La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Sermón del viernes 29-08-2025

Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:

Mencionaré algunos detalles más en relación con la batalla de Hunain hoy.

Cuando el Santo Profeta (sa) partió de La Meca, nombró a Hazrat Attab bin Asid como gobernador de La Meca. Fue el primer gobernador designado de La Meca y en ese momento, Hazrat Attab tenía aproximadamente 20 años. A Hazrat Muadh bin Yabal se le dio la responsabilidad de educar a la gente de La Meca en la religión.

Una presentación de Hazrat Attab es la siguiente: el nombre de su padre era Asid bin Abi al-Is bin Umayyah. Ambos eran figuras destacadas entre los Quraish y eran feroces oponentes del islam. El nombre de su madre era Zainab. El padre de Attab había fallecido antes de la conquista de La Meca y el estado de desagrado y aversión de Attab hacia el islam era tal que el día de la conquista de La Meca, cuando Hazrat Bilal llamó al Azán [llamada a la oración] en la Kaaba, Attab dijo a sus compañeros: “¡Gracias a Dios que mi padre falleció antes de tener que escuchar este Azán!”. En cualquier caso, Attab aceptó el islam después de la conquista de La Meca.

Una vez, el Santo Profeta (sa) vio a su padre, Asid bin Abi al-Is, en una visión como musulmán y gobernador de La Meca. Había muerto en estado de incredulidad y ahora, la interpretación de la visión del Santo Profeta (sa) se manifestó a través de su hijo, Hazrat Attab.

Según otra narración, el Santo Profeta (sa) vio en un sueño que Attab se había acercado a las puertas del Cielo y las había golpeado con gran fuerza. Por fin se abrieron las puertas y él entró. Según otra narración, el Santo Profeta (sa) dijo: “Vi al padre de Attab, Asid, que era incrédulo y murió en un estado de incredulidad, en el Cielo y pensé: ¿cómo puede Asid entrar en el Cielo?”. El día de la conquista de La Meca, el Santo Profeta (sa) vio a Attab bin Asid y dijo: “esta es la persona que vi en el cielo, tráiganlo a mi presencia”. Le llevaron ante él (sa) y le nombró gobernador de La Meca y dijo: “¡Oh, Attab! ¿Sabes quién es el pueblo sobre el cual te he designado como gobernador? Te he designado como gobernador del pueblo de Al’lah. Por eso, trátalos con bondad”. El Santo Profeta (sa) le dijo esto tres veces. Permaneció como gobernador de La Meca hasta que el Santo Profeta (sa) falleció. En otra narración, se registra que fue gobernador de La Meca incluso durante el Jalifato de Abu Bakr y que falleció el mismo día que falleció Hazrat Abu Bakr (ra). Según otra narración, permaneció vivo hasta el Jalifato de Hazrat Umar (ra).

En relación al viaje de La Meca a Hunain, se registra que el Santo Profeta (sa) partió hacia la Batalla de Hunain el sábado 6 de Shawwal [décimo mes del calendario islámico] y llegó a Hunain el 10 de Shawwal. Según Ibn Kazir, partió el 5 de Shawwal. El día que el Santo Profeta (sa) partió hacia Hunain, dos de sus benditas esposas le acompañaron.  Eran Hazrat Umm Salama y Hazrat Zainab. Según otras narraciones, eran Hazrat Umm Salama y Hazrat Maimunah. Sin embargo, según narraciones auténticas, Hazrat Umm Salama y Hazrat Zainab le acompañaron.

Respecto al total de musulmanes, se registra que el número del ejército musulmán en la batalla de Hunain, aunque era menor que el del enemigo, fue mayor que en todas sus batallas anteriores. Esto no se refería sólo al número de soldados, sino también a sus armas. Los eruditos de las expediciones [de la vida del Santo Profeta] han escrito que el Santo Profeta (sa) partió con 12,000 musulmanes. Entre ellos había 10,000 Compañeros que acompañaron al Santo Profeta (sa) desde Medina en la conquista de La Meca y 2,000 que partieron junto al Santo Profeta (sa) desde La Meca. Algunos dijeron que eran 14,000. Sin embargo, la mayoría de las narraciones hablan de 12,000, incluidos 2,000 nuevos musulmanes conversos procedentes de La Meca. Los que afirman que eran 14,000 dicen que los que se unieron desde Medina eran 12,000 en lugar de 10,000. Sin embargo, dicen que los que se unieron desde La Meca fueron 2,000.

