La vida del Santo Profeta (sa)
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

La vida del Santo Profeta (sa)

Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía

Sermón del viernes 27-09-2024

Después de recitar el Tashahud, el Taawwuz y el Surah al-Fatihah, Su Santidad el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:

Como mencioné en el sermón anterior, Hazrat Musleh Maud (ra) también ha hablado de las circunstancias que se dieron durante la Batalla de los Confederados. Presentaré estos detalles. Afirma:

“Como una parte de Medina estaba protegida por la trinchera y la otra tenía colinas con su protección natural, casas de piedra y arboledas, era imposible que el ejército lanzara un ataque repentino. Por lo tanto, ellos (los incrédulos), tras mutua consulta, decidieron que era necesario intentar que los Banu Quraiza, la tercera tribu judía, que aún vivía en Medina, se uniera a ellos y se abriera así un camino hacia Medina.

Siguiendo su consejo, Abu Sufyan, comandante del ejército de los incrédulos, nombró a Huyayy bin Akhtab, jefe de la tribu desterrada de Banu Nadir y principal instigador de las tribus árabes contra Medina, para que consiguiera por todos los medios que los Banu Quraiza se unieran a ellos. Huyayy bin Akhtab se dirigió, pues, a la fortaleza judía para ver a los líderes de los Banu Quraiza. Al principio, se negaron a verle. Sin embargo, cuando les explicó que en ese momento toda Arabia se había reunido para destruir a los musulmanes y que esta ciudad no podía enfrentarse a toda Arabia en ninguna circunstancia y que el ejército que se oponía a los musulmanes no era un ejército, sino un océano enfurecido, acabó convenciendo con sus palabras a los Banu Quraiza para que cometieran traición e incumplieran su pacto.

Se decidió que el ejército de los incrédulos intentaría cruzar el foso por el frente y nada más conseguirlo, los Banu Quraiza atacarían por el otro lado de Medina, donde se había dejado a las mujeres y niños sin protección, confiando en los Banu Quraiza. Si se atacara a los musulmanes por ese lado, se destruiría por completo su resistencia, y hombres, mujeres y niños morirían al instante. Es cierto que, si los incrédulos hubieran tenido éxito con este plan, aunque hubiera sido mínimo, los musulmanes se habrían quedado sin ningún lugar de protección. Los Banu Quraiza tenían un pacto con los musulmanes y aunque no tomaran parte en el campo de batalla abierto, los musulmanes creían que nadie sería capaz de lanzar un ataque contra Medina desde su lado. Por esta misma razón, su bando quedó completamente desprotegido. Los Banu Quraiza y los incrédulos habían evaluado estas circunstancias y decidieron que una vez que los Banu Quraiza se unieran a los incrédulos, no los ayudarían abiertamente, no fuera que los musulmanes tomaran medidas para proteger esa parte de Medina del lado de los Banu Quraiza. (Mostraron mucha astucia. En otras palabras, para que los musulmanes no pensaran en atacar también por ese lado).  Esta estrategia era extremadamente peligrosa para los musulmanes, ya que el hecho de que los Banu Quraiza se unieran al enemigo cuando los musulmanes estaban completamente desapercibidos de ello, mientras las fuerzas incrédulas asediaban al ejército islámico, hacía prácticamente imposible proteger esa parte de Medina donde estaban situadas las fortalezas de los Banu Quraiza.

No solo se cuestionaba la posibilidad de la defensa, que ya era difícil de mantener, sino que también aumentaba considerablemente el peligro de un ataque. En cualquier caso, era natural que los musulmanes estuvieran preocupados en tales circunstancias y era necesario que se hicieran esfuerzos para evitarlo.

El Santo Profeta (sa) decidió asignar a 500 personas para proteger Medina. Los historiadores lo han detallado de la siguiente manera. Cuando los musulmanes recibieron la noticia de que los Banu Quraiza habían incumplido su tratado, su temor aumentó y empezaron a preocuparse por sus esposas e hijos. El estado de los musulmanes era exactamente el que describió Dios Altísimo:

(Árabe)

“Cuando llegaron sobre vosotros desde arriba y desde abajo, cuando vuestros ojos se distrajeron y vuestros corazones saltaron a vuestras gargantas, y mantuvisteis pensamientos rebeldes sobre Al‑lah.”

