La vida del Santo Profeta (sa)
Sermón del viernes 03-10-2025
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
Se estaba relatando la distribución del botín de guerra adquirido tras la batalla de Hunain. Se han registrado otros incidentes relacionados con este tema como se indica a continuación.
Después de la conquista de Hunain, el Santo Profeta (sa) ordenó que el botín de guerra se recogiera en un lugar llamado Yiranah, y después de esto, partió hacia Taif. Después de aproximadamente un mes, regresó de Taif a Yiranah y a su llegada no distribuyó el botín de guerra. Más bien, esperó unos días. Según algunos, esperó 13 o 14 días con la esperanza de que los Banu Hawazin se arrepintieran y regresaran, para que sus familiares y su ganado pudieran ser devueltos. Por un lado, el Santo Profeta (sa) los esperaba y, por el otro, los Banu Hawazin contemplaban si su regreso sería beneficioso o no.
Finalmente, después de esperar durante tanto tiempo, el Santo Profeta (sa) distribuyó el botín de guerra y a los cautivos cuando vio que no regresaban. Una vez que los hubo distribuido, 14 miembros honorables de Banu Hawazin se presentaron ante el Santo Profeta (sa). Ya habían aceptado el islam y dijeron que toda su tribu también lo habían aceptado. Luego le pidieron al Santo Profeta (sa) que fuera misericordioso con ellos y dijeron: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Somos gente tribal y respetable. Las pruebas y tribulaciones que confrontamos no están ocultas para Usted. Sea compasivo con nosotros y Al’lah será compasivo con Usted”. El líder de esta delegación era Abu Surad Zuhair bin Yarwal. Era orador y poeta. De una manera muy conmovedora, pidió misericordia al Santo Profeta (sa) y dijo: “¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Entre las cautivas también se encuentran vuestras tías paternas, vuestras tías maternas y vuestras hermanas, quienes os han criado y alimentado”. ¿Por qué mencionó esto? Porque el Santo Profeta (sa) fue amamantado por los Banu Sa‘d y se crió entre ellos. Además, sus padres adoptivos pertenecían a Banu Sa’d, que era una rama de los Banu Hawazin. Dijo además: “Si hubiéramos amamantado al Rey Ghassanid, Hariz bin Abi Shimr, o al Rey de Iraq, Numan bin Munzir, y si hubiéramos confrontado estas dificultades, con toda seguridad nos habrían mostrado misericordia. Sin embargo, eres el más misericordioso y generoso”. Después de esto, recitó un poema de alabanza y admiración al Santo Profeta (sa).
El tío adoptivo del Santo Profeta (sa) también formaba parte de esta delegación, y pronunció un discurso expresando sentimientos similares. Dijo también: “Le vi en su infancia cuando estaba con nosotros y era un niño excelente. Tuve entonces el honor de visitarle cuando era joven, y aun entonces, nadie era más virtuoso y piadoso que Usted. Configura una encarnación de la bondad y un río de generosidad. Pertenecemos a su misma familia. Por lo tanto, sea amable con nosotros. Dios Altísimo ciertamente le recompensará por esta bondad”. El Santo Profeta (sa) escuchó sus sinceras súplicas y no rechazó sus peticiones. Es más, dijo: “Os esperé durante muchos días hasta que estuve seguro de que no vendríais. Ahora veis que sólo quedan conmigo muy pocos cautivos: el resto ya han sido distribuidos. Para mí lo más agradable es aquello que rebose sinceridad. Ahora podéis escoger entre dos cosas: los cautivos, sean hombres o mujeres, o el botín y las posesiones. Escoged lo que queráis. He esperado mucho tiempo y he deseado daros ambos”.
Cuando la delegación de Banu Hawazin vio toda la situación, pidió: “Deseamos recuperar a nuestros cautivos, a nuestros hombres y a nuestras mujeres”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Aquellos cautivos que caen en mi parte y de Banu Abd al-Muttalib son vuestros (yo los libero y os los devuelvo). En cuanto a los demás cautivos, consultaré con el resto de los musulmanes, entre quienes ya he distribuido el resto”.
Al mismo tiempo, instruyó a la delegación sobre lo que debía hacer. Les dijo que después de la oración del Zuhr, debían presentarse ante la gente y declarar que el Santo Profeta (sa) fuera el intercesor entre los musulmanes, y que a través de los musulmanes solicitaran la liberación de sus hijos y mujeres. Él, es decir, el Santo Profeta (sa), les dijo además “que hicieran una declaración pública ante los musulmanes de su aceptación del islam y que dijeran: ‘Somos vuestros hermanos’. Entonces yo intercederé por vosotros”, es decir, el Santo Profeta (sa) dijo que intercedería por ellos.
