Las mezquitas: Centros de amor y paz
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

El 20 de Octubre de 2018, el líder mundial de la comunidad musulmana Ahmadía, el Quinto Califa, Su Santidad Mirza Masrur Ahmad (aba), inauguró la Mezquita Bait-us-Samad en Baltimore, E.U.A, antes de pronunciar el discurso que tuvo lugar durante la especial velada con motivo de su apertura. Al llegar a Baltimore, Su Santidad inauguró oficialmente la mezquita revelando una placa conmemorativa y ofreciendo una silenciosa plegaria en agradecimiento a Dios el Altísimo. A continuación, Su Santidad presidió las oraciones de Dujur y Asr en la mezquita e inspeccionó el nuevo edificio.

En la tarde, quinientas personas asistieron a la velada vespertina que tuvo lugar en el Hotel Hilton de Baltimore, entre las cuales se incluían trescientos veinte dignatarios e invitados. Su Santidad se congregó con varios de los dignatarios en privado, incluyendo a los honorables Ben Cardin y Catherine Pugh, alcaldesa de Baltimore. Su Santidad también respondió preguntas durante una rueda de prensa a los medios de comunicación. Una lista de dignatarios también se dirigieron a la audiencia, incluyendo el senador Ben Cardin y el honorable John Wobensmith, secretario del Estado de Maryland. El Presidente nacional de la comunidad musulmana Ahmadía en E.U.A, el Dr. Mirza Maghfoor Ahmad, presentó a Su Santidad antes de la pronunciación del discurso.

La transcripción oficial del discurso pronunciado por Su Santidad en dicha ocasión, se presenta a continuación. Mirza Masrur Ahmad, el Quinto Califa, líder mundial de la comunidad Ahmadía, expresó:

“Bismil´lahir Rahmani Rahím, en El Nombre de Dios, el Lleno de Gracia, el Misericordioso.

Distinguidos invitados, al Salamu Alaikum wa Rahmatul´lahi wa Barakatuhu, que la paz y las bendiciones de Al´lah estén con todos vosotros.

Primero que todo, quiero tomar esta oportunidad para expresar mi más sentida gratitud y agradecer a todos nuestros invitados que se han tomado el tiempo de reunirse con nosotros hoy. Su asistencia es digna de mención y elogio dado que estáis asistiendo al acto de una comunidad religiosa, en tiempos donde el interés por la religión disminuye en gran parte del mundo.

Es incluso de mayor importancia que estéis asistiendo a un evento de musulmanes, donde una nueva mezquita se está inaugurando, a pesar del hecho de que la mayoría de vosotros no seáis musulmanes ni tengáis ninguna filiación religiosa o emocional con las mezquitas o el Islam. Ciertamente, estamos muy al tanto de que, lamentablemente, vivimos en un tiempo en donde muchas personas mantienen su reserva, e incluso su temor, respecto al Islam y a los musulmanes. A la luz de todo esto, no cabe duda de que vuestra asistencia es digna de reconocimiento y me obliga a profesaros a todos vosotros mi más profunda gratitud. Además, quiero aclarar que mi agradecimiento no lo doy por mera cortesía, sino más bien como un deber religioso que el Islam infunde en mí, puesto que el Profeta del Islam, el Santo Profeta Muhammad (sa), enseñó que una persona que falla en expresar su aprecio hacia los demás, no puede ser agradecido con Dios el Altísimo. En consecuencia, considero como mi obligación religiosa, la expresión de mi sincera gratitud hacia todos vosotros.

