La vida del Santo Profeta (sa)
Sermón del Viernes 27 de junio de 2025.
Después de recitar el Tashahud, el Taawuz y el Sura Al-Fatiha, Su Santidad el Jalifa V del Mesías (aba) dijo:
En el sermón anterior, se mencionó cómo el Santo Profeta (sa), acompañado de su ejército, se acercó discretamente a las afueras de La Meca y estableció un campamento. Ordenó que se encendieran hogueras en diez mil lugares. Cuando Abu Sufyan y sus compañeros presenciaron esta escena, se angustiaron. Ya hemos descrito algunos detalles de este acontecimiento, pero daré más detalles al respecto.
Hazrat Musleh Maud (ra) [el segundo Jalifa], narra este suceso de la siguiente manera:
“Como Hazrat Abbas (ra) era un viejo conocido de Abu Sufyan, le instó a montar con él y presentarse ante el Santo Profeta (sa). Tomando la mano de Abu Sufyan, le sentó sobre su propio camello y espoleó al animal hasta que llegaron a la asamblea del Santo Profeta (sa).
Hazrat Abbas (ra) temía que Hazrat Umar (ra), quien había sido designado para hacer guardia con él, pudiera matar a Abu Sufyan. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) ya había dado una instrucción a sus Compañeros: “si alguno de vosotros se encuentra con Abu Sufyan, no debe ser asesinado”.
Toda la escena ya había comenzado a transformar profundamente el corazón de Abu Sufyan. Él reflexionó: ‘Hace apenas unos años, obligamos a Muhammad (sa) a abandonar La Meca con un solo Compañero. Ahora, sólo han pasado siete años, y él (sa) regresa, junto con diez mil hombres justos, para conquistar La Meca legítimamente sin perpetrar ninguna crueldad o injusticia y la gente de La Meca no posee la fuerza para impedirlo’.
Así, cuando Abu Sufyan llegó a la reunión del Santo Profeta (sa), estaba abrumado, en parte por sus pensamientos y en parte por el miedo y el asombro. Al observar su estado, el Santo Profeta (sa) se volvió hacia Hazrat Abbas (ra) y le dijo: ‘Lleva a Abu Sufyan contigo y mantenlo contigo durante la noche. Traédmelo mañana por la mañana’.
En consecuencia, Abu Sufyan pasó la noche con Hazrat Abbas (ra). Cuando llegó la mañana, lo llevaron ante el Santo Profeta (sa). Era el momento de la oración del Fallr. La gente de La Meca sabía poco de lo que significaba estar en oración a esa hora.
Abu Sufyan observó a los musulmanes moviéndose con recipientes de agua en sus manos. Algunos estaban realizando la ablución, mientras otros se alineaban en filas para orar. Al presenciar esta escena, se perturbó y supuso que tal vez se estaba preparando para él una nueva forma de castigo. Con angustia, se volvió hacia Hazrat Abbas (ra) y le preguntó: ‘¿Qué está haciendo esta gente tan temprano en la mañana?’. Hazrat Abbas (ra) respondió: ‘No tienes nada que temer. Estas personas se están preparando para la oración’.
Poco después, Abu Sufyan observó a miles de musulmanes de pie detrás del Santo Profeta (sa). Cuando él [sa] se inclinaba en “ruku” (genuflexión), todos lo hacían también; cuando él se postraba, todos le seguían al unísono. Hazrat Abbas (ra), quien estaba de guardia y por lo tanto no formaba parte de la oración congregacional, fue interrogado nuevamente por Abu Sufyan: ‘¿Qué están haciendo ahora? Observo que todo lo que Muhammad (sa) hace, ellos hacen lo mismo’. Hazrat Abbas (ra) respondió: ‘¿Por qué estás tan asombrado? Están ofreciendo la oración. Pero ten esto en cuenta: si el Mensajero (sa) de Al’lah les ordenara abandonar la comida y la bebida, lo harían sin dudarlo’.
Ante esto, Abu Sufyan comentó: ‘He visto las Cortes del Cosroes y del César, pero nunca he presenciado un pueblo tan devoto a su líder como los seguidores de Muhammad (sa)’. Entonces Hazrat Abbas (ra) dijo: ‘¿No es éste el momento para que ruegues humildemente al Mensajero (sa) de Al’lah que muestre misericordia hacia su pueblo?’.
Cuando la oración concluyó, Hazrat Abbas (ra) llevó a Abu Sufyan ante el Santo Profeta (sa). El Santo Profeta (sa) le dijo: ‘¡Oh, Abu Sufyan! ¿No ha llegado el momento de que te des cuenta de que no hay nadie digno de ser adorado excepto Al’lah?’. Abu Sufyan respondió: ‘¡Que mis padres sean sacrificados por Usted! Es muy paciente, muy noble y muy bondadoso al mantener los lazos del parentesco. De hecho, he llegado a comprender que si hubiera existido otra deidad además de Al’lah, seguramente nos habría ayudado de alguna manera’.
Entonces el Santo Profeta (sa) dijo: ¡Oh, Abu Sufyan! ¿No ha llegado el momento de que reconozcas que yo soy el Mensajero de Al’lah?’. Abu Sufyan respondió: ‘¡Que mis padres sean sacrificados por Usted! Aún albergo algunas dudas en mi corazón sobre este asunto’.