El Santo Profeta (sa) y los musulmanes se hallaban frente al enemigo, por lo que no podían desplazarse de allí. Se turnaban para vigilar las distintas partes de la trinchera. Los biógrafos mencionan ocho puestos a lo largo de la trinchera donde hacían guardia, y Hazrat Zubair bin al-Awwam (ra) fue designado para supervisar todo.

Cuando los Banu Quraiza rompieron el pacto y se unieron a las tribus enemigas, comenzaron a llegar noticias de que atacarían Medina en cualquier momento. Al enterarse de esto, el Santo Profeta (sa) envió a Hazrat Salamah bin Aslam (ra) con 200 hombres y a Hazrat Zaid bin Harithah (ra) con 300 hombres para proteger Medina, y les dijo que montaran guardia por la noche en varios lugares y proclamaran Allahu Akbar de vez en cuando.

Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) relata esto de la siguiente manera:

“En ese momento, en lo que a medios aparentes se refiere, la situación de Medina era inmensamente crítica y sombría. Miles de enemigos sedientos de sangre rodeaban la ciudad por los cuatro frentes, buscando cualquier oportunidad para abalanzarse sobre los musulmanes y aniquilarlos. Dentro de la ciudad, a un paso de los musulmanes, se encontraban los traicioneros Banu Quraiza, cuyos cientos de jóvenes armados no eran menos que un feroz ejército en sí mismos. Estaban en condiciones de atacar a los musulmanes por la retaguardia cuando quisieran o cuando se les presentara la oportunidad. Las mujeres y los niños musulmanes, que residían en la ciudad, eran presa fácil para ellos en cualquier momento. Este estado general, cuya realidad no puede permanecer oculta a nadie con entendimiento, causó una gran preocupación y temor entre los musulmanes más débiles, mientras que los hipócritas comenzaban a decir abiertamente:

(Árabe)

“Parece que la promesa de Dios y Su Mensajero con respecto a la victoria y el triunfo de los musulmanes no era más que una mentira.”

Algunos de estos hipócritas se presentaron ante el Santo Profeta (sa) y comenzaron a decir: “Oh Mensajero de Dios, nuestras casas están completamente desprotegidas en la ciudad, por favor concédenos permiso para que podamos permanecer en nuestras casas para defenderlas”. En respuesta a esto, se envió la siguiente revelación divina:

(Árabe)

“Es incorrecto que estas personas estén preocupadas de que sus hogares queden expuestos, más bien, lo cierto es que buscan un modo de huir del campo de batalla”

Sin embargo, fue precisamente en ese momento cuando los musulmanes sinceros mostraron su verdadera fe, como afirma el Sagrado Corán:

(Árabe)

“Mas cuando los creyentes vieron a los confederados, dijeron: ‘Esto es lo que Al’lah y Su Mensajero nos prometieron, y Al’lah y Su Mensajero dicen la verdad’. Y esto no hizo más que aumentar su fe y su sumisión.”

Sin embargo, todos sintieron por igual la situación de vulnerabilidad y las circunstancias amenazadoras que les rodeaban. A este respecto, Dios, el Exaltado, afirma:

(Árabe)

“Cuando llegaron sobre vosotros desde arriba y desde abajo, cuando vuestros ojos se distrajeron y vuestros corazones saltaron a vuestras gargantas, y mantuvisteis pensamientos rebeldes sobre Al’lah (cada uno a su manera). Allí y entonces fueron probados amargamente los creyentes, y agitados con una violenta agitación.”

En un momento tan peligroso, ¿cómo iba a resistir este pequeño grupo de musulmanes, entre los que se encontraban personas débiles y algunos hipócritas? Ni siquiera tenían suficientes hombres para organizar adecuadamente la guardia en los puestos menos seguros. La dura tarea del día y la noche agotó por completo a los musulmanes. Por otra parte, debido a la traición de los Banu Quraiza, era necesario reforzar también la seguridad en las calles y callejones de la ciudad para que las mujeres y los niños estuvieran protegidos. Los guerreros incrédulos hacían todo lo posible por inquietar a los musulmanes. A veces, se reunían en un punto débil y lanzaban un ataque, y los musulmanes se veían obligados a reagruparse allí para defenderse. Ante esto, los incrédulos inmediatamente cambiaban de dirección, atacando otro lugar y los pobres musulmanes se apresuraban hacia esa dirección. En otro momento, lanzaban ataques simultáneos en dos o tres puntos y la fuerza musulmana se dividía en grupos más pequeños. En ocasiones, la situación era tan delicada que parecía que el ejército enemigo podría aprovechar un punto vulnerable e infiltrarse en la ciudad. Los musulmanes solían responder a estos ataques principalmente con arqueros. Sin embargo, algunas veces, los invasores empleaban una táctica diferente. Sin embargo, a veces, una estrategia empleada por los soldados incrédulos consistía en que un contingente lanzaba una lluvia de flechas sobre los musulmanes para retenerlos, mientras que otro grupo asaltaba el punto más débil de la zanja y lanzaba un ataque general, en un intento de cruzarla. Esta táctica de guerra se prolongaba desde el amanecer hasta el anochecer, y a veces incluso durante una parte de la noche.

