Justicia - El prerrequisito para un mundo en Paz
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

El 22 de octubre de 2016, el Líder Mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, el Quinto Jalifa (Califa), Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad, pronunció el discurso principal en el 1er. Simposio Nacional por la Paz organizado por la Comunidad Musulmana Ahmadía de Canadá. El evento se realizó en la Mezquita Baitul Islam en la Aldea de la Paz, Vaughan, con una audiencia de más de 600 personas, integrada por funcionarios gubernamentales, entre ellos el alcalde de Vaughan, Hon. Maurizio Bevilacqua; el Diputado del Parlamento, Deb Schulte y la Concejala de la Ciudad, Marilyn Iafrate.

Discurso de apertura del Líder Mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía en el 1º Simposio Nacional de la Paz en Canadá, llevado a cabo el 23 de octubre de 2016

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V, líder Mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, dijo:

Bismillahir Rahmanir Raheem – en el Nombre de Al-lah, el Compasivo, Siempre Misericordioso.

A todos nuestros distinguidos invitados, Assalamo Alaikum Wa Rahmatullahe Wa Barakatohu – la paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos ustedes.

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En primer lugar, quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer a todos ustedes que hayan aceptado amablemente nuestra invitación. Dentro del Islam, la Comunidad Musulmana Ahmadía es la agrupación que fue establecida de acuerdo con la profecía hecha por el Fundador del Islam, el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) hace más de 1.400 años.

A este respecto, la Comunidad Musulmana Ahmadía es única porque, aunque el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) profetizó que los musulmanes se separarían y se dividirían, él no mencionó directamente ninguna otra agrupación. En su profecía, el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) pronosticó una época en que la mayoría de los musulmanes habrían olvidado las verdaderas enseñanzas del Islam y sus actos no estarían de acuerdo con su religión. Junto a esto, el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) también dio la alegría de que, en un momento de tal decadencia espiritual, Al-lah el Todopoderoso enviaría a una persona como el Mesías Prometido e Imam Mahdi (el Guiado) que iluminaría al mundo entero con las enseñanzas verdaderas y pacíficas del Islam.

Y nosotros, los musulmanes áhmadis, creemos que el Fundador de nuestra Comunidad es el Mesías Prometido y Mahdi, que fue enviado de acuerdo con las profecías del Santo Profeta del Islam (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él). Durante su vida, el Mesías Prometido (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) hizo brillar una luz eterna sobre las verdaderas enseñanzas del Islam, e informó al mundo de lo que verdaderamente representa el Islam. Por lo tanto, el primer punto que quiero dejar claro es que la Comunidad Musulmana Ahmadía no debe ser considerada una secta “liberal” o “reformista” del Islam.

Al contrario, estamos siguiendo las enseñanzas originales del Islam, según lo prescrito por el Sagrado Corán y el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él). Esas enseñanzas nobles se pueden resumir en sólo dos líneas: amar a tu Creador y cumplir con Sus derechos y amar a Su Creación y cumplir con sus derechos. Así, a los musulmanes se les enseña a mostrar amor, compasión y bondad a toda la Creación de Dios, especialmente a la humanidad, que Al-lah ha considerado como lo mejor de la Creación. Es absolutamente cierto que nosotros, los musulmanes áhmadis, somos amantes de la paz y buscamos construir puentes de amor y esperanza entre diferentes religiones y diferentes comunidades. Sin embargo, esto no es porque nos hayamos desviado del Islam o lo hayamos modernizado de alguna forma. Más bien, es porque seguimos las enseñanzas auténticas del Islam.

Como acabo de decir, las enseñanzas centrales del Islam giran en torno al cumplimiento de los derechos de Dios Todopoderoso y el cumplimiento de los derechos de Su Creación, por lo que ahora explicaré cómo el Sagrado Corán ha enseñado a los musulmanes a cumplir estos dos objetivos fundamentales. El primer versículo, del primer capítulo, del Sagrado Corán dice:

“En el Nombre de Al-lah, el Compasivo, el Misericordioso”.

Después, en el segundo versículo, dice que Al-lah el Todopoderoso es el:

“…Señor de todos los mundos.”

Entonces, en el tercer versículo, se repite otra vez que Al-lah es:

“El Compasivo, el Siempre Misericordioso”.