A pesar de las dudas de Abu Sufyan, sus dos compañeros (que lo habían acompañado desde La Meca para evaluar la fuerza del ejército musulmán -uno de los cuales era Hakim bin Hizam-) abrazaron el islam. Poco después, Abu Sufyan también entró al redil del islam, aunque parece que su corazón se inclinó plenamente hacia el islam sólo después de la conquista de La Meca.
Después de aceptar el islam, Hakim bin Hizam se dirigió al Santo Profeta (sa) y le preguntó: ‘¡Oh Mensajero (sa) de Al’lah! ¿Este ejército es traído para aniquilar a su propio pueblo?’. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Estas personas han cometido injusticia; han transgredido. Rompisteis el pacto acordado en Hudaibiya y librasteis una guerra injusta contra la tribu de Juzaah. Violastis la santidad de un lugar que Al’lah mismo declaró sagrado’.
Hakim dijo: ‘¡Oh Mensajero (sa) de Al’lah! En verdad su pueblo ha hecho lo que ha dicho. Sin embargo, en lugar de atacar La Meca, ¿no habría sido más apropiado avanzar contra la tribu de Hawazin?’. El Santo Profeta (sa) respondió: ‘Esa tribu también es culpable de malas acciones. Pero pongo mi confianza en Dios, que Él concederá la conquista de La Meca, el triunfo del islam y la victoria sobre Hawazin, bajo mi mano’.
Luego Abu Sufyan preguntó: ‘si la gente de La Meca no toma las armas, ¿se les garantizará la seguridad?’. El Santo Profeta (sa) dijo: ‘Sí. Al que se encierre tras la puerta de su casa se le concederá paz’.
Entonces Hazrat Abbas (ra) intercedió: ‘¡Oh Mensajero (sa) de Al’lah! Abu Sufyan es un hombre orgulloso. Desea que se le otorgue alguna consideración especial debido su honor’. El Santo Profeta (sa) declaró gentilmente: ‘Muy bien. A quien entre en la casa de Abu Sufyan también se le ofrecerá seguridad. Quien se refugie en la Mezquita Sagrada estará a salvo. El que deponga las armas estará a salvo. El que cierre la puerta de su casa estará a salvo. Y a quien busque refugio en la casa de Hakim bin Hizam también se le concederá protección’”. Todo este relato detallado ha sido mencionado en el Dibachah, el Comentario del Santo Corán.
A este respecto, el Mesías Prometido (as) afirma:
“Durante la época del Santo Profeta (sa), Abu Sufyan era un hombre de corazón débil y de visión limitada. Cuando el Santo Profeta (sa) logró la victoria sobre La Meca, le dijo a Abu Sufyan: ‘¿Aún no entiendes? ¿No te ha quedado claro que esto no es una obra de manos humanas?’. En respuesta, Abu Sufyan dijo: ‘Ahora he comprendido que su Dios es verdaderamente Verdadero. Si hubiera habido alguna realidad en estos ídolos, nos habrían ayudado en nuestro momento de necesidad’.
Luego, cuando le preguntó: ‘¿Crees ahora en mi Profetazgo?’ (el Santo Profeta [sa] le planteó la pregunta). Abu Sufyan dudó, y aunque comprendió el concepto de la Unidad de Dios, no entendió el concepto del profetazgo”.
El Mesías Prometido (as) afirma además:
“Algunas personas son tales que carecen de sabiduría; la misma evidencia que prueba la Unidad Divina también prueba el Profetazgo, pero Abu Sufyan continuó separando ambas. “Aceptó la Unidad de Dios, pero no la posición de Profeta”.
El Mesías Prometido (as) afirma: “No todas las personas son del mismo calibre. Algunos son de rango más alto, como Hazrat Abu Bakr Siddiq (ra). Otros pertenecen al rango medio y algunos caen en la categoría más baja”.
Ibn Akwa‘ narra que cuando Abu Sufyan y Hakim bin Hizam regresaban, Hazrat Abbas (ra) le dijo al Santo Profeta (sa): “¡Oh, Mensajero (sa) de Al’lah! Me preocupa la sinceridad de la aceptación del islam por parte de Abu Sufyan”. Hazrat Abbas (ra) sugirió que se le llamara nuevamente para que pudiera alcanzar una comprensión más profunda del islam y presenciar los ejércitos de Al’lah reunidos bajo la autoridad del Santo Profeta (sa).
Según Ibn Abi Shaybah, cuando Abu Sufyan estaba a punto de partir, Hazrat Abu Bakr (ra) le dijo al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero (sa) de Al’lah! Si lo permite, deberíamos interceptar a Abu Sufyan en el camino”.
Ibn Ishaq registra que cuando Abu Sufyan comenzó su viaje de regreso, el Santo Profeta (sa) le dijo a Hazrat Abbas (ra): “Detén a Abu Sufyan en el desfiladero del valle”. En consecuencia, Hazrat Abbas (ra) lo detuvo allí. Ante esto, Abu Sufyan exclamó: “¡Oh Banu Hashim! ¿Estás tratando de engañarme?”. Hazrat Abbas (ra) respondió: “Los profetas no utilizan el engaño”. Según otra narración, dijo: “Ciertamente no somos engañadores. Permanece aquí hasta la mañana, para que puedas contemplar el ejército de Dios y seas testigo de lo que ha sido preparado para los idólatras”. Entonces Hazrat Abbas (ra) mantuvo a Abu Sufyan en ese desfiladero del valle hasta el amanecer.