También se menciona en los relatos históricos que, en una ocasión, el Santo Profeta (sa) consultó con sus Compañeros, especialmente con los Ansar, sobre la posibilidad de hacer un tratado de paz con la tribu de Ghatfan. Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib, mencionando esta situación con más detalle, escribe:

“Esos días eran de extrema dificultad, angustia y peligro para los musulmanes. A medida que el asedio se prolongaba, las fuerzas de los musulmanes comenzaban a debilitarse naturalmente. Aunque sus corazones estaban llenos de fe y devoción, sus cuerpos, sujetos a las leyes de la naturaleza, empezaban a flaquear. Al ver esta situación, el Santo Profeta (sa) convocó a los líderes de los Ansar, Sa’d bin Mu’adh (ra) y Sa’d bin Ubadah (ra) y, exponiéndoles la situación, pidió su consejo.  También les propuso: “Si estáis de acuerdo, cabe la posibilidad de entregar una parte de vuestras riquezas a los Banu Ghatafan, para poder evitar más combates”. ‘Saad bin Muadh y Saad bin Ubadah respondieron unánimemente: ‘Oh Mensajero de Al’lah, si has recibido alguna revelación divina en este sentido, nos sometemos a tu voluntad. En este caso, sin duda alguna, abordaremos esta proposición con entusiasmo.” El Santo Profeta (sa), respondió: “No, no he recibido ninguna revelación en este sentido. Solo doy esta sugerencia a causa de las dificultades que estáis padeciendo”. Los dos Sa’ads respondieron: ‘Entonces nuestra sugerencia es: si nunca hemos entregado nada al enemigo mientras éramos idolatras, ¿por qué deberíamos hacerlo ahora que somos musulmanes? ¡Por Al’lah, no les daremos nada más que el filo de nuestras espadas!’”. El Santo Profeta (sa) estaba preocupado por los Ansar, que eran los residentes nativos de Medina. Además, al pedir este consejo, la única intención del Santo Profeta (sa) era quizás conocer el estado mental de los Ansar, para saber si estaban preocupados por estas dificultades o no, y en caso afirmativo, consolarlos. Así pues, cuando se presentó esta propuesta, el Santo Profeta (sa) aceptó felizmente (es decir, el consejo de ambos Sa’d) y la guerra continuó.

Como he explicado antes, a pesar de que la trinchera servía como un muro de defensa fuerte, esto no significaba que los musulmanes estuvieran totalmente seguros y protegidos. En primer lugar, los grupos de hipócritas, en concreto los Banu Quraiza, estaban ya dentro de Medina, y una vez rota la tregua, se convirtieron en enemigos peligrosos.  Por otro lado, a pesar de la trinchera, había ciertos lugares donde existía el riesgo de un ataque enemigo, y en estos lugares el enemigo tenía la posibilidad de cruzar con éxito y penetrar las defensas de los musulmanes. Para minimizar esta posibilidad, era necesario montar guardia continua en algunos sitios y el Santo Profeta (sa) mismo participaba en esta tarea.