En el camino a Hunain, había un gran árbol de azufaifo llamado Zat Anwat, al que los idólatras veneraban enormemente. Además, como buen augurio de victoria, colgaban sus armas en este árbol. También se sentaban junto a este árbol para retiros espirituales y lo honraban en demasía. Cuando el ejército [musulmán] pasó por este árbol, algunos de los nuevos musulmanes de La Meca pidieron al Santo Profeta (sa) que designara un árbol similar para ellos también. Ante esto, el Santo Profeta (sa) dijo: “¡Al’lahu Akbar [Al’lah es el más Grande]! Habéis dicho lo mismo que le dijo el pueblo a Moisés,

[Árabe]

“¡Oh Moisés! Haznos un dios como ellos tienen dioses”. Él les respondió: “Ciertamente, sois un pueblo ignorante”. El Santo Profeta (sa) [además] dijo: “Seguramente seguiréis a la gente del pasado si planteáis tales acciones”.

Como ya se ha mencionado, para la batalla de Hunain se habían unido también 2,000 de aquellos jóvenes recién convertidos, en cuyos corazones el islam y la fe aún no estaban firmemente arraigados, ni poseían ninguna habilidad en la guerra, hasta el punto de que ni siquiera habían hecho los arreglos adecuados para conseguir armas. Fue precisamente debido a esta gente que se creó el pánico en Hunain, lo que resultó en un pánico temporal y una retirada. Del mismo modo, algunas personas de La Meca que no eran musulmanes también salieron con el Santo Profeta (sa). Algunos iban a caballo y otros a pie, hasta tal punto que incluso las mujeres partían sólo para ver cuál sería el resultado de la batalla. Si los musulmanes obtenían la victoria, recibirían una parte del botín, y no les preocupaba en absoluto si el Santo Profeta (sa) o los Compañeros llegaran a sufrir algún daño o lesión. Una parte de ellos se unieron simplemente como espectadores, y entre ellos había también algunos idólatras, quienes, aunque permanecían en su estado de idolatría, habían venido. Se reporta que el número de tales idólatras era cercano a 80, por lo que algunos biógrafos han escrito que esta fue la primera batalla en la que el Santo Profeta (sa) recibió ayuda de los idólatras, mientras que antes de esto el Santo Profeta (sa) nunca permitió que ningún idólatra fuera parte de la batalla, porque solía decir:

[Árabe]

“No buscamos la ayuda de un idólatra”. Sin embargo, según su opinión, en la batalla de Hunain incluyó por primera vez a los idólatras.

No obstante, la visión correcta es que no recibió ninguna ayuda. Cuando el Santo Profeta (sa) negó cualquier ayuda de un idólatra durante la Batalla de Badr, en un momento en el que había una gran necesidad e importancia para todas y cada una de las personas, entonces ahora los musulmanes eran tan numerosos que según el Corán su gran número se había convertido en una fuente de orgullo, entonces ¿por qué habría alguna necesidad de la ayuda de un puñado de idólatras? Por lo tanto, el Santo Profeta (sa) de ninguna manera incluyó a ningún idólatra, ni llamó a ningún idólatra a participar en la batalla. Más bien, de los relatos detallados en las biografías del Santo Profeta (sa), se hace evidente que muchas personas de La Meca se unieron al ejército únicamente por su propia cuenta, simplemente para observar la batalla y por codicia de botín. Iban pensando: “Los musulmanes seguramente obtendrán la victoria; seamos testigos del espectáculo y compartamos el botín”. De hecho, también hubo algunos idólatras mal intencionados que se unieron con la intención de que, incapaces de olvidar la humillación y desgracia de la conquista de La Meca, tal como habían intentado sin éxito asesinar al Santo Profeta (sa) en La Meca, vinieron aquí también, pensando que si el enemigo no lograba matarlo, tal vez podrían encontrar una oportunidad para vengarse y, Dios no lo quiera, matarían al Santo Profeta (sa) para cobrar venganza y satisfacer sus corazones.