Al amanecer, varios contingentes tribales comenzaron a pasar junto a Abu Sufyan, uno tras otro. Al ver al primer grupo, Abu Sufyan preguntó: “¡Oh Abbas! ¿Quiénes son estas personas?”. Hazrat Abbas (ra) respondió: “Son de la tribu de Ghifar”. Abu Sufyan preguntó: “¿Qué tengo yo que ver con Ghifar?”. Luego llegó la gente de Yuhaynah, y su respuesta fue la misma. Luego pasó la tribu de Sa’d bin Huzaym, a la que volvió a decir: “¿Qué me importan?”. A continuación llegó la gente de Sulaym, y una vez más repitió su indiferencia.
Sin embargo, se acercó un grupo que Abu Sufyan nunca había visto antes. Preguntó: “¿Quiénes son estas personas?”. Hazrat Abbas (ra) respondió: “Estos son los Ansar. Su jefe es Hazrat Sa’d bin Ubadah, y es quien sostiene el estandarte”. Con gran fervor, Hazrat Sa’d bin Ubadah (ra) exclamó: “¡Oh Abu Sufyan! ¡Hoy es el día de la batalla! Hoy la santidad de la Kaaba no se respetará”. Al oír esto, Abu Sufyan se volvió hacia Hazrat Abbas (ra) y le dijo: “¡Qué día tan destructivo será éste! Si al menos tuviéramos la oportunidad de contraatacar” (en otras palabras, ahora ni siquiera estamos en condiciones de resistir).
Luego llegó un contingente más pequeño que el resto. En él estaba el Santo Profeta (sa), rodeado de sus nobles Compañeros. La bandera del Santo Profeta (sa) estaba en manos de Hazrat Zubair bin Al-Awam (ra).
Otra narración relata que cuando el Santo Profeta (sa) pasó junto a Abu Sufyan, éste gritó: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! ¿Ha ordenado la destrucción de su propio pueblo? ¿No oye lo que dice Sa’d bin Ubadah?”. El Santo Profeta (sa) preguntó: “¿Qué ha dicho?”. Abu Sufyan respondió: “Proclama ciertas afirmaciones. Le imploro en nombre de Dios respecto a su pueblo. Usted es, por encima de todos los demás, el más puro en rectitud, el mejor en mantener los lazos de parentesco y el más misericordioso”.
El Santo Profeta (sa) respondió: “Sa’d no tenía razón en lo que dijo. Hoy es, de hecho, un día de misericordia. Hoy, Dios concederá honor a la Kaaba y otorgará verdadera dignidad a los Quraish”.
Ibn Ishaq cuenta que uno de los Muhayirin [emigrantes] oyó lo que Sa’d había dicho. Según Ibn Hisham, fue Hazrat Umar (ra) quien lo oyó. Se dirigió al Santo Profeta (sa): “¡Oh Mensajero (sa) de Dios, aún no estamos seguros! Tal vez Hazrat Sa’d ataque a los Quraish”. En otro relato, esta preocupación fue expresada por Hazrat Abdur Rahman bin Auf (ra) y Hazrat Uzman (ra).
El Santo Profeta (sa) envió entonces un mensaje a Hazrat Sa’d (ra) y le ordenó que le entregara su bandera; luego se la dio a su hijo, Hazrat Qais (ra).
Hazrat Musleh Maud (ra) también referencia a este incidente, basándose en diversas fuentes históricas. Escribe:
“Cuando el ejército pasaba ante Abu Sufyan, el comandante de los Ansar, Hazrat Sa’d bin Ubadah (ra), al verle, declaró: ‘¡Hoy, Dios nos ha hecho lícito entrar en La Meca por la espada! Hoy, la tribu de los Quraish será completamente humillada’.
Cuando el Santo Profeta (sa) pasó junto a Abu Sufyan, éste gritó en señal de protesta: ‘¡Oh Mensajero (sa) de Dios! ¿Has dado permiso para la matanza de tu propio pueblo?. Ahora mismo, el líder de los Ansar, Sa’d, y sus compañeros estaban proclamando a voz en grito: ’¡Hoy es un día de batalla, la santidad de la Ka’bah no les detendrá y los Quraish serán deshonrados’. ‘¡Oh Mensajero (sa) de Dios!’, suplicó, ‘eres el más piadoso, el más misericordioso y el más devoto al parentesco de toda la humanidad. ¿No olvidarás hoy las ofensas de tu pueblo?’.
Al oír esta sentida súplica, incluso aquellos Muhayirin [emigrantes] que una vez habían sido golpeados sin piedad en las calles de La Meca, que habían sido expulsados de sus hogares y despojados de sus propiedades, sintieron compasión por la gente de La Meca diciendo: ‘¡Oh Mensajero (sa) de Dios! Los Ansar han oído hablar de las atrocidades cometidas en el pasado por la gente de La Meca, y no sabemos lo que pueden hacerles hoy’.
