El Conflicto del Golfo
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Versión española del sermón pronunciado por el Jefe Supremo Espiritual de la Comunidad Ahmadía, Hazrat Mirza Tahir Ahmad, el 11 de enero de 1991 en la Mezquita de Londres

Tras la conquista del fuerte Jaibar, el Santo Profeta Mohammad contrajo matrimonio con Hazrat Safia. En su viaje de regreso, el Santo Profeta le dijo: “Safia, te ruego me perdones por lo que hice con tu pueblo, es decir, la conquista de Jaibar y la consiguiente represalia contra los judíos. Pero también deseo aclarar que tu pueblo me ha dispensado un trato muy injusto, para que no creas erróneamente que se trata de una conquista injusta motivada por algún prejuicio”, exponiéndoles a continuación la crueldad e injusticia de las tribus judías, destacando especialmente los agravios y ultrajes de que él mismo fue objeto. El propósito de esta conversación era eliminar del corazón de su nueva esposa cualquier malentendido al respecto y respecto a la persona del Santo Profeta.

Hablando del conflicto Irak-Kuwait, sobre el que ya he expuesto en varias alocuciones anteriores la actitud de Occidente hacia los países musulmanes, me ha asaltado en varias ocasiones la idea de que los ahmadis musulmanes de occidente piensen que nuestras críticas se deben a algún tipo de prejuicio racial.

Pues bien, ante todo deseo dejar claro que entre los mensajes del Santo Profeta Mohammad destacaba uno que transmitió tanto verbalmente como en la práctica, y que decía: “La religión es totalmente ajena a la discriminación racial, pues la religión no tolera ningún tipo de diferencia ni hostilidad a causa de ningún prejuicio”. En este sentido, la Comunidad Ahmadía sigue fielmente el ejemplo del Santo Profeta Mohammad, pues su objeto es revivir los sublimes aspectos del Sunna (ejemplo del Santo Profeta) que la mayoría de los musulmanes ha olvidado.

Por lo tanto, que a nadie le quepe la menor duda de que la Comunidad Ahmadía está totalmente libre de prejuicios, tanto en las divisiones entre Oriente y Occidente, como en los conflictos entre blancos y negros, pues los prejuicios raciales no pueden coexistir con el Islam. Las críticas que dirijo, y seguiré dirigiendo, están sustentadas por los principios de la alta moralidad islámica, y el objeto de estas críticas seguirá siendo blanco de las mismas, no con el ánimo de agravio, sino por cuestiones de derecho.

Por ello, siempre que realizo cualquier análisis lo hago con el corazón limpio, y mis críticas no conllevan prejuicios, sino la verdad más clara y transparente, una verdad que resulta molesta en algunos aspectos a algunos, y en otros a otros, pero que no podemos evitar, pues siempre estaremos al lado de la verdad, de la palabra de Dios y de la Sunna del Santo Profeta, a los que deberá unirse todo el que quiera unirse a nosotros.

Tras esta breve aclaración, expondré de nuevo la situación mundial ante el conflicto Irak-Kuwait. Ante el estrecho margen de tiempo para que se cumpla el plazo fijado por la ONU, se aceleran los intentos por la paz y la tendencia parece perfilarse hacia las indicaciones que, en base a la enseñanza coránica, ya había presentado. Yo había aconsejado a las naciones que englobaran este asunto dentro del marco islámico, y que fuera el mundo islámico el que resolviera este problema. Pero es de lamentar que las iniciativas en este sentido hayan sido muy tardías. Tan sólo hace unos días, en una reunión celebrada en Pakistán, se ha hecho un intento por parte de este país para encontrar una solución al conflicto dentro del marco islámico. Pero ya parece demasiado tarde para llegar a un arreglo.