Por lo tanto, las primeras palabras y versículos del Corán dejan claro que no sólo los musulmanes se benefician de Al-lah, que es el Compasivo y el Misericordioso. Como Señor de toda la humanidad, Él no es sólo el Proveedor y Sustentador de los musulmanes, sino también de los cristianos, los judíos, los hindúes, los sikhs y las gentes de todas las demás religiones y creencias. Es el Sustentador de los que niegan Su existencia. Por lo tanto, según las leyes de la naturaleza, Al-lah el Todopoderoso ha proporcionado los medios y el sustento para la supervivencia de toda la humanidad. Esta es una lección general para todos los musulmanes que les muestra que no pueden afirmar que Dios Todopoderoso es sólo para ellos, sino que Él es para toda la humanidad y de hecho para todas las formas de la Creación. Además, en el capítulo 21, versículo 108 del Sagrado Corán, Al-lah el Todopoderoso ha considerado al Fundador del Islam, el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) una “misericordia para toda la humanidad”. Él fue enviado a este mundo por Dios, no sólo como una fuente de amor, compasión y simpatía hacia los musulmanes, sino para todas las personas, de todas las religiones y creencias.

En resumen, estos versículos introductorios del Corán demuestran que ninguna persona ni ninguna nación puede reclamar ninguna forma de monopolio sobre Dios Todopoderoso, porque Él es el Señor de toda la humanidad. Además, Él es “Compasivo y Siempre Misericordioso” y envió al Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) como una fuente de paz, compasión y amor para todas las personas, sin importar su casta, credo o color.

Cuando estos son los principios básicos del Islam, ¿cómo podría entonces ser posible para los verdaderos musulmanes participar en la opresión, la injusticia o la crueldad hacia la creación de Dios? Sin duda, es inconcebible que un musulmán sincero desee hacer daño a los demás o mantener cualquier forma de mala intención hacia ellos. Es debido a estas piadosas enseñanzas que la Comunidad Musulmana Ahmadía proclama su mensaje de “amor para todos” en todo el mundo. Es debido a estas enseñanzas que los musulmanes áhmadis no sienten enemistad u odio hacia nadie. De hecho, el Fundador del Islam (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) sentó las bases de la paz en una sola oración. Sus palabras son tan magníficas como simples. Dijo que debemos amar para los demás lo que amamos para nosotros mismos. Debemos desear para los demás lo que deseamos para nosotros mismos. La pregunta es: ¿qué queremos de nuestras vidas? ¿Deseamos el sufrimiento y la pena? ¿Deseamos la injusticia? ¿Queremos ser tratados de una manera cruel y despiadada? ¿Tenemos ambiciones de estar sumidos en la pobreza y de acostarnos con hambre cada noche? ¿Queremos que nuestros hijos estén afectados de mala salud, que no tengan educación y que se encuentren en peligro?

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Por supuesto, ninguna persona normal desearía alguna de estas cosas. Por lo tanto, como musulmanes, debemos buscar la prosperidad no sólo para nosotros mismos, sino también para los demás. Debemos abrir nuestros corazones a la humanidad. Debemos considerar el dolor de los demás como si fuera nuestro propio dolor, nuestra propia pena. Es el deber de un musulmán cumplir con los derechos de las otras personas, independientemente de sus creencias o antecedentes, y desearles el bien, cuidarlos y ayudarlos en sus momentos de necesidad. Por supuesto, a veces surgen circunstancias que hacen que la gente discuta o pelee.

La naturaleza humana es tal que es imposible que la gente se ponga de acuerdo en todo, y por lo tanto de vez en cuando tendrán lugar desacuerdos, pero la clave radica en resolver esas disputas con justicia y equidad, en lugar de priorizar los propios intereses sobre los de los demás. Para poner fin a cualquier conflicto, la justicia es un requisito previo. Si una persona no es justa y ética, entonces cualquier agravio o problema que exista no hará más que aumentar. Más que paz, todo lo que se logrará será aumentar el odio y el desprecio. Así, en muchos lugares del Sagrado Corán, Al-lah el Todopoderoso ha ordenado a los musulmanes ser justos y tratar a otros de la mejor manera.