El Santo Profeta (sa) proclamó entonces: ‘Abu Sufyan, Sa’d se ha equivocado. Hoy es un día de misericordia. Hoy, Dios honrará a los Quraish y exaltará la Kaaba’. El Santo Profeta (sa) envió entonces a alguien a Hazrat Sa’d (ra) y le ordenó que entregara la bandera a su hijo, Hazrat Qais (ra), quien dirigiría a los Ansar como su comandante. De este modo, el Santo Profeta (sa) no sólo salvaguardó los corazones de la gente de La Meca, sino que también protegió los sentimientos de los Ansar. Además, el Santo Profeta (sa) confiaba plenamente en Qais, conocido por ser un joven de naturaleza extremadamente noble.
De hecho, consta en la historia que cuando se acercaba el momento del fallecimiento de Hazrat Qais (ra), algunas personas fueron a visitarle durante su enfermedad, pero algunos de sus conocidos no le visitaron. Tras esto, preguntó a sus amigos por qué ciertas personas conocidas suyas no le habían visitado. Sus compañeros le explicaron: ‘Eres un hombre generoso que ha prestado a muchos en sus momentos de necesidad. Es probable que algunas personas no hayan venido a visitarte por miedo a que necesites dinero, y puedes pedirles que paguen sus deudas en este momento’.
Al oír esto, Hazrat Qais (ra) respondió: ‘¡Ay, mis amigos tienen una preocupación innecesaria!’. Entonces ordenó: ‘¡Haced una proclama pública por toda la ciudad!: ¡Quienquiera que tenga una deuda con Qais, sea la suma que fuere, queda perdonada!’. Tanta gente acudió a visitarle tras este anuncio que la propia escalinata de su casa se rompió [por la multitud]”.
Ibn Abi Shaibah relata que Hazrat Abbas (ra) dijo: “¡Oh Mensajero (sa) de Dios! Si me lo permite, me gustaría ir a la gente de La Meca e invitarles al islam, y les conceda Usted seguridad”. El Santo Profeta (sa) le dio el permiso. Así, Hazrat Abbas (ra) montó en la mula blanca del Santo Profeta (sa), conocida como Shahbaʾ, y partió hacia La Meca.
Al entrar en la ciudad, proclamó en voz alta: “¡Oh gentes de La Meca! Aceptad el islam y se os concederá la salvación. Un poderoso ejército ha llegado a vuestras puertas que no tenéis poder para combatirlo”.
Hazrat Musleh Maud (ra) afirma también:
“Cuando el ejército musulmán hubo pasado, Hazrat Abbas (ra) se volvió hacia Abu Sufyan (que se había quedado mirando pasar al ejército delante de él) y le dijo: ‘Ahora date prisa en llegar a La Meca. Informa a la gente de que ha llegado Muhammad, el Mensajero (sa) de Dios, y que ha concedido seguridad a su pueblo bajo algunas condiciones’.
Abu Sufyan, satisfecho interiormente de haber encontrado un camino de salvación para la gente de La Meca, cabalgó hacia adelante. Sin embargo, al llegar a la ciudad, fue recibido por su esposa Hind. Desde los inicios del islam, Hind había estado entre los que alimentaban el odio y la enemistad contra los musulmanes. Aunque incrédula, era en verdad una mujer valiente.
Al ver regresar a su marido, le agarró la barba y empezó a gritar al pueblo de La Meca: ‘¡Salid y matad a este viejo insensato! En lugar de instaros a luchar y morir por el honor de vuestras vidas y vuestra ciudad, viene a declararos que estáis a salvo (de vuestro enemigo)’.
Al ver su conducta, Abu Sufyan la reprendió y le dijo: ‘¡Estúpida! No es el momento de hablar así. Ve y escóndete en tu casa. Acabo de presenciar un ejército tal, que toda Arabia no tiene poder para resistirle'”.
También se menciona el incidente de la entrada del ejército musulmán en La Meca. En Sahih al-Bujari, se narra por Hazrat ‘Urwah (ra) que el Santo Profeta (sa) instruyó a Hazrat Zubair (ra) para entrar en la Meca por su parte superior, desde la dirección de Qada. Se le dijo que plantara su bandera en Hayun y que no abandonara esa posición hasta que llegara el Santo Profeta (sa). Hayun es una montaña en dirección a Wadi Muhassab, situada a milla y media de la Kaaba.
Hazrat Jalid bin Walid (ra) fue designado para dirigir el flanco derecho del ejército, y su división incluía las tribus de Aslam, Sulaim, Ghifar, Muzainah y Yuhainah. El Santo Profeta (sa) le ordenó que entrara en La Meca por la parte baja, a través de Lit, y que plantara su bandera cerca de las casas cercanas.
El Santo Profeta (sa) nombró a Hazrat Abu Ubaidah bin Yarrah (ra) comandante de la unidad de infantería. El Santo Profeta (sa) había ordenado estrictamente a sus comandantes que se abstuvieran de luchar y que sólo entablaran combate si alguien iniciaba la lucha contra ellos.