Al mismo tiempo, el Santo Profeta (sa) solía supervisar la situación en general y a alentar a su Compañeros; este esfuerzo continuaba tanto de día como de noche a pesar de las noches frías de Medina y los problemas del hambre.  Hazrat Aisha relata: “El Mensajero de Al’lah (sa) solía vigilar los puntos vulnerables de la trinchera. Cuando el frio se volvía insoportable, venía a mi lado para calentarse y cuando su cuerpo se calentaba, volvía hacia la trinchera diciendo, ‘temo que el enemigo venga por este lado.’” Ella también narra que una vez el Santo Profeta (sa) descansaba por la noche, y estaba tan agotado que dijo: “Ojalá que un hombre bueno vigilara esta noche este lugar.”  En este momento oí el sonido de armas. El Santo Profeta (sa) preguntó, “¿Quién es?” Sa’d bin Abi Waqqas (ra) respondió, “Soy yo, Sa’d, oh Mensajero de Al’lah. Vengo para hacer guardia para protegerte.”  Sin embargo, en lugar de preocuparse por su propia seguridad, dijo, “Dirígete a tal y tal lugar, porque esa parte de la trinchera es débil. Vigila ese sitio.”

El amor y lealtad que los devotos Compañeros sentían por el Santo Profeta (sa), quienes se ofrecían voluntariamente para protegerle, era realmente excepcional. Por otro lado, vemos que el Santo Profeta (sa) les daba prioridad por encima de su persona. Era tan valiente que no tenía la menor preocupación por su propia vida, pero si por la gente de Medina y por eso supervisaba todas las áreas, y cuando se retiraba a su tienda, aparentemente para descansar, pasaba la mayor parte del tiempo postrado ante Dios y rezando.

Hazrat Umm Salamah relata: “Yo estuve con el Mensajero de Al’lah (sa) durante la batalla de la trinchera. Hacía mucho frío. Una noche vi que el Santo Profeta (sa) se levantó e hizo las oraciones en su campamento tanto tiempo como Al’lah quiso (quería decir que sus oraciones eran muy largas). Luego salió de su tienda, miró a su alrededor durante un tiempo y luego lo escuché decir: “Los jinetes idolatras están intentando cruzar la trinchera.” Entonces llamó a Abbad bin Bishr (ra) que respondió, “Aquí estoy.” El Santo Profeta (sa) le preguntó, “¿Hay alguien contigo?” Respondió, “Sí, algunos Compañeros están conmigo y estamos vigilando tu tienda.” El Santo Profeta (sa) dijo: “Lleva a tus compañeros y vigila la trinchera, porque los jinetes de los idolatras están buscando un sitio para poder cruzarla. Su intención es atacar por sorpresa.”

Entonces el Santo Profeta (sa) imploró:

[árabe]

“Oh Al’lah, aleja su mal de nosotros, y ayúdanos a luchar contra ellos y derrotarles. Tu eres el único que puede derrotarlos.”

Abbad y sus Compañeros se fueron al lugar donde Abu Sufyan bin Harb y un grupo de jinetes rodeaban una parte estrecha de la trinchera. Cuando los musulmanes se dieron cuenta de su presencia, comenzaron a lanzar piedras y flechas contra ellos y los obligaron a retirarse.

Hazrat Abbad (ra) relata: “Volví junto al Santo Profeta (sa), y vi que estaba rezando. Al terminar, le informé de lo que había sucedido.” Hazrat Umm Salamah (ra) narra: “Que Al’lah el Altísimo tenga misericordia de Abbd bin Bishr, pues permanecía cerca de la tienda del Santo Profeta (sa) durante más tiempo que cualquier otro Compañero y velaba constantemente por la seguridad del Santo Profeta (sa).

Hazrat Musleh Maud (ra) dice:

“El hecho de que el Santo Profeta (sa) se levantara por las noches y se desplazara a la zona de la trinchera para montar guardia muestra su valentía y preocupación por el bienestar de los musulmanes.  Hazrat Aisha (ra) relata que cuando el Santo Profeta (sa) se cansaba de vigilar y sufría por el frío, se acostaba bajo una su manta para calentarse, pero tan pronto como su cuerpo se calentaba, volvía a salir para proteger la trinchera. Una vez, sintiéndose completamente agotado por esta vigilia constante, dijo por la noche: ‘Ojala hubiese un musulmán sincero aquí en este momento para poder dormir un rato.’ En este mismo instante, se escuchó la voz de Sa’d bin Waqqas desde fuera de la tienda. El Santo Profeta (sa) le preguntó por qué había venido.  Respondió: ‘He venido a hacer guardia para ti.’ El Santo Profeta (sa) le dijo: ‘Yo necesito guardia, debes ir al lugar donde la trinchera está dañada y haz guardia allí para proteger a los musulmanes.’ Entonces, Sa’d fue a patrullar ese lugar y el Santo Profeta (sa) consiguió dormir.”

