2 En el nombre de Al’lah, el Clemente, el Misericordioso. [Editores]
3 Le alabamos e invocamos Sus bendiciones sobre Su noble Profetasa. [Editores]
Si observamos a las religiones del mundo, encontra- mos que cada una de ellas, con la excepción del islam, contiene un defecto u otro. Esto no se debe a que fueran realmente falsas desde el principio, sino a que, tras la llegada del islam, Dios dejó de apoyarlas, y se convir- tieron en un jardín sin jardinero, y sin arreglos para su riego y gestión. Como resultado, los defectos se fueron introduciendo gradualmente en estas religiones. Todos los árboles frutales se secaron y fueron sustituidos por una profusión de espinas y arbustos. La verdadera espi- ritualidad, que es la base de la religión, desapareció por completo y quedaron meras palabras vacías. Sin embar- go, Dios no trató al islam de esta manera porque deseaba que este jardín permaneciera verde para siempre. Por eso lo regó de nuevo en cada siglo y lo protegió para que no se secara. Cada vez que aparecía un Siervo de Dios como reformador en el cambio de siglo, el pueblo ignorante se oponía vehementemente a él y detestaba con fuerza cualquier intento de corregir los errores que se habían convertido en parte de sus hábitos y costum- bres. Sin embargo, Dios Todopoderoso no abandonó Su práctica. Durante la batalla final entre la guía y la des- orientación de estos últimos días, y encontrando a los musulmanes en un estado de ignorancia a la vuelta del siglo catorce [de la Hégira] y el comienzo del milenio final, Dios recordó una vez más Su Palabra y revivió la fe musulmana. Otras religiones nunca renacieron tanto después del advenimiento de nuestro Santo Pro- fetasa. Por lo tanto, todas perecieron y fueron privadas de la espiritualidad, con el resultado de que quedaron infectadas por una serie de malas prácticas, igual que el pedazo de tela que queda sin lavar sigue recogiendo polvo. Las personas carentes de espiritualidad y que no estaban libres de la suciedad del deseo de sus instintos más bajos interfirieron con esas religiones de acuerdo con sus motivaciones egoístas, y las distorsionaron hasta hacerlas irreconocibles. Tomemos como ejemplo el caso del cristianismo, cuyos principios eran tan pu- ros e inmaculados al comienzo. Aunque la enseñanza predicada por el Mesías no era tan perfecta como la del Sagrado Corán porque aún no había llegado el momento de una enseñanza perfecta, y las capacidades humanas no estaban suficientemente maduras en ese momento, aún así, en el contexto de las condiciones imperantes, era la enseñanza más apropiada. Guiaba al mismo Dios que la Torá. Pero, después del Mesías, el dios de los cristianos se transformó en otro dios que no se mencionaba en nin- guna parte de las enseñanzas originales de la Torá, y del cual los israelitas no tenían ningún indicio. La creencia en este nuevo dios perturbó toda la dinámica de la Torá, y sus enseñanzas sobre la liberación del pecado, y la consecución de la piedad y la pureza se corrompieron. La liberación del pecado llegó a depender simplemente de la creencia de que el Mesías había cortejado la muerte por crucifixión para la salvación de la humanidad y que él mismo era “Dios”. También se violaron muchos otros mandamientos intemporales de la Torá, y la fe cristiana sufrió tal cambio, que si el propio Mesías volviera, no la reconocería. Es muy sorprendente que el pueblo al que se le había ordenado seguir la Torá, despreciara tan descaradamente sus mandamientos. Por ejemplo, en ninguna parte de los Evangelios está escrito que, aunque el consumo de carne de cerdo estaba prohibido en la Torá, yo [el Mesías] lo hago lícito para vosotros; o que, aunque la Torá prescribe la circuncisión, yo derogo este mandamiento. ¿Cómo podría ser lícito introducir en la religión lo que no había sido pronunciado por Jesusas? Sin embargo, como era inevitable que Dios estableciera una religión universal –el islam–, fue el deterioro del cristianismo lo que anunció esta fe.
Es un hecho probado que el hinduismo también se corrompió antes de la llegada del islam. El culto a los ídolos se había extendido por toda la India. Uno de los rastros de esa decadencia es la creencia de los aryas de que Dios depende de la materia para la creación, cuando la realidad es que Dios no necesita de la materia para el ejercicio de Sus atributos. Como consecuencia de esta falsa doctrina tuvieron que adoptar otra doctrina falsa e idólatra, según la cual todas las partículas minúsculas del universo y todos los espíritus son eternos y no creados. Si hubieran reflexionado a fondo sobre los atributos de Dios, nunca habrían dicho tal cosa; porque, si al igual que los humanos, Dios necesitase también de la materia para el ejercicio de Su atributo eterno de creación, ¿cómo es que, a diferencia de los humanos, no necesite la materia para Sus atributos de oír y ver? El hombre no puede oír sin el medio del aire, ni puede ver sin el medio de la luz. ¿Acaso Parmeshwar también sufre de una carencia similar y también necesita aire y luz para oír y ver? Si Él no depende del aire y la luz, entonces, ciertamente, no depende de la materia para manifestar Su atributo de creación. Es sencillamente ilógico afirmar que Dios tiene necesidad de la materia para la manifestación de Sus atributos. Atribuir características humanas a Dios y decir que la creación a partir de la nada es imposible, e imputarle defectos humanos es, en efecto, un gran error. Los seres humanos son finitos, mientras que Dios es infinito, y con su poder infinito puede hacer que existan otros seres. ¡Este es el Poder divino! Dios no necesita la materia para ninguno de Sus atributos. De ser así, no sería Dios. No hay nada que pueda impedirle hacer lo que Él quiera. Si, por ejemplo, quisiera crear el cielo y la tierra en un momento, ¿no podría hacerlo? Aquellos hindúes que eran cultos y estaban bendecidos con la espiritualidad y no eran esclavos de la lógica estéril, nunca sostuvieron la creencia que los aryas tienen hoy día respecto a Parmeshwar. Esta doctrina es el resultado de una completa falta de espiritualidad.
Así, estas religiones comenzaron a padecer de mu- chos males, algunos de los cuales son indescriptibles e incluso repugnantes para la pureza del ser humano. Todos estos síntomas constituían condiciones precurso- ras del islam. Una persona razonable admitiría que un tiempo antes de la llegada del islam todos los credos se habían corrompido y habían perdido la espiritualidad. Por lo tanto, nuestro Santo Profetasa fue el Reformador más grande que devolvió al mundo la verdad perdida. Ningún profeta comparte con nuestro Santo Profetasa la distinción de haber encontrado al mundo entero sumido en la oscuridad y convertir su oscuridad en luz; ni de morir hasta que todo el pueblo en el que apareció se hubo despojado del ropaje del Shirk y se puso el atuendo del Tauhid.4 No sólo eso, sino que alcanzó los más altos niveles de la fe. Dio muestras de una sinceridad, fideli- dad y certeza sin precedentes en ninguna otra parte del mundo. Ningún profeta de Dios logró jamás semejante nivel y grado de éxito, excepto el Santo Profetasa. El principal argumento a favor del rango profético del San- to Profetasa es que premió al mundo con su presencia en un momento en el que el mundo estaba sumido en una absoluta oscuridad y necesitaba urgentemente un gran reformador, y no murió antes de que cientos de miles de personas abandonaran la idolatría y la adoración de ídolos, y abrazaran el Tauhid y el camino recto. Nadie salvo el Santo Profetasa podía haber llevado a cabo esta gran reforma. Enseñó los valores humanos a un pueblo salvaje y embrutecido. En otras palabras, transformó a brutos en hombres, a los hombres en seres civilizados y a los seres civilizados en hombres piadosos. Les infun- dió cualidades espirituales y entabló su comunión con el Dios Verdadero. En Su camino fueron sacrificados como cabras y pisoteados como hormigas, pero se man- tuvieron firmes en su fe y siguieron avanzando frente a todas las dificultades. Nuestro Santo Profetasa fue sin duda el Segundo Adán por el hecho de haber instaurado la espiritualidad en el mundo. Más bien, fue el verdadero Adán, ya que a través de él todas las virtudes humanas alcanzaron su perfección, todas las fuerzas del bien se activaron en sus respectivas esferas, y ninguna rama de la naturaleza humana quedó sin fruto. La finalidad de la misión profética en su persona no sólo consiste en que él sea el último, sino también el hecho de que todas las perfecciones del rango profético culminaran en él. Dado que él era la manifestación perfecta de los atributos divinos, la Ley que trajo contenía tanto las cualidades de gloria como de belleza. Sus nombres similares, Mu- hammad y Ahmadsa, simbolizan la misma realidad. Su profetazgo universal no es parsimonioso, sino que desde el principio estuvo destinado al mundo entero.
4 Shirk: asociar partícipes a Dios. Tauhid: creencia en la unicidad de Dios. [Editores]
Otra prueba más de la autenticidad de su rango profé- tico es que las Escrituras de todos los profetas, así como el Sagrado Corán, muestran que, desde Adán hasta el final, Dios ha ordenado que la edad del mundo sea de siete mil años, con un período de mil años tanto para la luz como para la oscuridad. En otras palabras, hay un período para que prevalezca la rectitud y un período en el que el mal y el extravío reinan de forma suprema. Según las Escrituras divinas, ambas épocas se dividen en períodos de mil años cada una. El primero de estos períodos estuvo dominado por la guía, durante la cual no hubo ningún signo de adoración de ídolos. Le siguió otro período, que también duró mil años, en el que todo tipo de idolatría echó raíces, prevaleció el Shirk, y se extendió por toda la tierra. En el tercer milenio, se vol- vieron a poner los cimientos del Tauhid que se extendió por el mundo, tan lejos como Dios quiso. Luego, durante el cuarto milenio, reapareció la oscuridad, los israelitas se extraviaron, y el cristianismo murió justo en su naci- miento, como si su nacimiento y muerte hubiesen tenido lugar al mismo tiempo. Entonces vino el quinto milenio, que fue la era de la guía. El advenimiento de nuestro Santo Profetasa tuvo lugar en este milenio. A través de él, Dios restableció la unidad de Dios en el mundo. El mero hecho de haber aparecido en el milenio que había sido destinado a la guía desde la eternidad, basta para probar que provenía de Dios. Esto no es solo mi punto de vista, sino que todas las Escrituras divinas dan testi- monio de ello. Este acontecimiento también prueba la autenticidad de mi propia afirmación de ser el Mesías Prometidoas, porque, según esta división de períodos, el sexto milenio es el tiempo de las tinieblas y el mal. Este período de mil años comienza trescientos años después de la Hégira y termina a principios del siglo catorce. El Santo Profetasa había designado a los pertenecientes al sexto milenio como Faiy-e-A’wach.5 [La horda descarriada] [Editores]
El séptimo milenio en el que vivimos es el de la luz y la guía. Dado que estamos en el último milenio, era inevitable que el Imam de los últimos días naciera en el cambio de milenio. Después de él, no hay Imam ni Mesías excepto el que venga en su imagen, porque en este milenio el mundo llega a su fin, como lo han ates- tiguado todos los profetas. Este Imam, a quien Dios ha designado como el Mesías Prometido, es el Muyaddid [Reformador] de este siglo y del último milenio. Inclu- so los cristianos y los judíos están de acuerdo en que, contando desde el tiempo de Adán, el presente milenio es el séptimo. Dios me ha revelado el tiempo de Adán, calculado sobre la base de los valores numéricos de las letras de la Sura Al-’Asr. Esto también prueba que ahora estamos en el séptimo milenio. Todos los profetas están de acuerdo en que el Mesías Prometidoas nacería al final del sexto milenio y haría su aparición a la vuelta del sép- timo, porque él sería el último en venir, como Adán fue el primero. Adán nació el sexto día, durante las últimas horas del viernes. Dado que un día en la estimación de Dios equivale a mil años del mundo, en base a la seme- janza anterior Dios decretó que el Mesías Prometidoas naciera al final del sexto milenio, lo que puede compa- rarse con el final de un día. Como hay semejanza entre el primero y el último, Dios creó al Mesías Prometidoas a semejanza de Adán. Adán nació gemelo un viernes, y yo, el Mesías Prometidoas, también nací gemelo un viernes. Mi nacimiento fue precedido por el nacimiento de una hermana gemela. Tal nacimiento apunta a la consumación del Wilayat [Santidad].