En el capítulo 4, versículo 136, el Sagrado Corán exige el más alto nivel posible de justicia. Requiere que un musulmán esté dispuesto a renunciar a todos sus intereses personales por el bien de la verdad. A los musulmanes se les ordena dejar de lado sus propios deseos o relaciones personales y actuar como testigos por el bien de Al-lah, el Todopoderoso. Este versículo instruye que una persona debe incluso estar dispuesta a testificar contra sí mismo, sus padres y sus seres queridos con el fin de establecer la justicia. El Islam enseña que la primera lealtad de un musulmán debe ser siempre a la verdad y por lo tanto una persona nunca debe esconder los hechos o dar un falso testimonio. Una persona no debe ser gobernada por sus propios deseos personales, ya que esto lleva a sesgos y prejuicios, y arrastra a esa persona lejos de lo que es justo y de lo que es correcto. Este principio iluminado es el medio para resolver los problemas del mundo y transformar todas las formas de odio en paz, tolerancia y respeto mutuo. Además, en el capítulo 16, versículo 91 del Sagrado Corán, Al-lah insta a los musulmanes no sólo a hablar la verdad y a ser justos, sino también a favorecer a los demás.

Sin embargo, este no es el límite de las enseñanzas del Corán porque cuando una persona otorga un favor a otro, queda la posibilidad de que él primero busque algo a cambio, o le recuerde a la persona el beneficio que le ha conferido. Por lo tanto, el Corán dice que una persona debe “dar como en el parentesco”. Esto significa que un musulmán debe tratar a los demás como si se trataran de sus familiares cercanos y seres queridos. Significa que una persona debe ofrecer simpatía y compasión y estar dispuesta a servir a los demás sin ninguna expectativa, de igual manera como una madre sirve y nutre desinteresadamente a su hijo sin ningún deseo de retribución o recompensa. Este es el espíritu altruista y benevolente que el Islam defiende y enseña, al cual llama a los musulmanes a abrir sus corazones para el bien de la humanidad.

Si se actúa conforme a él, este principio de oro derribará las paredes de odio que se han erigido a nuestro alrededor. Destruirá las barreras que dividen a la humanidad. Es la clave de la paz a nivel personal, dentro de la sociedad en general y en el plano internacional. Lamentablemente, a lo largo de la historia han surgido conflictos entre las naciones y esta triste tendencia continúa hoy. En cuanto al tratamiento de estas cuestiones, el capítulo 5, versículo 9, el Sagrado Corán ha establecido un principio eterno de nobleza y tolerancia. Dice que aun cuando exista enemistad u odio, este sentimiento nunca debe conducir a la injusticia o al deseo de venganza. Al contrario, afirma que la rectitud es el camino bendito que conduce a la justicia y a la cercanía de Al-lah el Todopoderoso.

En el capítulo 8, versículo 62, el Sagrado Corán afirma que es el deber de un musulmán esforzarse siempre por la paz y nunca abandonar ninguna oportunidad en esta causa. En este versículo, el Corán declara que después de una guerra o conflicto, si tu oponente busca la reconciliación, entonces debes aprovechar esa oportunidad con ambas manos. En el siguiente versículo, el Corán dice que incluso si usted tiene sospechas de que su adversario no es sincero y que puede estar tratando de engañarlo, aun así debe persistir en esa oportunidad para la paz y poner su confianza en Al-lah.

Por lo tanto, dondequiera y cuandoquiera que exista siquiera un rayo de esperanza y la más mínima posibilidad de paz, a los musulmanes se les dice que persigan esa oportunidad con completa determinación y sin temor. Nunca deben buscar excusas o razones para alejarse del camino de la paz. Estas son las enseñanzas del Islam y esta fue la bendita práctica del Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él). La historia da testimonio del hecho de que él solo se erige como el estandarte incomparable de la paz en el mundo.

Si alguien mira el período del Islam primitivo a través de la lente de la justicia y con objetividad, verá por sí mismo que las guerras que se lucharon en la vida del Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) y sus cuatro Sucesores Correctamente Guiados fueron de naturaleza defensiva y nunca fueron iniciadas por los musulmanes. A pesar de las horribles crueldades y de la persecución despiadada infligida por los opositores al Islam, el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) estaba siempre dispuesto a aceptar la mano de la paz y a buscar la reconciliación.

