La vida del Santo Profeta (sa): La expedición de Tabuk
Sermón del viernes 21-11-2025
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y la Surah al-Fatihah, Su Santidad, el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
Estabamos hablando sobre la expedición de Tabuk. Mencionaré más detalles de este viaje hoy.
Hay un relato sobre el intento de los hipócritas de dañar al Santo Profeta (sa) en esta ocasión. Estos detalles son los siguientes: En el contexto de la expedición de Tabuk, se estaba tramando una conspiración conjunta entre los judíos, los cristianos y los hipócritas. Cuando todos sus planes fracasaron y no tuvieron éxito en acabar con el islam y el Santo Profeta (sa), ya que habían intentado asesinar al Santo Profeta (sa) en varias ocasiones, esta conspiración fue su último recurso. Y si, como antes, no se hubiera contado con la ayuda y el socorro divinos, no hay duda de que esta conspiración de los hipócritas habría tenido éxito. La razón de esto es que en cada etapa, la destrucción de los musulmanes estaba asegurada. Ya lo hemos observado en sus intentos anteriores. Sin embargo, el mismo Dios que concedió a los musulmanes un triunfo inimaginable en el campo de batalla de Badr y cuya ayuda y socorro continuos hicieron que los musulmanes triunfaran, hasta la batalla de Hunain [los ayudó nuevamente]. En cada ocasión de peligro, la protección de Dios Altísimo estaba con el Santo Profeta (sa). En esta ocasión ocurrieron incidentes similares.
El viaje de Medina a Tabuk era equivalente a viajar al valle de la muerte. Haber podido viajar a Tabuk y regresar de allí a salvo fue suficiente para dejar a los hipócritas completamente atónitos. Además, la retirada del ejército tras el respaldo del emperador de Roma, o bien el hecho de que no se presentaran para enfrentarse por temor a [los musulmanes], fue otro hecho asombroso. Además, todas las potencias opositoras que vivían en las fronteras de Arabia se aterrorizaron y, posteriormente, la mayoría de ellas acudieron al Santo Profeta (sa), buscaron la reconciliación y pagaron la Yizya y consideraron que ello era un medio para su protección. A raíz de todos estos incidentes, las conspiraciones de los hipócritas parecían haber quedado reducidas al polvo. La razón de esto es que los hipócritas ni siquiera podían imaginar que algún musulmán pudiera regresar sano y salvo a Medina junto al Santo Profeta (sa).
Así pues, cuando este ejército de 30.000 soldados ondeaba sus banderas de victoria y apoyo [divino] y se puso en camino para regresar a Medina bajo el liderazgo de su amado Profeta (sa), los hipócritas consideraron esencial disparar la última flecha de su carcaj, que era impedir de cualquier manera posible que el Santo Profeta (sa) regresara a Medina, Dios no lo quiera. Para lograr esto, conspiraron para asesinar al Santo Profeta (sa). De hecho, no es descabellado decir que esto había sido planeado de antemano como un golpe final. Es decir, su primera [conspiración] fue que los musulmanes morirían en el viaje o en Tabuk. Sin embargo, si sobrevivían y emprendían el regreso, serían asesinados en el camino. Esta opinión podría ser cierta ya que no todos los líderes de los hipócritas estaban con ellos. Más bien, estaba con ellos un grupo de hipócritas que no escatimó esfuerzos para difundir propaganda viciosa contra [los musulmanes] en cada ocasión. Sin embargo, no habrían podido dar un paso tan grande si no lo hubieran planeado de antemano.
En cualquier caso, llevaron a cabo esta peligrosa conspiración de la siguiente manera: en el camino de regreso había un camino en el valle que se dividía en dos. Uno era un campo amplio y abierto, y el otro era un camino angosto, un paso a través de un valle accidentado y elevado. Éste también era un atajo, y el ejército musulmán tenía que pasar por este paso de montaña. Los hipócritas idearon un plan: cuando todo el ejército estuviera atravesando el paso elevado, con la enorme multitud y el gran número de personas, aprovecharían la oscuridad de la noche (el viaje se realizaba de noche). En ese momento, todos estos hipócritas se reunían cerca de la camella del Santo Profeta (sa) y de alguna manera empujarían a su camella hacia el borde del paso y cortarían las cuerdas de la silla de montar. De esta manera, la camella arrojaría -Dios no lo quiera- al Santo Profeta (sa) al barranco (a ese precipicio), o caería junto con él (sa) en él. En la oscuridad de la noche, se asumiría que fue un accidente y nadie sospecharía de un asesinato planeado.
Hazrat Urwah bin Zubair (ra) relata que cuando el Mensajero de Al’lah (sa) dejó Tabuk para regresar a Medina, un grupo de hipócritas intentó matarlo. Habían planeado arrojarlo desde lo alto de un paso de montaña a lo largo de la ruta. Pero en el momento exacto, Dios Altísimo informó al Santo Profeta (sa) del complot de los hipócritas. Luego, el Santo Profeta (sa) hizo anunciar que nadie debía utilizar el paso de montaña excepto el Santo Profeta (sa) y tres de sus Compañeros. Dijo: “Sólo yo pasaré por el paso; todos los demás pasarán por el valle abierto”. Los Compañeros que fueron con él eran: Hazrat Huzaifah bin Yaman (ra), Hazrat Hamzah bin Amr Aslami (ra) y Hazrat Ammar bin Yasir (ra). En cuanto al resto del ejército, debían pasar a través de una amplia llanura abierta en el valle.
Debido a este repentino cambio de ruta, el plan de los hipócritas pareció arruinarse. Pero incluso entonces, no abandonaron su malvada intención. Seleccionaron inmediatamente doce o quince hombres y acordaron que se cubrirían los rostros con paños, correrían hacia el paso de montaña y, según su plan anterior, asustarían repentinamente a la camella, extraviándola. Su objetivo -Dios no lo quiera- era provocar el mismo accidente que ansiaban. Así procedieron.
Mientras el Santo Profeta (sa) caminaba por el paso, escuchó gentes que se acercaban. Se aproximaron y asustaron a su camella, haciendo que parte del equipaje cayera. Luego, el Santo Profeta (sa) ordenó a Hazrat Huzaifah (ra) que atacara a estos hipócritas y los alejara. Hazrat Huzaifah (ra) comenzó a golpear sus monturas con un palo diciendo: “¡Enemigos de Al’lah, apartáos!”. Continuó golpeando a sus animales. Los hipócritas se dieron cuenta de que el Profeta (sa) se había dado cuenta de su plan y no quisieron ser reconocidos. Por ende, descendieron rápidamente del paso y se mezclaron con el ejército. Hazrat Huzaifah (ra) regresó con el Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) dijo: “Huzaifah, golpea a mi camella por detrás, porque se ha asustado, y, ¡oh Ammar!, guíala hacia adelante (para que esta camella asustada recupere el rumbo adecuado)”.
