Discurso de Hazrat Mirza Masrur Ahmad en la sede central militar de Koblenz, Alemania el 30 de mayo de 2012
Bismillah-Rahmani-Rahim: En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso-.
Assalamu alaikum wa rahmatul-lahe wa baraktuhu : que la paz y bendiciones de Al-ĺah sean con todos ustedes.
Desearía, en primer lugar, agradecerles a todos ustedes que me hayan invitado a su sede y que me hayan brindado la oportunidad de dirigirles unas palabras. Como jefe de la Comunidad Ahmadía del Islam, me gustaría hablarles sobre las enseñanzas del Islam. Pero se trata de un tema tan extenso que es imposible abarcarlo en el tiempo del que hoy disponemos. Por lo tanto, es necesario que me limite a tratar un único aspecto del Islam.
Mientras pensaba qué faceta del Islam debería tratar, recibí un mensaje del Presidente Nacional de nuestra Comunidad aquí en Alemania, D. Abdullah Wagishauser, en el que me solicitaba que hablase sobre las enseñanzas del Islam con respecto al amor y lealtad a la patria. Así que he decidido hablar sobre algunos aspectos de las enseñanzas del Islam sobre este asunto.
Es muy fácil hablar, o escuchar a otros hablar, de manera superficial, sobre el tema de la lealtad y el amor a la patria. Sin embargo, la realidad es que estas breves palabras tienen un significado hermoso y profundo. De hecho, comprender de verdad su significado y entender lo que exigen de nosotros es tarea difícil. En todo caso, en el tiempo que dispongo, intentaré explicar el concepto del amor a la patria en el Islam.
En el Islam hay un principio fundamental. No deben existir contradicciones entre la palabra y la acción de una persona. Hay que evitar el doble rasero y la hipocresía. La lealtad verdadera está basada en la sinceridad y la integridad. Requiere que lo visible esté siempre de acuerdo con lo que yace en el corazón. Por lo tanto, es imprescindible que el ciudadano de cualquier país cultive una relación de verdadera lealtad hacía su nación. Da igual si se trata de un ciudadano nativo, o si la persona ha conseguido la nacionalidad más tarde a través de la emigración.
La lealtad es una gran cualidad y los profetas de Dios son los que han mostrado este atributo en su grado más elevado. Su amor y unión con Dios era tan fuerte, que en todos los asuntos tenían presente Sus mandamientos y se esforzaban en cumplirlos fielmente. Esto ilustraba su compromiso con Dios y su grado de lealtad. Por tanto, es en su ejemplo de lealtad en lo que debemos fijarnos. Sin embargo, antes de proseguir es necesario comprender lo que realmente significa la lealtad. Conforme a las enseñanzas del Islam, la definición y el verdadero significado de la lealtad consiste en el cumplimiento inequívoco de las promesas y acuerdos que cada cual hace, en cualquier nivel y circunstancias, independientemente de su dificultad. Este es el verdadero grado de fidelidad requerido por el Islam. En varias partes del Sagrado Corán, Al-lah ordena a los musulmanes que cumplan sus promesas y acuerdos, porque tendrán que rendir cuentas ante Dios. A los musulmanes se les ha enseñado que han de cumplir todos sus acuerdos y promesas, incluyendo, por supuesto los acuerdos realizados con Dios Todopoderoso, así como todos los demás acuerdos convenidos, según su respectivo grado de importancia.
En este contexto, una pregunta que puede surgir en sus mentes es la siguiente: ya que los musulmanes declaran que Dios y su religión tienen la máxima importancia para ellos, se deduce que sus promesas de lealtad a Dios serán su primera prioridad, y su compromiso con Dios será lo que valoren por encima de todo, y a lo que se dedicarán en cuerpo y alma; por lo tanto puede surgir la duda de si la lealtad de un musulmán hacia su nación y su voto de que cumplirá las leyes del país no revestirán para él una importancia secundaria. Así, podría estar dispuesto a sacrificar su voto o compromiso con la patria en determinadas ocasiones.
