El Concepto Islámico de Dios
En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso
No hay digno de ser adorado excepto Al'lah, Muhammad es el Mensajero de Al'lah
Musulmanes que creen en el Mesías,
Hazrat Mirza Ghulam Ahmad Qadiani (as)

Introducción

La primera cuestión es: ¿Qué dice el Islam respecto a la persona y atributos de Dios? El Islam describe a Dios como un Ser Perfecto, poseedor de toda excelencia. El primer versículo del Santo Corán declara: “Toda alabanza pertenece a Al-lah solo, Señor de todos los mundos”. Puesto que Dios creó todas las cosas y todas ellas dependen de El para subsistir, sólo El merece toda alabanza por la belleza y excelencia que en ellas encontramos, pues éstas derivan de Dios. La hermosura de un paisaje, el encanto de una voz, la fragancia de una flor, la suavidad de un lecho, la golosina de un plato, la belleza y placer de todo lo que agrada y reclaman los sentidos del hombre, es creado y otorgado por Dios.

El versículo prosigue: “Ar-Rahman, ar-Rahim”, es decir, Dios, por Su pura Gracia y Bondad creó todo aquello cuya necesidad habría de sentir el hombre. Por ejemplo, el aire y la luz, el agua y el fuego, variadas clases de alimento y medicinas; la madera, el hierro, las rocas, etc. Ha creado tan innumerables cosas para el uso y ejercicio de las facultades del hombre, que dondequiera se encamine, encuentra dónde reposar su atención, ofreciéndosele incontables oportunidades de mejorar y perfeccionar su conocimiento y aptitudes. En realidad, el hombre no puede experimentar necesidad alguna que no le haya sido provista desde antes de su nacimiento. Todo esto ha tenido lugar bajo el atributo Divino de “Rahmaniat”.

De nuevo se le llama “Rahim” en el Santo Corán. Es decir, que El recompensa toda labor y esfuerzo de acuerdo con su merecido. El esfuerzo humano nunca es estéril y siempre es recompensado en correcta proporción a sus méritos.

De nuevo se le llama “Malik-i-Yaum-i-Din”; es decir, El es el Dueño del Día del Juicio. En otras palabras, además de los resultados de las leyes de la Naturaleza y las recompensas y castigos a que al mismo tiempo dan lugar, El ha fijado los límites de cada acción y tan pronto como tales límites son sobrepasados, tiene lugar un juicio final sobre cada acto, de forma que los buenos son recompensados y los malos castigados, siempre existiendo la posibilidad de que bajo su atributo de “Malikiat” El puede siempre perdonar y otorgar la remisión de la culpa.

También se le menciona como “Qadir”; es decir, que El ha determinado la naturaleza y propiedades de todas las cosas. De no haber sido así tendrían lugar desorden y confusión constantes en el mundo y los asuntos mundanales habrían concluido rápidamente. De no poseer el hombre certeza sobre la naturaleza, efecto y propiedades de las cosas, nunca podría iniciar empresa alguna sin conocer adónde podría conducirle. Por ejemplo, una persona que desea cocinar, enciende fuego con la certeza absoluta de que el fuego originará calor. Si la generación de calor no fuera una característica fija del fuego, y la extinción del fuego no fuera propiedad permanente del agua; si el fuego generara unas veces calor y otras frío; si el agua extinguiera al fuego en unas ocasiones y en otras lo avivara, nadie podría beneficiarse de ellos, y los hombres caerían en la desesperación y pronto perecerían.

A Dios se le describe como “Alim”, es decir, tiene conocimiento de las cosas ocultas y manifiestas. El es conocedor de los secretos del corazón humano y conoce todo lo oculto. El está enterado de todo lo desconocido de la naturaleza humana, de la cual el hombre mismo es desconocedor.

Todo cuanto existe bajo la tierra así como todo lo existente en lo más recóndito de las montañas se encuentra en Su conocimiento. El sabe del pasado y también del devenir.

El es “Sami”, es decir, escucha todo. El más ligero susurro no se le escapa, y el arrastre de una hormiga o el sonido de la sangre discurriendo por las arterias humanas también Le alcanza.

El es “Hayy”, es decir, El es en Sí mismo vivo y otorga vida a los demás.

El es “Jaliq”, el Creador.

El es “Qayyum”, es decir, mantiene la existencia de los demás.

El es “Samad”, es decir, nada puede existir sin Su apoyo y asistencia.

El es “Ghafur”, es decir, perdona nuestras faltas.

El es “Kahar”, es decir, todas las cosas están sujetas a su Poder.

El es “Jabbar”, es decir, Remedia todo desorden y enfermedad.

El es “Wahab”: Concede favores y bondades a Sus criaturas.

El es “Subbuh”: Libre de todo defecto.

El es “Quddus”: Comprende en Sí mismo todos los aspectos de la Pureza y Santidad.

No duerme ni se fatiga. Es Eterno e Imperecedero.

Es “Muhaimin”, es decir, es Guardián sobre todas las cosas. Gracias a este atributo Divino, el hombre se ve salvaguardado de males y sufrimientos, de cuya proximidad puede incluso no percatarse. Se ve frecuentemente salvado de cierta enfermedad o calamidad gracias a secretas influencias que trabajaron a su favor. Tan pronto como la enfermedad ataca al organismo humano, fuerzas diversas comienzan a destruir a los gérmenes de la enfermedad. Mientras el hombre no persista en actuar temerariamente destruyendo las leyes de la Naturaleza, se ve salvado de muchas de las malas consecuencias de su conducta. Dios dice en el Santo Corán:

“Si Dios hubiera de castigar a los hombres por sus irregularidades de conducta, ninguno de ellos hubiera sido eximido”.

En resumen, El posee todos los atributos perfectos y Su misericordia abarca todo. Como dice:

“Mi misericordia comprende todo”

En otras palabras, Sus atributos de enfado y castigo se encuentran supeditados a Sus atributos de misericordia.

El es “Ahad”: Nada es igual a El; Es “Wahid”, es decir, todas las cosas tuvieron su origen en Su Voluntad y El es Causa Primera de toda la Creación. Muchos otros atributos se mencionan en el Santo Corán que muestran que el Islam enseña un concepto perfecto de Dios, como poseedor de atributos que generan amor de una parte y temor por otra, siendo ambos indispensables para una perfecta relación entre Dios y el hombre.

Un instante de reflexión mostrará que la perfecta unidad y obediencia sólo pueden producirse por amor o por temor. Sin duda el amor es la relación más perfecta y superior, pero es también indudable que ciertas naturalezas no se sienten afectadas sino por el temor. Una religión, por tanto, que no haga énfasis en ambos atributos Divinos de misericordia y castigo, no puede ser universalmente beneficiosa. Al considerar las causas y orígenes de la conducta humana, toda religión debe considerar no sólo los motivos que influencian la actitud de los estratos más desarrollados de la sociedad, sino también aquellos que gobiernan las acciones de toda clase y condición humana. En realidad, las secciones más elevadas de la humanidad se encuentran en general inclinadas naturalmente hacia el bien. Por tanto, debemos prestar la mayor atención a quienes cayeron en desgracia y olvidaron completamente sus deberes como seres humanos. Este tipo de gente, salvo raras excepciones, sólo es influenciable por el miedo, y no le es aceptable ningún tipo de reforma moral o espiritual a menos que se enfrente con la perspectiva de algún daño o pérdida. Una religión que proclama conducir a toda la humanidad a una relación directa con Dios debe, por tanto, considerar esta característica de la naturaleza humana. Al describir los atributos de Dios, el Islam ha contrapesado de tal forma los diferentes atributos, que no puede imaginarse una más perfecta combinación que logre atraer y controlar a hombres de tan diferentes naturalezas. Ambos atributos de Amor y Castigo han sido objeto de énfasis, sujetos ambos a la afirmación: “Mi misericordia abarca todas las cosas”, es decir, que la misericordia supera al castigo ya que el objeto del último no es el de infligir daño sino reformar.

Tal es una concepción de Dios suprema y perfecta y responde totalmente al objeto real de la religión, no siendo distintivo del Islam. La mayoría de las religiones adscriben atributos similares a Dios, con pequeñas diferencias. Ello hace preguntarse, a quien lo observa con superficialidad, por qué han de oponerse unas religiones a otras. Sin embargo, el error de que todas las religiones presentan una concepción similar de Dios surge del hecho de que la mayoría de la gente, al considerar la cuestión, olvidan las características de la naturaleza humana. Es propio de ésta aceptar o rechazar determinadas cosas por principio sin admitir interferencia o ayuda externas. De tales cosas se dice son autoevidentes y, aunque algunos pensadores no las acepten como tales, las masas las aceptan sin cuestionarlas, convirtiéndolas en una segunda naturaleza, sin posibilidad de que alguien pueda aseverar lo contrario con argumentos. Una de tales cosas aceptada casi unánimemente por la humanidad es la noción de que Dios es un Ser Perfecto, libre de todo defecto. Ninguna religión que declare que Dios adolece de perfección o está sujeto a deficiencias puede esperar ser atendida. No puede haber, por tanto, mucha diferencia entre los nombres y atributos que las diferentes religiones adscriben a Dios. Surgen, sin embargo, diferencias, en la forma en que los fieles de distintas religiones explican tales nombres y atributos. La aparente coincidencia respecto a tales nombres no se debe al hecho de que todas las religiones coincidan en los atributos Divinos, sino a la reacia voluntad de las masas a aceptar otros nombres en lugar de aquellos.

Al comparar los méritos de las diferentes religiones debemos considerar, por tanto, las explicaciones que cada religión ofrece al interpretar tales nombres y atributos.

Por ejemplo, todas las religiones coinciden al declarar que Dios es el Creador del Universo, y que El capacita a todo lo creado para evolucionar en su propio campo. Sin embargo, se revelan vastas diferencias entre las enseñanzas de las diferentes religiones respecto a este atributo Divino. Como estoy tratando de las enseñanzas del Ahmadiat, voy a proceder a explicar lo que el Islam enseña respecto de este atributo. Es obvio que Dios no es el Creador o Sustentador de alguna nación o clase particular, sino que es el Creador y Sustentador de todo el Universo y que, en la medida que el atributo de Creador le concierne, todos los hombres son iguales y ninguna nación puede proclamar alguna relación especial con Dios.

El se ocupa de las gentes de Asia de la misma manera que mira por las de Europa, y cuida de los americanos igual que de los africanos. De la misma forma que provee nuestras necesidades físicas, también provee nuestras necesidades espirituales. Basándose en este principio, el Santo Corán, en un tiempo histórico en el que privaba el espíritu de exclusividad nacionalista, cuando los prejuicios políticos eran máximos y las gentes de una nación no conocían siquiera si las de otros países tenían idea del concepto de profetazgo, proclamaba:

“No existe ningún pueblo al que no se haya enviado un Amonestador” (Al-Fatir, v. 25).

En otro lugar declara:

“Mas suscitamos de entre cada pueblo un Mensajero, que predicó: “Adorad a Al-lah y rechazad al Maligno”. Pero entre ellos hubo algunos a quienes Al-lah guió y algunos que merecieron la perdición. ¡Recorred pues la tierra, y comprobad cuál fue el fin de los que trataron de mentirosos a los Profetas! (Al-Nahl, v. 37).

Se relata en una de las tradiciones que el Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él) fue en cierta ocasión preguntado acerca de si Dios había revelado algo en lengua persa, y él replicó: “Sí, Dios habló en persa a un Profeta”.

Considerad, por tanto, cómo el Islam, ofreciendo esta explicación de la expresión “Rabbul-Alamin”, que es común a los seguidores de todas las religiones, descubrió al mundo una nueva verdad y estableció los cimientos de la fraternidad universal. En consecuencia, un musulmán no puede sentir sino reverencia hacia los fundadores y líderes de las demás religiones. Para él, Krishna, Ramchandra, Buda, Zoroastro y Confucio son Profetas de Dios, al igual que Jesús o Moisés, con la única diferencia de que al mencionarse a estos últimos en el Santo Corán, existe una mayor certidumbre respecto a ellos. Este hecho afecta fundamentalmente a la actitud del Islam respecto a las demás religiones. Tan pronto como un musulmán oye acerca de una antigua religión que previamente no conocía o tiene noción de un antiguo profeta desconocido, no se siente confuso como si otro rival hubiera aparecido en escena, sino que al contrario, acepta el descubrimiento como prueba viva de la verdad del Islam y confirmación de las enseñanzas del Santo Corán. ¿No enseña acaso el Islam que Dios es “Rabbul-Alamin” y que sus bondades no están confinadas a Arabia o Siria, y que al igual que el Sol ilumina cada rincón del mundo, así debe la Palabra de Dios iluminar cada valle, dando luz a todas las naciones?

Al llegar a este punto puede surgir la pregunta de que si todas las religiones tienen origen Divino, ¿Por qué no debemos aceptar a todas como verdaderas y creer que todas ellas nos conducen a Dios? Esta cuestión ha sido respondida por el Santo Corán en los siguientes versículos:

“Por Al-lah, enviamos Mensajeros a los pueblos antes de ti; pero Satanás hizo que sus obras les aparecieran bellas a sus ojos. Así pues, él es su patrón en este día, y sufrirán un doloroso castigo. Pues solamente te hemos revelado el Libro para que les expliques lo relativo a sus discordias, y como guía, y como misericordia para un pueblo que cree”. (16:64-65)

Estos versículos indican que la integridad de todos los libros y enseñanzas precedentes se ha vuelto dudosa, y que dudas y errores extrínsecos encontraron lugar en ellos antes del advenimiento del Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), de tal forma que a pesar de su origen Divino, se han vuelto inapropiados en la práctica y no pueden ofrecer ya la garantía de que actuando conforme a ellos, el hombre pueda llegar a Dios.

Otra cuestión concerniente a Dios, y que corresponde a la religión responder, es la siguiente: ¿Por qué no podemos ver a Dios si El existe? Es fácil afirmar que Dios existe, la dificultad reside en demostrar los diferentes atributos de Dios. El Santo Corán reconoce esta responsabilidad y ofrece prueba de los distintos atributos Divinos. Por ejemplo, respecto a la última cuestión mencionada, declara:

“Las miradas no pueden alcanzarle pero El alcanza las miradas. El es el Inconmensurable, el Omnisapiente.” (Al-Anam, v.104).

¡Qué breve, pero qué completa tal explicación!, las cosas sutiles, como por ejemplo, el aire, la electricidad, el éter, etc., no pueden ser vistos por los ojos del hombre, ¿Cómo puede él ver a Dios, cuando es mucho más sutil que todo lo existente y no está hecho siquiera de materia, sino que El mismo es el Creador de todas las cosas? Por el contrario, Dios sabe que el hombre busca sin descanso su unión con El y se siente impaciente por Su encuentro. El, por tanto, por Sí mismo, se acerca al hombre y Se revela personalmente a sus ojos; es decir, Se manifiesta a través de Su Poder y atributos capacitando de esta forma al hombre para verle con los ojos de la razón.

Respecto a la prueba de la existencia de Dios, el Santo Corán dice:

“Bendito sea Aquél en Cuyas manos está el reino, y que tiene poder sobre todas las cosas. Quien ha creado la muerte y la vida para que pueda probar cuál de vosotros es mejor en sus acciones; pues El es el Poderoso, el Sumo Indulgente. (Es decir, ha creado la vida para la realización de acciones y la muerte como recompensa, pues la compensación perfecta no puede ser otorgada en esta vida, sin que la fe no pierda su valor). Quien ha creado siete cielos en armonía. No puedes ver imperfección alguna en la creación del Dios Clemente. Mira de nuevo: ¿Ves alguna fisura? Sí, mira de nuevo, y una vez más, tu vista sólo volverá a ti frustrada y fatigada. (Al-Mulk, v. 2-5)

En otras palabras, si consideramos el Universo completo, encontramos que cada necesidad ha sido prevista; y los más adecuados medios para el desarrollo de cada capacidad y facultad han sido otorgados. Algunas de las necesidades del más ínfimo gusano que se arrastra sobre la tierra están previstas en algún planeta que se desplaza a billones de kilómetros de la Tierra. La contemplación de este círculo de deseo y su satisfacción nos muestra que el Universo tiene un Creador, que no ha omitido proveer nuestro más pequeño deseo, y, que, por tanto, ha otorgado los medios de satisfacer toda verdadera necesidad anhelada.

Otra cuestión que surge con cierta frecuencia es que, si Dios es Creador Benévolo, ¿Por qué ha creado tales cosas como las fieras, los gusanos, reptiles, el dolor, las enfermedades, las plagas, etc.? El Islam también ofrece explicaciones sobre tal cuestión. Por ejemplo, el Santo Corán dice:

¡Alabado sea Dios, que creó los Cielos y la Tierra, y originó las tinieblas y la luz, aún cuando los incrédulos atribuyen par iguales a su Señor!”.

Es decir, todas las cosas que resultan fastidiosas y que son llamadas hijas de las tinieblas, como por ejemplo, las plagas, las fieras, insectos venenosos, etc., también son creación de Dios, y su creación no atenta contra su atributo de Misericordioso, sino que al contrario, prueba la misericordia de Dios. Si se considera su verdadera naturaleza, habla de una mayor Gloria y Alabanza de Dios, y no la merma de ningún modo. Sin embargo, aquellos que ignoran la verdadera naturaleza de dichas cosas, consideran su creación como derogatoria de Dios y asocian otros a El, al creer que tales cosas deben haber sido creadas por algún otro ser. Observad cuán espléndidamente el Islam ha desvelado la verdad, y explicado el objeto de la creación de tales cosas, que a primera vista aparecen dañinas o penosas. Declara que han sido creadas para un fin útil y que el hombre debe alabar a Dios por su creación. Considerándolo así, el punto de mira es completamente opuesto. El arsénico, la estricnina y la morfina son venenos mortales, y sin embargo, ¡cuán frecuentemente son usados para evitar el malestar humano y combatir las enfermedades! ¿Mueren más hombres por su daño, de los que se salvan por su aplicación? Millones de hombres se salvan de las garras de la muerte con el uso de tales venenos. Lo mismo ocurre con las serpientes, escorpiones y otros reptiles. No se ha prestado aún suficiente atención a tales criaturas, pero un estudio ulterior habrá de descubrir que su existencia prestará gran valor a los intereses médicos y científicos. Además, según aparece en el Santo Corán, la creación de tales insectos y reptiles fue anterior a la creación del hombre, y fueron responsables en gran medida de la purificación atmosférica de la tierra. Tales insectos y animales fueron, de hecho, los primeros eslabones en la creación del hombre, aunque no en el sentido en que la evolución se entiende, en general, hoy día, sino representando las diferentes etapas de desarrollo por las que la tierra ha pasado.

De nuevo dice: (Al-Shura, v. 30-31):

“Entre Sus Signos está la creación de los cielos y la tierra y de todas las criaturas vivas que ha distribuido en ambos. El tiene el poder de reunirlos cuando Le agrada. Cualquier infortunio que os suceda, se debe a lo que vuestras propias manos han forjado. Mas El perdona muchos de vuestros pecados.”

Dios creó el Sol, la luna y las estrellas; los cielos y la tierra y todo lo que se encuentra entre ambos, para servir al hombre; pero si éste no acierta a sacar utilidad de ello o lo malemplea y obtiene pérdidas o daño, se trata de su propio error. En muchos casos, Dios advierte de las malas consecuencias de los fallos humanos. Por tanto, los males sufridos por el hombre no se deben a la acción de Dios, sino a que aquél contraviene las leyes naturales que han sido diseñadas para su beneficio. La enfermedad se debe a la interacción entre facultades agonistas y antagonistas que se le han dotado al hombre. Todo progreso humano acontece como resultado de la acción y reacción de tales facultades, que de no existir, el hombre no sería lo que es. Bajo una ley natural general, el hombre es influenciado por todo lo que le rodea, y a su vez influye sobre el medio. En cualquier momento de este proceso de influencia y contra influencia en que el hombre contraviene la ley natural, se expone a sí mismo al ataque de cualquier enfermedad, malestar o inconveniencia. Dios, por tanto, no ha creado a la enfermedad como tal, sino que ha creado la ley natural, indispensable para el progreso del hombre, siendo la enfermedad el resultado de la infracción de esta ley. Como dicha ley nace de la Beneficencia Divina, el hecho de que el mal resulte de la ignorancia o infracción de la misma, no impugna de ninguna forma la perfección de la Beneficencia Divina.

Igual que con la enfermedad, ocurre con el pecado, que tampoco tiene una existencia independiente, pues se conoce como tal la infracción de una ley moral o espiritual. La existencia del pecado, por tanto, no ofende la Santidad de Dios. La denominación usada por el Santo Corán para el pecado, significa exceso o defecto, no aplicando este concepto a un sustantivo. Ello demuestra que, según el Santo Corán, el pecado no tiene sentido por sí mismo y significa simplemente ausencia de virtud. El exceso y el defecto son resultados directos de la acción u omisión humana, el fracaso en el empleo o abuso de las bondades de Dios, o el intento de infringir los derechos de los demás.

Ningún otro libro religioso presenta a Dios con esta imagen. Sólo el Santo Corán explica que la existencia de tales cosas aparentemente nocivas o dañinas no atenta contra la perfección de los atributos Divinos. El Santo Corán no sólo enumera los atributos de Dios, sino que los explica e ilustra con tal detalle que las dudas y equívocos desaparecen, la revelación de su belleza encanta su contemplación, origina admiración y colma en el corazón el deseo de amor y obediencia. Una mera enumeración de los atributos Divinos no tiene realmente un gran mérito.

En algunas ocasiones se objeta que resulta incompatible con la Misericordia Divina el que los niños sufran alteraciones y enfermedades que no han merecido de ninguna forma y han arrastrado sobre sí.

La respuesta a tal objeción está contenida en el comentario anterior; es decir, Dios ha creado una ley que influye sobre todo lo que se encuentra en su entorno, y tal ley es completamente beneficiosa. De no ser así, el hombre no se vería afectado en sus circunstancias externas y no hubiera realizado progreso alguno. Bajo efectos de esta ley, los niños quedan influenciados, para bien o para mal, por sus padres. De ellos obtienen salud y contraen enfermedades. De no poder adquirir la enfermedad, tampoco estarían capacitados para heredar la capacidad y facultades de sus padres, y el hombre nacería semejante a una imagen de piedra, impenetrable a buenas y malas influencias. El objeto subyacente en la Creación humana se habría frustrado y su existencia sería aún peor que la de los animales. La cuestión siguiente radica en saber si existe compensación alguna por la pérdida y sufrimiento causados por enfermedades o incomodidades que de alguna manera se heredan. La respuesta del Islam a esta cuestión es que, al valorar el progreso espiritual de cada individuo, será considerada toda incapacidad padecida, ajena a cualquier falta personal. Por ejemplo, el Santo Corán dice (Al-Araf, v.8):

“Entonces les enumeraremos ciertamente sus acciones con conocimiento, ya que nunca estuvimos ausentes”.