Esta fue la manera generosa y elegante del Santo Profeta (sa) que personalmente mostró cómo los cautivos podían ser liberados. Preservó el respeto propio de los musulmanes comunes, pues los cautivos ya eran de su propiedad, y también extendió el honor a los Banu Hawazin.
Después de la oración del Zuhr, los miembros de la delegación se pusieron de pie y dijeron exactamente lo que el Santo Profeta (sa) les había instruido. Según la narración de Bujari, el Santo Profeta (sa) se puso de pie y se dirigió a la gente, diciendo:
“Vuestros hermanos han venido a vosotros arrepentidos. Deseo devolverles mis cautivos. Quien entre vosotros esté dispuesto a hacerlo voluntariamente, puede hacerlo, y quien quiera recibir algo a cambio, también puede hacerlo. Yo pagaré lo que le corresponde con el primer botín adquirido”. Al mismo tiempo, declaró que ya había liberado a los cautivos que habían caído en su propia parte y en la de su familia: los Banu Abd al-Muttalib.
Los Compañeros, que lo amaban más que a sus propias vidas, a sus esposas, a sus hijos y a sus padres, inmediatamente dijeron: “¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Con alegría devolvemos a nuestros cautivos de los Hawazin para su agrado”. Al ver su espíritu, el Santo Profeta (sa) estaba muy complacido. Pero creyó que sería mejor asegurarse de que se recogiera claramente el consentimiento de todos, ya que en la asamblea general todos hablaban a la vez y no estaba claro quién estaba de acuerdo y quién no. Entonces él dijo: “Volved, y permitid que vuestros jefes y líderes vengan a mí y me presenten la posición de su pueblo”.
Ante esta instrucción, todos ellos expresaron felizmente su voluntad de devolver a los cautivos, y sus líderes se lo transmitieron al Santo Profeta (sa). Así, el Santo Profeta (sa) otorgó este inmenso favor a esa tribu enemiga: todos sus cautivos les fueron devueltos sin ningún rescate o intercambio. Al mismo tiempo, también cuidó de los sentimientos de sus leales y devotos Compañeros al anunciar que por cada cautivo que regresara, se le darían seis camellos.
El ejemplo de amor y obediencia de Hazrat Umar (ra) hacia el Santo Profeta (sa) fue tal que en el momento de la liberación de los cautivos, él no estaba presente. Cuando regresó, vio a los esclavos y prisioneros regocijándose, llenos de alegría. Al preguntar, se enteró de que el Santo Profeta (sa) había liberado a todos los cautivos. Al oír esto, no sintió necesidad de más preguntas ni investigaciones. Inmediatamente le dijo a su hijo: “¡Oh, Abdul’lah! Ve y libera a esa esclava que el Mensajero de Al’lah (sa) me había donado”.
El Santo Profeta (sa) no sólo liberó a los cautivos de los Banu Hawazin sin ningún rescate o compensación, sino que también les proveyó de vestimenta. Instruyó enfáticamente:
[Árabe]
“Ninguno de ellos debería salir como persona liberada, excepto con ropa nueva”. Para cumplir esta orden, un Compañero, Busr bin Sufyan, fue enviado a comprar prendas de vestir. Trajo capas nuevas y a cada cautivo liberado le dieron ropa nueva.
Según narraciones, tres individuos se negaron a liberar a sus cautivos. Aqra bin Habis dijo: “En lo que a mí y a los Banu Tamim respecta, nos negamos”. Uyainah bin Hisn al-Fazari dijo: “Yo y mi tribu, los Banu Fazarah, nos negamos”. Y Abbas bin Mirdas dijo: “Yo y los Banu Sulaim no liberaremos a nuestros cautivos”. Pero los Banu Sulaim inmediatamente rechazaron la postura de su jefe y declararon: “Todo lo que nos pertenece, ya se lo hemos dado al Mensajero de Al’lah (sa)”.
Según otros relatos, el Santo Profeta (sa) declaró: “Todos los cautivos de Banu Hawazin son libres. A cualquiera que no quiera liberar a su cautivo, se le recompensará con seis camellos jóvenes del tesoro por cada cautivo”. Ante esto, incluso aquellos que inicialmente se habían negado accedieron, y así fueron liberados seis mil cautivos de los Banu Hawazin.
