulmanes estaban completamente tranquilos hasta el punto de que se pasaron a recoger el botín de guerra”.

 

[Respecto a todo esto], Hazrat Musleh Maud, [Jalifatul Masih II (ra)] dice:

 

“Comenzó la batalla y, con la ayuda y el socorro de Dios Altísimo, el ejército musulmán, compuesto por solo 650 hombres, hizo huir en muy poco tiempo al experimentado ejército de La Meca, que contaba con 3.000 hombres. El contingente musulmán salió en su persecución y los que estaban apostados en la montaña para proteger la retaguardia del ejército dijeron a su comandante que, puesto que el enemigo había sido derrotado, también se les permitiera participar en la ‘yihad’. [Ante esto], el comandante les advirtió que no lo hicieran y les recordó lo que declaró el Mensajero de Al’lah (sa). Ellos respondieron que lo que el Santo Profeta Muhammad (sa) dijo fue para enfatizar la importancia de esta posición y que no quiso decir que, aunque el enemigo huyera, ellos debían permanecer allí. Dicho esto, bajaron de la montaña y entraron en el campo de batalla”.

Los acontecimientos que se desencadenaron a causa de su desobediencia se mencionarán en el futuro.

 

[Ahora], en relación a la espada de Abu Duyanah (ra) que William Muir también ha mencionado, hay más detalles sobre este Compañero (ra) que cogió la espada del Santo Profeta (sa) y le hizo justicia.

Hazrat Anas (ra) relata que el día de Uhud, el Profeta (sa) empuñó una espada y preguntó:

“¿Quién se llevará esta?”. Todos los Compañeros (ra) extendieron sus manos y expresaron su voluntad [de hacerlo]. El Mensajero (sa) volvió a preguntar, diciendo: “¿Quién se la llevará haciéndole justicia?”. Hazrat Anas (ra) narra que ante esto los Compañeros (ra) se detuvieron, pero que Hazrat Simak bin Jarasha Abu Duyanah (ra) habló y dijo que la tomaría y le haría justicia. [Así], Hazrat Anas (ra) prosigue diciendo que a continuación empuñó la espada y partió las cabezas de los idólatras, haciéndole así justicia. (Esta es una narración de Sahih Muslim).

[Sobre esto], Ibn Utbah ha declarado que cuando el Santo Profeta Muhammad (sa) mostró la espada,  Hazrat Umar (ra) expresó su voluntad de tomarla, aunque el Mensajero de Dios (sa) contuvo su mano y no se la dio. [Así pues], primero Hazrat Umar (ra) la pidió y luego Hazrat Zubair (ra) lo hizo. No obstante, el Santo Profeta (sa) tampoco se la dio, [por lo que] ambos sintieron eso profundamente en su corazón, [o sea, el haberse visto privados de dicha oportunidad].

Otra narración dice que Hazrat Zubair (ra) pidió la espada tres veces, pero el Profeta (sa) no se la dio. Hazrat Ali (ra) también se levantó y la pidió, aunque el Mensajero de Al’lah (sa) le dijo que se sentara y no se la dio [tampoco]. En otra narración se afirma que incluso Hazrat Abu Bakr (ra) se encontraba entre los Compañeros (ra) que expresaron su deseo de que se les concediera la espada.

En otra tradición [más], se dice que Hazrat Abu Duyanah (ra) preguntó cómo se le podía hacer justicia. Ante esto, el Santo Profeta Muhammad (sa) contestó: “No matéis a ningún musulmán con ella y nunca huyáis de los incrédulos [en la batalla] mientras la tengáis en vuestro poder”. En otras palabras, luchad contra ellos con valentía.

Al oír esto, Hazrat Abu Duyanah (ra) declaró:

“Tomaré esta espada y ciertamente le haré justicia”.

Cuando el Santo Profeta (sa) concedió la espada a Hazrat Abu Duyanah (ra), partió la cabeza de los idólatras con ella y recitó las siguientes pareados:

“Soy aquel cuyo amigo tomó de mi parte un juramento

mientras estábamos junto a las palmeras datileras de Safaa.

Me comprometí a no situarme en las filas de la retaguardia del ejército

y combatiré al enemigo con la espada de Dios y de Su Mensajero (sa)”.

