La vida del Santo Profeta (sa)
Sermón del viernes 22-08-2025
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
En relación con la vida del Santo Profeta (sa), se han mencionado algunas batallas y expediciones. En este sentido, hoy voy a hablar de la batalla de Hunain. Esta batalla tuvo lugar en Shawwal [décimo mes del calendario islámico] en el octavo año después de la Hégira [migración del Santo Profeta (sa) de La Meca a Medina]. ¿Por qué se llama Batalla de Hunain? Se le llama así porque Hunain es el nombre de un pueblo entre La Meca y Taif, situado aproximadamente a 26 kilómetros de La Meca. Esta batalla tuvo lugar en este lugar, y por este motivo se la conoce como la Batalla de Hunain. La tribu principal que participó en esta batalla fue la tribu Hawazin, por lo que también se conoce como la Batalla de Hawazin. Algunos también la han llamado batalla de Autas, porque una sección del ejército enemigo había huido de Hunain y se dirigió al valle de Autas. Los musulmanes los siguieron y derrotaron al enemigo allí. Por ello, algunas personas se han referido a él como tal. Sin embargo, la mayoría de los autores han mencionado la batalla de Autas como un relato separado. La batalla de Hunain ha sido mencionada en el Sagrado Corán de la siguiente manera:
[árabe]
“Ciertamente, Dios os ayudó en muchos campos de batalla, y en el Día de Hunain, cuando vuestro gran número os enorgulleció, pero no os sirvió de nada; y la tierra, con toda su inmensidad, se os estrechó, y entonces disteis la espalda, retirándoos. Entonces Dios hizo descender Su paz sobre Su Mensajero y sobre los creyentes, e hizo descender ejércitos que no visteis y castigó a los que no creyeron. Y esta es la recompensa de los incrédulos. Luego, Dios se volverá misericordioso con quien Él quiera. Dios es Perdonador, Misericordioso.
Esto sucedió porque cuando La Meca fue conquistada, la mayoría de las tribus principales de Arabia habían aceptado el Islam o habían acordado obedecer al Santo Profeta (sa). Sin embargo, los Banu Hawazin y los Banu Thaqif, que vivían cerca de La Meca, eran extremadamente rebeldes y hostiles. No sólo se negaron a obedecer [al Santo Profeta (sa)], sino que sus líderes se reunieron y dijeron: “Muhammad [sa] ha subyugado a las tribus de Arabia, incluidas las de La Meca. Con toda seguridad avanzarán hacia nosotros ahora. Por lo tanto, sería mejor que los ataquemos antes de que comiencen a avanzar hacia nosotros”. Ellos mismos llegaron a esta conclusión, y también dijeron: “Hasta ahora, Muhammad [sa] solo se ha encontrado con personas ineptas y aún no se ha enfrentado a alguien como nosotros. Todos los combatientes de las tribus de Thaqif, Nasr y Yusham se unieron a los Banu Hawazin. También se unieron algunos individuos de las tribus de Sad bin Bakr y Banu Hilal.
Algunas narraciones indican que, de hecho, los Banu Hawazin habían comenzado mucho antes los preparativos para enfrentarse a los musulmanes. Cuando vieron que Muhammad (sa) estaba gradualmente sometiendo a otras tribus –incluyendo a los judíos–, les comenzó a preocupar que la adoración a los ídolos pudiera llegar a su fin y que Muhammad (sa), junto con sus compañeros, predominara sobre todos ellos. Por lo tanto, consideraron necesario bloquearle el paso y comenzaron sus preparativos. Bajo el liderazgo de Urwah bin Masud, enviaron una delegación a la ciudad de Yerash, situada en la actual Jordania, para adquirir armas y equipo militar.
La noticia de los preparativos de los Banu Hawazin se supo de esta manera: Cuando el Santo Profeta (sa) decidió partir de Medina con la intención de conquistar La Meca, envió una unidad de avanzada para marchar delante del ejército. Esta unidad de avanzada capturó a un hombre de los Hawazin que era un espía enviado por ellos para reunir información sobre los musulmanes. Cuando el Santo Profeta (sa) le interrogó e investigó a fondo, reveló que los Banu Hawazin habían reunido un gran ejército y también habían conseguido el apoyo de los Banu Thaqif, y que para conseguir armas pesadas y armamento habían enviado una delegación a Yerash.
Mientras los Banu Hawazin aún seguían ocupados en estos preparativos, La Meca fue conquistada con facilidad y sin apenas resistencia. Esta conquista envalentonó a los Hawazin, y en su arrogancia, decidieron que ellos mismos marcharían para enfrentarse a Muhammad (sa) y sus compañeros. Creían que eran ellos los que podían dominar a los musulmanes y aniquilarlos.
