La justicia en un mundo injusto
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

El 28 de octubre de 2016, el Líder Mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, el Quinto Jalifa (Califa), Su Santidad, Hazrat Mirza Masrur Ahmad, pronunció una conferencia histórica en la Universidad de York en Toronto ante una audiencia de más de 180 invitados, entre ellos académicos, políticos, representantes de medios de comunicación y líderes de pensamiento. El evento, titulado “Justicia en un Mundo Injusto”, fue organizado por la Comunidad Musulmana Ahmadía de Canadá en colaboración con la Universidad de York. Presentamos aquí la transcripción del discurso inaugural pronunciado por Su Santidad.

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V, Líder mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, dijo:

“Bismillahir Rahmanir Raheem – En el Nombre de Al-lah, el Compasivo, Misericordioso.

A todos los distinguidos invitados,

Assalamo Alaikum Wa Rahmatullahe Wa Barakatohu – La paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos vosotros.

Hoy el mundo que nos rodea está en constante evolución y progreso. Indudablemente, en las últimas décadas, el mundo ha avanzado a pasos agigantados en términos de desarrollo tecnológico. Se están desarrollando cada día nuevas formas de moderna tecnología y de avances científicos. El progreso está teniendo lugar en muchas esferas de nuestra vida. Por ejemplo, las formas modernas de comunicación y electrónica están progresando continuamente a un ritmo rápido. La investigación y el desarrollo que se lleva a cabo está trayendo la facilidad y la comodidad a nuestras vidas diarias.

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Esto demuestra que los seres humanos han sido capaces de utilizar su inteligencia y sus mentes para avanzar y aumentar la productividad, la eficiencia y el confort personal. Sin embargo, es causa de profundo pesar que en un momento en que la humanidad está progresando a un ritmo tan rápido, a la vez está alejándose y dividiéndose cada vez más. La paz y la estabilidad del mundo está amenazada, y sometida a riesgo diariamente. En algunos países, los líderes y los gobiernos no cumplen los derechos de sus pueblos y les infligen graves crueldades e injusticias. En respuesta, los miembros del pueblo se levantan en oposición y se forman grupos rebeldes.

Además, las zonas de conflicto son fértiles campos de cultivo para grupos terroristas y extremistas, por lo que tales grupos han echado raíces en muchos países. En algunos casos, donde hay disturbios civiles, los gobiernos extranjeros están al lado de los líderes de las naciones, mientras que otros gobiernos están apoyando a las facciones rebeldes. Por lo tanto, ambas partes reciben apoyo externo explícito y encubierto, y los resultados están allí para que todos los puedan ver: el derramamiento de sangre, la violencia y los asesinatos sin piedad de personas inocentes.

Donde la tecnología moderna ha sido una fuerza para el bien, también se ha utilizado como una fuerza para el mal y la destrucción. Se ha desarrollado una tecnología tal que tiene la capacidad de hacer desaparecer naciones del mapa con sólo oprimir un botón. Por supuesto, me refiero al desarrollo de armas de destrucción masiva capaces de infligir los horrores más inimaginables, la devastación y la destrucción. Estas armas que se están produciendo tienen el potencial de destruir no sólo la civilización de hoy, sino también dejar atrás un legado de miseria para las generaciones venideras. En el mundo de hoy, somos testigos de la doble moral e hipocresía en múltiples niveles de la sociedad, y la consiguiente falta de paz es una causa de la mayor preocupación y pena por aquellas personas que sinceramente sienten el dolor de la humanidad. Como líder de una comunidad musulmana internacional, este tema me aflige y me preocupa más que ningún otro.

Como líder musulmán, es una fuente de dolor para mí, que el desorden que está teniendo lugar hoy se centre alrededor de esos llamados “musulmanes” y esté siendo asociado con el Islam. Por un lado, la mayoría de las guerras que se están librando y las vidas que se pierden están en el mundo musulmán, mientras que por otro lado, esos llamados “musulmanes” han extendido sus redes de terror más lejos y están atacando a personas inocentes aquí en Occidente. Es una tragedia de las proporciones más grandes que tales personas busquen falsamente justificar sus actos llenos de odio y de mal en nombre del Islam. En lugar de servir al Islam, todo lo que están logrando es difamar su nombre.