En otro lugar dice (Al-Nisa, v.96):

“No son iguales los creyentes que se quedan sentados, exceptuados los incapacitados, que los que se sacrifican por la causa de Al-lah con sus bienes y personas. Al-lah ha exaltado en rango a quienes se sacrifican con sus bienes y personas respecto a los que se quedan sentados”…

El Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), dice:

“Ningún creyente, hombre o mujer, experimenta sufrimientos en relación con su cuerpo, hijos o propiedades, sin que sus pecados sean reducidos. Alcanzarán tal grado de purificación por el sufrimiento, que en el instante en que hayan de presentarse ante Dios, sus faltas habrán sido completamente borradas”. (Tirmidhi).

Aunque esta tradición se refiere particularmente a los creyentes, el principio establecido por el Santo Corán es de aplicación general. Se menciona a los creyentes en este contexto porque tal explicación fue dada en respuesta a una cuestión en particular.

Lo anteriormente descrito es ilustración suficiente sobre las enseñanzas de las diferentes religiones respecto a los atributos de Dios. El Islam define el atributo de Beneficiente en un sentido distinto al que definen las demás religiones. Algunas de ellas han de incluir la doctrina de la trasmigración de almas para afirmar la Beneficencia de Dios. Sin embargo, una breve consideración muestra que la explicación dada por el Islam es completamente razonable y de acuerdo con las leyes de la naturaleza, mientras que la doctrina de la trasmigración de almas sólo se basa en meras suposiciones.

La manifestación de los atributos divinos de Justicia y Misericordia también merece atención. Todas las religiones describen a Dios como Justo y Misericordioso, y sin embargo existe una vasta diferencia entre sus respectivas explicaciones y el sentido de tales atributos. El Islam dice que no existe conflicto entre estos dos atributos y que ambos pueden manifestarse simultáneamente. La Misericordia no se opone a la justicia sino que se encuentra por encima de ella.

El Santo Corán dice (Al-Anam, v. 161):

“Quien realice una buena acción recibirá diez veces su valor pero quien haga una mala acción tendrá sólo un merecido similar; y no serán defraudados.”

Esto demuestra que, de acuerdo con el Islam, no es injusto recompensar a una persona por encima de sus merecimientos, en cambio, es injusto infligir a un hombre mayor castigo del que es responsable.

Ciertamente, injusticia significa compensar a alguien en menor cuantía de lo que ha ganado, o castigarle en mayor medida de lo que merece; o entregar a alguien lo que a otro pertenece, y Dios nunca realiza alguna de tales cosas. Todo lo que hace es perdonar a todo ser arrepentido, que habiéndose percatado de su error, abandona el mal camino en su vida y se presenta ante el Trono de la Divina Misericordia, suplicando su perdón con el corazón palpitante, los labios trémulos, los ojos llorosos, la cabeza inclinada por la vergüenza y la mente llena de tumultuosos pensamientos y con la determinación de llevar una vida pura e inmaculada en el futuro. Dios capacita a tal persona para comenzar un nuevo curso en su vida. El es como el padre cuyo hijo pródigo vuelve a casa después de un largo tiempo humillado y arrepentido, incapaz de levantar sus ojos hacia su padre, que, llevado por el afecto natural, lo atrae hacia su pecho sin rechazo y proclama su alegría por el retorno de su hijo. ¿Sería esta ocasión para que sus otros hermanos que permanecieron en casa y le sirvieron, denunciaran la injusticia del padre?

Sin duda, el castigo es uno de los instrumentos para reformar, pero las torturas del infierno no son castigo más grande que el verdadero remordimiento. Lo que el fuego del infierno puede causar a lo largo de cientos de años, el remordimiento auténtico lo puede originar en pocos minutos. Cuando un hombre se presenta a Dios verdaderamente arrepentido y con la determinación de llevar una vida pura en el futuro, el Dios Misericordioso ha de tener piedad para con él. ¿Puede Dios Misericordioso y Perdonador alejarse y rechazar a un siervo suyo que se postra ante la puerta de Su Misericordia, arrepentido por su pasado y esperanzado en el futuro? Ciertamente, no.

Finalmente, voy a referirme a un atributo, que es mejor conocido que otros atributos Divinos, pero respecto al cual, existe mayor desacuerdo entre las diferentes religiones; me refiero al atributo de Unidad. No existe ninguna religión actual que enseñe el politeísmo: Como cuestión de principio todas proclaman la unidad de Dios. Sin embargo, los fieles de una religión acusan a los de otras su falta de creencia en una perfecta Unidad. He visto escrito en algunos libros publicados en Europa, que los musulmanes son politeístas, y se me ha relatado que numerosas personas en Europa y América, ignorantes de las enseñanzas y literatura islámica, imaginan que los musulmanes adoran al Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él). Esto es indicativo del sentimiento general de esta época; contrario a la doctrina de la pluralidad Divina. No obstante, a pesar del acuerdo de todas las religiones en profesar la creencia en la Unidad de Dios, cada una difiere de otra en su interpretación, usando muchas de ellas tal expresión como escudo para ocultar ideas politeístas. Sin embargo, el Islam es totalmente ajeno a concepciones o doctrinas politeístas y ha desterrado completamente todo tipo de creencias o prácticas, que remotamente pudieran sugerir tales ideas. Ha definido y explicado la idea de la asociación de algo con Dios de una manera tan exhaustiva que no ha dejado posibilidad de duda.

El Santo Corán clasifica al “Shirk” (asociación de otros dioses en Dios) en cuatro grados: Primero, la creencia en una pluralidad de dioses. Segundo, la creencia de otros seres, que en mayor o menor grado, participan de los atributos Divinos, independientemente del hecho de que tal ser es o no es llamado Dios. Por ejemplo, creer que un particular individuo puede crear cosas con vida o puede resucitar a los muertos, equivale a incurrir en “Shirk”, a pesar de que a tal persona se la pueda considerar un ser humano, ya que en este caso, sólo existe diferencia nominal, estando la esencia de la Divinidad adscrita a otro. En tercer lugar, considerar a un ser distinto a Dios merecedor de adoración, aunque a tal ser no se le considere Dios ni se crea partícipe de los atributos de Dios, por ejemplo, en tiempos ancestrales, los padres eran objeto de adoración en ciertas tribus. Por último y en cuarto lugar, considerar a un ser humano como infalible. Por ejemplo, creer que un determinado santo o persona dotada se encuentra completamente libre de las imperfecciones humanas, debiendo, por tanto, implícitamente ser obedecida en todos los aspectos, por muy inaceptables que puedan ser sus órdenes y, preferir en la práctica sus normas a las de Dios, aunque en asuntos de fe a tal persona no se le llama Dios. El Santo Corán indica en estas cuatro clases de Shirk en el versículo siguiente: (Al-Imran, v. 65)

“Diles: “¡Oh, Gente del Libro! venid a una palabra que es igual entre nosotros y vosotros: que no adoremos a nadie que no sea Al-lah, y no asociemos a nadie con El, y que ninguno de nosotros tomemos a nadie por Señor aparte de Al-lah.” Pero si vuelven la espalda, diles: “Sed testigos de que nos hemos sometido a Dios.”

¡Qué refutación tan completa de toda clase de Shirk está contenida en este breve versículo! Cuando un musulmán dice que cree en un solo Dios, significa que no adora sino a Dios y no adscribe en ningún ser humano algún atributo Divino; que le considera libre de todo tipo de parentesco terreno; cree que Dios no asume forma humana, ni está sujeto a hambre o sed, que no se somete sino a Dios y sus esperanzas no están centradas en algún otro ser. A nadie dirige sus plegarias sino sólo a El; y aunque venera a los Profetas de Dios, no los considera más que seres humanos. Esto es lo que el Islam le enseña y lo que mantiene en su credo a lo largo de su vida.

En general todas las religiones acuerdan con el Islam al afirmar la Unidad de Dios, pero cuando precisamos en el tema, encontramos que cada religión difiere significativamente de las demás.

En resumen, la concepción de Dios, en principios y detalles, que presenta el Islam, es la más perfecta. Su contemplación lleva al hombre a Dios de un modo que no es posible en el caso de cualquier otra religión. El Islam explica cada atributo de Dios de una manera precisa y establece el efecto que cada uno de estos atributos produce en la vida diaria del hombre. Describe asimismo la interrelación de los diferentes atributos y sus límites en su acción y resultados. Por tanto, de esta manera representa a los ojos del hombre una concepción completa y perfecta de Dios y su corazón rebosa de amor. Otras religiones comparten con el Islam únicamente los nombres de los atributos de Dios, pero ninguna comparte la realidad de tales atributos. Es obvio que al juzgar las diferentes religiones debemos considerar su realidad y no los meros nombres.

La relación del hombre con Dios

 Trato a continuación la segunda cuestión referente al primer objeto de la religión, que concierne a la relación del hombre con Dios. Debemos recordar que es totalmente diferente creer en algo y establecer una relación especial con ello. Por ejemplo, toda persona culta cree en la existencia real de los Polos norte y sur, pero, con la excepción de quienes están implicados en la investigación polar, nadie está especialmente interesado en ello, y la simple mención de los Polos no crea ningún sentimiento en particular en la mente del público en general. Por el contrario, el más pequeño hecho relacionado con una persona u objeto con el que uno está interesado, basta para excitar sus propios sentimientos. Es por tanto relevante inquirir en qué tipo de relación entre el hombre y Dios insiste una determinada religión. La respuesta a tal cuestión y la naturaleza de tal relación constituye prueba de la verdad o falsedad, éxito o fracaso de dicha religión. Si una religión insiste en algo que atenta contra la Majestad de Dios, concluiremos en que no tiene una apreciación real de los atributos de Dios. Si por el contrario, exige algo, aunque no sea inaceptable, que no ha podido ser cumplido por sus seguidores en alguna ocasión, deduciríamos que tal religión fracasó en su objetivo.

Una consideración sobre los atributos de Dios, a los que me referí anteriormente y que son aceptados por casi todas las religiones, muestra que nuestra verdadera relación sólo tiene lugar con Dios, pues El es el creador de nuestro ser. El creó todo lo necesario para nuestro confort, progreso y éxito. Nuestra vida futura depende de Su Gracia. Nuestros padres, hijos, hermanos, esposas, maridos, ciudadanos, gobiernos, países, propiedades, categoría, honor y la propia vida, no están más cercanos a nosotros que Dios mismo, pues de tales dones, El es el Creador.

En realidad, una vez que nos percatamos de la naturaleza de los atributos antes descritos, no podemos aceptar por verdadera a ninguna religión que no exija al hombre colocar su amor por Dios por encima de todas las demás cosas, respetarle y obedecerle sobre todas las potestades terrenales, estar dispuesto a sacrificar todo a Su Voluntad y no tolerar posponer Sus mandamientos por cualquier otra causa. Una verdadera religión debe requerir al hombre amar a Dios con un amor más grande y profundo que el que siente sobre los objetos mundanos de su agrado; pensar en El y recordarle más que a ningún otro ser amado. No debe ser considerado simplemente como una parte del Universo, como los ríos o montañas de una tierra lejana, sino que debe sentírsele como fuente principal de toda la vida, el centro de toda esperanza, el foco de todas las miradas. Esto es exactamente lo que el Islam enseña.

El Santo Corán dice: (Al-Taubah, v. 24):

“Diles: “si vuestros padres, vuestros hijos y vuestros hermanos, vuestras mujeres y vuestras gentes, y la riqueza que habéis adquirido, y el negocio cuya ruina teméis y las viviendas que amáis os son más queridos que Al-lah y Su Mensajero y que los esfuerzos por Su causa, entonces esperad que Al-lah venga con Su juicio; pues Al-lah no guía a las gentes desobedientes”.

Una persona no puede llamarse musulmán hasta que no establezca con Dios la relación descrita en este versículo. Debe estar permanentemente dispuesto a sacrificar cualquier objetivo y sentimiento por el deseo de agradar a Dios, debiendo preferir Su amor sobre todo lo demás.

En otro versículo, el Santo Corán describe un indicador seguro del amor hacia Dios, en los siguientes términos: (Al-Imran, v. 192);

“Que se acuerdan de Al-lah cuando están de pie, sentados y tumbados sobre su costado…”

Se encuentran de tal forma poseídos por el amor de Dios, que en cada instante, desean acercarse a El y se pierden en Su contemplación y meditación, de forma mucho más intensa de la que un amante se abandona a la contemplación del objeto de su amor. El recuerdo de Sus Bondades y Sus Excelencias, el deseo de encontrarse cerca de El y el anhelo de convertirse en uno en El, les posee cada instante. Trabajando o descansando, de pie o sentado, caminando o durmiendo, constantemente piensan en El. De nuevo, el Santo Corán declara; (Al-Anfal, v. 3):

“Sólo son verdaderos creyentes aquéllos cuyos corazones se estremecen cuando se menciona el nombre de Al-lah, que aumentan su fe cuando se les recitan Sus Signos y ponen su confianza en su Señor.”

Es decir, creen que ninguna empresa puede arribar a buen fin sin Su ayuda y que todo éxito depende de Su Gracia.

En este punto quiero deshacer un malentendido común concerniente a las enseñanzas del Islam y que supone la creencia de que el Islam muestra un completo desprecio de los medios materiales e insiste únicamente en la confianza de Dios. Sin duda, tales ideas son mantenidas por ciertas personas, pero no son las enseñanzas del Islam. El Santo Corán declara repetidas veces que Dios creó todo en el mundo para uso y beneficio del hombre, no pudiéndose afirmar por tanto que exija despreciar los recursos materiales. En una cita se exhorta; (Al-Baqarah, v. 189):*

“En cada trato que hagáis, adoptad los medios que os he señalado”

Los medios materiales también son creación de Dios y su uso adecuado en todas las acciones es absolutamente necesario. También dice; (Al-Nisa, v .72):

“¡Oh vosotros, los que creéis tomad vuestras precauciones!;”

Y en otro lugar; (Al-Baqarah, v. 198):

“Cuando salgáis de viaje, haced las provisiones necesarias”

En cierta ocasión una persona vino a visitar al Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), y éste le preguntó cómo había asegurado a su camello. El hombre replicó que, confiando en Dios, lo había dejado a Su cuidado. El Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), replicó: “Tal cosa no es confiar en Dios. La confianza en Dios supone asegurar primero las riendas del camello y después confiar en Dios.” Significando que la confianza en Dios no exime de tomar las precauciones adecuadas. Significa creer que Dios es un Ser Vivo, que controla todo el Universo y que las consecuencias de toda acción está regulada por Su Voluntad. El protege a los creyentes en situaciones en las que éstos no son siquiera conscientes del peligro, y constantemente cuida de sus asuntos. Confiar en Dios es creer que Dios ayuda a sus siervos en sus aflicciones y desamparos y, sin Su ayuda u oponiéndose a Su Voluntad, los recursos materiales resultan inservibles. En otras palabras, es una actitud mental y no el sustituto de una acción o misión física.

Continuando, dice el Santo Corán; (Al-Tauba, v. 72):

“…Pero el agrado de Al-lah es lo mas grande de todo…”

El hombre no debe basar su relación con Dios en la esperanza de alguna recompensa en esta vida o en la siguiente. Su único objeto debe ser ganar el agrado de Dios, pues siendo Dios el verdadero amado, supondría una afrenta a Su Amor preferir cualquier cosa u objeto a su deseo.

Este breve comentario explica la relación que, de acuerdo con el Islam, debe existir entre Dios y el hombre. Todo el que sinceramente cree en Dios estará de acuerdo en que nuestra relación con Dios ha de ser exactamente de la naturaleza expuesta anteriormente.

El modo por el que el hombre puede expresar su relación con Dios

Voy a tratar la tercera cuestión; ¿Por qué medios puede el hombre expresar su relación con Dios? En otras palabras; ¿Cuáles son las obligaciones impuestas por Dios al hombre? Cada religión contesta a esta cuestión de forma diferente y, de hecho, existe mayor desacuerdo entre ellas respecto a tal cuestión que la que existe entre las dos cuestiones anteriores. El Islam responde, declarando que el hombre debe cumplir el objetivo de su creación, es decir, debe tratar de convertirse en un perfecto siervo de Dios y buscar su unión constantemente con El. Verdaderamente, tal es la única respuesta natural que puede darse. El Santo Corán dice; (Al-Mumin, v. 65-67):

“Al-lah es Quien ha hecho para vosotros la tierra como lugar de descanso y el cielo como medio de dependencia; os ha modelado en figuras y ha hecho excelentes vuestras formas y os ha suministrado provisiones sanas. Así es Al-lah, vuestro Señor. Bendito sea pues, Al-lah, el Señor de los mundos. Él es el Dios Vivo. No hay Dios sino Él. Rogadle, pues, siendo sinceros ante Él en la religión. Toda alabanza corresponde a Al-lah, el Señor de los mundos. Diles: “Se me ha prohibido adorar a quienes invocáis fuera de Al-lah, ya que me han llegado pruebas claras de mi Señor; y se me ha ordenado que me someta al Señor de los mundos”.

Estos versículos muestran, que además de la relación espiritual existente entre Dios y el hombre a la que me he referido antes, Dios exige también obediencia respecto a Sus mandamientos que atañen a aspectos materiales. Se deduce del Santo Corán que tales mandamientos son de diversos tipos; sin embargo me voy a referir únicamente a los que se tratan de la adoración, cuyo principal objeto es expresar individualmente la relación humana con Dios y que no afecta directamente a otros hombres. El Islam describe tales mandamientos en cinco categorías:

1) Salat o la oración
2) Zikr o el recuerdo de Dios
3) Ayunos
4) Peregrinación a la Meca
5) Sacrificios

En términos generales, todas las religiones ordenan estos actos de adoración, si bien existen diferencias en cuanto a la manera de ejecutarse. Existe, por el contrario, una tendencia actual a considerar tales actos como ceremonias inútiles, basándose en que Dios nunca deseó confinar al hombre a tales formalidades. Como resultado, los actos externos de adoración, no son tan usuales como solían ser y los fieles de otras religiones están renunciando progresivamente a ellos. El Islam, sin embargo, mientras por una parte continúa revelando nuevos aspectos de sus enseñanzas adecuadas a los requerimientos de cada época, por la otra posee la característica de que las enseñanzas recogidas en las palabras del Santo Corán son inalterables y permanentes, como un acantilado al que los rompientes nunca pueden desplazar de lugar. Como la Naturaleza, es capaz de descubrir nuevos tesoros, pero, también como la Naturaleza, sus leyes son inmutables, pues han sido diseñadas por un Ser que conoce lo oculto y lo futuro y las ha basado en la Verdad y la Sabiduría.

Sin duda, el corazón es el asiento de las emociones. Si se encuentra corrompido y vacío de sentimientos, la mera muestra de humildad y sinceridad externa no sirve de nada. Por el contrario, tal actitud sólo conduce a la oscuridad espiritual. El Santo Corán no sólo acepta este principio sino que pone especial énfasis sobre él. Dice (Al-Maun, v.5-7):

“Ay, pues, de aquéllos que oran, pero no se dan cuenta de lo que rezan. A quienes sólo les gusta ser vistos por la gente.”

De forma similar, habla de aquéllos que hacen obras de caridad para que se les vea y no con el corazón sincero: (Al-Baqarah, v. 265):

“Su caso es similar a una roca lisa, cubierta con tierra, sobre la que cae el aguacero, dejándola desnuda, lisa y dura…”

Tales individuos, en lugar de ganar recompensa alguna por su sinceridad, sólo se dañan a sí mismos por su falta de honradez. Por tanto, los simples actos externos de adoración, si no son acompañados de sinceridad en el corazón, resultan inútiles y son desaprobados por el Islam. El Islam requiere que además de la lengua y expresión corporal, el corazón ha de unirse en el acto de adoración. El Santo Corán y las Tradiciones del Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él) muestran claramente que la fe es perfeccionada por el corazón, la lengua y los miembros unidos en su proclamación. Un individuo cuyo corazón no acepta la verdad pero cuyos miembros y lengua declaran su fe en ella, es un hipócrita. De idéntica forma lo es una persona cuyo corazón acepta la fe pero cuya lengua y cuerpo contradicen a su corazón. La verdadera creencia es aceptada por el corazón y proclamada por la lengua y miembros.

Observemos cómo el rostro de un amante refleja una emoción peculiar cuando se menciona el nombre del objeto de su amor, en su presencia, o cuando aparece ante él, de tal forma que un extraño es capaz de percibir su amor. Igualmente, si bien nadie duda del cariño de los padres hacia sus hijos, aquéllos demuestran continuamente su afecto besando o acariciando a sus pequeños. Cuando dos amigos se encuentran, expresan su contento estrechándose ambas manos. Los europeos cuando se encuentran ante sus monarcas, se descubren y arrodillan. ¿Por qué se hace todo esto? ¿Por qué no basta en tales ocasiones el amor y la sinceridad en el corazón? No sería correcto afirmar que tal demostración física es necesaria para indicar los sentimientos propios al otro, que siendo un ser humano, es incapaz de adivinar nuestro verdadero estado emocional sin algún tipo de demostración. ¿No acariciamos a un niño o saludamos a un amigo con el objeto de expresar nuestro afecto por él? ¿No acarician los padres a un recién nacido o a un hijo, mientras duerme? Tal expresión de afecto es un acto involuntario y espontáneo, que no es dictado por alguna motivación previa.

Es imposible, por tanto, que un hombre que ama a Dios y siente verdadero anhelo de su presencia, no desee expresar su amor y añoranza a través de un acto externo. Este es el secreto de toda adoración. La adoración es el símbolo físico de la verdadera relación del hombre con Dios. Una persona que ama verdaderamente a Dios, a sabiendas que diariamente expresa su amor y afecto a los demás por signos externos, no puede objetar los actos externos de la adoración. Tales objeciones proceden de la falta de amor.

Esto sería suficiente explicación de los actos externos de adoración prescritos por el Islam; sin embargo, existen además, otros significados subyacentes. Uno de ellos es, según explica el Santo Corán, que los actos físicos influyen sobre el estado mental, y éste a su vez influye sobre la condición exterior del cuerpo. Dice; (Al-Hall v.33):

“Así es. Mas, quien respeta los Signos sagrados de Al-lah ello proviene, en verdad, de la piedad de los corazones.”

Se refiere a la acción del estado mental sobre el cuerpo. En otro lugar, la influencia de los actos físicos sobre la mente es referida en las palabras:

“No es así, pero lo que han ganado ha corroído sus corazones” (Tatfif, v. 15).