 

Cuando Hazrat Abu Duyanah (ra) tomó la misma, comenzó a caminar orgullosamente entre las filas del ejército y al observar esto el Profeta (sa) manifestó:

“La forma en que camina es una que desagrada a Al’lah excepto en ocasiones como ésta”;

es decir, durante la batalla.

Al mencionar a Hazrat Abu Duyanah (ra), Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) ha dicho en “La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa)” lo siguiente:

“Al presenciar este espectáculo, los incrédulos se enfurecieron y lanzaron un ataque sin cuartel; y gritando consignas de la grandeza de Dios, los musulmanes también avanzaron, y ambos ejércitos se enfrentaron ferozmente entre sí. Fue quizá en esta ocasión cuando el Mensajero (sa) tomó su espada con la mano y preguntó: ‘¿Quién cogerá esta espada y le hará justicia?’. Muchos Compañeros (ra) extendieron sus manos por el deseo de [obtener] ese honor, incluyendo a Hazrat Umar (ra) y Hazrat Zubair (ra); y considerando varias narraciones, incluso [lo hicieron] Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Ali (ra). De todas formas, el Santo Profeta Muhammad (sa) contuvo su mano y continuó diciendo: ‘¿Hay alguien que le haga justicia a esta espada?’.

Finalmente, Hazrat Abu Duyanah Ansari (ra) extendió su mano y dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Concédeme ese honor’. El Santo Profeta (sa) le otorgó la espada y, con ella en la mano, Hazrat Abu Duyanah (ra) se pavoneó marchando orgullosamente hacia los infieles. [Entonces], el Profeta (sa) se dirigió a los Compañeros (ra) diciendo: ‘Dios aborrece enormemente esa forma de andar, aunque no en una ocasión como esta’.

Hazrat Zubair (ra), que era el más deseoso de recibir la espada del Santo Profeta Muhammad (sa) y que se sentía más merecedor [de ello] por ser pariente cercano del Mensajero (sa), empezó a dar vueltas y vueltas con ansiedad. Pensó para que por qué el Santo Profeta (sa) no le había confiado esa espada a él y se la había dado a Hazrat Abu Duyanah (ra). [Por ello], a fin de aliviar su propia angustia, en su corazón juró permanecer cerca de Hazrat Abu Duyanah (ra) en el campo de batalla, para que pudiera presenciar cómo usaba dicha espada.

Así lo relata:

‘Abu Duyanah (ra) se ató un paño rojo a la cabeza y tomando esa espada en mano, mientras tarareaba tranquilamente pareados de alabanza a Al’lah, penetró en las filas de los idólatras; y vi que, a dondequiera que se volvía, era como si anduviera esparciendo la muerte; y no vi a un solo hombre que llegara ante él y luego se salvara. Tanto fue así que, abriéndose paso a través del ejército de los qureish, emergió por la esquina opuesta del mismo, donde se encontraban las mujeres de los qureish. Hind, la esposa de Abu Sufian, que animaba a sus hombres con gran celo y conmoción, se presentó ante él. Abu Duyanah (ra) levantó su espada sobre ella y Hind chilló en voz alta, pidiendo ayuda a sus hombres, pero nadie acudió en su ayuda. Entonces vi que Abu Duyanah (ra) bajó su espada por su propia voluntad y se alejó de aquel lugar’.

Hazrat Zubair (ra) prosigue:

En esta ocasión, pregunté a Abu Duyanah [ra]: ‘¿Qué ha pasado? Primero levantaste la espada, pero luego la bajaste’. Él respondió: ‘Mi corazón no podía aceptar el hecho de que yo usara la espada del Profeta (sa) contra una mujer; y además una mujer así, que en ese momento no tenía protector masculino’.”

(Este era un principio de guerra).

Hazrat Zubair (ra) continúa:

“Fue entonces cuando comprendí cómo Abu Duyanah (ra) de hecho hizo justicia a la espada del Santo Profeta Muhammad (sa)’.”

Hazrat Musleh Maud, [Jalifatul Masih II (ra)], también ha mencionado este incidente en el que el Compañero (ra) levantó su espada contra una mujer, aunque luego no la mató, [ya que] escribe que cuando le hicieron esa pregunta, Hazrat Abu Duyanah (ra) contestó: “Mi corazón no me permitía usar la espada que me dio el Santo Profeta (sa) contra una mujer indefensa”.