En una narración, Hazrat Huzaifah (ra) relata: “Cuando llegamos al paso de montaña, doce hombres se enfrentaron al Santo Profeta (sa) en ese paso. Cuando informé al Mensajero de Al’lah (sa), los llamó. Ante esto, dieron la espalda y huyeron. Entonces el Mensajero de Al’lah (sa) nos dijo: “¿Los reconocisteis?”. Dijimos: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! No los reconocimos porque tenían sus rostros cubiertos y estaba oscuro. Pero reconocimos sus monturas (los árabes también eran muy buenos reconociendo las monturas de las personas)”. Dijo: “Estas personas seguirán siendo hipócritas hasta el Día de la Resurrección. ¿Sabéis cuál era su intención?”. Interrogó a los Compañeros que estaban con él. Continúa diciendo: “Dijimos: ‘No, no lo sabemos’”. El Mensajero de Al’lah (sa) dijo: “Su intención era enfrentarse al Mensajero de Al’lah en el paso y hacerlo caer allí”. Dijimos: “¿No enviará un mensaje a sus tribus, ordenando a cada tribu que le envíe la cabeza de su hombre (para que puedan ser castigados y ejecutados)?”. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘No. No quiero que los árabes digan entre sí que Muhammad (sa) es el asesino de su pueblo’”.
Según algunas narraciones, el Santo Profeta (sa) todavía estaba montado en su camella cuando recibió una revelación. Hazrat Huzaifah (ra) estaba de pie cerca de allí. El Santo Profeta (sa) preguntó: “¿Quién está ahí?”. Respondió: “Huzaifah”. El Santo Profeta (sa) dijo entonces: “Te voy a contar algo en confianza. No se lo digas a nadie”. A continuación, dio los nombres de cada uno de los atacantes uno por uno y añadió: “Se me ha prohibido ofrecer la oración fúnebre por ellos. Son unos hipócritas”.
Según diversas narraciones, el Santo Profeta (sa) nombró a doce, trece o quince personas. Debido a que el Santo Profeta (sa) había ordenado a Hazrat Huzaifah (ra) que no revelara este secreto a nadie, Hazrat Huzaifah (ra) nunca reveló los nombres a nadie. Incluso durante el Jalifato de Hazrat Umar (ra), cuando Hazrat Umar (ra) se enteró de que Huzaifah conocía las identidades, adoptó el siguiente método: cada vez que alguien fallecía y Hazrat Umar (ra) sospechaba que el difunto podría estar entre esas personas, tomaba a Hazrat Huzaifah del brazo y lo llevaba consigo al funeral. Si Hazrat Huzaifah se negaba a asistir a la oración fúnebre, Hazrat Umar (ra) entendía que se trataba de una de esas personas, y también se abstenía de asistir a la oración fúnebre.
Según una narración de Sahih Muslim, eran 14 o 15 [hipócritas], pero también se ha explicado que 12 de ellos eran hipócritas que participaron en esta conspiración, y los otros tres eran compañeros que habían subido al paso en ese momento, pero no habían oído al anunciador anunciar que se debía tomar el campo abierto en lugar de esta ruta. Por ello, estas tres personas fueron consideradas inocentes.
A la mañana, el jefe de la tribu Aus, Hazrat Usaid bin Hudair (ra), se reunió con el Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) le contó que la noche anterior, algunos hipócritas habían intentado seguir al Santo Profeta (sa) por el paso de montaña, cortar las riendas de su camella en la oscuridad de la noche y punzarla con algo afilado para que corriera rápido con la esperanza de que se cayera de la camella. Ante esto, Hazrat Usaid (ra) dijo: “¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! Ordena a todas las tribus que maten a cualquier persona que haya participado en esta conspiración”. Continuó con gran pasión: “¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! ¿Dejará que esas personas sigan campando a sus anchas? ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir sin tomar acción contra ellos, aunque hoy en día los hipócritas sean menos y hayan caído en desgracia, mientras que el islam se ha consolidado con firmeza?”. El Santo Profeta (sa) respondió: “No me agrada que la gente diga que ‘una vez concluida la batalla entre los politeistas y yo, Muhammad comenzó a matar a sus compañeros’. Hazrat Usaid (ra) dijo: “¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! Estas personas no son Compañeros” (¿cómo pueden ser sus Compañeros?)’. El Santo Profeta (sa) dijo: “¿Acaso no declaran el Kalima?”. Hazrat Usaid (ra) dijo: “En efecto, lo hacen, pero esta declaración no significa nada (es meramente superficial; no profesan el credo en su corazón)”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Puesto que declaran el Kalima (aunque sea sólo verbal), no los mataré”. Los supuestos eruditos de hoy en día que emiten edictos para matar a quienes recitan el Kalima, deberían tener presente esta afirmación.
Hazrat Musleh Maud (ra) afirma que cuando los hipócritas de Medina se enteraron de que no había habido combate alguno y de que el Santo Profeta Muhammad (sa) regresaba sano y salvo, se dieron cuenta de que el Santo Profeta (sa) había descubierto sus artimañas hipócritas y que probablemente ahora no escaparían del castigo. Así, apostaron a unos cuantos hombres de Medina a cierta distancia, a lo largo de un camino extremadamente estrecho, por el que solo podía pasar un jinete a la vez. Cuando el Santo Profeta (sa) se acercó a esta zona, Dios Altísimo le informó mediante una revelación que más adelante, a ambos lados del camino, había enemigos tendidos en emboscada. El Santo Profeta (sa) ordenó a uno de sus Compañeros que fuera delante y explorara. Ese Compañero ordenó a su montura que avanzara rápidamente, y cuando llegó allí, vio a unos hombres escondidos exactamente de la misma manera en que se apostan los que están al acecho (hay varias narraciones; esta es también una narración citada por Hazrat Musleh Maud [ra]). Cuando lo vieron acercarse, huyeron de allí. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) no consideró apropiado perseguirlos.
Cuando el Santo Profeta (sa) regresó a Medina, los hipócritas que no habían participado en la batalla comenzaron a presentar diversas excusas, y el Santo Profeta (sa) aceptó sus excusas. Pero ahora había llegado el momento de que la realidad de los hipócritas se manifestara ante los musulmanes.
En cualquier caso, tanto si los relatos mencionan que estaban apostados como si huyeron, en cada [narración] se dice que quedaron expuestos: hicieron todo lo posible por intentar infligir daño al Santo Profeta Muhammad (sa) en este estrecho desfiladero (Dios no lo quiera).
Como se ha mencionado, tras la victoria en La Meca, los movimientos de los hipócritas se intensificaron. Cuando estos hipócritas observaron que las tribus vecinas de Arabia -incluidas las tribus judías- habían sufrido una derrota y perdido su poder, comenzaron a planear buscar el apoyo de potencias fuera de Arabia, como el César de Roma. También planearon establecer una sede permanente en Medina, donde pudieran reunirse regularmente para tramar planes contra el islam y los musulmanes y almacenar armamento. Pero la sede debía ser tal que los musulmanes nunca se enteraran de lo que allí aconteciera.
En consecuencia, Abu Amir, que durante algún tiempo había permanecido fuera del ojo público, de repente comenzó a estar presente, y aquellos que difundían propaganda a favor de la agenda hipócrita, comenzaron a llamarlo Abu Amir el Asceta. Sugirió que los hipócritas establecieran su cuartel general en Quba. La historia también registra que esta persona era conocida como Abu Amir el Asceta y pertenecía a la tribu Jazrall. Esto también se ha mencionado en otros sermones.