Es la enseñanza unánime de todos los profetas que el Mesías Prometido aparecería en el cambio del séptimo milenio. Esta es la razón por la que recientemente el mundo cristiano ha estado tan agitado por este tema, habiéndose publicado varios tratados en Estados Uni- dos preguntando por qué el Mesías Prometido, que aparecería en esta era, aún no lo había hecho. Algunos respondieron con desesperación diciendo que, dado que ya es demasiado tarde, la gente debería considerar a la Iglesia como su sustituto.
En efecto, que haya aparecido en el milenio especi- ficado por los profetas es un testimonio de mi verdad. Si no hubiera otra prueba, solo ésta sería suficiente para un auténtico buscador de la verdad, y su rechazo im- plicaría el rechazo de todas las Escrituras divinas. Este argumento es tan claro como el día para aquellos que conocen los Libros divinos y reflexionan sobre ellos. Rechazar este argumento equivale a rechazar todo el rango profético, confundir todos los cálculos y perturbar el esquema divino de las cosas. No es correcto decir, como hacen algunas personas, que debido a que nadie conoce el Día de la Resurrección, no es posible espe- cificar la edad del mundo desde Adán hasta el término de los siete mil años. Así son las personas que nunca reflexionaron debidamente sobre las Escrituras divinas. Estos no son cálculos que acabo de hacer por mi cuenta, sino que han sido aceptados por los eruditos de la Gente del Libro. Incluso algunos eminentes especialistas ju- díos han mantenido la misma opinión. También queda claro en el Sagrado Corán que la edad de la progenie de Adán, desde Adán hasta el final, es de siete mil años. Todas las Escrituras anteriores están de acuerdo en ello, y esto también es lo que se señala en el versículo:
6 En verdad, un día con tu Señor es como mil años de tu cuenta. Al- Hach, 22:48 [Editores]
Todos los profetas han comunicado claramente las mismas noticias. Como ya he señalado, los valores numé- ricos de las letras de la Sura Al-’Asr indican claramente que el advenimiento del Santo Profetasa tuvo lugar en el quinto milenio siguiente a Adán. Según este cálculo, el nuestro es el séptimo milenio. No puedo negar lo que me ha sido revelado por Dios, ni veo ninguna razón para rechazar el veredicto unánime de todos los profetas de Dios. Dado que existe una evidencia tan fuerte, y dado que ha sido revelado por los Hadices auténticos y por el Sagrado Corán que esta es la última era, ¿puede quedar aún alguna duda en que este es el último milenio? Es más, se supone que el Mesías Prometidoas aparecería a principios del último milenio.
Cuando se dice que nadie conoce la hora de la Resurrección, eso no implica que no se pueda saber nada al respecto. Si ese fuera el caso, entonces todos los signos mencionados en el Sagrado Corán y en los Hadices auténticos respecto a la Resurrección habrían de ser rechazados, pues constituyen la fuente principal de nuestro conocimiento sobre la proximidad del Día de la Resurrección. Dios Todopoderoso ha dicho en el Sagrado Corán que en los Últimos Días los canales fluirían, los libros y periódicos se publicarían en grandes cantidades y los camellos caerían en desuso. Descubri- mos que todas estas profecías ya se han cumplido en nuestro tiempo. Los camellos, por ejemplo, han sido re- emplazados por el ferrocarril como medio de transporte comercial. Por tanto, podemos concluir que el Día de la Resurrección está cerca. En el versículo 7 Se acerca la Al-Qamar, 54:2 [Editores] y en muchos otros versículos, Dios mismo nos advirtió, hace mucho tiempo atrás, de la proximidad del Día de la Resurrección. Por lo tanto, la Sharía no indica que el tiempo de la Resurrección sea un completo misterio. Al contrario, todos los profetas han hablado de las señales de la Última Era, como también lo han hecho los Evan- gelios. Aunque también es cierto que nadie tiene un conocimiento exacto de la Hora. Dios es Omnipotente y, después de un lapso de mil años, puede agregar algunos siglos más, porque las fracciones no cuentan en estos cálculos. Es como el período de embarazo que, a veces, puede prolongarse. Pensad que, aunque la mayoría de los bebés nacen en un período de nueve meses y diez días, nadie sabe la hora exacta en que comenzarán los dolores de parto. De manera similar, aunque pasen mil años antes de que el mundo llegue a su fin, nadie sabe la hora exacta de la Resurrección. Rechazar los argu- mentos dados por Dios a favor de Imamat y Nubuwwat8 [8 Imamat: Liderazgo espiritual; Nubuwwat: Profetazgo. [Editores]] equivale a rechazar la propia fe. Es bastante evidente que todos los signos que indican la aproximación del Último Día han hecho su aparición en conjunto y se está produciendo una gran revolución en el mundo. La mayoría de los signos del Último Día mencionados por Dios Todopoderoso en el Sagrado Corán se han cumpli- do debidamente. Del Sagrado Corán se desprende que, cuando se acercase el Día de la Resurrección, los canales fluirían, los libros se imprimirían en grandes cantidades, las montañas serían voladas, los ríos se secarían, una gran parte de la tierra se cultivaría, el contacto entre los pueblos sería fácil y frecuente, habría un gran fervor religioso entre las masas y las naciones atacarían las re- ligiones de otras naciones y tratarían de aniquilarlas por completo. En dichos días, sonaría la trompeta celestial y todas las personas se unirían bajo una sola religión, con la excepción de los seres sin valor que no merecen la fiesta celestial. Esta profecía, mencionada en el Sagrado Corán, se refiere al advenimiento del Mesías Prometido, y es por esta razón que se ha mencionado después del relato de Gog y Magog –dos naciones que también se han mencionado en las Escrituras anteriores–. Se llaman así porque harán un uso extensivo del Ayich, es decir, el fuego. Dominarán el mundo y alcanzarán todas las alturas. Entonces, el cielo producirá una gran trans- formación y finalmente se iniciará la era de la paz y la armonía. Además, se menciona en el Sagrado Corán que en esos días se excavarán muchas minas y cosas ocultas de la tierra; se producirá un eclipse del sol y de la luna; la plaga se extenderá por todas partes, y los camellos se volverán inútiles porque aparecerá un nuevo medio de transporte para reemplazarlos. Esto es lo que vemos hoy. Todo el comercio y transacciones comerciales que se realizaban en el pasado por medio de los camellos ahora se realizan a través de los ferrocarriles. El tiempo se acerca rápidamente en que los peregrinos también viajarán a Medina en tren y cumplirán la profecía men- cionada en el Hadiz:
9 Y las camellas serán abandonadas como [Editores]
En resumen, estos son los signos de los Últimos Días que se han cumplido –palabra por palabra–, demostran- do así que la era actual es la última era del mundo. Como Dios ha creado siete días y ha asemejado cada día a mil años, esta metáfora muestra, sobre la base de la clara afirmación del Sagrado Corán, que la edad del mundo es de siete mil años. Es más, Dios Todopoderoso es Watr y ama lo watr10. Así como ha creado siete días que son watr, la cifra “siete mil” también es watr. [Watr: el número impar, opuesto al Dios, siendo Uno, también es watr] De todo esto podemos inferir que este es el Último momento y la Última era del mundo11 [El Mesías Prometido ha explicado en otras ocasiones (por ejemplo, en la Conferencia de Lahore) el hecho de que la civilización y el periodo humano tienen una vida cíclica. La progenie de Adán también tiene un ciclo de vida de siete mil años. Sólo Dios sabe cuántos Adanes han pasado y cuántos están por venir. [Editores]] en la cual el Mesías Prome- tidosa estaba destinado a aparecer según las Escrituras Divinas. Nawab Siddiq Hassan Khan atestigua en su libro Huyayul Kiramah que ninguno de los receptores de visiones en el islam ha fijado el tiempo del Mesías Prometido más allá de finales del siglo catorce.
Naturalmente, surge la pregunta de por qué el Mesías Prometido iba a aparecer entre los musulmanes. La res-
puesta es que Al’lah el Todopoderoso ha prometido en el Sagrado Corán que el profetazgo del Santo Profetasa se parecería mucho al de la era de Moisésas, tanto en lo que respecta a su comienzo como a su fin. La primera de estas similitudes estaba relacionada con la primera era: la era del propio Santo Profetasa, y la otra similitud habría de aparecer en los últimos días. La primera similitud consiste en que, al igual que a Moisésas se le concedió una victoria final contra el Faraón y sus hordas, al Santo Profetasa se le concedió una victoria decisiva contra Abu Yahl –el Faraón de su época– y sus hordas. Dios los destruyó a todos y estableció el islam en la península arábiga, y con la ayuda de Dios esta profecía se hizo realidad:
- Por cierto que os hemos enviado un Mensajero, que es testigo sobre vosotros, al igual como enviamos un mensajero al Faraón. Al-Muzzammil, 73:16 [Editores]
La similitud relativa a los últimos días es que Dios Todopoderoso envió a un profeta en los últimos días de la Ley mosaica, que estaba en contra de la Yihad, no tenía nada que ver con la guerra religiosa y predicaba el perdón y la misericordia. Y Jesúsas apareció en un momento en que la condición moral de los israelitas estaba muy deteriorada y su carácter y conducta se ha- bían corrompido por completo. También habían perdido su reino y vivían bajo el dominio del Imperio Romano. Jesúsas apareció a principios del siglo catorce después de Moisésas, y dado que la cadena de profetas israelitas
llegó a su fin con él, fue, por tanto, el último eslabón del profetazgo israelita. De la misma manera, Dios me ha enviado con el espíritu y el carácter de Jesús, el hijo de María, en estos últimos días del periodo del Santo Profetasa, y ha dejado en suspenso la práctica de la Yihad tal como se profetizó que sucedería en el momento del Mesías Prometido. Además, he sido dotado con la ense- ñanza del perdón y la tolerancia. He llegado en un mo- mento en que la condición interna de la mayoría de los musulmanes se ha deteriorado como la de los judíos. La verdadera espiritualidad se ha perdido, y la mera forma y los rituales han ocupado su lugar. El Sagrado Corán ya había predicho este estado de cosas. Por ejemplo, usa las mismas palabras para los musulmanes de los últimos días que para los judíos. El Sagrado Corán dice:
- Entonces Él verá cómo actuáis. Al-A’raf, 7:130 [Editores]
Lo que significa que a vosotros también se os dará el Jilafat (califato) y el imperio; pero en los últimos días, este imperio os será arrebatado a causa de vuestras fechorías, igual como les fue quitado a los judíos. Dios insinúa claramente en la Sura Al-Nur que, en todas sus características, el Jalifa de esta comunidad musulmana se parecerá mucho al Jalifa de los israelitas. De los Jalifas israelitas, Jesúsas fue de los que no desenvainó la espada, ni recurrió a la Yihad. Esta comunidad musulmana tam- bién ha sido bendecida con un Mesías Prometido que tiene una disposición similar. Mirad el versículo:
- Al’lah ha prometido a aquellos de vosotros que creen y hacen buenas obras, que, en verdad, les hará Sucesores en la tierra como hizo Sucesores a los que les precedieron; y que, en verdad, establecerá para ellos su religión, que Él les ha elegido; y que les dará seguridad y paz después de su estado de Me adorarán a Mí y no asociarán nada Conmigo. Luego, los que no crean a partir de entonces, se contarán entre de los rebeldes. Al-Nur, 24:56 [Editores]
Las palabras, “como hizo Sucesores a los que les precedieron“, son particularmente dignas de mención, ya que nos llevan a comprender que el período de Muhammadsa se asemeja a período de Moisésas. Dado que el período mosaico terminó con un profeta llamado, Jesúsas que apareció a principios del siglo catorce des- pués de Moisésas, y no libró ninguna guerra ni Yihad, era esencial que el último Jalifa del período de Muhammadsa apareciera con el mismo espíritu.
