El valor de la paz y las devastadoras consecuencias de una guerra nuclear
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

El 23 de noviembre de 2015, el Jefe Supremo de la Comunidad Musulmana Ahmadía, el Quinto Jalifa, Su Santidad Hazrat Mirza Masrur Ahmad, pronunció su discurso principal en una recepción especial celebrada en su honor en el Hotel Hilton de Odaiba, Tokio. Asistieron a la recepción más de 60 personas, en la que Su Santidad hizo una reflexión sobre los ataques nucleares ocurridos en Hiroshma y Nagasaki hace 70 años. Al inicio de la velada dos oradores invitados — el Dr Mike Sata Yasuhiko PhD Presidente del Grupo de Industrias Tokibo y el Sr. Endo Shinichi, de Tohoku, la región más afectada por el terremoto y tsunami del 2011— también se dirigieron a la audiencia

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Tras recitar el Tashhhud, Ta´awwuz y Bismil-lah, Hazrat Mirza Masrur Ahmadaba, Jalifatul Masih V, dijo:

“Distinguidos invitados:  Assalamo Aleikum wa Rahmatul-lahe wa barakatuhu (la paz y bendiciones de Al-lah sean con ustedes).

Ante todo, quisiera aprovechar esta oportunidad para expresar mi agradecimiento a todos los invitados que han aceptado nuestra invitación al presente acto. Vivimos momentos muy inestables y peligrosos en los que la situación del mundo es causa de grave preocupación. Los conflictos y desórdenes predominan en el mundo y amenazan la paz y seguridad internacional.

Si observamos el mundo musulmán, nos daremos cuenta de que en distintos países los gobiernos han involucrado a su propia población en guerras brutales. El derramamiento de sangre y la violencia irracional están destruyendo la estructura de tales naciones. Los grupos terroristas se aprovechan del vacío de poder resultante al adquirir control de ciertas áreas y establecer sus autodenominados gobiernos y normativas. Actúan con tremenda atrocidad y cometen las barbaridades más crueles inimaginables, no solamente dentro de sus propios países, sino también en Europa, siendo los recientes ataques de París un reciente ejemplo de su brutalidad.

En la Europa del Este, las hostilidades entre Rusia y Ucrania y otros países europeos siguen aumentando. Además, recientemente se han incrementado las tensiones entre los Estados Unidos y China en relación con la incursión de un buque de guerra americano en el Mar del Sur de China. Es bien sabido que también existe un largo conflicto territorial entre China y Japón sobre las islas disputadas.

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La cuestión de Cachemira entre India y Pakistán es una fuente constante de conflicto y no tiene visos de disminuir. Del mismo modo, las tensiones entre Israel y Palestina han destruido también la paz de la región.

En África, los grupos terroristas han ganado poder y control sobre ciertas regiones y están causando una extensa destrucción y devastación. Aquí solamente he mencionado algunos de los problemas a los que se enfrenta el mundo. Existen sin duda muchos más ejemplos de discordia y malestar.

Por lo tanto, la única conclusión posible es que la violencia y el desorden predominan cada vez más en el mundo. Las guerras del mundo moderno poseen mucha mayor envergadura que en las épocas anteriores. Los conflictos no están limitados a una parte del mundo, ni tampoco son locales, sino que sus efectos y consecuencias tienen mucho mayor alcance.

Tanto los medios de comunicación tradicionales como los medios de comunicación instantáneos han transformado al mundo en un pueblo global. En la antigüedad una guerra podía circunscribirse solamente al ámbito de los que participaban directamente en la misma. Sin embargo, en la actualidad, las consecuencias de todos los conflictos y guerras son realmente globales.  De hecho, durante muchos años he venido indicando que el mundo debe percatarse de que los efectos de la guerra en una región pueden afectar, y de hecho afectan, a la paz y armonía de otras partes del mundo.

Si miramos hacia atrás en la historia de las dos guerras mundiales que ocurrieron en el siglo XX, es bien sabido que el armamento disponible de aquella época no era en absoluto tan sofisticado ni letal como las armas y arsenales de la actualidad.  A pesar de ello, se afirma que alrededor de 70 millones de personas murieron solamente en la Segunda Guerra Mundial y que la mayoría de los que perdieron sus vidas eran civiles inocentes. Por lo tanto, el potencial actual para el desastre y la catástrofe es inimaginable.