El panorama presente es que los Estados Unidos y Gran Bretaña encabezan la lista de naciones que han tomado la determinación de aplastar irremediablemente a Irak. Bajo su dirección y liderazgo, se hacen sonar las trompetas de la guerra y se proclama una y otra vez que es necesario borrar a Irak del mapa para la supervivencia de las demás naciones del mundo, pues si Irak permanece en pie con su gran poderío militar, la paz del mundo está condenada a desaparecer y éste correrá un grave riesgo. Estas son las proclamaciones que se propagan y difunden por todos los rincones de la tierra. A través de revistas y reportajes que los medios de comunicación publican sin cesar en estos días se informa al público de los crímenes que Irak ha cometido con Kuwait, aduciendo que no pueden tener derecho a seguir vivos quienes se han atrevido a cometer asesinatos, asaltar los hogares y provocar incendios en los lugares conquistados. Se argumenta que de no unirse solidariamente todas las naciones del mundo para castigar al agresor, se les abrirán nuevas compuertas para seguir cometiendo atrocidades. Este es el resumen de sus principios.

En contraposición, Irak dice: “Vosotros que tanto alardeáis de grandes principios y elevada moralidad, parece que os habéis olvidado de que sois los principales responsables de todo el desasosiego e inestabilidad que reina en Oriente Medio, es decir, en los territorios árabes, que hacen tambalear continuamente la paz en esta región, y que sois precisamente vosotros quienes interponéis todo tipo de obstáculos cada vez que se presenta alguna solución para resolver los problemas de Oriente Medio. Cuando Israel se apoderó de la parte oriental de Jordania, de la misma forma que Irak se ha apoderado de Kuwait, fue Norteamérica la que hizo fracasar todas las resoluciones que las Naciones Unidas adoptaron repetidas veces para obligar a Israel a abandonar los territorios ocupados, utilizando su derecho a veto cuando le convino. Y ahora mencionáis a las Naciones Unidas”.

Y sigue diciendo, dirigiéndose a Norteamérica e Inglaterra: “Dejando a un lado la moral y los principios elevados, si realmente estos principios tienen algún valor para vosotros, medid todos los problemas con la misma balanza e intentad resolver los problemas existentes, similares al nuestro, de un modo análogo. Entonces estaremos de acuerdo con cualquier decisión basada en los principios de justicia”.

Este es un aspecto de su discrepancia. El segundo punto es que si se permitiera a cualquier país apoderarse de otro en razón a su fuerza y poderío, la paz desaparecería de la faz del mundo. Hablan por un lado de injusticia, y por otro de “conquistas” como si se tratara de argumentos diferentes. Lo curioso es que los países que así hablan poseen una historia tan oscura, que ninguna historia de ningún pueblo podría ofrecer un testimonio tan contrario a ellos como la suya propia. Repasemos esa historia.

Norteamérica está estrechamente relacionada con Europa. En esta misma época sus habitantes emigraron de Europa, concretamente a comienzos del siglo XVII, y no tardaron en apoderarse de América del Norte y del Sur. Allí los crímenes que cometieron y el modo de exterminar a la población nativa son hechos cuyo ejemplo es difícil encontrar en la historia de la humanidad. Bajo un siniestro plan, se procedió al exterminio de todos los nativos pobladores de aquella tierra -que aún se conocen en su conjunto como “pieles rojas”-, no quedando hoy más que una pequeña minoría como último vestigio de aquella civilización.

Las naciones  que hoy sienten un profundo amor por los animales, como pueden comprobarse por los distintos medios de comunicación, son las mismas que arrasaron y aniquilaron, hasta su total exterminación, a la mayoría de las tribus indias que poblaban el continente americano, y los métodos empleados con este fin fueron tantos y tan cruentos, que forman por sí solos una verdadera historia.

Está, por otro lado, la cuestión de los africanos, que apresados y esclavizados de la forma más despiadada por los europeos tras la invasión de su país, fueron vendidos por cientos de miles y obligados a realizar trabajos forzosos. En este caso, también fue América la principal demandante de tales prisioneros, que fueron utilizados como esclavos. La población actual americana de color nos trae a la memoria la historia de un trato inhumano y despiadado hacia aquellos seres, cuyo sólo recuerdo nos produce estremecimiento. He tenido la ocasión de contemplar uno de los calabozos que albergaba a estos esclavos. Se confinaba a tanta gente en un espacio tan reducido que muchos de ellos morían de asfixia. Después se les transportaba como al ganado en unos barcos que reunían condiciones tan infrahumanas, que la mayoría moría en el trayecto. Cuando llegaban a su destino, eran arrastrados y apaleados y después eran obligados a realizar tareas de carga y transporte, como las bestias. Una nación marcada por esta historia se permite hoy anunciar, en nombre del humanismo y de los principios morales, que se ha cometido una grave injusticia y que para restablecer el orden se sienten obligados, por humanidad, a liberar el territorio kuwaití, pues de lo contrario desaparecerá la justicia y la paz de los países pobres de la tierra, que quedarán totalmente desprotegidos.

