Una mezquita de seguridad y paz
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Como parte de su gira canadiense, Su Santidad Mirza Masrur Ahmad, Jalifatul Masih V, Jalifa de la Comunidad Musulmana Ahmadía, inauguró la Mezquita Baitul Amman en la ciudad de Lloydminster en el oeste de Canadá el 5 de noviembre de 2016. Al llegar a la mezquita, Su Santidad descubrió una placa conmemorativa de la apertura, que fue seguida por una oración silenciosa. A partir de entonces, Su Santidad dirigió en congregación las oraciones del Magreb (tarde) e Isha (noche) desde la nueva mezquita. Al día siguiente, 6 de noviembre de 2016, tuvo lugar una recepción especial para celebrar la inauguración de la nueva mezquita, en la que Hazrat Mirza Masrur Ahmad pronunció el discurso de apertura. Antes del discurso inaugural, el Presidente Nacional de la Comunidad Musulmana Ahmadía de Canadá, Lal Khan Malik, lo recibió con un discurso de bienvenida, seguido de las declaraciones del alcalde electo de Lloydminster, Gerard Albers, quien dio la bienvenida a Hazrat Mirza Masrur Ahmad a la ciudad. Posteriormente, varios otros dignatarios también entraron en escena, incluyendo a Colleen Young, MLA de la provincia de Saskatchewan, Jason Kenney, ex Ministro Federal de Integración y Ministro Federal de Defensa, y John Gormley, ex político y actual anfitrión de un conocido programa radiofónico. Presentamos a continuación el discurso inaugural pronunciado por Su Santidad en esta ocasión.

Hazrat Mirza Masrur Ahmad, Quinto sucesor del Mesías Prometido, Jalifa del Islam, dijo:

Bismil-lahir Rahmanir Rahim — en el Nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso.

A todos los distinguidos invitados, Assalamo Alaikum Wa Rahmatul-lahe Wa Barakatohu — la paz y las bendiciones de Al-lah sean con todos ustedes.

En primer lugar, quisiera aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a todos nuestros invitados que se nos han unido aquí esta tarde con motivo de la inauguración de nuestra nueva mezquita. El evento de hoy no es ni un acontecimiento político ni un evento mundano, y tampoco se ha organizado para discutir y analizar los asuntos mundiales; al contrario, es un evento puramente religioso organizado para marcar la apertura de un lugar de culto religioso – la Mezquita Baitul Amman – construida por una comunidad islámica.

Mientras nos reunimos hoy aquí, es un hecho innegable que estamos pasando por tiempos difíciles y que el futuro del mundo es cada vez más incierto. Los conflictos continúan extendiéndose y aumentando en varios países, y en particular en ciertas naciones musulmanas. Cualquiera que tenga un ligero interés en los asuntos actuales puede tener una impresión negativa de los musulmanes y de las mezquitas, y verlos con cierto miedo y sospecha. En casi todos los boletines de noticias hay informes de derramamiento de sangre y de violencia, en los que los gobiernos están luchando contra grupos rebeldes locales, y las hostilidades han evolucionado a guerras civiles completas en las que miles de miles de personas inocentes están siendo atacadas y asesinadas. Las brutalidades que ocurren son horribles y constituyen una fuente de vergüenza para la humanidad.

En vez de armas pequeñas y de bajo nivel, estamos viendo cómo se disparan misiles formidables y aterradores, y los bombardeos pesados ​​y los ataques aéreos son rutinarios. Los pueblos y las ciudades están siendo devastadas y dejadas en ruinas. A través de las calles fluyen ríos de sangre, y se está dejando a un sinnúmero de personas desamparadas y desplazadas. Los medios de comunicación están proporcionando una cobertura global constante de tales atrocidades y, por lo tanto, no es de extrañar que algunos no musulmanes hayan desarrollado dudas y temor hacia el islam. Esas reservas se intensifican ahora en determinados países donde el odio y la intolerancia de los musulmanes sale a la superficie.