En principio, actúan en contra de la Verdad para conseguir objetivos materiales, con el resultado de que al fin desaparece de sus corazones el amor a la Verdad. Esta verdad, ha sido claramente comprobada por los estudios de la psicología. Leí hace algún tiempo en un Tratado de Psicología Americano, el caso de un profesor, considerado competente, al que le fue asignada la dirección de una institución. Sin embargo, fracasó posteriormente al mostrar falta de firmeza en decisiones referente a la disciplina y la administración. Un amigo, habiendo observado que habitualmente mantenía la boca abierta, le aconsejó que cuidara de cerrarla. Cuando así lo hizo, observó que ganaba día a día en firmeza y determinación y, con el tiempo, se convirtió en un administrador totalmente competente. En los incidentes ordinarios de nuestra vida diaria, observamos que las condiciones físicas constantemente influyen sobre la mente. Una persona que arruga la frente y muestra signos de ira, acaba sintiendo realmente enfado. Si conseguimos hacer reír de alguna forma a un individuo en el culmen de su ira, ésta desaparece automáticamente. Las lágrimas provocan tristeza mientras que la risa produce alegría. Manteniendo este principio, el Islam ha prescrito los actos externos de la adoración, como el Salat, etc., pues cuando el hombre adopta la apariencia externa de humildad y súplica, su corazón se inclina gradualmente hacia el amor, siendo conducido finalmente hacia Dios, de igual forma como un pedazo de hierro es atraído por un imán.

Otro significado implícito en los actos externos de adoración es que promueven un sentimiento general de amor y obediencia a Dios, los niños que aprenden a amar a sus hermanos y hermanas y a otros parientes observando a otras personas que hacen lo mismo. De haber sido confinados al corazón todos los sentimientos de amor y afecto y no poder expresarse externamente, no existirían sentimientos afectivos entre familiares, pues ¿Cómo podría saber un niño si sus padres amaban u odiaban a un individuo o a otros familiares? Es obvio, que sólo puede descubrirse a través de una demostración externa de los distintos tipos de sentimiento, que así se perpetúan de generación en generación gracias a tal expresión.

Por tanto, si no fueran prescritos signos externos para expresar el amor humano hacia su Creador, y si Su Majestad no fuera constante y repetidamente exaltada por medio de actos externos, las generaciones futuras que recibirían sus primeras impresiones por la conducta de sus padres, no concebirían los sentimientos de amor y sinceridad hacia Dios que se engendran por la observación constante de los símbolos externos de amor y respeto. Vemos cómo el ateísmo y la indiferencia hacia Dios inciden en aquéllos que crecieron indiferentes hacia las formas externas de adoración.

Igualmente, en la adoración física, aquellas partes del cuerpo humano que reciben especialmente los favores y bondades Divinas, pueden manifestar conjuntamente la gratitud de tales dones. Los favores Divinos abarcan al cuerpo igual que al alma, de tal forma que la adoración perfecta es aquélla en que el cuerpo y el alma se unen, pues sin tal combinación ni siquiera la oración espiritual puede mantenerse.

Es cierto, que la esencia y sustancia de la oración está en el corazón. La adoración corporal y la oración es como la envoltura, de manera que la sustancia no puede ser preservada sin esta envoltura adecuada. De destruirse la cubierta, la semilla se expone a ser dañada.

Habiendo dedicado atención al principio de que los actos físicos de adoración son indispensables para el progreso espiritual, voy a tratar de los actos específicos prescritos por el Islam a sus seguidores. El primero y principal de ellos es la Salat, a la que puede considerarse el alma de toda la adoración islámica. Cinco veces al día, el musulmán ha de presentarse ante Dios y adorarle de la forma prescrita. Debe realizar previamente el Wuzu, que supone que lave sus manos, cara, antebrazos y pies, de una manera precisa. Esto no sólo conduce a una limpieza y pureza física, sobre la que el Islam insiste, sino que tiene el efecto de “preservar” todas las vías por las que pueda entrar la distracción o interferencias, es decir, los cinco sentidos representados por los ojos, oídos, nariz, boca, manos y pies; los dos últimos como receptores del tacto. Por consideración de tiempo y espacio no puedo entrar en detalles, pero los que gusten de meditar sobre cuestiones espirituales, lo entenderán fácilmente. La misma palabra Wuzu indica ambos aspectos porque significa a la vez “limpieza” y “belleza”. La observación del Wuzu promueve la limpieza física, que es indispensable para la pureza espiritual, y convierte en bella a la Salat previniendo y evitando interrupciones o interferencias en los pensamientos del que ora, haciendo así posible, que éste alcance el verdadero objetivo de la oración.

Una vez realizado el Wuzu, el que ora dirige su faz hacia la Kaaba, recordando con esta actitud los sacrificios hechos por Abraham (la paz y bendiciones de Dios sean con él) en el camino de Dios y la inmensa bendición que obtuvo. A continuación repite determinados pasajes del Sagrado Corán. La primera parte de éstos están consagrados a la alabanza y adoración de Dios. Su corazón se vuelve rebosante de amor y anhelo, y se torna hacia Dios. En la segunda parte, confiesa que en cada paso a lo largo de su progreso espiritual depende de la ayuda y asistencia Divina, y percibiendo así su propio desamparo, se esfuerza en auto perfeccionarse y confiar totalmente en Dios. La tercera parte comprende plegarias y súplicas, que constituyen la esencia del Salat. A través de la oración, el hombre atrae la Gracia de Dios y mediante la unión del amor del hombre con el amor de Dios en la oración, se siembra la semilla de una creación espiritual nueva de la misma manera que un nuevo ser físico surge a la vida mediante la unión de un varón y una hembra.

En resumen, Salat posee tantos beneficios espirituales, que la razón humana queda totalmente admirada. Sin embargo, para ser eficaz debe desarrollarse en la forma y condiciones que prescribe el Islam.

Los actos externos prescritos por el Islam para la observación de la Salat, no carecen de significado. A lo largo del curso de la Salat, el practicante debe, en distintas etapas, permanecer con los brazos plegados, inclinado con las manos sobre las rodillas, manteniéndose firme con los brazos extendidos, postrado en el suelo y sentado con las piernas flexionadas. Todos estos movimientos son símbolos de total humildad y sumisión entre los distintos pueblos. En algunas naciones, la gente expresa sumisión completa permaneciendo de pie con los brazos flexionados, en otros pueblos permaneciendo con los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. En el Antiguo Egipto, el inclinarse colocando las manos sobre las rodillas era signo de gran respeto. En la India la postración era común y en ciertos lugares de Europa, arrodillarse se consideraba un símbolo de reverencia. El Islam ha combinado todos estos símbolos en su modo de oración.

El Islam ordena que la Salat se realice ordinariamente en congregación, de forma que el espíritu de hermandad sea fomentado. Bajo este precepto, el monarca ha de colocarse hombro a hombro con su más insignificante súbdito para realizar la Salat. Este llamativo hecho, ofrece una prueba viva de que la Salat es una realidad y no una mera forma. Todos los congregados se percatan de que permanecen en una Audiencia ante la que incluso un monarca debe abandonar su cetro y convertirse en un simple siervo junto a sus súbditos.

Se critica en alguna ocasión a la Salat islámica diciendo que se trata de un simple modo de regateo con Dios ya que se realiza con la esperanza de recibir algo a cambio de su ejecución. Esto es exactamente lo contrario a la verdad. El Islam es la única religión que repudia tal idea. Enseña que los actos de adoración prescritos no son las demandas egoístas de un hombre materialista. Su primer objeto es reconocer los favores y bondades de Dios y darle Gracias por ellas. Sin esto, un hombre no merece ser llamado como tal. Como dice el Santo Corán; (Al-Baqarah v. 153):

“Acordaos, pues, de Mi y Yo me acordaré de vosotros y sed agradecidos y no ingratos conmigo”.

Muestra que el objetivo de la adoración es rendir Gracias y buscar el desarrollo espiritual. En otro lugar dice, (Al-Ankabut v.46):

“En verdad, la oración preserva a la persona de la obscenidad y del mal manifiesto”.

El Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él) fue preguntado en una ocasión por qué era tan constante en sus oraciones y contestó: ¿No debo ser siervo agradecido del Señor? Asimismo, el Santo Corán dice respecto a la Salat; (Al-Rad v. 29):

“En el recuerdo de Al-lah es en lo que los corazones pueden hallar sosiego”.

A través de la Salat se llega a la certidumbre del conocimiento que disipa toda la duda. Por ello, Salat es el medio del progreso espiritual, de la misma manera en que existen otros medios para la consecución de diferentes objetos en la vida material.

En resumen, la institución de la Salat se basa en profundas verdades y combina tantas excelencias que ninguna otra religión se encuentra en situación de proclamar algo similar en los actos de la adoración por ella prescritos. Satisface el objeto de la adoración en todos sus aspectos y es el único medio para crear la virtud. Aquéllos que imaginan poderlo lograr sin actos externos de adoración incurren en un grave error. ¿Quién puede creer que, mientras que Abraham con su rectitud, Moisés con sus sacrificios, Jesús con su humildad y mansedumbre y Mohammad (la paz y bendiciones de Dios sean con ellos) con su excelencia y perfección, no pudieron prescindir de tales actos de adoración y no se conformaron con la sola adoración de su corazón, la gente ocupada en asuntos mundanos mañana y noche, y que no son capaces de tener un pensamiento dedicado a Dios, pueda prescindir de ellos y limitarse al mero recuerdo interno de Dios?. La idea de que la adoración externa es un simple asunto de forma y no tiene un beneficio real, es resultado de la pereza. Surge sólo para acallar la voz de la conciencia. Es el pretexto en el que mucha gente trata de ocultar su falta de fe.

El segundo modo de adoración prescrito por el Islam es el Zikr, o recuerdo de Dios. El Salat, que debe ser realizado de una manera determinada y sujeta a ciertas condiciones, se encuentra limitado a períodos de tiempo definidos. Sin embargo, al igual que el cuerpo necesita agua o humedad en intervalos breves de tiempo y comienza a sentirse seco y cansado sin ella, el alma permanece en estado de necesidad constante de refrescamiento espiritual, pues corre el riesgo de morir por inanición mientras el hombre se encuentra ocupado en propósitos materiales. El Islam enseña al hombre, por tanto, que debe evocar y reflexionar sobre los distintos atributos Divinos, en medio de sus asuntos y preocupaciones, de forma que su atención no quede totalmente captada por las cuestiones mundanas y el recuerdo y amor a Dios continúe refrescando constantemente su alma como manantial. Los beneficios del Zikr son similares a los de la Salat.

El tercer modo de adoración prescrito por el Islam es el ayuno. Esta forma de adoración es común a la mayoría de las religiones, pero la forma en que el Islam lo ha ordenado es diferente a éstos. El Islam ordena a todo musulmán adulto la obligación de guardar ayunos durante un mes cada año. A aquéllos que padecen enfermedad temporal y a quienes viajan durante el mes de ayuno, se les permite ayunar en otro momento del año, un número igual de días. Los que sufren una alteración orgánica permanente, son ancianos, o se encuentren demasiado débiles para ayunar, se encuentran exentos del mismo. Quienes ayunan se abstienen de ingerir comida o bebida de ningún tipo así como mantener relaciones sexuales desde la salida hasta la puesta del sol. Es deseable que sea tomado algún tipo de desayuno antes de la puesta del sol, de manera que el cuerpo se abstenga de padecer innecesariamente. Además, un ayuno continuo de veinticuatro horas no lo aprueba el Islam. El Santo Corán describe el objeto del ayuno; (Al-Baqarah v. 186):

“Al-lah desea daros facilidades y no desea para vosotros lo difícil, y que completéis el número de días y ensalcéis a Al-lah por haberos guiado y para que seáis agradecidos”.

En otras palabras, por una parte, el eludir la necesidad de preparar e ingerir el alimento, y disponiendo de más tiempo, el hombre debe prestar mayor atención a los asuntos espirituales y recordar a Dios con más frecuencia. Por otra parte, el tormento del hambre y la sed ayuda al hombre a darse cuenta del verdadero valor de los favores y bondades Divinos que normalmente disfruta, de forma que se vuelve más agradecido a Dios.

El hombre no valora adecuadamente lo que posee y sólo conoce el verdadero valor de algo cuando lo pierde. La mayoría de la gente no se percata de que la vista es una gran bendición de Dios, pero cuando pierde este sentido reconoce su valor. De igual manera, cuando el hombre se abstiene de la comida y bebida durante el ayuno y sufre de hambre y sed, comienza a darse cuenta de cuántas comodidades Dios le ha rodeado y de que debe emplear una vida tan bendecida en ocupaciones buenas y útiles, y que no debe malgastarla en propósitos triviales.

Igualmente, Dios declara que el objeto del ayuno es que el hombre llegue al estado de Taqwa (Al-Baqarah v.184). La palabra Taqwa se usa en el Santo Corán en tres acepciones. Significa seguridad contra el dolor y sufrimiento, seguridad contra el pecado y la consecución de un elevado estado espiritual. El ayuno promueve todo esto. A primera vista parece paradójico decir que el ayuno salva al hombre del sufrimiento, puesto que el ayuno impone cierta cuantía de padecimiento. Sin embargo, una breve consideración muestra que el ayuno enseña lecciones al hombre que asegura su bienestar a nivel de nación. La primera lección es que un hombre rico, que nunca sufrió hambre o privación y que, por tanto, no puede darse cuenta de los sufrimientos de sus hermanos más pobres, comienza a percatarse por el ayuno de lo que es el hambre, y de lo que los pobres han de sufrir. Esto provoca en su mente una simpatía activa hacia el pobre que puede expresarse en medidas consagradas a disminuir el índice de pobreza, resultado en un incremento del bienestar de la nación. Es obvio que el bienestar de la nación está ligado al bienestar del individuo. Otro aspecto del ayuno se refiere a que el Islam busca desalentar en sus fieles la tendencia a la pereza e indolencia, así como la falta de disposición para cargar con penalidades o dificultades. Desea que encuentren dispuestos a soportar todo tipo de privaciones e inconveniencias en tiempo de necesidad. Los ayunos habitúan a los musulmanes a padecer hambre y sed, y a controlarse en sus pasiones y deseos, de tal forma que quienes llevan a la práctica con sinceridad este mandamiento, nunca incurren en la pereza o abandono.

El ayuno protege contra el pecado, porque el pecado nace de la inclinación a la indulgencia material. Cuando uno se acostumbra a un tipo de conducta es difícil renunciar a ella. Sin embargo, el que es capaz de abandonar un hábito o forma de actuar a voluntad, nunca se convierte en su esclavo. El hombre que, para llegar a Dios, abandona durante un mes entero todo tipo de placeres materiales, y aprende a ejercitar el control y la disciplina, puede con facilidad vencer a las tentaciones que conducen al pecado.

Asimismo, al tener que madrugar temprano durante el mes de ayunos para tomar su alimento, obtiene nuevas oportunidades para la oración y adoración, que le ayudan a adelantar en el camino de progreso espiritual. Cuando sacrifica su facilidad y confort por causa de Dios, El fortalece su espíritu y le acerca hacia Sí mismo.

La cuarta forma de adoración establecida por el Islam es la peregrinación a la Meca. Sus principales objetos son similares a los de Salat y los ayunos, es decir, acostumbrar al hombre a dejar su hogar y país, sufriendo la separación de familiares y amigos por causa de Dios. Aparte de esto, el Santo Corán adscribe a la peregrinación un objeto peculiar. La peregrinación a la Meca es un símbolo de respeto mostrado a los lugares donde fue manifestada la Voluntad Divina y recuerda a la gente los incidentes conectados con tal manifestación.

Les recuerda el hecho de que Ismael fue dejado por Abraham en el desierto; y cómo quienes se sacrifican en el camino Divino, son honrados y protegidos, y a su vez fortalecen su fe en el Poder y Fuerza de Dios. Asimismo, al encontrarse el peregrino cerca del lugar que, desde principios del mundo, fue consagrado a la adoración de Dios, experimenta una peculiar asociación espiritual con aquéllos que a lo largo de siglos se unieron para el recuerdo y amor a Dios, entre los que a sí mismo se incluye.

Aparte de esto, la peregrinación encierra un gran objetivo de índole político. Al reunir a los musulmanes de todas las zonas de la Tierra una vez al año, hace posible el intercambio de opiniones y la renovación y establecimiento de relaciones de amor y fraternidad. Tienen la oportunidad de informarse de los problemas respectivos y de afrontarlos en las diferentes naciones, o de beneficiarse de la experiencia de los demás, así como de planear métodos de cooperación colectiva. Siento señalar, no obstante, que en el presente no se está adquiriendo ventaja alguna de este aspecto de la peregrinación.

El quinto modo de adoración prescrito por el Islam es el sacrificio. Son mucha la gente que no entiende el significado del sacrificio islámico. Imaginan, que se supone del animal, que aleja los pecados del que realiza tal sacrificio. Tal concepción respecto de las enseñanzas islámicas al respecto es totalmente errónea. El equivalente en árabe de la palabra “sacrificio” deriva de una raíz, cuyo significado es “cercanía”. El sacrificio es un símbolo, cuya interpretación es responsable de la concepción errónea que la gente tiene de él. En tiempos antiguos el lenguaje de los símbolos era de uso común y el desarrollo del lenguaje escrito y hablado, así como todo tipo de literatura, no ha impedido que en la actualidad los símbolos sean empleados y aceptados de manera externa en la comunicación de pensamiento e ideas, especialmente en cuestiones sociales. Dos amigos, por ejemplo, cuando se encuentran, se estrechan la mano, sin que nadie cuestione la propiedad o no propiedad de tal acción, ni a nadie se le ocurre analizar los sentimientos que ésta encierra. Es un símbolo heredado de tiempos pretéritos y, aunque se desconoce su origen, es considerado como una de las prácticas sociales más útiles al expresar y promover relaciones de amistad y hermandad. En tiempos antiguos, cuando dos hombres pactaban una alianza defensiva y ofensiva, solían estrecharse las manos para significar que a partir de aquel momento, la mano de uno sería la mano del otro, y que por tanto, serían aliadas, pelearían y se defenderían juntos. A lo largo del tiempo, esta ceremonia simbólica se convirtió en emblema de la expresión de afecto y amistad, de forma que hoy día nadie sería capaz de abolirlo. De igual forma el beso significa simbólicamente el deseo de la naturaleza animal de incorporar a la persona besada dentro de sí y convertirse en uno con ella. Este y otros símbolos son usados constantemente y de modo útil en nuestras vidas diarias. El sacrificio es también uno de tales símbolos. Si meditamos un poco, vemos que no es insignificante sacrificar una vida, y su realización deja lugar a una profunda impresión en la mente; exceptuando a aquéllos que están acostumbrados a hacerlo. Algunas personas escrupulosas llegan a condenar al sacrificio como acto de crueldad. Sin duda alguna, remueve los sentimientos de forma poderosa, y es por esta razón por lo que se ha señalado como forma de adoración. El hombre que ofrece un sacrificio, declara en lenguaje simbólico que, al igual que el animal, que es inferior y ha sido sacrificado para él; de ser requerido, está prestamente dispuesto a entregar su propia vida, por lo que es más valioso que su propia existencia.

El hombre que entiende el verdadero significado del sacrificio, queda profundamente afectado en el momento que lo ofrece, y recuerda vívidamente su significado y la responsabilidad que sobre él recae. Recordará posteriormente, siempre, que las cosas inferiores han de ser sacrificadas por las superiores y que debe estar dispuesto a sacrificarse a sí mismo en el Servicio de la Verdad o de la Humanidad. El Santo Corán se refiere a este significado del sacrificio cuando declara; (Al-Hall v.38):

“No es su carne la que llega a Al-lah, como tampoco su sangre, sino que es vuestra piedad la que llega a El”.

Es decir, vuestros sacrificios sólo os beneficiarán si cumplís el objeto que encierran. Si no lo hacéis así, simplemente habréis matado a un animal al igual que lo hacéis con el propósito de alimentaros sin obtener nada por ello.

Esto muestra que el sentido del sacrificio en el Islam es totalmente distinto al que tiene en otras religiones, y que el Islam ha preservado el objeto que contiene este símbolo, mientras que otras doctrinas lo perdieron de vista o inventaron nuevos propósitos.

Los medios por los cuales el hombre puede llegar a Dios y la consecución práctica de este objetivo en la vida presente

La cuarta cuestión del primer objeto de la religión se refiere a si el hombre puede llegar a Dios, y si existe una religión que proclame que tal cosa es posible. Es obvio decir que se trata de una cuestión trascendental y que el valor real de toda religión está en función de su respuesta. Toda persona guiada por sus instintos naturales que no los ignora voluntariamente, debe sentir que la única función de la religión es señalar el camino de Dios y conducir al hombre a El. Todas las demás cuestiones son subsidiarias.

Si una religión expone los atributos de Dios, pone énfasis en Su Unidad, exhorta a sus fieles a amarle con sinceridad, establece modelos de adoración, pero no dice nada respecto a si puede conducir al hombre hacia Dios en esta vida, sus enseñanzas son pura superchería y su puesta en práctica una pérdida de tiempo. Tal tipo de religión, podía compararse al hombre que proclama con tambores y trompetas por toda la tierra que se ha realizado un descubrimiento trascendente y que todo el mundo ha de reunirse para ser informado, de tal forma que nadie ha de quedar rezagado, pues el descubrimiento es tan maravilloso que no tiene precedente, siendo necesario que todos lo conozcan, pues es útil para todos y sus beneficios exceden a los de otros descubrimientos anteriores, y sería un grave infortunio no aprovecharse de él. Cuando todos se hubieran reunido en derredor, abandonando trabajos y ocupaciones con imperioso anhelo por escuchar sobre el maravilloso descubrimiento, comienza a relatarles que se ha descubierto una tierra nueva, tan vasta que todos podrían instalarse confortablemente; que está al alcance de todas las manos, con riachuelos y manantiales corrientes y con tal abundancia de flores, frutos y otros manjares, que los hombres no necesitaran disputárselo, pues cada uno podría disponer de los que quisiera. La vida sería extremadamente grata, el sol brilla con todo su esplendor y sus sombras densas ofrecen descanso y tranquilidad. Todo el que entra no desea abandonarlo jamás, etc., etc., excitando así la curiosidad de los oyentes, que preguntan con ansia sobre los pormenores de esta tierra maravillosa deseando recorrerla y gustar sus frutos y manjares así como disfrutar la agradable vida que ofrece.

El responde que, sin duda, tal tierra existe pero que siente no conocer su situación exacta ni cómo llegar a ella, lo leyó de un libro que descubrió en la biblioteca de su padre y no pudo evitar que los demás lo ignoraran. No hay duda de lo que se pensará de tal individuo. Sin embargo existen personas, que se burlan diariamente de nosotros de esta manera, sin que nadie les cuestione su forma de actuar. Llaman a los hombres pero los que acuden a su llamada no encuentran nada, intensificándose su ansia e inquietud.