La verdad es que el significado mismo de la palabra “Islam” es “paz, seguridad y amor”. Teniendo en cuenta esto, tenemos que aceptar que los actos deplorables de terroristas y extremistas están totalmente en contra de las enseñanzas del Islam o, alternativamente, que a pesar de significar “paz”, el Islam es en realidad una religión que aboga por el extremismo y la violencia. Para evaluar cuál de estas proposiciones opuestas es correcta, debemos considerar cuáles son las verdaderas enseñanzas del Islam. Debemos buscar la fuente primaria del Islam, su Libro Sagrado, el Bendito Corán y, además, la conducta y el ejemplo de su Fundador, el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él).

Por lo tanto, en el tiempo disponible, presentaré ahora las verdaderas enseñanzas del Islam a ustedes y después espero que estén en posición de entender si la división y el conflicto que se observa en el mundo de hoy es el resultado de las enseñanzas del Islam o, en cambio, una consecuencia del alejarse de ellas. Durante su vida, el Fundador del Islam, el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) estableció, en pocas palabras, los cimientos de la paz en el mundo y entre todos los pueblos.

El Profeta del Islam (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) dijo que una persona debe desear para los demás lo que él desea para sí mismo. Creo que este principio atemporal es tan verdadero hoy como lo fue en el pasado. Ciertamente, cada persona desea la paz para sí misma, y ser salvado de todas las ansiedades y preocupaciones. Cada persona espera tener los medios para vivir cómodamente y sin dificultades. Todas las personas buscan buena salud para que puedan disfrutar de sus vidas libres de dolor o dificultad. Cada persona anhela una buena posición en su comunidad y el respeto de los demás. De la misma manera, todos los gobiernos y todas las naciones también buscan tal prosperidad. Sin embargo, ¿cuántas personas o naciones hay que realmente desean paz, prosperidad y éxito para los demás?

En términos de proclamaciones verbales, es muy fácil decir que “Sí; deseamos lo mejor para los demás”, sin embargo, en la práctica es mucho más difícil y desafiante. Dondequiera que haya un conflicto de intereses, la mayoría de las personas tienden a priorizar sus propios intereses y bienestar más allá de los derechos de los demás. Esto es cierto a nivel individual y también es cierto a nivel colectivo y nacional. Hoy en día, en lugar de desinterés, tristemente tendemos a ver el egoísmo. La mayoría de las personas o naciones priorizan sus propios derechos y están muy dispuestas a relegar y degradar los derechos de los demás para conseguir sus propias metas y ambiciones. En términos del mundo musulmán, esto es así es porque los líderes y el pueblo han dejado a un lado las verdaderas enseñanzas de su religión y ahora están partidos por la amarga división y el malestar. En pocas palabras, los líderes han fallado en sus deberes para proteger a su pueblo y salvaguardar sus derechos y, a su vez, los elementos rebeldes también se han desviado de lo que es justo y correcto.

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Más allá, en lugar de caminar por un sendero de justicia e integridad, hemos visto una y otra vez, que las grandes potencias del mundo se preocupan sólo de conseguir sus propios intereses. Tanto si deciden unirse a los gobiernos musulmanes o a los grupos de la oposición, eso no está dictado por lo que es justo y lo que es correcto, sino por qué parte sirve mejor a sus propios intereses. Sin embargo, según el Islam, nuestro deseo y motivación para satisfacer nuestros propios intereses siempre debe ser igualado por nuestro deseo y motivación para cumplir con los derechos e intereses de los demás. Si se actúa así, este es el principio de oro que desbloqueará la puerta a la verdadera paz y seguridad.

Para establecer la paz, el Islam también pone gran énfasis en el cumplimiento de los fideicomisos. Así, el capítulo 4, versículo 59 del Sagrado Corán dice:

“Al-lah les ordena que restituyan los depósitos a sus propietarios y que cuando decidan entre los hombres lo hagan con justicia. ¡Qué bueno es aquello a que Al-lah los exhorta! Dios todo lo oye, todo lo ve.”