Un hecho curioso que ocurrió en ese momento es que, cuando al principio el Santo Profeta (sa) llegó a Medina y había mucha inseguridad, era Sa’d quien solía hacer guardia. Uno de esos días, el Santo Profeta (sa) oyó el sonido metálico de las armas que alguien llevaba y preguntó quién era. Era Abbad bin Bashir. Hazrat Musleh Maud ha deletreado su nombre así en el Volumen 20 de Anwar al-Ulum , pero se trata de un sencillo error tipográfico. De todas formas, la fuente de la narración en Anwar al-Ulum es Sirat al-Halabiyyah, y en este libro el nombre que se escribe es Abbad bin Bishr. Hago esta aclaración porque después la gente me escribe diciendo que “en tal lugar estaba escrito de cierto modo, pero usted lo ha pronunciado de otro modo… ¿cuál es la forma correcta de pronunciar el nombre”.

En cualquier caso, su verdadero nombre es Abbad bin Bishr. Puede que simplemente se escribiera así por error o que Hazrat Musleh Maud (ra) lo dijera así accidentalmente. En cualquier caso, Hazrat Musleh Maud (ra) escribe que Abbad bin Bashir dijo (Abbad bin Bishr dijo): “Soy yo”. Entonces el Profeta (sa) preguntó: “¿Hay alguien más contigo?” Él respondió: “También hay un grupo de tus Compañeros que han venido a vigilar el perímetro de tu campamento”. El Santo Profeta (sa) respondió: “En este momento, los idólatras están intentando encontrar un camino a través de la trinchera. Ve allí y lucha contra ellos, no te preocupes por mi tienda”.

También se menciona un incidente sobre la valentía de Hazrat Safiyah (ra) durante esta batalla. Los detalles del relato afirman que las benditas esposas del Santo Profeta (sa) y su tía paterna Hazrat Safiyah bint Abd al-Muttalib (ra) se encontraban con otras mujeres en una fortaleza conocida como Faari, es decir, que las esposas del Santo Profeta, su tía y otras mujeres de la familia estaban con el resto de las mujeres, y su guardia designado era Hazrat Hassan bin Thabit (ra).

Cuando los Banu Quraiza anunciaron su traición, los judíos de esa zona, de una forma u otra, también se afanaron en tratar de infligir daño a los musulmanes. Hazrat Safiyah, la tía paterna del Santo Profeta (sa), afirma que: “en una ocasión, un grupo de diez judíos se acercó a nuestra fortaleza y comenzó a merodear a su alrededor, buscando al parecer cualquier oportunidad para poder infiltrarse oportunamente en ella. Uno de los judíos se acercó mucho a uno de los muros de la fortaleza y, al verlo, le dije a Hassan que le hiciera frente, pero Hassan respondió: ‘Oh hija de Abd al-Muttalib, por Dios, sabes que no soy capaz de hacerlo. Si lo fuera, ciertamente habría salido con el Santo Profeta (sa)’”. Hazrat Safiyah (ra) dice: “Al decir Hassan esto, agarré un palo, salí de la fortaleza y golpeé con tanta fuerza la cabeza del judío que paseaba por nuestra fortaleza que se le abrió la cabeza y cayó desplomado en el acto. Volví a la fortaleza y le dije a Hassan: ‘Al menos baja y recoge sus pertenencias’, es decir, su botín de guerra. Hassan respondió: ‘Oh hija de Abd al-Muttalib, no necesito sus pertenencias.’ Entonces le dije: ‘Entonces córtale la cabeza y arrójala a otros judíos para asustarlos y disuadirlos de volver por aquí.’ Hazrat Hassan (ra) contestó que no tenía la valentía para hacerlo.” Entonces, Hazrat Safiyah (ra) avanzó y cortó ella misma la cabeza del hombre y la arrojó por encima del muro de la fortaleza. Al ver esto, los hombres judíos se asustaron y dijeron: “Sabíamos que Muhammad [sa] no podía dejar a las mujeres sin protección; seguro que hay guardias con estas mujeres para protegerlas.” Asustados, huyeron. Cuando el Santo Profeta (sa) fue informado de esto, entregó a Hazrat Safiyah (ra) una parte del botín de guerra como solía hacer con los soldados varones.