Inglaterra, que es la más ferviente partidaria de Norteamérica en su oposición a Irak y presenta los mismos argumentos, también ha hecho gala de una conducta similar. Su conquista de Australia tiene mucha semejanza con la de América. Los crímenes cometidos por los ingleses en Australia fueron tan atroces, que los crímenes americanos pierden importancia ante ellos. Los nativos americanos eran valientes luchadores, mientras que los australianos (aborígenes) eran gente pacífica y desconocía el arte de la guerra. A éstos se les “cazaba” como se caza a los ciervos, y a los que lograban escapar se les sometía a operaciones destinadas a impedir la reproducción de su raza.

Procedieron pues, a la exterminación, a gran escala, de aquella raza de la forma más siniestra, hasta tal punto, que son pocas las lenguas que se preservan de las más de 600 que existían y también muy pocas las tribus supervivientes, que hoy son protegidas como a animales en un zoológico y mostradas al público como últimos ejemplares de aquella población.

Esta es una parte de la historia de Gran Bretaña, sin contar con los sucesos de la India o Africa, que no podemos describir aquí por falta de tiempo, pero que demuestra que “los principios” y “moralidad” esgrimidos están por encima del tiempo y no cambian a lo largo de las épocas.

Hablando de sanciones, recientemente se han impuesto sobre Sudáfrica, pero éstas han tardado tantos años en cuajar, que no han logrado producir el efecto deseado. Se argumenta que su fracaso ha sido debido a la demora en su vigencia y que ahora es preciso el uso de una fuerza conjunta a nivel mundial sobre Sudáfrica. Inglaterra se negó a apoyar tales sanciones en varias ocasiones, y a pesar de ser criticado su Gobierno múltiples veces, no ha adoptado ninguna medida al respecto. Se trata de un caso reciente de la historia, no del pasado, y en este caso, a ninguna nación se le ha ocurrido anunciar que presionará mediante la fuerza militar, a las naciones que no colaboren en la imposición de las sanciones a su cumplimiento, ni tampoco se ha anunciado la adopción de medidas ante el fracaso de las primeras.

Sin embargo, en el caso de Irak, se han esgrimido estos dos argumentos con gran ímpetu. Se ha dispuesto que las sanciones, es decir, el boicot económico, sea tan completo, que se impida de forma total la entrada o salida de cualquier producto, incluidos alimentos y medicinas. Y se ha llevado a cabo con tal rigurosidad, que sus consecuencias se han hecho sentir no sólo en Irak, sino también en Jordania, a través de la cual se temía una brecha en las sanciones. A su lado, se encuentra la parte oriental del río Jordán, conquistada por Israel, que no ha sufrido ningún tipo de sanción. Tampoco se ha oído ninguna voz en contra de los crímenes perpetrados por los israelitas contra los palestinos. Si se utilizaran en esta región los mismos argumentos empleados hoy contra Irak, hace tiempo que se hubiera resuelto este problema.

Por otra parte, si repasáramos la historia reciente de Norteamérica, sabríamos a través de la gran cantidad de literatura disponible al respecto, que este país, a través de la CIA, ha interferido en los asuntos internos de la mayoría de los países del mundo, perpetrando actos de terrorismo y todo tipo de acciones criminales allí donde lo considerara necesario. Recientemente se ha publicado un libro titulado “La guerra secreta del Presidente”, que revela que las operaciones clandestinas permiten la realización de todo tipo de crímenes, sean cuales fueren, sin importar los métodos: envenenamiento de agua potable, contaminación de alimentos, o cualquier otro acto delictivo, a condición de que se ejecuten dentro de la clandestinidad y se sepa negar a conciencia los hechos, es decir, aunque su Presidente les autorice en la práctica a actividades cruentas de todo tipo, nadie debe darse por enterado, pues éstas deben quedar enterradas bajo el lenguaje de la falsedad y la negación.