En este versículo, los musulmanes han sido claramente instruidos para cumplir con las confianzas que se han depositado en ellos. Esto incluye fideicomisos y juramentos que se han realizado a nivel personal y los fideicomisos que son colectivos. En cuanto a fideicomisos personales, una persona no debe apoderarse de los bienes o derechos de los demás o no cumplir las responsabilidades que debe a otras personas. En cuanto a fideicomisos colectivos, un aspecto importante es el deber de los ciudadanos de elegir a los representantes del estado que consideren de mayor valor para su nación.  Cuando se trata de elecciones o nominaciones, una persona no debe votar automáticamente por su aliado o miembro del partido, sino que debe considerar quién es el más calificado y adecuado para llevar a cabo la tarea. A partir de entonces, aquellos que son elegidos y a quienes son entregadas las llaves del gobierno o del poder deben ejercer sus deberes con honestidad, integridad y justicia.

Esta enseñanza es el modelo de democracia que defiende el Islam. En todas las sociedades existen confianzas y obligaciones mutuas para todas las personas, y para que la sociedad funcione con éxito, es necesario que los ciudadanos normales y los líderes cumplan sus responsabilidades recíprocas con verdadera justicia. Si se hubieran respetado estos principios en el mundo musulmán, entonces nunca habríamos visto los conflictos y la división que prevalecen en muchos países. Yo personalmente creo que este principio Coránico tiene un valor universal y es beneficioso en todo el mundo y no sólo en los países musulmanes.

Los ciudadanos de todas las naciones deben tratar de elegir para sus parlamentos o asambleas a aquellas personas que crean que trabajarán para el mejoramiento y el progreso de su nación. Éste debería ser el principio rector a la hora de votar por individuos o por políticas particulares, en lugar de limitarse a seguir líneas partidistas o relaciones personales. Si los líderes de un país son aquellos que realmente buscan el progreso de su pueblo, en lugar de ser corruptos y  centrados en intereses personales egoístas, entonces no habrá razón para que la gente se vuelva en contra de sus gobiernos o para que surjan las guerras o los conflictos civiles.

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A partir de esto, el mismo principio de cumplir los fideicomisos y juramentos es algo que las grandes potencias y las instituciones internacionales como las Naciones Unidas deben siempre priorizar. Las naciones más débiles se ven a menudo obligadas a confiar en el apoyo de los países más poderosos y más ricos, y por lo tanto estos últimos deben tratar de cumplir con esa confianza que los países menos desarrollados económicamente han puesto en ellos. Deben tratar de ayudarles honestamente a mantenerse sobre sus propios pies y darse cuenta de que es de interés para el mundo que se desarrollen y prosperen las naciones más débiles.

De manera similar, no debería ocurrir que en las Naciones Unidas ciertos países ejerzan un poder e influencia indebidos, o que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad se ocupen sólo de sus propios intereses y utilicen su poder de veto aun cuando esté en conflicto con los intereses de la mayoría. Más bien, todos los miembros de las Naciones Unidas deben trabajar juntos y cumplir el pacto de confianza en que se fundó la institución, para mantener la paz y la seguridad del mundo. Si todas las naciones e instituciones internacionales renuncian a un egoísmo estrecho por el bien colectivo, entonces los conflictos que están plagando el mundo naturalmente desaparecerán.

Tristemente, el mundo está viajando actualmente en la dirección contraria, en el que los gobiernos musulmanes han fallado a su gente, mientras que el interés propio se está convirtiendo en el sello distintivo de las grandes potencias y de los poderosos miembros de las Naciones Unidas. Por lo tanto, las naciones no están cumpliendo la confianza puesta en ellas, ni actúan con justicia y equidad. Recientemente, el ex Subsecretario General de las Naciones Unidas, Anthony Banbury, publicó un artículo en el que se describían las deficiencias de la organización en la que desempeñaba sus funciones. En su artículo en el New York Times, dijo:

“Me encantan las Naciones Unidas, pero está fallando, hay demasiada burocracia y pocos resultados, demasiadas decisiones se toman por razones políticas, en vez de seguir los valores y objetivos de la ONU o los hechos sobre el terreno…”

Luego dice:

“Para que la ONU continúe y prospere necesita una revisión completa y por lo tanto un panel externo debe examinar el sistema y recomendar cambios”.

