Jerusalén: La ancestral ciudad de la armonía
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Jerusalén: La ancestral ciudad de la armonía

Quien quiera prever el futuro debe consultar el pasado, pues los acontecimientos humanos siempre se parecen a los de épocas precedentes”. [1]

El conflicto entre Israel y Hamás ha traído consigo muchas preguntas: ¿pueden coexistir pacíficamente Israel y Palestina? ¿Existe una división entre el islam y el judaísmo, y es ésta la causa fundamental de esta guerra en curso?

La historia responde a nuestras preguntas.

Cuando los musulmanes sitiaron Jerusalén contra los bizantinos en el siglo VII, el propio Hazrat Umar (ra), el segundo Califa del Islam, fue a firmar un tratado a petición del ejército bizantino y del Gran Sacerdote de Jerusalén. Pues, los bizantinos se habían negado a entregar su ciudad a alguien que no fuera el líder de los musulmanes.

Así, Hazrat Umar (ra) viajó a Jerusalén y firmó un tratado con los cristianos.

Pero, ¿dónde estaban los judíos?

Los judíos de Palestina, unos años antes, habían ayudado a los persas contra los bizantinos, traicionando a éstos y consiguiendo la administración de Jerusalén. Sin embargo, esto tan sólo duró 3 años, cuando los bizantinos recuperaron Jerusalén, donde después bien mataron o bien exiliaron a todos los judíos de Jerusalén. [2]

No quedaban judíos en la ciudad. La desconfianza hacia el pueblo judío de Jerusalén persistió. Quizá por eso, según algunas fuentes, Hazrat Umar (ra) no permitió que los judíos entraran en Jerusalén inmediatamente después de la firma del Tratado.

Esta prohibición temporal puede resultar chocante para muchos, pero si es esto cierto, fue claramente una sabia medida para mantener la paz en Jerusalén.

Por ejemplo, imaginen que a los mismos traidores que fueron exiliados recientemente se les permitiera regresar justo después de perder su soberanía; odiarían a sus nuevos líderes y los demás seguirían despreciando a los traidores por lo que hicieron hace menos de una generación.

Con esta idea en mente, Hazrat Umar (ra) expuso los términos iniciales del tratado con gran tacto. En resumen:

  1. Los cristianos, sus riquezas, sus cruces y sus iglesias tienen garantizada la seguridad. Ninguna iglesia será confiscada o destruida, ni tampoco sus riquezas.
  2. No se les obligará a profesar la fe ni se les impondrán problemas.
  3. Deberán pagar la Jizya (impuesto para los no musulmanes, que a menudo era inferior al impuesto musulmán, y que también eximía a los no musulmanes de luchar en la batalla).
  4. El ejército bizantino debe ser expulsado, y se les garantiza seguridad en la vida y riqueza hasta que lleguen a su lugar seguro.
  5. Los judíos no vivirán en Jerusalén. [3]

Algunas narraciones afirman que al principio no se permitió emigrar a los judíos debido a las tensiones; sin embargo, los propios historiadores judíos admiten que la emigración judía comenzó poco después de la conquista de Jerusalén. En su libro Breve historia de Israel, el historiador judío Bernard Reich escribe:

“Al comienzo del dominio islámico, se reanudó el asentamiento judío en Jerusalén, y se concedió a la comunidad judía permiso para vivir bajo “protección”, el estatus habitual de los no musulmanes bajo el dominio islámico, que salvaguardaba sus vidas, propiedades y libertad de culto a cambio del pago de impuestos especiales de capitación y sobre la tierra.” [4]

Sin duda, Hazrat Umar (ra) amaba Jerusalén y trataba el lugar sagrado de los judíos con inmenso amor y cuidado. Durante su estancia en Jerusalén, Hazrat Umar (ra) se dirigió a Masjid Al-Aqsa para rezar, pero la encontró muy sucia, como explica el Imam Ibn Taymiyyah (rh): “Cuando Umar ibn Al-Jattab conquistó Jerusalén, había un enorme vertedero de basura en la roca, porque los cristianos solían tratarla deliberadamente de forma irrespetuosa, para molestar a los judíos que solían rezar en esa dirección.”