Según algunas narraciones, Uyainah bin Hisn al-Fazari aún no había devuelto a su prisionero. Pero como resultado de esta desobediencia, tuvo que confrontar una gran vergüenza y, como consecuencia, se vio privado de la bonanza y de las bendiciones. Así, cuando se informó al Mensajero de Dios (sa) de que todos habían devuelto a sus prisioneros de guerra excepto Uyainah, el Santo Profeta (sa) respondió: “¡Que Dios le haga sufrir las consecuencias de esto!”.
La historia de esta prisionera es la siguiente: en lugar de una mujer joven, Uyainah tomó como prisionera a una anciana. Cuando la gente le preguntaba por qué, explicaba que cuando los familiares de ella vinieran a pagar su rescate, podría obtener todo el dinero que quisiera, ya que tenía muchos familiares. Así que, cuando llegó la orden de liberar a todos los prisioneros y él se negó, el hijo de esta anciana acudió a Uyainah y le pidió que liberara a su madre a cambio de 100 camellos. Uyainah pensó que su hijo seguiría aumentando la oferta de rescate y se negó, tras lo cual el hijo de la anciana se marchó.
Algún tiempo después, cuando Uyainah comenzó a darse cuenta de que su hijo no iba a volver, decidió ir a verle y preguntarle si su oferta de 100 camellos seguía en pie. El hijo de la anciana respondió que ahora solo le daría 50 camellos. Esta conversación continuó hasta que la oferta se redujo a solo 10 camellos. Cada vez que Uyainah intentaba regatear, el hijo de la señora rebajaba la oferta y Uyainah aceptaba. Así que la oferta siguió bajando. Al final, el precio bajó tanto que él simplemente dijo que llevara a la anciana de vuelta gratis. Ante esto, el hijo de la mujer respondió que el Mensajero de Dios (sa) había regalado un traje además de liberar a los prisioneros, y que esta anciana no lo había recibido, por lo que también debía proporcionarle un traje. Uyainah respondió que era un hombre pobre y que no tenía mucho que dar, y que ya había sufrido una pérdida debido a su codicia. Sin embargo, el hijo insistió en recibir algo a cambio. Al final, Uyainah tuvo que entregarle su propia capa al hijo de la mujer, además de liberarla sin cobrarle nada. El hombre se marchó con su madre, pero no sin antes comentar que la mente de Uyainah carecía por completo de intelecto y comprensión, y que no poseía la sabiduría necesaria para sacar provecho de una situación. Incluso los propios compañeros de Uyainah se burlaban de él por eso. Al final, su codicia no le llevó a ninguna parte.
En cuanto a la aceptación del islam por parte del jefe de la tribu Hawazin, Malik bin Auf, se registra que el Mensajero de Dios (sa) preguntó a su tribu por el paradero de su jefe, a lo que ellos respondieron que se encontraba en Taif, entre los Banu Zaqif.
El Mensajero de Dios (sa) les dijo que le transmitieran a su jefe que si aceptaba la obediencia del Mensajero de Dios (sa), todos los miembros de su familia que habían sido hechos prisioneros de guerra también le serían devueltos. Según algunas narraciones, el Mensajero de Dios (sa) había dado instrucciones especiales con respecto a los miembros de la familia de este jefe, para que no fueran entregados como sirvientes a nadie y para que se les proporcionara alojamiento en la casa de Umm-e-Abdil’lah bint Abi Umayyah en La Meca.
Los miembros de la tribu transmitieron el mensaje inmediatamente a su jefe, y se mostró dispuesto a regresar hacia el Mensajero de Dios (sa) de inmediato. Sin embargo, temía que los Banu Zaqif descubrieran que iba a ver a Muhammad (sa) y lo encarcelaran. Para ello preparó un caballo y un camello y al amparo de la noche saliendo de Taif se presentó ante el Santo Profeta (sa) en Yiranah. El Santo Profeta (sa) liberó a sus familiares y le regaló 100 camellos igualmente.
Al ser testigo de la gran magnanimidad y disposición indulgente del Santo Profeta (sa) , Malik se convirtió al islam y pasó el resto de su vida como un creyente sincero y devoto. Más tarde, el Mensajero de Dios (sa) incluso lo nombró líder de los musulmanes de Hawazin y comandante de su ejército. Se trataba del mismo Malik bin Auf que había reunido a todas las tribus Banu Zaqif, Hawazin y otras con la intención de erradicar a todos los musulmanes.