Así pues, todas estas tribus nombraron a Malik bin Auf, un joven de 30 años y jefe de los Hawazin, como comandante suyo. Se movilizó una fuerza de 20.000 hombres, que comenzó a avanzar hacia Hunain.
El jefe de los Banu Hawazin, Malik bin Auf, dio un paso en la preparación para esta batalla que tal vez nadie en la historia de Arabia habiera dado antes. El comandante ordenó que ningún hombre de ninguna tribu saliera solo de su casa para luchar, sino que cada uno debía llevar consigo a su esposa, sus hijos e incluso su ganado y sus posesiones. Su propósito era que cada soldado de su ejército combatiera con todas sus fuerzas y con la máxima valentía, teniendo presente que no habría forma de huir ya que su esposa, sus hijos y su ganado estarían todos con él.
En esta batalla también se menciona a un antiguo jefe, Duraid bin al-Simmah, que intentó disuadirlos de luchar. Se encontraba con los Hawazin. Está escrito que entre los Banu Yusham había un hombre llamado Duraid bin al-Simmah, que tenía más de cien años. Era un anciano frágil que había perdido la vista. Ya no tenía fuerzas para luchar, pero tenía experiencia en el arte de la guerra. En épocas anteriores, había sido famoso por su valentía y destreza como jinete. Lo llevaron con ellos para poder beneficiarse de su experiencia y conocimientos.
Cuando Malik bin Auf acordó con el pueblo marchar contra el Santo Profeta (sa), el pueblo trajo sus riquezas y sus mujeres e hijos, hasta que llegaron al valle de Autas, donde acamparon.
El anciano Duraid bin al-Simmah desmontó y puso la mano en el suelo. Preguntó: “¿En qué valle estamos?” Dijeron: “En el valle de Autas”. Respondió: “Este es un buen lugar para que corran los caballos: [la tierra] no es tan dura como para causar daño, ni tan blanda como para que se hundan los cascos. Pero ¿por qué oigo los llantos de niños y los sonidos de camellos, burros, cabras y ganado?”.
La gente respondió: “Por orden de Malik bin Auf, todos han traído consigo a sus hijos, mujeres y ganado”. Entonces Duraid le dijo a Malik: “Tú eres el jefe de tu pueblo. El resultado de este día dejará huella en los días venideros. ¿Por qué has traído contigo a niños, camellos, burros, cabras y ganado?” Malik bin Auf respondió: “Quiero que cada hombre tenga a su familia detrás de él para que luche contra el enemigo con toda valentía”.
Duraid dijo: “Esta es una opinión muy equivocada. ¡Por Dios! Lo único que sabes es pastorear ovejas, es decir, no entiendes nada sobre la batalla ni sabes nada sobre la lucha”. Continuó diciendo: “Dime, ¿puede un ejército derrotado recuperar algo? Escucha: en la batalla, lo único que te beneficiará es la lanza y la espada de un hombre. Pero si el resultado de la batalla se vuelve en vuestra contra, perderéis a vuestras esposas, hijos y todas vuestras riquezas. ¡Oh, Malik, ¿por qué no has colocado a los caballos y a los guerreros de Hawazin al frente? Envía a las mujeres y los niños y los bienes a las fortalezas. Después, montad sobre vuestros caballos y luchad contra ellos, mientras la infantería os apoya desde dentro de las líneas. Si alcanzáis la victoria, entonces vuestras familias y riquezas volverán a vosotros. Pero si fracasáis, al menos podréis volver con ellos. De esta manera, vuestras familias y vuestro ganado quedarán a salvo.”
Pero Malik bin Auf respondió: “¡Por Dios! No haré esto, ni cambiaré mi decisión. Has envejecido y has perdido el juicio.”
Duraid dijo: “¡Oh, pueblo de Hawazin! ¡Por Dios! Esta opinión no es correcta. Este hombre causará deshonra a vuestras mujeres y os entregará al enemigo, mientras se esconderá en las fortalezas de Zaqif. Así que regresad y dejadlo.” De esta manera, les aconsejó que no lucharan.
Ante esto, Malik, que había sido nombrado comandante, desenvainó su espada y dijo: “¡Gente de Hawazin! ¡Por Dios! Debéis obedecerme, de lo contrario, pondré todo el peso de esta espada sobre mí y la clavaré en mi pecho, es decir, me suicidaré”.