No obstante, un ejército de 12,000 hombres partió de La Meca y, tras un viaje de tres días -o, según algunos, cinco días-, llegaron al valle de Hunain. En el camino, cada vez que se caía un escudo, una espada o alguna pertenencia de los Compañeros, Abu Sufyan bin Harb informaba al Santo Profeta (sa), diciendo: “Traedme esta equipación, yo la recogeré”, hasta que su camello quedó repleto con estos objetos.

Hazrat Sahl bin Hanzaliyyah (ra) relata que caminaba junto al Santo Profeta (sa) el día de Hunain. Recorrieron una larga distancia hasta que cayó la noche, y ofreció la oración junto al Santo Profeta (sa). Entonces llegó un jinete y dijo: “¡Oh Mensajero de Dios (sa)! Me adelanté a todos vosotros hasta que subí a una montaña específica, y vi que el pueblo de Hawazin se había reunido con sus mujeres, sus camellos, sus cabras y sus animales”. Al oír esto, el Santo Profeta (sa) sonrió y dijo: “Mañana, si Dios quiere, este será el botín de los musulmanes”. Entonces preguntó: “¿Quién nos hará guardia esta noche?”. Anas bin Abi Marsad (ra) dijo: “Yo haré la guardia, ¡Oh Mensajero de Dios (sa)!”. Dijo: “Entonces monta tu caballo”. Montó su caballo y se acercó al Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) le ordenó: “Ve a ese paso de montaña”. No se trataba simplemente de hacer guardia; más bien, el Santo Profeta (sa) le ordenó que fuera a inspeccionar los alrededores y los vigilara. [Él (sa) dijo]: “Sube a su lugar elevado, para que no seamos suframos algún engaño durante la noche”, es decir, para que no seas negligente y el enemigo nos engañe.

A la mañana siguiente, el Santo Profeta (sa) se dirigió al lugar de oración. Primero ofreció dos raka‘ats de oraciones Sunnah para el Fayar, luego se ofreció la llamada a la oración y el Santo Profeta (sa) comenzó a dirigir la oración. Su rostro estaba vuelto hacia el paso de montaña. Cuando hubo dirigido la oración y la hubo completado, dijo: “¡Alégrense! Les traigo buenas noticias: nuestro jinete ha regresado”, es decir, el Compañero que fue designado para estar de guardia. Los Compañeros dijeron que comenzaron a buscar entre los árboles del paso de montaña hasta que apareció y se detuvo ante el Mensajero de Dios (sa). Los saludó con un saludo de paz y dijo: “Seguí adelante hasta llegar al lugar elevado del paso de montaña hacia el que me había indicado el Santo Profeta (sa). Por la mañana, ascendí por ambos valles, pero no vi nada”. El Mensajero de Dios (sa) preguntó: “¿Descendiste durante la noche?”. Él respondió: “No, excepto para rezar o para hacer mis necesidades”. El Mensajero de Dios (sa) le dijo: “El Paraíso se ha convertido en obligatorio para ti”, es decir, has cumplido con un deber excelente.