Después de que el Santo Profeta (sa) llegara a Medina, Abu Amir se trasladó a La Meca, donde instigó a las tribus de los Quraish contra el Santo Profeta Muhammad (sa), asegurándoles que contarían con el apoyo total de Abu Amir y los miembros de su tribu, diciendo: “Cuando ataquéis a Muhammad (sa), nos uniremos a vosotros”.
Durante la expedición a Uhud, estaba con los Quraish. Al ver el avance del islam, Abu Amir se angustió enormemente y comenzó a arder con celos. Fue él quien mandó cavar zanjas en Uhud, y el Santo Profeta (sa) cayó en una de ellas y resultó seriamente herido.
Cuando comenzó la batalla de Uhud, Abu Amir gritó a los miembros de su tribu: “¡Oh, miembros de mi tribu, soy Abu Amir!”. Pero ellos ya se habían convertido al islam, y respondieron diciendo: “¡Oh, pecador! No te damos la bienvenida”. Respondieron con repugnancia y lo maldijeron. Abu Amir respondió: “Tras mi partida, mi nación se ha deteriorado”.
Después de esto, muchos de los que albergaban enemistad hacia el Santo Profeta (sa) de la tribu de Abu Amir partieron hacia La Meca. Esto había ocurrido antes de este incidente: cuando Abu Amir partió hacia La Meca, estas personas también partieron hacia La Meca (los que eran de su tribu y no se habían convertido al islam). Eran aproximadamente 50 personas. También se encuentra en las narraciones una oración que el Santo Profeta (sa) hizo contra Abu Amir: que muriera en soledad, lejos de su pueblo.
Una narración menciona que, cuando el Santo Profeta (sa) llegó a Medina, Abu Amir se reunió con él y le preguntó: “!Oh, Muhammad! ¿A qué invitas a la gente?”. A lo que el Mensajero de Dios (sa) respondió: “Te invito a la religión de Abraham, la misma fe que tú también afirmas estar buscando”. Abu Amir preguntó: “¿Tú también profesas esa misma fe?”. El Santo Profeta (sa) respondió afirmativamente y luego lo invitó al islam. Abu Amir rechazó esta invitación. Se mostró celoso y habló mal del Santo Profeta (sa). Abu Amir se burló del Santo Profeta (sa) diciendo: “Quienquiera que sea el mentiroso entre nosotros, que Dios haga que muera solo y lejos de su patria”. Se refería al Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) respondió: “Sí, Dios hará eso mismo con el mentiroso”.
Abu Amir siguió impidiendo que los miembros de su tribu siguieran al Santo Profeta (sa) y les instó a no obedecerle.
Mientras tanto, los signos y milagros del Santo Profeta (sa) aparecían cada vez con más frecuencia con el paso de los días, y el número de sus seguidores seguía creciendo, especialmente entre los miembros de la propia tribu de Abu Amir, que acabaron convirtiendose al islam. Al ver esto, Abu Amir se enfureció aún más. Se unió a los hipócritas y construyó una mezquita, que en la historia del islam se conoce como la mezquita Dirar, para poder reunir a la gente allí, conversar con ellos y disuadirles de seguir al Santo Profeta (sa). Según una narración, Abu Amir dijo a sus compañeros conspiradores: “Construid una mezquita y convertidla en una base militar donde podáis prepararos para la guerra”. Iré a ver al César de Roma y volveré con un gran ejército para expulsar a Muhammad (sa) y a sus Compañeros de Medina.
Así, Abu Amir partió hacia el Imperio Romano y se reunió con el César en Siria. Intentó persuadirlo para que declarara la guerra contra el Santo Profeta (sa) y los musulmanes, diciendo: “Son débiles, pobres y pocos, mientras que sus enemigos son muchos”. No tiene nada que temer de ellos. Pero si no actúa contra los musulmanes ahora, no será un buen pronóstico para su imperio en el futuro”. Heraclio le acogió y le prometió que efectivamente le ayudaría. Durante este tiempo, Abu Amir transmitió buenas noticias a sus correligionarios y conspiradores inmorales, diciendo que pronto atacaría Medina con un poderoso ejército. Por lo tanto, les dijo, debían construir un lugar especial para él. Con esta intención, los hipócritas construyeron una mezquita en Quba, la mezquita que llegó a ser conocida como la mezquita Dirar.
Sin embargo, este deseo suyo no se cumplió jamás. Al final, Abu Amir murió solo en una tierra extranjera, en el exilio en Siria. Había rezado contra el Santo Profeta (sa), pero esa misma maldición se volvió contra él mismo. Existe una diferencia de opinión con respecto al año de su muerte: algunos dicen que falleció en el año 9 d. H., mientras que otros afirman que fue en el año 10 d. H., pero, en cualquier caso, murió completamente aislado.
Cuando los hipócritas terminaron la construcción de la mezquita, acudieron al Santo Profeta (sa) y le pidieron que ofreciera oraciones en ella. Siguiendo el esquema divino, llegaron con esta petición para la inauguración de su supuesta mezquita justo en el momento en que el Santo Profeta (sa) se preparaba para partir hacia la expedición a Tabuk. Dijeron: “¡Oh, Mensajero de Dios (sa)! Hemos construido una mezquita para la comodidad de los enfermos y los necesitados, y para las noches lluviosas”. Nos gustaría que viniera y dirigiera una oración en ella”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Ahora estoy ocupado con los preparativos del viaje. Cuando regresemos de la expedición, rezaremos allí”.
Cuando el Santo Profeta (sa) regresó de la batalla de Tabuk y acampó en un lugar llamado Zi Awan, que se encontraba a una hora de distancia de Medina, se reveló el siguiente versículo sobre la mezquita construida por los hipócritas:
[Árabe]
“Y entre los hipócritas hay quienes construyeron una mezquita para perjudicar al islam, extender la incredulidad, crear la disensión entre los creyentes y proporcionar un lugar de ocultamiento a aquellos que hicieron la guerra a Al’lah y Su Mensajero. En verdad jurarán: ‘Sólo pretendíamos el bien’; pero Al’lah es testigo de que son realmente mentirosos”. [El Sagrado Corán, 9:107]
Tras esta revelación, el Santo Profeta (sa) convocó a Hazrat Malik bin Dujsham y a Hazrat Ma’n bin Adi y les ordenó que demolieran la mezquita Dirar. Según algunas narraciones, el Santo Profeta (sa) también envió a Hazrat Asim bin Adi, Amir bin Sakan, Wahshi, el asesino de Hazrat Hamzah, y Suwayd bin Abbas para esta tarea. En Sharh al-Zurqani, está escrito que es posible que el Santo Profeta (sa) enviara en primer lugar a los dos primeros y más tarde enviara a otros cuatro para ayudarlos. En cualquier caso, el Santo Profeta (sa) les ordenó que se dirigieran hacia la mezquita Dirar, la demolieran y la prendieran fuego.
En consecuencia, se dirigieron rápidamente a la tribu de Banu Salim. Hazrat Malik dijo a sus dos compañeros: “Esperadme hasta que vuelva”. Fue a su casa, prendió fuego a unas ramas secas de palmera y las trajo de vuelta. Cuando llegaron a la mezquita Dirar entre las oraciones del Maghrib y el Isha, la prendieron fuego y la arrasaron hasta reducirla a escombros. En ese momento, los constructores de la mezquita estaban presentes allí, pero cuando se produjo el incendio, huyeron en todas direcciones.