Teniendo en cuenta todo esto, el hecho de que hayan venido a asistir a una inauguración de una mezquita, que es un evento puramente islámico, es una señal de extraordinario coraje por su parte. También es una señal de que ustedes no están entre aquellas personas que han caído presa de la falsa creencia de que el islam es una religión de violencia o extremismo, sino que han entendido que la discordia y la falta de paz en los países musulmanes no está vinculada a las enseñanzas del islam. Esto muestra que ustedes aprecian que los conflictos son en realidad el resultado de la lucha de los gobiernos locales y los elementos rebeldes, buscando sin sentido afirmar su dominio uno sobre otro, y priorizando por encima de todo a sus propios intereses creados. Por el contrario, a través de su contacto con los musulmanes áhmadis, ustedes habrán visto que nuestras creencias y nuestras prácticas están en completo contraste con la violencia y con la injusticia que se perpetra en el mundo musulmán.

Cada musulmán áhmadi en cada pueblo, ciudad y nación, rechaza todas las formas de extremismo, y siente un inmenso dolor y angustia por la carnicería y el desorden perpetrado en algunos países musulmanes. Del mismo modo, sentimos dolor extremo y devastación cuando presenciamos atentados suicidas y otros ataques terroristas brutales que tienen lugar no sólo en los países musulmanes, sino también, cada vez más, en el mundo occidental. Condenamos incondicionalmente tales atrocidades y las consideramos una completa afrenta a las verdaderas enseñanzas del islam.

Sin embargo, a pesar de la naturaleza pacífica y tolerante de los musulmanes áhmadis, todavía puede haber algunas personas aquí o en su comunidad local, que tengan reservas sobre la apertura de esta mezquita. Esto es muy comprensible dado el estado actual del mundo, y así repito que su participación de hoy es un acto extremadamente valiente y un signo de que poseen corazones abiertos y mentes amplias. Por su amable y encomiable gesto, se los agradezco. Mi agradecimiento no lo expreso simplemente como un gesto vacío o por atenta cortesía, sino que al contrario, lo ofrezco con sinceridad, y de acuerdo con mi fe y mi religión. Esto se debe a que el Fundador del islam, el Santo Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él), dijo que una persona que no muestra gratitud a sus semejantes no es agradecida a Al-lah el Todopoderoso.

El Profeta del islam (que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) enseñó que ser agradecido con los demás es un medio para llegar a Al-lah el Todopoderoso, y de ese modo, profesar la gratitud es en realidad un principio de gran importancia para un verdadero musulmán, y un ejemplo hermoso de las enseñanzas pacíficas y completas del islam. Además, el Santo Profeta (que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) no dijo que los musulmanes debían limitar su aprecio a otros musulmanes, sino que les enseñó a mostrar gratitud a todas las personas, sin importar su fe o sus creencias. Por lo tanto, al mismo tiempo que mi expresión de agradecimiento es sincera, también constituye una obligación religiosa para mí.

Con estas palabras de introducción, quisiera hablarles brevemente de las propias mezquitas y de sus verdaderos objetivos. La palabra árabe para denominar a la mezquita es “masjid” y esta palabra significa literalmente el lugar donde la gente se congrega en completa humildad y sumisión para adorar a Dios Todopoderoso. Si una persona entra en una mezquita con este espíritu humilde, considerando que no vale nada, nunca podrá desear ningún tipo de daño a los demás, o ser causa de discordia o animosidad. Un musulmán que ofrece sus oraciones con humildad es una persona amable, cariñosa y misericordiosa, que se esfuerza por mantenerse alejado de la inmoralidad, de la actividad ilegal y de todas las formas de la maldad.

En lugar de promover el desorden o la división, las mezquitas son un medio para reunir a las personas en humildad, para la adoración de su Creador. Por lo tanto, en el capítulo 5, versículo 3 del Sagrado Corán, Al-lah el Todopoderoso afirma:

“Y que la enemistad de un pueblo, que les puso trabas para entrar en la Mezquita Sagrada, no los incite a transgredir. Más bien ayúdense mutuamente en justicia y piedad; pero no en el pecado y la transgresión. Y teman a Al-lah; en verdad, Al-lah es severo en el castigo.”