Estaba sediento de la sangre del Santo Profeta (sa), pero la perfección de su noble ejemplo, de su indulgencia y de su capacidad de perdonar fue tal que, por su parte, hizo que el Santo Profeta (sa) solo estuviera sediento de la guía y la salvación de Malik. Cuando llegó el momento en que Malik se presentó ante el Santo Profeta (sa) buscando la guía, además de perdonarle todo lo que había hecho en el pasado, el Santo Profeta (sa) también le dio una importante suma de dinero en ese momento, 100 camellos.
Entre los prisioneros de guerra de esta batalla había una mujer llamada Shaimah. Este era su título, y su verdadero nombre era Hudhafah. Cuando fue capturada, se dirigió a sus captores diciendo: “Soy la hermana de leche de vuestro profeta, Muhammad (sa)”. Sin embargo, los Compañeros no aceptaron esta proclama.
Un grupo de Ansar la acompañó hasta el Santo Profeta (sa). Ella dijo: “¡Oh, Muhammad (sa), soy tu hermana de leche!”. El Santo Profeta (sa) preguntó: “¿Tienes alguna prueba que demuestre tu afirmación?”. Ella le mostró una marca de mordisco y le dijo: “Me mordió cuando era niño, mientras le tenía en mi regazo (quizás el Santo Profeta [sa] recordaba este incidente). En aquella época, solíamos llevar a pastar a las cabras. Tu padre de leche es mi padre biológico, y tu madre de leche es mi madre biológica. ¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! Recuerde cuando solía ordeñar las cabras para Usted”.
El Santo Profeta (sa) reconoció estas señales y se puso de pie. Extendió su manto para ella y le pidió que se sentara sobre el manto, dándole la bienvenida. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras preguntaba por el bienestar de sus padres de leche. Ella le informó que habían fallecido. El Santo Profeta (sa) dijo: “Si lo consideras oportuno, puedes quedarte con nosotros. Recibirás honor, respeto y amor. Si deseas volver con tu pueblo, te trataré como a un familiar y podrás regresar”. Ella respondió: “Deseo volver con mi pueblo”. Al final, ella aceptó el islam. El Santo Profeta (sa) le concedió tres prisioneros de guerra varones y una mujer, y ordenó que también se le entregaran uno o dos camellos. Como él se encontraba en Hunain en ese momento, le dijo: “Ve a Yiranah y quédate con tu gente. Voy hacia Taif”. Así, se dirigió a Yiranah. El Santo Profeta (sa) se reunió con ella en Yiranah y le concedió también cabras y ovejas.
Según una narración, el Santo Profeta (sa) le dijo: “Todo lo que pidas te será concedido, y toda intercesión que hagas será aceptada”. Ella intercedió en favor de un hombre de Banu Sa‘d llamado Ballad, que había matado a un musulmán y lo había quemado, y luego había huido, pero los Compañeros lo habían capturado. Cuando Shaimah solicitó su perdón, el Santo Profeta (sa) le perdonó, aunque sin duda también se habría abordado el pago de la indemnización por homicidio después.
Más tarde, según se recoge en Abu Dawud, también se menciona que en Yiranah, la madre de leche del Santo Profeta (sa) vino a reunirse con él. Sin embargo, los estudiosos señalan que la cadena de esta narración es débil y que él no conoció a su madre de leche. Es posible que tal encuentro tuviera lugar en otra ocasión, o que el narrador se equivocara, ya que según los informes más extendidos y fiables, la madre de leche del Santo Profeta (sa) ya había fallecido antes de la batalla de Hunain.
Cuando el Santo Profeta (sa) emigró de La Meca a Medina, el pueblo de La Meca anunció que quien lo capturara vivo o muerto recibiría una recompensa de cien camellos. Este acontecimiento es muy conocido y se ha narrado muchas veces. Al oír esto, Suraqah bin Malik persiguió al Santo Profeta (sa) hasta que lo alcanzó. Pero, gracias a una intervención milagrosa, Dios Altísimo protegió al Santo Profeta (sa) dejando a Suraqah sin poder. En esa ocasión, el Santo Profeta (sa) le dijo: “Suraqah, ¿cómo te sentirás cuando los brazaletes de Cosroes estén en tus manos?”. En ese momento, Suraqah también solicitó una garantía escrita de seguridad, que el Santo Profeta (sa) le concedió. Fue precisamente este Suraqah, portador del mismo documento de protección, quien más tarde apareció en Yiranah y abrazó el islam.