Cuando el Santo Profeta (sa) regresó a Medina, tuvo la intención de conceder ese terreno a Hazrat Asim bin Adi, diciéndole que construyera allí su casa. Pero Asim bin Adi se excusó diciendo: “Todo lo que Dios Altísimo tenía que revelar sobre este lugar, lo ha revelado. No deseo establecer mi hogar aquí, ni lo necesito. Más bien, concédaselo a Zabit bin Akram, pues él no tiene casa”. El Santo Profeta (sa) concedió entonces esa tierra a Zabit bin Akram. Ibn Ishaq ha mencionado los nombres de los hipócritas que construyeron la mezquita Dirar, y eran doce en total.
La inmensa misericordia, paciencia y perdón del Santo Profeta (sa) quedan claramente de manifiesto en este incidente. En cada momento, se tuvo que enfrentar a conspiraciones peligrosas dirigidas por los hipócritas -planes que causaban disensión, daño e incluso planes para asesinarle-. Sin embargo, aunque estos hipócritas solían ser sorprendidos in fraganti, el Santo Profeta (sa) los perdonaba en todas las ocasiones. Solo actuaba en los casos en que la seguridad del Estado o la integridad del sistema corrían peligro, e incluso entonces, solo en la medida necesaria para neutralizar el peligro, no para infligir un castigo severo, aunque fácilmente podría haberlo hecho.
Hazrat Musleh Maud (ra) ha hablado sobre la conducta de los hipócritas en este sentido, afirmando: “Dios Altísimo manifestó al Santo Profeta (sa) a través de una revelación que la mezquita de Quba, que los hipócritas habían construido para reunirse allí con el pretexto de orar y celebrar sus hipócritas consultas, debía ser demolida, y que debían ser obligados a orar en las demás mezquitas de los musulmanes. Sin embargo, a pesar de un daño tan grave, no se les impuso ningún castigo físico ni económico. El Santo Profeta (sa) era plenamente consciente de sus actos”.
Hay otra narración en la que el Santo Profeta (sa) expresó su amor por Medina y por los Ansar. Tras un viaje de aproximadamente dos meses, el Santo Profeta (sa) regresó a Medina. Al regresar, el amor que sentía por Medina y sus habitantes quedó patente cuando, tan pronto como el Santo Profeta (sa) divisó Medina, dijo:
[Árabe]
“Esta es Tabah (Tabah, también uno de los nombres de Medina, que significa pura y excelente) y esta es Uhud, la montaña que nos ama y nosotros amamos”.
En otras palabras, el Santo Profeta (sa) amaba cada rincón de Medina. Otro aspecto de esto es que, al mencionar Uhud, el Santo Profeta (sa) nunca olvidó las historias de sinceridad y lealtad que los Compañeros habían escrito con su propia sangre en la Batalla de Uhud.
En una narración se afirma que el Santo Profeta (sa) dijo: “Debo llegar pronto a Medina, así que quien de vosotros desee viajar rápido conmigo, que lo haga”. Luego, el Santo Profeta (sa) también dijo: “¿No os he contado sobre los mejores hogares entre los Ansar?”. Los Compañeros respondieron: “Ciertamente”. El Santo Profeta (sa) dijo: “Los hogares de Banu Nallar”. Luego dijo: “Los hogares de Banu Abd al-Ashal”. Después dijo: “Los hogares de Banu Saidah, o los hogares de Banu Hariz bin Jazrall. Hay benevolencia en todos los hogares de los Ansar”.
En una narración, el cronista afirma: “Sad bin Ubadah (ra) vino a saludarnos, y Abu Usaid dijo: ‘¿sabéis que el Mensajero de Al’lah (sa) mencionó la excelencia de los hogares de los Ansar y nos colocó al final?’. Hazrat Sad fue al Mensajero de Dios (sa) y le dijo: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Ha mencionado la excelencia de los hogares de los Ansar y nos ha colocado al final’ (los Compañeros eran conscientes incluso del orden en que el Santo Profeta (sa) mencionaba los nombres al alabarlos)’. Ante esto, el Santo Profeta (sa) dijo: ‘¿No os basta con estar entre la gente que hace el bien?’”. El Santo Profeta (sa) dijo que bastaba con mencionar sus nombres e incluirlos entre la gente que era benevolente.
Como se mencionó al principio, hubo dos grupos principales que se quedaron atrás de la Expedición de Tabuk: uno era el grupo de los hipócritas, sobre quienes Dios Altísimo expresó su desagrado; y el segundo grupo estaba formado por aquellos que eran sinceros en su fe y deseaban participar en la Yihad, pero o bien eran tan pobres que, a pesar de sus esfuerzos, no conseguían los medios ni los recursos para ir, o bien no podían participar debido a alguna enfermedad o discapacidad. Dios Altísimo aceptó su excusa en el Sagrado Corán, en la Sura Al-Taubah, versículos 91 y 92.
En consecuencia, en una narración de Bujari, se afirma que cuando el Santo Profeta (sa) regresaba de la expedición de Tabuk y se acercaba a Medina, dijo: “Algunas personas en Medina estaban con vosotros siempre que emprendíais un viaje o atravesabais un valle”. Los Compañeros, asombrados, dijeron: “¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Ellos están en Medina. ¿Cómo podían acompañarnos con nosotros si estaban allí?”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Están en Medina, pero alguna enfermedad u otra excusa les impidió unirse a nosotros”.
Otra narración cuenta que, cuando el Santo Profeta (sa) regresó de Tabuk, expresó su gratitud a Dios Altísimo y dijo:
[Árabe]
“Toda la alabanza pertenece a Dios, Quien nos concedió recompensa y bondad en este viaje, y Quien también incluyó a quienes se quedaron atrás como participantes con nosotros en esta recompensa y bondad”. Hazrat Aishah (ra) inquirió: “¡Oh Mensajero de Al’lah (sa)! Soportaste las dificultades del viaje y, por lo tanto, fuiste merecedor de esta recompensa, pero ¿cómo llegaron a compartirla ellos, sin haber soportado ninguna dificultad? ¿Y quiénes son estas personas que han sido incluidas?”. El Santo Profeta (sa) respondió: “Hay gente en Medina que estuvo con nosotros sin importar a dónde viajábamos ni en qué valle nos encontrábamos. La enfermedad les impidió salir con nosotros. Somos sus guerreros y ellos son nuestros Compañeros mientras permanecen en sus hogares. Por Aquel en Cuyas manos está mi vida, su oración contra el enemigo es más efectiva que nuestras armas”. Las oraciones que ofrecieron mientras permanecían en sus hogares fueron tales que Dios Altísimo las aceptó.