Hazrat Musleh Maud (ra) dice además:

“El Mensajero de Dios (sa) siempre exhortaba a honrar y respetar a las mujeres; y fue debido a esto que las mujeres de los incrédulos se volvieron aún más atrevidas en sus estratagemas para atacar a los musulmanes. No obstante, los creyentes continuaron soportando pacientemente todo eso”.

De este relato se desprende que no lo hizo porque el Profeta (sa) exhortaba a respetar a las mujeres y era por esta razón que [estas] se envalentonaban aún más y buscaban causar daño. Sin embargo, los musulmanes seguían soportando pacientemente todo esto. En conclusión, esa era una regla de la guerra.

“InshAl’lah” [si Dios quiere], los detalles restantes continuarán en el futuro.

Seguid rezando por los palestinos:

Las injusticias están llegando a su límite días tras día. De hecho, siguen aumentando [sin parar].

¡Que Dios Altísimo procure los medios para que los opresores sean llevados ante la justicia y cree alivio para los palestinos oprimidos!

¡Que Él conceda a los países musulmanes la razón y el entendimiento para que sus voces se unan y se esfuercen por defender los derechos de sus hermanos musulmanes!

Resumen

Después de recitar el Tashahhud, el Ta`awwuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba) dijo que había estado mencionando incidentes de la vida del Santo Profeta (sa) relacionados con la Batalla de Uhud.

La habilidad militar del Santo Profeta (sa)

Su Santidad (aba) dijo que cuando los musulmanes llegaron a Uhud, la montaña estaba en su parte posterior para mantenerlos protegidos de ser atacados por detrás. Sin embargo, también había una colina desde donde el enemigo podría haber atacado. Por lo tanto, el Profeta (sa) estacionó 50 arqueros en esa colina. Además, el Santo Profeta (sa) les ordenó que no abandonaran su puesto bajo ninguna circunstancia hasta que recibieran órdenes directas del Santo Profeta (sa). No importaba si los musulmanes perdían la batalla o salían victoriosos, no debían abandonar su puesto a menos que se lo ordenara expresamente el Santo Profeta (sa).

Su Santidad (aba) citó a varios historiadores, que alabaron la habilidad militar del Santo Profeta (sa) y cómo esta estrategia era extremadamente astuta para proteger a los musulmanes en todos los frentes. Su Santidad citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) que escribe:

Depositando su confianza en Dios, el Santo Profeta (sa) marchó hacia adelante y acampó en una zona plana a los pies del monte Uhud, de tal manera que la montaña quedó detrás de los musulmanes, y Medina se situó frente a ellos, por así decirlo. De este modo, el Santo Profeta (sa) consiguió asegurar la parte trasera del ejército. Había un paso de montaña en el valle de la parte de atrás desde el que se podía atacar. Por lo tanto, el plan que ideó el Santo Profeta (sa) para asegurarlo consistió en colocar a cincuenta arqueros de entre sus compañeros en este lugar bajo el mando de Abdul’lah bin Yubair (ra), y les ordenó enfáticamente que no abandonaran este lugar bajo ninguna circunstancia, y que continuaran lanzando flechas al enemigo. El Santo Profeta (sa) estaba tan preocupado por la seguridad de este paso de montaña que repetidamente instruyó a Abdul’lah bin Yubair (ra):

“Mira, este paso de montaña no debe quedar vacío bajo ninguna circunstancia. Aunque veas que hemos salido victoriosos, y el enemigo ha huido derrotado, no abandones este lugar; y si ves que los musulmanes han sido derrotados, y el enemigo ha prevalecido sobre nosotros, no te muevas de este lugar.”

Esta instrucción fue tan enfática que en una narración se relatan las siguientes palabras:

“Aunque veas que los buitres están desgarrando nuestros restos, no te muevas de este lugar hasta que recibas la orden de marcharte”‘.

(La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, pp. 327-328)

Su Santidad (aba) dijo que después de nombrar a los 50 arqueros, el Santo Profeta (sa) comenzó a organizar las filas del ejército y a asignar tareas. La posición de los musulmanes en comparación con el enemigo era muy débil, en términos de número, armas y medios. De hecho, por cada musulmán había cuatro soldados de los de La Meca. Los de La Meca estaban mucho mejor equipados y armados que los musulmanes. Ellos tenían diez filas de soldados mientras que los musulmanes sólo tenían dos filas y además los 50 arqueros de la montaña.