Este versículo establece el deber de un musulmán de actuar pacíficamente en todo momento y en todos los lugares. Aquí Al-lah el Todopoderoso prohibió a aquellos primeros musulmanes que habían sido perseguidos sin misericordia que respondieran injustamente o que transgredieran en contra de sus opresores, a pesar de que éstos habían tratado de impedirles entrar en la Sagrada Mezquita, que es el lugar más reverenciado en el islam. En consecuencia, el Sagrado Corán ha establecido un estándar sin precedentes de tolerancia, justicia y paciencia que los musulmanes han de cumplir, y por el que están obligados a actuar con justicia, gracia y equidad, incluso con aquellos que buscan negarles su libertad religiosa.

En lugar de venganza o represalia, el Sagrado Corán llama a los musulmanes a mostrar nobleza, y a defender los más altos valores morales posibles, incluso en las circunstancias más difíciles. Por lo tanto, debe quedar claro que no hay ninguna necesidad de temer a las verdaderas mezquitas, porque no son lugares de venganza o de odio, sino que son moradas de paz, armonía y unidad construidas en el interés de la adoración a Dios Todopoderoso. Además, en el capítulo 4, versículo 37 del Sagrado Corán, Al-lah el Todopoderoso dice:

“Y adoren a Al-lah y no asocien nada a Él y muestren bondad a los padres, a los parientes, a los huérfanos y necesitados, al vecino afín a ustedes y al extraño, al compañero que está a su lado, al viajero y a los que poseen sus diestras. En verdad, Al-lah no ama a los orgullosos ni a los jactanciosos”.

En este versículo, Al-lah el Todopoderoso ha instruido a los musulmanes a mostrar los mejores valores morales en todo momento y a todas las personas. Requiere que los musulmanes sirvan amorosamente a la humanidad, sin importar el color, la casta o el credo; desde el círculo interior que comprende a los padres, familiares y amigos de una persona, hasta los más pobres, necesitados, huérfanos, y otros miembros vulnerables de la sociedad. Del mismo modo, a los musulmanes se les ha enseñado a amar, proteger y honrar a sus vecinos. Y de acuerdo con las enseñanzas del islam, el alcance del vecindario es extremadamente vasto y profundo. El término “vecinos” no son sólo incluye a los que viven cerca, sino también a muchas otras personas, como los colegas del trabajo y los compañeros de viaje. Por lo tanto, la esfera del afecto en el islam es ilimitada, y, en consecuencia, ¿cómo podría un verdadero musulmán tratar nunca de dañar a otros, o ser causa del desorden en la sociedad? Además, Al-lah el Todopoderoso ha declarado que los musulmanes nunca deben ser presa de la arrogancia o del orgullo, sino que deben ser humildes y mansos.

Este es el camino del islam. Este es el camino de los verdaderos musulmanes. En esencia, el islam requiere que todo musulmán muestre amor y compasión a toda la humanidad. Obliga a los musulmanes a compartir la felicidad de los demás y a considerar el dolor y la pena de los demás como si fueran suyos. En resumen, un verdadero musulmán es una persona que es misericordiosa y compasiva; y una verdadera mezquita es un centro de paz y seguridad para toda la humanidad.

A la luz de tales enseñanzas benevolentes e inclusivas, ¿cómo podría considerarse a una mezquita un lugar de peligro o algo que inspira temor? Ciertamente siempre que los musulmanes ahmadíes construyen mezquitas en cualquier lugar, lo hacen con el doble objetivo de cumplir con los derechos de Dios Todopoderoso y también de cumplir con los derechos de la humanidad.