En cuanto al regreso de la expedición de Tabuk, también se menciona la cordial bienvenida que les dio la gente de Medina. Se registra que cuando el Santo Profeta (sa) regresó de Tabuk, la gente de Medina, incluyendo hombres, mujeres y niños, fueron a Zaniyah al-Wada, a las afueras de Medina, rebosantes de amor por el Santo Profeta (sa), anhelando verlo y estar con su bendita presencia. Allí, recitaron los siguientes versos:
[Árabe]
“La luna llena ha salido sobre nosotros desde el valle de Zaniyah al-Wada. La gratitud a Al’lah se ha vuelto obligatoria para nosotros, mientras quede alguien que invoque a Al’lah”.
Se menciona a los habitantes de Medina recitando estos versos con profundo amor por el Santo Profeta (sa) en dos ocasiones: una, cuando el Santo Profeta (sa) emigró de La Meca a Medina; y la segunda, cuando el Santo Profeta (sa) entró en Medina al regresar de Tabuk. Algunos comentaristas de Hadices, como Alamah Ibn Hayar Asqalani, comentarista de Bujari, opinan que es muy posible que los versos mencionados en la narración de Hazrat Aishah (ra) se refieran al momento en que el Santo Profeta (sa) regresaba de la expedición de Tabuk, ya que -en ese momento- los habitantes y los niños recibieron al Santo Profeta (sa) en Zaniyah al-Wada, dado que quienes llegaban de Siria eran recibidos en ese lugar.
Cuando los habitantes de Medina se enteraron del regreso sano y salvo del Santo Profeta (sa) de Tabuk, salieron con alegría a recibirlo en las afueras de Medina, tal como narra Hazrat Saib bin Yazid (ra): “Recuerdo que yo también fui con los otros niños a Zaniyah al-Wada para recibir al Santo Profeta (sa) cuando regresaba de la expedición de Tabuk”. El Imam Baihaqi también registra que los niños recibieron al Santo Profeta (sa) con esos mismos versos cuando regresó a Medina de la expedición de Tabuk.
En cualquier caso, es muy posible que estos versos se recitaran en ambas ocasiones. Sin embargo, la probabilidad de que se recitaran al regreso de Tabuk es mayor porque, como se ha mencionado, los medinenses, rebosantes de emoción, habrían salido con un amor desbordante para contemplar y dar la bienvenida al Santo Profeta (sa).
Se ha descrito que este viaje fue uno en el que los hipócritas difundieron el rumor de que, cuando se supo la buena noticia de que el Santo Profeta (sa) y sus Compañeros habían regresado sanos y salvos, fue como si los cultivos secos hubieran recibido la lluvia. En esta alegre ocasión, los musulmanes de Medina, incluyendo niños y ancianos, mujeres y hombres, salieron a recibir al Santo Profeta (sa).
En cualquier caso, es muy posible que estos versos también se recitaran durante la migración desde La Meca, y sin duda hubo expresiones de amor en ambas ocasiones; no hay necesidad de debate al respecto. Sin embargo, está comprobado que, tras llegar a Medina, la comprensión y la profundidad del amor que los musulmanes alcanzaron por el Santo Profeta (sa) era mucho mayor que la que poseían previamente en el momento de la migración.
Si Dios quiere, mencionaré otros incidentes y aspectos de la vida del Santo Profeta (sa) en el futuro.
Resumen del sermón de viernes, 28 de noviembre del 2025: ‘La expedición de Tabuk’
Después de recitar el Tashahhud, el Ta’awwuz y la sura Al-Fatihah, Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad (aba), dijo que continuaría mencionando detalles de la expedición de Tabuk.
El descontento de Al’lah con aquellos que se quedaron atrás
Su Santidad (aba) dijo que, como se mencionó anteriormente, hubo algunos hipócritas que no acompañaron al ejército musulmán en esta expedición, y presentaron varias excusas para no ir. De hecho, esto incluso ha sido registrado en el Sagrado Corán. Era costumbre del Santo Profeta (sa) que, cada vez que regresaba a Medina de un viaje, primero se detuviera en la mezquita para ofrecer oraciones voluntarias. El Santo Profeta (sa) hizo lo mismo cuando regresó de la expedición de Tabuk. A partir de entonces, el Santo Profeta (sa) permaneció en la mezquita mientras la gente acudía a recibirlo. Entre estas personas se encontraban también los hipócritas que no habían acompañado al ejército musulmán y que, para preservar su reputación, presentaron diversas excusas al Santo Profeta (sa). Los historiadores dicen que estas personas eran unas 80, mientras que otros dicen que eran más.
Su Santidad (aba) dijo que, aun así, el Santo Profeta (sa) aceptó sus aparentes excusas, renovó su juramento de lealtad y rezó por su perdón, dejando el asunto en manos de Dios. Sin embargo, este crimen de los hipócritas no podía ser perdonado, y Dios reveló al Santo Profeta (sa) que sus crímenes eran tales que Dios no podía estar complacido con ellos. Se afirma en el Sagrado Corán:
Os presentarán excusas cuando volváis a ellos. Diles: “No os excuséis; no os creeremos. Al’lah nos ha informado ya de todo lo referente a vosotros. Y Al’lah observará vuestra conducta, como también Su Mensajero; más tarde seréis devueltos a Él, a Quien conoce lo invisible y lo visible, y Él os dirá todo lo que solíais hacer”. Os jurarán por Al’lah, cuando volváis a ellos, que podéis dejarlos solos. Dejadlos pues solos. En verdad, son indecentes y su morada es el Infierno, una recompensa adecuada para lo que solían ganar. Os jurarán para que estéis contentos con ellos. Pero aun cuando estuvierais contentos con ellos, Al’lah no lo estará con las gentes rebeldes. (El Sagrado Corán, 9:94-96)
Su Santidad (aba) dijo que, como es evidente, Dios estaba muy descontento con aquellos que se quedaron atrás en la Expedición de Tabuk, y prohibió al Santo Profeta (sa) ofrecer sus oraciones fúnebres o rezar en sus tumbas. También se les prohibió participar en cualquier llamamiento a sacrificios económicos o participar en cualquier campaña militar posterior. Dios dice:
Los que se las ingeniaron para quedarse atrás se alegraron por haberse quedado rezagados, contradiciendo al Mensajero de Al’lah, y se negaron a esforzarse con sus bienes y sus personas por la causa de Al’lah. Dijeron: “No salgáis durante el calor”. Diles: “El Fuego del Infierno tiene un calor más intenso”. ¡Si pudieran entender! Tendrán que reír poco y llorar mucho como recompensa por lo que ganaron. Y si Al’lah te devuelve a un grupo de ellos, y éstos te piden permiso para partir al combate, diles: “Nunca partiréis conmigo y jamás combatiréis a un enemigo conmigo. La primera vez optasteis por quedaros sentados en casa; permaneced ahora, por tanto, con los que se quedan detrás”. Nunca reces por ninguno de ellos cuando muera, ni ores sobre sus tumbas, porque no creyeron en Al’lah ni en Su Mensajero y murieron en estado de desobediencia. No te dejes seducir por sus bienes ni por sus hijos; Al’lah sólo pretende castigarlos con ellos en este mundo y que sus almas se separen de ellos mientras son incrédulos. (El Sagrado Corán, 9:81-85)
Tipos de personas que se quedaron atrás
Su Santidad (aba) dijo que había cuatro tipos de personas que se quedaron atrás en la expedición de Tabuk:
- Aquellas personas afortunadas a las que el Santo Profeta (sa) les asignó una tarea específica y se quedaron atrás para cumplirla.