Fue también en esta ocasión cuando Hazrat Umar (ra) mencionó una promesa que había hecho. “¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! Durante los días de la ignorancia, prometí que pasaría un día en I’tikaf [período de adoración devota y aislada] en la Mezquita Sagrada. ¿Cuál es su instrucción al respecto?”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Ve y cumple tu promesa”. Hazrat Umar (ra) acudió y cumplió con ella.
Mientras el Santo Profeta (sa) aún se encontraba en Yiranah, una noche partió con la intención de realizar la Umrah en La Meca. Según las narraciones, partió por la noche, realizó la Umrah y regresó esa misma noche. La gente pensaba que no había ido a ningún sitio, ya que se había ausentado sólo durante un lapso pequeño de tiempo.
En cuanto a su regreso a Medina, se registra que, cuando faltaban doce días para el final de Dhu al-Qa‘dah, un jueves, emprendió el viaje de vuelta. Antes de partir, nombró a Hazrat Attab bin Asid (ra) gobernador de La Meca y dejó a Hazrat Mu‘adh bin Yabal (ra) y Hazrat Abu Musa Ash‘ari (ra) para que enseñaran el Corán y la religión al pueblo. El Santo Profeta (sa) también tenía algunos animales con él, para distribuirlos entre aquellos con quienes se encontraba por el camino. Partiendo del valle de Yiranah, pasó por Sarf y luego por Marr al-Zahran, y tras nueve días de viaje, llegó a Medina, cuando aún quedaban tres noches para que terminara el mes de Dhu al-Qa‘dah. Todas estas campañas -la conquista de La Meca, la expedición contra los Hawazin [batalla de Hunain] y la expedición contra el pueblo de Taif- ocuparon un período de dos meses y dieciséis días.
Los orientalistas han criticado estos acontecimientos: la conquista de La Meca, las batallas de Hunain y Taif. En realidad, no encontraron motivos sustanciales para objetar, pero aun así trataron de sembrar dudas con dos objeciones, que voy a mencionar. El orientalista moderno William Montgomery Watt escribe [cuya traducción es] que, aparte de unas pocas mujeres asignadas a los Compañeros principales, el resto del botín y los cautivos quedaron bajo la custodia de Mas‘ud bin Amr al-Ghifari en Yiranah.
De manera similar, Sir William Muir afirma que tres hermosas mujeres entre las cautivas fueron llevadas ante el Santo Profeta (sa), y que él le dio una a Hazrat Ali (ra), otra a Hazrat Uzman (ra) y otra a Hazrat Umar (ra), y que Hazrat Umar (ra) le dio entonces su parte – una mujer- a su hijo Hazrat Abdul’lah (ra). No hay constancia de lo que les ocurrió a las otras dos mujeres. Sin embargo, insinúa que este acontecimiento demuestra la verdadera naturaleza del Santo Profeta Mahoma (sa), ya que mostró favoritismo al conceder cautivas a sus parientes, uno de los cuales era el padre de su esposa, mientras que dos de ellas eran los maridos de sus hijas. Esto, afirma, revela nepotismo. Ya sea por el simple hecho de oponerse o por malicia, esta objeción se ha planteado, aunque no tiene ningún peso.
En los relatos de la batalla de Hunain, no se menciona en obras autorizadas como Sirah al-Halabiyyah o Tabaqat Ibn Sa‘d que las prisioneras de guerra fueran distribuidas de esta manera. Lo que sí se registra es la división de la riqueza. Tabaqat Ibn Sa‘d afirma que ese día los musulmanes capturaron a seis mil prisioneros. Los politeístas, tras aceptar el islam, acudieron al Santo Profeta (sa) y le dijeron: ¡Oh, Profeta de Dios (sa)! Eres el mejor de los hombres. Ha capturado nuestras riquezas, nuestras mujeres y nuestros hijos”. El Santo Profeta (sa) se dirigió entonces a los musulmanes: “Quien tenga algo que les pertenezca y esté dispuesto a devolverlo, esa es la mejor opción. Pero si alguno de vosotros no está satisfecho, entonces os compensaré. Consideradlo una deuda que tengo vosotros. Cuando podamos, lo devolveremos”.
El pueblo respondió: “¡Oh, Profeta (sa)! Estamos de acuerdo y aceptamos su propuesta”. Luego él (sa) dijo: “No lo sé; quizá entre vosotros haya aún alguno que no esté contento” (como ya he mencionado anteriormente). Por lo tanto, dio la siguiente instrucción: “Enviadme a vuestros representantes”. Sus representantes se presentaron y confirmaron que todos estaban realmente satisfechos y habían dado su consentimiento.