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

Después de fortificar completamente su parte posterior, el Santo Profeta (sa) comenzó a organizar el ejército musulmán en formación de batalla, y nombró comandantes separados para las distintas secciones del ejército. En esta ocasión, el Santo Profeta (sa) recibió noticias de que la bandera del ejército de Quraish estaba en manos de Talhah. Talhah pertenecía a la dinastía que, bajo la administración de Qusayy bin Kilab, el antepasado supremo de los Quraish, ostentaba el derecho de abanderamiento en representación de los Quraish durante las guerras. Al darse cuenta de esto, el Santo Profeta (sa) dijo: “Nosotros somos más dignos de demostrar lealtad nacional”, y entonces, el Santo Profeta (sa) le quitó la bandera de los Muhayirin a Hazrat Ali (ra) y se la confió a Mus’ab bin Umair (ra), que también era miembro de la misma dinastía a la que pertenecía Talhah.

En el lado opuesto, el ejército de los Quraish también se había alineado en la formación de batalla. Abu Sufyan era el comandante en jefe del ejército. Khalid bin Walid era el comandante del flanco derecho e Ikramah bin Abu Yahl comandaba el flanco izquierdo. Los arqueros estaban dirigidos por Abdul’lah bin Rabi’ah. Las mujeres se situaron detrás del ejército y, mientras tocaban sus tambores, cantaban coplas para despertar el espíritu marcial de sus hombres”.

(La vida y el carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol 2, pp. 328)

Comienzo de la Batalla de Uhud

Su Santidad (aba) dijo que entonces comenzó la batalla. El primero en avanzar de los Quraish fue Abu Amir, mientras que su hijo Hazrat Hanzalah (ra) luchaba en el bando musulmán. Pidió permiso al Santo Profeta (sa) para matar a su padre en la batalla, sin embargo el Santo Profeta (sa) no lo permitió. Incluso en esta época de guerra, el Santo Profeta (sa) enseñó a mantener el control sobre las propias emociones. Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

El primero en avanzar del ejército de los Quraish fue Abu Amir y sus seguidores (que ya ha sido mencionado anteriormente). Era de la tribu Aus y solía residir en Medina, y era conocido por el nombre de Rahib’. Poco después de la llegada del Santo Profeta (sa) a Medina, este individuo se llenó de malicia y celos, y partió hacia La Meca con algunos seguidores, e incitó continuamente a los Quraish de La Meca contra el Santo Profeta (sa) y los musulmanes. Ahora, en la Batalla de Uhud, se presentó en guerra contra los musulmanes como partidario de los Quraish. Es asombroso notar que Hanzalah, el hijo de Abu Amir era un musulmán muy fiel, que formó parte del ejército musulmán en ocasión de esta guerra, y fue martirizado luchando valientemente. Como Abu Amir pertenecía a la gente influyente de la tribu Aus, confiaba en que tras presentarse ante la gente de Medina después de un periodo tan largo de separación, abandonarían inmediatamente a Muhammad (sa) y se unirían a él. Con esta esperanza, Abu Amir avanzó con sus seguidores antes que nadie y exclamó en voz alta: “¡Oh, gente de la tribu Aus! Soy yo, Abu Amir”. Los Ansar gritaron a una sola voz: “¡Vete, malvado! Que nunca recibas el deleite de tus ojos”. Abu Amir y sus seguidores perdieron el sentido y huyeron por donde habían venido. Al presenciar este espectáculo, Talhah, el abanderado de los Quraish, se adelantó con mucha vehemencia y pidió un duelo en un tono muy arrogante. Hazrat Ali (ra) avanzó para enfrentarse a él y le asestó dos o cuatro golpes. Después de esto, Uthman, el hermano de Talhah se adelantó; y desde el frente opuesto, Hamzah (ra) se adelantó para desafiarle y tirarle al suelo. Al ver esto, los incrédulos se enfurecieron y se lanzaron al ataque. Gritando consignas de la grandeza de Dios, los musulmanes también se adelantaron, y ambos ejércitos chocaron ferozmente entre sí…

Por lo tanto, después de que el abanderado de Quraish fuera asesinado, ambos ejércitos chocaron entre sí y se produjo una carnicería brutal, y durante un tiempo, esta matanza y derramamiento de sangre continuó. Por fin, lenta pero seguramente, el ejército de los Quraish empezó a perder pie frente al ejército musulmán.