¿Ha oído alguien hablar de gente que se enamora de una belleza imaginaria, que nadie ha visto nunca? El amor surge de la contemplación de una belleza y no por un simple relato. ¿Cómo puede, por tanto sentir el hombre el amor deseado hacia Dios, sin haberlo visto? En el amor, el corazón se conmueve; sin embargo, ¿Cómo puede conmoverse si no se le aplica el ardor necesario? En primer lugar, los hombres han de percibir el rostro glorioso de su amado y percibir su esplendor, para que sus corazones queden conmovidos y rebosantes de amor. Ninguna religión puede crear en los corazones de sus fieles un sincero amor a Dios a menos que abra la puerta a su encuentro.

Mirad alrededor y ved cuánta gente ama a Dios de corazón. Seguramente no más de diez entre cien mil, y éstos creen amarlo en su imaginación. Simplemente cumplen tradiciones antiguas y continúan pisando el camino que sus antepasados hollaron en el pasado. El mundo se encuentra envuelto en oscuridad. Nadie está dispuesto a sacrificar nada por Dios. Los sacrificios que se hacen en nombre de la religión encubren en la mayoría de los casos al patriotismo o nacionalismo. De los más remotos lugares de la Tierra la gente se reúne para ver la British Exhibition; sin embargo, ¿Cuántos abandonan sus hogares para ver a Dios? Piensan que no pueden verle ni en su hogar ni fuera de él y, por tanto, no hacen esfuerzos por encontrarle.

No podemos confiar en nuestro bienestar espiritual a la vida futura. A ningún hombre se le permite visitar este mundo dos veces. Si no encuentra nada en esta vida, y en la vida venidera descubre que ha estado sumido en el error. ¿Dónde está la solución? Si no existe Dios, ni vida futura, habrá perdido su tiempo en este mundo persiguiendo una ficción. Todas las religiones afirman poder conducir a Dios en la vida futura, sin embargo, ¿cómo podemos basarnos en suposiciones, en asuntos de tan trascendental importancia? Se nos dice que hagamos esto o aquello pero lo que deseamos saber es que hará Dios por nosotros a cambio. Nuestros actos y conducta puede compararse a los del que llama a una puerta; la cuestión es (en palabras de un hombre que iluminó al mundo con su luz hace 1900 años) si ésta se nos abrirá o no. Si la puerta ha de abrírsenos y nuestra llamada es en vano, ¿De qué nos sirve la religión? Sería un acto incongruente que podríamos haber realizado sin la guía de ninguna religión. Todo lo que haría en nosotros sería crear un anhelo que no podría satisfacer. Una religión verdadera debe por tanto, enseñarnos algo con lo que podamos abrir la puerta antes de abandonar este mundo, de forma que antes de que nuestra retirada acontezca, tengamos la seguridad de haber seguido el camino recto.

Os soy la enhorabuena que el Islam, o en otras palabras, Ahmadiat, afirma enseñar el camino por el que la puerta puede ser abierta. En realidad afirma que a través de El, la puerta ha sido abierta a muchos que, en esta misma vida la atravesaron y vieron el Rostro y Majestad de Dios; y que Dios mediante, si lo deseáis puede hacer lo mismo por vosotros.

Antes de proceder a explicar los medios por los que Ahmadiat conduce al hombre a Dios, es necesario aclarar qué se entiende por ver o encontrar a Dios. Debe recordarse que Dios no es un objeto material que podamos ver con nuestros ojos físicos. Sólo puede ser visto con los ojos del alma. Esto no significa que se trata de un truco de la imaginación. Tal visión espiritual de Dios es tan real e irrefutable como la visión física por la que percibimos objetos físicos como el Sol o la Luna, de forma que no queda duda en la mente respecto a su existencia. Si diez millones de individuos afirmaran que no existe tal cosa como el Sol, creeríamos que estos diez millones se han vuelto locos. No surge duda alguna en nuestra mente de no haber visto al Sol pues lo hemos observado de tal manera que no deja resquicio a la duda. La diferencia existente entre la conjetura y la realidad, es que la primera resulta generalmente de la acción de un solo sentido. Por ejemplo, cuando alguien imagina que determinada persona se encuentra ante él y tal persona no existe, puede percatarse de su error extendiendo sus brazos y apreciando que ante él sólo existe espacio vacío. Si la persona existe realmente, su sentido del tacto confirmará al de la vista y su mano topará con un objeto sólido. Puede ocurrir que más de una facultad se encuentren alteradas, si bien correspondería a un cuadro de alteración mental y ningún otro quedaría engañado por ello. Existe, sin embargo, otra prueba más, que puede aplicarse para detectar a mentes extraviadas, y es que una persona que se encuentra alucinando puede engañarse a sí misma, pero no puede engañar a los demás. No puede enseñar a otros lo que él mismo imagina ver. Por lo tanto, cuando afirmo que a través del Islam o Ahmadiat, el hombre puede ver a Dios, no me refiero a algo ficticio, como los fieles de la mayoría de las religiones imaginan ver a Dios, sino que quiero significar el verdadero encuentro con Dios que no sólo puede percibirse a través de diferentes facultades, sino que puede también ser mostrado a los demás.

Sin duda, esta visión o encuentro es espiritual y no físico. En apoyo de la afirmación de que el Islam así lo declara, el Santo Corán lo refiere en varios versículos; en el mismo inicio del Santo Corán dice: “Este es un Libro perfecto; no hay duda en él; es una guía para los justos.” (Al-Baqarah, v. 2). Otras religiones sólo proclaman convertir al hombre en virtuoso, el Islam en cambio, no sólo afirma esto, sino que lo conduce mucho más lejos. No sólo enseña al hombre sus obligaciones, sino que cuando las ha cumplido, lo lleva a un estado más elevado y se convierte en recipiente de los favores y atención de Dios y una relación de amor y sinceridad mutuos se establece entre Dios y él.

En otro lugar, (Al-Nisa, v.68-71) dice que quienes rinden perfecta obediencia a Dios y su Apóstol; Dios les confiere una de las cuatro siguientes categorías en función de sus merecimientos. Quienes alcanzan el estadio más alto de perfección son convertidos en Profetas. Los que les siguen en grado son Siddiquis, es decir, favoritos de Dios, y los que les siguen a continuación son Shahids, es decir aquéllos a quienes se ha descubierto el velo que cubría sus ojos, sin llegar a la categoría de amigos especiales de Dios.

Los siguientes en grado inferior son los SALIH: Se trata de gente virtuosa que intenta perfeccionarse, pero que aún no han sido admitidos a la presencia íntima de Dios. Estos son los mejores compañeros cuya compañía beneficia a los demás. Tales etapas diferentes de perfeccionamiento sólo pueden ser alcanzadas por la gracia de Dios y Dios conoce bien a Sus siervos, es decir, sabe que ha dotado al hombre con la capacidad de desarrollo ilimitado y ha puesto en su corazón el anhelo de encontrar al Amado, de forma que era necesario que El procurará los medios de satisfacer el anhelo que El creó, dejando al hombre la libertad de beneficiarse de ellos.

De nuevo dice (Yunus, v. 8-9):

“Quienes no buscan el encuentro con Nosotros y están contentos con la vida de este mundo sintiéndose tranquilos con ella, y quienes no hacen caso de Nuestros Signos. Son aquéllos cuya morada es el Fuego por lo que han ganado”.

En otro lugar, Dios declara (Al-Rahman, v. 47):

“Mas para quien se sobrecoja ante la elevada majestad de su Señor, hay dos Jardines”.

Al describir de nuevo las bendiciones del Paraíso, se refiere a la bendición principal en el versículo: “En ese día algunos rostros (los de quienes entren el Paraíso), estarán risueños, mirando anhelantes a su Señor; (Al-Qiyamah v. 23-24). De tal manera que, conseguir el Paraíso en esta vida significa que el hombre debe ver a Dios en ella y debe experimentar en sí mismo la existencia de Sus atributos.

En otro lugar, declara: “Acordaos, pues de Mí y yo me acordaré de vosotros; y sed agradecidos y no ingratos Conmigo.” (Al-Baqarah, v. 154). Es decir, que no debéis imaginar que habiendo creado todo lo necesario para nuestro desarrollo material, Voy a dejar de proveer vuestras necesidades más elevadas.

La cuestión siguiente es: ¿Cuál es la naturaleza de este encuentro con Dios? En verdad, queda por encima de la capacidad humana describir tal experiencia esencialmente espiritual. Puede ser captada pero difícilmente descrita de forma adecuada, de forma que sólo el que la experimenta puede comprender su naturaleza.

No puede ser transmitida una impresión adecuada a otra persona pues se trata de una experiencia original y la gente sólo puede entender la naturaleza de aquellas experiencias por las que ha pasado. Por ejemplo, podemos describir el gusto del azúcar a alguien que lo haya probado, de forma que, cuando le decimos que determinada cosa es muy dulce, inmediatamente capta nuestro significado. Sin embargo, quien nunca probó el azúcar, nunca sabrá completamente lo que “dulce” significa. Podemos transmitirle una idea pobre e imperfecta, diferenciándolo de otras cosas que pueden ser gustadas, pero la única manera perfecta de hacerle entender lo que quiere decir “dulce”, consiste en colocar un terrón de azúcar en su boca y decirle que es dulce. De forma similar, la naturaleza del encuentro con Dios no puede decirse en palabras. Sin embargo, como es un asunto que concierne a la fe, de la que depende todo el progreso espiritual del hombre, Dios, otorga a quienes participan de ella, de tales atributos, que cualquiera puede percibir que mantienen una relación especial con Dios vivo. Al igual que la máquina cobra vida cuando se conecta a la corriente eléctrica, de manera que todos perciben que una poderosa fuerza trabaja en interior, así ocurre con quienes alcanzan la unión con Dios. Desde el comienzo del tiempo, este hecho de que Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Mohammad (la paz y bendiciones de Dios sean con ellos) y los demás profetas de Dios fueran Sus elegidos, fue proclamado al mundo sólo a través de la manifestación de los Atributos de Dios en ellos. De ninguna otra manera podía entender el resto de la gente la naturaleza de la relación que cada uno de ellos mantenía con Dios.

La verdad es que siendo Dios Espíritu Puro, Su relación con el hombre sólo puede expresarse a través del reflejo del Sus atributos en éste. Como dijo el Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él): “Si deseáis encontrar a Dios, debéis asimilar Sus atributos y adecuar vuestras vidas a ellos”.

Con seres pertenecientes al mundo espiritual, sólo a través de un conocimiento y entendimiento perfecto puede establecerse una relación. El Santo Corán describe este conocimiento ordenado en tres categorías o etapas. La primera categoría es conocida como IL MUL YAQUIN, es decir, el conocimiento por inferencia o deducción. En este grado, el objeto no es visible por sí mismo pero sí sus efectos, por los que podemos deducir que tal objeto existe.

La segunda etapa es AIN UL YAQUIN, es decir, “el conocimiento por la vista”. En esta categoría no sólo son evidentes los efectos, sino que el objeto mismo también lo es, aunque su naturaleza no haya sido completamente captada. El tercer estadio es la etapa del conocimiento o experiencia perfecta, es decir, una comprensión de la naturaleza del objeto tan completa como sea posible poseer al hombre, a través de la observación de sus efectos sobre los demás y la experimentación sobre sí mismo de tales efectos. Se le llama HAQ UL YAQUIN, o la experiencia perfecta. Estos tres estadios pueden ilustrarse refiriéndonos al conocimiento y experimentación del fuego. Cuando vemos humo a distancia, deducimos que existe un fuego que lo produce, pero no podemos estar seguros, pues la vista puede confundirse y lo que imaginamos es fuego, puede ser polvo o bruma. En cambio, si nos acercamos, y vemos la llama con nuestros propios ojos, nuestra certidumbre aumentará. Sin embargo, no podemos adquirir un conocimiento perfecto de la naturaleza del objeto (fuego) hasta que no coloquemos nuestras manos sobre él y experimentemos su efecto quemante. Existen otras subdivisiones de estas categorías, pero éstas son las principales, y el hombre se refuerza constantemente por alcanzarlas. Vemos, que cuando el niño comienza a crecer, desea conocer la naturaleza de cada cosa y no vacila en colocar la mano sobre el fuego para experimentar sus efectos. Imagino que son muy pocos los niños que no se hayan quemado la mano en algún momento intentando descubrir el origen y efectos del fuego.

El Islam establece las mismas tres etapas del conocimiento. En la primera, el hombre conoce la manifestación de los atributos de Dios a través de otros, o lee en las Escrituras cómo Dios se Relacionaba con Sus siervos en el pasado, y comienza a pensar que debe existir alguna realidad bajo todo esto. Sin embargo, sólo se crea una impresión temporal en su mente, ya que, cuando empieza a esforzarse en el mismo camino, topa desde el principio con el desánimo y pierde valor, al igual que quien, viendo humo a distancia, se acerca, pero a medida que avanza y no ve sino solo humo sin otra indicación de fuego, comienza a imaginar que sus ojos le engañaron y que lo que vio no era tal humo, sino polvo o bruma. Tales personas se satisfacen con el recuerdo de las vidas de los santos. No se esfuerzan nunca en experimentar por sí mismos, permaneciendo su complacencia, por tanto, indiferente. Este nivel dista, sin embargo, de ser envidiable.

El Islam no limita al hombre a la primera etapa del conocimiento. Mantiene abierta la puerta hasta la categoría más elevada y declara que todo el que se esfuerza en encontrar a Dios, de acuerdo con sus enseñanzas, gana en conocimiento y experiencia en proporción a su esfuerzo, no existiendo nivel de conocimiento que haya sido posibilitado a otros que sea prohibitivo al hombre actual. He explicado que el verdadero conocimiento es una condición puramente interna de la mente. Es una sutileza de la visión espiritual por la que el hombre comienza a percibir los atributos Divinos. Pero, al igual que cada estado y experiencia tienen una manifestación externa, el perfecto conocimiento de Dios, o, en otras palabras, la unión con Dios, tiene también su manifestación externa por la que las demás personas así como el propio individuo conoce su relación con Dios.

Es obvio decir que cuando dos cosas se aproximan las características de una afectan a la otra. Quien se aproxima al fuego, por ejemplo, comienza a sentir calor y quien se acerca al hielo siente frío. Asimismo, si una persona está perfumada, su cuerpo o prendas emiten su fragancia; y si se acerca a otra persona que está hablando, puede escuchar sus palabras. De la misma manera, es necesario que quien alcance el estado de unión con Dios manifieste cualidades que muestren que ha alcanzado tal estado de bendición. Pues si no existe más que mera afirmación, no podríamos distinguir a los impostores de los siervos virtuosos de Dios, y la gente no se beneficiaría de la visión o unión con estos últimos.

El Islam ha descrito tres grados de unión con Dios que pueden ser distinguidos mediante sus manifestaciones. Son la prueba del hombre que ha alcanzado la unión con Dios y son a la vez los medios de incrementar la propia fe en Dios. El primer grado es el referente a la aceptación de la oración, el segundo la revelación, y en el tercero, el hombre se convierte en manifestación de los atributos Divinos.

El Islam enseña que la aceptación de la oración es un medio de capacitar al hombre para alcanzar la unión con Dios. Cuando reza a Dios, sus plegarias son aceptadas, a condición de que se hagan de manera adecuada y continuadas hasta el punto necesario para su aceptación. Dice (Al-Naml v. 63):

“O, ¿Quién responde a la persona afligida cuando invoca a El, libra del mal y os convierte sucesores en la tierra? ¿Existe acaso algún dios fuera de Al-lah? Qué poco es lo que reflexionáis.”

Este grado es accesible a todos. Dios escucha las plegarias de todo el que le implora con congoja, cualquiera que sea la religión a la que pertenezca, ofreciendo así la oportunidad de entrar en contacto directo con El mismo y emerger del estado de duda y oscuridad. Es esencial que un cierto grado de conocimiento esté abierto a la gente de diversa clase y condición para dirigir su atención hacia Dios, pues la gente sólo se vuelve hacia lo que siente como importante.

Los fieles de todas las religiones pueden alcanzar este grado y pueden experimentar los efectos de la oración. Muchos obstáculos e inconvenientes desaparecen gracias a la oración. Sin embargo, este grado de conocimiento es inferior, pues deja lugar a la duda respecto a que lo que aconteció tras la plegaria pudo ocurrir sin ella, o que lo que no ocurrió fue evitado, tampoco hubiera ocurrido de de no haber realizado tal plegaria, pues con frecuencia se observa que cualquier empresa que está en camino de realizarse fracasa, y, por el contrario, lo que es considerado de difícil realización, tiene lugar por medios ordinarios a pesar de no ofrecerse plegaria alguna, o no teniendo fe en la plegaria la persona a quien concierne. Otro elemento que hace que esta categoría sea dudosa, es que parece tener similitudes con los resultados de otros métodos que operan bajo determinadas leyes naturales, como el hipnotismo o la sugestión, por las cuales ciertas dolencias y enfermedades pueden ser curadas o remediadas. Ello puede hacer pensar que los resultados de la oración se obtienen también a través de la concentración y otras causas, no siendo debidos a ninguna intervención o ayuda Divina.

Aunque la aceptación de la plegaria en este grado esté sujeta a tales motivos de duda, es, con seguridad, un medio de lograr certidumbre para quien lo experimenta, beneficiándose extraordinariamente de ello. Sin embargo, existe otro grado en el que la aceptación de la plegaria no está sujeta a dudas. Sin embargo, pertenece a los más elevados grados de conocimiento, y será expuesto en su lugar adecuado.

El segundo grado de verificación es la revelación. El Islam pone particular énfasis en este grado, mientras que las demás religiones consideran que la puerta de la revelación ha sido cerrada de manera irrevocable. La razón, sin embargo, no puede aceptar la doctrina de que Dios, que solía hablar a Sus siervos en tiempos pasados para reafirmarles Su existencia, haya enmudecido totalmente en el presente. Los atributos Divinos son eternos y no están sujetos a disminución o decremento. ¿Por qué entonces ha permanecido en silencio durante todos estos siglos? Si ha cesado de hablar, ¿Cómo podemos asegurar que no ha cesado de escuchar, y que los demás atributos permanecen inalterados? ¿No apoyaría este silencio la conclusión de que tampoco puede ya observar, que ha perdido el atributo del Conocimiento, y el poder de vigilarnos y protegernos, y que el Universo marcha ahora por sí mismo? Si los demás atributos siguen siendo vigentes ¿Por qué ha cesado de hablar? El está oculto a nuestra vista y fuera del límite de nuestras percepciones físicas. La revelación era el medio principal por el que los hombres podían estar seguros de Su existencia. Si esta puerta también se ha cerrado, ¿Qué medios nos quedan para asegurarnos de Su existencia?

El Islam enseña que Dios todavía habla como solía hacerlo; todavía charla con Sus siervos como antaño. Al igual que la aceptación de las plegarias, la revelación no se encuentra totalmente limitada a los fieles de una religión en particular. Para que la gente pueda dar testimonio y creer en las revelaciones recibidas por sus siervos virtuosos, Dios en ocasiones, habla a las personas que no participan de la fe verdadera. Que Dios habla incluso ahora a sus fieles virtuosos es afirmado de manera expresa en las siguientes palabras del Sagrado Corán: (Ha-Mim v. 31-32).

“En cuanto a aquéllos que dicen: “Nuestro Señor es Al-lah” y permanecen después perseverantes, los ángeles descienden sobre ellos, diciéndoles: “No temáis ni os aflijáis; regocijaos en el Jardín que se os ha prometido; Somos vuestros amigos en esta vida y en el Más Allá. Allí tendréis todo lo que deseen vuestras almas, y allí tendréis todo cuanto pidáis.”

Es decir, el deseo de alcanzar la unión con Dios, que es deseo real de todo creyente, será conseguido de forma total y completa. Estos versículos muestran que el Islam considera que la puerta de la revelación siempre está abierta y mantiene la promesa de la Revelación para ciertos casos. Puede imaginarse cómo el hecho de que Dios hable directamente o a través de Sus ángeles, fortifica la fe de una persona en su creencia y fe en Dios, y qué refuerzo supone para su corazón tal experiencia, pues el diálogo también es un tipo de encuentro. Si, por ejemplo, uno pierde a su amigo en el bosque durante la noche, y escucha su voz en la cercanía, se encuentra mucho más reconfortado que si lo hubiera visto. Por lo tanto, el hombre a quien Dios habla, cree en El con una fe tan perfecta como la que tendría si Le hubiera visto realmente.

No se trata de una afirmación que el Islam hace. Durante los últimos mil trescientos años, el Islam ha dado lugar constantemente a hombres a quienes Dios ha hablado. En la época presente, Dios ha hablado al Mesías Prometido (l.p.D.), y como resultado de la santa influencia ejercida por él, miles de miembros de la Comunidad Ahmadía, se han convertido en recipientes de la Revelación Divina. Creo que más de la mitad de los áhmadis han sido objeto de revelación en una forma u otra, habiendo así confirmado y reforzado su fe.

Debe recordarse que con la palabra “Revelación” no quiero significar la idea que comúnmente, pero de manera errónea, se tiene de ella, al considerar como tal a una idea brillante que, de manera súbita, surge en la mente. Algunas personas, por ignorancia, imaginan que Dios nunca habla en palabras, y que las ideas o pensamientos de los profetas se describen como revelación. El Islam rechaza enérgicamente esta idea y afirma que la revelación tiene lugar por medio de palabras, y que Dios habla al hombre de forma tan real como una persona habla a otra. Un sonido similar al que se produce en el habla humana tiene lugar en la revelación, y quien recibe la revelación oye tal sonido de la misma manera que oye el habla de sus compañeros en su vida diaria. La diferencia consiste en que la Revelación es mucho más majestuosa y gloriosa que el habla de los hombres, y conlleva tal arrobamiento y sensación de felicidad, que quien la recibe se siente exaltado y elevado, como si un gran poder lo hubiera absorbido. Las palabras de la revelación llegan a sus oídos y las escucha, o bien son transmitidas a su lengua y las recita; o le son presentadas en un escrito y las retiene en su memoria. Todo ello, mientras persiste el sentimiento de exaltación, por el que percibe que su experiencia es una realidad gloriosa y acción directa de un Poder Superior.

Existen otras dos clases de Revelación además de la descrita que no se transmiten por palabras sino en lenguaje simbólico. Una de ellas es el sueño, a través del cual se muestra algo concreto como símbolo de lo abstracto. Por ejemplo, la visión de la leche, que indica conocimiento espiritual, o un búfalo que evidencia enfermedad o epidemia, etc.