Ibn Ishaq ha narrado que Safwan, Ikrimah y Suhail llamaron a la gente a luchar contra el Santo Profeta (sa). Reunieron a la gente en Jandamah, que es una montaña muy conocida en la ruta hacia Mina, en La Meca. A ellos se unieron miembros de las tribus Quraish, Banu Bakr y Huzail. Todos estaban armados y listos para la batalla.
Juraban por Dios que Muhammad (sa) nunca podría entrar en La Meca por la fuerza. Un hombre de Banu Dil (es decir, Banu Bakr) llamado Yamash bin Qais, al enterarse de la llegada del Santo Profeta (sa), comenzó a preparar sus armas. Su esposa le preguntó: “¿Para qué te estás preparando?”. Él respondió: “Por Muhammad (sa) y sus compañeros”. La mujer dijo: “¡Por Dios, hoy nada puede oponerse a Muhammad (sa) y sus compañeros!”. Era una mujer sensata.
Yamash bin Qais dijo con arrogancia y burla: “Espero poder presentarte a uno de ellos para que te sirva (lo que significa que capturaría a un musulmán y lo traería de vuelta como esclavo). Necesitas a alguien que te sirva, así que te traeré un esclavo”. La mujer dijo: “¡Ay de ti, no hagas esto! No luches contra Muhammad (sa). ¡Por Dios, tu juicio no es correcto! Si tan solo hubieras visto a Muhammad (sa) y a sus Compañeros con tus propios ojos”. Yamash dijo: “Pronto lo verás”. Luego se fue a Jandamah con Safwan, Ikrimah y Suhail.
Cuando Hazrat Jalid bin Walid (ra) entró desde esa dirección, siguiendo las instrucciones del Santo Profeta (sa), se encontró con un grupo que le bloqueó el paso y levantó sus armas contra él, lanzándole flechas y diciéndole: “’¡No puedes entrar aquí por la fuerza!”. Hazrat Jalid (ra) llamó a sus compañeros y se inició una batalla entre ellos y los idólatras.
Veinte miembros de Banu Bakr y tres o cuatro miembros de Huzail fueron asesinados. Según Ibn Ishaq, murieron doce o trece idólatras. Fueron derrotados duramente y se dispersaron en todas direcciones. Un grupo subió a las montañas. Yamash bin Qais, que había respondido con arrogancia a su esposa anteriormente, huyó del lugar y regresó a casa, diciéndole a su esposa: “¡Cierra la puerta!”.
Su esposa le preguntó: “¿Dónde están ahora tus afirmaciones?. Hace solo un momento, decías que traerías de vuelta a un esclavo”. Respondió apenado y recitó algunos versos de poesía, cuyo significado era:
“Si hubieras visto la batalla de Jandamah con tus propios ojos, cuando incluso Safwan huyó, al igual que Ikrimah. Todos ellos fueron recibidos con espadas. Las espadas golpeaban cada muñeca y cada cráneo, y no se oía nada más que el estruendo [de la batalla]. Detrás de nosotros, se oían los rugidos del enemigo y la furia que brotaba de sus pechos. Por lo tanto, por favor, no pronuncies ni una sola palabra de reproche con tu lengua”.
Según se recoge en Bujari, dos jinetes de la caballería de Hazrat Jalid (ra) fueron martirizados: Hazrat Yubaish bin ‘Ashar (ra) y Hazrat Kurz bin Yabir Fihri (ra).
En cuanto a la proclamación de seguridad para el pueblo de La Meca, está escrito que el Santo Profeta (sa) concedió protección a Abu Sufyan y a Hakim bin Hizam, y ordenó: “Ve y anuncia en La Meca que quien deposite las armas estará a salvo, quien entre en su propia casa estará fuera de peligro, quien entre en el patio de la Kaaba estará seguro, quien entre en la casa de Abu Sufyan estará resguardado y quien entre en la casa de Hakim bin Hizam también estará protegido “.
En un momento en que se concedía protección al pueblo de La Meca, el Santo Profeta (sa) no se olvidó de sus fieles devotos y Compañeros leales. El Santo Profeta (sa) seguramente recordaba la opresión y las crueldades que le habían infligido en las calles de La Meca solo unos años antes. Ese mismo Bilal (ra), que solía ser atado con cuerdas y arrastrado por estas calles rocosas, ahora formaba parte del ejército victorioso. En su corazón y en su mente, las escenas de toda aquella persecución debían de haber vuelto a despertarse con toda su intensidad. El Santo Profeta (sa) consideró necesario vengarse por esto, y ¡qué hermosa fue la forma en que lo hizo!
Hazrat Musleh Ma’ud (ra) ha mencionado este incidente de la siguiente manera:
“A continuación, el Santo Profeta (sa) dijo lo siguiente sobre Abu Ruwaihah, a quien había declarado hermano de Bilal, el esclavo abisinio: ‘Ahora le entregamos nuestra bandera a Abu Ruwaihah. Quienquiera que se ponga bajo la bandera de Abu Ruwaihah, no sufrirá ningún daño. Y el Santo Profeta (sa) ordenó a Bilal que caminara a su lado y proclamara: ‘Quien se ponga bajo la bandera de Abu Ruwaihah recibirá protección’.