Se menciona la presencia de espías entre los idólatras. El Santo Profeta (sa) llegó a Hunain la noche del martes 10 de Shawwal a la hora de la oración de Isha. Malik bin Auf había enviado a tres hombres de la tribu de Hawazin como espías, con instrucciones de que se mezclaran con los musulmanes y observaran atentamente su ejército, para luego regresar e informar con todo detalle. Sin embargo, cuando los tres regresaron, estaban visiblemente conmocionados y angustiados. Malik les dijo: “¡Ay de vosotros! ¿Qué os ha pasado?”. Respondieron: “Vimos a hombres blancos a caballo. ¡Por Dios! Si comienza la batalla, no podremos parar lo que hemos visto. ¡Por Dios! Si ni siquiera podemos luchar contra los que están en la tierra, ¿cómo podríamos enfrentarnos a los que vienen de los cielos? Si sigues nuestro consejo, vuelve con tu gente. Si otros ven lo que nosotros hemos visto, les causará el mismo dolor que nos ha causado a nosotros”. Malik respondió: “¡Que perezcáis! Sois lo más cobarde de todo el ejército”. Temiendo que sus palabras pudieran sembrar el pánico entre las tropas, los reprendió y les dijo: “Habladme de un hombre valiente”. Todos señalaron a un hombre en particular y coincidieron en que era verdaderamente valiente. Malik lo envió, pero él también regresó rápidamente, impresionado con el mismo asombro que los tres anteriores. Malik le preguntó: “¿Qué viste?”. El hombre valeroso respondió: “Vi jinetes blancos sobre caballos moteados. No tenía fuerzas ni para mirarlos. ¡Por Dios! Me abruma un miedo que ahora ves en mí, no puedo superarlo. Sería mejor que nos retiráramos”. A pesar de ello, Malik bin Auf no cambió su decisión.

El fenómeno presenciado por los espías enemigos ha sido interpretado por los historiadores de dos maneras. Una opinión es que vieron ángeles y se aterrorizaron. Otra opinión es que al ver al ejército musulmán, se vieron invadidos por un temor divino que les conmovió tan profundamente el corazón que el miedo se apoderó de ellos.

Hazrat Salamah bin Akwa relata: “Lanzamos un ataque contra Hawazin junto al Santo Profeta (sa), y mientras comíamos con él durante la mañana, llegó un hombre a lomos de un camello. Hizo sentarse a su camello, ató su cuerda y se acercó para sentarse y comer con nosotros (se sentó con los Compañeros). En otra narración, se dice que comenzó a conversar con la gente. En ese momento estábamos agotados y teníamos pocas monturas. Después de hablar con nosotros, el hombre regresó rápidamente a su camello, lo desató con rapidez, montó en él y comenzó a huir al galope. El Santo Profeta (sa) lo vio y dijo: “Es un espía, capturenlo y mátenlo”. Un hombre de la tribu de Banu Aslam lo persiguió montado en una camella. Hazrat Salamah relata: “Yo también monté en mi camella y lo perseguí. Cuando me acerqué, agarré las riendas de su camello por delante, lo obligué a sentarse y, tan pronto como se arrodilló, golpeé al hombre con mi espada y le corté el cuello. Cayó al suelo. Entonces cogí su camello, sus armas y todas sus pertenencias y regresé junto al Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) preguntó a la gente: “¿Quién lo mató?” Respondieron: “Ibn Akwa”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Entonces todas estas pertenencias le pertenecen”.

El número de musulmanes durante la batalla de Hunain era de 12,000, mientras que las fuerzas enemigas sumaban 30,000. En lo que respecta a la batalla de Hunain, a veces se dice que el enemigo era 30,000, otras veces 20,000 y otras 4,000. Los detalles al respecto son que los guerreros propiamente dichos eran 20,000, pero si se incluían a sus mujeres e hijos, el número ascendía a 30,000. Malik bin Auf había elegido a sus mejores arqueros y los había apostado en las montañas circundantes para tender una emboscada a los musulmanes. Su repentino ataque causó un caos y desorden momentáneos en las filas musulmanas. Estos emboscadores eran unos 4,000.

Malik bin Auf, comandante de los Banu Hawazin, organizó su ejército de tal manera que, cuando habían transcurrido dos tercios de la noche, se dirigió a sus tropas y las desplegó en lugares predeterminados a lo largo del valle de Hunain. Este valle tenía muchos pasos estrechos y barrancos, y desplegó sus tropas por todo él para tender una emboscada y lanzar un ataque repentino contra el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros.

La formación de las filas enemigas era la siguiente: al frente iban los jinetes, detrás ellos la infantería, luego las mujeres y los niños montados en camellos, seguidos de sus posesiones: camellos, ovejas, cabras y otro ganado.