El segundo tipo es denominado KASHF o visión, que se experimenta mientras el hombre está totalmente despierto y ocupado en sus quehaceres normales. En tales condiciones es capaz de relacionarse espiritualmente con las almas de los ausentes, o presenciar acontecimientos que tienen lugar a distancia del mismo.

Todas estas clases de revelación están referidas en el Santo Corán. Una discusión detallada de las mismas estaría ahora fuera de lugar. Ya dije que el Islam no define a la Revelación como una mera inspiración afortunada. Tal definición nace de una ignorancia total sobre su naturaleza. De aceptarse así, la Revelación se convertiría en una superchería pues todas las personas experimentan en algún momento pensamientos e ideas inspiradas. En este sentido, cualquier conferencia o escrito podría ser considerado como revelación.

La palabra de Dios nos conduce a la certidumbre y a la fe. No nos hace divagar en la duda o distracción. Si llamáramos “revelación” a nuestros pensamientos e ideas, mucha gente comenzaría a imaginar que todo lo que sucede en sus mentes es revelación. Sin embargo, la Revelación Divina debe poseer aspectos distintivos que no compartan la mera fantasía e imaginación, a fin de que el hombre no caiga en el error. ¿Cuál es, por tanto, la mejor prueba para juzgar si una idea particular es nuestra y no revelada, o si es revelada y no nuestra, o si un escrito particular es o no revelado? Si se supone que nuestra razón pueda señalar la diferencia, hemos de pensar que, de comenzar a llamar “revelación” a las simples ideas, no tardará nuestra mente en aceptar la ficción de que nuestras ideas son reveladas y no propias.

En verdad que tales ideas no sólo destruyen la fe en la religión verdadera, sino que además producen tales dudas y malentendidos, a la vez que alientan la divagación mental, que quienes tienen estas ideas comienzan al instante a crear nuevas religiones con las que se engañan a sí mismos y a grandes grupos de la humanidad. Sin duda que en determinados casos de alteración mental, el hombre puede engañarse imaginando oír ciertas voces o cayendo en alucinaciones. Sin embargo, tales casos están limitados a enfermos sicóticos o maníacos que no pueden engañar a nadie. Sí, no obstante, se define la Revelación como una idea que de súbito surge en la mente, un hombre perfectamente sensato puede comenzar a creer que sus pensamientos son revelados, no existiendo medios de corregir tal equívoco. Tal suposición nace de la ignorancia del origen de la verdadera revelación. De haber experimentado en sí mismos quienes mantienen tal punto de vista, nunca se habrían equivocado respecto de su verdadera naturaleza, y sabrían que Dios habla a Sus siervos en una voz majestuosa e inexpresablemente cálida, escuchada con tanta seguridad como se escuchan las demás voces, y no quedando posibilidad de duda o ilusión respecto a la misma.

Por la gracia Divina, el que escribe estas líneas ha tenido experiencia personal de revelación, y puede afirmar resueltamente en base a su propia experiencia, que la revelación se transmite por palabras, y no es simple idea de la mente.

Debe recordarse, sin embargo, que no existe nada en el Santo Corán que afirme la creencia de que todo sueño o visión (KASHF), o revelación es de origen Divino. El Islam observa que los sueños y revelaciones pueden ser de distintas clases. Por ejemplo, el Santo Corán declara (Al-Nallm, v. 2-6): “Por la estrella cuando cae”. Es decir, una planta que no posee raíz, cae al suelo cuando crece, y de la misma manera, el falso, impostor o auto engañado, nunca triunfa. Como las enseñanzas de tal individuo no se basan en verdades espirituales esenciales, encierran en sí mismas el germen de su propia destrucción. Por tanto, en el momento en que sus seguidores comienzan a incrementarse, aparecen simultáneamente, signos de decadencia y antes de que tal individuo sea universalmente aceptado y su movimiento se establezca firmemente como religión independiente (es decir, antes de que asuma tales proporciones que justifiquen se la reconozca entre las grandes religiones del mundo), y antes de que transcurra un período que justificara que el sistema ha superado la prueba del tiempo, su movimiento comienza a decaer y, eventualmente, todo él se derrumba. El versículo continúa:

“Vuestro compañero no ha errado ni se ha extraviado (es decir, ni se engaña ni es un impostor), ni tampoco habla por su propio capricho (es decir, su deseo no dio origen a su pensamiento, ni considera a su imaginación como Revelación Divina. No es sino una revelación pura revelada por Dios, y no penséis que es el Demonio quien le inspira”.

El Señor de grandes poderes le ha enseñado. La fuente de esta revelación es Dios Todopoderoso, que controla todo y que establecerá mediante Su Poder, la verdad de Su Revelación, Su Doctrina se extenderá como un árbol poderoso. Hombres de toda clase y condición la aceptarán, y el tiempo no logrará evitarlo.

En este versículo se describen cuatro clases de revelación. En la primera, es difícil discernir la fuente de su origen (Es decir, es resultado de una alteración mental). La segunda es resultado de los propios deseos, y es fácilmente distinguible. La tercera es aquélla que procede de un espíritu maligno y no encierra sino maldad e impurezas. La cuarta es la Revelación Divina. Por tanto, cuando afirmo que el Islam describe a la Revelación como un medio de lograr la unión con Dios, no me refiero a todo tipo de revelación. Admito, y la realidad es que muchos siglos antes de que surgiera la opinión de la psicología actual sobre la interpretación de los sueños, etc. el Santo Corán lo había explicado, que sueños y revelaciones pueden tener su origen en alteraciones mentales o deseos personales. Por Revelación quiero significar sólo la Divina Revelación que resulta claramente diferenciable de las ilusiones mentales o ficciones nacidas de los propios anhelos.

A pesar de todo, como aún queda cierto espacio para la duda o la confusión, la Revelación no es tan perfecta y segura como medio para lograr la unión con Dios, lo cual exige una absoluta certeza en la fe que excluya cualquier posibilidad de duda o equívoco. El Islam declara con énfasis que este estado de certeza absoluta y perfecta puede lograrse gracias a él. Ordena a sus fieles repetir en sus cinco oraciones diarias alrededor de 40 ó 50 veces al día la plegaria: “Señor, dirígenos por el camino recto, el camino de aquéllos a quienes Tú has concedido Tus bendiciones”. En otro lugar, el Santo Corán explica que aquéllos sobre los que Dios derrama Su Gracia son los Profetas, los SIDDIQUIS (Los más cercanos a los Profetas). Los SAHIDS (No están cerca de los Profetas en grado pero pueden mostrar en sus personas la presencia de los Atributos Divinos, y en base a su personal experiencia, guiar a la gente hacia Dios), y los SALEHIN o virtuosos. A menos que el hombre no alcance una de las tres categorías mencionadas en primer lugar, no pueden lograr una perfecta certidumbre en la fe.

¿Cómo podemos beneficiarnos de los Atributos Divinos? Por ejemplo, se nos dice que Dios es Omnisapiente ¿Podemos tener una prueba segura de Su Conocimiento? Hasta que no comprobemos con nuestros ojos la función de este atributo ¿Cómo podemos, con honradez, asegurar que es Omnisapiente? Se nos dice que otorga Vida a los muertos, y sin embargo, mientras no tengamos evidencia de ello, no podemos afirmarlo con sinceridad. Se nos dice que es el Creador, pero observamos que toda la Creación está gobernada por normas determinadas de la naturaleza. ¿Cómo podemos creer, por consiguiente, que tuvo parte en la creación del Universo, y asegurar honestamente que El es el Creador? Igualmente se nos dice que todas las cosas están bajo Su Control y reconocen su poder; sin embargo, cuando encontramos miles de personas que niegan Su misma Existencia, ¿Cómo podemos asegurar, en ausencia de Signo claro de Su Poder, que controla el Universo? Lo mismo ocurre respecto del resto de Sus Atributos. A menos que nos convenzamos que los Atributos de Dios se manifiestan de forma que excluyen toda posibilidad de azar o coincidencia, no podemos creer que tales atributos existan en absoluto. No podemos percibir a Dios con nuestros sentidos físicos; sólo podemos hacerlo a través de Sus Atributos. Si no poseemos prueba cierta de la manifestación de ello, no podemos afirmar honradamente que Dios exista y que el Universo no se rija por alguna ley compleja pero perfecta de la naturaleza.

Esta duda sólo la resuelve el Islam, porque produce constantemente hombres que son manifestación de los atributos Divinos, que reciben, en primer lugar, un reflejo de tales atributos en sus propias existencias y después conducen a otros hacia el perfecto Conocimiento de Dios, demostrando en sus propias personas la presencia de estos atributos.

En la era actual, Dios ha enviado al Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él), a fin de que los hombres puedan conseguir alcanzar el perfecto conocimiento de Dios y queden libres de la duda y la desesperación. Era él un fiel seguidor tan perfecto del Islam, que alcanzó el rango de profetazgo, elevándole Dios a un nivel de Conocimiento Espiritual que no alcanzaron ni siquiera Abraham, Moisés o Jesús, (la paz y bendiciones de Dios sean con ellos). Manifestó en sí mismo los atributos Divinos, en forma tan perfecta, que todos los que lo vieron quedaron maravillados, y quienes oyen hablar de ello quedan rendidos de admiración. Cientos de miles de almas recobraron una vida nueva a través de las señales que él mostró, y multitud de gente sanó por su poder milagroso. Alcanzó el estado perfecto de Conocimiento Divino que excluye toda posibilidad de duda o equívoco, y halló la unión completa con Dios, que no admite separación. Quedó tan iluminado por el color Divino, que lo demás se extinguió para él. Renunció totalmente al mundo y se consagró enteramente al servicio del Amado Eterno, Quien, en consecuencia con tal devoción, Se hizo suyo. Experimentó cada doctrina y mandamiento del Islam en su propia persona, los halló perfectos, y experimentó sus frutos en sí mismo. Dios le invistió con el manto de Sus Atributos, y él volvió al mundo para, a modo de puente, dirigir a la humanidad hacia Dios, pues sólo puede elevarse quien de arriba llegó.

Jesús dijo: “Nadie ascendió al Cielo salvo el que descendió del Cielo” (Juan 3, 13), a lo que podría añadirse, que nadie puede guiar a otros al Cielo sino el que es enviado del Cielo. El Mesías Prometido (la paz y bendiciones de Dios sean con él) a quien Dios invistió con el manto de Su Gloria y envió para guía de la humanidad, sólo de esta forma quedaba designado y era capaz de llevar a los hombres hacia Dios. En apoyo de esto, manifestó cada atributo de Dios en su propia persona, y acercando a Dios más a los hombres, aproximó a los hombres a Dios. El Santo Corán dice:

“Como el hombre no puede aproximarse a Dios, El se acerca muy próximo al hombre”

Siendo tal Su proceder, se apareció en esta época al Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) y Se manifestó a Sí Mismo a través de él al resto de la humanidad, para mostrar que es el mismo Dios Vivo que se manifestó a Abraham, el Dios de Moisés, de Jesús y de Mohammad (la paz y bendiciones de Dios sean con ellos) y que es hoy día nuestro Dios, que no nos ha abandonado, sino que en nuestra ignorancia le hemos olvidado.

No me es posible con el tiempo y espacio disponible, explicar cada atributo Divino, como el Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) los mostró y manifestó al mundo después de lograr el perfecto conocimiento Divino. Sin embargo, pueden exponerse algunos de ellos.

Un atributo Divino que se acepta universalmente es el atributo de Su Sabiduría. Todas las religiones enseñan que es Omnisapiente, pero ninguna explica cómo podemos asegurarnos de que sea cierto. El Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) nos ha mostrado ejemplos prácticos de este atributo Divino. Nos ha descubierto secretos de conocimiento que (1) se encontraban ocultos a los ojos del mundo, (2) o fueron logrados de forma extraordinaria, o (3) su consecución estaba fuera de los límites humanos. Como ejemplo de los primeros sólo necesito referirme a sus enseñanzas, parte de las cuales ya he expuesto y que expondré también más adelante. Ilustraré el segundo y tercer apartado. La mayoría de la gente desconoce posiblemente que el Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) nació en una parte de la India que se encontraba bajo de la dominación de los Sikhs, entre quienes la instrucción y el saber serán una excepción. Nunca fue al colegio y únicamente leyó algunos libros elementales con tutores particulares. Sin embargo, cuando Dios le elevó al rango de profetazgo, le confirió en el curso de una noche un conocimiento tan amplio del idioma árabe, que los eruditos de Egipto y Arabia no pudieron rivalizar con él. Escribió varios libros en árabe y desafió repetidamente a sus oponentes a crear una obra similar si lo consideraban el resultado de una instrucción y educación ordinaria. Sin embargo, ninguno se atrevió a aceptar tal desafío en la India, Egipto, Siria o Arabia ¿No es una prueba convincente de la Omnisapiencia Divina? ¿Puede considerarse la adquisición de tal conocimiento como resultado de la imaginación humana? El Punjab se encuentra tan lejos de Arabia y otros centros conocidos de educación que resulta imposible que el Mesías Prometido hubiera adquirido sus conocimientos de árabe a través de otras gentes. Incluso si se admitiera como posible, ¿Cómo adquirió un conocimiento tal que le capacitó para escribir cerca de una veintena de libros, en base a lo cual desafió con éxito a la gente erudita? Debe recordarse que personas que estudiaron árabe durante años en escuelas y universidades del Punjab, apenas si logran escribir unas pocas páginas en este idioma. Sin duda y ocasionalmente, escritores como Dante o Shakespeare adquirieron una maestría casi sin igual en su propia lengua, pero no pueden compararse al Mesías Prometido, porque nunca proclamaron de antemano que adquirirían tal maestría. No se percataron siquiera del valor que encerraban sus obras, y sólo cuando sus trabajos se hicieron bien conocidos fueron apreciados en su justo valor.

Si varias personas compiten en una carrera, una de ellas ha de ganar a las demás. Sin embargo, tal hazaña no se considera extraordinaria. No obstante, cuando una persona débil y extenuada que apenas puede sostenerse en pie, se une a la carrera y declara de antemano que la va a ganar y la gana, debe considerarse con seguridad algo fuera de lo ordinario y atribuirse a alguna intervención superior.

Dios manifiesta Su atributo de Omnisapiencia de esta forma. Así lo vemos en el segundo capítulo de los Actos, donde está escrito que a los discípulos se les enseñó las lenguas de diferentes tribus a través del Espíritu Santo. La diferencia entre el caso de los discípulos y el Mesías Prometido radica en que a los primeros se enseñó sólo las lenguas de las tribus judías, y, a pesar de ello, se equivocaron algunas veces en las mismas. Sin embargo, al Mesías Prometido se le enseñó la lengua de otra nación y se le otorgó tal perfecto dominio sobre ella que ninguno de quienes eran nativos en esta lengua pudo rivalizar con él en repetidas invitaciones que él realizó.

Otra prueba de la Omnisciencia de Dios que hemos obtenido a través del Mesías Prometido, es la realización de esta Conferencia de las Religiones en Londres. Treinta y cuatro años antes, el Mesías Prometido vio un KASHF referente a la expansión de su Comunidad en Inglaterra. Lo publicó en el libro IZALA I ANHAM, que se publicó en 1892. Las palabras son las siguientes:

“La salida del Sol desde el occidente (como fue predicho por el Santo Profeta del Islam) significa que las naciones occidentales que desde siglos han permanecido en la oscuridad del descreimiento y el error, serán iluminadas por el Sol de la virtud y participarán de las bendiciones del Islam. En una ocasión me vi a mi mismo -en una visión- frente a un púlpito en Londres, exponiendo una conferencia en inglés sobre la verdad del Islam, y posteriormente capturando a varias aves de plumaje blanco situadas sobre pequeños árboles, cuyos cuerpos eran semejantes a los de las perdices. Creo que esto significa que, aunque no tenga la oportunidad de ir personalmente a Londres, mis escritos serán publicados entre aquella gente, y muchos ingleses virtuosos serán presa de la verdad. Las naciones occidentales no se han destacado por su adhesión a las verdades espirituales; como si Dios sólo hubiera otorgado sabiduría espiritual a las naciones orientales y sabiduría material a Europa y América. Todos los profetas, del primero al último, han aparecido en Asia y los hombres espirituales, aparte de los profetas, que lograron llegar cerca de Dios, también han estado confinados en pueblos orientales. Sin embargo, Dios desea ahora extender Su Benevolencia al occidente”. (Hazrat Ahmad. IZALA I ANHAM P. 516).

El significado de este mensaje es perfectamente claro. Hace 34 años Dios informó al Mesías Prometido, que, a través de él, el Islam se propagaría en Europa; que los medios de tal propagación serán sus escrituras, y que al final el occidente participará de las bendiciones de la fe, de igual forma que hoy disfruta de las buenas cosas del mundo.

Sin duda, lo que observó en la visión era que él mismo dirigía la alocución. Como los profetas son representados por sus seguidores, y en particular por sus sucesores (Jalifas), la visión significa que él o uno de sus representantes o sucesores, se dirigiría a Inglaterra para atraer a las gentes hacia el Islam, e indica que el Islam y Ahmadiat serán predicados desde un púlpito o escenario, y las gentes lo aceptarán y serán bendecidas.

El cumplimiento de esta misión no es mera coincidencia. La importancia de un hecho sólo puede valorarse cuando se conocen las circunstancias que concurren en él mismo. Consideremos las circunstancias que rodearon al momento en que esta misión fue publicada y en las que se encontraba el hombre que las publicó.

Cuando este “Kashf” fue dado a la publicidad, la religión cristiana era tan poderosa que sobrecogía a los musulmanes. Los escritores europeos y cristianos no sólo profetizaban la aniquilación completa del Islam por el cristianismo en el curso de un siglo, sino que los musulmanes cultos habían comenzado a admitirlo de manera indirecta. Algunos musulmanes, bajo pretexto de la reforma religiosa, iniciaron un movimiento de entendimiento mutuo entre el Islam y el Cristianismo, basándose en el supuesto de que ambos eran verdaderos y de la necesidad de evitar la confrontación entre ambos, pues tales personas temían que el Islam no podría resistir al Cristianismo. Otros habían comenzado a justificar la doctrina del Islam, tratando de explicar que algunas de sus normas, que Europa no aceptaba, no eran realmente parte del Islam y que el Islam enseñaba exactamente lo que Europa admitía. Exponían que el Islam fue revelado en una época de oscuridad, cuando los árabes se encontraban en una situación degradada, de tal forma que muchas de las doctrinas y mandamientos islámicos sólo intentaban mejorar la condición de los árabes y no eran de aplicación universal. Estas serían revocadas a través de una asamblea de Ulemas y Doctores islámicos, ya que el Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él) predicó a los árabes teniendo en cuenta sus prejuicios religiosos y nacionales y su significado era realmente distinto a lo que sus palabras querían decir. En resumen, los musulmanes habían comenzado a admitir a través de su conducta, que los días del Islam estaban contados. No sólo habían perdido la capacidad de tomar la ofensiva, sino incluso el valor de defender al Islam. Estaban prestos a rendirse y sólo esperaban que el Cristianismo les ofreciera mejores condiciones, por las que no fueran tratados como salvajes.

Por otra parte, quien vio y publicó esta visión, se encontraba sólo y no tenía seguidores. Acababa de proclamar su estado Mesiánico, que había levantado resentimiento y oposición universal. El Gobierno lo miraba con sospecha y el pueblo le era hostil. Los cristianos, hindúes y los mismos musulmanes por cuya fe abogaba se le opusieron en conjunto; estos últimos de forma más enconada. Su proclama era nueva e inesperada. Los musulmanes esperaban un “Mahdi” guerrero que descendiera del Cielo. Este hombre proclamaba no ser un guerrero sino un “Mahdi” pacífico y pacificador y enseñaba que el Mahdi y el Mesías eran una y la misma persona, que no había de descender del Cielo, sino aparecer en la tierra, y lo más extraño, que él mismo era la persona que representaba al Mahdi y al Mesías; persona que no poseía rasgo distintivo de cultura, rango ni honor.

Además, viajar a naciones lejanas requiere dinero, y este hombre tenía en aquel tiempo 40 ó 50 seguidores, los cuales a excepción de uno o dos que se encontraban en circunstancias comparativamente más favorables, eran extremadamente pobres, ganando un promedio de cinco chelines a la semana, con los que habían de atender las necesidades propias y de sus familiares. Así pues, en tales circunstancias, viviendo a 6.OOO millas de Inglaterra, en un país componente del Imperio Británico y que se encontraba en aquel tiempo en condiciones de extrema degradación política; en una provincia considerada la más atrasada de la India y situada a varios cientos de millas del océano; residiendo en una aldea que incluso hoy se encuentra a once millas del ferrocarril más cercano y que recibía sólo dos veces por semana el correo y en la que el cartero era a su vez el maestro, no pudiendo aspirar a institución educativa más alta que un colegio nativo de instrucción primaria (así era Qadián en aquel tiempo), este hombre proclama que Dios propagaría su doctrina en Occidente, que sería predicada desde estrados y púlpitos y que los hombres aceptarían la verdad y se unirían en su movimiento. Todo esto ocurrió en efecto: su comunidad se extiende y hombres de todas clases se le unen; ha alcanzado y comienza a atraer a los espíritus del occidente amantes de la verdad.

La invitación cursada por los organizadores de la Conferencia de las Religiones a los representantes de las diferentes religiones no tiene un significado especial en lo que a otras religiones concierne, pues tales invitaciones tenían por objeto augurar el éxito de la Conferencia. En nuestro caso sí tiene un significado peculiar pues se ha convertido en el medio por el cual se ha cumplido el “kashf” al que me acabo de referir y que fue publicado en circunstancias muy adversas. De haber seguido esta Comunidad un curso normal, no habría sido invitado a participar en esta Conferencia, pues habría cesado de existir hace tiempo a causa de las circunstancias extremadamente adversas por las que hubo de atravesar. Sin embargo, Dios, de acuerdo con este “Kashf”, la hizo prosperar, y al final, lo que fue precedido tuvo lugar. Esto demuestra que Dios es Omnisapiente y que revela hechos que el hombre desconoce e ignora, siendo considerados en su tiempo por la humanidad como opuestos a la razón y sentido común.