A continuación, anticipo que os habéis unido a nosotros hoy con la esperanza de aprender más sobre el Islam y para comprender las razones por las que hemos construido esta mezquita. Ciertamente, puesto que  muchas personas tienen malentendidos sobre lo que es el Islam a causa de lo que han visto en los medios de comunicación, dicha curiosidad e interés es natural. Sin duda, dado el clima en el que vivimos, si albergáis cualquier tipo de temor o preocupación en cuanto a esta mezquita, es bastante comprensible. Indudablemente, en muchas partes del mundo, está ahora en aumento la percepción prevaleciente de que se debe temer a los musulmanes. De modo colectivo, los musulmanes han sido rotulados como generadores de conflictos que buscan dividir la sociedad y desean quebrantar el tejido social de cohesión y paz.  Los musulmanes son vistos como personas que ni son capaces de vivir en paz entre ellos mismos ni son capaces de convivir pacíficamente con los demás. En consecuencia, la construcción de una mezquita es algo que evoca un temor y una ansiedad aún mayores entre muchas personas que no son musulmanas. Mucha gente teme que una mezquita provea a los musulmanes de un espacio para aislarse a sí mismos del resto de la sociedad y para perjudicar la paz y bienestar del pueblo, de la ciudad o incluso de la nación en cuestión. He visto personalmente que dichos temores efectivamente existen entre una gran cantidad de la población del mundo no musulmán y lamentablemente la ansiedad y sospecha que despiertan el Islam y sus seguidores continúa en aumento.  

A pesar de ello, la verdad es y se mantendrá siempre, que el Islam es completamente opuesto a todas las formas de extremismo, terrorismo o violencia. Condena en los términos más explícitos posibles cualquier intento de coartar la libertad de creencia o la libertad de conciencia. Bajo ninguna circunstancia, el Islam permite algún tipo de coerción o de fuerza en asuntos de religión; más bien, el Islam enseña que la religión es un asunto del corazón, tal como está escrito en el Sagrado Corán. En consecuencia, creo firmemente que las comunes y ampliamente difundidas percepciones del Islam entre no musulmanes son de hecho concepciones erradas. En términos de cualquier mezquita, es vital observar sus objetivos reales, de acuerdo con las enseñanzas del Islam.

Al entender qué hacen los musulmanes (los realmente musulmanes, debo aclarar)  cuando construyen una mezquita y la razón por la que son consideradas lugares sagrados para los musulmanes, pronto se comprenderá que las verdaderas mezquitas no están allí para generar temor. De modo a aliviar cualquier aprehensión que pueda existir en la comunidad local, voy ahora a mencionar brevemente los propósitos centrales de ello, de manera que puedan todos comprender lo que esta nueva nueva mezquita y de hecho todas las verdaderas mezquitas representan.

El primer objetivo de una mezquita es, por supuesto, la adoración del Único Dios y entonces las mezquitas son lugares donde los musulmanes se reúnen para inclinarse y postrarse en adoración frente a Dios el Altísimo. Dicho acto de adoración se realiza cinco veces al día y es conocido como “Salat”. Esto es un pilar fundamental de la fe de cada musulmán, que él o ella debe mantener. Un segundo propósito crucial de una mezquita es ser un lugar para los musulmanes donde se congregan en adoración, para fortalecer sus relaciones mutuas y desarrollar así el sentido de unidad entre los miembros de la comunidad. De este modo, a través de sus mezquitas, los musulmanes  tienen la posibilidad de forjar lazos más estrechos de parentesco y de establecer una atmósfera de hermandad y mutua simpatía. El tercer objetivo central de cualquier mezquita es el de ser un medio para introducir las enseñanzas del Islam a quienes no son musulmanes y para cumplir con los derechos de la sociedad en su más amplio sentido. Es para proveer de una plataforma y punto de encuentro desde el cual los musulmanes puedan reunirse para servir a su comunidad local y puedan ayudar a todos los miembros de la sociedad, independientemente de su credo, casta o color. El capítulo 4, verso 37 del Sagrado Corán estipula:

“Y adorad a Al´lah y no asociéis nada a Él y mostrad bondad a los padres, a los parientes, a los huérfanos y necesitados , al vecino afín a vosotros y al extraño, al compañero que esté a vuestro lado, al viajero y los que posean vuestras diestras. En verdad, Al´lah no ama a los orgullosos ni a los jactanciosos.”