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Así, incluso aquellos estrechamente afiliados a las Naciones Unidas están ahora dando cuenta abiertamente de sus deficiencias y del hecho de que ha fracasado en su misión de mantener la paz y la seguridad del mundo. En relación con los errores de la política exterior occidental, el ejemplo principal de los últimos años es la Guerra de Irak en 2003. El ex Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, David Miliband, que ahora es el Presidente del Comité Internacional de Rescate habló hace algún tiempo del impacto a largo plazo de esa guerra. Al tratar sobre la continuada inestabilidad y el terrorismo en Irak, durante una entrevista con The Observer, el Sr. Miliband dijo:

“Es evidente que la invasión de Irak o, lo que es más importante, lo que sucedió después, es un factor significativo para entender la situación actual en Irak”.

Cuando se le preguntó si Saddam Hussein habría podido mantener a Irak unido y mantenerlo libre de gente como Daesh, admitió que esto era una posibilidad real. Esta fue la confesión de un ex parlamentario británico que había votado a favor de la guerra de Irak. Del mismo modo, un conocido columnista, Paul Krugman escribió recientemente en el New York Times:

“La guerra de Irak no fue un error inocente, ni una empresa emprendida sobre la base de inteligencia que resultó ser errónea. Las justificaciones públicas de la invasión no eran más que pretextos, pretextos falsificados.

Por lo tanto, incluso aquellos que inicialmente apoyaron la guerra de Irak, o que han sido defensores de las Naciones Unidas, se han visto obligados a admitir sus errores y las graves consecuencias de sus acciones. No hay duda de que tales injusticias han destrozado los cimientos de la paz mundial y han permitido que grupos terroristas como Daesh arraiguen y crezcan. Estos grupos no son ahora sólo una amenaza para el mundo musulmán, sino para toda la humanidad. Sin embargo, todavía no parece que el mundo esté aprendiendo de las lecciones del pasado. La injusticia en la política exterior continúa siendo habitual, y está alimentando las guerras en diferentes países, llevando a la muerte de hombres, mujeres y niños inocentes. Algunas grandes potencias siguen dando prioridad a sus intereses empresariales más allá de todo lo demás, y por lo tanto están vendiendo armas extremadamente avanzadas a otros países, incluso cuando hay pruebas claras de que esa artillería está siendo usada para matar o mutilar a personas inocentes y para destruir innumerables vidas.

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Lo que estoy diciendo no es nada nuevo ni es un secreto, sino que es de dominio público desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, varios países occidentales continúan vendiendo armas a Arabia Saudita que están siendo utilizadas para atacar al pueblo de Yemen. Ningún país musulmán tiene fábricas de armas a gran escala que puedan producir cantidades tan grandes de armas mortales y por lo tanto su única fuente es el mundo occidental. Algunas grandes potencias están vendiendo armas a los gobiernos musulmanes, mientras que otros gobiernos están vendiendo armas a elementos rebeldes en los mismos países.

Así, ambas partes están siendo alimentadas y armadas desde el exterior. En pocas palabras, si este comercio se detuviera, los países musulmanes no tendrían armas para luchar entre sí. Incluso hay escritores y comentaristas occidentales que han hablado de la hipocresía y de la inmoralidad de ese comercio internacional, pero cuando se les pregunta acerca de tales ventas, los gobiernos ignoran la cuestión o buscan justificar lo que es manifiestamente injustificable. Lo único que les importa es que sus cheques sean buenos para que miles de millones se agreguen a sus propios presupuestos nacionales. En resumen, las conversaciones sobre el dinero y la moralidad se dejan en ningún lugar visible. ¿Cómo puede lograrse la paz en la Tierra en ese ambiente?

Los grupos terroristas también pueden adquirir grandes existencias de armas pesadas y un flujo continuo de fondos. ¿A menudo pregunto cómo fue posible que el grupo terrorista Daesh se hiciera tan rico? ¿De dónde sacan sus millones? ¿Por qué no se ha detenido su financiamiento? ¿Cómo continúa el comercio de petróleo y la compra de armas? Las potencias occidentales y las Naciones Unidas han sido capaces de imponer sanciones extremadamente restrictivas a países poderosos, sin embargo, por alguna razón, no han sido capaces de frenar la financiación de grupos como el Daesh. Incluso ahora, a pesar de los esfuerzos tardíos para tratar de restringir la financiación del Daesh, este sigue ganando millones de dólares.