Al partir de La Meca hacia Hunain, el Santo Profeta (sa) encargó una vanguardia de 1,000 jinetes de la tribu de Banu Sulaim bajo el mando de Hazrat Jalid bin Walid. Cuando el ejército musulmán llegó al lugar llamado Yirana, en las horas previas al amanecer, el Santo Profeta (sa) organizó el ejército en tres secciones: el flanco derecho, el flanco izquierdo y el centro. El Santo Profeta (sa) estaba en el centro. Repartió grandes estandartes entre los Muhayirin y los Ansar. Una bandera de los Muhayirin fue confiada a Hazrat Ali, otra a Hazrat Sad bin Abi Waqqas y otra a Hazrat Umar Faruq. Entre los Ansar, la bandera de los Jazrall fue entregada a Hazrat Hubab bin al-Munzir, y el estandarte de los Aus a Hazrat Usaid bin Hudair. Además, Hazrat Abu Burdah bin Niyar, Hazrat Abu Lubabah bin Abdul Munzir, y Hazrat Qatadah bin Numan también recibieron estandartes. Además de estas, se distribuyeron más de veinte banderas más pequeñas entre diferentes grupos.

El día de la batalla de Hunain, alguien dijo: “Hoy no seremos derrotados por nuestra inferioridad numérica”, lo que significa que creían que la victoria era segura debido a su gran número. Pero al Santo Profeta (sa) le disgustó profundamente esta afirmación. El Sagrado Corán también desaprobó este sentimiento y lo registró en el versículo:

[Árabe]

“Cuando vuestro gran número os hizo orgullosos”. (9:25)

En la batalla de Hunain, los musulmanes tomaron inicialmente la delantera. Sin embargo, debido al feroz ataque de la emboscada enemiga, se produjo el caos y los musulmanes sufrieron temporalmente un retroceso, como se ha descrito anteriormente. Sin embargo, al final, los musulmanes lograron una victoria decisiva y gloriosa.

Los detalles de este incidente son los siguientes: se narra generalmente que el ejército musulmán entró en el valle de Hunain al cubierto de la oscuridad del amanecer, sin saber que el enemigo ya había llegado y había colocado a sus mejores arqueros en emboscada a lo largo de los barrancos. Cuando los musulmanes avanzaron hacia el valle confiados, los arqueros lanzaron un ataque repentino y coordinado, lo que provocó que los musulmanes se dispersaran y se retiraran. En un momento dado, solo el Santo Profeta (sa) y algunos de sus Compañeros permanecieron firmes. El Santo Profeta (sa) continuó llamando a los musulmanes a volver, y el ejército se reagrupó, luchó valientemente y derrotó al enemigo tan completamente que este abandonó el campo de batalla. Esta narración está tomada de Sirat Ibn Hisham, pero un informe en Sahih al-Bujari presenta el incidente con detalles ligeramente diferentes.

Hay una narración de Hazrat Bara’ bin Azib (ra), que estuvo presente en la batalla de Hunain, que se recoge en varias ocasiones en Sahih al-Bujari, en la que dice: “Cuando atacamos a los Banu Hawazin, fueron derrotados y huyeron”. Cuando empezamos a recoger el botín de guerra, nos lanzaron una lluvia de flechas, lo que provocó que los jóvenes, que no tenían forma de protegerse, huyeran. En cuanto al Santo Profeta (sa), en ese momento permaneció firme donde estaba en el campo de batalla. El narrador, Bara’ bin Azib (ra), dice: “Vi al Santo Profeta (sa) montado en su mula blanca y Abu Sufyan bin Hariz sujetaba las riendas, y el Santo Profeta (sa) decía:

[Árabe]

“Yo soy el profeta, esto no es mentira, y soy el hijo de Abdul Muttalib”.