Las disposiciones tomadas para los prisioneros de la batalla de Hunain y la misericordiosa estrategia del Santo Profeta (sa) para su liberación ya se han mencionado a la luz de referencias históricas auténticas. Sir William Muir conoce bien este hecho histórico. Por lo tanto, a pesar de presentar estos acontecimientos de manera crítica, Sir William Muir no tuvo más remedio que aceptar este hecho. Escribe:
“Todos los cautivos (de Hunain) fueron liberados”. Esta afirmación suya por sí sola refuta su propia alegación. Un análisis de los acontecimientos de esta batalla muestra que los prisioneros fueron inicialmente entregados a los Compañeros para su supervisión; sin embargo, también está claro que, una vez finalizados los preparativos, todos fueron enviados a Yiranah bajo la custodia de Hazrat Masud Bin Amr Ghifari (ra). Al regresar de Taif, cuando el Santo Profeta (sa) mantuvo una conversación con los Banu Hawazin, empleó una estrategia muy misericordiosa por la que se liberó al prisionero asignado a cada persona.” Todo esto ha sido explicado con detalle en lo que mencioné anteriormente.
El renombrado orientalista Montgomery Watt es muy consciente de este hecho, ya que, en el mismo contexto, escribe:
“Parece que fue mucho después de Muhammad (sa) cuando aquellos que habían oído estos incidentes los embellecieron. O bien, es posible que estas historias hayan sido inventadas”.
Otra acusación es la de Margoliouth con respecto a Malik bin Auf Nasri, el jefe de Taif, según la cual Malik bin Auf fue obligado a convertirse al islam. Esta acusación, formulada por Margoliouth, carece por completo de fundamento. Es un ejemplo de la actitud general de los orientalistas hacia la historia del Santo Profeta (sa), por la que toman un incidente de bondad mostrado por la “Misericordia para todos los pueblos” y lo pintan como uno de coacción, lo cual es completamente contrario a la realidad.
Los detalles de este incidente han sido registrados en Sirat Ibn Hisham, donde se afirma que cuando la “Misericordia para todos los pueblos (sa)” aceptó la petición de clemencia de los Hawazin y les devolvió a sus prisioneros y sus riquezas, entonces, como se ha mencionado anteriormente, el Santo Profeta (sa) también pensó en Malik bin Auf, el jefe de Taif. El Santo Profeta (sa) preguntó: “Habladme de Malik bin Auf, ¿qué tal está?”. Le dijeron que Malik estaba en Taif con los Zaqif. En respuesta, el Santo Profeta (sa) volvió a mostrar la misma misericordia, esta vez hacia Malik bin Auf, y dijo: “Id y decidle que si acepta el islam, se le devolverá su familia y sus riquezas”. Eso no fue todo, de hecho, el Santo Profeta (sa) continuó: “También se le darán cien camellos”.
Aquí, cabe señalar que el Santo Profeta (sa) es el vencedor; no necesitaba nada, ni tenía nada que ganar de Malik bin Auf. Según ninguna norma legal, el Santo Profeta (sa) era en absoluto responsable de Malik bin Auf. Sin embargo, con su inquebrantable espíritu misericordioso, envió a Malik una invitación para que aceptara el islam, junto con la promesa de concederle su familia y sus riquezas, incluyendo algunos camellos. Parece que el islam ya había echado raíces en el corazón de Malik, y cuando recibió el mensaje del Santo Profeta (sa), se dispuso a reunirse con él. Caminó desde Taif hasta Yiranah o La Meca y se reunió con el Santo Profeta (sa). Malik había aceptado el islam; el Santo Profeta (sa) le concedió su familia, su riqueza y además le concedió cien camellos, y Malik aceptó el islam. Al aceptar el islam, Malik recitó algunos versos poéticos, uno de los cuales es el siguiente:
[Árabe]
“Nunca he visto a nadie como Muhammad (sa), ni he oído hablar de nadie de similar estatura”
Estos fueron todos los incidentes relacionados con Hunain. Más adelante mencionaré las expediciones restantes, si Dios quiere.
Ahora me gustaría mencionar a dos personas fallecidas y dirigiré sus oraciones fúnebres en cuerpo ausente.
El primero es el respetado Dr. Laiq Ahmad Farrukh Sahib, quien falleció recientemente mientras residía en Canadá. Durante muchos años trabajó como médico voluntario en África. Falleció recientemente a la edad de 83 años:
[Árabe – ¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!].