¡Qué sabiduría tan sutil y hermosa hay en este mandamiento! La gente de La Meca solía atar una cuerda a los pies de Bilal (ra) y arrastrarlo por las calles. Las calles y las llanuras de La Meca no eran lugares seguros para Bilal (ra), sino lugares de tormento, humillación y burla. El Santo Profeta (sa) debió de pensar que el corazón de Bilal (ra) se inclinaría una y otra vez hacia la idea de la venganza ese día. Tomar represalias por este fiel Compañero también era importante, pero tenía que ser una forma de represalia acorde con la dignidad del islam.
Por lo tanto, el Santo Profeta (sa) no exigió la venganza de Bilal (ra) cortando las cabezas de sus enemigos con una espada. En su lugar, le dio al hermano de Bilal (ra) una gran bandera para que la sostuviera y le ordenó a Bilal (ra) que fuera y hiciera un anuncio público: ‘¡Quienquiera que venga y se ponga bajo la bandera de mi hermano obtendrá la paz!’.
¡Qué gloriosa forma de venganza fue esta! ¡Qué forma tan noble y hermosa de justicia era esta! Cuando Bilal (ra) proclamaba en voz alta: ‘¡Oh, pueblo de La Meca! Venid y poneos bajo la bandera de mi hermano: se os concederá protección’, su propio corazón debió de haberse vaciado por completo de cualquier sentimiento residual de venganza. Y debió de sentir profundamente que ningún castigo podía ser más magnífico ni más hermoso que el que el Santo Profeta Muhammad (sa) había ideado para él”.
Luego, en otro lugar, Hazrat Musleh Maud (ra) escribe:
“Lo más destacado de este incidente es la bandera de Bilal (ra). El Santo Profeta (sa) hizo una bandera para Bilal (ra) y dijo: ‘Quienquiera que se ponga bajo la bandera de Bilal (esto se refiere a la bandera de su hermano), recibirá protección’. Aunque el Santo Profeta (sa) era el líder, no se alzaba ninguna bandera en su honor. Después de él, Abu Bakr (ra) realizó sacrificios, pero tampoco se levantó ninguna bandera en su honor. El líder musulmán que le sucedió fue Hazrat Umar (ra), pero no se izó ninguna bandera en honor a Hazrat Umar (ra). Después de él, se hizo famoso Uzman (ra), que también era yerno del Santo Profeta (sa), pero tampoco se alzó ninguna bandera en honor a Uzman (ra). Después de él vino Ali (ra), que era hermano del Santo Profeta (sa) y su yerno, pero no se desplegó ninguna bandera por Ali (ra). Luego estaba Abdur Rahman bin Auf (ra), sobre quien el Santo Profeta (sa) dijo que mientras él siguiera vivo, no habría desacuerdos en la nación musulmana; sin embargo, no se levantó ninguna bandera por Abdur Rahman (ra). Luego estaba Abbas (ra), que era tío del Santo Profeta (sa). Hubo ocasiones en las que se comportaba con descaro, pero el Santo Profeta (sa) no se enfadaba. Sin embargo, el Santo Profeta (sa) no le hizo alguna bandera.
Por otra parte, todos los jefes y personas eminentes también estaban presentes. Jalid bin Walid (ra), hijo de un jefe tribu y él mismo una personalidad muy reconocida, también estaba presente. Amr bin al-Aas (ra) también era hijo de un jefe tribal, y había otros hijos de grandes jefes tribales, pero no se hizo bandera alguna para ninguno de ellos. La bandera que se hizo era para Bilal (ra). ¿Por qué? ¿Por qué se le hizo una bandera? La razón fue que, cuando la Sagrada Kaaba estaba a punto de ser atacada, Abu Bakr (ra) vio que los que iban a ser atacados eran sus parientes, y él mismo dijo: “¡Oh, Mensajero (sa) de Dios! ¿Va a matar a sus hermanos?’. Había olvidado la opresión y los reconoció como sus hermanos. Umar (ra) también solía decir: “¡Oh, Mensajero (sa) de Dios! Mate a estos infieles”, pero cuando el Santo Profeta (sa) los perdonó, debió de pensar para sí mismo: ‘es bueno que nuestros hermanos hayan sido perdonados’. Uzman (ra) y Ali (ra) también debieron de pensar: ‘Nuestros hermanos han sido perdonados. Si nos trataron con crueldad, ¡qué importa!’. Incluso cuando el Santo Profeta (sa) perdonó a los incrédulos, debió de pensar: ‘Entre estas personas se encontraban mis tíos, mis hermanos, mis yernos, mis parientes y mis seres queridos. Es bueno que los haya perdonado, porque así mis propios familiares se han salvado’. Solo había una persona que no tenía parientes en La Meca, que no tenía poder en La Meca, que no tenía amigos en La Meca. Cuando se encontraba indefenso, sufrió crueldades que no se infligieron ni siquiera a Abu Bakr (ra), Ali (ra), Uzman (ra), Umar (ra) ni al Santo Profeta (sa). Bilal (ra) fue obligado a tumbarse desnudo sobre la arena ardiente y abrasadora. Observen, ni siquiera se puede caminar descalzo en mayo o junio (aquí no hace tanto calor, pero en los países más cálidos ni siquiera se puede caminar descalzo en los meses de mayo y junio). Le tumbaban desnudo sobre la arena abrasadora, luego se les daba a los jóvenes zapatos con clavos para que bailaran sobre su pecho mientras decían: ‘¡Di que hay otros dioses además de Dios; di que Muhammad (sa), el Mensajero de Dios, es falso!’. Bilal (ra), con su acento abisinio, decía mientras le golpeaban: ‘¡Doy testimonio de que no hay más Dios que Al’lah. Doy fe de que no hay Dios excepto Al’lah!’. Él respondía diciendo: ‘No importa las crueldades que me inflijais, he sido testigo de que Dios es Uno, ¿cómo puedo decir entonces que hay dos? Y habiéndome dado cuenta de que Muhammad (sa), el Mensajero de Al’lah, es el verdadero Profeta de Dios, ¿cómo puedo declarar que es falso?’. Tras esto, empezaban a golpearle aún más. Durante los meses de verano, así le trataban.