Los Hawazin deliberaron entre ellos y dijeron: “¡Por Dios! Si desobedecemos a Malik, se suicidará, y aunque es un joven de solo unos treinta años, si muere, nos quedaremos con Duraid. Como es anciano, no podremos luchar confiando en él. Por lo tanto, deberíamos estar de acuerdo con Malik.” Así pues, siguieron la decisión de Malik.
Entonces Malik le preguntó a Duraid: “¿Tienes alguna otra opinión además de esta?” Duraid respondió: “Sí”. Coloca a tus hombres en puntos de emboscada, donde servirán como refuerzos. Si el enemigo te ataca, lo hará por la espalda, y tú podrás contraatacar con la fuerza principal. Y si tú atacas, ninguno de ellos podrá retroceder.” Ante esto, Malik ordenó a sus hombres que se ocultaran en los barrancos y en las faldas de los valles, y dijo: “Lanzad el primer ataque con una ofensiva abrumadora, para que podáis derrotar al ejército musulmán”.
El Santo Profeta (sa) también recibió noticias de los preparativos de los Banu Hawazin. Los detalles, algunos de los cuales se han mencionado anteriormente, son los siguientes:
El Mensajero de Dios (sa) ya había sido informado de algunas noticias, y las noticias de estos acontecimientos habían llegado a La Meca. Así pues, el Santo Profeta (sa) envió a Hazrat Abdul’lah bin Abi Hadrad Aslami para recabar información sobre el ejército de las tribus Hawazin. Anteriormente, un espía había informado de que solo se estaban recogiendo armas. Cuando los preparativos estaban listos, el Santo Profeta (sa) volvió a enviar a uno de sus hombres, Hazrat Abdul’lah bin Abu Hadrad Aslami, para recabar información. Este se infiltró en el ejército de los Hawazin y, desplazándose entre ellos, recopiló todo tipo de información. Permaneció entre ellos durante un día o dos, hasta que escuchó incluso hablar al propio Malik quien, para levantar la moral de sus hombres, dijo:
‘Muhammad (sa) nunca había luchado antes contra un pueblo experto en el arte de la guerra. Solo ha luchado contra los jóvenes de unas tribus que no tenían experiencia en la batalla, y por eso los ha vencido. Por la mañana, situad detrás de vosotros a vuestros rebaños y a vuestras mujeres y después lanzáis un ataque repentino. Desenvainad vuestras espada y luchad con 20.000 espadas sin funda golpeando todos juntos como un solo hombre. Sabed que la victoria la consigue quien ataca primero”. Al oir esto, Abdullah bin Abu Hadrad acudió al Santo Profeta (sa) y le informó de todo. El Santo Profeta (sa) no tuvo más remedio que prepararse para la batalla.
Antes de partir de La Meca para enfrentarse a los Banu Hawazin, el Santo Profeta (sa) revisó la situación y descubrió que el ejército musulmán contaba con recursos muy limitados para la batalla en comparación con la magnitud prevista de la guerra. Para compensar esta escasez, el Santo Profeta (sa) se dirigió a Safwan bin Umayah, un rico jefe tribal de La Meca que en aquel momento aún era idólatra, y le pidió que le prestara algunas armas. Safwan le preguntó al Santo Profeta (sa) si deseaba pedir prestada su riqueza o usurparla. El Santo Profeta (sa) dijo: “No, solo queremos pedirlo prestado y te garantizo su devolución”. Al oír esto, Safwan aceptó y entregó 100 piezas de cota de malla junto con cascos y escudos. Según algunas narraciones, Safwan también proporcionó camellos para transportar el armamento. Después de la batalla, cuando se recogieron las cotas de malla para restituirlas a Safwan, faltaban algunas. Dado que el Santo Profeta (sa) había garantizado que se devolvería la malla metálica, le dijo a Safwan que le pagaría su precio equivalente. Pero Safwan ya no era el mismo que en el momento de prestar el equipo. Safwan estuvo presente en la batalla de Hunain y, aunque en ese momento era idólatra, tras la batalla de Hunain aceptó el islam. Por lo tanto, cuando el Santo Profeta (sa) se ofreció a pagar el precio de la cota de malla, Safwan contestó:
[Árabe]
“No, Mensajero de Dios (sa), porque el estado de mi corazón hoy no es el mismo que el de aquel día”. Por lo tanto, se negó a aceptar ninguna cantidad.