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos poseía armas nucleares, las cuales, a pesar de ser extremadamente destructivas, no poseían en absoluto la potencia de las armas nucleares modernas. Además, las grandes potencias no son las únicas que poseen bombas nucleares, sino que incluso están también en posesión de algunos países de menor envergadura.

Aunque es posible que las grandes potencias utilicen tales armas como elemento de disuasión, no existe ninguna garantía de que los países pequeños se atengan a tal restricción. No podemos garantizar que no utilicen nunca estas armas nucleares. Por lo tanto, es evidente que el mundo está al borde del desastre.

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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, vuestra nación tuvo que hacer frente a la devastación y el dolor más terrible que se puede concebir cuando cientos de miles de vuestros ciudadanos fueron asesinados despiadadamente y dos de vuestras ciudades fueron demolidas y destruidas en un ataque nuclear que avergonzó a la humanidad.

Tras haber presenciado y soportado esta tragedia sobrecogedora, el pueblo japonés jamás deseará que se repitan de nuevo este tipo de ataques, ya sea aquí en Japón o en ninguna otra parte del mundo, pues vuestro pueblo tiene la capacidad de entender las consecuencias horribles y destructivas de una guerra nuclear.

Vuestro pueblo es consciente de que las repercusiones y secuelas de este tipo de armamento no han afectado solamente a una generación, sino que continúan afectando a las generaciones venideras. Sois un pueblo que puede atestiguar el mal sin precedentes de las armas nucleares.  Por lo tanto, ningún otro país conoce mejor el valor de la paz y seguridad que el pueblo japonés.

Afortunadamente, Japón se ha recuperado y hoy es una nación muy desarrollada. Por lo tanto, teniendo presente su historia pasada, Japón debe ahora asumir la responsabilidad de establecer la paz en el mundo.

Lamentablemente, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Japón fue objeto de ciertas restricciones y sanciones, por lo que a vuestra nación le puede resultar difícil dar grandes pasos o conformar la dirección del mundo en general.

No obstante, vuestro país aún juega un papel importante en cuestiones políticas y mundanas, por lo que debéis emplear vuestra considerable influencia de la forma más positiva y esforzaros por lograr la paz entre las naciones y pueblos.

Este año se cumplen 70 años de aquellos días desesperados de la historia, en los que se arrojaron bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, originando una total destrucción, miseria y tormento en vuestra nación.

El hecho de que hayáis construido museos que reflejan un cuadro exacto de la devastación y carnicería y el hecho de que aún siguen persistiendo los efectos de las bombas nucleares, los japoneses siguen siendo conscientes del grado de peligro que conllevan la guerra y los conflictos.

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Como he mencionado anteriormente, la tragedia que acarreáis se vio agravada debido a las restricciones crueles y totalmente innecesarias que se impusieron sobre vosotros después de la postguerra de Japón. A medida que transcurran las décadas se convertirán en un recordatorio constante de las consecuencias catastróficas de la guerra.

Cuando se utilizaron las armas nucleares contra Japón, el Jefe de la Comunidad Musulmana Ahmadía de aquella época, que entonces era nuestro segundo Jalifa, condenó el ataque en términos tajantes. Dijo:

“Nuestra enseñanza moral y religiosa nos exige proclamar ante el mundo entero que, para nosotros, este acto horrífico y derramamiento de sangre no puede ser justificado bajo ninguna circunstancia ni en modo alguno. No me preocupa que a determinados gobiernos no les agrade lo que afirmo.”

El Segundo Jalifa añadió que en el futuro no preveía que la guerra iba a desaparecer; por el contrario, vio que en un futuro se avecinaba una escalada de violencia y conflictos.

En la actualidad estas palabras de advertencia han demostrado ser totalmente ciertas. Aunque aún no se haya declarado oficialmente una Tercera Guerra Mundial, en realidad se está produciendo ya una guerra a nivel global. En todo el mundo hombres, mujeres y niños son asesinados y torturados y sometidos a las crueldades más desgarradoras.