No puedo concluir esta parte de mi discusión sin señalar un ejemplo más de la Omnisciencia Divina mostrada por el Mesías Prometido. El suceso también pertenece a Europa, donde, junto a América, ha ejercido y aún ejerce una profunda influencia. Me refiero a su profecía respecto a la Guerra Europea y la caída del régimen zarista. Esta profecía fue publicada parcialmente y fue completada en cuatro años, desde 1904 a 1908. Profetizó que Dios le había revelado que “un poderoso terremoto era inminente”. Explicó que no significaba necesariamente que tuviera lugar un corrimiento de tierras, sino que más bien quería decir que alguna forma de calamidad “causaría gran pérdida de vidas y destrucción de edificios, originando verdaderos arroyos de sangre y creando una gran consternación entre los hombres”. De los detalles sobre este terremoto como fueron predichos en su tiempo, se deduce que la profecía anunciaba una gran guerra pues dice que “el mundo entero se verá conmovido y los viajeros padecerán grandes sufrimientos”. Esto muestra claramente que la calamidad anunciada se trataba de una guerra, pues un terremoto no afectaría especialmente a los viajeros. Igualmente señala: “Correrán arroyos de sangre y la calamidad acontecerá de forma súbita. Los jóvenes se volverán viejos de la impresión. Las montañas serán removidas y mucha gente se volverá loca. El mundo sufrirá sus efectos, pero la suerte del Zar será miserable. Los cimientos de muchos Gobiernos serán conmovidos. Las flotas navales estarán alerta ante flotas enemigas y surcarán los mares en busca de navíos antagonistas, teniendo lugar duelos navales. La tierra se verá alterada y Dios aparecerá con sus huestes para castigar a opresores y transgresores. La calamidad también afectará a las aves del aire. Los árabes se dispondrán para la guerra y los turcos serán derrotado en Asia Menor, pero recobrarán parte de su territorio perdido”. También dijo que “signos de esta calamidad aparecerán con antelación” pero “Dios la alejará por un tiempo”. En cualquier caso “se avecinará sobre el mundo antes de dieciséis años de la publicación de la profecía, pero no durante la venida del Mesías Prometido” (la paz de Dios sea con él). (Hazrat Ahmad. Barahine Ahmadiyya. Pte. V y Haquiqatul Wahy).

¡De qué manera tan clara y poderosa se ha cumplido esta profecía! ¡Qué terrible fue el terremoto que había sido predicho y de qué manera la tierra quedó conmovida! Como ya mencioné antes la palabra no significaba un terremoto real pues la misma palabra ha sido empleada en el Santo Corán y en la Biblia (Samuel XIV, 15) para designar a la guerra. Cada detalle de esta profecía se cumplió claramente. La guerra surgió repentinamente y el mundo entero se vio afectado. La profecía se publicó en principio en el año 1904 y la guerra tuvo lugar en 1914, después de la muerte del Mesías Prometido que aconteció en 1908. No sólo afectó a los Poderes y Gobiernos que se vieron envueltos sino también a otras naciones. Los padecimientos que originó a los viajeros son difíciles de imaginar. Quienes viajaban por países extranjeros cuando comenzó la guerra nos relatan dolorosos episodios de jornadas, escapadas a medianoche, cautividad y prisión. Muchos de ellos fueron incapaces durante años de comunicarse con sus seres queridos y cercanos, no consiguiendo intercambio alguno de noticias. Las montañas fueron voladas como si se tratase de montículos de tierra. Algunas de las colinas francesas que se encontraban en el área bélica fueron totalmente aplanadas. Tanta sangre se derramó, que arroyos y ríos se tiñeron realmente de color rojo. Mucha gente envejeció de la impresión, y como fue anunciado, tantos hombres enloquecieron que fue conocido con el nombre de “los bombardeos” este nuevo tipo de alteración mental, a causa de la cual miles de personas quedaron incapacitadas por varios meses, e incluso años. Demostraciones navales y movimientos de flotas tuvieron lugar a una escala sin precedentes, y fueron removidos tan vastos espacios de tierra que ni siquiera hoy día Francia ha sido capaz de rehacer las áreas devastadas. El ruido del cañoneo y la explosión de granadas mantuvo a las aves alejadas de los árboles volando en el aire, de forma que muchas murieron exhaustas por la fatiga.

La guerra estuvo a punto de precipitarse en 1911, cuando Alemania envió los Panzer a Agadir, pero de acuerdo con la profecía, fue evitada gracias a la firme actitud mostrada por Gran Bretaña y el conocimiento de los estados continentales de que no estaban preparados para la guerra. Los árabes consideraron cabal separarse de los turcos, uniéndose a los aliados. El Irak y los Dardanelos se consideraron los puntos estratégicos más importantes frente a los turcos, pero los aliados fracasaron en ambos lugares, siendo vencidos finalmente los turcos en Palestina de acuerdo a la profecía, acabando así la guerra. Sin embargo, los turcos de nuevo adquirieron poder bajo el mando de Mustafá Kamal Pash y, como fue predicho, recobraron una gran parte de sus fortunas perdidas. No obstante, la parte más dramática de la profecía se refería al Zar de Rusia. De todos los monarcas afectados por la guerra, sólo el Zar fue mencionado por la profecía, que decía que durante la guerra su suerte sería lastimosa, es decir, que no sólo perdería su trono, sino que sufriría otros padecimientos, desgracias y privaciones. La profecía parecía indicar que el Zar no sería asesinado, no moriría de inmediato, sino que atravesaría graves sufrimientos. La profecía se cumplió con todo detalle. El Zar perdió su trono, pero su vida fue respetada. Posteriormente, no obstante, le fue dada la muerte tras sufrir las más dolorosas torturas físicas y mentales. Su mujer e hijas fueron deshonradas en su presencia sin poder hacer nada por protegerlas.

El relato de sus sufrimientos causa gran consternación y pena en el corazón, pero al mismo tiempo enaltece la fe en Dios Omnisapiente, al ver cómo reveló todos estos acontecimientos doce años antes de que acontecieran, en un momento en que nadie podía imaginar siquiera que pudieran llegar a tener lugar.

¿No son suficientes todos estos hechos para probar que el Dios del Islam es Omnisapiente y que sólo el Islam es la religión que posibilita llegar al conocimiento de este Dios Omnisapiente y establecer relación entre el hombre y El?

Otro atributo bien conocido de Dios que es aceptado por la mayoría de las religiones es el atributo de la creación. La mayoría de las religiones afirman que el concepto de Dios que ellas presentan incluye el atributo de la creación. Enseñan que el hombre y toda la materia han sido creadas por Dios y que todo el Universo es creación Suya. Sin embargo, ¿qué prueba tienen en apoyo de su suposición? Ninguna. Su afirmación se basa en suposiciones negativas: Si Dios no es el Creador del Universo, ¿quién es entonces? Un ateo tiene los mismos datos en contra suya, con la diferencia de que es un estudioso más diligente de las leyes de la naturaleza. Su mundo y su religión consisten en el activo estudio de esas leyes y llega a la conclusión de que el Universo marcha por sí mismo y no es controlado por ningún poder o agente externo. Por lo tanto, si quienes hacen de la naturaleza objeto de estudio durante toda su vida, no obtienen guía de ella, ¿cómo puede crear la Naturaleza certidumbre en los corazones de quienes son individuos normales?

Lo máximo que la Naturaleza sugiere es que debe haber un Creador de este Universo. Sin embargo, es una mera inferencia y no puede ser sustituta de la fe y la certeza. La experiencia nos enseña que a menudo, cuando descubrimos la causa de un fenómeno que no conocíamos previamente, suele ser totalmente distinta de lo que imaginábamos sería. Por tanto, ¿no puede ocurrir que nuestra creencia respecto a que por encima de las leyes de la naturaleza ha de existir un Creador y Regulador del mundo, sea debida a nuestra ignorancia de la naturaleza, sus propiedades y la acción y reacción de la materia? Puede ocurrir que la materia posea una energía y propiedades que sean desconocidas para nosotros y que la hacen independiente de todo control externo. En vista de tales posibilidades, ¿cómo podemos conformarnos con la mera suposición de que debe existir un Creador del Universo? Necesitamos pruebas que nos lleven del nivel “debe existir” al de “existe” y que hagan desaparecer todas las dudas y equívocos. Esto sólo es posible si podemos observar con nuestros propios ojos la verificación del atributo de Creación y convenciéndonos por tanto, por nosotros mismos que Dios realmente crea. Ninguna religión es capaz de darnos certeza respecto a este atributo Divino. Sin embargo, el Mesías Prometido, nos conduce a este nivel de conocimiento. No nos pide que creamos que existe un Dios y que El es el Creador. Afirma mostrarnos la verificación real del atributo Divino de la Creación y demostrarnos que no es la Naturaleza la que crea sino el propio Creador de ella. Existen muchos ejemplos de ello, pero me sentiré satisfecho relatando tres de ellos.

Debemos recordar que un resultado particular no puede adscribirse a la acción o intervención de ningún ser a menos que nos convenzamos negativa y positivamente de ello; es decir, a menos que estemos seguros que el resultado puede acontecer si tal ser lo desea y no acontecer si no lo desea. Visto desde el punto de vista positivo, queda lugar para la conjetura respecto a que puedan existir también otros seres que logren similares resultados. Por tanto, la afirmación de que un determinado hecho puede ser realizado únicamente por un ser particular, implica necesariamente que si tal ser no lo realiza, no puede tener lugar en absoluto el hecho. Manteniendo este principio en mente, voy a referirme a las pruebas positivas y negativas que el Mesías Prometido aportó para mostrar el Atributo Divino de la Creación.

Describiré primero aquellas señales que son pruebas positivas de la existencia de este atributo. Respecto a la primera de ellas, simplemente reproduciré la declaración de la persona que fue testigo principal de la señal. Su nombre es Ata Mohammad y es un Patwari (suboficial carabinero). Su declaración dice:

“Antes de convertirme Ahmadi, trabajaba como Patwari en Winjwan en el distrito de Gurdaspur. Qazi Nimatullah de Batala, a quien solía ver a menudo, solía hablarme de Hazrat Sahib (se refiere al Mesías Prometido, la paz de Dios sea con él), pero no prestaba mucha atención a sus palabras. En una ocasión en que se mostró muy insistente, le dije que escribiría a su Mirza pidiéndole que orara por mí respecto a cierto asunto, de forma que si su oración era escuchada, yo le aceptaría. Escribí seguidamente a Hazrat Sahib, diciéndole que siendo como él proclamaba Mesías y Wali (santo), sus plegarias debían ser escuchadas y le pedía que rogara a Dios para que me otorgara un hermoso hijo varón de la mujer de entre mis esposas que yo deseara. Al final de mi carta le relaté que poseía tres esposas desde hacía muchos años, pero que no había tenido hijos de ninguna de ellas y que deseaba tenerlo de mi mujer de mayor edad (significando que al estar envejeciendo existía aún menor posibilidad de que pudiera concebirlo). Recibí una respuesta, escrita por el fallecido Maulvi Abdul Karim Sahib (uno de los principales miembros del Movimiento Ahmadía que solía actuar como secretario del Mesías Prometido) diciendo que Hazrat Sahib había orado por mí y que Dios me otorgaría un precioso hijo lleno de talento y disposición, de la mujer que yo había deseado, pero que debería arrepentirme como lo hizo Zacarías. Yo vivía en ese tiempo una vida lujuriosa, era adicto a la bebida y aceptaba sobornos con frecuencia. Al recibir esta respuesta, me dirigí a la mezquita y le pregunté qué significaba el arrepentimiento de Zacarías. El Mullah y el resto de la gente que se encontraba en el lugar se sorprendieron de ver una persona viciosa como yo en la mezquita y fueron incapaces de responder a mi pregunta. Seguidamente consulté a Maulvi Fateh Din de Dharam Kot, que era un ahmadi, y me dijo que el arrepentimiento de Zacarías significaba que debía renunciar al mal curso de mi vida, abandonar el soborno, ser regular en mis oraciones, guardar los ayunos y frecuentar la mezquita. Consecuentemente, cambié por completo mi modo de vida. Abandoné la bebida, dejé de aceptar sobornos y fui regular en oraciones y ayunos. Cuatro o cinco meses más tarde, cuando entré en mi casa, encontré a mi mujer de más edad llorando. Al preguntarle la causa de su tristeza, me respondió que ya tenía otras dos mujeres debido a que ella fue incapaz de darme descendencia y que una nueva calamidad se le había abatido, es decir, que había cesado su menstruación, de forma que ya no le quedaba ninguna esperanza de tener algún hijo. Su hermano trabajaba en aquellos días como subinspector de policía en Amritsar, por lo que me pidió que la enviara con él para practicar una consulta médica. Le aconsejé, no obstante, que consultara con la comadrona de la localidad. Esta la reconoció y le dijo que no podía hacer nada, ya que en su opinión, Dios se había equivocado con ella (significando que había sido estéril y que ahora presentaba signos de estar embarazada). (¡Dios debía haber incurrido en un error!). Así, volvió a casa diciendo que Dios había incurrido en un error. Yo le pedí que no hablara así, ya que había pedido a Mirza Sahib que orara por mí y creía que esto debía ser el resultado de su oración. Algún tiempo más tarde, mis esperanzas se vieron confirmadas y comencé a relatar a la gente que me sería concedido un hermoso niño. Las personas se maravillaban y decían que de ocurrir así sería sin duda un milagro. Finalmente llegó el tiempo en que el niño nació. Era varón y muy hermoso. Nació durante la noche y corrí en seguida hacia Sharam Kot donde residían mis parientes, para informarles del acontecimiento. Al escuchar estas nuevas mucha gente se dispuso para ir a Qadián a unirse al Movimiento. Sin embargo, hubo otros muchos que no lo hicieron. Algunos miembros de Winjwan también se unieron al Movimiento Ahmadía, a consecuencia del asombroso suceso, así como yo mismo. Puse al niño el nombre de Abdul Haq. Llevaba más de doce años casado y no tuve anteriormente ningún hijo.” (Sirat-Al Masih. Recopilado por Hazrat Mirza Bashir Ahmad).

¿Puede haber una prueba mayor de que nuestro Dios es un Dios Vivo y es asimismo el Creador? Si no existe Dios o si Dios no es el Creador, ¿cómo pudo ocurrir que a resultas de las oraciones del Mesías Prometido, naciera un niño de un hombre sin descendencia, que se había casado con tres mujeres a lo largo de doce años para tener progenie, sin conseguirlo? No sólo nació un niño, sino que su nacimiento tuvo lugar de acuerdo con el deseo de su padre y bajo las condiciones que él estableció; es decir, que nació de su mujer de mayor edad, era varón y hermoso. Si no existe Dios o si El no es el Creador, ¿cómo dieron origen a esto las plegarias del Mesías Prometido? Nos sentimos aún más impresionados ante esta asombrosa señal, cuando sabemos que a la persona que la pidió, se le informó de antemano que el signo pedido le sería mostrado de acuerdo con las condiciones por él impuestas. La importancia de un hecho debe ser medida con respecto al efecto que produce en el momento en que acontece sobre quienes lo presencian. Como se dijo anteriormente, las consecuencias de este incidente fueron que el hombre que había pedido la señal así como sus muchos parientes y convecinos se convirtieron en áhmadis, iniciando su mayoría desde la aldea un viaje largo para unirse al Movimiento Ahmadía. El niño, su padre y muchos de los que fueron testigos de esta señal, viven aún. Cualquier persona que desee comprender la autenticidad de estos hechos, puede hacerlo inquiriéndoles cuanto desee.

Otros muchos signos de carácter similar fueron mostrados por el Mesías Prometido. Cada uno de sus propios hijos nació del resultado de una profecía y muchos matrimonios sin descendencia tuvieron progenie por acción de sus plegarias.

Otro milagro suyo, que también hace referencia al atributo Divino de Creación, ocurrió de la manera siguiente: Vio en un sueño que había preparado una carta, referida a hechos futuros de su propia vida y de la de algunos amigos, que deseaba que Dios aprobase. Vio a continuación a Dios personificado y colocó ante El la carta para que la firmase. Dios firmó la carta con tinta de color rojo, pero antes de hacerlo, sacudió con un movimiento de su mano el exceso de tinta que se había acumulado en la pluma. Algunas gotas de la tinta así sacudida cayeron sobre las prendas del Mesías Prometido, que sintiendo el amor y afabilidad de Dios al aceptar su petición, vio llenarse sus ojos de lágrimas, despertando con un ligero temblor. Un discípulo suyo, llamado Mian Abdullah Sannouri, que en aquel momento le estaba aplicando masaje, vio captada su atención por unas manchas húmedas en forma de gotas sobre su vestimenta. El Mesías Prometido le relató seguidamente el “Kashf” con detalle; las gotas de color rojo habían caído sobre la camisa del Mesías Prometido y sobre el gorro de Mian Abdullah (Mian Abdullah es oficial de policía al Servicio del Estado de Patiala). Mian Abdullah pidió que le fuera entregada la camisa como reliquia de este milagro, y el Mesías Prometido se la dio a condición de que obligara en su testamento ser enterrado con ella a fin de que la gente no comenzara a adorarla. Mian Abdullah aún vive y yo le interrogué si existía alguna posibilidad de que el líquido cayera del tejado, etc. El afirma que el techo de la habitación era completamente liso y limpio y que no existía tal posibilidad, y que tan pronto como observó las gotas, dirigió su mirada hacia el techo buscando su origen y no encontró causa alguna. También afirma que en aquel momento no había ningún tintero ni objeto similar en la habitación. La camisa se encuentra aún cuidadosamente preservada por Mian Abdullah y la declaración anterior está tomada bajo juramento.

Debe recordarse sin embargo, que no creemos que Dios tenga forma física o que acostumbre a firmar Su nombre o que use pluma o tintero, o que las gotas que cayeron sobre el Mesías Prometido fueran realmente gotas de alguna tinta que Dios usara en tal ocasión. Por el contrario, como ya indiqué antes, creemos que Dios no tiene forma o semejante y que está por encima de asumir formas humanas u otras. Creemos que todo lo que el Mesías Prometido vio fue un “Kashf”, y la forma en que vio a Dios era una representación simbólica de la relación que mantenía con El. El acto de la firma significaba que Dios haría que se cumplieran sus deseos y objetivos. La tinta que realmente cayó sobre sus prendas y sobre las de Mian Abdullah, no era tinta que cayera de hecho de la pluma de Dios, pues Dios no usa pluma ni tintero, pero fue creada por Dios mediante su atributo de creación, como señal para el Mesías Prometido y para los demás, a fin de que la gente crea en Su Atributo de Creador y entienda que Dios crea de la nada, y que este atributo Suyo puede, y actúa hoy, como actuó en el comienzo de la creación.

Citaré a continuación un ejemplo que mostrará que al igual que Dios tiene poder para crear, también lo tiene para evitar que algo surja, cuando El así lo ordena. Quedará así claro que el atributo de la Creación, sólo pertenece a Dios y que ningún otro ser participa de él. De no ocurrir así, sería posible para este otro ser hacer existir lo que Dios había decretado en contra.

Un individuo llamado Sadullah, que trabajaba como profesor en la Mission School de Ludihana, era un enconado oponente del Mesías Prometido. Tenía por costumbre escribir y publicar poemas y artículos contra el Mesías Prometido en un lenguaje tan obsceno que resultaba difícil imaginar a cualquier persona decente. El mismo Mesías Prometido dijo que ningún otro Profeta había sido insultado por algún hombre como él lo fue por Sadullah. Había anunciado repetidamente que el Mesías Prometido era un impostor y que sería destruido; que no se cumplirían sus profecías concernientes a sus hijos y que su fin sería miserable. Cuando sus insultos y hostilidad habían excedido todos los límites y se había convertido en obstáculo para que la gente pudiera conocer la verdad, el Mesías Prometido pidió que mostrara una señal contra este hombre. Su plegaria fue oída y por volver su espalda a la Verdad y cerrar sobre sí mismo las puertas de la misericordia Divina, Dios decretó que moriría con la misma flecha que había intentado arrojar sobre el Mesías Prometido. En consecuencia, el Mesías Prometido recibió una revelación concerniente a él:

“Tu enemigo que declara respecto a ti que morirás sin progenie, será extinguido y su descendencia quedará anulada”.

Cuando el Mesías Prometido recibió esta revelación, Sadullah tenía un hijo de catorce años de edad y él mismo se encontraba en plena juventud. No había razón alguna por la que no pudiera tener más hijos. Sin embargo, Dios, el Creador, retiró en su caso la acción de su atributo de Creación después de esta revelación. El hombre era aún joven y sobrevivió a la revelación cerca de quince años, pero no tuvo ningún otro hijo. Murió en 1907, continuando la verdad de esta revelación. Si el asunto hubiera concluido aquí, constituiría por sí solo una prueba poderosa del atributo Divino; sin embargo, se le añadió otra prueba más y más poderosa. Cuando Sadullah murió, los enemigos del Mesías Prometido objetaron que la profecía no se había cumplido, pues Sadullah había dejado un hijo que le sobrevivía. Concertaron un matrimonio para éste (el hijo de Sadullah), esperando que engendrara hijos y falseara así la profecía del Mesías Prometido concerniente a Sadullah. El Mesías Prometido respondió a sus oponentes en su libro, Haqiqatul Wahi que, puesto que el hijo de Sadullah ya existía en el tiempo en que la revelación que concernía a su padre fue recibida, el que sobreviviera a Sadullah no afectaba a la verdad o cumplimiento de la profecía. Esta sólo podría considerarse dudosa si aquel engendraba un hijo. El Mesías Prometido de nuevo afirmó que el joven permanecería sin hijos y la descendencia de Sadullah se extinguiría. Así ocurrió, y aunque los enemigos del Mesías Prometido persuadieron al hijo de Sadullah que contrajese matrimonio con dos mujeres en la esperanza de engendrar un hijo, no le nació ninguno.

Normalmente, se requiere una gran temeridad y es muy aventurado afirmar respecto a un hombre joven que no tendrá descendencia. Cuando el Mesías Prometido lo publicó respecto al hijo de Sadullah, uno de sus discípulos, que era abogado y un hombre de fe débil, que tuvo sus tropiezos después de la muerte del Mesías Prometido al igual que lo tuvieron algunos discípulos de Jesús, vaciló mucho ante la publicación de tal profecía, pues, según sugería, si naciera algún niño de este joven, el Mesías Prometido se vería en una posición muy embarazosa, sería desacreditado y correría el riesgo de que se iniciara contra él una persecución criminal. El Mesías Prometido le respondió que no podía dudar ni volverse atrás ante lo que Dios le había revelado y que la objeción de su discípulo sobre la publicación de la profecía se debía únicamente a la debilidad de su fe, como al final vino a ocurrir.

Debemos considerar lo siguiente: Si el hijo de Sadullah hubiera muerto en la infancia, la gente hubiera dicho que se trataba de una nueva coincidencia; pero el hecho de que el padre sobreviviera cerca de quince años a la revelación y no tuviera descendencia, aunado al hecho de que el hijo llegara a la madurez y se casara dos veces sin tener progenie, establece de manera concluyente que todo ello ocurrió bajo el decreto Divino, por el que Dios quiso castigar a un rebelde, ejemplificándolo, por sus insultos al Mesías Prometido.