Recientemente, el Ministro de Seguridad Pública de Canadá, anunció que el Gobierno canadiense ya no se referiría al Daesh como “Estado Islámico”. Dijo que Daesh no era ni islámico ni era un Estado. Sus comentarios fueron bien hechos y demuestran que los gobiernos occidentales son muy conscientes del hecho de que tal terrorismo no está basado en el Islam. Sin embargo, al mismo tiempo, no se han tomado medidas eficaces para detener la financiación y el crecimiento de estos grupos. He hablado extensamente sobre la falta de justicia en el mundo y explicaré ahora cuál es el concepto de justicia del Islam. Como el tiempo es limitado, citaré sólo dos versículos del Sagrado Corán que ilustran las enseñanzas sin precedentes del Islam de igualdad y equidad.

El capítulo 4, versículo 136 del Sagrado Corán dice:

“¡Oh vosotros, los que creéis! Sed estrictos en la observancia de la justicia, actuando de testigos por la causa de Al-lah, aunque sea contra vosotros mismos, vuestros padres y familiares. Sea rico o pobre, Al-lah está más atento a ambos que vosotros. No sigáis pues los bajos deseos para que podáis actuar con equidad. Y si ocultáis la verdad o la eludís, recordad que Al-lah conoce muy bien todo lo que hacéis.”

En este versículo, se ordena a los musulmanes a estar listos para dar testimonio contra ellos mismos y los miembros de sus familias, para establecer la verdad y para servir a la justicia. La lealtad de un musulmán a la verdad debe tener precedencia sobre todo lo demás. Después, en el capítulo 5, versículo 9 del Sagrado Corán, Al-lah el Todopoderoso declara:

“¡Oh vosotros, los que creéis! Sed perseverantes en la causa de Al-lah en calidad de testigos justos; y que la enemistad de un pueblo no os incite a actuar con injusticia. Sed siempre justos, porque eso está más cerca de la virtud. Y temed a Al-lah. En verdad, Al-lah es consciente de lo que hacéis.”

Habiendo instruido a los musulmanes a estar dispuestos a testificar contra sí mismos, en este versículo el Corán les ordena que sean imparciales y que sean justos con todas las partes, incluyendo a sus enemigos y oponentes. Este es el nivel exaltado de justicia defendido por el Islam, y, por lo tanto, si los gobiernos musulmanes de hoy no están siguiendo esta enseñanza es por su culpa. Por lo tanto, sería totalmente injusto y equivocado culpar al Islam por sus fechorías.

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Además, repito que el mundo Occidental no es irreprochable y que depende de ellos dejar de lado sus propios intereses creados y trabajar desinteresadamente por un futuro mejor y más brillante para nuestros hijos y las futuras generaciones. Si cada política que se hace estuviera basada en los fundamentos sólidos de la justicia y de la integridad, entonces, automáticamente, los conflictos que han consumido el mundo se verían resueltos sin el recurso de la violencia, del derramamiento de sangre y de la brutalidad. Si realmente queremos la paz en nuestro tiempo, entonces debemos actuar con justicia. Debemos valorar la igualdad y la imparcialidad.

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Tanto musulmanes como no musulmanes debemos perseguir los estándares universales de justicia esbozados en el Sagrado Corán. Tal como el Profeta del Islam (que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) tan bellamente ha declarado, debemos desear para los demás, lo que amamos para nosotros mismos. Debemos luchar por los derechos de los demás con el mismo celo y determinación que luchamos por nuestros propios derechos. Debemos ampliar nuestros horizontes y mirar lo que es correcto para el mundo, en lugar de mirar lo que es correcto para nosotros. Estos son los medios para lograr la paz en nuestra época.

Desde las profundidades de mi corazón, rezo para que Al-lah el Todopoderoso conceda sabiduría a todos los partidos y a todas las naciones, de modo que sea con este espíritu desinteresado con el que todos trabajen juntos para el mejoramiento de la humanidad. Con estas palabras les doy las gracias a todos: Muchas gracias.”

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