Del mismo modo, el Santo Profeta (sa) también pidió prestadas tres mil lanzas a su primo Nawfal bin Harith y dijo: “Veo cómo estas lanzas se clavan en las espaldas del enemigo”. En esta declaración, el Santo Profeta (sa) predijo que el enemigo sería derrotado y huiría, sufriendo una gran pérdida de vidas. Del mismo modo, el Santo Profeta (sa) tomó prestadas algunas armas de Ibn Abi Rabi’ah. Esta visión de la grandeza moral del Santo Profeta (sa) es digna de mención; el Santo Profeta (sa) había logrado la victoria sobre La Meca, y su pueblo ya había sido vencido. Según las reglas y tradiciones de la guerra, el vencedor se convertía en dueño de las riquezas del vencido. Sin embargo, en este caso, cuando surgió la necesidad de armas para la batalla, se pidieron prestadas todas y cada una de las armas, con la promesa de que se restituiría el mismo número de armas que se hubieran tomado prestadas. El Santo Profeta (sa) también pidió en préstamo entre 30 y 40 mil dirhams a Abdullah bin Abi Rabiah, el hermanastro de Abu Jahl. Se narra que aceptó el Islam el día de la conquista de La Meca.
Según otra narración, el Santo Profeta (sa) pidió un préstamo a tres personas de los Quraish: 50.000 dirhams a Safwan bin Umayyah, 40.000 dirhams a Abdullah bin Abi Rabi’ah y 40.000 dirhams a Huwaitab bin Abdul Uzza. Esto ascendió a un total de 130.000 dirhams. Según algunas narraciones, el Santo Profeta (sa) tomó estos préstamos durante la conquista de La Meca para ayudar a aquellos compañeros que estaban necesitados y los distribuyó entre ellos. A cada persona se le entregaron aproximadamente 50 dirhams. Según otra narración, esta cantidad se tomó como préstamo para pagar la indemnización por la muerte de los miembros de la tribu Banu Jazimah, que fueron asesinados por error. Es posible que el Santo Profeta (sa) hubiera tomado este préstamo para diversos fines, entre ellos la ayuda financiera y pagos de indemnización por homicidio. Dios lo sabe.
[Árabe]
Mencionaré los detalles restantes en el futuro, si Dios quiere.
Después de la oración del viernes, dirigiré dos oraciones fúnebres en ausencia. Uno es del respetado Khawaja Mukhtar Ahmad Butt Sahib, hijo de Khawaja Abdur Rahman Sahib de Sialkot. Ha fallecido recientemente a la edad de 92 años.
[¡Ciertamente a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!].
Nació en Sialkot. Estudió Derecho y luego se alistó en la Fuerza Aérea, donde recibió su formación en Risalpur. Prestó un servicio notable en la Fuerza Aérea de Pakistán como oficial jurídico hasta 1974. Ese mismo año, fue destituido de su cargo junto con otros oficiales áhmadis. Durante el período extremadamente delicado de disturbios contra la Comunidad Ahmadía en 1974, prestó servicios en la comisión jurídica de la comunidad bajo la dirección de Hazrat Jalifatul Masih III (rh) y, como parte de los esfuerzos de la comunidad, también se reunió con Hanif Ramay, ministro principal de Punyab.
Tenía una estrecha relación con Hazrat Mirza Bashir Ahmad Sahib (ra) y Hazrat Chaudhary Zafrulla Khan Sahib (ra). También tuvo la oportunidad de colaborar con Hazrat Chaudhary Zafrullah Khan Sahib en la preparación del primer volumen de Essence of Islam. A nivel central, ocupó el cargo de director de la Fundación Fazl-e-Umar y ejerció como qadhi en Darul Qadha Rabwah durante muchos años. También trabajé con él en Qadha durante algún tiempo; era una persona de gran juicio y muy humilde. Siempre tuvo una conexión con el Jalifato y más tarde también mantuvo una estrecha relación conmigo. En 2002 se trasladó a Canadá, donde prestó servicio como presidente regional. Era regular en sus oraciones y en la recitación del Corán. Estuvo a la vanguardia de los sacrificios financieros y era un áhmadi sincero y leal. Su vida era un excelente ejemplo de lealtad, devoción y sinceridad hacia el Jalifato.
Le sobreviven su esposa, una hija, dos hijos y muchos nietos.
Su esposa, Amatul Qayyum Sahiba, es hija del fallecido Ghulam Ahmad Akhtar Sahib. Ghulam Ahmad Akhtar Sahib había ocupado un alto cargo como director de Ferrocarriles. Después de su jubilación, durante la época de Hazrat Jalifatul Masih II (ra), también trabajó como Nazir Ala durante cierto tiempo. En ocasiones, también se le asignaban tareas en el escenario al lado de Hazrat Jalifatul Masih II (ra) durante los discursos, como asistente de seguridad. En cualquier caso, pertenecía a una familia devota.