Cuando vio esto, Hazrat Umar (ra) empezó a limpiar la basura él mismo:

Esta Roca, de la que Umar quitó la suciedad y la inmundicia con sus propias manos y se la llevó en su capa para limpiarla, era la qiblah (dirección de la oración) de los judíos, y la Roca venerada por ellos porque era donde Dios había hablado a Jacob según sus creencias [5].

La historia demuestra que los musulmanes acogieron muy bien a los judíos en Jerusalén y Palestina. De hecho, un texto judeoárabe conservado escribe apócrifamente que Hazrat Umar (ra) reabrió Jerusalén a los judíos:

“Entonces cada musulmán que llegaba estaba en la ciudad o en el valle, y venía con ellos un grupo de judíos. Entonces él (ʿUmar) les ordenó que barriesen el lugar sagrado (el emplazamiento del Templo) y lo limpiasen… Después de esto, los judíos enviaron recado a todos los demás judíos de Palestina para informarles del acuerdo que ʿUmar había hecho con ellos… Entonces ʿUmar dijo: “¿Dónde queréis vivir en la ciudad?”. “En la parte sur”, respondieron. Y ese es ahora el Mercado de los Judíos. El objetivo de su petición era estar cerca del Monte del Templo y sus puertas y, asimismo, estar cerca del agua de Silwan para el baño ritual. El comandante de los Creyentes se lo concedió”. [6]

Ahora, maravíllense ante este hermoso sentimiento. Los mismos judíos que antes habían sido ejecutados o exiliados y cuyo lugar más sagrado se había convertido en un vertedero de basura, pudieron vivir pacíficamente en Jerusalén.

Encontramos otra prueba alentadora. Una carta de la Academia Rabínica de Jerusalén, fechada en el siglo XI, demuestra que el trato que los musulmanes daban a los judíos se narraba a cada generación a través de cuentos, cientos de años después del Pacto de Umar (ra). El rabino escribe:

‘Fue gracias a Dios, que volvió hacia nosotros la compasión del reino ismaelita, que extendió su mano y capturó Tierra Santa de los edomitas y llegó a Jerusalén. Con los ismaelitas había judíos, que les mostraron el emplazamiento del Templo y permanecieron con ellos [en Jerusalén] desde entonces hasta el día de hoy’ [7]. [7]

Esto se ha registrado repetidamente: Hazrat Umar (ra) personificó la actitud islámica hacia el judaísmo, demostrando activamente que musulmanes y judíos podían coexistir pacíficamente.

En una tierra envuelta ahora en una guerra geopolítica, algunos han aprovechado esta oportunidad para pintar el conflicto como religioso; que el Islam de alguna manera tiene un odio inherente hacia los judíos.

Esto no es cierto; los verdaderos musulmanes siempre estarán al lado de quienes actúan con justicia. Los musulmanes tienen la esperanza de que la piedad arraigada en el judaísmo vuelva a brillar, como dice el Sagrado Corán: “Entre las gentes del Libro hay un grupo que cumple con firmeza su alianza; ecitan la palabra de Al-lah durante las horas de la noche y se postran ante Él.” [8]. [8]

Mientras no prevalezca la justicia en Levante, esta coexistencia pacífica entre musulmanes y judíos en tiempos de Hazrat Umar (ra) seguirá siendo parte de nuestro pasado, y sólo tal vez se convierta en nuestro futuro. El tiempo y las oraciones decidirán.

Sobre el autor: Tariq Mahmood es licenciado por el Instituto Ahmadía de Lenguas y Teología de Canadá y secretario del equipo del proyecto Existencia de The Review of Religions.

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