El fallecido era “musi” [integrante del sistema de Al-Wasiyat]. Le sobreviven su esposa, un hijo y dos hijas. En 1974 fue enviado a Ghana bajo las instrucciones de Mall’lis Nusrat Yahan, donde trabajó en el hospital central hasta 1978. Tras completar tres años de dedicación, solicitó una excedencia por motivos de salud; sin embargo, el Tercer Jalifa (rh) le ordenó que continuara trabajando durante un año más. Se le presentaban casos muy difíciles y complicados. Remitía algunos casos a otros hospitales estatales; sin embargo, los pacientes se negaban, diciendo que si querían ser tratados deseaban que fuera en un hospital ahmadí y por un médico ahmadí. Por la gracia de Dios hubieron muchas operaciones que resultaron exitosas a pesar de que no había esperanza. Uno de esos casos que atendió fue el de una hernia estrangulada; era un caso muy difícil. Rezó a Dios Altísimo, Quien permitió que tuviera éxito.
Fue enviado de nuevo a África en 1984, a Gambia, donde sirvió con devoción hasta 1993, con un verdadero espíritu de devoción. Su hijo escribe, con mucha exactitud: “Tenía un carácter tranquilo, era un ejemplo de devoción, humildad, mansedumbre, paciencia y constancia. Dedicó toda su vida al servicio de la humanidad. Durante su consagración, especialmente en la pequeña y subdesarrollada aldea gambiana de Njawara, las condiciones eran muy precarias; no había qué comer, hacía calor y no había electricidad ni agua, pero él siguió sirviendo allí”. Dice: “Estaba enfermo y me salían ampollas en los pies, así que él me llevaba a la escuela. Me dejaba en la escuela y nunca se quejaba”. Dice: “Fue un gran honor para nosotros que, cuando el Cuarto Jalifa (rh) visitó Gambia en 1988, hizo una visita especial a su casa. No habían sillas en la casa para sentarse; sin embargo, Su Santidad dijo que se quedaría a comer con él y pidió a su personal que se retirara de la casa”. Dice que esto fue un gran honor para él.
Recordaba un incidente de su época de trabajo en Lahore: “Una vez, mi presión arterial bajó mucho y me tumbé en la mesa. Sentí que estaba a punto de morir” (los médicos hacen sus propias suposiciones dado que poseen el conocimiento). Sin embargo, justo en ese momento, escuchó una voz que decía: “Todavía no es el momento. Tu hora llegará después de que vayas a Canadá”. Su hijo dice que Dios Altísimo cumplió esto de manera extraordinaria, muchos años después, cuando él estaba en Canadá.
En una ocasión, a su regreso de Ghana en 1978, una delegación de su Yamaat fue a reunirse con el Tercer Jalifa (rh). El Tercer Jalifa (rh) dijo: “Has regresado, pero te enviaré de vuelta al lugar de donde viniste”. Dice que no entendió dado que no había renovado su consagración. Sin embargo, en 1983, recibió una carta del secretario de Nusrat Yahan informándole que su nombramiento estaba en revisión y que debía presentarse. Así, en 1984, el Cuarto Jalifa (rh) lo envió de nuevo a África, a Gambia. Dijo que para él era un milagro extraordinario ver a un Jalifa decir algo y que otro lo cumpliera.
El difunto Wahab Adam Sahib, ex emir de Ghana, solía decir que siempre que el Dr. Sahib observaba a un paciente en estado crítico, comenzaba inmediatamente a ofrecer oraciones voluntarias. Tuve la oportunidad de pasar tiempo en Ghana mientras él también estaba allí, y pasé tiempo con él, observándolo de cerca. Era un hombre de carácter extremadamente noble, humilde y siempre dispuesto a servir. Tenía un gran respeto por los Waqifin [personas consagradas] y servirles estaba profundamente arraigado en su naturaleza. Tanto el marido como la mujer eran excepcionalmente hospitalarios. Poseía muchas cualidades que son difíciles de encontrar en otros.
Daud Hanif Sahib, quien actualmente se desempeña como director de Yamia Ahmadía Canadá y anteriormente fue Amir de la Yamaat en Gambia, relata que el Dr. Sahib siempre estaba dispuesto a servir a la humanidad. Nunca distinguía entre el día y la noche; solo veía que, si alguien se encontraba en apuros, era su deber atenderlo de inmediato.