Se relata en un Hadiz auténtico que, en los últimos días, la mayoría de los musulmanes llegarían a parecerse a los judíos. La Sura Al-Fatihah también se refiere a este hecho, porque nos enseña a orar: “¡Oh Dios! Sálvanos de llegar a ser como los judíos que vivieron en el tiem- po de Jesús, que fueron sus enemigos, y sobre los que cayó la ira de Dios Todopoderoso en este mundo”. Es el designio de Dios Todopoderoso: cada vez que da una orden a un pueblo o les enseña una oración, implica que algunos de ellos cometerán el pecado contra el que han sido advertidos. Puesto que el versículo,
- Los que no han incurrido en Tu Al-Fatihah, 1:7 [Editores]
se refiere a los judíos, que en los últimos días del perio- do mosaico incurrieron en la ira divina al rechazar al Mesías. Por lo tanto, de acuerdo con la práctica divina, este versículo contiene la profecía de que en los últimos días de la comunidad musulmana del Santo Profetasa, el Mesías Prometidoas aparecerá de su misma comunidad musulmana, y que, al oponerse a él, algunos musulma- nes se asemejarían a los judíos que vivieron en la época de Jesúsas. No hay objeción alguna respecto a por qué el Mesías Prometido ha sido llamado Jesús en el Hadiz si iba a aparecer entre los musulmanes, ya que es la prácti- ca divina nombrar a algunas personas con el nombre de otras. Abu Yahl, por ejemplo, ha sido llamado “Faraón” en un Hadiz. De manera similar, a Noéas se le ha llamado “el segundo Adán” y a Juan el Bautista se le ha llamado “Elías”. Nadie ha puesto en duda esta práctica divina.
Además, otra semejanza que Dios Todopoderoso ha creado entre el Mesías venidero y el anterior Mesías es que, así como el anterior Mesías (Jesúsas) llegó a principios del siglo catorce después de Moisés, así también apareció el último Mesías a finales del siglo catorce después del Santo Profetasa. Vino en un tiempo en el que los musulmanes habían perdido su imperio en la India y estaban gobernados por los británicos, tal como sucedió con Jesús, que apareció en un momento en que el reino israelita había declinado y los judíos vivían bajo el Imperio Romano. El Mesías Prometido de esta comunidad musulmana tiene otro parecido con Jesúsas: así como Jesúsas no fue completamente israelita, sino que solamente lo fue por parte de madre, de igual manera lo fueron algunos de mis antepasados maternos, pertenecientes a los Sadat [Sadat: descendientes del Santo Profetasa a través de su hija Hazrat Fatimara. [Editores], aunque mis antepasados paternos no lo eran. La razón de fondo de por qué Dios no eligió a un varón israelita como padre de Jesús fue porque Dios Altísimo estaba muy enojado con los israe- litas por sus innumerables pecados. Se les mostró esta señal como una advertencia, mediante la cual una madre dio a luz sin participación de un padre. Era como si Je- súsas se quedara con sólo una de las dos raíces necesarias para ser israelita. Esto también era indicación de que el siguiente profeta tampoco compartiría esta raíz. Dado que el mundo está llegando a su fin, su nacimiento en sí, indica que el Día de la Resurrección –en el que se destruirán todas las esperanzas acerca del Jilafat de los Quraish– está al alcance de la mano.
En resumen, para establecer una completa similitud entre las dispensaciones de Moisésas y Muhammadsa, se necesitaba un Mesías Prometido que cumpliera todas estas condiciones; de modo que, así como el periodo is- lámico comenzó con un Profeta parecido a Moisés, debía terminar con un profeta parecido a Jesúsas, y la última parte del periodo debía parecerse a la primera. Esto también es una prueba de la veracidad de su afirmación, pero solo sirve a las personas temerosas de Dios que reflexionan sobre ello. Que Al’lah tenga piedad de los musulmanes de esta época, ya que la mayoría de sus creencias religiosas han traspasado todos los límites de la equidad y la justicia. Leen en el Sagrado Corán que Jesúsas ha muerto, pero todavía creen que está vivo; leen en la Sura Al-Nur del Sagrado Corán que todos los Jali- fas venideros serían de esta comunidad musulmana y sin embargo, están esperando que Jesúsas descienda del cie- lo; leyeron en Sahih Bujari y Sahih Muslim la promesa de que Jesúsas aparecería en este periodo y pertenecería a esta misma comunidad musulmana, y sin embargo es- tán esperando al Jesúsas de los israelitas; leen en el Sa- grado Corán que Jesúsas nunca volverá al mundo y, no obstante, quieren traerlo de regreso al mundo. A pesar de todo esto, se autodenominan musulmanes. Afirman que Jesús ha ascendido a los cielos, pero no pueden explicar por qué ascendió. Los judíos solo cuestionaron su ascen- sión espiritual porque creían que su espíritu no fue as- cendido al cielo como los espíritus de los fieles, ya que había sufrido la muerte por crucifixión, y quien muere en la cruz es maldito y su espíritu no es elevado al cielo, es decir, hacia Dios. El Sagrado Corán tuvo que dar su veredicto sobre esta misma discrepancia, ya que preten- de señalar los errores de los judíos y cristianos y arbitrar sus disputas. Los judíos sostenían que Jesús, el Mesías, no estaba entre los fieles, no había alcanzado la salvación y su alma no fue elevada a Dios. De modo que, la pre- gunta que necesitaba ser resuelta por el Sagrado Corán era si Jesús, el Mesías, fue un creyente y un verdadero profeta de Dios, y si su espíritu fue elevado hacia Dios Todopoderoso como los espíritus de los verdaderos cre- yentes. Si el versículo:17
- Al contrario, Al’lah lo exaltó hacia Sí -Al-Nisa’, 4:159 [Editores]
significa que Dios Todopoderoso ascendió a Jesúsas físi- camente al segundo cielo, ¿cómo se resolvió entonces la discrepancia? Parecería como si Dios no entendiera la desavenencia y dictara un veredicto que era irrelevante para lo que los judíos afirmaban. Es más, el versículo dice claramente que Jesús fue ensalzado hacia Dios y no hacia el segundo cielo. La pregunta es, ¿reside Dios en el segundo cielo? Y, ¿es esencial para la salvación que el cuerpo físico acompañe al espíritu al cielo? Lo asombro- so es que en el versículo18
- Al contrario, Al’lah lo exaltó hacia Sí -Al-Nisa’, 4:159 [Editores]
no se menciona el cielo en absoluto. Solo dice que Dios ensalzó al Mesías hacia sí mismo. ¿Decidnos si Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, Moisés y el Santo Profeta (la paz y las bendiciones de Al’lah sean con todos ellos), fueron ensalzados a algún otro lugar y no hacia Dios? ¡Aquí proclamo con todo el énfasis que tengo a mi alcance, que atribuir la “exaltación hacia Al’lah” solo a Jesúsas, con exclusión de todos los demás profetas, es una grave blas- femia! No podría haber mayor blasfemia, porque esto implicaría que ningún profeta fue jamás ensalzado hacia Dios, con la única excepción de Jesúsas. De hecho, por otro lado, el mismo Santo Profetasa dio testimonio de su ensalzación a su regreso del Mi’rach. Hay que recordar que la exaltación de Jesúsas se ha mencionado sólo para refutar la acusación de los judíos y como amonestación para ellos; de lo contrario, todos los profetas, mensajeros y verdaderos creyentes participan de esta exaltación, y todo creyente es ensalzado después de la muerte. A esta exaltación se refiere este versículo del Sagrado Corán:
- Esto es un recordatorio. Y los justos tendrán, sin duda, un retiro excelente: Jardines de la Eternidad, con sus puertas abiertas para ellos. Sad, 38:50-51[Editores]
(Sura Sad, Parte 23, Ruku’ 13)
Pero el incrédulo no es ensalzado, como lo señala este versículo:
- No se les abrirán las puertas del Al-A’raf, 7:41
Aquellos que se equivocaron en este sentido antes de mi advenimiento serán perdonados, porque no se les recordó ni se les enseñó el verdadero significado de la Palabra de Dios. Pero ahora os he recordado y os he enseñado su verdadero significado. Si no hubiera venido, podría haber existido alguna justificación para seguir las creencias tradicionales, pero ahora ya no hay ninguna justificación. Tanto el cielo como la tierra han dado testimonio de la verdad de mi afirmación. Algunos santos de esta comunidad musulmana incluso han men- cionado mi nombre y lugar de nacimiento, y han dado testimonio de que soy el Mesías Prometido. Algunos de ellos fallecieron treinta años antes de mi advenimiento y ya he publicado sus testimonios. En esta misma época, algunos hombres de Dios, con cientos de miles de se- guidores, han atestiguado la veracidad de mi afirmación, habiendo recibido revelaciones de Dios y habiéndolo escuchado del Santo Profetasa en sus sueños. Miles de signos se han manifestado hasta ahora a través de mis manos. Los profetas de Dios también han señalado el tiempo y la edad de mi aparición. Con sólo reflexionar, vuestras manos, pies y corazones darán testimonio de la verdad de mi afirmación. La flaqueza en la conducta ha traspasado todos los límites y la mayoría de la gente ha olvidado la dulzura de la fe. Toda esta debilidad, error, extravío, materialismo y oscuridad que ha atrapado a la gente como rehenes, exige, naturalmente, que alguien se levante y les ayude. Y, sin embargo, solo se me llama Dayyal [Anticristo]. ¡Ay de la gente a la que se le envía el Dayyal en un momento tan crítico! Y cuán desafor- tunados son quienes, en el momento de su decadencia interna, son visitados por otra calamidad del cielo. A pesar de eso, no desisten en llamarme maldito y des- leal. Estas mismas palabras se usaron para Jesúsas, y los judíos impíos continúan usándolas hasta el día de hoy. Pero, en el Día de la Resurrección, aquellos que prueben el infierno clamarán:
- Sad, 38:63 [Editores]
Es decir, ¿qué nos ha sucedido que no vemos a los que considerábamos que eran malvados? El mundo siempre se ha opuesto a los que son enviados por Dios, porque el amor por este mundo nunca puede ir en consonancia con el amor por los mensajeros divinos. Si no hubierais estado enamorados de este mundo, me habríais reco- nocido, pero ahora no podéis reconocerme. Además, si el versículo:
- Al contrario, Al’lah lo exaltó hacia Sí. Al-Nisa’, 4:159 [Editores]
significa que Jesús ascendió al segundo cielo, entonces que nos muestren el versículo que decide esta controversia. Hasta el día de hoy los judíos niegan la Raf”a [Exaltación] del Mesías en el sentido de que él no era verdadero ni creyente, y por lo tanto –Dios nos perdone– su espíritu no fue ensal- zado hacia Él. Si tenéis dudas sobre esto, id y preguntad a los judíos eruditos. ¿Acaso no creen ellos que cuando una persona es crucificada, su cuerpo y su espíritu no ascienden al cielo? De hecho, es su creencia unánime que quien muere en la cruz es maldito y no es ensalzado hacia Dios. Por eso, en el Sagrado Corán, Dios rechaza el concepto de la muerte de Jesús en la cruz y dice:
- No lo asesinaron ni lo mataron por crucifixión, sino que se les hizo aparecer como un crucificado. Al-Nisa’, 4:158 [Editores]
Aquí Dios ha agregado a la palabra “lo mataron”, “lo mataron por crucifixión” para dejar muy claro que el mero hecho de ser colocado en la cruz no lo convierte en maldito. Al contrario, la condición previa es que uno tiene que ser puesto en la cruz, sus piernas han de ser quebradas con la intención de matarlo, y ha de ser eje- cutado. Solo entonces se llamará a esa muerte la muerte de un maldito. Pero Dios salvó a Jesúsas de tal muerte.