- Aquellos que no pudieron ir debido a alguna limitación física, una enfermedad, debilidad o porque eran extremadamente pobres y no tenían un animal de montar. Dios atestiguó que la excusa de estas personas era legítima y las perdonó. De hecho, el Santo Profeta (sa) dijo que estas personas estaban con el ejército musulmán en espíritu dondequiera que fueran, lo que significa que Dios las incluyó en las bendiciones y recompensas de la expedición.
- Los hipócritas que fueron condenados, y Dios expresó su descontento con ellos en el Sagrado Corán.
- Aquellos que no fueron simplemente por su indolencia. Entre ellos se encontraban tres personas en particular: Hazrat Ka’b bin Malik (ra), Hazrat Mararah bin Rabi (ra) y Hazrat Hilal bin Umayyah (ra). En relación con estos tres, se reveló el siguiente versículo del Sagrado Corán:
Y a los tres que permanecieron atrás hasta que la tierra les pareció demasiado estrecha a pesar de toda su extensión, y sus almas les fueron también constreñidas, quedando convencidos de que no había refugio ante Al’lah salvo en Él mismo. Entonces volvió a ellos con misericordia para que pudieran retornar a Él. En verdad, Al’lah es Remisorio con compasión y es Misericordioso. (Sagrado Corán, 9:118)
Los tres cuyo caso fue aplazado
Su Santidad (aba) explicó los detalles de ‘los tres cuyo caso fue aplazado’. El propio Hazrat Ka’b bin Malik (ra) narró:
‘No me quedé atrás del Mensajero de Al’lah (sa) en ninguna de las expediciones en las que luchó, excepto en la expedición de Tabuk, y no participé en la batalla de Badr, pero Al’lah no reprendió a nadie que no hubiera participado en ella, ya que, de hecho, el Mensajero de Al’lah (sa) había salido en busca de la caravana de Quraish hasta que Al’lah hizo que ellos (es decir, los musulmanes) y su enemigo se encontraran sin haberlo acordado. Fui testigo de la noche de Al-Aqabah (promesa) con el Mensajero de Al’lah (sa) cuando prometimos lealtad al islam, y no la cambiaría por la batalla de Badr, aunque la batalla de Badr es más popular entre la gente que ella (es decir, la promesa de Al-Aqabah). En cuanto a mi situación (durante esta batalla de Tabuk), nunca había sido más fuerte ni más rico que cuando permanecí atrás en esa expedición. Por Al’lah, nunca había tenido dos camellas antes, pero las tenía en el momento de esta expedición. Cada vez que el Mensajero de Al’lah (sa) quería hacer una expedición, solía ocultar su intención refiriéndose aparentemente a diferentes expediciones hasta que llegó el momento de esa expedición (de Tabuk), en la que el Mensajero de Al’lah (sa) luchó bajo un calor intenso, enfrentándose a un largo viaje, al desierto y a un gran número de enemigos. Así que el Profeta (sa) anunció claramente a los musulmanes (su destino) para que pudieran prepararse para la expedición. Les informó claramente del destino al que se dirigía. El Mensajero de Al’lah (sa) iba acompañado de un gran número de musulmanes que no cabían en un libro, es decir, en un registro.
Ka‘b añadió: ‘Cualquier hombre que tuviera intención de ausentarse pensaría que el asunto permanecería oculto a menos que Al’lah lo revelara a través de una revelación divina. Así que el Mensajero de Al’lah (sa) partió hacia esa expedición en el momento en que los frutos habían madurado y la sombra parecía agradable. El Mensajero de Al’lah (sa) y sus compañeros se prepararon para la batalla, y yo empecé a salir para prepararme junto con ellos, pero regresé sin hacer nada. Me decía a mí mismo: ‘Puedo hacerlo’. Así que seguí posponiéndolo una y otra vez hasta que la gente se preparó y el Mensajero de Al’lah (sa) y los musulmanes que lo acompañaban partieron, y yo no había preparado nada para mi partida, y dije: ‘Me prepararé (para la partida) uno o dos días después que él, y luego me uniré a ellos’. A la mañana siguiente de su partida, salí para prepararme, pero volví sin haber hecho nada. Al día siguiente, volví a salir para prepararme, pero volví sin haber hecho nada. Así fue hasta que se marcharon apresuradamente y me perdí la batalla. Incluso entonces, tenía la intención de partir para alcanzarlos. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Pero no fue mi suerte. Así que, tras la partida del Mensajero de Al’lah (sa), cada vez que salía y caminaba entre la gente (es decir, las personas que quedaban), me entristecía no ver a mi alrededor a nadie más que a un acusado de hipocresía o a uno de esos hombres débiles a los que Al’lah había excusado. El Mensajero de Al’lah (sa) no se acordó de mí hasta que llegó a Tabuk. Entonces, mientras estaba sentado entre la gente en Tabuk, dijo: ‘¿Qué ha hecho Ka`b?’. Un hombre de Banu Salama dijo: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Se ha visto detenido por sus dos burdas (es decir, prendas) y por mirar con orgullo sus propios costados’. Entonces Mu`adh bin Yabal (ra) dijo: ‘¡Qué cosa tan mala has dicho! ¡Por Al’lah! ¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! No sabemos nada malo de él, solo cosas buenas’. El Mensajero de Al’lah (sa) guardó silencio’.