Para responder a esta duda me gustaría en primer lugar informarles de que el Santo Profeta Mohammad (saw) enseñó que ‘el amor a la propia patria forma parte de la fe.’ Así pues, el patriotismo verdadero es un requisito del Islam. Para amar verdaderamente a Dios y al Islam es preciso que una persona ame a su propia patria. Está claro, por lo tanto, que no puede haber conflicto de intereses entre el amor de una persona hacia Dios y el amor hacia su patria. Puesto que el amor hacia la patria es parte del Islam, es evidente que un musulmán debe hacer cuanto pueda para alcanzar los más altos grados de fidelidad a su patria porque esto supone un medio para acercarse a Dios. Por lo tanto es imposible que el verdadero amor que un musulmán siente por Dios se convierta en alguna ocasión en impedimento o barrera que le impidan mostrar el verdadero amor y fidelidad hacia su patria. Por desgracia, vemos cómo en algunos países el derecho a la libertad religiosa está reprimido o incluso completamente impedido. Así pues, otra cuestión que puede surgir es si esas personas que son perseguidas por sus gobiernos pueden aún mantener una relación de amor y lealtad con su nación y patria. Con gran tristeza debo informarles de que estas circunstancias se dan en Pakistán, donde el gobierno ha establecido leyes contra nuestra Comunidad. Estas leyes anti-Ahmadía están en pleno vigor, hasta el punto de que en Pakistán todos los musulmanes áhmadis han sido declarados oficialmente no-musulmanes. En consecuencia, se les prohíbe llamarse a sí mismos musulmanes. A los áhmadis en Pakistán también se les prohíbe hacer sus oraciones tal como lo hacen los demás musulmanes o actuar de acuerdo con cualquier práctica o costumbre musulmana que pueda identificarles como musulmanes. El mismo Estado, en Pakistán, ha privado a miembros de nuestra Comunidad de su derecho básico a la oración.
Teniendo en cuenta este estado de asuntos, es bastante natural preguntarse cómo en estas determinadas circunstancias pueden los musulmanes áhmadis obedecer las leyes del lugar. ¿Cómo pueden continuar mostrando lealtad a su nación? Aquí debo aclarar que donde se dan tales circunstancias extremas, las leyes y la lealtad hacía la nación se convierten en dos asuntos separados. Nosotros, los musulmanes áhmadis, consideramos que la religión es un asunto personal que cada individuo debe decidir por sí mismo y que no debe existir coacción en asuntos de fe. Por tanto, cuando la ley interfiere con este derecho, se trata, sin lugar a dudas, de un importante acto de crueldad y persecución. Esta clase de persecución, instigada por los gobernantes, que ha existido a lo largo de los tiempos, ha sido condenada por la mayoría de los seres humanos.
Si lanzamos una mirada a la historia de Europa, descubrimos que la gente de este continente también ha sido víctima de persecuciones religiosas, y como resultado de ellas, miles de personas se vieron forzadas a emigrar de un país a otro. Todos los historiadores imparciales, gobiernos y pueblos lo han considerado como una cruel persecución. En tales circunstancias, cuando la persecución va más allá de los límites soportables, el Islam aboga por que la persona pueda abandonar su ciudad o país, y emigrar a un lugar donde halle libertad para practicar su religión en paz. Sin embargo, junto a estos consejos, el Islam también enseña que bajo ninguna circunstancia deben los individuos tomar la justicia en sus propias manos, ni formar parte de ningún plan o conspiración contra su nación. Esto es una orden absolutamente clara e inequívoca del Islam.
A pesar de la grave persecución a la que se enfrentan, millones de áhmadis siguen viviendo en Pakistán, donde están sujetos a una continuada discriminación y tortura en todos los aspectos de sus vidas, y continúan manteniendo una relación de total lealtad y unión sincera con su nación. Cualquiera que sea su campo de trabajo, o dondequiera que se hayan asentado, siempre intentan ayudar a la nación en su progreso y éxito. Durante décadas, los oponentes de los áhmadis han intentado alegar que los áhmadis no son leales a Pakistán, pero nunca han podido demostrarlo o aportar pruebas en favor de sus aserciones; al contrario, la realidad es que cuando ha sido necesario realizar sacrificios por el bien del Pakistán, los musulmanes áhmadis siempre han dado un paso al frente, y siempre han estado dispuestos a hacer sacrificios por el bien de la patria.
A pesar de ser las víctimas y estar en el punto de mira de la legislación, son los musulmanes áhmadis los que siguen y cumplen las leyes de la nación mejor que cualquier otro ciudadano. Esto es así porque son auténticos musulmanes y siguen el verdadero Islam. Otra enseñanza que nos ha dado el Corán en relación con la lealtad, consiste en que la gente se mantenga alejada de todas las cosas impúdicas o indeseables, o que impliquen cualquier tipo de rebelión. Un hermoso distintivo del Islam es que no nos llama la atención cuando las consecuencias ya resultan extremadamente peligrosas; en lugar de ello, nos advierte en contra de todas las pequeñas desviaciones que actúan como peldaños que dirigen la humanidad por el camino del mal. Así pues, si se siguen las enseñanzas del Islam, cualquier conflicto se puede resolver en sus comienzos, antes de que la situación quede fuera de control.