Es cierto que fue puesto en la cruz, pero no murió en la cruz, y los judíos fueron simplemente engañados ha- ciéndoles creer que había muerto en ella. Los cristianos también se hicieron la misma ilusión, aunque creyeron que había resucitado después de la muerte. La verdad, sin embargo, es que perdió el conocimiento en la cruz debido a su sufrimiento, y esto es lo que significan las palabras:
24 …se les hizo aparecer como un crucificado. Al-Nisa’, 4:158
Marham-i-’Isa [ El ungüento de Jesús. [Editores] es una maravillosa evidencia en este contexto. Esta receta se sabe que fue preparada para Jesúsas y ha continuado registrándose en las farmacopeas de los hebreos, romanos, griegos y musulmanes a lo largo de los siglos. Es realmente lamentable creer que Dios Todopoderoso tuviera que ascender a Jesús físicamente al cielo, como si temiera que los judíos se pudieran apoderar de él. Tales ideas han sido difundidas por quienes ignoraban la discre- pancia real. Es más, esos sentimientos son un insulto al Santo Profetasa. Los infieles de entre los Quraish le habían pedido insistentemente este mismo milagro: que ascendiera al cielo ante sus propios ojos y descendiera con el Libro, pues solo entonces creerían en él. La res- puesta que recibieron fue:
Di: “¡Santo es mi Señor! No soy más que un hombre enviado como Mensajero”. Bani-Isra’il, 17:94 [Editores]
Es decir, soy sólo un ser humano y no le corresponde a Dios Todopoderoso ascender físicamente a ningún mortal al cielo, en contradicción con Su propia Palabra. Cuando ya prometió en el Sagrado Corán que todos los humanos vivirán sus vidas en la tierra, ¿cómo pudo ascender físicamente al Mesías al cielo y no haber pres- tado atención a su promesa?
En ella viviréis, en ella moriréis y de ella seréis retornados. Al-A’raf, 7:26 [Editores].
Algunos musulmanes mantienen la ilusión de que no necesitan creer en ningún Mesías Prometido. Dicen: “Aceptamos que Jesúsas hubo muerto, pero como ya somos musulmanes y ofrecemos oraciones, guardamos el ayuno y seguimos los mandatos del islam, ¿por qué entonces hemos de necesitar un reformador?” Sabed que esas personas están muy equivocadas. ¿Cómo, en primer lugar, pueden afirmar que son musulmanes si no obedecen el mandato de Dios y del Santo Profetasa? La orden que se les dio fue que se apresuraran a acudir al Imam Prometido tan pronto como apareciera, y que se presentaran ante él incluso si tenían que arrastrarse sobre la nieve para hacerlo. Pero no han prestado atención a esta orden. ¿ Acaso es esto el islam y es éste el carácter de un musulmán? Como si no fuera suficiente, vierten contra mí los insultos más viles y me llaman kafir y Dayyal [Anticristo]. Quien me hace daño piensa que ha hecho una buena acción digna de recompensa, y el que me llama gran mentiroso se imagina que así ha agradado a Dios.
¡Oh, vosotros a los que se os enseñó a practicar la paciencia y la justicia! ¿Cómo podéis ser tan descon- fiados e impetuosos? No hay señal que Dios no os haya mostrado, y no hay argumento que Él no haya producido, ¡y aún así no creéis! Habéis desafiado los mandamientos divinos con gran temeridad. ¿Con quién compararía a la gente engañadora de esta época? Son como el tipo ladino que mantiene los ojos cerrados a plena luz del día y grita: “¿Dónde está el sol?” ¡Oh, tú que te engañas a ti mismo! Abre primero los ojos, pues solo entonces contemplarás el sol. Es muy fácil llamar kafir a un mensajero de Dios, pero es mucho más difícil seguirlo en los sutiles caminos de la fe. Declarar Dayyal a un mensajero de Dios también es bastante fácil, pero entrar por la puerta estrecha de sus enseñanzas es una ardua tarea. Aquellos que dicen que no les interesa el Mesías Prometido, en realidad, no se preocupan por su propia fe, salvación y pureza. Si tuvieran algún sentido de la justicia y analizaran su propia condición interior, se darían cuenta de que, sin la renovada certeza de la fe que desciende del cielo a través de los mensajeros y profetas de Dios, sus oraciones no son más que un ritual, y su ayuno, una mera inanición. El hecho es que nadie puede alcanzar la verdadera liberación del pecado, ni amar o temer verdaderamente a Dios como merece ser temido, mientras no logre el conocimiento y la fuerza verdaderas a través de la propia gracia y misericordia de Dios. Es evidente que el verdadero conocimiento es la base de todo amor y temor, y sólo después de haber adquirido el conocimiento y la noción de una cosa es cuando el amor, el deseo, el miedo o la aversión por esa cosa en particular se arraiga en el corazón. Es cierto, por supuesto, que no se puede alcanzar el verdadero cono- cimiento mientras Dios no lo conceda, y que no puede beneficiar a nadie excepto a través de la gracia de Dios. Este conocimiento abre entonces la puerta para buscar y reconocer la verdad. Solo a través de repetidos actos de gracia divina esta puerta permanece abierta y no se cierra en lo sucesivo. En resumen el conocimiento espiritual, sólo puede alcanzarse mediante la gracia divina, y sólo a través de ella puede sobrevivir. La gracia divina purifica e ilumina el conocimiento, quita los velos interpuestos y limpia el Nafs-e-Ammarah[El ego que incita al mal. [Editores]] de todas sus impurezas. Otorga fuerza y vida al alma, libera al ego más bajo de la prisión del pecado, y lo purga de sus malas pasiones. Además, esta gracia salva a uno del torrente de pasiones carnales y produce una especie de transformación en el hombre que hace que desarrolle una aversión natural por el pecado. A partir de entonces, el primer impulso que siente el alma, por la gracia de Dios, se llama du’a [súplica]. No hay que contentarnos con pensar que ya rezamos todos los días y que el Salat que ofrecemos es también una oración; porque la oración que sigue al ver- dadero conocimiento y que nace de la gracia divina es de un color y una complexión completamente diferente. Tal oración es algo que consume, es un fuego que de- rrite, es una fuerza magnética que atrae la misericordia divina, es una muerte, pero que en última instancia da vida; es una inundación furiosa pero que finalmente se convierte en un barco. A través de ella se corrige todo mal y todo veneno se convierte en antídoto.
Bienaventurados los prisioneros que nunca se cansan de suplicar, porque algún día serán liberados. Bienaven- turados los ciegos que no se cansan de rezar, porque algún día verán. Bienaventurados los que yacen en las tumbas y suplican a Dios ayuda y socorro, porque un día serán extraídos de sus sepulturas. Bienaventurado tú que nunca te cansas de suplicar y tu alma se derrite en la oración, tus ojos derraman lágrimas y un fuego se enciende en tu pecho que te lleva a oscuros aposentos y desiertos para que experimentes la soledad y te sumer- jas en la inquietud y casi la locura, porque finalmente recibirás las recompensas divinas. El Dios hacia Quien invito es muy bondadoso, misericordioso, modesto, veraz y fiel. Él concede Su misericordia a los humildes. Vosotros también debéis serle fieles y orar con toda sin- ceridad y devoción para que os otorgue Su misericordia. Desvinculaos de la conmoción del mundo y no deis un cariz religioso a vuestras disputas egoístas. Aceptad la derrota por amor a Dios para que podáis convertiros en herederos de grandes victorias. Dios mostrará milagros a los que suplican, y los que piden serán bendecidos con una gracia extraordinaria. La oración viene de Dios y a Él regresa. A través de la oración, Dios se vuelve tan cercano a vosotros como vuestra propia vida.
La primera bendición de la oración es que produce un cambio santo en la persona, como consecuencia de lo cual Dios también produce una transformación en Sus atributos. Sus atributos son, en verdad, inmutables, pero para esta persona transformada, Él muestra una mani- festación diferente de la que el mundo no sabe nada. Parecería como si se hubiera convertido en otro Dios, cuando, en realidad, no es un nuevo Dios. La verdad es que es una nueva manifestación Suya que lo muestra bajo una luz totalmente diferente. Es entonces cuando Dios, en honor de esta manifestación especial, hace por el transformado lo que no lo hace por los demás. Esto es lo que se conoce como milagros.