Las actividades terroristas que lleva a cabo Norteamérica (por no hablar de Israel), a través de su red de inteligencia CIA, son infinitamente más numerosas que las de los países musulmanes. Sus actividades en Vietnam, Corea, Laos, Guatemala, Irán, etc., y la provocación de golpes de estado en otros países, son algunos de los hechos que se describen con detalle en este  libro,  cuyo  autor,  curiosamente,  no  es  ningún  enemigo,  sino  un  conocido  escritor americano, que ya ha escrito varios libros sobre el mismo tema.

Estos son sus “principios”. La única diferencia entre ellos y los musulmanes es que estos últimos, desafortunadamente, obran con tal simpleza, que raya en la necedad. Desconocen el lenguaje diplomático y, en lugar de anunciar operaciones clandestinas, declaran abiertamente su deseo de venganza y de enfrentamientos directos. Su propia existencia depende de aquellos a quienes atacan y amenazan con destruir la misma base en que se apoyan. Y lo peor es que achacan al Islam todo cuanto realizan y manifiestan, perjudicando con ello a cuantos aman realmente al Islam en el mundo.

Están pues, por un lado, los que se creen con derecho a cometer todo tipo de fechorías; los que hacen cuanto les viene en gana, imponiendo sus leyes donde le conviene o arrasando los pueblos cuando les interesa, siempre que sus acciones aparezcan sutilmente encubiertas detrás de sus declaraciones. Y por otro lado están los que carecen de poder, quienes al utilizar el lenguaje más necio, sólo consiguen ensuciar sus rostros y mancillar el nombre del Islam. Un mensaje mío al mundo islámico es que tomen conciencia de la realidad, que obren con sensatez y que aprendan a conducirse con prudencia antes quienes han de enfrentarse, utilizando el mismo lenguaje utilizado contra ellos.

Pero éste es un tema secundario. Me adentraré ahora en la tercera parte del tema. Tras exponer la postura de Irak y de Occidente, interesa saber cuál es la postura adoptada por los países musulmanes. La mayoría de ellos ha dispuesto apoyar a Arabia Saudita alegando que es preciso la unificación de todos los musulmanes para la destrucción de Irak ya que, independientemente de la cuestión de Kuwait, está la protección de la tierra sagrada que alberga las ciudades santas de Meca y Medina, donde el Santo Profeta Mohammad (la paz y bendiciones de Dios sean con él), solía caminar. Se han incitado pues, los sentimientos de los musulmanes bajo el manto de la santidad. En este sentido pueden oírse insistentes proclamaciones de diversos países, entre los que se encuentra Pakistán, que ha anunciado el envío de más de 5.000 soldados dispuestos a dar un sacrificio en defensa de estos santos lugares.

Pero sería interesante conocer la historia reciente de aquella tierra, así como la verdadera personalidad de las personas que, en nombre de los santos lugares y de la santidad del Santo Profeta, intentan atraer hacia sí la opinión de los musulmanes.

Lo cierto es que los saudíes, es decir, la familia real de Arabia, fueron los primeros que conquistaron los santos lugares por medio de la espada. En 1801 se preparó un ejército que, al mando de Saud, un militar de renombre, hijo de Abdul Aziz, el caudillo de esta familia, atacó los santos lugares. En primer lugar, avanzaron contra Irak y, llegados a la ciudad de Karwalae Moal-la, profanaron sin escrúpulo las tumbas sagradas que, según ellos, eran objetos de idolatría y debían ser destruidas. Después, tras una matanza masiva de los musulmanes de aquella región, en su mayoría chiitas, se dirigieron hacia Bassora, destruyendo e incendiando cuantas ciudades encontraron a su paso.