Por ejemplo, un asunto que puede dañar gravemente a un país es la codicia financiera de sus ciudadanos. A menudo, la gente se desvive y se consume por deseos materiales que acaban formando una espiral fuera de control, y tales deseos dan origen finalmente a que la gente actué de forma desleal, y, en ultima instancia pueden acabar siendo causa de traición a la patria. Permítanme que me explique. En árabe, la palabra ‘baga’ se emplea para describir a las personas o las acciones que pueden perjudicar a la patria. Hace referencia a aquellos que realizan malas acciones o que infligen daño a otros, y también incluye a aquellas personas que cometen fraude o intentan adquirir algo de forma ilegal o injusta. También se refiere a aquellos que transgreden todos los límites y en consecuencia perjudican e hieren a otros. El Islam enseña que tal comportamiento es desleal porque la lealtad está estrechamente vinculada a los valores morales. La verdadera lealtad no puede existir sin que existan altos valores morales y viceversa. Es cierto que la gente puede mantener diferentes puntos de vista sobre cómo definir exactamente que son altos valores morales. Sin embargo, en la religión del Islam tal definición gira solamente en torno al hecho de complacer a Dios. Así, a los musulmanes se les enseña que siempre han de actuar de forma que satisfagan a Dios. En pocas palabras, según las enseñanzas Islámicas, Dios Todopoderoso ha prohibido todas las formas de traición o rebelión, tanto si son en contra de la propia nación o contra del gobierno; y esto es así porque la rebelión o los actos contra el Estado suponen una amenaza para la paz y la seguridad del país. Además, cuando se tiene lugar una rebelión u oposición interna, ésta a su vez atiza las llamas de la oposición externa, y anima a los de fuera a aprovecharse del desorden interno. Así pues, las consecuencias de la deslealtad a la patria pueden ser extremas y de largo alcance. Por tanto, cualquier cosa que pueda perjudicar a una nación se incluye en el término ‘baga’ que he mencionado antes. Teniendo todo esto en cuenta, la lealtad hacía la patria requiere que un individuo muestre paciencia y moralidad, y obedecer las leyes de la nación.
En términos generales, en la era actual, la mayoría de los gobiernos son elegidos democráticamente. Por lo tanto, si un grupo de personas quiere cambiar un gobierno debe hacerlo siguiendo el proceso democrático correcto. Debe hacerse oír votando en las urnas. Los votos no deben emitirse en base a preferencias o intereses personales. De hecho, el Islam enseña que el derecho a votar de un individuo debe ser ejercido con sentido de lealtad y amor hacía la patria. El voto de una persona ha de tener en cuenta el beneficio del país. Por lo tanto, nadie debe mirar a sus propias prioridades o plantearse qué candidato o partido puede beneficiarle personalmente. En lugar de ello, el individuo debe tomar su decisión de manera equilibrada, valorando qué candidato o partido ayudará mejor al progreso de toda la nación. Otorgar a un grupo de personas las riendas del gobierno es un acto de enorme responsabilidad, y por lo tanto el votante debería depositar solamente su confianza en el partido o en las personas dignas de tal confianza y mejor cualificadas para asumir la tarea de gobernar. Esta es la verdadera enseñanza del Islam y la verdadera lealtad.
De hecho en el Capítulo 4, versículo 59 del Sagrado Corán, Al-lah indica que solamente se debe elegir a aquellos representantes que sean realmente merecedores de tal elección, y que al juzgar a los candidatos cualquier decisión se debe tomar con justicia y honradez. Así, la lealtad a la patria requiere que el poder del gobierno sea entregado a aquellos que son verdaderamente merecedores de él, para que la nación pueda progresar y situarse a la cabeza del conjunto de las naciones.
En muchas partes del mundo encontramos que las masas hacen huelgas y manifestaciones contra la política gubernamental. Además, en ciertos países del tercer mundo es habitual que los manifestantes cometan actos vandálicos y causen daños a la propiedad y bienes del Estado. Aunque aseguran que están actuando de buena fe, la verdad es que tales actos nada tienen que ver con la lealtad y el amor a la patria. Se debe recordar que, incluso allí donde las manifestaciones y las huelgas se llevan a cabo pacíficamente y sin recurrir a la violencia o el gamberrismo, dicha protesta puede originar efectos negativos; y esto es así porque que a pesar de que las manifestaciones sean pacíficas, suponen a menudo pérdidas de millones para la economía de la nación. Bajo ninguna circunstancia debe tal comportamiento ser considerado como lealtad a la patria.