Ka`b bin Malik (ra) añadió: ‘Cuando oí que él (es decir, el Profeta (sa)) estaba de regreso a Medina, me sumí en mi preocupación y comencé a pensar en excusas falsas, diciéndome a mí mismo: ‘¿Cómo puedo evitar su ira mañana?’. Y seguí el consejo de un miembro sabio de mi familia en este asunto. Cuando se dijo que el Mensajero de Al’lah (sa) se había acercado, todas las falsas excusas malvadas abandonaron mi mente y supe bien que nunca podría salir de este problema inventando una declaración falsa. Entonces decidí firmemente decir la verdad. Así que el Mensajero de Al’lah (sa) llegó por la mañana, y cada vez que regresaba de un viaje, solía visitar primero la mezquita y ofrecer dos unidades de oración en ella y luego sentarse con la gente. Así que cuando hubo hecho todo eso (esta vez), los que no se habían unido a la expedición (de Tabuk) vinieron y comenzaron a ofrecer (falsas) excusas y a jurar ante él. Eran algo más de ochenta hombres; el Mensajero de Al’lah (sa) aceptó las excusas que habían expresado, tomó su juramento de lealtad, pidió el perdón de Al’lah para ellos y dejó los secretos de sus corazones para que Al’lah los juzgara. Entonces me acerqué a él y, cuando lo saludé, me sonrió con la sonrisa de una persona enfadada y luego dijo: ‘Acércate’. Así que me acerqué y me senté ante él. Me dijo: ‘¿Qué te impidió unirte a nosotros? ¿No habías comprado un animal para llevarte?’. Respondí: ‘Sí, oh Mensajero de Al’lah (sa). Pero, por Al’lah, si estuviera sentado ante cualquier otra persona del mundo que no fueras tú, habría evitado su ira con una excusa. Por Al’lah, se me ha concedido el don de hablar con fluidez y elocuencia, pero por Al’lah, sabía muy bien que si hoy te decía una mentira para ganarme tu favor, Al’lah sin duda se enfadaría conmigo en un futuro próximo, pero si te digo la verdad, aunque te enfades por ello, espero el perdón de Al’lah. De verdad, por Al’lah, no tenía excusa alguna. Por Al’lah, nunca había sido más fuerte ni más rico que cuando permanecía a tu lado’. Entonces, el Mensajero de Al’lah (sa) dijo: ‘En cuanto a este hombre, sin duda ha dicho la verdad. Así que levántate hasta que Al’lah decida tu caso’. Me levanté y muchos hombres de Banu Salama me siguieron y me dijeron: ‘Por Al’lah, nunca te hemos visto cometer ningún pecado antes de esto. Sin duda, no le has dado una excusa al Mensajero de Al’lah (sa), como han hecho los demás que no se unieron a él. La oración del Mensajero de Al’lah (sa) a Al’lah para que te perdonara habría sido suficiente para ti’. Por Al’lah, continuaron culpándome tanto que tuve la intención de volver (al Profeta) y declarar yo mismo de haber dicho una mentira, pero les dije: ‘¿Hay alguien más que haya corrido la misma suerte que yo?’. Respondieron: ‘Sí, hay dos hombres que han dicho lo mismo que tú, y a ambos se les ha dado la misma orden que a ti’. Les pregunté: ‘¿Quiénes son?’. Me respondieron: Murara bin Al-Rabi Al-Amri y Hilal bin Umaiya Al-Waqifi. Me hablaron de dos hombres piadosos que habían participado en la expedición (batalla) de Badr y que eran un ejemplo para mí. Así que no cambié de opinión cuando me hablaron de ellos. El Mensajero de Al’lah (sa) prohibió a todos los musulmanes hablar con nosotros, las tres personas antes mencionadas, de entre todos los que se habían quedado atrás en esa expedición. Así que nos mantuvimos alejados de la gente y ellos cambiaron su actitud hacia nosotros hasta que la misma tierra (donde yo vivía) me resultó extraña, como si no la conociera. Permanecimos en esa situación durante cincuenta noches.
En cuanto a mis dos compañeros, permanecieron en sus casas y siguieron llorando, pero yo era el más joven y el más firme de ellos, así que solía salir y presenciar las oraciones junto con los musulmanes y deambular por los mercados, pero nadie me hablaba, y yo acudía al Mensajero de Al’lah (sa) y lo saludaba mientras estaba sentado en su reunión después de la oración, y me preguntaba si el Profeta (sa) movía los labios en respuesta a mis saludos o no. Luego ofrecía mi oración cerca de él y lo miraba furtivamente. Cuando estaba ocupado con mi oración, él volvía su rostro hacia mí, pero cuando yo volvía mi rostro hacia él, él apartaba el suyo. Cuando esta actitud hostil de la gente se prolongó, caminé hasta escalar el muro del jardín de Abu Qatada, que era mi primo y la persona más querida para mí, y le ofrecí mis saludos. Por Al’lah, él no me devolvió los saludos. Le dije: ‘¡Oh, Abu Qatada! ¡Te lo suplico por Al’lah! ¿Sabes que amo a Al’lah y a Su Apóstol?’. Él permaneció en silencio. Le volví a preguntar, suplicándole por Al’lah, pero siguió sin responder. Entonces le volví a preguntar en nombre de Al’lah. Él dijo: ‘Al’lah y Su Mensajero lo saben mejor’. Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas y regresé y salté el muro’. Ka`b añadió: ‘Mientras caminaba por el mercado de Medina, de repente vi a un nabati (es decir, un granjero cristiano) de los nabatis de Sham que había venido a vender sus cereales a Medina, diciendo: ‘¿Quién me llevará hasta Ka`b bin Malik?’. La gente comenzó a señalarme hasta que él se acercó a mí y me entregó una carta del rey de Ghassan en la que estaba escrito lo siguiente: ‘Para continuar, me han informado de que tu amigo (es decir, el Profeta (sa)) te ha tratado con dureza. De todos modos, Al’lah no te permite vivir en un lugar donde te sientes inferior y pierdes tus derechos. Así que únete a nosotros y te consolaremos’. Cuando lo leí, me dije a mí mismo: ‘Esto también es una especie de prueba’. Entonces llevé la carta al horno y la quemé. Cuando habían transcurrido cuarenta de las cincuenta noches, ¡he aquí que vino a mí el mensajero del Mensajero de Al’lah (sa) y me dijo: ‘El Mensajero de Al’lah (sa) te ordena que te alejes de tu esposa’. Yo le pregunté: ‘¿Debo divorciarme de ella? ¿O qué debo hacer?’. Él respondió: ‘No, solo mantente alejado de ella y no convivas con ella’. El Profeta (sa) envió el mismo mensaje a mis dos compañeros. Entonces le dije a mi esposa: ‘Ve con tus padres y quédate con ellos hasta que Al’lah dé su veredicto sobre este asunto’. Ka`b añadió: ‘La esposa de Hilal bin Umaiya acudió al Profeta (sa) y le dijo: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Hilal bin Umaiya es un anciano indefenso que no tiene sirvientes que le atiendan. ¿Te desagrada que yo le sirva?’. Él respondió: ‘No (puedes servirle), pero él no debe acercarse a ti’. Ella dijo: ‘Por Al’lah, él no desea nada. Por Al’lah, no ha dejado de llorar desde que comenzó su caso hasta el día de hoy’. En esa ocasión, algunos miembros de mi familia me dijeron: ‘¿Le pedirás también al Mensajero de Al’lah (sa) que permita a tu esposa (servirte), tal y como ha permitido a la esposa de Hilal bin Umaiya que le sirva?’. Yo respondí: ‘Por Al’lah, no pediré permiso al Mensajero de Al’lah (sa) con respecto a ella, porque no sé qué diría el Mensajero de Al’lah (sa) si le pidiera que le permitiera (servirme) siendo yo un hombre joven’.