El renombrado historiador británico, Sir William Muir escribe:

“Presionado por el feroz ardor de los musulmanes, el ejército de La Meca comenzó a vacilar. Sus caballos intentaron repetidamente doblar el flanco izquierdo de Muhammad, pero se vieron obligados a retroceder por la puntería de la pequeña banda que Muhammad había apostado allí. Se mostró el mismo desprecio por el peligro que en Badr. Se podía ver temblar a las filas de La Meca cuando Abu Duyanah, que se distinguía por el pañuelo rojo que llevaba en el casco, recorrió las filas enemigas y, con una espada que le había dado Muhammad, repartió muerte por todas partes. Hamza, que destacaba por su ondeante pluma de avestruz; Alí, conocido por su largo penacho blanco, y Az-Zubair, por su brillante turbante amarillo, como héroes de la Ilíada, sembraban la confusión allí donde aparecían. Tales eran las escenas en las que se criaron los grandes líderes de las conquistas musulmanas”.

Así pues, se entabló la batalla, que fue feroz, y durante bastante tiempo la victoria permaneció oscura. Sin embargo, con el tiempo, por la Gracia de Dios, los Quraish empezaron a perder terreno y comenzaron a aparecer signos de confusión y desorden en todo el ejército. Los abanderados de Quraish fueron asesinados uno tras otro, y unos nueve de ellos tomaron la bandera nacional por turnos, pero uno tras otro, todos fueron abatidos a manos de los musulmanes. Finalmente, un esclavo abisinio de Talhah, llamado Sawab, avanzó valientemente y tomó la bandera, pero también él fue recibido por un musulmán, que se adelantó y, cortándole ambas manos de un solo golpe, hizo polvo la bandera de los Quraish. Sin embargo, Sawab era un hombre valiente y apasionado – se tiró al suelo junto con ella, e intentó levantar la bandera con el apoyo de su pecho, pero aquel musulmán que conocía bien el valor y el valor de una bandera abatida, golpeó con su espada desde arriba y acabó con Sawab allí mismo. Después de esto, ni un solo individuo de los Quraish pudo reunir el valor y la fuerza para izar la bandera. En el bando contrario, siguiendo órdenes del Santo Profeta (sa), los musulmanes lanzaron otra feroz embestida mientras gritaban eslóganes de la grandeza de Dios. Atravesando y dispersando las escasas filas enemigas que quedaban, llegaron al extremo opuesto del ejército, donde se encontraban las mujeres de los Quraish. Se desató un caos absoluto en el ejército de La Meca y, en poco tiempo, el campo quedó más o menos despejado. tanto que los musulmanes se sintieron tan aliviados que se dedicaron a recoger botines de guerra”.

(La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, pp. 329-332)

Hacer justicia a la espada del Santo Profeta (sa)

Su Santidad (aba) dijo que el día de Uhud, el Santo Profeta (sa) sostuvo una espada y preguntó quién la tomaría. Todos los Compañeros expresaron su voluntad. El Santo Profeta (sa) volvió a preguntar, diciendo ¿quién haría justicia con ella? Sin embargo, Hazrat Abu Duyanah (ra) tomó la palabra y dijo que él le haría justicia. A partir de ese momento, causó grandes estragos contra el enemigo usando esa misma espada, haciéndole así justicia. En otra narración, se registra que Hazrat Abu Duyanah (ra) preguntó qué significaba hacer justicia a la espada, a lo que el Santo Profeta (sa) dijo que significaba no matar a ningún musulmán con ella y no apartarse cuando se enfrentaba al enemigo. Fue entonces cuando Hazrat Abu Duyanah (ra) dijo que haría justicia con la espada.