De la misma manera, en invierno le ataban una cuerda a los pies y le arrastraban por las rocosas callejuelas de La Meca. Su piel se rasgaba. Le arrastraban y le decían: ‘Declara que Muhammad (sa) es falso. Declara que hay otros dioses además de Al’lah’. Pero Bilal (ra) respondía: ‘Doy testimonio de que no hay más dios que Al’lah’. Atestiguo que no hay más dios que Al’lah’.
Ahora, cuando el ejército musulmán de diez mil hombres se acercaba para entrar [en La Meca], Bilal (ra) debió de pensar: ‘Hoy me vengaré de esos zapatos. Hoy seré recompensado por esos golpes’. Cuando el Santo Profeta (sa) dijo que quienquiera que entre en la casa de Abu Sufyan será perdonado, quienquiera que entre en la Sagrada Ka’bah será liberado de culpa, quienquiera que deponga sus armas será indultado, quienquiera que cierre las puertas de sus casas será amnistiado; Bilal (ra) debió pensar para sí mismo, ‘están perdonando a todos sus hermanos y eso es bueno. Pero, ¿y mi venganza?’. El Santo Profeta (sa) vio que en ese día, sólo había una persona que podría estar molesta por el perdón que se estaba concediendo, y esa persona era Bilal (ra), ya que las personas que estaban siendo perdonadas no eran los hermanos de Bilal (ra). El dolor que tuvo que soportar no fue soportado por nadie más. El Santo Profeta (sa) dijo: ‘Buscaré venganza para él, y será de una manera que mantenga el honor de mi Profetazgo y a la vez contente a Bilal (ra)’. Por ello, el Santo Profeta (sa) instruyó que se izara la bandera de Bilal (ra) y que los jefes de La Meca, quienes solían pisar el pecho de Bilal con sus zapatos, que solían atar una cuerda a sus pies y arrastrarlo, que solían hacerle tumbarse sobre la arena ardiente, debían ser informados que si deseaban salvar sus vidas, así como las de sus esposas e hijos, debían venir y permanecer bajo la bandera de Bilal. Creo que desde la creación de este mundo, desde el momento en que a los humanos se les otorgaron facultades especiales, desde que los humanos comenzaron a buscar venganza unos de otros y han tenido la capacidad de hacerlo, nunca nadie había recibido una retribución tan magnífica. Cuando la bandera de Bilal (ra) fue plantada en la llanura ante la Kaaba, y los mismos jefes árabes que solían pisotearlo y le decían: ‘¿declararás o no que Muhammad (sa), el Mensajero de Al’lah es falso?’, ahora corrían y tomaban a sus esposas e hijos de las manos para llevarlos bajo la bandera de Bilal (ra) con el fin de salvar sus vidas, cómo en ese momento el propio ser y la vida de Bilal (ra) habría entregado su corazón por el Santo Profeta (sa). Debió de decir: ‘No sabía si habría podido vengarme o no de estos incrédulos’. Ahora, he podido tomar venganza de tal manera que cada cual que solía aplastar mi pecho con sus zapatos, ahora han inclinado su cabeza hacia mis zapatos.
Esta retribución fue mucho más magnífica que la retribución del profeta Yusuf (José [as]), porque José (as) perdonó a sus hermanos por el bien de su padre. Perdonó por causa de su padre, y los perdonados fueron sus hermanos, mientras que Muhammad (sa), el Mensajero de Al’lah, perdonó a sus tíos y a sus hermanos gracias a los zapatos de un esclavo. ¿Cómo podría compararse el perdón de José (as) con este perdón?
El Santo Profeta (sa) atendió los sentimientos y defendió el honor de una persona débil, cuya infancia y juventud transcurrieron como esclavo a los jefes Quraish de una manera (como se ha mencionado) que no se puede encontrar parangón en toda la historia del mundo. Por esto será recordado por siempre”.
Este fue el ejemplo de venganza que nos dio nuestro Líder y Maestro (sa). “¡Oh Al’lah, bendice a Muhammad y al pueblo de Muhammad y concédeles prosperidad y paz. Ciertamente, Tú eres el Loable, el Exaltado!”
Ibn Hisham escribe: “El día de la Conquista de La Meca, el lema de los Muhayirin (emigrantes) era
Árabe
que significa “¡Oh hijos de Abdur Rahman!”
el lema de los Jazrall era
[Árabe]
que significa “¡Oh hijos de Abdul’lah!”
y el lema de Aus era
[Árabe]
que significa “¡Oh hijos de Ubaidul’lah”.