Luego permanecí en ese estado durante diez noches más, hasta que se completó el período de cincuenta noches, a partir del momento en que el Mensajero de Al’lah (sa) prohibió a la gente hablar con nosotros. Cuando ofrecí la oración del Fayar [la oración que se ofrece justo antes del amanecer] en la mañana del día 50, en el tejado de una de nuestras casas, y mientras estaba sentado en la condición que Al’lah describió (en el Corán), es decir, mi alma me parecía oprimida e incluso la tierra me parecía estrecha a pesar de su amplitud, allí oí la voz de alguien que había subido a la montaña de Sala’ y gritaba con toda su fuerza: ‘¡Oh, Ka’b bin Malik! Alégrate (por recibir buenas noticias)’. Me postré ante Al’lah, dándome cuenta de que había llegado el alivio. El Mensajero de Al’lah (sa) había anunciado la aceptación de nuestro arrepentimiento por parte de Al’lah cuando había ofrecido la oración del Fayar. La gente salió entonces a felicitarnos. Algunos portadores de buenas noticias salieron a ver a mis dos compañeros, y un jinete vino a mí apresuradamente, y un hombre de Banu Aslam vino corriendo y subió a la montaña y su voz era más rápida que el caballo. Cuando él (es decir, el hombre) cuya voz había oído, vino a mí para darme la buena noticia, me quité mis ropas y se las di a él; y, por Al’lah, ese día no tenía otras ropas. Entonces pedí prestadas dos prendas, me las puse y fui a ver al Mensajero de Al’lah (sa). La gente comenzó a recibirme en grupos, felicitándome por la aceptación de mi arrepentimiento por parte de Al’lah, diciendo: ‘Te felicitamos por la aceptación de tu arrepentimiento por parte de Al’lah’. Ka`b añadió: ‘Cuando entré en la mezquita, vi al Mensajero de Al’lah (sa) sentado con la gente a su alrededor. Talha bin Ubaidul’lah se acercó rápidamente a mí, me estrechó la mano y me felicitó. Por Al’lah, ninguno de los Muhayirin (es decir, los emigrantes) se levantó para recibirme excepto él (es decir, Talha), y nunca olvidaré esto por Talha’. Ka`b (ra) añadió: ‘Cuando saludé al Mensajero de Al’lah (sa), él, con el rostro radiante de alegría, dijo: ‘Alégrate por el mejor día que has vivido desde que tu madre te dio a luz’. Ka`b añadió: ‘Le dije al Profeta (sa): ‘¿Es este perdón tuyo o de Al’lah?’. Él respondió: ‘No, es de Al’lah’. Cada vez que el Mensajero de Al’lah (sa) se alegraba, su rostro brillaba como si fuera un trozo de luna, y todos conocíamos esa característica suya. Cuando me senté ante él, le dije: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Debido a la aceptación de mi arrepentimiento, renunciaré a toda mi riqueza como limosna por Al’lah y Su Mensajero’. El Mensajero de Al’lah (sa) dijo: ‘Quédate con parte de tu riqueza, ya que será mejor para ti’. Dije: ‘Entonces me quedaré con mi parte de Khaibar’, y añadí: ‘¡Oh, Mensajero de Al’lah (sa)! Al’lah me ha salvado por decir la verdad; por lo tanto, parte de mi arrepentimiento consiste en no decir más que la verdad mientras viva. Por Al’lah, no conozco a ningún musulmán a quien Al’lah haya ayudado más que a mí por decir la verdad. Desde que le mencioné esa verdad al Mensajero de Al’lah (sa) hasta hoy, nunca he tenido la intención de mentir. Espero que Al’lah también me salve (de decir mentiras) el resto de mi vida.
Entonces Al’lah reveló a Su Mensajero el versículo:
Al’lah se ha vuelto en verdad con misericordia hacia el Profeta y hacia los Emigrantes y Socorredores que lo siguieron en la hora de angustia, después de que los corazones de un grupo de ellos estuvieran a punto de desfallecer. Y de nuevo volvió a ellos con misericordia. En verdad, es para ellos Compasivo, Misericordioso. (El Sagrado Corán, 9.117)
Por Al’lah, Al’lah nunca me ha concedido, aparte de guiarme hacia el Islam, una bendición mayor que el hecho de no haber mentido al Mensajero de Al’lah (sa), lo que me habría llevado a perecer como perecieron aquellos que mintieron’. Ka`b añadió: ‘Nosotros, las tres personas, diferíamos por completo de aquellos cuyas excusas aceptó el Mensajero de Al’lah (sa) cuando le juraron. Él aceptó su juramento de lealtad y pidió a Al’lah que los perdonara, pero el Mensajero de Al’lah (sa) dejó nuestro caso pendiente hasta que Al’lah dictó su sentencia al respecto. En cuanto a lo que Al’lah dijo:
Entonces volvió a ellos con misericordia para que pudieran retornar a Él. (El Sagrado Corán, 9:118)
Lo que Al’lah dijo (en este versículo) no indica que no participáramos en la expedición, sino que se refiere al aplazamiento de la decisión del Profeta (sa) sobre nuestro caso, en contraste con el caso de aquellos que habían jurado ante él y a quienes excusó al aceptar sus excusas’.
Su Santidad (aba) dijo que seguiría mencionando los detalles de estos incidentes en el futuro.
Oraciones fúnebres
Su Santidad (aba) dijo que dirigiría las oraciones fúnebres por los siguientes miembros fallecidos:
Hafiz Muhammad Ibrahim Abid
Hafiz Muhammad Ibrahim Abid, que ejercía como misionero. Juró lealtad al tercer califa (rh). Nació ciego, pero memorizó el Sagrado Corán en su pueblo. Más tarde estudió para convertirse en misionero y prestó servicio en Pakistán en diversos lugares y oficinas, y también en Indonesia durante dos años. También fue secretario de la Asociación de Ciegos. Además, aprendió a leer braille. Se dice que durante sus estudios era extremadamente inteligente y poseía una memoria excelente. Experimentó la especial bondad del tercer califa (rh). Era capaz de reconocer a alguien solo por la forma en que le daba la mano, sin que dijera nada. Solía decir que, aunque no podía ver con los ojos, veía con el corazón. Tenía muchas referencias y citas memorizadas. Tenía una profunda conexión con el califato. Le sobreviven su esposa, dos hijos y cuatro hijas. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le concediera el perdón y la misericordia y otorgara paciencia a sus hijos.
Sheikh Abu Bakr George
Sheikh Abu Bakr George, un misionero que prestaba servicio en Liberia. Aceptó el ahmadía en 1980. Tras jubilarse, se dedicó por completo al servicio de la fe. Aunque no era formalmente un devoto de por vida, demostró un espíritu de servicio que superaba con creces incluso al de los consagrados. Siempre estuvo al frente del servicio y la propagación del mensaje del Islam Ahmadíat. Tras un curso intensivo, fue nombrado misionero local. Ofreció sus tierras personales a la comunidad para construir una mezquita y una casa de misión. Continuó sirviendo a la comunidad incluso en su vejez y debilidad. Era regular en ofrecer oraciones, hacer sacrificios económicos, atender a los pobres y era una persona recta y sincera. Tenía una profunda conexión con el califato. Le sobreviven dos esposas, tres hijos y dos hijas. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le concediera el perdón y la misericordia y continuara el legado de lealtad a la comunidad dentro de sus hijos.
Sameena Bhano
Sameena Bhano, esposa del Dr. Fazl Mahmud Bhano, de Liberia. Era nieta de Hazrat Maulana Abdur Rahim Dard (ra), compañero del Mesías Prometido (as). Pasó más de 30 años en África junto a su esposo, quien es un consagrado, soportando todo tipo de dificultades con paciencia y fortaleza. Soportó todas las dificultades con positividad y mantuvo un ambiente amoroso en su matrimonio en todo momento. Tenía una relación afectuosa con todo el mundo. Había adoptado África como su patria. Era conocida por mantenerse siempre contenta, independientemente de sus circunstancias. Era constante en sus oraciones, era amable, cuidaba de todos, era muy hospitalaria y siempre se mantenía paciente en todas las circunstancias. Sentía un gran amor por el califato. Le sobreviven su marido y una hija. Su Santidad (aba) rezó para que Al’lah le concediera el perdón y la misericordia y elevara su rango.