Esta familia cometió crímenes e injusticias mucho mayores que los que hoy se atribuyen a Irak. Después de consolidar su poder en esta región, avanzaron hacia los santos lugares. Tras invadir Taif entraron en la Meca y Medina, donde cometieron asesinatos masivos de la población y destruyeron y profanaron numerosas tumbas y lugares santos, como el lugar de nacimiento del Santo Profeta, diciendo que el Islam no concede valor a las cosas superficiales, que son meros símbolos de idolatría. Aunque no existe constancia de la sangre derramada, la historia atestigua la brutalidad y ferocidad de las torturas y asesinatos cometidos con personas civiles indefensas.

En 1813 los nobles de la Meca consiguieron expulsar de la ciudad a los saudíes, pero éstos volvieron a atacar los santos lugares a comienzos del siglo XX, esta vez con el apoyo de los ingleses. Estos, a través de pactos, planeaban las estrategias de combate y les proporcionaban el armamento y el dinero necesarios. Entraron, pues, de nuevo en la Meca y volvieron a profanar los santos lugares y a ejecutar a su población. En un reportaje emitido por la BBC se afirmaba que, debido al apoyo recibido por los ingleses en el año 1924, Arabia se veía ahora obligada a recurrir también a ellos, en aras de aquella alianza. Al haber sido instaurado el gobierno actual por el poderío inglés o las fuerzas occidentales, no le correspondía erigirse en defensor de los santos lugares, sino que su obligación era solicitar solicitar nuevamente ayuda a estas naciones para su defensa.

Hay que reconocer que la mentalidad de los ingleses ha cambiado desde la época colonial. Ahora, los criterios ingleses se asemejan tanto a los americanos que, en la práctica, el americano y el británico son una misma cosa. Por esta razón, los ingleses han puesto a disposición de los norteamericanos todo su legado histórico y, por eso, sus decisiones son unánimes. Europa es en parte diferente, pero no quiero entrar en detalles.

En resumen, la apelación a una coalición de las fuerzas musulmanas para la defensa de los santos lugares de la Meca y Medina no es más que un engaño. No existe la menor conexión entre la unión del poder militar de los demás musulmanes con esta supuesta defensa. No existe ninguna relación, ni necesidad, ni riesgo real alguno. De existir algún peligro, sería de parte de los no musulmanes o, entre los musulmanes, de los propios saudíes que ya fueron incapaces de conquistar dichas ciudades sin la ayuda de ajenos. En definitiva, la posible unión de los musulmanes nada tendría que ver con esta supuesta “defensa”, pues no tendría sentido que Irak iniciara un ataque contra Arabia, ya que no dispone de un poder equiparable al de las fuerzas aliadas.

El mundo contempla hoy atónito como, a pesar del desequilibrio de fuerzas, el Presidente Sadam Hussein tiene el valor de rechazar todas las ofertas de paz, pues piensan que de enfrentarse a fuerzas de tal magnitud pueden ser machacados como semillas en un mortero, ya que es imposible que Irak pueda defender a Kuwait o a su propio territorio del ataque implacable de países tan poderosos.

Esta es la opinión de los expertos militares. Es grande la sorpresa del mundo, que se pregunta intrigado qué es lo que mueve a Sadam a rechazar todas las ofertas de paz. La verdad es que a Occidente le sobra poder para hacer lo que desee. ¿Por qué se ha unido entonces a los países musulmanes? Es obvio que la defensa de los santos lugares no es su objetivo. Si se ha buscado la unificación no sólo de los países musulmanes, sino también de los europeos y de otros países del Este y Oeste del mundo, ha sido para dar la impresión de que la opinión pública mundial está en contra del opresor iraquí y, de esta forma, impedir cualquier tipo de censura a la hora de emprender cualquier tipo de agresión.

De esta forma, aunque decidieran emprender el más feroz, brutal y sangriento de los ataques armados, su imagen quedará a salvo de las críticas de otros países como Pakistán, Egipto, Turquía, etc., por ser cómplices en la contienda. Por ello, y con la finalidad de limpiar sus culpas ante el mundo, han provocado, mediante planes bien estudiados, una verdadera revuelta en el mundo, que ha unido a la opinión pública y obligado a numerosas naciones a adherirse a sus actividades terroristas aunque de hecho no participen en ellas.