En este verso, el Sagrado Corán da instrucción a los musulmanes para que muestren benevolencia y compasión hacia un amplio rango de personas. Les llama a servir a sus padres, miembros familiares, otras personas cercanas y también a individuos vulnerables de la sociedad. También hace gran énfasis en que se cumplan los derechos de los vecinos. Y los vecinos no son simplemente aquellos que viven en la circundante vecindad, más bien, el espectro de lo que son los vecinos en el Islam es en extremo de amplio alcance e incluye tanto a quienes habitan cerca como a quienes habitan en la distancia. Incluye a los colegas, a los compañeros de viaje, y a muchos otros por igual. En consecuencia, esencialmente, todos los demás habitantes de esta ciudad son vecinos de esta mezquita. Así, en vez de destruir la paz de la sociedad, las verdaderas mezquitas se construyen para difundir la paz entre las personas de distintas comunidades y creencias.

En resumen, las mezquitas son lugares para que los musulmanes enaltezcan su unión con su Creador, Dios el Altísimo, y para cumplir con los derechos de sus semejantes, los seres humanos. Cualquier mezquita que no cumpla con estos objetivos primordiales no son merecedoras de su nombre y son sólo huecas paredes  sin propósito alguno. Desde su fundación, la comunidad musulmana Ahmadía ha construido mezquitas alrededor del mundo y nuestra historia testifica de facto que, sea donde quiera que construyamos mezquitas, nos empeñamos en cumplir con los objetivos que acabo de señalar. A través de nuestra conducta y comportamiento, buscamos poner de manifiesto en la práctica así como vivir acorde con nuestro lema: “Amor para todos, odio para nadie.”

Buscamos crear lazos de amistad con quienes no son ni Ahmadís ni musulmanes. Nos esforzamos por consolidar un diálogo interreligioso.

Valoramos y apreciamos a nuestros vecinos.

Estamos siempre listos a ayudar a aquellos que lo necesiten.

Defendemos los derechos de los débiles y destituidos.

Estamos allí para servir a la comunidad y ser fieles y leales ciudadanos.

Esta es nuestra fe y esta es nuestra enseñanza.

Es por esto que construímos mezquitas.

Con esto esclarecido, espero y oro porque os quede a todos en claro que una mezquita no es algo a lo que se deba temer. Una verdadera mezquita no es sólo un centro para que la gente adore a Dios el Altísimo, sino que es también una estancia desde la cual ellos pueden servir a sus semejantes. El capítulo 107, versos 5 a 7 del Sagrado Corán, estipula:

“Ay, pues, de aquellos que oran pero no se dan cuenta de lo que rezan. Aquellos que se jactan y privan a la gente de los más pequeños beneficios.”

Estos versos categóricamente declaran que las oraciones de aquellas personas que adoran a Dios pero niegan los derechos que se le deben a Su creación, serán rechazadas. Su adoración e ingreso en una mezquita son son nada sino actos de un gesto superficial. El Sagrado Corán es muy claro en que sus plegarias carecen de significado y sus formas hipócritas sólo los conducirán a su propia desgracia y desesperación. En consecuencia, la realidad es que los verdaderos musulmanes que adoran a Al´lah el Altísimo con sinceridad, no pueden nunca hacer algo que hiera o afecte negativamente la paz y bienestar de una sociedad. Tampoco pueden buscar quebrantar o apoderarse de los derechos de otras personas, puesto que actuar así sería traicionar su propia fe y abandonar las enseñanzas legadas por el Sagrado Corán y por el Santo Profeta Muhammad (sa).   

Así, permitidme una vez más aseguraros sobre esta mezquita. No tenéis razón para estar ansiosos o preocupados. Las puertas de esta mezquita estarán siempre abiertas para todos aquellos que aman la paz. Estarán siempre abiertas para aquellos que valoran la humanidad. Confío plenamente en que, Dios mediante, esta mezquita dará pruebas de ser un símbolo de paz que no irradie sino amor, compasión y hermandad a través de la ciudad y más allá.