Al mencionar este incidente en “La vida y el carácter del Sello de los Profetas”, Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) escribe:

“La situación de las mujeres y niños en la ciudad era tan delicada que el Santo Profeta (sa) los reunió a todos en una zona especial, que podía compararse a una fortaleza. Sin embargo, no se pudo disponer de un número suficiente de musulmanes para protegerlos adecuadamente. Especialmente en esos momentos en los que los ataques enemigos en el campo de batalla eran más intensos, las mujeres y los niños musulmanes quedaban prácticamente desprotegidos, y sólo quedaban para protegerlos aquellos hombres que, por una u otra razón, no eran aptos para combatir el campo de batalla. Por lo tanto, aprovechando una situación como la que acabamos de mencionar, los judíos propusieron atacar una de esas zonas de la ciudad donde estaban reunidos las mujeres y los niños y enviaron un espía para evaluar la situación por anticipado en este barrio de la ciudad. En ese momento la única persona que se hallaba cerca de las mujeres era Hassan bin Thabit, el poeta, que no pudo ir al campo de batalla debido a una debilidad de corazón. Cuando las mujeres vieron que este enemigo judío rondaba su refugio de forma sospechosa, Safiyah bint Abd al-Muttalib, la tía paterna del Santo Profeta (sa), le dijo a Hassan (ra): ‘Este individuo es un enemigo judío, que está merodeando para obtener información y está decidido a causar daño. Mátale para que no vuelva con los suyos y nos haga daño.’ Sin embargo, Hassan (ra) no tuvo el valor de hacerlo. Ante esto la misma Hazrat Safiyyah se adelantó, luchó contra el judío, y lo mató haciendo que cayera al suelo. Entonces, siguiendo su propia propuesta, el espía judío fue decapitado y arrojado hacia el lado de la fortaleza donde se habían reunido los judíos, para que no se atrevieran a atacar a las mujeres musulmanas, y se les hizo creer que estaban custodiadas por muchos hombres. Por lo tanto, esta estrategia dio buenos resultados. Como resultado, los judíos se llenaron de miedo y se retiraron”.

Hazrat Musleh Maud (ra) también ha narrado este incidente. Afirma:

“Los Banu Quraiza esperaban constantemente una oportunidad para infiltrarse en Medina y matar a las mujeres y los niños sin levantar sospechas entre los musulmanes. Un día, los Banu Quraiza enviaron a un espía para comprobar si las mujeres y los niños estaban desprotegidos o si había soldados designados para su protección. El espía llegó cerca del recinto específico donde se habían reunido las familias más vulnerables, que corrían el mayor riesgo ante el enemigo, y comenzó a rondar por la zona, observando si había algún soldado musulmán escondido cerca. Mientras inspeccionaba la zona, la tía del Santo Profeta (sa), Hazrat Safiyah, se dio cuenta de su presencia. En aquel momento sólo estaba presente un hombre musulmán, que se encontraba enfermo. Hazrat Safiyyah se acercó a él y le dijo: ‘Hay un hombre que lleva un rato merodeando por las dependencias de las mujeres y se niega a marcharse. No deja de mirar a su alrededor; seguramente sea un espía. Deberías enfrentarte a él antes de que reúna información y el enemigo nos ataque’. El Compañero enfermo se negó a hacer frente al espía. Entonces, Hazrat Safiyah cogió ella misma un gran bastón y se enfrentó al hombre y, con la ayuda de las otras mujeres, consiguió matarlo. Tras una investigación, se descubrió que se trataba de un espía judío de los Banu Quraiza. Esto alarmó aún más a los musulmanes, que se dieron cuenta de que incluso esta parte de Medina ya no estaba segura.

Sin embargo, la amenaza del frente era tan grave que no podían organizar la protección de esta zona. A pesar de ello, el Santo Profeta (sa) consideraba prioritaria la protección de las mujeres. Asignó a 500 de sus 1.200 soldados para defender la ciudad, dejando sólo 700 para defender la trinchera y enfrentarse al ejército enemigo de 18.000 a 20.000 hombres”.