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En el capítulo 47, versículo 5, el Corán ha establecido otro principio importante para la resolución de conflictos. Afirma que tras la conclusión exitosa de una guerra, el vencedor debe manifestar clemencia, y que es mejor liberar a los prisioneros de guerra. Estos prisioneros deben ser liberados como un favor o a cambio de una suma modesta. Sin embargo, en el mundo de hoy, vemos cómo los prisioneros de guerra se mantienen en las condiciones más inhumanas durante años, con poco o ningún recurso que los lleve a la justicia o a la libertad. En contraste completo, después de la Batalla de Badr, que fue una guerra muy significativa en la que los no musulmanes de La Meca habían tratado de acabar con el Islam de una vez por todas, el Santo Profeta del Islam (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) mostró una absoluta benevolencia y misericordia.

En lugar de buscar venganza, el castigo que llevó a cabo fue en sí mismo un ejemplo sobresaliente de cómo construir puentes entre las partes contrarias y establecer un precedente inspirador para los tiempos venideros. En vez de torturar o esclavizar a los prisioneros de guerra, el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) ordenó a aquellos prisioneros que podían leer y escribir que educaran a los musulmanes que eran analfabetos. Así, la educación era literalmente su pasaje a la libertad. Era un ejemplo incomparable de cómo, incluso en medio de un estado de amarga guerra y de conflicto, podría ser recuperado finalmente algún bien.

Aquellos que no habían mostrado misericordia hacia los musulmanes, fueron tratados con compasión y consideración, y utilizados como maestros. Este ejemplo exhibió dos aspectos hermosos del carácter del Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él). Por un lado, no era ni vengativo ni sentía resentimiento hacia los que lo habían perseguido a él y a sus seguidores. En segundo lugar, demostró cuánto valoraba la educación y el aprendizaje. Deseaba que la gente mejorase y progresara en todas las esferas de sus vidas, y la educación era la clave.

Ninguna persona mundana pensaría de esta manera, y ciertamente el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) fue único en su sabiduría y en su clemencia. Hoy en día, debido a los actos de odio de ciertos “musulmanes”, el Islam es ampliamente considerado como una religión intolerante y extremista. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la verdad. El Islam es esa religión que ha consagrado dentro de sus enseñanzas los principios de libertad de creencia y libertad de conciencia. El Islam declara categóricamente que no hay compulsión en la religión y que la creencia es una cuestión del propio corazón y la mente.

Es cierto que los primeros musulmanes se involucraron en algunas guerras, pero nunca combatieron con la intención de conquistar tierra o territorios. Tampoco se luchó para que los no musulmanes pudieran ser forzados a aceptar el Islam. Al contrario, se llevaron a cabo como un medio para establecer la libertad de fe como un principio eterno y universal. El Corán es muy claro sobre esto. La primera vez que los musulmanes recibieron permiso para participar en una guerra defensiva de este tipo fue dada en el capítulo 22, versículos 40 a 41 del Sagrado Corán. En estos versos, Al-lah el Todopoderoso declaró que el permiso para luchar fue concedido porque los musulmanes estaban siendo atacados por personas que no sólo buscaban la destrucción del Islam, sino que buscaban terminar y eliminar la institución de la religión misma.

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El Corán dice que si a los musulmanes no se les permitía luchar, entonces ninguna iglesia, sinagoga, templo, mezquita o lugar de culto de ninguna religión permanecerían seguros. Por lo tanto, cuando el Santo Profeta del Islam (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) y sus seguidores tomaron parte en guerras y batallas fue por el bien de defender el derecho de toda la gente a adorar conforme a su voluntad. Vivimos en una época en que a menudo se afirma que el Islam busca negar a otros sus derechos, pero la verdad es todo lo contrario. El Islam es esa religión, y esa enseñanza, que ha asumido el manto de defender y proteger a cada religión y a todas las personas.

El Islam es el defensor de los cristianos y de los judíos. Es el defensor de los hindúes y los sikhs y es el defensor de las gentes de todas las demás religiones y creencias. Estos son los estándares únicos e incomparables del Islam, donde los primeros musulmanes dieron sus vidas para proteger la institución de la religión, y para garantizar el principio de la libertad de creencia. Otro precepto del Islam se da en el capítulo 20, versículo 132, donde se establece que ninguna persona o nación debe lanzar miradas envidiosas a la riqueza o a los recursos de los demás.