En resumen, la oración es el elixir que convierte un puñado de polvo en oro puro. Es el agua que limpia las impurezas internas. Con esa oración, el espíritu se funde y fluye como el agua, para caer postrado ante el umbral del Santísimo Dios. Se encuentra en la presencia de Dios, se inclina y cae en postración ante Él. El Salat en- señado por el islam no es más que su reflejo. La posición erguida del espíritu significa que está dispuesto a sufrir cualquier dificultad y a obedecer todas las órdenes por la causa de Dios. La inclinación del espíritu ante Dios sig- nifica que, al renunciar a todo otro amor y relaciones, se ha vuelto a Dios y le pertenece sólo a Él. Su postración significa que cae en el umbral de Dios y, renunciando a todo pensamiento personal, pierde la identidad misma de su existencia. Esta es la oración que ayuda a esta- blecer la comunión con Dios, y esta es la oración que la Sharía islámica ha representado en el Salat diario prescrito, para que la oración física pueda inspirar la oración espiritual. Dios Altísimo ha formado al hombre de tal manera que el espíritu influye en el cuerpo y el cuerpo a su vez influye en el espíritu. Cuando el espíritu está melancólico, los ojos derraman lágrimas; y cuando el espíritu está alegre, el rostro resplandece de felicidad, e incluso siente ganas de reír. Del mismo modo, siempre que el cuerpo se ve afectado por el dolor o la angustia, el espíritu también participa del sufrimiento. Cuando una brisa fresca anima el cuerpo, el espíritu también lo sien- te. Así pues, el objeto de la adoración es que, a través de la relación mutua entre el cuerpo y el espíritu, el espíritu pueda moverse hacia el Santísimo Dios y se dedique a estar espiritualmente de pie y en postración. Dado que el hombre tiene que esforzarse por progresar, esa oración también es una especie de esfuerzo. Es bastante obvio que cuando dos objetos están unidos y cogemos uno de ellos, el otro también se mueve. Pero el mero hecho de estar de pie, inclinarse y postrarse no sirve de nada a menos que se haga un esfuerzo para que el espíritu tam- bién participe de estos movimientos de Qiyam, Ruku’ y Sachdah. Esta participación depende del verdadero conocimiento, que a su vez depende de la gracia divina. Desde que Dios creó al hombre, ha hecho Su costumbre que, por Su pura gracia, bendice con su Espíritu Santo a quien Le place. Luego, con la ayuda del Espíritu Santo, infunde Su amor en dicha persona, le concede la ver- dad y la perseverancia, fortalece su conocimiento con diversos signos y elimina sus debilidades hasta que esté prácticamente dispuesto a entregar su propia vida en Su camino. Establece una relación tan inquebrantable con el Ser Eterno, que ninguna calamidad puede destruir y ninguna espada puede escindir, porque este amor no se basa en motivos temporales, ni está asociado con el deseo del paraíso o el miedo al infierno, ni tiene nada que ver con la comodidad mundana o, para el caso, con la riqueza y los bienes. Se trata más bien de una relación que sólo Dios conoce. Y lo que es aún más extraño, el cautivo de tal amor no puede comprender la verdadera naturaleza de esta relación, ni puede entender sus por- qués porque es una relación atemporal. No se basa en el conocimiento y la comprensión espirituales, ya que eso sólo viene después, para iluminar la relación. Es como el fuego, que está latente en una piedra, pero las chispas sólo aparecen cuando se frota. Una persona así posee, por un lado, un amor personal por Dios Altísimo y, por otro, simpatía y deseo abrumadores de reformar a la humanidad. Por esta razón, no sólo goza de una relación con la divinidad que le impulsa constantemente hacia Dios, sino que también tiene una relación con la humanidad que hace que atraiga hacia sí a sus almas ávidas. Es como el Sol, que tracciona de los estratos de la tierra hacia sí mismo y a su vez se ve arrastrado en otra dirección. Lo mismo ocurre con las personas que, en la terminología islámica, se llaman nabi (profeta), rasul (mensajero) y muhaddaz [El que recibe la revelación divina. [Editores]].
Están bendecidos con la sagrada comunicación y conversación divina, los milagros se muestran en sus manos, la mayoría de sus oraciones encuentran aceptación, y Dios Altísimo les in- forma frecuentemente de la aceptación de sus oraciones.
Aquí, algunas personas no ilustradas suelen objetar diciendo ¿en qué somos diferentes de los mensajeros de Dios, si nosotros también tenemos sueños rectos, nuestras oraciones, a veces, también son escuchadas e incluso, en algunas ocasiones, recibimos la revelación? Según esta gente, los profetas de Dios son impostores o personas autoengañadas que se enorgullecen de cosas ordinarias, cuando no existe la más mínima diferencia entre ellos y la gente común. Esta creencia tiene sus raíces en la arro- gancia y ha arruinado a muchas personas en esta época. Sin embargo, para un buscador de la verdad, estas dudas se responden fácilmente de la siguiente manera: es ab- solutamente cierto que Dios ha bendecido a un grupo de Sus siervos con Su gracia y les ha concedido una gran porción de Sus bondades espirituales; y, a pesar de que las personas hostiles y ciegas siempre han rechazado a los profetas, éstos han prevalecido invariablemente so- bre ellos; su luz sobrenatural siempre ha aparecido de tal manera que las personas sensatas han tenido que admitir que existe una diferencia manifiesta entre los profetas y sus oponentes. Es obvio que un mendigo indigente tiene unas cuantas monedas y que un rey también tiene monedas que llenan sus arcas, pero el mendigo no puede pretender ser igual al rey. Tampoco una luciérnaga, por el hecho de irradiar algo de luz, puede pretender ser igual al sol. La razón por la que Dios ha implantado en las almas de la gente común la semilla de experimentar sueños, visiones y revelaciones –aunque en grado limitado– es para permitirles reconocer a los profetas sobre la base de su experiencia personal; y para darles a conocer la prueba incontrovertible de la verdad de los profetas, de forma que no les quede ninguna excusa.
Otra cualidad de los elegidos de Dios es que movi- lizan poderosamente a las personas y las atraen hacia sí. Son enviados al mundo para establecer generaciones espiritualmente iluminadas. Como la guía que traen se basa en una visión luminosa, levantan los velos de oscuridad que se interponen entre Dios y Sus criaturas. Sólo a través de ellos nace en los corazones el verdadero conocimiento de lo divino, el verdadero amor a Dios, la piedad, la rectitud, el afán y la felicidad. Quien rompe su relación con ellos es como una ramita que se despren- de del árbol. La cualidad única de esta relación es que –con la compatibilidad requerida– el crecimiento de las facultades espirituales comienza en el momento en que se establece el vínculo. Además, en el momento en que se rompe este vínculo, la condición espiritual comienza a deteriorarse. Es pura arrogancia creer que uno no ne- cesita a los mensajeros y profetas de Dios; tal creencia supone la pérdida de la fe, y tal persona sólo se engaña a sí misma cuando dice: “¿Acaso no ofrezco el salat, observo el ayuno y recito el kalima?” Dice esto porque carece de la verdadera fe y fervor. Por supuesto que es Dios quien crea al hombre, pero ¡mira cómo también ha hecho que un hombre sea el origen del nacimiento de otro hombre! Por lo tanto, al igual que hay un padre físico por el que nace el hombre, también existe un padre espiritual que es la fuente del nacimiento espiritual.
Tened cuidado y no os engañéis a vosotros mismos siguiendo la mera formalidad del islam. Estudiad deteni- damente la Palabra de Dios y observad lo que Él exige, pues es lo que se os ha enseñado en la Sura Al-Fatihah:
- Guíanos por el camino recto, el camino de aquellos a quienes Tú has concedido Tus Al-Fatihah, 1:6-7 [Editores].
Cuando Dios os ordena suplicar cinco veces al día por conseguir las bendiciones que corresponden a los profetas y mensajeros de Dios, ¿cómo es posible que adquiráis estas bendiciones sin su ayuda? Por lo tanto, para ayudaros a alcanzar el estado de certeza y amor, es esencial que los profetas de Dios sigan apareciendo de forma periódica para que podáis recibir estas bendicio- nes de ellos. ¿Deseáis desafiar a Dios Altísimo y violar Su ley eterna? ¿Puede un espermatozoide decir que no deseaba nacer de un padre? ¿Pueden los oídos afirmar que no quieren oír a través del aire? Nada puede ser más insensato que desafiar la ley milenaria de Dios Altísimo.
Por último, ha de quedar claro que mi advenimiento en la época actual no es solo para la reforma de los mu- sulmanes, sino que he venido a reformar a toda la gente de las tres religiones: musulmanes, cristianos e hindúes. Así como Dios me ha designado como el Mesías Pro- metido para los musulmanes y cristianos, también soy el Avatar para los hindúes. Durante los últimos veinte años más o menos, he estado proclamando que, así como he aparecido en el espíritu del Mesías, el hijo de María, con el propósito de erradicar los pecados que han llenado la tierra, también he venido como Raja Krishna, uno de los más grandes avatares de la fe hindú. En otras palabras, soy la misma persona en virtud de la realidad espiri- tual. Esto no es ninguna fantasía ni especulación por mi parte. El Dios del cielo y de la tierra me ha revelado –no una sino varias veces– que para los hindúes soy Krishna y para los musulmanes y cristianos soy el Mesías Pro- metido. Sé que los musulmanes ignorantes, al oír esto, dirán inmediatamente que al asumir el nombre de un no musulmán, he aceptado abiertamente la incredulidad. Pero esta revelación procede de Dios y no tengo más remedio que proclamarla. Hoy es la primera vez que lo anuncio ante una reunión tan numerosa, porque los que son de Dios nunca tienen miedo de los reproches de los que buscan faltas.
Que quede claro que Raja Krishna, según lo que se me ha revelado, fue un hombre tan verdaderamente grande que es difícil encontrar su semejante entre los Rishis y avatares de los hindúes. Era un Avatar –es decir, un profeta– de su tiempo sobre quien descendía el Espíritu Santo procedente de Dios. Provenía de Dios, y fue victorioso y próspero. Limpió del pecado la tierra de los aryas y fue, de hecho, el profeta de su época, cu- yas enseñanzas fueron posteriormente corrompidas en numerosos aspectos. Estaba lleno de amor a Dios, era amigo de la virtud y enemigo del mal. Dios prometió que, en los últimos días, enviaría a alguien, es decir, a un Avatar, a su imagen y semejanza. De ahí que esta promesa se haya cumplido con mi venida. Entre otras revelaciones referentes a mi persona, también recibí esta revelación:
- ¡Oh Krishna, exterminador de cerdos y protector de vacas! Tu alabanza se recoge en el Guita. [Editores]
Por lo tanto, amo a Krishna porque he venido a su imagen. Otra semejanza entre los dos es que las mismas cualidades que se han atribuido a Krishna (por ejemplo, ser el destructor del pecado, el consolador y el que alimenta a los pobres) son también las cualidades del Mesías Prometido. Por lo tanto, desde el punto de vista espiritual, Krishna y el Mesías Prometido son uno y el mismo; sólo la terminología regional es diferente.
Ahora, en mi calidad de Krishna, advierto a los aryas contra algunos de sus errores. Un de ellos, que ya he mencionado, es que no es correcto creer que todas las al- mas y partículas del universo, también conocidas como Purkarti o Purmano, son no creadas y eternas. El hecho es que no hay nada no creado excepto Parmeshwar, que no depende de nada para Su existencia. Todo lo que de- pende de otros para su existencia no puede ser increado.
¿Acaso los atributos de los espíritus son innatos y nadie los ha creado? Si esto fuera así, la unión de las almas con los cuerpos también podría producirse por sí misma y la unión de las partículas materiales podría tener lugar per se. Si esto fuera efectivamente así, no tendríais ningún argumento racional para creer en la existencia de Parmeshwar. Si la razón puede aceptar el concepto de que las almas, con todos sus atributos innatos, son auto-existentes, entonces aceptará fácilmente el otro concepto de que la unión y la separación de las almas y los cuerpos es también auto-existente, pues una vez que se considera que la auto-existencia es un hecho, no hay razón para que un camino quede abierto y el otro cerra- do. Ninguna lógica puede justificar ese planteamiento.
Además, este error ha llevado a los aryas a otro error, que les perjudica tanto como el error anterior perjudicaba a Parmeshwar. Los aryas consideran que la salvación es limitada y por un periodo fijo, y que la transmigración de las almas es como un yugo del que no se puede escapar. A ninguna mente sana se le ocurre imputar tal mezquindad y estrechez de miras a Dios Mi- sericordioso y Bondadoso. Cuando Parmeshwar tenía el poder de conceder la salvación eterna, y Él era Surab Shaktiman (Todopoderoso), uno no comprende por qué debería ejercer tal parsimonia y privar a Sus siervos de Su gracia. Esta objeción se vuelve aún más grave cuan- do se comprueba que las almas –que están condenadas a la condenación eterna y a sufrir ciclos interminables de transmigración– no son creaciones de Parmeshwar. En respuesta a esta objeción, los aryas dicen:
“Parmeshwar tenía el poder de conceder la salvación eterna, pues ¿no es cierto que es Él Surab Shaktiman? Esta salvación limitada sólo se propuso para que no se rompiera el ciclo de transmigración de las almas. Dado que el número de almas era fijo y no podía ser excedido, en el caso de una salvación permanente, la transmigra- ción no podría continuar para siempre, ya que el alma que una vez entró en la cámara de salvación quedaría fuera del alcance de Parmeshwar. El producto final de esta pérdida diaria sería que no quedaría ni una sola alma en manos de Parmeshwar para ser consignada al ciclo de la transmigración, y, tarde o temprano, este pasatiempo llegaría a su fin y lo dejaría para siempre ocioso. Debido a estas limitaciones, Parmeshwar ha procurado limitar la salvación a un periodo determinado”.