Esta mezquita servirá como un faro que ilumine sus alrededores y esparza luz en todas las direcciones.Será un hogar de paz en donde los devotos se congregarán para servir a sus vecinos y para cumplir con los derechos de éstos. Representará las iluminadas enseñanzas del Islam y disipará cualquier temor y mito existentes sobre nuestra religión. Dios mediante, cualquier temor reminiscente que pudiese permanecer en los corazones y mentes de la comunidad local se desvanecerá por completo. Cuando la gente vea esta mezquita o se encuentre con las personas que aquí se congregan en devoción, pronto comprenderá que no hay necesidad de tener ninguna aprehensión, ni miedo.

Si bien es fácil hacer dichas conjeturas, estoy convencido de que pronto comprobaréis por vosotros mismos el hecho de que la práctica de los musulmanes Ahmadís y lo que éstos predican, no son sólo proclamaciones de unas enseñanzas islámicas de paz, sino que se adhieren a éstas y las confirman. Es mi firme creencia que la comunidad local pronto corroborará que lo que he dicho sobre los objetivos de las mezquitas y que no son dulces palabras encubriendo amargas píldoras, sino que representan honestamente la verdad.

Ahora, quiero también decir que depende de todos los miembros de una sociedad, que éstos  sean o no musulmanes, religiosos o no religiosos, que se trabaje por la paz y prosperidad del mundo. Más que hacer alegatos los unos contra los otros, o acusarnos mutuamente nuestras flaquezas y debilidades, debemos abrir nuestros corazones hacia los demás y mostrar gracia y compasión. En vez de atacar la religión del otro y provocarnos unos a otros sin sentido, tenemos en estos tiempos la urgente necesidad de exhibir mutuo respeto y tolerancia. La verdadera y duradera paz no se desarrolla súbitamente en un abrir y cerrar de ojos. Más bien, requiere que nos enfoquemos en aquellos aspectos que nos unen y nos reúnen, en vez de permitir que nuestras diferencias nos dividan y quebranten nuestras sociedades.

Verdaderamente creo que estamos atravesando por una crítica coyuntura en la historia del mundo donde, tanto a nivel nacional como internacional, el mundo se está tornando cada vez más polarizado y dividido.

Estamos al borde del desastre y por eso ahora es el momento de dar un paso atrás y enfocar todas nuestras energías en proteger el futuro de la humanidad. Es tiempo de mostrar nuestra propia humanidad y de no escatimar esfuerzos en desarrollar la paz en nuestras comunidades, en nuestras naciones y ciertamente a través del mundo.

Sólo si nos juntamos y respetamos las creencias de unos y de otros, podremos empezar a curar las amargas fallas que se han arraigado en tantas partes del mundo. Sólo entonces podremos legar una esperanza para nuestros niños.

Sólo entonces dejaremos tras nosotros un mundo próspero y pacífico para las generaciones futuras.

No debemos cegarnos por el interés personal y la envidia. Más bien, debemos abrir nuestros ojos y velar por el bien común. Espero sinceramente y oro porque todos nosotros, sin importar nuestra religión o creencias, podamos trabajar juntos con un espíritu de benevolencia y mutuo respeto para que nuestra ambición común sea hacer del mundo un mejor lugar para aquellos que nos precedan. Nuestro objetivo común debe de ser fomentar la paz, la armonía y la buena voluntad entre la gente de todas las comunidades. Debemos constantemente aspirar y esforzarnos por dejar detrás nuestro un mundo pacífico para nuestros niños en donde la gente sea capaz de convivir unos con otros, independientemente de las diferencias de raza, religión o creencia.

Quiera Al´lah el Altísimo permitirnos a todos trabajar conjuntamente para la mejora de la humanidad. Amén.  

Finalmente, quiero una vez más reiteraros a todos vosotros mi agradecimiento por acompañarnos.

Que Al´lah el Altísimo os bendiga a todos.

Muchísimas gracias.”    

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