En lo que a nosotros respecta, la Comunidad Musulmana Ahmadía siempre se ha pronunciado por la denuncia de cualquier tipo de crueldad y opresión, al margen del lugar en que ocurra, pues las enseñanzas del Islam exigen que nos pronunciemos en contra de la injusticia y ayudemos a aquellos que lo necesiten o que están siendo maltratados. Como ya he mencionado, el Jefe de la Comunidad Musulmana Ahmadía condenó el empleo de las bombas nucleares contra Japón en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Además, un áhmadi musulmán muy conocido y prominente, que gozaba de un gran prestigio e influencia en el mundo, decidió defender a Japón y a su pueblo. Me refiero a Sir Chaudhry Zafrullah Khan, que aparte de ostentar numerosos cargos internacionales importantes, fue el primer Ministro de Asuntos Exteriores y más tarde se convirtió en Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, condenó públicamente los intentos de imposición de sanciones injustas a Japón por parte de algunas potencias.

Al dirigirse a la Cumbre de Paz de San Francisco en 1951, en su papel de líder de la delegación de Pakistán, Chaudhry Zafrullah Khan dijo:

“La paz con Japón debe basarse en la justicia y la reconciliación, en lugar de la venganza y la opresión. En un futuro, Japón jugara un papel importante como resultado de una serie de reformas iniciadas en la estructura social y política de Japón, que ofrece una promesa brillante de progreso y que da derecho a Japón a ocupar su lugar como un igual en la fraternidad de las naciones pacíficas.”

Su discurso estaba basado en las enseñanzas del Santo Corán y en la vida del Santo Profetasa del Islam. Basándose en las verdaderas enseñanzas del Islam, dijo que el vencedor de cualquier guerra nunca debe recurrir a la injusticia ni colocar restricciones innecesarias a la parte vencida, pues limita su progreso y prosperidad futuros.

Chaudhry Zafrullah Khan hizo esta declaración histórica en defensa de Japón, ya que, como áhmadi musulmán, no representaba solamente al Estado de Pakistán, sino que representaba, ante todo, las enseñanzas excelsas del Islam.

Por lo tanto, como ya he mencionado, vosotros comprendéis mejor que nadie las consecuencias de la guerra y la crueldad. Por ello, el Gobierno Japonés debe tratar de contrarrestar y prevenir todo tipo de inhumanidades, persecuciones e injusticias, a todos los niveles y de todos los modos posibles. Debe tratar de asegurarse que el atroz ataque que sufrieron no vuelva a repetirse en el futuro en ninguna parte del mundo.

Dondequiera que se aviven las llamas de la guerra, los líderes de Japón y su pueblo deben asumir sus responsabilidades en el alivio de las tensiones y el establecimiento de la paz. En cuanto al Islam se refiere, algunas personas la consideran una religión bárbara y violenta.  Para reforzar sus argumentos recalcan el hecho de que el terrorismo y la guerra reinan por doquier en el mundo musulmán.

Sin embargo, sus creencias son totalmente erróneas. En realidad, la enseñanza islámica de paz no tiene paralelo en la historia del mundo. Por esta razón, nuestro Segundo Jalifa y Chaudhry Zafrullah Khan se pronunciaron rotundamente en contra de las atrocidades cometidas contra vuestra nación. Procederé ahora a explicar muy brevemente cuáles son las enseñanzas islámicas.

Como principio fundamental, el Islam dice que cualquier guerra emprendida en aras de intereses geopolíticos o económicos o con el propósito de asumir el control de los recursos naturales no puede ser justificada en ningún momento. Además, en el capítulo 16, versículo 127 del Sagrado Corán, Dios Todopoderoso ha dicho que durante el estado de guerra cualquier condena debe ser proporcional al crimen cometido y nunca debe exceder los límites debidos. El Corán dice que, tras la conclusión de la guerra, es preferible perdonar y mostrar paciencia.

De igual modo, en el capítulo 8, versículo 62, el Santo Corán declara que cuando las relaciones entre dos grupos se rompen y se inician los preparativos para la guerra, si los adversarios buscan la reconciliación, incumbe al otro grupo aceptar su gesto y depositar su confianza en Dios. El Corán dice que no se debe especular acerca de la motivación o sinceridad de la parte contraria, sino que siempre se debe hacer lo posible por llegar a una resolución pacífica. La enseñanza coránica es un factor clave para el mantenimiento de la paz y seguridad internacional.