En este punto, surge otra objeción: una vez que las almas han alcanzado la salvación y quedaron limpias de sus pecados, ¿por qué Parmeshwar las echó una y otra vez de la cámara de la salvación? (Según los aryas) Así es como Parmeshwar ha solucionado esta objeción: cada alma que entra en la cámara de la salvación con- tinúa siendo cargada con un pecado, y sobre esta base, cada alma es finalmente expulsada de la cámara de la salvación.
Tales son, en efecto, las creencias de los aryas. Para ser justos, ¿cómo puede ser Parmeshwar alguien que sufre de tales limitaciones? Es muy lamentable observar como al negar el concepto tan claro del atributo de creación de Dios, los aryas se han colocado en una posición tan absurda, y al presumir que las obras de Parmeshwar son como las suyas, también lo han blasfemado. No enten- dieron que Dios es diferente de su creación en cada uno de Sus atributos. Juzgar a Dios con criterios humanos es una falacia que los dialécticos han denominado “falsa analogía”. La afirmación de que la creación ex nihilo es imposible se basa en la experiencia de la razón respecto a la capacidad humana. Reducir los atributos divinos al nivel del hombre es pura ingenuidad. Así como Dios habla sin lengua física, oye sin oídos físicos y ve sin ojos físicos, también crea sin medios físicos. Creer que Él depende de la materia equivale a la suspensión de los atributos divinos. Hay además otro grave error en esta doctrina, pues convierte a cada partícula en copartícipe de Dios en el sentido de que cada partícula es increada y eterna. Los adoradores de ídolos sólo asociaban a unos pocos ídolos como socios de Dios, mientras que esta doctrina hace que todo el mundo sea copartícipe de Él, ya que, según sus principios, cada partícula es dios por derecho propio.
Dios Altísimo sabe que no afirmo todo esto por ma- licia o enemistad. Por el contrario, estoy seguro de que ésta no puede ser la enseñanza original de los Vedas. Conozco a muchos supuestos filósofos que mantenían esas creencias y acabaron siendo ateos. Me temo que si los aryas no renuncian a esta doctrina, también correrán la misma suerte.
La reencarnación, que surge de esta doctrina también estigmatiza gravemente la gracia y la misericordia de Dios Todopoderoso. Encontramos, por ejemplo, que en un par de metros cuadrados puede haber millones de hormigas, una simple gota de agua puede contener miles de organismos, y los ríos, océanos y selvas están llenos de todo tipo de animales e insectos con los que el número de seres humanos no tiene comparación. Si la doctrina de la Reencarnación es verdadera, entonces nos gustaría saber, ¿qué es lo que tiene que mostrar Parmeshwar, cuántos hay a los que ha concedido la salvación, y si se puede obtener algo de Él en el futuro?
Además, esta ley de castigar a una persona sin in- formarle de su delito también es incomprensible. Una tragedia aún mayor es que la salvación depende del co- nocimiento espiritual, que sigue erosionándose todo el tiempo, pues nadie consigue conservar ningún recuerdo de alguna parte de los Vedas, independientemente de la forma que haya adoptado su reencarnación o por muy experto que haya sido. Esto demuestra que el logro de la salvación a través de la transmigración de las almas simplemente no es posible. Además, los hombres y mu- jeres que están atrapados en el ciclo de la reencarnación y nacen en este mundo, no traen consigo ninguna lista que les informe de sus relaciones pasadas que eviten que un pobre ignorante se case con una recién nacida que en realidad es su hermana o su madre.
En cuanto a la costumbre de Neug, que es común en- tre los aryas en estos días, sólo puedo seguir exhortando a los aryas que hagan todo lo posible para desechar esta doctrina. La naturaleza humana nunca aceptará que –a pesar de ser el legítimo esposo de su mujer, y a pesar de la relación que se haya establecido entre ambos– un hombre exija a su casta esposa, de la que depende su honor y dignidad, que se acueste con otro hombre sólo porque desea descendencia. No deseo escribir más sobre este tema y dejo que sea la conciencia de las personas respetables la que lo juzgue. Lo sorprendente es que, a pesar de todo esto, ¡los aryas buscan invitar a los musulmanes a su fe! Sin duda, toda persona razo- nable está siempre dispuesta a aceptar la verdad, pero no es cierto afirmar que a Dios –que ha manifestado Su existencia a través de Sus enormes poderes– se le pueda negar el poder de crear, y no se le considere la fuente de todas las bondades. Tal Parmeshwar nunca puede ser el Verdadero Parmeshwar. Es gracias al poder de Dios que el hombre ha podido reconocerlo. Si dejara de tener poder y, como nosotros, necesitara también de medios materiales, nadie podría reconocerle.
Además, gracias a los favores y bondades de Dios se le considera digno de adoración. Si Él no fuera el Crea- dor de las almas y no poseyera el poder de otorgar Su gracia y favor a menos que la persona hiciera algo para merecerlo, ¿cómo podría considerarse a tal Parmeshwar digno de adoración? Al reflexionar, nos damos cuenta de que los aryas no han presentado una imagen decente de su religión. Consideran que Parmeshwar es tan impo- tente y malicioso que, incluso después de castigar a las almas durante miles de millones de años, no les concede la salvación eterna, y su ira nunca se aplaca. Con su creencia en el Neug, los aryas también han estigmatiza- do su cultura nacional y han atacado el honor de mujeres indefensas. Han causado un daño vergonzoso tanto a los derechos de Dios como a los derechos del hombre. Este credo está muy cerca del ateísmo por haber dejado impotente a Dios, y en el ámbito del Neug, está muy cerca de un grupo de gente innombrable.
Con dolor de corazón me veo obligado a decir que, mientras la mayoría de los aryas y cristianos tienen la costumbre de atacar injustamente los principios verda- deros y perfectos del islam, son totalmente indiferentes a la hora de mejorar la condición espiritual de su propia religión. La religión no enseña a vilipendiar a los hom- bres santos, a los profetas y a los mensajeros, pues tal cosa va en contra del propósito mismo de la religión, que es que uno debe limpiarse de todo mal, permitir que el espíritu propio yazca postrado para siempre en el umbral de Dios Altísimo, y se impregne tanto de convic- ción, amor, verdadero conocimiento, verdad y fidelidad, que tenga lugar una auténtica transformación, y se consiga una vida celestial en este mismo mundo. Pero,
¿cómo puede alcanzarse la verdadera rectitud mediante doctrinas que dicen, por ejemplo, que basta con creer en la sangre de Jesús para alcanzar la salvación? ¿Qué tipo de purificación es ésta que no exige ningún esfuer- zo por parte de la persona para purificarse? El hecho es que la verdadera pureza sólo se alcanza cuando uno se arrepiente sinceramente de una vida pecaminosa y se esfuerza por alcanzar una vida de piedad, para lo cual se requieren tres condiciones: En primer lugar, una resolu- ción solemne y un esfuerzo concertado para librarse de la vida pecaminosa en la medida en que esté en nuestra mano. La segunda condición es la oración. Hay que su- plicar siempre a Dios que nos libre de la vida pecadora con Su propia mano, que encienda en nuestro corazón un fuego tal que reduzca a cenizas todo mal, y nos conceda un poder capaz de vencer todas las pasiones carnales.
Debemos seguir implorando a Dios hasta que llegue el momento en que la luz divina descienda sobre nuestro corazón, y un rayo brillante caiga sobre nuestro ser para disipar todas las tinieblas, eliminar nuestras debilidades y provocar un cambio virtuoso, pues la oración tiene, sin duda, un gran poder. Si los muertos pueden ser devueltos a la vida es sólo a través de la oración; si los cautivos pueden ganar la libertad es sólo a través de la oración; si los impuros pueden ser purificados es sólo a través de la oración. Pero rezar es como morir. La tercera condición es estar en la compañía de los que son justos y perfectos porque una lámpara ilumina a otra.
Estas son las tres únicas formas de lograr la eman- cipación del pecado. Cuando se cumplen estas tres condiciones, somos finalmente bendecidos con la gracia divina. De lo contrario, sólo nos engañamos a nosotros mismos imaginando que hemos alcanzado la liberación del pecado al creer en la redención a través de la sangre de Jesús. El hecho es que el hombre ha sido creado para un propósito mucho mayor. La mera abstinencia del pecado no es un gran logro. Muchos animales que no cometen ningún pecado, ¿pueden pretender ser per- fectos? ¿Podemos esperar ser recompensados por una persona por el mero hecho de que no le hemos causado ningún daño? No; en efecto, son los servicios prestados con sinceridad los que le hacen a uno merecedor de la recompensa. El servicio que el hombre debe prestar a Dios es pertenecerle sólo a Él, abandonar el amor de todo lo demás por Su amor y rendir su propia voluntad a la Voluntad de Dios. El Sagrado Corán lo ilustra con un maravilloso ejemplo: ningún creyente puede alcanzar la perfección hasta que no haya tomado dos elixires. El primero es el elixir que enfría el amor al pecado, denominado por el Sagrado Corán como el “elixir de alcanfor”, y el segundo elixir, que llena el corazón de amor a Dios, es descrito por el Sagrado Corán como el “elixir de jengibre”.
Es una pena que los cristianos y los arios no hayan seguido este camino. Los aryas son de la opinión de que, tanto si se arrepiente uno como si no, el pecado tiene que ser castigado con el tormento de innumerables ciclos de transmigración. El concepto cristiano de liberación del pecado ya ha sido descrito anteriormente. Ambos grupos se han alejado de la verdad. Han dejado atrás la puerta por la que debían entrar y se han extraviado en el desierto.