También se menciona el incidente del ataque de Hazrat Ali (ra) que mató a Amr bin Abd Wudd Amiri durante este tiempo. Los detalles de este incidente son los siguientes: Cuando los incrédulos sitiaron Medina, sus líderes acordaron lanzar un ataque colectivo. Empezaron a buscar una sección estrecha de la trinchera que permitiera a su caballería atravesar las defensas y llegar hasta el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros. Finalmente, encontraron un punto vulnerable del que los musulmanes no eran conscientes. En ese momento, Ikrimah bin Abi Jahl, Naufal bin Abdillah, Dirar bin al-Jattab, Hubairah bin Abi Wahb y Amr bin Abd Wudd cruzaron la trinchera.

Amr bin Abd Wudd era tan conocido por su valentía que se le consideraba equivalente a mil hombres en la batalla. Había resultado herido durante la batalla de Badr y no pudo participar en la batalla de Uhud debido a sus heridas. Había jurado que no aplicaría aceite en el cabello hasta que no hubiera matado a Muhammad (sa), Dios no lo quiera. Con gran arrogancia, gritó en voz alta desafiando a los musulmanes: “¡Oh vosotros, los que aspiráis al Paraíso! Venid y desafiadme. ¡Voy a enviaros al Paraíso, o me enviaréis al Infierno!”

Al ver que nadie se levantaba para confrontarlo, Hazrat Ali (ra) hizo ademán de levantarse, pero el Santo Profeta (sa) le dijo que se sentara, recordándole que Amr bin Abd Wudd estaba al otro lado. Sin embargo, cuando Amr gritó por segunda y tercera vez, Hazrat Ali (ra) se levantó de nuevo. Esta vez, el Santo Profeta (sa) no lo detuvo, sino que puso su propio turbante en la cabeza de Hazrat Ali (ra), y, entregándole su espada, lo despidió con oraciones.

Hazrat Ali (ra) se acercó a Amr y le dijo: “He oído tu promesa de que, si alguien de los Quraish te pide dos cosas, aceptarás una de ellas”. Amr respondió: “Sí”. Hazrat Ali (ra) dijo: “Lo primero que te diré es que te conviertas en musulmán y, al aceptar al Santo Profeta (sa), recibirás las bendiciones de Dios”. Amr dijo: “Esto no será posible”. Hazrat Ali (ra) dijo: “Si no aceptas esto, entonces prepárate para luchar contra mí”. Amr se echó a reír y dijo: “Nunca pensé que alguien me hablara de esta manera”. Luego le preguntó a Hazrat Ali (ra) su nombre y su ascendencia. Cuando Hazrat Ali (ra) se lo contó, Amr dijo: “Tu padre era amigo mío. Ve y envía uno de tus mayores en tu lugar. Sobrino (dijo refiriéndose a Hazrat Ali (ra)): “no eres más que un niño y no deseo derramar tu sangre. Envía a uno de tus mayores en tu lugar.” Hazrat Ali (ra) dijo: “Puede que no desees derramar mi sangre, pero yo no dudaré en derramar la tuya”. Entonces, cegado por la ira, Amr saltó de su caballo y lo desjarretó, provocando su caída (mató a su caballo y bajó a pelear). Como un relámpago, avanzó hacia Hazrat Ali (ra) y blandió su espada sobre él con tanta fuerza que atravesó su escudo y golpeó su frente, causándole una herida leve. En ese momento, Hazrat Ali (ra) recitó un lema glorificando a Al’lah y atacó con tal fuerza que su enemigo quedó a la defensiva. La espada de Hazrat Ali (ra) golpeó el hombro de Amr y lo atravesó por completo, dejando que se retorciera mientras se desplomaba muerto.

Algunas narraciones registran que no había dos, sino tres cosas, entre las cuales Hazrat Ali (ra) le dijo a Amr que tenía que elegir. Lo primero fue que debía regresar (una de las opciones que Hazrat Ali (ra) le dio fue regresar). Amr dijo que no lo aceptaba. La siguiente opción era que Amr se convirtiera en musulmán y la tercera era que luchara. Cuando Amr fue asesinado, sus compañeros se asustaron y huyeron en sus caballos. Hazrat Zubair (ra) los siguió y mató a Naufal bin Abdil’lah. Entre ellos también estaba Hubairah bin Abi Wahb, el esposo de Umm Hani, la hermana de Hazrat Ali (ra). Hazrat Zubair (ra) blandió su espada hacia él con tal fuerza que cortó la clavícula de su caballo. Según otra narración, después de que Amr fuera asesinado, Hubairah y Dirar bin Khattab atacaron a Hazrat Ali (ra), pero ambos huyeron cuando Hazrat Ali (ra) contraatacó. De hecho, Hubairah dejó incluso su armadura atrás mientras huía a pesar de ser considerado uno de los mejores jinetes de entre los Quraish.