En el capítulo 5, versículo 9, Dios Todopoderoso ha proclamado que la enemistad de una nación o pueblo no debe inducir a nadie a sacrificar los principios de justicia y equidad.

Por el contrario, el Islam enseña que, en todas las circunstancias, sea cual fuere el desafío, hay que atenerse firmemente a los principios de la justicia e integridad. Efectivamente, la justicia es el instrumento para mejorar las relaciones, eliminar las frustraciones y hacer desaparecer las causas de la guerra. En el capítulo 24, versículo 34, el Corán dice que si después de una guerra victoriosa se estipulan ciertas cuotas fiscales sobre los prisioneros de guerra para obtener su liberación, las condiciones deben ser razonables, para que puedan cumplirse fácilmente, y lo idóneo es que les sea permitido el pago a plazos.

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En capítulo 49, versículo 10, del Sagrado Corán contiene un principio dorado para el establecimiento de la paz, al afirmar que en caso de disputa entre las naciones o grupos, las terceras parte deben mediar para lograr una solución pacífica.

En el caso de un acuerdo, si cualquiera de las partes contraviene injustamente el acuerdo negociado, entonces las demás naciones deben unirse y emplear la fuerza si es necesario para detener al agresor. Sin embargo, en el supuesto de que la parte agresora se retirara, esta no debería sufrir restricciones indebidas, sino que, al contrario, se le debería permitir avanzar como nación independiente y sociedad libre.

Este principio posee una gran importancia en el mundo de hoy, en particular con respecto a las grandes potencias y las organizaciones internacionales, como las Naciones Unidas. Si actúan de acuerdo con estos valores, se podrá establecer en el mundo la paz y la justicia y desaparecerán naturalmente las frustraciones innecesarias.

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Igualmente, existen otras muchas ordenanzas coránicas que explican cómo se puede crear la paz en el mundo y el modo de poner fin a todas las guerras. Nuestro Dios Clemente y Misericordioso nos ha otorgado las claves de la paz, pues desea que Su Creación conviva con armonía y se libere de todo tipo de odio y discordia.

Con estas palabras, me gustaría pedirles a todos ustedes que emplearan su influencia para difundir la paz y armonía en el mundo. Dondequiera que exista desorden o conflicto en el mundo, nuestra obligación colectiva es defender la justicia y luchar por la paz, para librarnos de la repetición de esa horrible guerra que tuvo lugar hace 70 años y cuyas consecuencias catastróficas se hicieron sentir durante décadas, y posiblemente aún persisten.

Aunque ya se haya iniciado otra guerra mundial a pequeña escala, debemos cumplir con nuestras obligaciones y esforzarnos por la paz antes de que la situación se agrave aún más y envuelva al mundo entero, y antes de que se utilicen de nuevo las armas más aborrecibles y mortales, capaces de destruir a nuestras futuras generaciones.

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Por lo tanto, debemos cumplir con nuestras obligaciones y unirnos. En lugar de agruparnos en bloques contrapuestos, debemos unirnos y cooperar mutuamente. No tenemos otra opción viable, pues si se produce una Tercera Guerra Mundial propiamente dicha, la devastación y estela de destrucción resultantes son inimaginables. Entonces consideraremos sin duda que las guerras del pasado fueron, en comparación, de mucha menor envergadura.

Pido para que el mundo se percate de la gravedad de la situación antes de que sea demasiado tarde y que la humanidad se incline ante el Dios Todopoderoso y cumpla Sus derechos y los derechos del prójimo.

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Que Dios otorgue sensatez e inteligencia a quienes originan conflictos en nombre de la religión o a quienes emprenden guerras en aras de sus intereses geopolíticos o económicos, y se den cuenta de lo absurdas y destructivas que son sus actividades. Quiera Dios que en todas las partes del mundo se propague una paz verdadera y duradera.

Con estas palabras, les reitero mi agradecimiento por su asistencia al evento de hoy.

Muchas gracias.”

Imagen: cortesía de Robert S. DonovanLicencia Creative Commons

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