Cuando el Santo Profeta (sa) llegó al paso de montaña de Idhjar, que era el otro nombre de Qazah, entró en La Meca por esta ruta el día de la Conquista de La Meca. Cuando vio las chispas de [el choque] las espadas, dijo: “¿No os prohibí luchar?”. Le informaron de que Jalid fue atacado, desenvainando su espada, porque el enemigo atacó primero. El Santo Profeta (sa) respondió: “La decisión de Al’lah el Todopoderoso es la mejor”, es decir, Al’lah el Todopoderoso quiso mostrar a los incrédulos que hoy no tenían poder de impedir que los musulmanes entren en La Meca”.
Este fue un decreto inalterable de Dios Todopoderoso, que no puede ser cambiado. Estos fueron los relatos iniciales relativos a la entrada en La Meca. Los relatos restantes se narrarán en el futuro, si Dios quiere.
En este momento, deseo mencionar los detalles de una miembro fallecida y dirigiré su oración fúnebre [en ausencia] tras las oraciones del viernes.
Se llamaba Aminah Shahnaz Sahiba, esposa del respetado Inamul’lah Sahib de Lahore, fallecida recientemente a los 57 años,
[árabe]
[¡En verdad, a Al’lah pertenecemos y a Él volveremos!].
El Ahmadíat entró en su familia a través de su padre, el respetado Muhammad Din Sahib, quien, en 1934, fue a Qadian a la edad de 15 años y juró lealtad a manos de Hazrat Jalifatul Masih II (ra). Por la gracia de Al’lah era “musia” (sistema Al-Wasiyat). Además de su marido, le sobreviven un hijo y cuatro hijas. Su hijo, el respetado Wayiul’lah Sahib, es un misionero que actualmente presta servicio en Senegal. Debido a sus obligaciones como misionero, no pudo asistir al funeral de su madre.
Su hijo, Wayiul’lah Sahib, que es misionero, escribe: “Mi madre era una mujer muy piadosa. Rezaba con regularidad, ayunaba y recitaba el Corán. Siempre velaba por el cuidado adecuado de los niños. Sentía mucho amor por el sistema del Jalifato de la Comunidad Ahmadia. Tanto si se trataba de una ocasión de felicidad como de dolor, me aconsejaba que escribiera al Jalifa. Siempre atendía a los invitados y les servía más allá de su capacidad. Tenía una relación afectuosa incluso con sus vecinos no ahmadíes, aunque algunos vecinos se mostraban hostiles en su oposición, sin embargo, ella siempre cumplía sus derechos como vecina”.
Su marido, Inamul’lah Sahib dice: “Tuvimos una relación excepcional. A lo largo de mi vida, me apoyó plenamente en cualquier aspecto según su capacidad en la que se me diera la oportunidad de servir a la Yamaat. Debido al trabajo de Yamaat, si tenía que quedarme fuera todo el día o toda la noche, nunca se quejó. Era muy hospitalaria. Aproximadamente un mes antes de su fallecimiento, cocinó para 22 invitados de la Yamaat. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los pobres. También ofrecía limosna en nombre de sus familiares fallecidos. Siempre trató de impartir la más excelente formación moral a los niños. Fue Secretaria Maal de su localidad durante muchos años y desempeñó este cargo hasta su fallecimiento”.
Su hermano mayor afirma que su hermana era cariñosa y bondadosa con todo el mundo. Desde niña, fue asidua a las cinco oraciones diarias, devota del Tahayyud, y poseía un ardiente amor por el Jalifato. Recitaba el Sagrado Corán con regularidad. También animaba a los niños de la familia y a otros niños que acudían a su casa a rezar y recitar el Corán.
También mantenía buenas relaciones con los que no pertenecían a la Yamaat. Una vecina no ahmadí dijo: “Tenía un vínculo con ella desde hacía 20 años, y me trataba como a una hermana. Con mis hijos, se comportaba como una madre. Mis hijos incluso solían llamarla “Ammi Lli” [madre querida]. Siempre me dio los mejores consejos en todos los asuntos”. De hecho, hay personas nobles incluso fuera de la Yamaat que no sólo mantienen relaciones sino que las valoraron.
La Sadar Lallna de la ciudad de Rachna Town dice: “Con su fallecimiento, nuestro Mall’lis ha perdido a una miembro muy sincero y devoto de la Yamaat. Durante casi 20 años fue Secretaria Maal y desempeñó este cargo con gran sinceridad. Participaba activamente en las iniciativas de la Yamaat. Independientemente de sus circunstancias, nunca despidió a nadie con las manos vacías. En todos los veranos (esto también lo han mencionado varias chicas y sus hijas) cumplía el ayuno voluntario todos los jueves. Siempre que se organizaba un programa en su casa, ella lo acogía con gusto y brindaba su hospitalidad”.
¡Que Al’lah Todopoderoso le conceda Su perdón y misericordia! Su hijo, que, como se ha dicho, es misionero, y debido a sus responsabilidades, no pudo asistir al funeral. ¡Que Al’lah el Todopoderoso le conceda paciencia y fortaleza y haga de todos sus hijos los destinatarios de sus oraciones!