Según una narración, cuando Dirar bin Khattab, el hermano de Hazrat Umar (ra) huyó, Hazrat Umar (ra) lo persiguió. De repente, Dirar se detuvo y apuntó con su lanza a Hazrat Umar (ra), aunque luego se abstuvo de atacarlo. Se dirigió a Hazrat Umar (ra) y dijo: “¡Umar! Recuerda este favor mío de no haberte atacado”. Está escrito cómo Hazrat Umar (ra) recordó este favor, si bien no fue un favor de Dirar sobre él, sino un favor de Dios Altísimo sobre él; y tal vez por las oraciones de Hazrat Umar (ra), durante la victoria de La Meca, Dirar aceptó el islam. Después de esto, participó con todo su corazón en las guerras libradas por los musulmanes. Luchó valientemente en cada batalla y fue martirizado en la batalla de Yamamah. Según algunas narraciones, no fue martirizado, sino que vivió una larga vida y murió siendo musulmán.

Después del asesinato de Amr bin Abd Wudd, los incrédulos enviaron un mensaje al Santo Profeta (sa) indicando que pagarían 10.000 dirhams para recuperar su cuerpo. El Santo Profeta (sa) dijo: “Lleváoslo, no aceptamos dinero por los muertos”.

Según algunas narraciones, Naufal bin Abdil’lah fue asesinado en un incidente separado. Se cuenta que un día montó en su caballo y avanzó a paso lento para saltar la trinchera. Sin embargo, el caballo no logró cruzar la trinchera y cayó dentro junto con su jinete. Fue así como Dios Altísimo provocó su fin, ya que se rompió el cuello al caer en la zanja. Los idólatras enviaron una delegación para recuperar su cuerpo y ofrecieron pagar dinero al Santo Profeta (sa). Pero dijo: “No necesitamos dinero a cambio de él y tampoco les impediremos que lo entierren”.

Hazrat Musleh Maud (ra) también mencionó el asesinato de Naufal de la siguiente manera:

“El enemigo, cuando lanzaba ataques sobre las trincheras, a veces lograba cruzarlas. Ocurrió que, un día, algunos de los generales prominentes de entre los incrédulos consiguieron cruzar la trinchera. Sin embargo, los musulmanes lucharon tan implacablemente que no tuvieron más opción que retirarse. En uno de estos incidentes en particular, uno de los jefes prominentes de los incrédulos, cuyo nombre era Naufal, murió mientras intentaba cruzar la trinchera. Era un jefe tan prominente que los incrédulos pensaban que, si su cuerpo era mutilado, sería motivo de una gran vergüenza para ellos y no podrían dejarse ver en toda Arabia. Entonces enviaron un mensaje al Santo Profeta (sa) diciéndole que, si devolvía su cuerpo, estarían dispuestos a pagar 10.000 dirhams. Pensaron que como ellos habían cortado la nariz y las orejas de los jefes y líderes musulmanes, incluso del tío paterno del Santo Profeta (sa), los musulmanes tal vez también harían lo mismo con sus líderes, humillando de esta forma a su pueblo. Sin embargo, los mandamientos del islam están completamente en contra de esto y no se permite mutilar los cuerpos. Por lo tanto, cuando el mensaje de los incrédulos llegó al Santo Profeta (sa), él dijo: “¿Qué vamos a hacer con este cuerpo? No nos sirve de nada y no queremos nada a cambio. Tenéis la libertad de llevaros su cuerpo; no tenemos nada que hacer con él”.

Hay más detalles al respecto de los que se hablará en el futuro, inshal’lah.

A partir de hoy comenzarán las convenciones de Lallna y Ansar. Tal como recordé a los Judam, las Lallna y los Ansar también deben centrarse en las oraciones, especialmente durante estos días, y enviar saludos al Santo Profeta (sa). Que Dios Altísimo permita a todos hacerlo y cumplir con el propósito de estas reuniones, en lugar de simplemente pasar el tiempo en actividades recreativas y entablando conversaciones. Que Dios Altísimo las bendiga en todos los aspectos.

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