Hasta ahora me he referido a los aryas, pero el esta- do de los cristianos, que se esfuerzan por extender su religión por todo el mundo, es mucho más deplorable. Hoy en día, mientras los aryas tratan, de alguna manera, de deshacerse su antiguo credo politeísta de adoración a las criaturas, los cristianos, por el contrario, tratan de convertir, no sólo a ellos, sino a todo el mundo, para que adoren a las criaturas. De manera arbitraria y autoritaria proyectan al Mesías como Dios. No hay razón alguna para creer que poseía algún poder especial que no tu- vieran los demás profetas. En realidad, algunos profetas han hecho milagros mayores que él. Sus fragilidades atestiguan que sólo era un humano. Nunca hizo ninguna afirmación en base a la cual se le pueda considerar un pretendiente a la divinidad. Todos sus dichos, que su- puestamente prueban su divinidad, están simplemente sacados de contexto, porque miles de expresiones de este tipo también se han usado con respecto a otros profetas y ninguna persona razonable argumentaría que prueban la divinidad de tales profetas. Los únicos que hacen tal cosa son los que aman endiosar a los seres humanos. Juro por Dios Altísimo que las revelaciones y comunicaciones divinas que me han sido concedidas contienen expresiones aún mayores. Si tales palabras pudieran demostrar la divinidad del Mesías, entonces (Dios me perdone) yo también tendría derecho a hacer la misma afirmación. Recordad, es una simple y pura falsedad decir que el Mesíasas alguna vez afirmó ser Dios. Nunca, jamás, hizo tal afirmación. Todo lo que dijo sobre sí mismo no excede la palabra “intercesión”, y nadie niega que los profetas tienen la potestad de in- terceder. ¿No fue la intercesión de Moisésas lo que salvó a los judíos del castigo de las llamas una y otra vez? Yo mismo tengo experiencia personal en este aspecto. Muchos de mis honorables seguidores saben muy bien que algunas personas que padecen enfermedades y otras tribulaciones han sido liberadas de su miseria a través de mi intercesión y que recibieron las buenas nuevas de antemano. Es simplemente absurdo creer que Jesúsas asumió la carga de los pecados de las personas y fue crucificado para su salvación. Esta creencia está muy lejos de la razón. También va en contra de los atributos de equidad y justicia divinos decir que un hombre comete el pecado mientras que otro recibe el castigo. ¡Esta doctrina no es menos que un que un cúmulo de errores! No es propio de hombres racionales abandonar a Dios Único, que no tiene socio, y comenzar a adorar a Sus criaturas. Creer que hay tres personas independientes y perfectas en la Trinidad, que son iguales en poder y gloria, y luego combinarlas en un Dios perfecto, es un tipo de lógica que sólo es peculiar para los cristianos. Es aún más lamentable que el propósito para el que se hizo este nuevo plan, es decir, la redención del pecado y la liberación de una vida de inmundicia, nunca se logró. Al contrario, antes de la doctrina de la Expiación, los discípulos eran puros de corazón, no tenían nada que ver con este mundo y sus riquezas, no se contaminaban con los males de esta vida, ni luchaban por las ganancias mundanas. ¡Ay! ¿Dónde desaparecieron corazones tan puros y devotos después de la Expiación? Y aún es peor en esta época. Cuanto más énfasis se pone en la doctrina de la Expiación y en la sangre de Jesús, mayor es el embrujo de los cristianos con lo mundano. De hecho, igual un hombre en estado de estupor, la mayoría están absortos día y noche en sus ocupaciones terrenales. Los otros pecados que abundan en Europa, como el alcoho- lismo y las relaciones sexuales ilícitas, son demasiado obvios para requerir cualquier mención.
Concluiré mi discurso después de presentar un breve
discurso en apoyo de mi afirmación.
¡Honorable auditorio! ¡Que Dios Altísimo abra vues- tros corazones a la realidad y que Él los inspire con la habilidad para visualizar la verdad! Debéis saber que es razón suficiente para seguir a un profeta, un mensajero o un elegido de Dios –que ha sido comisionado para la reforma de la humanidad- si lo que dice es la verdad y no sufre de engaño o fraude, ya que la razón humana no requiere milagros para aceptar la verdad. Pero como el hombre es naturalmente susceptible a las dudas y sospe- chas, puede pensar que al demandante le mueve algún motivo egoísta, que él mismo es víctima del engaño o que está tratando de engañar a los demás. Aunque lo que dice el mensajero sea cierto y evidente, la gente a veces no le presta atención porque lo considera una persona común e insignificante. A veces, las tentaciones del ego inferior son tan abrumadoras, que incluso entendiendo que el mensaje es verdadero, la persona se siente tan abrumada por las pasiones impuras del ego más bajo que se siente incapaz de seguir el camino que el predicador y el guía desea que recorra; y, a veces, su propia debilidad interna lo retiene.
Por eso la sabiduría divina ha hecho esencial que los elegidos por Dios vayan acompañados de los signos de Su socorro. Tales signos se manifiestan en forma de misericordia divina y, a veces, en forma de castigo divino, y es por estos signos que los elegidos se cono- cen como: Bashir [Portador de buenas nuevas [Editores]]
y Nazir. [El que advierte [Editores]]
Pero solo los creyentes participan de estos signos de misericordia porque no muestran arrogancia ante el mandamiento de Dios y no miran a los mensajeros de Dios con desdén y desprecio.
Los reconocen con la intuición que Dios les ha dado y, manteniéndose firmes en el camino de la rectitud, no son obstinados en exceso, ni rechazan a estos mensajeros por orgullo mundano o falso sentido de la dignidad. Al con- trario, cuando se dan cuenta de que alguien ha aparecido en el momento apropiado, siguiendo el ejemplo de los profetas y atrayendo a la gente hacia Dios; y que con toda probabilidad el mensaje es verdadero; y que en él están presentes las señales del socorro divino, la justicia y la honestidad; y que con el criterio de las tradiciones de los profetas anteriores, no se les puede poner objeción alguna a su palabra y a sus hechos, creen en él. De hecho, hay algunos afortunados que reconocen a primera vista que el suyo no es el rostro de un mentiroso o un farsante. Para ellos se manifiestan los signos de misericordia. Al mantenerse en la constante compañía de los veraces, al alcanzar el poder de la fe y al provocar un cambio positi- vo en ellos mismos, continúan siendo testigos de señales siempre nuevas. Todas las verdades y certezas, todas las formas de socorro divino y las revelaciones sobre lo invisible y lo desconocido, son para ellos signos divinos. Debido a su fino sentido de discernimiento, perciben los signos más complejos y velados del socorro divino a favor del mensajero, y son conocedores de los signos más pequeños y sutiles. En contraposición a estos, hay, sin embargo, otros que no tienen la suerte de participar de las señales de la gracia divina. La gente de Noéas, por ejemplo, no obtuvo ningún beneficio de ninguna clase de milagro, excepto del milagro del diluvio que les aho- gó. El pueblo de Lotas tampoco se benefició de ningún milagro hasta que la tierra se desmoronó bajo sus pies y sufrieron una lluvia de piedras. En esta época, Dios me ha designado de la misma manera, pero me doy cuenta de que la mayoría de la gente de estos días es como la gente de Noéas en cuanto a su actitud. Hace muchos años, dos señales que atestiguaban mi verdad aparecieron en los cielos de acuerdo con la profecía relatada por la familia del Santo Profetasa. La profecía era la siguiente: “Cuando aparezca el Imam de los últimos días, aparecerán para él dos signos que nunca han aparecido para nadie antes de él: un eclipse de luna que acontecerá en el mes de Ramadán en la primera de las noches habituales para el eclipse lunar; y, en el mismo mes de Ramadán, también tendrá lugar un eclipse de sol en el segundo día de los tres días propios de los eclipses solares”. Tanto los suníes como los chiíes están de acuerdo con esta profecía. Está escrito que desde la creación del mundo tales eclipses nunca han ocurrido en estas fechas anunciadas, en pre- sencia y durante el ministerio de alguien que afirmara ser el Imam. Sin embargo, esto es exactamente lo que se profetizó que sucedería en el tiempo del Imam de los últimos días, y esta señal debía ser específica para él. Esta profecía está registrada en libros publicados hace mil años. Sin embargo, cuando la profecía se cumplió después de que yo hiciera la afirmación de ser el Imam, nadie la reconoció, y ni siquiera una sola persona me juró lealtad después de presenciar el cumplimiento de esta gloriosa profecía. Al contrario, empezaron a insul- tarme y ridiculizarme con mayor intensidad que nunca. Me llamaron Dayyal [Anticristo], kafir, gran mentiroso, etc. Esta profecía fue tratada de esa manera porque no auguraba un castigo divino, sino que era la gracia divina la que concedía una señal anticipada. Pero la gente no sacó ningún provecho de esta señal y sus corazones no mostraron ninguna inclinación hacia mí, como si no se tratara, en absoluto, de una señal, sino solo de una profecía sin valor.
A partir de entonces, cuando la maldad de los incré- dulos sobrepasó todos los límites, Dios manifestó una señal de castigo, tal como había quedado registrado en los Libros de los profetas. Este signo del castigo divino es la plaga que desde hace algunos años corroe este país y, contra la cual ninguna estrategia humana ha servido de nada. La noticia de esta plaga está presente en el Sagrado Corán en términos claros. Al’lah dice:34
- No hay ciudad que no destruyamos antes del Día de la Resurrección, o a la que castiguemos con un castigo severo. Bani Isra’il, 17:59 [Editores]
Esto significa que cierto tiempo antes del Día del Jui- cio Final tendrá lugar una plaga severa y algunos pueblos quedarán totalmente aniquilados, mientras que otros revivirán tras sufrir en cierto grado. De manera similar, Dios Altísimo declara en otro versículo, que se traduce de la siguiente manera: “Cuando se dicte sentencia en su contra, les enviaremos un gusano de la tierra que los herirá porque la gente no aceptó Nuestras señales”.35 [Al-Naml, 27:83 [Editores]]
Ambos versículos están presentes en el Sagrado Corán y contienen una profecía clara sobre la peste, porque la peste también es causada por un germen, aunque los médicos anteriores lo desconocían. Pero Dios, que es el Conocedor de lo desconocido, sabía que la verdadera causa de la plaga es un germen que surge de la tierra. Por eso fue llamado Dabbatul Ard, es decir, el gusano de la tierra. Solo cuando apareció esta señal de castigo divino y miles de vidas se perdieron en el Punjab, y un terrible terremoto devastó esta tierra, algunas personas recapacitaron, y en poco tiempo, unas doscientas mil personas juraron lealtad en mi mano, y este proceso continúa. Dado que la peste aún no ha desaparecido, y también porque ha llegado como una señal, no hay esperanza de que esta plaga abandone este país en un corto plazo, a menos que la mayoría de la gente opere un cambio en sí misma para mejorar. Esta tierra, por lo tanto, se parece mucho a la tierra de Noéas, porque nadie creyó a pesar de presenciar las señales celestiales, y, sin embargo, fueron miles los que le juraron lealtad después de ver la señal del castigo divino. Los profetas anteriores también hablaron sobre el signo de la plaga. También está registrado en los Evangelios que estallará una plaga cuando aparezca el Mesías Prometido. También se han mencionado las guerras que se están librando en la ac- tualidad.
¡Arrepentíos, por tanto, oh, musulmanes!, pues veis como cada año la plaga os separa de vuestros seres que- ridos. Volved hacia Dios para que Él también se incline hacia vosotros. Todavía no sabemos cuánto durará la peste y qué sucederá al final. Si hay alguna duda sobre la verdad de mi afirmación y si uno realmente busca la verdad, es fácil disipar estas dudas, porque la verdad de cada Profeta puede verificarse de las siguientes tres maneras:
En primer lugar, con la ayuda de la razón: cuando aparece un profeta o un mensajero divino, debemos ver si la razón humana atestigua o no que existe la necesidad de su venida en ese momento concreto, y si la condición hu- mana imperante requiere la presencia de un Reformador.
En segundo lugar, las profecías de los profetas an- teriores: debemos averiguar si algún profeta anterior había hecho una profecía en apoyo de este profeta, o en apoyo de cualquier profeta que hubiera de venir en ese momento en particular.
En tercer lugar, el apoyo y el socorro divinos: debe- mos averiguar si el demandante disfruta o no del apoyo celestial.
Estos son los tres distintivos o indicadores que forman los criterios aceptados para identificar a un verdadero elegido por Dios. ¡Amigos míos! Dios ha sido muy mi- sericordioso con vosotros y ha hecho que las tres señales se sincronicen como testimonio de mi verdad. Ahora os toca a vosotros aceptar o rechazar.