¿Puede afirmar quien medita sobre estos signos con mente libre de prejuicio que el Dios del Islam no es hoy día Creador al igual que lo fue al principio de la Creación? ¿No ocurrió que El dijo respecto a un individuo “Que tenga un niño” y el hombre lo tuvo, y respecto a otro “Que no tenga descendientes” y el hombre permaneció sin hijos? Estos signos y milagros llenan de fe y certeza el corazón humano y lo elevan del estado de “debe existir” un Creador al de la certeza y seguridad de que existe un Creador. ¡Bendito sea Al-lah, el mejor de los creadores!

A continuación voy a tratar de otro atributo bien conocido del que se beneficia mucha gente; me refiero al atributo de curación. Todas las religiones concuerdan en que Dios es Curador. Sin embargo algunas personas declaran curar a los enfermos por la oración. Una breve consideración muestra que esta curación no tiene que ver con Dios o con la oración, pues no está limitada a ninguna religión en particular y los fieles de cada religión pueden efectuar tales curaciones. ¿Cómo puede considerarse el ejercicio de este arte (pues no es más que un arte) como prueba de la relación de un hombre con Dios?

Suponiendo que tal curación es resultado de la aceptación de las plegarias e indica que la persona que efectuó la curación ha establecido una relación especial con Dios, podemos preguntar por qué los demás atributos de Dios, como por ejemplo, los de Creación, Sabiduría, Resurrección, Protección, etc., no se manifiestan a través de tal persona. Sobre quienes niegan totalmente los atributos Divinos no les concierne esta pregunta, pero quienes declaran manifestar un atributo de Dios deben ofrecer una explicación satisfactoria de su incapacidad para manifestar los demás.

La explicación verdadera es que cada persona posee ciertas capacidades físicas por las que puede influir y controlar pensamientos y acciones de otras personas. Este proceso de curación ocurre gracias a la concentración de la atención del sujeto operante, que actúa influyendo el sistema nervioso del paciente, adquiriendo alguna forma de control sobre aquél, de tal suerte que sus acciones quedan a merced de la voluntad del operador, que las puede dirigir en la manera que desee. Sin embargo, este tipo de curaciones están limitadas a desórdenes relacionados con el sistema nervioso. Es posible, por ejemplo, que la fiebre, cefalea, conjuntivitis, etc., sean curadas por este medio, pero sería imposible curar por este procedimiento alguna enfermedad o alteración que afectara a la constitución orgánica del sujeto, como por ejemplo, la tuberculosis, sífilis o la lepra.

La capacidad para curar enfermedades leves o del sistema nervioso puede ser considerablemente desarrollada por la práctica, y se basa en la habilidad del operador por concentrar su atención. No es necesario que éste toque, o mantenga al paciente de alguna manera o que tenga que describir algún tipo de movimiento. Si se alcanza el suficiente grado de concentración, tanto a través de la oración como de cualquier otra forma, el deseo puede verse cumplido. Toda persona puede, con algo de práctica, adquirir este arte en mayor o menor grado, y quienes se abstienen del licor y de la carne de cerdo pueden convertirse fácilmente en expertos curadores. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con la condición espiritual de un individuo ni puede considerarse tal curación como un milagro o señal. Se trata de una habilidad, como otra cualquiera, y puede ser aprovechada en su condición de ley natural.

Por el contrario, los signos mostrados por el Mesías Prometido como ilustración de la manifestación del atributo Divino de Curación prueban claramente que Dios existe y que posee el poder de curar. El siguiente suceso puede servir de ejemplo.

Cuando el Movimiento comenzó a extenderse, el Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) fundó una escuela superior en Qadián, con el objeto de ofrecer una instrucción adecuada para las futuras generaciones de Áhmadis, donde aprendieran las tradiciones del Movimiento y fueran educados en sus doctrinas y enseñanzas. Jóvenes ahmadíes pertenecientes a distintos lugares se inscribieron en la escuela para su instrucción secular y espiritual. Uno de ellos, llamado Abdul Karim, pertenecía a una aldea de los territorios de Nizam en Deccan, cerca de mil seiscientas millas lejos de Qadián. Mientras se encontraba en Qadián, fue mordido por un perro rabioso y enviado al Instituto Pasteur de Kasauli para ser tratado. Una vez recibido el tratamiento, se supuso que se encontraba fuera de peligro. Sin embargo, al regresar a Qadián, sufrió un ataque de hidrofobia y desarrolló los síntomas y torturas de las que esta terrible enfermedad se acompaña. Manifestó contractura de la musculatura de la garganta, un terror convulsivo al agua, gran angustia, insomnio y episodios en los que sentía compulsión a atacar y herir a quienes le rodeaban y de los cuales se sentía avergonzado en los intervalos de descanso, en los cuales pedía a los presentes que se alejasen por miedo a que les pudiera causar daño. Empeoró rápidamente y el director del colegio dirigió un telegrama al Director del Instituto Pasteur de Kasauli, pidiendo instrucciones para tratar al muchacho. Su respuesta llegó en estos términos: “Lo sentimos, pero nada podemos hacer por Abdul Karim”. Como el joven pertenecía a un lugar lejano y la gente de aquel lugar era analfabeta e inculta, se temía que su muerte causara entre ellos muy mala impresión. El Mesías Prometido se sintió profundamente afectado por su condición y pidió a Dios por su restablecimiento. Sus plegarias fueron finalmente escuchadas y Abdul Karim, cuya vida había sido completamente desahuciada y cuyos sufrimientos resultaban terribles de presenciar, fue devuelto por Dios a la salud, como consecuencia de las plegarias del Mesías Prometido.

Aquéllos que conocen la ciencia médica, saben que cuando en una persona se presentan los síntomas de la hidrofobia, ningún remedio puede salvarla y su muerte es inevitable. No se ha registrado un simple caso en la historia de la Medicina en el que una persona atacada por hidrofobia se haya podido salvar. Cuando las noticias de la recuperación de Abdul Karim llegaron a Kasauli, uno de sus miembros escribió diciendo: “Sentimos mucho conocer que Abdul Karim a quien había mordido un perro rabioso, haya padecido un ataque de hidrofobia, pero nos alegra enormemente saber que ha sido salvado gracias a la acción de las plegarias. Nunca habíamos oído previamente de una recuperación similar.”

Este es un ejemplo de verdadera curación por la oración que muestra que existe un Dios que tiene el poder de curar. Aquéllos por medio de cuyas plegarias acontece tal curación pueden afirmar la existencia de Dios e ilustrar sus atributos de una manera inequívoca.

El Mesías Prometido mostró otros muchos signos similares que no pueden ser detallados aquí. Este tema, sin embargo no estaría completo sin una mención de un reto que dirigió en cierta ocasión a los misioneros cristianos. Les escribió diciendo que, puesto que declaraban ser seguidores y representantes de Jesús, que hizo milagros, y él declaraba ser un siervo y representante de Mohammad (la paz de Dios sea con ellos), una forma de probar las demandas de las respectivas religiones de ser verdaderas, sería demostrar qué oraciones eran aceptadas por Dios. El método sugerido consistía en seleccionar y dividir en partes iguales, entre el Mesías Prometido y los cristianos, un grupo de personas que padecieran lo que ordinariamente se conoce como enfermedades fatales, de forma que cada parte orara por la recuperación de los pacientes a ella asignada y se viera qué oraciones habían sido escuchadas, observando sus resultados. Los misioneros cristianos declinaron aceptar el reto.

Otro atributo Divino es el de Quddus, es decir, Santo. Todas las religiones lo admiten pero ninguna nos dice cómo asegurarnos de su santidad. En primer lugar, todos los atributos Divinos descritos por diferentes religiones son dudosos en sí mismos. ¿Cómo podemos juzgar en base a estos atributos que El es realmente Santo? Incluso si consideramos solamente este atributo, no existe nada que nos muestre que Dios sea realmente Santo. Este atributo sólo puede manifestarse de una forma, y ésta consiste en que podamos ver la manifestación de este atributo de Santidad en personas que han alcanzado la unión y cercanía a Dios. Si esto no se nos muestra, no sólo dudamos de la Santidad Divina, sino que nos veríamos obligados a negar la posibilidad de que el hombre alcance la unión con Dios. Vemos que la rosa deja su fragancia sobre las prendas en las que se coloca durante un lapso de tiempo, o que los vestidos de las personas que se colocan junto a otra, que se ha perfumado, comienzan a exhalar el perfume. ¿Cómo podemos pues, creer, que un hombre alcance la unión con Dios, pero sea incapaz de mostrar evidencias de tal unión y permanezca sin influirse del estado Divino de Santidad, que es realmente la esencia de los demás atributos? Sólo podremos considerar que un hombre ha logrado la unión con Dios cuando pueda manifestar en su propia persona la Santidad, probando que ha adquirido esta cualidad gracias a la acción de este atributo, siendo su vida modelo de pureza y virtud.

La vida del Mesías Prometido satisface claramente esta prueba. Mostró en su propia vida el atributo de Santidad como reflejo de los atributos Divinos. No hay duda que tal manifestación sólo puede tener lugar de forma compatible con la persona a quien concierne, que es un ser humano, ya que de otra manera se convertiría en un Dios, lo cual es un absurdo. Sin embargo, un reflejo de estos atributos, de forma compatible con su escala humana no disminuye de ninguna forma su valor. Al contrario, es el único medio claro de demostrar que Dios posee sus diferentes atributos.

El Mesías Prometido manifestó el atributo Divino de Santidad en su persona, de manera tan clara que sus más enconados enemigos se vieron obligados a admitir que su vida fue absolutamente pura e inmaculada. Debe recordarse al respecto, que siempre que un profeta aparece en el mundo, sus oponentes le acusan de muchos males y vicios, pues la enemistad vuelve al hombre ciego y sordo hasta el punto en que las virtudes se le aparentan como vicios. Por tanto, al considerar la vida de un profeta desde este punto de vista, debe estudiarse su modo de vida previo a su demanda como tal profeta. Antes de esta demanda, la gente no tiene especial resentimiento en su contra y no está cegada su mente por el prejuicio; tal período de su vida nos ofrece el mejor material para probar su pureza y virtud.

La vida de Jesucristo, que también era uno de los Profetas de Dios y perteneciente por tanto a la hermandad a la que el Mesías Prometido pertenecía, observó una prueba similar de pureza y virtud y desafío a sus enemigos diciendo: “¿Quién de vosotros me puede acusar de haber pecado?”. (Juan VIII, 46). Sin embargo es obvio que sólo podía referirse a su período de vida previo a su demanda de Profeta, puesto que después de iniciar la predicación, sus enemigos, cargados de odio y prejuicio, le acusaron de gula y falta de respeto a los Mandamientos Divinos, llamándole borracho, etc. Su vida desmentía tales acusaciones pero sus enemigos se encontraban cegados.

De forma similar, la vida del Mesías Prometido fue modelo de pureza y de virtud, de la que dieron testimonio sus más enconados enemigos. Maulvi Mohammad Hussein de Batala, que se mostró ser su más acérrimo antagonista, escribía respecto a él en su revista “Ishaat-Us-Sunnat”: “El autor de Barahine Ahmadiyya (tal era el nombre de un libro publicado por el Mesías Prometido antes de hacer su declaración de profetazgo) ha demostrado tal devoción en servir al Islam con su ejemplo, energía y vocación a través de su boca y pluma, que sería difícil encontrar igual entre los musulmanes que le han precedido”. La expresión “servir al Islam con su ejemplo” es significativa y expresa que la vida del Mesías Prometido era un ejemplo tan perfecto de moral y conducta que la gente que le observó se vio atraída hacia el Islam, siendo pocos los ejemplos similares que pueden encontrarse entre los musulmanes de generaciones precedentes.

Quienes son conscientes de la tendencia de los escritores religiosos de exagerar las virtudes y méritos de quienes les han precedido, pueden juzgar lo que supuso para el Maulvi admitir que una determinada persona viva sobrepasó en rango espiritual a quienes le habían precedido en el tiempo. El testimonio de este Maulvi merece un valor especial, debido a que éste residía en Batala, la cual se encuentra a muy poca distancia de Qadián y que por tanto, estaba familiarizado con la vida del Mesías Prometido desde su infancia.

Además de este testimonio de uno de sus más inveterados enemigos, toda persona que le conoció quedó convencida y ofreció testimonio de su bondad y pureza. Hombres pertenecientes a diferentes religiones, hindúes, sikhs y musulmanes no áhmadis de Qadián, que fueron quizás más acérrimos oponentes del Mesías Prometido que aquéllos que vivían a distancia -pues ningún profeta es honrado en su propia tierra-, todos estaban de acuerdo en que desde su infancia, su vida fue un ejemplo permanente de pureza sin mancha. La gente estaba de tal forma convencida de su virtud y tenía una fe completa en él, que en las disputas que surgían con su familia, siempre que creían que su causa era justa, expresaban su presteza a atenerse a su fallo, pues sabían que nunca se apartaría de lo que en su opinión era justo y verdadero, incluso a pesar de que ello le originara pérdida a sí mismo y a su familia.

En cierta ocasión fue procesado por una infracción técnica de las normas postales que era sancionable con prisión y multa. Tales infracciones se habían hecho corrientes en aquellos días y las autoridades del servicio postal anhelaban obtener pruebas en uno o dos casos para acabar con tales prácticas. El caso, por tanto, fue encauzado hacia el procesamiento. El cargo contra el Mesías Prometido consistía en que había incluido una carta dentro de un paquete, contraviniendo las regulaciones del código postal. La única evidencia en apoyo de la acusación era la del hombre que había recibido el paquete, el cual era un misionero cristiano con el que el Mesías Prometido había mantenido varios debates religiosos por los que guardaba cierta hostilidad hacia el Mesías Prometido y cuyo testimonio sin comprobación posible, no tenía mucho peso. Por el contrario si el hecho podía ser establecido, la infracción quedaba clara y la sanción era inevitable. El consejero legal del Mesías Prometido por tanto le aconsejó que negara la acusación y se declarara inocente puesto que no existía evidencia independiente que lo apoyara. Sin embargo, él rehusó el consejo y dijo que no afirmaría lo que era falso, ya que había incluido realmente la carta en el paquete con la idea de que no había nada de incorrecto en ello, pues la carta sólo contenía instrucciones formales respecto al contenido del paquete. Hizo la misma afirmación ante el tribunal, y el magistrado, que era europeo, quedó tan impresionado de su rectitud, que le absolvió a pesar de la reticencia de las autoridades postales, señalando que no era capaz de condenar a un hombre que pudo asegurar su absolución declarándose inocente o rechazando simplemente el cargo, pero que no lo hizo por no dar pie a la falsedad.

Me agrada escuchar los relatos de un anciano campesino sikh que conocía al Mesías Prometido desde su infancia. Nunca hablaba de él sin que asomaran lágrimas a sus ojos. Relata que cuando iba con el Mesías Prometido, este último le pedía que fuera a su padre (del Mesías Prometido) y le pidiera que le dejara (al Mesías Prometido) servir a Dios y a la fe y que no insistiera en que se ocupara de asuntos mundanos. Este anciano sikh concluye siempre su narración exclamando: “El (refiriéndose al Mesías Prometido) era un santo desde su niñez” tras lo cual invariablemente rompía a llorar.

Este testimonio simple y natural en boca de un fiel de otra religión que había sido testigo de todos los detalles de la vida del Mesías Prometido no carece de un valor y significado especial. Sin embargo, no se trata de un ejemplo aislado. Todos los que estuvieron en contacto con él participaron de la misma impresión y cuanto más conocía un hombre su modo de vida, con más fuerza alababa su pureza, virtud y amor hacia la humanidad. ¿Qué mayor prueba puede haber acerca de la pureza de la vida de un hombre que la que hace que amigos y adversarios al mismo tiempo, familiarizados con el curso de su vida, se unieran para alabar su integridad, pureza y carácter moral elevado?

El Mesías Prometido, al igual que Jesucristo, desafió a sus adversarios en las siguientes palabras: “He pasado cuarenta años de mi vida entre vosotros y habéis sido testigos de que nunca caí en la falsedad o impostura y que Dios me ha protegido contra el mal. ¿Cómo es posible entonces que un hombre que a lo largo de cuarenta años ha huido de todo tipo de falsedad, engaño, fraude y deshonestidad y nunca mintió en los asuntos mundanos, sea de repente acusado de impostura, contrariamente a sus hábitos y actitudes previas? (Hazrat Ahmad Tiryaqul Qulub). Y “¿Quién de vosotros puede señalar algún tipo de falta en mi vida? Dios por Su Gracia especial, siempre me guardó contra el mal”. (Hazrat Ahmad – Tazkira-tul Shahadatain).

Estas declaraciones y testimonios muestran que su vida no sólo estaba libre de todo tipo de mancha, sino que le caracterizaba de tal modo la pureza y la virtud, que incluso sus oponentes, que rechazaban su declaración de profetazgo, eran unánimes al reconocer la pureza y belleza de su vida. Como ya he dicho, la virtud cierta es aquélla que es admitida por los propios enemigos.

Su vida fue así, una manifestación evidente del atributo Divino de Santidad. Habiéndolo visto, nos maravillamos de la Santidad de Aquél, cuyo siervo observó una vida así, sin falta desde su infancia hasta su ancianidad; no sólo se liberó de todo defecto moral y espiritual, sino que fue un modelo perfecto de vida moral y de virtud. ¡Alabado sea Dios y exaltado sea de todo lo que ellos le adscriben!

Otro atributo Divino consiste en la devolución de vida al muerto. El Nuevo Testamento afirma repetidamente que Jesús devolvió al muerto a la vida, pero ¿existe alguien en la era presente que pueda hacer lo mismo? Relatos antiguos de tales milagros no bastan para convencernos. Sólo podremos creer en este atributo si nos son mostradas pruebas en nuestra época. El Mesías Prometido ha renovado y refrescado nuestra fe en ellas ofreciéndonos pruebas prácticas de este atributo Divino.

Antes de referirme a estas pruebas con detalle, deseo señalar que los atributos Divinos son de dos órdenes. Algunos de ellos son de tal manera que no se manifiestan en todo su esplendor en este mundo, ya que su manifestación sería contraria a la actuación de otro atributo Suyo. Tales atributos, por tanto, no se manifiestan en esta vida en la forma en que habrán de manifestarse en la vida venidera.

El atributo de devolver la vida al muerto pertenece a esta categoría. De serle devuelta realmente la vida al muerto, no existirían tales cosas como la fe, pues ésta sólo puede ser beneficiosa en tanto en cuanto exista algún misterio en el tema que trate, perdiendo todo el mérito cuando todos los aspectos que la conciernen quedan demostrados como fórmulas de ciencias aplicadas. ¿Quién consideraría meritorio para un hombre el que creyera en el sol y en los océanos? Sólo aquéllos que descubren los secretos ocultos de la naturaleza merecen especial recompensa.

A quienes se encuentran físicamente muertos, no puede devolvérsele la vida en este mundo. Sin embargo, el atributo puede demostrarse de dos formas: 1) Confiriendo vida espiritual a quienes se encuentran espiritualmente muertos y 2) Devolviendo la vida y la salud a quienes se encuentran a las puertas de la muerte, pero que no las han atravesado realmente, tal como dice Jesús respecto a la doncella que se menciona en S. Mateo: “Dejad sitio porque la doncella no está muerta, sino dormida. Riéndose de él con desdén”. (S. Mateo IX, 24).

No necesito extenderme respecto al tema de otorgar una nueva vida espiritual a quienes se encuentran espiritualmente muertos, pues, todos nosotros, los que creemos en el Mesías Prometido, somos ejemplos vivos de ellos. Sin embargo, mencionaré ejemplos del segundo tipo de resurrección de los muertos.

Mubarak Ahmad, el hijo más joven del Mesías Prometido, cayó enfermo en cierta ocasión y su condición se tornó extremadamente grave. Tras una serie de ataques quedó en tales condiciones que quienes se encontraban a su alrededor creyeron que había muerto. El Mesías Prometido se encontraba en aquellos instantes orando en una habitación adyacente y alguien le dijo que cesara de rezar pues el niño había fallecido. El se dirigió al lugar donde reposaba el niño y colocó su mano sobre él. Entre dos y tres minutos más tarde, el niño volvió a respirar de nuevo.

De forma similar, Mian Abdur Rahim Khan Jalid, hijo de Khan Mohammad Ali Khan (que es tío materno de Su excelencia el Marqués de Malerkotla y residente en Qadián) enfermó en una ocasión con fiebre tifoidea. Dos médicos y el difunto Hazrat Maulvi Nur-Ud-Din, que más tarde se convirtió en primer Jalifa del Mesías Prometido y que era un prestigioso médico -había sido médico de Su Excelencia el Maharaja de Jammu y Cachemira- atendieron al paciente, pero éste empeoró de forma progresiva. Finalmente los médicos declararon que no tenía sentido continuar el tratamiento, pues al muchacho sólo restaban pocas horas de vida y no podría recobrarse. Cuando estas noticias llegaron al Mesías Prometido, rezó de inmediato por su recuperación, pero recibió una revelación en el sentido de que la muerte era inminente. Entonces suplicó que si el tiempo de la oración había pasado, intercedería para que la vida del niño fuera salvada. Le fue dicho en respuesta “Man zal-ladze yashfao inda hu il-la beiznehi”, es decir, “¿Quién se atreve a interceder ante El sin Su permiso?”. El Mesías Prometido relata que después de esto cesó de orar, pero una segunda revelación siguió de inmediato en los términos “Innaka antal mayaz”, es decir, “Te permitimos que intercedas” (Hazrat Ahmad. Tazkira p. 464-465). Ante esto, intercedió por la vida del niño, y al abandonar la habitación anunció que el niño viviría ya que Dios le había salvado de la muerte por su intercesión. El muchacho comenzó a mejorar desde aquel mismo momento y se restableció en pocos días. Aún vive y estudia Derecho en Gran Bretaña. Su padre y la mayoría de quienes fueron testigos de este milagro también viven y pueden ofrecer testimonio de que vieron obrar este atributo de Dios en las manos del Mesías Prometido, con sus propios ojos.

Otro atributo bien conocido de Dios es que El es Amo o Señor del Universo. Todas las religiones concuerdan en que El es el Dueño y Señor de cada átomo en el Cosmos, pero no nos dicen cómo ello es así. A menos que existan pruebas claras en apoyo de esta afirmación, nos resulta imposible creer en este atributo, pues diariamente observamos muestras de cómo la gente ejerce su dominio sobre su propiedad pero no percibimos signos que nos permitan llegar a la conclusión de que Dios es Dueño y Señor del Universo. Ciertamente puede alegarse que Dios ha estructurado las leyes de la Naturaleza y que todo el Universo es gobernado y regulado por tales leyes. Pero incluso así, si un hombre declara haber logrado unión con Dios, debe ser capaz de manifestar este atributo, de forma que se convierte en prueba de su relación con Dios y los hombres puedan creer que Dios es Amo y Señor de todo el Universo. En ausencia de tal manifestación, cualquiera puede afirmar que él es amo y dueño del Universo, de forma que si se le pregunta por qué él mismo está sujeto a la ley Natural, puede responder que él la creó como ley eterna y que esto debe ocurrir así.