Khawaja Iftikhar Sahib era el suegro del Dr. Zahid Khan Sahib, actual miembro de la Junta de Sadr Qaza del Reino Unido. La hija de Khawaja Sahib, Aishah Khan, escribe:
“Siempre lo hallé un servidor obediente del Jalifato. Educó a sus tres hijos sobre esta misma base, inculcándonos que, aparte de la obediencia a la Yamaat y al jalifato, nuestras vidas no deben tener ningún otro propósito. Esto es lo que nos dijo. Incluso cuando perdió repentinamente su trabajo en la Fuerza Aérea en 1974 y se dedicó a la práctica privada de abogacía, aunque no tuvo gran éxito, nunca perdió la paciencia ni dejó de confiar plenamente en Dios Altísimo. Nunca extendió su mano a los hombres para pedir ayuda; siempre presentó sus necesidades únicamente ante Dios Altísimo”. Continúa diciendo:
“Desde mi infancia, lo he visto como un devoto adorador, siempre ocupado en acciones virtuosas. Siempre pagaba su chanda [limosna] a principios de cada mes, y si disponía de medios los ofrecía incluso por adelantado. Hacía todo lo posible por mantener sus relaciones sociales. Su lealtad al Califato (como mencioné) fue excepcional. También estaba profundamente comprometido con el sistema de la Yamaat y, de hecho, todos sus hermanos comparten un profundo vínculo de sinceridad tanto con la Comunidad como con el Jalifato, al igual que su padre. Fue él quien inculcó este espíritu en ellos. Por la gracia de Dios, toda la familia mantiene un profundo vínculo de lealtad. Su esposa, como se mencionó anteriormente, es hija de Akhtar Sahib y también pertenece a una familia devota. Gracias a la educación proporcionada por el esposo y la esposa, sus hijos también han desarrollado un vínculo sincero con la Yamaat y están sirviendo activamente. Que Dios les ayude a continuar con sus buenas obras y que conceda al difunto Su perdón y misericordia.
La segunda oración fúnebre es de Saeeda Begum Sahiba, esposa de Nazir Ahmad Sahib de la India, quien también ha fallecido recientemente a la edad de 75 años.
[Árabe] ¡En verdad pertenecemos a Al’lah y a Él volveremos!
Por la gracia de Dios Altísimo, era Musi [miembro de la bendita institución de Al-Wasiyyat]. Le sobreviven su marido, tres hijas y cuatro hijos.
Era la madre de Tahir Ahmad Tariq Sahib, Naib Nazir Islah-o-Irshad de Qadian. Él había venido al Reino Unido como representante de la Comunidad y, mientras se hallaba aquí, su madre falleció en su país, por lo que no pudo asistir a su funeral. Él también pertenece a una familia devota. El hermano menor de Tahir Sahib, Shabbir Ahmad Sahib, también es un mu’allim [maestro religioso] de la Yamaat. Una de sus hijas [de la fallecida] está casada con un misionero, Yabbar Sahib. Los dos hijos restantes también sirven a la Comunidad. Es una familia profundamente entregada al servicio. ¡Qué Dios Altísimo le conceda Su perdón y misericordia!
Tahir Ahmad Tariq Sahib escribe:
“Durante los últimos veinticinco años sufrió dificultades respiratorias, pero soportó su enfermedad con inmensa paciencia y dignidad. Nunca emitió ninguna queja. Su familia era originaria de Charkot Rajouri, Jammu Cachemira. La familia ingresó en la Comunidad Ahmadía a través de Hazrat Qazi Muhammad Akbar Bhatti Sahib (ra), un compañero del Mesías Prometido (as), y después se extendió por toda la familia.
Era una mujer profundamente religiosa, dedicada a la oración y al ayuno. Aunque sólo recibió una educación modesta, durante nuestra infancia, todas las noches recitaba oraciones coránicas, poemas del Mesías Prometido (as), hadices e historias de los profetas. Tenía una personalidad refinada y era muy sociable, y trataba siempre a sus familiares y seres queridos con afecto y compasión. Tenía un gran amor por el Jalifato y por el sistema administrativo de la Comunidad. Ella consagró voluntariamente nuestras vidas [a Dios] y constantemente nos recordó que debíamos cumplir con las responsabilidades como consagrados. Nos enviaba diariamente para ir a aprender el Sagrado Corán y también ponía gran énfasis en la educación secular. Se aseguró de que todos sus hijos recibieran una educación adecuada”.
¡Qué Dios Altísimo conceda a la fallecida Su perdón y misericordia!