Tras una consideración racional, encontraréis a la razón humana clamando por la necesidad de un Refor- mador Celestial para los musulmanes de esta época. La condición de estos últimos es terrible tanto interna como externamente, y parecen estar al borde de un profundo abismo, o a punto de ser golpeados por una tormenta feroz. Al mirar las profecías pasadas, encontraréis que el profeta Daniel también profetizó sobre mi persona y sobre el tiempo de mi venida. El Santo Profetasa también predijo que el Mesías Prometido nacería en esta misma Umma. Quien no lo conozca debe estudiar Sahih Bujari y Sahih Muslim, donde encontrará la profecía de que un Muyaddid [Reformador] aparecerá al final de cada siglo. Si alguien busca pruebas del socorro divino que me respalda, ha de recordar que ya han aparecido miles de señales a mi favor. Aparte de esto, también hubo ésta profecía que se registró en Brahin-e-Ahmadiyya hace unos veinticuatro años, cuando nadie me había jurado lealtad y nadie había viajado para verme. La profecía era:
Es decir, se acerca rápidamente el momento en que la ayuda financiera te llegará de todas partes y miles de personas vendrán a visitarte. También, Él dice:
Que significa que acudirá a ti tanta gente que te sor- prenderá su número. Pero no debes ser descortés con ellos ni cansarte de ellos.
¡Querida gente! Aunque no sepáis el número de gente que me ha visitado en Qadián, y cuán gráfico fue el cum- plimiento de esta profecía, al menos habréis observado como miles de personas se han reunido en la estación del tren para darme la bienvenida a mi llegada a esta ciudad, y cómo cientos de hombres y mujeres juraron lealtad en mi mano. De hecho, soy la misma persona que vivió en esta misma ciudad durante siete años antes de [escribir] Brahin-e-Ahmadiyya, y nadie me conocía ni conocía mis circunstancias. Solo imaginad cómo se hizo esta profecía en Brahin-e-Ahmadiyya veinticuatro años atrás, mucho antes de esta fama y renombre, cuando yo era de poca importancia a los ojos de la gente. Como he dicho, a pesar de que viví en esta ciudad durante unos siete años antes de que escribiera Brahin-e-Ahmadiyya, solo unos pocos de vosotros podrían afirmar que me conocían, porque entonces yo era una persona anóni- ma, una mera alma solitaria entre las multitudes, sin significado a los ojos del pueblo. Sin embargo, aquellos fueron tiempos muy dulces para mí porque disfrutaba de una soledad total entre la multitud y era una unidad en la diversidad. Viví en la ciudad como un habitante del desierto. Amo a Sialkot como amo a Qadián porque algunos de mis primeros años los pasé aquí y anduve mucho por las calles de esta ciudad. Hakim Hassam-ud- Din, un respetable caballero y sincero amigo de aquellos días, que ya entonces me profesaba un gran afecto, pue- de dar testimonio de los tiempos que viví y de la persona oculta que fui.
Ahora, permitídme preguntaros, ¿es humanamente posible que una persona tan solitaria haga una profecía tan poderosa y que afirme que un día se elevará a tal eminencia que cientos de miles se convertirán en sus devotos seguidores, que la gente le jurará lealtad en su mano en gran número, que la prisa de la gente por reco- nocerle no se verá afectada por la severa oposición de los oponentes; y que tanta gente vendría a verlo que casi se cansaría de ellos? ¿Puede el ser humano hacer algo semejante? ¿Puede un pretendiente hacer una profecía tan gloriosa veinticuatro años antes de su cumplimiento, en un estado de desamparo y soledad, y dar la noticia de su futura eminencia y convertirse en el centro de la aclamación de la gente? Tampoco Brahin-e-Ahmadiyya, que contiene esta profecía, es un libro oscuro. Musul- manes, cristianos e incluso aryas en este país poseen copias del mismo, al igual que el Gobierno. Si alguien tiene alguna duda sobre un signo tan magnífico, que cite un precedente de cualquier parte del mundo.
Además de este signo, hay muchos otros igualmente conocidos en este país. Pero las personas ignorantes, que no tienen intención de aceptar la verdad, no sacan provecho siquiera de los signos más evidentes, y buscan medios de evadirse a través de la crítica inútil y absurda. Al poner objeciones contra una o dos profecías, termi- nan por negar miles de otras que son absolutamente claras. ¡Ay! No temen a Dios lo más mínimo cuando profieren tales mentiras y se olvidan del Día del Juicio Final cuando me atribuyen falsedades. No necesito dar detalles de sus falsas acusaciones ni informar al público de sus fechorías. Si fueran justos o tuvieran algo de temor a Dios Altísimo en sus corazones, no se habrían apresurado a rechazar Sus señales. Si, llegado el caso, hubiera una señal que no entendían, podrían haberme preguntado su verdadero significado de una manera ra- zonable y civilizada. Una de sus principales objeciones es que Atham no murió dentro del plazo estipulado y que, aunque Ahmad Baig murió de acuerdo con la pro- fecía, su yerno, que también estaba mencionado en la profecía, no murió. ¿Es este el nivel de su piedad, que ni siquiera mencionan los miles de signos que se han cumplido claramente, y continúan repitiendo una o dos profecías que no han sido capaces de comprender, albo- rotando cada reunión? Si tuvieran algún temor de Dios en sus corazones, se habrían beneficiado de las señales y profecías corroboradas. No es el camino de los veraces pasar por alto los milagros manifiestos y oponerse a los sutiles. Tal actitud abre la puerta a la crítica contra todos los profetas, con el resultado de que tales personas terminan negando a todos ellos. Por ejemplo, no hay ninguna duda de que Jesúsas mostró milagros, pero un crítico malintencionado podría alegar que algunas de sus profecías resultaron ser falsas, como, de hecho, los judíos afirman hasta hoy que ninguna de las profecías de Jesús se cumplió jamás. Él había profetizado que doce de sus discípulos se sentarían en doce tronos en el cielo, pero solo quedaron once y uno lo abandonó. De manera similar, profetizó que sus contemporáneos no morirían hasta que lo hubieran visto regresar. Pero lo que sucedió es que todas las personas pertenecientes a los últimos dieciocho siglos yacen enterradas en sus tumbas y él no ha aparecido. Por lo tanto, esta profecía ¡resultó ser falsa en su propia época! También había dicho que era el Rey de los judíos, y sin embargo no recibió reino alguno. Podemos citar muchos otros ejemplos. Luego, hay en la actualidad ciertas personas de mente malvada, que al plantear objeciones contra algunas profecías del Santo Profetasa, acaban negando todas sus profecías. Algunos de ellos citan el episodio de Hudaibiya. Si tales personas realmente se toman en serio estas objeciones, es inútil preocuparse por ellas. Mi preocupación es que, al adoptar esta actitud, podrían, de hecho, estar diciendo adiós al islam. El hecho es que en mis profecías, como en las profecías de todos los profetas, hay espacio para la interpretación, al igual que el viaje del Santo Profetasa a Hudaibiya admitía una interpretación. Fue el resultado de una determinada interpretación la que le hizo em- prender el viaje, aunque esta interpretación resultó ser errónea. Por lo tanto, un error ocasional de interpretación o juicio no le quita mérito a la elevada posición, majes- tad y honor de un profeta. Si se afirma que tal hecho compromete la integridad de un profeta, la respuesta es que la integridad de un profeta no sufre ninguna pérdida si consideramos la gran cantidad [de profecías que se cumplen con exactitud]. A veces, un profeta recibe una revelación aislada y abstracta, y otras veces algo se le revela clara y repetidamente. La interpretación errónea de una revelación abstracta por un error de juicio, no daña los principios cardinales y axiomáticos. Por tanto, no niego que si recibo una revelación aislada y abstracta, pueda existir algún error de juicio al tratar de entenderla. Este es un riesgo compartido por todos los profetas.
Que la maldición de Al’lah caiga sobre los que mienten. [Editores]
Además, Dios no tiene la obligación de cumplir las profecías que contienen advertencias. La profecía del Profeta Jonásas lo atestigua, y todos los profetas están de acuerdo en que la Voluntad divina que se revela en forma de advertencia puede evitarse mediante oraciones y limosnas. Si no fuera así, las oraciones y las limosnas serían un ejercicio inútil.
Concluyo dando las gracias a Dios Altísimo, que me ha capacitado para escribir esta conferencia a pesar de mi enfermedad y debilidad física. Ruego a Dios Todo- poderoso que haga que esta conferencia sea un medio de guía para muchas personas. Al igual que os habéis reunido físicamente en este lugar, que Dios, de la misma manera, confiera a vuestros corazones el amor y apego mutuos, y que haga que los vientos de la guía soplen por todos lados. Los ojos no pueden ver nada sin la luz celestial. Que Dios envíe luz espiritual del cielo para que los ojos puedan ver. Que Él cree un aire de lo invi- sible para que los oídos puedan oír. Nadie puede venir a nosotros salvo aquel a quien Dios atrae hacia nosotros. En realidad, Él está atrayendo a muchos y continuará haciéndolo, y romperá muchas barreras. La muerte de Jesusas es la raíz de mi reivindicación, y esta raíz está regada por la propia Mano de Dios y el Profetasa la cui- da. Dios ha testificado con Su Palabra, y Su Mensajerosa ha testificado con su acción, –es decir a través de su propio testimonio ocular–, que Jesusas está muerto y que en la Noche del Mirach lo vio entre los muertos. ¡Ay! La gente todavía cree que está vivo y le atribuyen una sin- gularidad que no se ha atribuido a ningún Profeta. Estas son las cosas que dan fuerza a la presunción cristiana sobre la supuesta divinidad de Jesús. Muchas mentes torpes e ignorantes tropiezan con tales creencias. Doy testimonio de que Dios me ha informado de la muerte de Jesús. Traerlo ahora de vuelta a la vida sería la perdición del islam. Aferrarse a esta creencia en este momento es una absoluta pérdida de tiempo y esfuerzo. El primer consenso (Ichma) en el islam fue considerar que ningún Profeta del pasado estaba vivo. Esto también se des- prende del versículo:
Muhammad es sólo un mensajero. En verdad, todos los mensajeros han muerto antes de él. Al-’Imran, 3:145 [Editores].
Que Dios recompense a Abu Bakar ra, quien inició este consenso y recitó este versículo desde el púlpito. Para concluir, quisiera agradecer sinceramente al Gobierno Británico que tan generosamente nos ha concedido la libertad religiosa. Gracias a esta libertad podemos co- municar las enseñanzas esenciales de nuestra fe. Este no es un beneficio trivial por el cual debamos dar las gracias al Gobierno de manera informal; al contrario, nuestra gratitud debe ser sincera y genuina, porque si este gran Gobierno nos hubiera concedido un patrimo- nio millonario pero nos hubiera negado tal libertad, el valor del patrimonio no sería igual al de ésta libertad, ya que las riquezas de este mundo son perecederas, pero esta es una riqueza que no conoce la muerte. Exhorto a todos los miembros de mi Yama’at a estar sinceramente agradecidos con este amable Gobierno, porque si uno no es agradecido con el hombre, tampoco es agradecido con Dios. Solo es piadoso el que, al igual que es agra decido con Dios Altísimo, también es agradecido con el hombre, porque a través de él ha recibido algunas de las bondades del Verdadero Benefactor.
La paz sea con el que sigue la guía.
Mirza Ghulam Ahmad de Qadián, Sialkot.
Martes, 1 de noviembre de 1904.