Nadie debe codiciar lo que no es suyo. Sin embargo, en el mundo de hoy lo que sustenta las guerras y los conflictos que están teniendo lugar es la envidia, el deseo de dominar a los demás y beneficiarse injustamente de su riqueza. Indiscutiblemente, este interés egoísta y esta codicia ha sido la causa del declinamiento de la humanidad y ha llevado a que la paz del mundo sea socavada una y otra vez. Por ejemplo, algunos gobiernos ignoran completamente los abusos contra los derechos humanos que tienen lugar en determinados países, porque desean tener acceso al petróleo o a los recursos naturales de esas naciones.

Sin embargo, los miembros del público no son ciegos, sordos o mudos. Pueden ver que tales políticas no se basan en la justicia y, naturalmente, esto conduce a la frustración y la ira. Su odio no se limita a sus propios líderes, sino que también se extiende a las potencias extranjeras a las que sólo motiva su codicia y no la preocupación por el bienestar de los demás. Por lo tanto, las naciones deben ser justas en sus tratos y no ser gobernadas por un egoísmo estrecho de miras, sino, al contrario, por lo que es correcto, lo que es justo y lo que es de interés para el mundo en general.

Si las verdaderas enseñanzas del Islam fueran seguidas sinceramente, evitarían que se desarrollaran quejas o disputas. Sin embargo, la mayoría de los musulmanes de hoy no están siguiendo las nobles enseñanzas de su religión, y por eso sus países están perdiendo todo el control. Es motivo de profundo pesar el hecho de que, a pesar de que los musulmanes han sido directamente dotados de enseñanzas que garantizan la paz entre las personas y entre las naciones, son los propios musulmanes los que traicionan sus propios valores más que todos los demás.

Donde el Islam enseña justicia, bondad y generosidad, todo lo que vemos en el mundo musulmán es injusticia, odio y codicia. Sin embargo, no se puede decir que sólo los musulmanes tienen la culpa de la incertidumbre y del desorden que vemos en el mundo. De hecho, las principales potencias mundiales también han sido culpables de adoptar políticas injustas que han añadido leña al fuego y han incrementado la inestabilidad. En lugar de trabajar por la paz, las grandes potencias están priorizando sus propios intereses e incluso se benefician de estos conflictos. Por ejemplo, algunas de las principales potencias están vendiendo armas a los gobiernos musulmanes, mientras que otras están proporcionando armas a las fuerzas rebeldes. Además, las armas producidas en Occidente han terminado en manos de grupos terroristas. Por lo tanto, estos conflictos están siendo alimentados desde el exterior. Lo que he dicho no es nada nuevo, sino que viene siendo de dominio público desde hace mucho tiempo.

También es motivo de la mayor preocupación el hecho de que se están formando rápidamente bloques y alianzas opuestos entre las grandes potencias. La influencia de estos países es mucho mayor que la de las naciones menos desarrolladas, por lo que la formación de bloques rivales entre las grandes potencias es extremadamente peligrosa para el futuro del mundo. Debemos abordar urgentemente estas cuestiones, porque de lo contrario nos estaremos dirigiendo alocadamente hacia una catastrófica y devastadora guerra mundial. Las consecuencias de tal guerra son inimaginables. La miseria, el horror y la destrucción podrían durar para todas las generaciones venideras. Por lo tanto, sólo podemos esperar y rezar para que Al-lah el Todopoderoso conceda sabiduría y sentido a la humanidad.

Que todas las naciones y todas las personas cumplan con los derechos de los demás y que la justicia prevalezca sobre todas las formas de injusticia. Rezo para que todas las personas lleguen a reconocer a su Creador y el hecho de que Dios Todopoderoso es el Sustentador y Proveedor de toda la humanidad, y que Él es el Compasivo, el Misericordioso y que Él desea que la gente de todas las razas y creencias vivan en este mundo como un solo pueblo, y para que la humanidad se una en paz y armonía.

Que Al-lah permita a través de Su Clemencia, Misericordia y Compasión, que se desarrolle este espíritu en el mundo. Que todos lleguemos a ver la verdadera paz en nuestras vidas. Con estas palabras, me gustaría agradecerles una vez más por unirse hoy a nosotros. Muchas gracias.”

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