Un principio sagrado enseñado por el fundador de la Yama’at Ahmadía es que, en cualquier circunstancia, todos debemos permanecer fieles y obedientes a Al-lah, a los Profetas y a las leyes de nuestra patria. Estas son las mismas enseñanzas del Sagrado Corán. Por lo tanto, incluso cuando un país permita que haya huelgas y manifestaciones, estas solamente deben llevarse a cabo a condición de que no causen daño o perjuicio a la nación o a su economía.
Otra cuestión que surge a menudo es si los musulmanes deberían alistarse en las fuerzas militares de los países occidentales, y si se les permitiera alistarse ¿podrían tomar parte en ataques militares contra países musulmanes? Un principio esencial del Islam es que nadie, ninguna persona, puede participar en actos de crueldad. Este mandamiento debe estar siempre presente en la mente de cualquier musulmán. Allí donde un país musulmán sea atacado por haber actuado de forma cruel e injusta, y haber dado los primeros pasos de la agresión, entonces, en tales circunstancias, el Corán ha instruido a los gobiernos musulmanes a frenar la mano del opresor. Esto significa que deben detener la crueldad y esforzarse por restablecer la paz. Por lo tanto, en tales circunstancias, tomar medidas como medio de acabar con la crueldad es permisible y lícito. Sin embargo, cuando el país que transgrede cambia de actitud y acepta la paz, entonces no deberemos aprovecharnos de dicho país o pueblo, ni subyugarlo bajo falsos pretextos o excusas. Al contrario, se le debe garantizar de nuevo la normal libertad de Estado e independencia. La actuación militar debe tener lugar para establecer la paz y no para conseguir objetivos o intereses inconfesables.
De la misma forma, el Islam otorga a todos los países, sean o no musulmanes, el derecho a perseguir la crueldad y la opresión. Así, si fuera preciso, los países no musulmanes pueden atacar a países musulmanes para lograr estos objetivos. A los musulmanes que viven en estos países no musulmanes se les puede permitir alistarse en el ejército e impedir la crueldad en otros países. Allí donde tales circunstancias verdaderamente existan, los soldados musulmanes deben luchar sin importar de qué ejército occidental formen parte, siguiendo las órdenes y luchando si así se les ordena para establecer la paz. Sin embargo, si las fuerzas armadas de un país reciben órdenes de atacar a otro país injustamente, convirtiéndose de este modo en opresores, el musulmán tiene la opción de abandonar el ejército, porque de no hacerlo estaría implicándose en actos de crueldad. Tomar esta decisión no implica que sea desleal a su patria. De hecho, en tales circunstancias, la lealtad a su patria exigiría de él dar este paso, aconsejando, además, a las autoridades de su país que se no caigan en el mismo pozo en el que caen aquellos gobiernos y naciones injustas que actúan de forma cruel. Sin embargo, si alistarse en ejercito es obligatorio y no hay forma de abandonarlo, y se tienen dudas de conciencia, entonces el musulmán deben abandonar dicho país, pero sin alzar su voz de protesta contra las leyes establecidas en dicho lugar. Él debe abandonar el país porque a un musulmán no se le permite vivir en un país como ciudadano mientras al mismo tiempo actúa contra la nación, o está del lado de sus oponentes.
De esta manera, las enseñanzas del Islam muestran a todos los verdaderos musulmanes los requisitos de la lealtad y el amor a la patria. En el breve tiempo del que dispongo, sólo he podido abordar simplemente y de forma breve este tema. Así pues, como conclusión, me gustaría que observáramos cómo el mundo se ha convertido hoy en una aldea global. La humanidad esta entrelazada, interconectada, las personas de todas las naciones, religiones y culturas se encuentran repartidas por todos los países. Esto supone y requiere que todos los dirigentes de todos los países consideren y respeten las creencias y el sentir de cada pueblo. Los líderes y sus gobiernos deberían esforzarse por crear leyes que fomenten un entorno de verdad y de justicia en lugar de que crear leyes que originan desgracias y frustraciones para sus pueblos. Deben erradicarse las injusticias y las crueldades, y se debe luchar con esfuerzo por consolidar la verdadera justicia. La mejor forma de conseguirlo es que el mundo acepte y reconozca a su propio creador. Cualquier forma de lealtad debe estar vinculada con la lealtad a Dios. Si esto sucediera, veríamos con nuestros propios ojos cómo se establecen los más altos niveles de lealtad por parte de las gentes de todos los pueblos, y cómo se abren nuevos senderos que conducen hacia la paz y la seguridad en todo el mundo.
Para terminar, aprovecho esta oportunidad para agradecerles de nuevo el haberme invitado y escuchado lo que tenía que decir. Que Dios les bendiga a todos y bendiga a Alemania.
Muchas gracias.