Sin esta narración de Bujari, hubo dos fases en la batalla de Hunain, y esta es la opinión generalizada entre los historiadores: primero, cuando los musulmanes huyeron debido al ataque repentino, y la segunda fase, en la que los musulmanes se reagruparon y lanzaron un ataque que destruyó al enemigo. Sin embargo, si se toma como base esta narración de Bujari, que parece ser la más adecuada, entonces hubo tres fases en la batalla de Hunain: la primera fase fue cuando el ejército musulmán entró sin miedo en el valle de Hunain, tras lo cual el ejército enemigo se retiró. Cuando los musulmanes los vieron retirarse, una parte de ellos se ocupó de obtener el botín de guerra. En la segunda fase, los 4,000 arqueros expertos que habían sido apostados en secreto en los pasos de montaña por el comandante general Malik bin Auf vieron que el ejército musulmán entraba en el valle y, de pronto, lanzaron un furioso ataque con flechas. Los Banu Hawazin eran los mejores arqueros de Arabia. En la oscuridad de la mañana, cuando una parte de los musulmanes estaba ocupada recogiendo el botín de guerra, entre ellos se encontraban los nuevos conversos de La Meca, en cuyos corazones el islam aún no había echado raíces firmes y que no tenían armaduras, cota de malla ni ningún tipo de equipo defensivo con el que protegerse de las flechas. Por lo tanto, para sobrevivir a este repentino ataque de flechas, estas personas huyeron. También tenían animales de montar y, cuando de repente comenzaron a retirarse, se produjo una especie de estampida y los camellos y los caballos empezaron a correr. Los animales se asustaron y, como el paso de montaña era bastante estrecho, pisotearon a la gente. Hazrat Jalid bin Walid (ra) también resultó herido debido a esta estampida y cayó de su caballo, y el ejército musulmán se dispersó. Esto también ha quedado registrado en un libro de historia.

La tercera y decisiva fase fue, según narra Hazrat Anas bin Malik (ra): “Las filas principales del ejército huyeron. El primer grupo en huir fue el de Banu Sulaim, seguido por los nuevos musulmanes de La Meca, y luego la gente en general siguió su ejemplo y huyó derrotada, sin preocuparse por nadie más. Esto provocó tal levantamiento de polvo que ni siquiera se podía ver la palma de la propia mano. En todas las batallas en las que participó el Santo Profeta (sa), lo más destacable es que, independientemente de la situación en el campo de batalla, el Santo Profeta (sa) se mantuvo firme y valiente en cada batalla, algo sin parangón. En un momento en el que los más valientes huían, el Santo Profeta (sa) permaneció presente como una montaña.

Hazrat Anas bin Malik (ra) afirma: “El Santo Profeta (sa) era el más hermoso, el más generoso y el más valiente de todos los hombres”. Al mencionar la misma batalla de Hunain, Hazrat Bara’ bin Azib (ra) afirma: “Cuando todos se dispersaron y el Santo Profeta (sa) se quedó solo con algunos de sus Compañeros mientras el enemigo avanzaba hacia él, se adelantó hacia el enemigo por su cuenta mientras proclamaba en voz alta: ‘Soy el hijo de Abdul Muttalib’”. El narrador dice: “Por Dios, cuando la batalla alcanzaba su punto álgido, quedábamos bajo la protección del Santo Profeta (sa). La persona más valiente sería aquella que permaneciera más cerca del Santo Profeta (sa). En esa ocasión, el coraje y la valentía del Santo Profeta (sa) fueron tan magníficos que, cuando se quedó solo, espoleó a su mula para avanzar hacia el enemigo.

Hazrat Abbas (ra) afirma: “Abu Sufyan bin Hariz y yo permanecimos junto al Santo Profeta (sa) y no lo abandonamos ni un solo instante”. Cuando la gente se dispersó, el Santo Profeta (sa) comenzó a lanzar su mula hacia el enemigo. En ese momento, agarré las riendas e impedí que la mula siguiera avanzando más rápido. Abu Sufyan ibn Hariz sostenía los estribos.

Según una narración, Hazrat Abu Bakr (ra), que también estaba con el Santo Profeta (sa) en ese momento, tomó las riendas de la mula e intentó detenerla. El Santo Profeta (sa) me dijo: “¡Oh, Abbas! Llama al pueblo del árbol” refiriéndose a aquellos que habían jurado en Hudaibiyah sacrificar sus vidas. Hazrat Abbas (ra), que tenía una voz fuerte, dijo: “Grité con voz fuerte: ‘¡Oh, gente del Árbol! ¿Dónde estáis?’. Dijo: “Por Dios Altísimo, cuando la gente oía mi voz, regresaban como una vaca regresa hacia su cría”. Esas personas comenzaron a gritar: “Estamos presentes, estamos presentes, ¡Oh Mensajero de Dios (sa)!”. Regresaron apasionados y comenzaron a luchar contra el enemigo. Esta narración procede de Sahih Muslim.