Fue destinado a una zona remota donde el hospital era bastante pequeño. Para llegar, había que cambiar de ferry dos veces. Su residencia era un viejo local abandonado que había sido limpiado y reconvertido en vivienda. Sin embargo, vivía allí felizmente. No había electricidad, agua corriente, ni teléfono. El agua tenía que sacarse de un pozo o del río. Se utilizaban velas y faroles para iluminar. Las cirugías solían realizarse durante el día aprovechando la luz solar, y el instrumental quirúrgico se esterilizaba en una estufa de gas. Continuó prestando servicios médicos en condiciones tan difíciles. Los médicos de hoy difícilmente podrían imaginar, y mucho menos aceptar, trabajar en tales circunstancias.
En una ocasión, durante su estancia allí, se produjo un robo en una casa de la zona. Al estallar el alboroto, los vecinos rodearon a los ladrones. Uno de ellos recibió un golpe en la cabeza con un machete (un arma similar a una espada), causándole una lesión grave. El Dr. Sahib fue llamado inmediatamente durante la noche. Sin demora, realizó la cirugía bajo la luz de una linterna y velas, un escenario casi inimaginable hoy en día. Por la gracia de Dios, la operación fue un éxito y el paciente sobrevivió.
En una ocasión, un hombre pobre acudió al Dr. Sahib y le dijo: “Mi pueblo está muy lejos y hay problemas de transporte. No puedo traer al paciente. ¿Sería tan amable de ver al paciente usted mismo?”. Inmediatamente se levantó y acompañó al hombre a ver al paciente. Lo atendió y recuperó la salud. Cuando el diputado de esa zona se enteró, fue a su clínica para darle las gracias. Posteriormente, siempre que venía [a esa localidad], lo visitaba y reconocía que realmente estaba sirviendo a la humanidad.
¡Que Dios Altísimo le conceda perdón y misericordia y eleve su rango! Que proteja a su esposa e hijos, y les conceda paciencia y consuelo.
El segundo funeral es el de Hamid Ahmad Ghauri Sahib, de Hyderabad, India. Falleció recientemente a la edad de 74 años.
[Árabe – ¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!].
El fallecido era “musi” [integrante del sistema de Al-Wasiyat]. Además de su esposa, le sobreviven una hija, cuatro hijos y nietos. Todos sus hijos están sirviendo a la Yamaat de alguna manera. Era hermano menor de Inam Ghauri Sahib, Nazir-e-Ala de Qadian. Era el padre de Samad Ghauri Sahib, misionero y presidente nacional de la Yamaat de Albania. Era asiduo al Salat y observaba los ayunos, además de ofrecer las oraciones de Tahayyud. Amaba profundamente el Sagrado Corán; lo recitaba con regularidad e intentaba memorizarlo. Siempre que su salud se lo permitía, después de ofrecer sus oraciones voluntarias, iba a la mezquita y, de camino, llamaba a las puertas de las casas de los ahmadíes de su zona para llamarlos para la oración de Fayar. También tuvo la oportunidad de realizar el Hall y la Umrah. Seguía las directivas del Jalifato, ya fueran las más pequeñas o las más importantes; se esforzaba por cumplirlas. Dado que pronunciaba sermones en diferentes comunidades, primero actuaba según lo que exponía para poder asesorar a los miembros. De esta manera, por la gracia de Dios Altísimo tenía éxito.
También proporcionaba tratamiento homeopático y mantenía una reserva de medicamentos en casa, que distribuía gratuitamente a los pacientes. Siempre estuvo a la vanguardia en cuanto a contribuciones financieras. Un pariente cercano contó que una vez se le retrasó (al pariente) el Hissa Amad (contribución obligatoria). El difunto acudió al Secretario Maal, pagó la contribución en su nombre y luego lo amonestó, diciéndole que en el futuro no debía dejar pendientes dichas cuotas y que el chanda siempre debía pagarse primero.
Era extremadamente bondadoso y compasivo con sus familiares; los llamaba con frecuencia a su casa y compartía sus momentos de alegría y tristeza. Mostraba un gran respeto por los representantes centrales y los misioneros. También ocupó diversos cargos: Naib Amir Hyderabad, Secretario Talimul-Quran, Presidente de su Yamaat local, Nazim Ansarul’lah, y Naib Sadr Mall’lis Ansarul’lah, del Sur de la India. En todo caso, prestó numerosos servicios a la Yamaat; tuvo la oportunidad de asistir al Yalsa de Reino Unido en una ocasión.
¡Que Dios Altísimo le conceda Su perdón y Su misericordia! Su hijo, que es un misionero que también sirve en Albania, no pudo asistir al funeral. ¡Qué Al’lah les conceda paciencia y fortaleza! En cualquier caso, dirigiré la oración fúnebre más tarde.