Mientras, los países musulmanes que ya han enviado tropas, declaran públicamente que se abstendrán de participar en ningún ataque, ya que su única misión es la salvaguardia de los santos lugares (Pakistán es uno de los países que forma parte de esta lista de necios), es decir, su misión consiste en “derrotar” al poderoso ejército que, tras arrasar a su paso a toda la fuerza multinacional, llegue victorioso a la Meca y Medina.

Se les ha intentado tranquilizar asegurándoles que su misión es pacífica y que no deben sentir ningún temor, pues se hallan bajo su amparo y protección; que lo único que pretenden de ellos es su nombre, su participación simbólica; que con su presencia les basta. No se dan cuenta de que se trata de una grave conspiración a escala mundial, y que se presenta ante el mundo como un acto de virtud de la forma más engañosa.

La cuestión siguiente es por qué no se reconoce abiertamente esta verdad tan simple y transparente y por qué Irak persiste en su negativa a aceptar las condiciones impuestas para retirarse de Kuwait. Yo creo, entre otras cosas, que el auténtico objetivo que persiguen no es solamente la retirada de Kuwait, sino terminar de una vez por todas con el poder y la hegemonía de Irak.

Afirman, en sus condiciones, que, de retirarse de Kuwait, Irak no será atacada, pero no hacen ninguna alusión al término del embargo económico, ni a sus propósitos de presionar a Irak para que destruya el arsenal químico, ni a sus intenciones de “persuadir” a Irak para la eliminación en su territorio de sus centros de producción de armamento nuclear. No se escucha públicamente, pero es un secreto a voces que su misión no se detendrá allí. Irak está bien enterada. Sabe, que de retirarse de Kuwait, los objetivos que persiguen no se cumplirán hasta que su poder no quede totalmente eliminado.

En la práctica, pues, al Presidente Sadam no le quedan dos alternativas, sino una sóla: la destrucción si siguen con sus nefastos planes, pero acarreándoles tal ruina y destrucción, que jamás podrán ostentar el poder y orgullo mostrados antes. En mi opinión, el Presidente Sadam mantiene su postura por las condiciones impuestas. Es posible que se consiga una solución de última hora en la Reunión de Ministros que se va a celebrar. Si en esta conferencia se garantizara a Irak un replanteamiento sincero de la cuestión árabe por parte de la ONU y la no injerencia en sus asuntos internos y el levantamiento del boicot internacional, Irak estaría de acuerdo con la propuesta. Pero estas condiciones atentan contra la dignidad de estos países y no darán su brazo a torcer. Si su propósito real no fuera la destrucción de Irak y la defensa de los intereses israelitas, jamás habrían provocado semejante revuelo por la invasión de Kuwait, un país que les resulta insignificante. Estos dos son sus verdaderos objetivos. No es posible, por tanto, que acepten una propuesta que atenta contra tales objetivos.

Por otra parte, quiero aclarar de nuevo a la Comunidad Ahmadía que no albergamos ningún tipo de prejuicios, ni adoptamos ninguna decisión en base a ellos en ningún tipo de conflicto nacional o religioso, pues quien guarda prejuicios no es creyente ni musulmán. Los prejuicios están tan lejos del Islam como el Este del Oeste, pues esta religión prescribe que las decisiones se adopten teniendo en cuenta la presencia de Dios. A esto se le llama “taqwa”. El taqwa es la raíz de todos los valores islámicos y su belleza es que no es patrimonio de ninguna religión en particular, sino el punto central de todas. Taqwa significa someter todo pensamiento y decisión a la voluntad de Dios.