Existen numerosos ejemplos en que seres humanos han afirmado ser dioses, sabiendo que no existe prueba viva de los atributos de Dios, de forma que si se les alega que carecen de estos atributos, pueden replicar diciendo que los atributos Divinos no pueden ser probados. Sin embargo, la Autoridad y Excelencia de Dios pudieron ser demostradas, y tales personas nunca se atreverían a blasfemar de esta manera ni engañar a la humanidad, porque de hacerlo así, aquellos siervos de Dios que se encuentran envueltos en el manto de Su Gracia podrán ser ejemplos de la manifestación de este atributo Divino y a los demandantes de su propia divinidad se les pediría mostrasen señales más grandes que las mostradas por los anteriores, ya que aquéllos son simples siervos de Dios, mientras que estos últimos proclaman ser el Mismo Dios. Esta es la única manera por la que estas personas pueden ser completamente refutadas. El Mesías Prometido, habiendo logrado la unión con Dios, manifestó este Atributo de Autoridad y Grandeza de la misma forma que mostró los demás atributos de Dios, demostrando con ello que sólo el Islam puede conducir al hombre hacia Dios.

Uno de estos ejemplos aconteció cuando, como había sido predicho por el Mesías Prometido, una plaga epidémica surgió en la India. Observó en un Kashf que un animal fiero y salvaje (que él interpretó como personificación de la plaga) cuya cabeza asemejaba a la de un elefante, había causado una gran consternación entre la humanidad a causa de las grandes pérdidas de vidas que habían originado sus ataques, y que, después de embestir en todas las direcciones se acercó y se postró de forma sumisa ante el Mesías Prometido. También recibió una revelación verbal a través de las siguientes palabras que Dios puso en boca del Mesías Prometido: “El fuego es tu siervo. Es el siervo de tus siervos”, es decir, la plaga no sólo era un esclavo, sino también el esclavo de los que le seguían sinceramente y observaban un ejemplo elevado de obediencia a su persona en todos los aspectos. A ellos tampoco les afectaría.

Otra revelación que recibió al respecto fue: “Inni Uhafizu kul-la man fid-dar”, es decir, “Protegeré a todos los que moren en tu casa” (de la plaga). Estas revelaciones fueron publicadas de inmediato en libros y revistas y el Mesías Prometido desafió a sus oponentes a que publicaran afirmaciones similares de seguridad ante la plaga, respecto a sí mismos y a sus hogares, si creían que el Mesías Prometido era un mero impostor. Sin embargo, ninguno se atrevió a hacerlo.

La plaga ha estado azotando a la India en los últimos 28 años y se encontraba en su momento más álgido, en 1901, cuando estas revelaciones fueron publicadas por el Mesías Prometido. El número total de muertos a causa de la plaga excedió ampliamente el número de 8 millones y en algunos años la mortalidad anual se elevó a 300.000. La región del Punjab fue la que más padeció, muriendo en ella más de tres cuartos del total de las muertes acaecidas en la India. En tal región y bajo tales condiciones era imposible afirmar que un hombre y quienes residían bajo su techo, serían salvados de la plaga, sobre todo cuando tal garantía afectaba a siete u ocho docenas de personas (tal era el número de habitantes en la casa) y no estaba limitada a un período limitado de tiempo, sino que se extendía a varios años. ¿Podría un hombre, con su propio conocimiento, atreverse a hacer semejante afirmación y basándose en sus propios poderes, asegurar su cumplimiento? Qadián es una pequeña aldea donde ni el Gobierno ni alguna otra entidad prestan atención alguna a su estado sanitario. Las gentes que residen en Europa o América, apenas pueden imaginar la situación de inmundicia en que se encuentran las calles de las aldeas de la India. Podrían compararse a las de Siria, donde la plaga se ha asentado desde hace mucho tiempo. La casa del Mesías Prometido se encontraba situada en el centro de la aldea, rodeada por todos los lados de otras casas, de forma que no podía ser adoptada ninguna medida especial de tipo sanitario ni tampoco un aporte constante de aire fresco. La casa estaba situada a un nivel inferior del resto de la aldea y las aguas residuales de la mitad de la población transcurría al lado de sus paredes. La alberca del pueblo se encontraba a sólo 50 yardas de distancia y en ella se acumulaban el agua de la lluvia remanente y otros residuos de la aldea; y como no tenían salida, el proceso de descomposición y putrefacción era endémico (actualmente esta charca está cegada en parte). No era menos que un milagro que un hombre que vivía bajo tales condiciones asegurase que él y quienes residían en las paredes de su casa se encontrarían seguros contra la plaga. Esta afirmación, de hacerse realidad, sería prueba irrefutable de la Majestad y Autoridad Divina; pero esta prueba de inmunidad tuvo lugar en circunstancias mucho más alarmantes que las ya detalladas. Cuando esta revelación fue publicada, la plaga no había afectado aún la vecindad de Qadián. Si esta zona hubiera quedado inmune, podría alegarse que el suelo o la atmósfera de Qadián poseía ciertas cualidades que habrían hecho imposible el desarrollo de los gérmenes en ella, y que el Mesías Prometido había publicado esta Revelación basándose en estas circunstancias. Sin embargo, enseguida que la Revelación fue publicada, Qadián se vio afectada por la plaga, permaneciendo así cuatro o cinco años. Si de nuevo, la plaga hubiera afectado a otros lugares de Qadián pero hubiera respetado el barrio en que el Mesías Prometido vivía, el asunto podría haber dado paso a la conjetura, pues podría decirse que habían sido adoptadas medidas sanitarias o precauciones especiales en tal barrio, y que la inmunidad a la plaga se debía a sus mejores condiciones y no a la intervención Divina. La plaga, sin embargo, atacó también al barrio en que el Mesías Prometido residía, causando víctimas en las casas circunvecinas, y permaneciendo la casa del Mesías Prometido intacta, de tal suerte que ni una sola rata murió en ella a causa de la peste.

En otras palabras, la casa permaneció en medio de un mar de fuego que consumió a todos los hogares vecinos, pero que la respetó intacta, como si las llamas, cuando se aproximaban a sus paredes, fuesen extinguidas por alguna mano Invisible aunque poderosa. Esto no ocurrió una o dos veces, sino que lo fue de forma continua a lo largo de cinco años terribles en los que el número de muertes semanales debidas a la plaga en toda la India no fue inferior a treinta o cuarenta mil. La peste rondó la casa del Mesías Prometido pero no llegó a tocar a nadie de entre los que moraban entre sus paredes, a pesar de que durante la epidemia muchas familias buscaron refugio en su casa en busca de la inmunidad prometida por la Revelación, de tal forma que la casa se vio tan concurrida, que habitar en ella habría sido peligroso incluso en circunstancias normales.

Este es un signo poderoso de la Majestad y Autoridad de Dios, que el Mesías Prometido manifestó al mundo. Quienquiera que lo conozca ha de dar testimonio de la existencia de un Dios Vivo y Perfecto, y de que resulta posible que el hombre logre la unión con El.

Otro ejemplo de la manifestación de la Autoridad y Majestad Divina encierra un interés particular para las gentes de occidente, porque el signo mismo fue mostrado en occidente. Un tal Dr. Alexander Dowie, de nacionalidad americana, proclamó ser Elías, el precursor de la Segunda venida de Jesucristo, reuniendo rápidamente un considerable número de seguidores. Fundó una ciudad próxima a Chicago, a la que dio el nombre de la Ciudad de Zión, declarando que su Movimiento habría de extenderse rápidamente por el mundo.

Afirmaba sanar a la gente con sus oraciones e incluso con sus manos, prohibiendo el uso de medicamentos. Cuando su comunidad comenzaba a propagarse, anunció que Dios le había enviado para destruir al Islam y a sus seguidores antes del advenimiento de Jesús. Cuando el Mesías Prometido fue informado de ello, escribió al Dr. Dowie señalando que él había sido designado para defender y propagar al Islam y, puesto que el Dr. Dowie declaraba haber venido para destruirlo, podrían demostrar de forma fácil la verdad de sus respectivas afirmaciones a través de la plegaria. Cada uno de ambos debería rezar para que aquél que fuera un impostor fuera castigado y destruido por Dios durante la vida del otro.

Si Dios es realmente el Dueño del Universo y designa a un hombre como guardián de Su Jardín, y otro declara que también ha sido designado para el mismo fin, disputando la afirmación del primero, es de esperar ciertamente que Dios ayudará y defenderá al siervo y virtuoso designado por El, demostrando así al mundo quién de los dos ha sido señalado por El y quién es el impostor. Esta sería una manifestación clara del atributo Divino de Majestad y Señorío.

Este desafío fue enviado al Dr. John Alexander Dowie y fue así mismo publicado en periódicos ingleses y americanos. En el mismo, el Mesías Prometido escribió: “Cuento alrededor de setenta años de edad, mientras el Dr. Dowie -como él mismo afirma- sólo tiene cincuenta y cinco; de forma que, comparado conmigo, es aún un hombre joven. Pero puesto que el asunto no tiene que ver con la edad, no me importa esta disparidad en años. Todo ello queda en manos de Aquél que es el Señor del Cielo y de la Tierra, y Juez sobre todos los jueces. El decidirá en favor del verdadero demandante”. “Aunque trate con todas sus fuerzas de evadirse de la muerte que le aguarda, su huida de tal pugna no resultará mejor para él que la misma muerte; y la calamidad recaerá ciertamente sobre Zión, ya que habrá de cargar con las consecuencias de la aceptación o rechazo del desafío” (Vide the New Commercial Advertiser of New York). Este reto fue ampliamente difundido en periódicos americanos. Conocemos treinta y dos periódicos que lo publicaron, siendo probable que fuera publicado en bastantes más. Algunos de ellos hicieron comentarios afirmando que el modo de decisión propuesto era razonable (p.e. The Argonaut de San Francisco). El reto fue publicado en 1902 y repetido posteriormente en 1903, sin que el Dr. Dowie le prestara atención, hasta que los propios periódicos comenzaron a inquirirle por qué no daba respuesta. El mismo declaró en su propia revista del mes de diciembre de 1903: “Existe un Mesías mahometano en la India que me ha escrito repetidamente diciendo que Jesucristo yace enterrado en Cachemira, y la gente me pregunta por qué no le respondo. ¿Imagináis vosotros que voy a dar respuesta a tales moscas y mosquitos? Si colocara mi pie sobre ellos, los aplastaría. Les doy la oportunidad de que escapen y vivan”. Sin embargo, como estaba escrito, así aconteció. Si aceptaba el reto estaba destruido durante la vida del Mesías Prometido, y si lo rechazaba, no podría evitar la calamidad, encontrándose envuelta en ella su ciudad de Zión. Dios hizo recaer Su mano sobre Dowie. La rebelión surgió en Zión en contra suya. Su propia mujer e hijo se volvieron contra él y declararon que, mientras condenaba públicamente la bebida, era adicto a la misma en secreto. Otros muchos cargos surgieron en su contra y finalmente fue expulsado de Zión, dejándole una renta miserable para su manutención. Este hombre, acostumbrado a vivir con una comodidad y lujo semejantes a los de un príncipe, se vio casi reducido a la mendicidad, no viendo provistas siquiera sus necesidades elementales. Padeció seguidamente un ataque de parálisis, y el pie con el que declaró que aplastaría al Mesías Prometido quedó inutilizado como un gusano. Las aflicciones desquiciaron su mente u poco después falleció entre el dolor y la miseria. Su muerte fue comentada por los periódicos americanos. Algunos de ellos refirieron la profecía que le afectaba, que el Mesías Prometido había publicado. El Dunville Gazette señalaba:

“Ahmad y sus seguidores merecen les sea dispensado crédito por la exactitud con que la profecía se cumplió unos meses atrás”.

El TRUTH SEEKER de Nueva York se refirió al cumplimiento de la profecía en los siguientes términos:

“El hombre de Qadián predijo que si Dowie aceptaba el desafío abandonaría el mundo ante sus ojos con gran aflicción y tormento. Si Dowie declinaba, el Mirza declaró: “El final sólo será diferido; la muerte le aguardará de igual modo y la calamidad se abatirá pronto en Zión”. Esta era la gran Profecía; Zión debería caer y Dowie morir antes que Ahmad. Parecía tratarse de un paso peligroso para el Mesías Prometido retar al Elías Restaurado a la prueba del tiempo, pues el desafiante era el más anciano de ambos, con quince años de diferencia, y las probabilidades en una tierra llena de plagas y de fanáticos en su contra como superviviente. Sin embargo ganó”. (The Truth Seeker 15 de Junio de 1907).

El Boston Herald escribió:

“Dowie murió habiéndose alejado sus amigos de él y con la fortuna consumida. Sufrió de parálisis y locura. Murió de forma miserable, con la ciudad de Zión fragmentada y dividida por disensiones internas. Mirza se adelanta y declara que ha ganado el desafío”. (The Boston Herald 23 de Junio de 1907).

Voy a tratar a continuación del Atributo Divino conocido por BAITH; el que retorna la vida al muerto. Mediante este Atributo se desarrollan de tal manera las facultades internas y ocultas del hombre que lo convierte en un ser completamente nuevo. Sólo el Islam ha definido así este atributo Divino, las demás religiones sólo tienen una noción confusa de él. De nuevo, no existe evidencia de este atributo hasta que vemos una manifestación viva del mismo; ni podemos creer que un hombre haya alcanzado unión con Dios a menos que manifieste este atributo en sí mismo. Puesto que los Profetas surgen para la guía de la humanidad, es fundamental que demuestren la existencia de este atributo, ya que si no pudieron mostrarnos a hombres que se encontraban espiritualmente muertos y que adquirieran vida nueva a través de ellos, presentando así el espectáculo de la resurrección a pequeña escala, no podremos creer en la necesidad del advenimiento de los Profetas, quedando sin cumplir además el objeto de su venida. El Santo Corán, en consecuencia, describe en varios lugares el éxito de un Profeta en términos de SAAR QUIAMA, es decir, “la hora” o “la Resurrección”, por lo que mucha gente cree poder concluir que el Santo Corán no predica la resurrección después de la muerte. Contrariamente, existen personas que imaginan que siempre que aparece la palabra SAAT, es decir, la hora en el Santo Corán, significa invariablemente el día de la Resurrección. Sin embargo, el contexto ofrece en cada caso una verdadera indicación acerca de si la palabra es empleada significando resurrección o indicando el éxito de un Profeta en su misión, es decir, asegurar, un grupo de hombres a quienes ha sido otorgada una nueva vida espiritual.

El Mesías Prometido (la paz de Dios sea con él) ha cumplido así mismo esta prueba que había sido establecida por Jesucristo en los siguientes términos:

“Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así todo BUEN ARBOL DA BUENOS FRUTOS, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos les conoceréis”. (San Mateo VII, 15-20).

La prueba, tal como fue establecida por Jesús, significa que cada árbol produce una fruta de sus mismas propiedades, y que un Profeta verdadero es aquél que crea en sus fieles, proporcionalmente a sus respectivas capacidades, las características de profetas, y consigue su unión con Dios de acuerdo a la medida de sus facultades naturales.

Este test no significa, sin embargo, que debamos llegar a la conclusión que el fundador de una comunidad es verdadero en sus afirmaciones y ha logrado la unión con Dios, deduciéndolo del espíritu de sinceridad y sacrificio de su comunidad. El espíritu de sacrificio sólo indica que los miembros de dicha comunidad no han descubierto algo que les haga calificar de impostor a su líder. Si la gente cree que un hombre posee buenas cualidades morales o es sincero, ello muestra únicamente que no conocen totalmente los detalles de su vida personal, o, si tuvieran oportunidad de conocer cada etapa de su vida, que no se trata de un engañador y que cree realmente en lo que dice. No obstante, estar convencido de que algo es cierto no implica que lo sea en realidad. Puede ocurrir que alguien sufra una alteración mental o que en conformidad a las opiniones de su grupo pueda llegar a creer que cuanto dice procede de Dios. Tal sugestión es perfectamente posible en aquellas comunidades que no creen en la revelación verbal. Si una persona perteneciente a tal grupo reflexiona sobre la venida de algún Mesías y observa en sí mismo alguno de los signos generales que comparten cientos de hombres, llegando a persuadirse de que él mismo es el elegido; es perfectamente posible y probable que tratándose de alguien con cierta influencia, por pequeña que sea, pueda comenzar a creer honestamente que la idea que nació en su mente procedía realmente de Dios, de forma que en el futuro se observaría seriamente a sí mismo como el Elegido. Puesto que no siente la necesidad de una Revelación verbal, puede considerar que la idea personal propia es la revelación Divina.

Por tanto, la mera existencia de un espíritu de sinceridad y sacrificio sólo indica una honestidad en el propósito, pero no necesariamente una misión Divina. Como prueba de que un hombre ha sido realmente enviado por Dios debe existir un reflejo de los Atributos Divinos entre sus seguidores. Al igual que los Profetas manifiestan los atributos de la sabiduría, creación, resurrección de los muertos, curación, providencia, majestad, etc., de la misma manera aquéllos que le siguen deben, como consecuencia de su asociación con ellos, ser capaces de adquirir un reflejo de tales atributos de acuerdo a sus capacidades individuales. Es decir, deben ser capaces de mostrar a pequeña escala su capacidad para dar vida a las almas muertas y reflejar el día del Juicio.

El Movimiento fundado por el Mesías Prometido cumple, con la Gracia de Dios, este test. La Gloria de Dios no se alejó con el Mesías Prometido. El hizo surgir un nuevo espíritu, y existen miles de hombres entre sus seguidores que encontraron una vida espiritual nueva a través de él. Al conseguir el conocimiento de Dios, lograron la unión espiritual con El y llegaron al estado de perfecta fe y certeza absoluta. Los atributos de Dios se reflejaron en ellos y ellos sirvieron como manifestación de tales atributos. La mayoría de los miembros de la Comunidad Ahmadía, en mayor o menor grado, han experimentado milagros en sí mismos. La fuente de Gracia Divina que el Mesías Prometido había originado, no cesó de fluir hasta su muerte. Aún fluye y continuará fluyendo con la ayuda de Dios, mientras la gente continúe actuando conforme a sus enseñanzas.

Como ejemplo de ello voy a mencionar únicamente dos incidentes referidos a mí mismo. El primero ocurrió hace cuatro años. Se me informó que un doctor ahmadi había sido asesinado en una refriega en Irak. Sus padres eran muy ancianos y habían acudido a visitarme algunos días antes. Las noticias de su fallecimiento fueron comunicadas a través de cartas enviadas por sus compañeros, mencionando las circunstancias en las que fue asesinado. Quedé tan impresionado por las noticias, que sentí el gran deseo de que no hubiera acontecido así, y no hubiera muerto. Mi corazón alentó esta plegaria varias veces durante el día, a pesar de que traté de razonar conmigo mismo diciendo que los muertos nunca regresan. La noche siguiente me fue revelado en un sueño, a través de alguien que “el doctor de encontraba vivo y que habían surgido noticias de que había retornado a su hogar”. Me quedé asombrado, pues el sueño tenía tal naturaleza que supe que procedía de Dios, si bien, puesto que creía que el doctor había muerto, pensé que debería existir otra interpretación del sueño distinta a la que sugerían las palabras. Mi hermano menor relató este sueño a un pariente del doctor que reside en Qadián, el cual informó del mismo a los padres del último. Algunos días más tarde, un pariente del médico me escribió diciendo que había recibido un telegrama declarando que se encontraba sano y salvo. Ocurrió que había sido capturado por los árabes en una escaramuza en la que la mayoría de sus camaradas habían sido muertos. Mientras Dios, por un lado me reveló en un sueño que él se encontraba vivo, por otro, hizo posible que un grupo de soldados británicos amenazaran atacar la aldea en la que se encontraba prisionero de los árabes, de manera que pudo escapar durante la confusión creada, concediéndole así una vida nueva.

El segundo incidente es más reciente. Durante la última década, la plaga que había atacado a la nación, de acuerdo con la profecía, como prueba de la verdad del Mesías Prometido, comenzó a remitir, y el número de casos durante los últimos dos o tres años era tan pequeña que el Gobierno llegó a expresar la esperanza de que sería totalmente erradicada en el lapso de un año o dos. Sin embargo, a principios del último invierno, vi en un sueño a un cierto número de hombres afectos por la plaga y algunos búfalos que corrían por la calle. Los búfalos significan en el lenguaje de los sueños la peste. Publiqué esta visión en el AL FAZL advirtiendo a la gente que un severo resurgimiento de la plaga era inminente (The Daily Al Fazl Nov. 24 1923). En el período de un mes comenzaron a surgir casos de peste y en febrero de 1924 asumió la forma de una epidemia. Durante marzo, abril y mayo adquirió proporciones muy graves y la mortalidad semanal ascendió a una cifra comprendida entre ocho y trece mil. La mortalidad total excedió al número de 150.000, que es superior a la mortalidad global de los últimos cinco años ocasionada por la plaga.

He citado estos dos incidentes sólo a títulos de ejemplos. Dios me ha revelado en numerosas ocasiones conocimiento de hechos ocultos, y miles de áhmadis han tenido experiencias similares con respecto a los distintos atributos Divinos. Debe recordarse, no obstante, que tales experiencias se conceden al hombre no por su voluntad y placer, sino por la Pura Gracia de Dios, en la manera que El quiere y en el momento que Desea. El hombre no puede, por su voluntad, acceder a los distintos atributos de Dios, sino que Dios otorga constantemente tal acceso a Sus siervos a fin de acrecentar su conocimiento y reforzar su fe, otorgándoles un rasgo distintivo de honor. Creemos que incluso ahora, si la gente se vuelve sincera y ansiosamente hacia la verdad, Dios, de Su Gracia y Sabiduría Perfectas, les manifestará Sus Atributos, pues El desea que Sus siervos sean rectamente guiados y no caigan en el error y se alejen de El.

El Islam, por lo tanto, presenta una concepción perfecta de Dios y abre las puertas de la certeza y de la fe, de forma que los hombres se salven de la oscuridad y del error. Conduce a los hombres a la presencia de Dios en esta misma vida y les hace perder el terror a la muerte, a la que aguardan con venturosa anticipación; conscientes de haber encontrado la Verdad y haber experimentado la manifestación de los Atributos de Dios, de forma que la muerte no les guarde sino oportunidades de progreso ilimitado.

Fuente: “Ahmadíat o el verdadero Islam”; Hazrat Mirza Bashir-ud-Din Mahmud Ahmad

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