Se menciona que cuando el ejército musulmán se dispersó, quedaban unas pocas personas con el Santo Profeta (sa). Su número se registra entre 4 y 300. La razón de la discrepancia en las cifras es que había algunas personas que estaban junto al Santo Profeta (as), mientras que otras luchaban en otros lugares. De esta manera, habría alrededor de 300 personas en el campo de batalla, o el número de personas al lado del Santo Profeta (sa) habría aumentado o disminuido. Aquellos que observaron sólo a tres o cuatro personas mencionaron eso, mientras que aquellos que vieron de 10 a 12 personas mencionaron ese número. Quienes percibieron cantidades aún mayores lo mencionaron como tal. En cualquier caso, hubo un momento en que solo unas pocas personas permanecieron junto al Santo Profeta (sa).

En otra narración, se menciona que alguien le dijo a Hazrat Bara (ra): “¡Oh, Abu Ammarah! ¿Huiste el día de Hunain?”. Dijo: “Por Al’lah, el Santo Profeta (sa) no dio la espalda, si bien hubo algunos entre sus Compañeros, como algunos jóvenes apresurados, que o bien no tenían armas o tenían muy pocas, y  se enfrentaba a una nación de arqueros conocidos por no fallar nunca su objetivo, es decir, los Banu Hawazin y el contingente de los Banu Nasr. Disparaban flechas continuamente y rara vez una flecha no alcanzaba su objetivo. El Santo Profeta (sa) avanzó hacia el ejército montado en su mula blanca, guiada por Hazrat Abu Sufyan bin Hariz. El Santo Profeta (sa) desmontó, buscó la ayuda de Al’lah y dijo:

[Árabe]

“Yo soy el profeta, esto no es mentira, y soy el hijo de Abdul Muttalib”.

Iyas bin Salama narra sobre su padre, Salama bin Akwa, quien dijo: “Fuimos a la Batalla de Hunain junto al Santo Profeta (sa). Cuando nos encontramos cara a cara con el enemigo, avancé y subí a una montaña, y me encontré con alguien del enemigo. Lo herí con una flecha y entonces se escondió de mí. No supe lo que le pasó. Observé a unas personas emergiendo de otro paso de montaña, hubo una pelea entre ellos y los Compañeros del Santo Profeta (sa) regresaron. Regresé derrotado. Tenía dos sábanas sobre mí: una la había atado y la otra la tenía encima de mí. Mis prendas comenzaron a abrirse, así que las recogí y retrocedí. Al hacerlo pasé junto al Santo Profeta (sa). Él (sa) estaba montado en una mula blanca y negra. El Santo Profeta (sa) dijo: “Ibn Akwa ha visto algo preocupante. ¿Por qué regresas en ese estado?”.

Al mencionar el incidente de recibir flechas y luego regresar, Hazrat Musleh Maud (ra) afirma:

Durante la Batalla de Hunain, cuando los musulmanes perdieron el equilibrio debido al intenso fuego de flechas del enemigo, el Santo Profeta (sa) avanzó para enfrentarse al enemigo con sólo un puñado de Compañeros a su alrededor. Al ver la intensidad del ataque del oponente, Hazrat Abu Bakr (ra) quiso detener al Santo Profeta (sa) e incluso corrió hacia adelante para agarrar las riendas de su montura. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) le dijo: “Suelta las riendas de mi caballo”. Después de esto avanzó mientras recitaba el siguiente verso:

[árabe]

Significa: “Soy un profeta de Dios, no un mentiroso, soy el hijo de Abdul Muttalib”.