Yo confío en que la Comunidad Ahmadía, teniendo presente el taqwa, eleve plegarias para que Dios no castigue a los seres humanos por tomar decisiones desprovistas de taqwa, sino que conquiste milagrosamente sus corazones para que puedan retractarse y arrepentirse de sus actos y volver a la verdad. Oremos, pues, para que Dios depare la paz al mundo, no sólo la paz externa, sino también la paz de mente y corazón, pues aquellos cuyos corazones y mentes no conocen la paz, jamás podrán rodearse de una atmósfera pacífica; representan un peligro para el mundo y el mundo representa un peligro para ellos. Que Dios enmiende, pues, su pensamiento y sus corazones y les otorgue paz para que la humanidad también pueda disfrutar de paz.

Con respecto a la situación presente, rogad especialmente que Dios otorgue juicio y sensatez a los países musulmanes para que no presten su colaboración a países no musulmanes, los cuales, en aras de sus malsanos intereses, se proponen destruir el poderío de una nación musulmana. Que, con este acto, no sean recordados por la historia como naciones capaces de adoptar decisiones miserables, unas decisiones que ensombrecerán las páginas de su historia y mancillarán para siempre su honor; y que producirán tremendas convulsiones con el resultado de una mayor desestabilización de la paz mundial. Aquella guerra que fuese emprendida en nombre de la paz sería el combustible de nuevas guerras, causantes, a su vez, de nuevos conflictos que terminarían por completo con la paz del mundo.

De mantenerse en su postura, aunque Irak se borre o no del mapa (ésto es algo que el tiempo nos dirá), lo cierto es que se terminará con la paz en toda la región y los árabes no podrán recuperar su antigua posición. Israel emergerá como una potencia aún mayor, al que ningún país musulmán se atreverá a desafiar durante largo tiempo y se acrecentarán en gran medida los problemas económicos que, unidos a la crisis económica actual, aumentarán el déficit de los países del tercer mundo con el consiguiente riesgo de nuevos conflictos bélicos.

Esto es parte de lo que puede ocurrir si los musulmanes no rectifican su postura hoy. Los expertos occidentales insisten en que el balón está en manos de Irak, y el Presidente Sadam puede decidir su destino: la paz o la guerra. Pero no tienen razón. Al Presidente Sadam le han atado las manos de una manera que no puede plantearse elegir entre dos caminos, pues sólo tiene uno abierto: el de la destrucción si avanza y el de la destrucción si retrocede. Si avanza, su destrucción puede ser rápida, pero causará daños irreparables al enemigo, y si retrocede, será irremediablemente asfixiado. Ahora sólo puede plantearse morir con dignidad o morir en la humillación. El balón no está, pues, en manos de Sadam, sino en manos de los países musulmanes.

Si los países musulmanes desean liberarse del estigma que los cronistas les imputarán y de las acusaciones que la historia les hará, que intenten analizar correctamente la situación y, rectificando su postura, anuncien que el problema de Irak es un asunto interno y que inviten a las fuerzas occidentales a abandonar sus países, pues si desean combatir pueden recurrir en último término a su armamento.

De hacerlo así, las fuerzas occidentales no tendrán ningún pretexto para atacar a Irak. Y aunque lo hicieran, tendrían más dificultades debido a la oleada de protestas que se originaría en todo el mundo islámico contra estos países. Rogad a Dios que conceda sensatez y prudencia a los países musulmanes para que adopten una decisión valiente que pueda desarmar los pretextos de los países occidentales.

Sin embargo, lamento decir que yo no percibo este cambio. Y ello es debido a que su actitud está guiada por un tremendo egoísmo que es la causa de que ni siquiera las relaciones árabes hayan logrado cuajar en sus pensamientos, y es también la causa de su total indiferencia hacia el país vecino y desprecio hacia los peligros que pueda correr el mundo árabe. Este egoísmo es la causa de que sus propios intereses hayan superado cualquier otra preocupación.

Nos sorprenderá comprobar por qué se ha hecho tanto hincapié en el día 15 de enero. Hace escasos meses se anunciaba la adopción de sanciones que se prolongarían durante un año, pues seis meses se consideraban insuficientes para el logro de algún resultado. Este tipo de declaraciones provenía desde Norteamérica y otros países europeos. ¿Qué ha ocurrido repentinamente? Las sanciones estaban logrando el efecto deseado, Irak estaba siendo cada vez más acorralado, y en lugar de esperar al plazo fijado para un debilitamiento mayor de su poder, se han precipitado a fijar un plazo, escogiendo el día 15 de enero.