Nuestras mezquitas se construyen con el propósito de reunir a la gente y de servir a nuestros vecinos y a la sociedad local. Nuestras mezquitas son faros de luz que irradian paz, amor y humanidad. Dondequiera que hemos construido mezquitas, o hemos establecido comunidades ahmadíes, buscamos aliviar el sufrimiento de la gente de la localidad, porque Al-lah el Todopoderoso ha vinculado el cumplimiento de Sus derechos con el cumplimiento de los derechos de la humanidad. Nuestra fe nos enseña que nuestra adoración y nuestras oraciones carecen de valor si no amamos, sostenemos y queremos a los que nos rodean. A la luz de esta enseñanza, nos esforzamos por ofrecer un futuro mejor a los miembros más vulnerables y empobrecidos de la sociedad.

Por ejemplo, en África y en otras partes del mundo, la Comunidad Ahmadía del islam se esfuerza constantemente por servir a la población local, y trata de satisfacer sus necesidades, independientemente de su religión, su fe o sus antecedentes. Estamos proporcionando atención sanitaria y educación mediante la construcción de hospitales y escuelas en las partes más desfavorecidas del mundo. También estamos trabajando para proporcionar agua potable limpia y transportable a la gente. Aquí en el mundo occidental es difícil comprender el verdadero valor del agua porque nuestros grifos y duchas fluyen constantemente. Sólo cuando se visitan las partes más aisladas de África, y se ven con los propios ojos a los niños pequeños caminando muchos kilómetros cada día, bajo un calor abrasador, con el propósito de llenar las vasijas de agua que llevan con equilibrio sobre sus cabezas, cuando nos damos cuenta de que el agua es realmente un producto precioso. E incluso esa agua, por la que se hace tanto esfuerzo, rara vez está limpia, sino que normalmente está contaminada y es una fuente de enfermedad.

Por lo tanto, tratamos de aliviar las dificultades de estas personas mediante la instalación de pozos y bombas de agua que proporcionan agua potable limpia en sus puertas. La visión de la auténtica alegría en las caras de estas personas desposeídas, cuando ven agua limpia por primera vez, es indescriptible. En lugar de tener que llevar vasijas de barro sobre sus cabezas durante horas y horas, esos niños están siendo educados ahora en escuelas creadas por nuestra Comunidad. Estamos tratando de liberarlos de la esclavitud de su pobreza y ayudarlos a mantenerse sobre sus propios pies, para que puedan crecer para servir, no sólo a sus familias, sino también a sus naciones. Al proporcionar este servicio, los musulmanes ahmadíes nos sentimos llenos de alegría y deleite con la conciencia de que hemos sido capaces de servir a nuestros vecinos y a los necesitados, y de esta manera hemos podido seguir las enseñanzas de nuestra religión. Consideramos que es nuestra buena fortuna aliviar el peso de la desesperación de los hombros de esas personas empobrecidas.

Este es el verdadero islam, donde aparte de adorar a Dios Todopoderoso, los musulmanes se esfuerzan seriamente para proporcionar consuelo a los demás. En el limitado tiempo disponible, sólo he podido presentarles brevemente las verdaderas enseñanzas del Islam; sin embargo, estoy seguro de que tras escuchar mis palabras, se habrán sentido tranquilizados. Si alguien anteriormente tenía reservas sobre esta mezquita, espero que ahora las haya eliminado. Ciertamente, creo que, Dios mediante, ustedes vendrán a ver por si mismos que este no es sólo un lugar de culto para los musulmanes ahmadíes, sino que es un centro de paz para toda la humanidad. Ustedes serán testigos de primera mano de cómo los musulmanes ahmadíes que viven en este área tratarán de servir a sus vecinos y a su sociedad con más intensidad que antes.

Rezo para que nuestros vecinos y, ciertamente, todos los miembros de la sociedad, vengan a ver y atestigüen por sí mismos estos elevados estándares de benevolencia, cuidado y consideración de los musulmanes ahmadíes de la localidad. Y rezo para que nunca seamos motivo de dolor o preocupación para nadie. Estoy seguro de que los musulmanes ahmadíes de esta zona actuarán de esta manera y se esforzarán por servir a la humanidad de forma desinteresada y de todo corazón.

Que Al-lah les permita hacerlo.

Con estas palabras, quisiera una vez más agradecerles a todos por unirse a nosotros esta tarde. Que Al-lah los bendiga a todos. Muchas gracias”.

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