Su Santidad (aba) citó a Hazrat Mirza Bashir Ahmad (ra) quien escribe:

Al ver esto, los infieles se enfurecieron y se lanzaron al ataque. Gritando eslóganes de la Grandeza de Dios, los musulmanes también se adelantaron, y ambos ejércitos chocaron ferozmente entre sí. Fue quizás en esta ocasión cuando el Santo Profeta (sa) tomó su espada en la mano y dijo: “¿Quién tomará esta espada y le hará justicia?”. Muchos compañeros extendieron sus manos en el deseo de este honor, entre los que se encontraban Hazrat Umar (ra) y Zubair (ra), y a la luz de varias narraciones, incluso Hazrat Abu Bakr (ra) y Hazrat Ali (ra). Sin embargo, el Santo Profeta (sa) contuvo su mano y continuó diciendo: “¿Hay alguien que haga justicia a esta espada?”. Finalmente, Abu Duyanah Ansari (ra) extendió su mano y dijo: “¡Oh Mensajero de Al’lah! Concédeme este honor”. El Santo Profeta (sa) le otorgó la espada, y con esta espada en la mano, Abu Duyanah (ra) se adelantó, marchando orgullosamente hacia los incrédulos. El Santo Profeta (sa) se dirigió a los Compañeros diciendo: “Al’lah aborrece enormemente este modo de andar, pero no en una ocasión como esta.” Zubair (ra), que era el más deseoso de recibir la espada del Santo Profeta (sa), y que sentía que era más merecedor debido a que era un pariente cercano del Santo Profeta (sa) comenzó a dar vueltas con ansiedad. Pensó por qué el Santo Profeta (sa) no le había confiado la espada a él, sino a Abu Duyanah (ra). Con el fin de aliviar su propia angustia, en su corazón juró permanecer cerca de Abu Duyanah (ra) en el campo de batalla, para que pudiera ser testigo de cómo se utilizaba esta espada. Así, relata:

“Abu Duyanah (ra) se ató un paño rojo en la cabeza, y tomando esta espada en la mano, mientras tarareaba suavemente canciones de Alabanza a Dios, penetró en las filas idólatras. Vi que dondequiera que se volvía, era como si fuera esparciendo la muerte, y no vi a un solo hombre que llegara ante él y se salvara. Hasta tal punto fue así que, abriéndose paso a través del ejército de los Quraish, emergió por la esquina opuesta del ejército, donde se encontraban las mujeres de los Quraish. Hind, la esposa de Abu Sufyan, que estaba animando a sus hombres con gran celo y conmoción se presentó ante él. Abu Duyanah (ra) levantó su espada sobre ella y Hind gritó en voz alta, pidiendo ayuda a sus hombres, pero nadie acudió en su ayuda. Sin embargo, entonces vi que Abu Duyanah (ra) bajó su espada por su propia voluntad y se alejó de aquel lugar.

Zubair (ra) relata:

“En esta ocasión, le pregunté a Abu Duyanah, ‘¿Qué pasó? Primero levantaste tu espada, pero luego la bajaste’. Él respondió: ‘Mi corazón no podía aceptar el hecho de que debía usar la espada del Santo Profeta (sa) contra una mujer; y además una mujer así, que en ese momento no tenía protector masculino'”. Zubair (ra) relata: “Fue entonces cuando comprendí cómo Abu Duyanah (ra) de hecho hizo justicia con la espada del Santo Profeta (sa) y que yo quizás no podría haber hecho lo mismo, y así, la desconfianza en mi corazón se disipó”‘.

(La Vida y el Carácter del Sello de los Profetas (sa), Vol. 2, pp. 329-331)

Un ejemplo de las reglas de guerra del Islam

Su Santidad (aba) dijo que esto era un reflejo de las enseñanzas del Islam sobre las reglas de la guerra. De hecho, Hazrat Mirza Bashiruddin Mahmud Ahmad (ra) explicó que Hazrat Abu Duyanah (ra) tomó esta decisión de no atacar a las mujeres porque el Santo Profeta (sa) había inculcado a sus seguidores que honraran y respetaran a las mujeres en cualquier circunstancia. Por lo tanto, esto también formaba parte de las reglas de guerra enseñadas por el Santo Profeta (sa).

Su Santidad (aba) dijo que seguiría narrando estos incidentes en el futuro.

Oraciones por Palestina

Su Santidad (aba) instó a rezar continuamente por los palestinos. Las crueldades sobrepasan todos los límites y aumentan día a día. Que Al’lah lleve a los opresores ante la justicia y facilite las cosas a los palestinos oprimidos. Que conceda a los países musulmanes la razón y el entendimiento de que deben unirse en una sola voz para que sean ellos quienes se esfuercen por defender los derechos de sus hermanos musulmanes.

Resumen preparado por The Review of Religions

Share via