Es evidente que esta fecha tiene mucho que ver con el egoísmo de Arabia Saudita y sus aliados. Arabia Saudita tiene que pagar el precio de las facturas de la guerra y, a pesar de ser inmensamente rica, hace gala de una gran tacañería. Parece que, al repasar sus cuentas, se han percatado de que los millones de dólares que tienen que invertir no le son rentables y que, de esperar el plazo fijado, sus bolsillos quedarán expoliados. Por eso han acelerado las amenazas. Son, pues, ellos los artífices de esta presión. Sin embargo, América no puede reconocer esta verdad. Bush está siendo criticado, el Congreso le recrimina por tan repentino cambio y no hablar de otra cosa que la guerra…. pero Bush no puede reconocer que no son más que mercenarios, tropas de alquiler, que están recibiendo ordenes para lanzarse a una ofensiva rápida, por ser excesivos los gastos de la guerra.

Esta es la realidad. El balón, que en líneas generales está en manos del mundo musulmán, está, en último término, en manos de Arabia Saudita, que quiere una solución drástica en la confianza de que el orden no tardará en restablecerse en la zona. Es necio de su parte pensar que pueden volver a su antigua posición, pues de la situación presente no quedará ni el nombre. Si se destruye a Irak del mapa, se borrará también toda su historia. Cambiará por completo la forma de ser y de pensar de los países musulmanes y surgirán nuevos períodos. Es, pues, de necios pensar en terminar pronto el conflicto para un retorno a la normalidad. Jamás se volverá a ella, pues la historia les arrastrará hacia nuevos y más graves peligros de los que no podrán salvarse.

Como olas que se asemejan a un río torrencial que se precipita montaña abajo y arrastra en su caída a todo lo que se interpone en su camino, son las olas de esta época, en las que han subido y ya no pueden abandonar, salvo si adoptan el taqwa y someten sus decisiones teniendo presente a Dios y los intereses generales de la Umma musulmana, sacrificando sus intereses personales. De obrar de este modo, surgirá, con la ayuda de Dios, una nueva edad de oro para el mundo islámico que, aunque no iguale a la anterior, superará con creces a la actual.

Tengo la esperanza, mejor dicho, pido a Dios, que conceda sensatez e inteligencia a los musulmanes. Aunque los ahmadis seamos débiles, tenemos la facultad de elevar plegarias. Sabemos orar porque hemos probado sus frutos y seguimos probándolos. Así pues, cuando imploremos: “A Tí te adoramos y a Tí te imploramos ayuda” debemos hacerlo teniendo en cuenta la situación actual, y debemos hacerlo por la Meca y Medina, cuya santidad está relacionada directamente con las plegarias, hasta la eternidad, pues en estos lugares realizaron sus plegarias el Santo Abraham y el Santo Profeta Mohammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con ellos). Hoy somos nosotros los humildes siervos que harán revivir aquellas plegarias en el mundo. No con la misma majestuosidad, pero sí con nuestra máxima capacidad.

¡Oh Amado! Acepta pues, nuestras oraciones y ayúdanos, pues si hoy no acudes en ayuda de los que te adoran, desaparecerá la adoración de la tierra. Acepta nuestras oraciones, pues nosotros sólo te imploramos a Tí, no a nación alguna. Si estas oraciones, imploradas desde lo más hondo de nuestro corazón y realizadas por todos los ahmadis, son aceptadas, comprobaremos que el destino de este balón no estará en manos de nadie, sino del decreto divino. Son nuestras oraciones las que llegan a Dios, las que se arropan en el manto divino y las que pueden producir cambios extraordinarios. Demostrad al mundo que vuestras oraciones pueden producir cambios milagrosos que manifiesten que Dios está con vosotros y con quienes están con vosotros. ¡Que así sea!

Imagen: cortesía de Omar ChatriwalaLicencia Creative Commons

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