Al decir “soy el hijo de Abdul Muttalib” hacía referencia al hecho de que en ese momento, 4,000 arqueros enemigos lanzaban flechas, pero, para mí, avanzar en tales condiciones parecía estar muy por encima de la capacidad del hombre. Así que nadie debería pensar que poseo algún poder divino. Soy el hijo de Abdul Muttalib y un simple mortal. Solo por ser Profeta, tengo la ayuda de Dios Altísimo”.

No todos huyeron, y hay ciertas narraciones al respecto. El Imam Nawawi escribe: “No todos huyeron [del lugar]. La gente de La Meca, cuyos corazones debían reconciliarse, los hipócritas y otros también de La Meca -aquellos que se habían unido a esta batalla pero aún no se habían convertido al islam- huyeron. Este revés inesperado ocurrió porque el enemigo desató una lluvia de flechas de inmediato”.

Así pues, la afirmación del Imam al-Nawawi es correcta: ciertamente no todos los musulmanes huyeron del campo de batalla presos del miedo y el pánico. Solo los nuevos conversos de La Meca -entre los cuales también habían algunos que no se habían unido con sinceridad de corazón- dieron la espalda. Habían entrado en la batalla ya sea por codicia de botín de guerra o simplemente como espectadores. El hecho es que, debido a su huida y a la destacada arquería del enemigo, las monturas de los demás musulmanes se sobresaltaron. Los caballos huyeron, y se llevaron a sus jinetes consigo. De esta manera, un gran número de ellos huyó. No huyeron intencionadamente, sino que fueron sus monturas las que se sobresaltaron, por lo que dieron media vuelta. Por esta razón, los musulmanes leales y fieles también quedaron momentáneamente indefensos. Sin embargo, hay más detalles al respecto, que, si Dios quiere, se mencionarán en el futuro.

Hoy también comienza la Reunión Anual de Alemania. Todos los asistentes deben orar para que Dios Altísimo les permita cumplir los objetivos de la Reunión. No deben pensar que se trata de un mero festival, sino que durante estos días deben hacer el voto de mejorar permanentemente sus condiciones intelectuales, prácticas y espirituales y esforzarse por hacerlo. Especialmente durante estos días, pasad vuestro tiempo recordando a Al’lah y orando. No sólo debéis orar por vosotros mismos y por vuestra descendencia, sino que también debéis orar por el éxito de la Comunidad, para que Dios Altísimo nos proteja contra el mal de todo adversario y para que ese mal sea erradicado. ¡Que Dios Altísimo proteja a todos de sus maldades! Cada día que pasa se produce algún nuevo incidente inquietante en Pakistán. ¡Que Dios Altísimo procure los medios para que estos opresores sean llevados ante la justicia!

Rezad por la paz general del mundo. La gente mundana, por sus propias acciones, se está acercando a su propia destrucción. ¡Que Dios Altísimo nos proteja de esta destrucción aterradora!

Rogad también por los palestinos. El gobierno israelí ha excedido todos los límites de la injusticia y la brutalidad. Parece que quieren borrar a los palestinos de la faz de la tierra. Las crueldades contra los oprimidos, los niños, las mujeres, los ancianos, los enfermos y los inocentes han llegado a nuevos extremos. Los están masacrando abiertamente. Ahora, incluso algunos políticos y gobiernos mundiales han comenzado a alzar la voz hasta cierto punto, diciendo que esto está mal y que debe terminar. Sin embargo, el gobierno israelí no está dispuesto a escucharlos ni siquiera a ellos. La intoxicación por la riqueza y el poder ha llevado a Israel, a Estados Unidos y a sus aliados a los límites extremos de la arrogancia y la injusticia. Los gobiernos musulmanes tampoco hacen nada. Si no pueden hacer nada, al menos pueden enmendarse y postrarse ante Dios Altísimo, para que Dios Altísimo los ayude. ¡Ojalá entendieran! De la misma manera, los musulmanes están cometiendo injusticias contra otros musulmanes. ¡Que Dios Altísimo les impida cometer tales injusticias!

Hoy es nuestro deber como musulmanes ahmadíes alzar nuestras voces dondequiera que podamos contra todas las injusticias. Debemos orar especialmente y desde lo más profundo de nuestros corazones. ¡Que Dios Altísimo nos permita hacerlo!

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